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1
Periódico del paro | localidad de Engativá | julio de 2021
www.elenardecedor.wordpress.com
@elenardecedor
@engativaresiste
Periódico El Enardecedor
Asamblea Popular de Engativá
@El_Enardecedor
ElEnardecedor
No
5
Foto:
Mauricio
Espitia
2	 Bloqueos, vándalos y defensa
7	 El derecho a defender los derechos humanos
12	 Resistiendo en la oscuridad
17	 Soberanía alimentaria y veganismo
20	 Sabor a Plomo
22	 Las dos Colombias
33	 Lo electoral en Colombia
36	 La acción “violenta” no es toda igual
2
#EDITORIAL
Un paro sin bloqueos es como
una protesta en un protestódromo
Uno de los hechos del Paro nacional ha sido la
campaña contra los bloqueos en las protestas.
Los bloqueos son la gran preocupación de la
burguesía; no porque la trasnoche el hambre y
el empleo de los pobres, sino su sed de ganan-
cia, porque llegó un momento en que se estaban
quedando sin materia prima, y así el paro estaba
logrando, por lo menos en parte, lo que produce
una huelga general de la producción. Es sabido
que muchos gobiernos de otros países han teni-
do que aflojar cuando la producción se para.
Bloqueos, vándalos y defensa
Foto:
@cxuture
3
Un paro sin bloqueos es como una protesta
en un protestódromo, como el que proponía
el actual ministro de Defensa Diego Molano.
Algo así como que quienes quieran protestar
se encierren en un coliseo, como el Movistar
Arena de Bogotá, o en un estadio de futbol y se
desahoguen sin que nadie los escuche.
El honor de los vándalos contra
la putrefacción de los corruptos
Una segunda campaña para deslegitimar el
paro ha sido contra los protagonistas: la juven-
tud como vanguardia de esta digna lucha que
ha conquistado el apoyo de la mayoría de la po-
blación. La burguesía ha recogido un término
que utilizó la reaccionaria iglesia católica para
satanizar al pueblo germano de los vándalos,
por enfrentar al corrupto imperio romano en el
siglo II de nuestra era.
El gobierno y la burguesía dicen: “respeta-
mos la protesta pero no a los vándalos”. Pero
los vándalos somos los que protestamos contra
los corruptos de esta sociedad capitalista, como
Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien en 2012
4
ganaba cada segundo 1.293 dólares mientras
un trabajador de salario mínimo recibía solo
200 dólares en un mes. (Citado en el diario La
República del 28 de julio de 2012). El mismo
corrupto burgués implicado en el desfalco con
los contratos de Odebrecht, jefe de todos los
gobiernos, incluidos los de Uribe y Duque.
Los vándalos somos los jóvenes que luchamos
con dignidad contra la putrefacción de los co-
rruptos que sostienen el sistema capitalista, in-
cluso sabiendo que arriesgamos nuestras vidas
enfrentando un régimen asesino. Si ha habido
desmanes como incendió de edificaciones esta-
tales y buses no sido por parte de los vándalos,
sino de los provocadores que utiliza el régimen
político para culpar a los manifestantes y justi-
ficar la represión. Igual hizo Hitler quemando
el parlamento para culpar a los judíos y justifi-
car el genocidio contra ellos.
La defensa de la Primera Línea
Una tercera campaña de los enemigos del paro
nacional es contra los jóvenes de la Primera
Línea, quienes son los más dignos de los dig-
5
nos. ¿Acaso hay alguien más digno que un jo-
ven que se coloca en la primera línea de fuego
del asesino Esmad para defender a los manifes-
tantes? Los representantes del régimen y el go-
bierno dicen, sin decirlo, que los manifestantes
no tenemos derecho a defendernos, así como
dan a entender que tampoco tenemos derecho a
la protesta, al no ser que sea en un sitio donde
no se obstaculicen las vías. Es decir, en el pro-
testódromo de Molano. Pero la Primea Línea
ha ganado legitimidad y apoyo de la población.
No solo hay que apoyarla como ya sucede con
algunas madres de estos jóvenes que también
han decidido “ponerse la 10” y estar en la pri-
mera línea de fuego.
Así como las comunidades indígenas han
conquistado que se reconozca su Guardia Indí-
gena, los trabajadores y la población tenemos
derecho a que se nos reconozca una guardia
obrera y popular como la Primera Línea.
Foto:
Mauricio
Espitia
6
Foto:MAURICIOESPITIA
No a las mesas de concertación,
exigimos soluciones
El Comité Nacional de Paro, que no nos repre-
senta, intentó negociar con el gobierno unas
mesas de concertación para firmar promesas
de politiqueros, como se ha hecho en todos los
conflictos pasados.
Nuestro sacrificio con más de 70 muertos, 29
mujeres violadas, varias centenas de desapare-
cidos, miles de heridos −incluidos los que han
perdido sus ojos−, no tiene como objetivo una
mesas para conversar. Lo que exigimos es solu-
ciones inmediatas y concretas a nuestras reivin-
dicaciones, castigo a los asesinos y la renuncia
del gobierno; tierra para los campesinos expro-
piados, territorio para los indígenas y libertades
democráticas; trabajo para todos, buen salario,
salud, educación y servicios públicos sin costo.
