1. El congreso de gafas
Esta es la historia de unas gafas a las que no les gustaba leer. Así que cada vez que Laura, su
dueña, se disponía a abrir un libro, ellas empañaban sus cristales para que así no pudiera ver ni
una sola letra. La niña, con toda razón se ponía furiosa, pues no sabía por qué motivo a sus
gafas les ocurría aquello. Las había llevado a la óptica y ya que no supieron dar una explicación
a tan curioso efecto, les cambiaron los cristales. Aquella solución no dio resultado, las gafas se
seguían nublando cada vez que las ponía frente a un montón de palabras. Laura no sabía qué
hacer.
Pero sucedió que un día, aunque te cueste creerlo, las gafas de Laura recibieron una invitación
para que asistiera al primer congreso de gafas de la ciudad, que se iba a llevar a cabo
próximamente (la verdad es que las gafas leyeron la invitación porque tenía pocas palabras, por
que si no, dudo mucho que hubieran mostrado algún interés). El encuentro sería por la noche,
para que así los dueños de las lentes no las echaran en falta. Las gafas de Laura decidieron ir,
pues pensaron que podía ser una fiesta donde podrían conocer gafas famosas, pertenecientes a
estrellas del cine o de la música. Llegado el momento se limpiaron bien los cristales, se
apretaron los tornillos de las patillas y allá que fueron al congreso.
Me imagino que querrás saber en qué lugar se celebró la reunión esta de las gafas. Pero te
pediría por favor que no me lo preguntaras, porque no sabría qué respuesta darte. Simplemente
te puedo decir que era una especie de teatro en el que, sobre el escenario, cada una de las
gafas asistentes debía contarles a las demás sus conocimientos. Hubo gafas que hablaron de
historia, otras de literatura, de matemáticas, de física, de arte… Incluso, hubo algunas que
hablaron de casi todas las materias y otras, que por lo visto (y nunca mejor dicho) eran
periodistas, comentaron muchas de las noticias que se había publicado en los periódicos durante
el último año.
En fin, las gafas de Laura se dieron cuenta de que aquello era un encuentro para conversar
sobre lo que habían aprendido a través de la lectura. Ya te puedes imaginar lo que sucedió
cuando les tocó a ellas subir al escenario. No tenía ni idea de qué hablar. Para escurrir el bulto
de que apenas habían leído nada en su vida, intentaron improvisar contando alguna cosilla que
otra, pero lo único que consiguieron fue hacer reír a carcajadas a las demás. Las gafas de Laura
jamás lo habían pasado tan mal, ni siquiera aquella vez que recibieron un balonazo fortuito en un
partido de balonmano.
Cuando volvieron a casa tomaron la determinación de que iban a intentar que la lectura no les
disgustara tanto, por eso a la mañana siguiente cuando Laura fue a leer un libro que le habían
regalado, sus gafas no se empañaron. De este modo, poco a poco, el gusanillo de la lectura fue
paseándose por sus cristales. Sin poder remediarlo, los ojos de Laura buscaban la estantería
donde se encontraban las lecturas.
Pasó un año del primer congreso, y en el siguiente, las gafas de Laura, no quisieron perdérselo,
demostraron en su discurso que habían leído mucho y que habían aprendido un montón de
cosas. Todas sus compañeras las obsequiaron con un emotivo choque de patillas y ellas, ahora
a causa de una gran emoción, no pudieron evitar que sus cristales se empañaran.
La lectura no sólo nos da conocimiento también llena nuestro mundo de
imaginación.
CARTELES, PANCARTAS, MÚSICA… TENÉIS QUE CREAR VUESTRO PROPIO
ANUNCIO PARA ANIMAR A OTROS A LEER. ¿Y SI LO GRABAMOS?