Que se sacrifiquen Luis Carlos Sarmiento, Uri-
be, los dueños de las multinacionales, los gran-
des empresarios y los terratenientes. Los demás
ya nos hemos sacrificado durante toda nuestra
existencia, y decimos, no más.
7
El derecho a defender los derechos humanos,
que encontramos en la Constitución Política y
en los diferentes tratados internacionales, y que
observamos en la práctica cuando salimos a
manifestarnos por una educación pública y gra-
tuita, por un trabajo digno, por la defensa am-
biental, por el derecho a decidir sobre nuestros
cuerpos, entre otras justas causas, se convierte
en nuestra principal herramienta para reivindi-
El derecho a defender
los derechos humanos
Dulce es la guerra, para los que no la hacen
Dulce es la vida, para los que no la viven
Dulce es el amor, para quienes no lo practican
Dulce es la tierra, para los que no la poseen
Dulce es también la muerte, para los que no la sufren
Mario Caldero
Foto:
@daniel_es_mas
Por: José Lozano y Mafe Torres
8
car y construir cambios sociales; es decir, que
todxs somxs defensores de los derechos colecti-
vos cuando salimos a las calles, aun así, vemos
en cada movilización personas con chalecos y
carnets que los identifica ante el público como
defensores. Son aquellxs que, a pesar de la hora
y las circunstancias de represión y abuso de au-
toridad, se encuentran en terreno luchando por
la protección y la reivindicación de la vida, la
dignidad, la protesta social y demás derechos
humanos de los y las olvidadas.
Labor que no cesa y crece con el fervor de
la llama del Paro Nacional, pues tan solo a los
31 día se registraba la cifra de 59 homicidios,
866 personas heridas por el accionar despropor-
cionado de la fuerza pública, 51 lesiones ocu-
lares, 70 personas heridas por armas de fuego,
87 mujeres víctimas de violencias patriarcales,
2.152 personas detenidas arbitrariamente y 133
defensores de derechos humanos fueron agre-
didos en el marco de la movilizaciones a nivel
nacional[1]
, sin duda evidencia un panorama de
violaciones y vulneraciones a los derechos hu-
manos sistemática por parte del Estado y sus
instituciones, recrudecidas por la brutalidad po-
9
licial y los brazos armados ilegales confabula-
dos con el gobierno genocida.
Es por ello, que diferentes colectividades e
individualidades han venido desarrollando una
ardua y comprometida labor por la defensa de
los derechos en el marco de la protesta, convir-
tiéndose en una pieza fundamental de la veedu-
ría a los múltiples abusos de autoridad que se
cometen contra lxs manifestantes. Si bien di-
cho ejercicio surge de la iniciativa propia de los
movimientos sociales y populares, y por tanto
carece de un reconocimiento institucional, a la
luz de las entidades estatales somos legalmente
reconocidxs mediante la figura de las Comisio-
nes de Verificación e Intervención de la socie-
dad civil; las cuales básicamente son la forma
en las que cualquier ciudadanx se puede orga-
nizar para realizar un acompañamiento directo
a las movilizaciones sociales en aras de la de-
fensa de los derechos de sus participantes.
Nuestro rol juega un papel importante para
restablecer la confianza perdida en la institu-
cionalidad, pues nuestra postura política es ten-
diente a salvaguardar los intereses colectivos de
10
lxs manifestantes y, por tanto, nos enunciamos
como un apoyo directo a todxs aquellxs que su-
fren de las prácticas vulneratorias de agentes
estatales y paraestatales por el simple hecho de
ejercer su derecho a la protesta. En este senti-
do, vale aclarar que nunca hemos sido neutra-
les al defender derechos humanos, ni pretende-
mos serlo, pues nuestra motivación elemental
es combatir los atropellos históricos que hemos
evidenciado por parte de la fuerza pública y
que se siguen reproduciendo con impunidad y
la complacencia de las esferas de poder.
Por tanto, nuestro interés siempre será estar
a su lado en las calles, procurando el respeto a
las garantías constitucionales que tenemos para
manifestarnos, generando diálogo y acuerdos
con las autoridades, verificando que se cumplan
los protocolos de acción de la fuerza pública;
pero también registrando, interpelando, denun-
ciando y reportando cualquier hecho de uso
excesivo de la fuerza que lamentablemente se
ha hecho parte de nuestra realidad. A pesar del
fuerte hostigamiento y agresiones contra nues-
tra dignidad, integridad y libertad por ejercer la
defensa de derechos, no cesaremos en nuestra
11
función veedora hasta que haya una reforma es-
tructural de las fuerzas del orden y existan ga-
rantías reales para la movilización social.
A la memoria de todxs aquellos que quisieron
silenciar, pero su voz aún resiste, por Carlos,
Mario y Elsa, por Sebastián Jacanamijoy y las
59 compañeras y compañeros asesinados, ni un
minuto de silencio.
[1] Cifras tomadas del boletín #15 de la Campaña Defender la
Libertad es Asunto de Todas.
Foto:
Mauricio
Espitia
12
Foto:@cxuture
Se dibujó entre las sombras del parque la figura
de un joven alto, luchando por caminar, sin za-
patos, con su mirada puesta atrás más que ade-
lante, como huyendo de la muerte, se rompió
el silencio que la brigada mantenía con caute-
la, “¡corran, corran! Entre sollozos gritó el jo-
ven,”¡esos manes vienen por todos nosotros!”,
no tenía más de 16 años, era bastante alto, pero
parecía un bebé que entre llantos e inseguridad
se dejó caer en frente de nosotros, la brigada de
salud de la Asamblea del barrio.
Horas antes habíamos estado en el punto de
residencia de la avenida Cali entre calles 72 y
Resistiendo en
la oscuridad
Una mirada
desde
la Brigada
de Salud
Por: Diego Duque
Foto:
Diego
Duque
13
65, más de cuatro horas de resistencia, de lucha
contra un Estado represor y su “representación”
en las calles, el Esmad, que había utilizado todo
su armamento contra un pueblo desnudo pero
revolucionario, desnudo, pero con dignidad,
desnudo pero unido. La brigada se había distri-
buido por todas las cuadras atendiendo no sólo
manifestantes, también vecinos del sector que se
habían visto afectados por los gases, poco a poco
nuestros equipos y botiquines perdían peso, los
insumos se terminaban y la lucha parecía no ce-
sar, Venom la bestia que el Estado soltó en las
calles, se abría paso entre las barricadas instala-
das por todos, como perro con rabia buscando
su presa, buscaba regar más sangre en la aveni-
da, pero no lo logró, esa noche no lo logró.
Por un lapso, todo empezó a verse más des-
pacio, en cámara lenta, vi en varias direcciones,
y los vi a todos, no faltaba nadie, todos unidos
en la lucha, a pesar del gas que se mantenía en
el ambiente, el humo de las fogatas, y la oscu-
ridad de la noche, todos y todas estaban, los co-
nocía a todos, sentía su espíritu por encima de
su capucha, el barrio, la localidad de Engativá
luchaba esa noche.
14
Las aspas del helicóptero rompían el cielo
gris y nos devolvían el gas que intentaba ele-
varse, el olor a represión se colaba por cada
una de las cuadras, de la avenida Cali salían los
compañeros buscando aire fresco, se colaban
entre la cortina de gas sin fuerzas, agotados,
pero bastaban unas cuantas palabras de aliento
mezclado con leche de magnesia y a sus ojos
les volvía la dignidad, y antes de atravesar la
frontera blanca muchos vecinos ofrecían tinto
o aguapanela, un pan y un “fuerza muchachos”.
Poco a poco el agotamiento fue cobrando
manifestantes, el número se redujo, la brigada
se reagrupó, luego de un barrido entre cuadras,
y de atender a varios compañeros afectados
por los gases, buscamos volver a casa, con la
complicidad de la noche, y la ayuda del silen-
cio representado en el poco cruce de palabras
entre nosotros, asomándonos en las esquinas,
contando pasos, organizando nuestras mentes.
Siempre caminaba atrás del grupo, les vi a to-
dos y pensé ¿por qué estamos acá? ¿En qué
momento dejamos de ser jóvenes para conver-
tirnos en “paramédicos de combate”? Mientras
mi mente divagaba nos adentramos en un par-
15
que oscuro en búsqueda del Portal 80, y allí de
las sombras salió él, pensábamos que ya el tra-
bajo había terminado, pero “Pocho” era nuestro
último paciente de la noche.
“Vámonos, yo estoy bien, no quiero que esos
perros les hagan daño, no quiero que les hagan lo
mismo que a mí” repetía una y otra vez angustia-
do, mientras le atendimos no dejaba de ver ha-
cia el lugar donde más de ocho de ellos le había
golpeado, abierto una mano, y roto sus prendas
de vestir, le abrigábamos y le buscábamos unos
zapatos, quería recoger su sangre del piso, e in-
yectársela de nuevo, para ver si en ella estaba su
seguridad, devolverle la valentía con la que se-
guramente había salido a marchar horas antes.
Un compa y yo, decidimos dar una ronda para
estar seguros de que los tombos no estaban cerca
mientras que las compas le seguían atendiendo
las heridas a pocho, unos silbidos llegaron de la
oscuridad de unos matorrales, les respondimos, y
de allí salieron otros “niños”, de un árbol cercano
se bajó otro, eran los amigos de Pocho que ha-
bían buscado escondite, “¿cómo está, Pocho?”,
preguntaron llenos de miedo y culpa por dejar a
su amigo a merced del puño bruto del Estado que
16
hiere, que tortura y mata, “él está allí, él está bien,
tranquilos, vayan con su amigo” no les culpo, así
como nosotros, que de un día para otro nos tocó
volvernos paramédicos de combate, a estos ni-
ños les tocó ser guerreros en una lucha que nunca
pidieron, deberían estar en su casa, durmiendo,
descansando, pero están ahí, luchando por todos.
“Pocho” se fue a su casa en compañía de los
otros niños, estaba cerca, recogimos el equipo
y arrojamos los desechos a la basura, vi mis
guantes y estaban llenos de sangre, me los re-
tire y los arroje al bote, pero sentía una sensa-
ción que subía desde mis manos, pasaba por mi
pecho y llegaba a mi mente, sentí miedo, sentía
ese miedo viscoso pegado a mi piel, me sentía
hastiado, sentí asco, los odié de nuevo.
Quizás todos nos sentíamos así, nos mantu-
vimos esa noche juntos, fuimos a la casa de un
compañero, nos tomamos un vino y el miedo
se fue, la acidez del vino lo limpio de nuestro
ser, se escurrió, en pocas horas el cansancio
nos fue apagando, más tranquilos, con la dig-
nidad como almohada, la brigada de salud de
la Asamblea Popular de Engativá durmió toda
junta esa noche, siempre juntos y juntas.
17
Soberanía alimentaria y veganismo,
un sueño hecho realidad al calor
de la olla comunitaria
Por: @allururur
Se entiende por soberanía alimentaria el de-
recho de cada nación a mantener y desarrollar
su propia capacidad para producir sus alimen-
tos básicos respetando la diversidad cultural y
productiva, reconociendo las luchas por la tie-
rra, por el agua y por la vida digna. El acceso a
estos derechos es fundamental y hace parte de
las exigencias en el marco del paro nacional.
Uno de los requisitos de la vida digna es re-
flexionar la manera de relacionarnos con la na-
turaleza, con las demás formas de vida en todas
sus manifestaciones que también merecen res-
Foto:
@cxuture
18
peto, lamentablemente como especie humana
hemos ultrajado tanto especies como ecosiste-
mas enteros sin conciencia ética ambientalmen-
te, socialmente y en general políticamente. En
las ollas comunitarias se han tomado en cuenta
estos sentires y por tanto se ha garantizado el
derecho a la soberanía alimentaria por lo que
se ha procurado compartir alimentos aptos para
veganes (APV)1
, incluyendo además frutas, se-
millas, tubérculos originarios de América latina
que por cuestiones del poder han sido a veces
estigmatizados, sí, porque el paladar también es
un constructo social.
Asegurarnos de llevar a cabo una reflexión
guiada con el propósito de transformar prácti-
cas opresivas en cuanto a la decolonialidad del
poder, la soberanía alimentaria y las estructuras
patriarcales enAbya Yala** tiene como primera
tarea observar la manera en que nos relaciona-
mos con la comida, de qué manera llega a nues-
tro paladar, quienes y de qué género intervienen
en la preparación, en conseguir los víveres, en
1 El veganismo es la práctica alimenticia fundamentada en evitar
consumir productos animales, incluyendo sus derivados (lácteos,
queso, huevo, miel de abejas, lana, cuero); pero sobre todo, lograr
que la naturaleza y su entorno sean respetados.
19
transportar, en sembrar, cuidar y cosechar, de
qué territorios provienen y con qué semillas; es
necesario repensar esto además en un contexto
globalizado en miras a procesos comunitarios
con apuesta de liberación de la tierra y unión
de sentires populares de diversos lugares geo-
gráficos procurando proveer el alimento sin
crueldad animal y de acuerdo a los espacios y
actividades previstas. Es posible alimentarnos
de manera respetuosa con la naturaleza.
El veganismo es la práctica alimenticia fun-
damentada en evitar consumir productos ani-
males, incluyendo sus derivados (lácteos, que-
so, huevo, miel de abejas, lana, cuero); pero
sobre todo, lograr que la naturaleza y su entorno
sean respetados. Abya Yala o “tierra madura”
es la forma como la etnia colombo-panameña
Kuna, entre otras naciones y pueblos origina-
rios, conocía y conoce nuestros territorios y sus
relaciones ancestrales. Es el nombre de nuestro
continente.
Foto:
@cxuture
20
Sabor a plomo
Por: Natalia Torres Garzón
Foto:
Mauricio
Espitia
Hoy se saborean gases, plomo y represión en
las calles del país que me vio crecer.
Adjetivos como desconsuelo, tristeza e
indignación le quedan cortos a lo que hoy
siento.
Y ahora me pregunto: ¿Cómo pudimos caer
tan bajo?
Hacernos los de la vista gorda frente a la
pandemia vestida de corbata y sus mutaciones
de uniforme.
Callamos, ignoramos y hasta negamos lo que
pasaba en el campo.
Hoy el turno nos toca a los de la ciudad.
21
Se me viene a la mente el último poema de
Víctor Jara.
Y me pregunto: cuántos desaparecidos
seremos en Cali y en todo el país.
Demandas legítimas son negadas por un
gobierno que obstruye la educación,
Se intenta burlar del pueblo que intentan
borrar, silenciar y ante todo oprimir.
Se esconden detrás de los de vestido blanco,
tan blanco como el producto que exportan al
exterior.
Niegan nuestra inteligencia con mentiras que
salen por televisión
Arma perfecta de control.
¿Dónde están los cuerpos, señor militar?
¿Dónde está mi hijo que quiero enterrar?
¿En qué río lo fueron a tirar?
Yo solo quiero conmemorar su grito por la
libertad.
22
Foto:KALILAKS
Las dos Colombias
Por: Juan David Corredor
Durante el siglo III D.C. el sabio persa Manes
fundó una religión universalista denominada
maniqueísmo, la cual pretendía ser la religión
definitiva, imponiéndose sobre las demás exis-
tentes como el zoroastrismo, el cristianismo y
el islam. Su doctrina se basaba en la eterna lu-
cha entre dos principios universales e irreduc-
tibles, como son el bien y el mal. Ante la im-
posibilidad de destruir el mal, la única forma
de triunfar sobre este era huir de él mediante la
pureza del espíritu, abandonando los placeres
de la carne, llevando una vida de reflexión y de
oración.
Con el tiempo esta religión fue absorbida por
aquellas religiones más poderosas, a las que
Foto:
@kalilaks13
23
pretendía imponer su doctrina, sin embargo, en
el devenir de la historia de migraciones e inter-
cambio comercial, sabemos que lo único que
circula no son las mercancías, sino también las
personas y sus ideas. Es así como hasta el día
de hoy existe entre nosotros el concepto “mani-
queísmo”, que hace referencia a la contraposi-
ción dualista de ideas contrarias y excluyentes
entre sí, como forma de reducir la complejidad
del entorno que nos rodea, y modelarlo de una
forma sencilla de entender, en la que solo basta
con entender cuál es el bando bueno para tomar
partido por este, en oposición al malo, que debe
ser derrotado.
Lamentablemente el mundo no es tan simple.
No es posible imponerle una lógica binaria a la
diversidad de la vida y mucho menos a la diver-
sidad de ideas que profesan los seres humanos.
A lo largo de la historia hemos vivido cientos
de guerras con consecuencias desastrosas para
la humanidad, en nombre de principios supe-
riores como la fe, Dios, la libertad, la igualdad,
la patria o la democracia. ¿Por qué, si lo que se
busca es un bien superior que hará más feliz a
la sociedad, el camino escogido para llegar a él,
24
es el de la muerte y el sufrimiento? Todos he-
mos escuchado el concepto de “guerra justa”,
el cual se acuña normalmente para justificar la
aniquilación de cierto grupo humano por parte
de otro que ve su lucha como justa, al defender
los principios constitutivos de su pueblo, na-
ción o religión, los cuales considera como los
únicos verdaderos. El resultado de estas máxi-
mas del pensamiento universal, como la guerra
justa, el fin justifica los medios, o quien no esté
conmigo está en mi contra, se puede resumir,
en una palabra: violencia.
Cuando en el año 2016, el mundo asistía
asombrado al anacrónico evento de la firma del
acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno
colombiano, (aplazado más o menos unos 40
años), se preguntaba, ¿cómo hizo una guerrilla
para sobrevivir 50 años con un discurso des-
gastado de la época de la guerra fría y aparen-
temente con todo un país en su contra que las
rechazaba y les hacía marchas monumentales
pidiendo su desaparición? ¿Cómo es posible
que, sin apoyo económico, sin apoyo popular
y con todo el ejército nacional, junto con todo
25
un ejército paramilitar, declarándole una guerra
a muerte, hayan podido sobrevivir hasta bien
entrado el siglo XXI?
Pues la respuesta es simple, no es posible.
Es decir, una guerrilla no puede sobrevivir sin
apoyo popular. Una guerrilla necesita de toda
una infraestructura logística para hacer llegar
los alimentos y los medicamentos a sus campa-
mentos. Necesita uniformes, necesita armas, y
eso no se logra encerrados en un cambuche en
el monte. Eso se logra con el control efectivo
de grandes extensiones de territorio, incluyen-
do a su población, por supuesto, en donde pue-
dan construir rutas de acceso, tanto de bienes
legales como ilegales, así como generación de
empleo para sus pobladores y garantías de se-
guridad ante amenazas externas; en pocas pa-
labras, necesitaron constituirse como Estado
en muchas partes del territorio nacional y así
contar con el apoyo de la población para poder
sobrevivir. El cuento de que todo el país odia-
ba a las FARC, sin excepción, es una falacia
que solo es creíble en los centros urbanos tan
alejados del conflicto colombiano y tan cega-
26
dos por la información falsa que ven a través de
los medios de comunicación. El conflicto co-
lombiano no era una guerra contra unos grupos
subversivos arrinconados en lugares inhóspitos
de la selva, los cuales recurrían a la guerra de
guerrillas, con pequeños golpes a la fuerza pú-
blica para generar un impacto y luego volver a
esconderse en sus madrigueras, así como nos lo
quisieron hacer ver. La realidad de la guerrilla
de las FARC es que era el poder efectivo en mu-
chas zonas del territorio colombiano y contaba
con el apoyo de su población, la cual recibía
de su parte protección y trabajo, cosa que ja-
más recibió del Estado colombiano. Las FARC
eran la voz del campesinado colombiano, el
cual jamás ha tenido representación política en
el senado o en la presidencia de la república.
Simplemente si le cierras todas las puertas de la
democracia al campesinado, no les quedará de
otra que las vías antidemocráticas para hacerse
escuchar. La falta de vías legales de expresión
de sus problemas e inconformidades es lo que
lleva a la radicalización de una sociedad.
Si yo considero que el modelo de nación que
se debe defender en Colombia es un modelo
27
urbano, de libre mercado, donde nos especia-
licemos en la exportación de materias primas
y, por lo tanto, solo miremos hacia el campo,
como fuente de minerales para su exportación,
sin ninguna posibilidad de desarrollo agroin-
dustrial. Lo que estamos haciendo es excluir
de nuestro proyecto de nación a una inmensa
capa de la población colombiana, la capa rural
que, aunque no es la más extensa en población,
sigue siendo una parte importante de la pobla-
ción en este país.
Por eso, la firma del acuerdo de paz, repre-
sentaba la entrada al proyecto de nación colom-
biana a una gran parte de nuestra población ex-
cluida históricamente. Se trataba de un intento
real por construir una democracia en este país,
que tuviera en cuenta a todas las voces. Solo
así se puede construir una nación. Pero como
siempre es más fácil reducir la complejidad de
la realidad a la visión maniqueísta del bien y
el mal, volvieron a sonar fuerte las voces que
decían que se le estaba entregando el país a los
terroristas, a los violentos, a los guerrilleros, a
los malos. Y este país, de corta tradición de-
mocrática, aunque nos digan que somos la de-
28
mocracia más estable de América, escuchó esas
voces y salió a votar el plebiscito refrendatorio
de los acuerdos de paz con un contundente no.
Otra gran contradicción que el mundo no po-
día entender. ¿Cómo es posible que un país en
guerra desde hace 50 años, lleva por fin a buen
puerto un proceso de paz, y la ciudadanía sale a
votar que prefiere la guerra?
En realidad, la ciudadanía no prefiere la gue-
rra. Así como es falso que las FARC estuvieran
solas y arrinconadas, así mismo es falso que la
sociedad colombiana prefiera la guerra a la paz.
Una visión un poco más aguda del tema nos
muestra claramente que el problema es de per-
cepción sobre el proceso de paz. Claramente la
ciudadanía urbana votó por el No, mientras que
aquellos que sufren el conflicto en carne propia,
es decir, la población rural, votó mayoritaria-
mente por el Sí. Vimos votaciones de más del
90% en zonas históricamente golpeadas por el
conflicto armado en favor del Sí, mientras que
las ciudades donde las instituciones del Esta-
do funcionan más o menos bien, y el conflicto
armado no hace presencia votaron mayoritaria-
29
mente por el No. Aquellas personas que vieron
en el acuerdo de paz una oportunidad para su-
perar la guerra y de paso tener una oportunidad
de salir de la pobreza y ser integrados al pro-
yecto de nación votaron por el Sí. Mientras que
las ciudades vieron en este acuerdo una rendi-
ción de parte del Estado hacia las guerrillas, un
triunfo de los malos frente a los buenos, y no
podían permitirlo.
Hoy, cinco años después de la firma de los
acuerdos de paz, seguimos viviendo en medio
de la violencia. Los grupos paramilitares han
tomado el control de las zonas despejadas por
las FARC, asistimos diariamente al asesinato de
líderes sociales, que reclaman la implementa-
ción de lo acordado. Así mismo, vemos el plan
de exterminio de los ex combatientes, quienes
no sólo, no han recibido los beneficios acorda-
dos, sino que además están siendo asesinados
ante la mirada cómplice del ejército. En un país
donde no se respetan los acuerdos, donde el Es-
tado no hace presencia en los territorios y, so-
bre todo un país infestado de grupos armados
al margen de la ley alimentados por un negocio
30
multimillonario como es el narcotráfico, es un
país sin rumbo, sin futuro para sus poblado-
res, entregado a la violencia y al revanchismo
entre quienes consideran que sus muertos son
más valiosos que los otros. Mientras dejemos
de reconocernos diversos, con diferentes visio-
nes del mundo, diferentes talentos, pero todos
válidos e igualmente respetables, no podremos
superar la violencia. Hoy asistimos a un nuevo
genocidio por parte de las fuerzas del Estado
hacia los ciudadanos de segunda y tercera cla-
se. Vemos la sevicia con que disparan contra
gente pobre que solo reclama una oportunidad
en el mundo, así como vemos grupos de civiles
armados en camionetas de alta gama disparan-
do con la complicidad de la policía en contra
de indígenas, mientras los medios desvían la
atención y juzgan a estos últimos por salir de
sus territorios a “vandalizar” nuestras ciuda-
des.
Vivimos una locura colectiva marcada por
el maniqueísmo. Esto no se trata de buenos y
malos, esto se trata de dos Colombias enfrenta-
das hace siglos. La Colombia de los privilegia-
dos defendiendo sus privilegios, en contra de
31
aquella Colombia sin voz, sin representación
democrática, sin oportunidades, abandonada y
discriminada por el resto de la sociedad, que
lucha por una oportunidad. Tal vez sea hora de
dejar de mirar al campesino, al indígena, al ne-
gro, al pobre, como el “otro” que amenaza mis
privilegios, y empezar a verlo como el herma-
no que no ha tenido las mismas oportunidades
y que merece una mano. Tal vez así reconoz-
camos que mis privilegios no pueden funda-
mentarse en el hambre de mis hermanos, no es
justo y nunca permitiría sentarnos en la misma
mesa como una familia. Tal vez si el gobierno
dejara su soberbia y se sentara a dialogar real-
mente con aquellos que están pasando dificul-
tades, encontrara soluciones mucho más efec-
tivas que echarle más leña al fuego mandando
militares a levantar bloqueos por medio de un
decreto a todas luces inconstitucional.
Aparentemente el panorama es desolador, no
parece tener solución. Pero no estamos solos,
la comunidad internacional está mirando, y le
está pidiendo cuentas al gobierno nacional. El
mundo entero pide democracia y respeto de los
derechos humanos en Colombia. Esa es nuestra
32
herramienta a corto plazo para superar esta co-
yuntura tan compleja. Pero nada de esto servirá
a largo plazo si no hacemos un nuevo y verda-
dero pacto social, uno en el que tenga cabida el
país rural y el país urbano. Donde sean bienve-
nidos hombres, mujeres, trans, homosexuales y
heterosexuales. Donde sean igualmente respe-
tados los negros, los indígenas o los mestizos.
Uno donde se respete el territorio y su biodi-
versidad. En tanto sigamos con ese pensamien-
to binario creyendo que hay unos colombianos
buenos y unos colombianos malos, seguiremos
condenados a vivir una eternidad de violencia y
desolación.
Foto:
@kalilaks13
33
Lo electoral en
Colombia máxima
expresión de la
democracia? o
expresión de una
falsa democracia?
A propósito de lo electoral y la proximidad de
las elecciones del 2022, vale la pena preguntar-
nos por la historia que ha acompañado este pro-
ceso en nuestro país, y en la vía de hallar una
respuesta es inquietante encontrar quiénes nos
cuentan esta historia, por un lado, la Registra-
duría general de la nación, de otro, el Banco de
la República, y finalmente, la Comisión Nacio-
nal Electoral; sin embargo, si en algo coinciden
es en dejarnos ver que desde sus inicios el sis-
tema electoral que se supone una de las “máxi-
mas expresiones de la democracia”, ha estado
a merced de las clases privilegiadas como se
les suele llamar, y ha desconocido y relegado
a las menos favorecidas. En sus inicios, hacia
1832 y hasta 1853, el derecho al voto era ex-
Por: Termantia
(mmmjj)
Foto:
@kalilaks13
34
clusivo de aquellos reconocidos como ciudada-
nos que no eran otros más que quienes tenían
un cierto capital o posesiones equivalentes al
mismo; durante varias décadas se presentaron
algunas modificaciones que solo eran variables
de la misma ecuación, votaban quienes tenían
cierto estado civil, determinado nivel educati-
vo o un cierto nivel de ingresos, y así por más
de un siglo hasta llegar a lo establecido por la
constitución de 1991 en donde se reconoce el
voto como un “derecho y deber de toda perso-
na con nacionalidad colombiana, mayor de 18
años, sin distinción alguna”…siempre que se
encuentre dentro del censo electoral.
Y es esta última condición el punto de partida
para cuestionarnos, lo que desde hace años se-
guramente algunos venimos cuestionado, sobre
la ambigüedad del sistema electoral y las reglas
que establece este proceso para hacer “efectivo”
el derecho al voto; sobre su carácter de “máxima
expresión de la democracia” o si lo que realmen-
te constituye es una “expresión de una falsa de-
mocracia” a través de la cual se ha perpetuado la
corrupción, la injusticia, el poder en manos de las
élites en nuestro país, la frase que en los últimos
35
procesos electorales surge como manifiesto del
fraude evidente en el proceso “hasta las 4 votan
los colombianos de ahí en adelante la Registra-
duría” que exalta la necesidad de replantearnos
con mayor fuerza, si es en las urnas que se resuel-
ve la situación de nuestro país, sin que esto su-
ponga negarnos a las posibilidades de lucha que
puedan darse en este escenario; o qué acciones
desde lo popular, desde los movimientos sociales
críticos, llevarían a que sea el proceso electoral la
vía para el cambio y la transformación social a la
que apostamos; si los candidatos a quienes dare-
mos nuestros votos representan las necesidades
reales de nuestro pueblo, y están comprometido/
as, sobre todo, con la defensa del legítimo dere-
cho a la protesta, con la profundización de la par-
ticipación ciudadana y la conciencia crítica. Por
estas entre otras tantas aristas de lo electoral en
Colombia, vale la pena preguntarnos... no bus-
ca este escrito ser concluyente y no lo es, cada
quien llegará a sus propias conclusiones; es más
una invitación a cuestionarnos siempre, a cues-
tionar todo, no por el mero hecho de hacerlo, sino
en la búsqueda de construir, transformar y en ese
proceso si es necesario ¡Parar para Avanzar!
36
Foto:
@vivivargas93
Una de las paradojas más grandes de esta so-
ciedad es la “paradoja de la violencia”. En una
sociedad de clases como la nuestra (clase traba-
jadora y clase burguesa, o de ricos poseedores
de toda la economía), donde el bienestar de una
clase es la miseria absoluta de otra, cualquier ac-
ción que se tome por parte de una clase social es
visto como violencia por la otra. Por ejemplo, las
reformas del régimen (laboral, tributaria, pensio-
nal, etc.) son violencia para la clase trabajadora y
popular. Y las manifestaciones (por pacíficas que
sean) que intentan resistir esos embates, son asu-
midas como violencia por la otra clase social. Por
eso, cualquiera puede salir con flores y abrazos a
manifestarse, pero si el fin es evitar, por ejemplo,
que le suban los impuestos a la comida y evitar,
37
a su vez, que los dueños de las grandes indus-
trias se enriquezcan a costillas de ello, esos due-
ños considerarán que se está ejerciendo violencia
contra ellos, y van a responder con toda la bru-
talidad posible. Por eso, la paz como respuesta a
la violencia sólo perpetúa esa violencia. Porque
cualquier gobierno y cualquier régimen de este
Estado buscarán beneficiarse de nuestra miseria.
Parece que cierta forma de “violencia” no
sólo es justificada, sino que es necesaria. No
podemos darle y pedirle paz a una clase cuyo
único lenguaje hacia nosotros es la violencia
(bien sea con reformas o con la bota del Es-
mad). Nosotros estamos obligados a exigir paz
de otras formas, a combatir “fuego con fuego”
esto es, a asumir el compromiso de actuar como
sea necesario para lograr esa paz. Una movili-
zación masiva, una primera línea, una huelga,
etc., ya es violencia contra el Estado y la bur-
guesía. Si eso es así, entonces no podemos ser
otra cosa que “violentos” (diríamos justamente
revolucionarios) –con la suficiente fuerza para
acabar con el ciclo de violencia–, para subyu-
gar al violento hasta que no le queden más fuer-
zas y recursos para seguir violentando.
38
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El Enardecedor 05

  • 1. 1 Periódico del paro | localidad de Engativá | julio de 2021 www.elenardecedor.wordpress.com @elenardecedor @engativaresiste Periódico El Enardecedor Asamblea Popular de Engativá @El_Enardecedor ElEnardecedor No 5 Foto: Mauricio Espitia 2 Bloqueos, vándalos y defensa 7 El derecho a defender los derechos humanos 12 Resistiendo en la oscuridad 17 Soberanía alimentaria y veganismo 20 Sabor a Plomo 22 Las dos Colombias 33 Lo electoral en Colombia 36 La acción “violenta” no es toda igual
  • 2. 2 #EDITORIAL Un paro sin bloqueos es como una protesta en un protestódromo Uno de los hechos del Paro nacional ha sido la campaña contra los bloqueos en las protestas. Los bloqueos son la gran preocupación de la burguesía; no porque la trasnoche el hambre y el empleo de los pobres, sino su sed de ganan- cia, porque llegó un momento en que se estaban quedando sin materia prima, y así el paro estaba logrando, por lo menos en parte, lo que produce una huelga general de la producción. Es sabido que muchos gobiernos de otros países han teni- do que aflojar cuando la producción se para. Bloqueos, vándalos y defensa Foto: @cxuture
  • 3. 3 Un paro sin bloqueos es como una protesta en un protestódromo, como el que proponía el actual ministro de Defensa Diego Molano. Algo así como que quienes quieran protestar se encierren en un coliseo, como el Movistar Arena de Bogotá, o en un estadio de futbol y se desahoguen sin que nadie los escuche. El honor de los vándalos contra la putrefacción de los corruptos Una segunda campaña para deslegitimar el paro ha sido contra los protagonistas: la juven- tud como vanguardia de esta digna lucha que ha conquistado el apoyo de la mayoría de la po- blación. La burguesía ha recogido un término que utilizó la reaccionaria iglesia católica para satanizar al pueblo germano de los vándalos, por enfrentar al corrupto imperio romano en el siglo II de nuestra era. El gobierno y la burguesía dicen: “respeta- mos la protesta pero no a los vándalos”. Pero los vándalos somos los que protestamos contra los corruptos de esta sociedad capitalista, como Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien en 2012
  • 4. 4 ganaba cada segundo 1.293 dólares mientras un trabajador de salario mínimo recibía solo 200 dólares en un mes. (Citado en el diario La República del 28 de julio de 2012). El mismo corrupto burgués implicado en el desfalco con los contratos de Odebrecht, jefe de todos los gobiernos, incluidos los de Uribe y Duque. Los vándalos somos los jóvenes que luchamos con dignidad contra la putrefacción de los co- rruptos que sostienen el sistema capitalista, in- cluso sabiendo que arriesgamos nuestras vidas enfrentando un régimen asesino. Si ha habido desmanes como incendió de edificaciones esta- tales y buses no sido por parte de los vándalos, sino de los provocadores que utiliza el régimen político para culpar a los manifestantes y justi- ficar la represión. Igual hizo Hitler quemando el parlamento para culpar a los judíos y justifi- car el genocidio contra ellos. La defensa de la Primera Línea Una tercera campaña de los enemigos del paro nacional es contra los jóvenes de la Primera Línea, quienes son los más dignos de los dig-
  • 5. 5 nos. ¿Acaso hay alguien más digno que un jo- ven que se coloca en la primera línea de fuego del asesino Esmad para defender a los manifes- tantes? Los representantes del régimen y el go- bierno dicen, sin decirlo, que los manifestantes no tenemos derecho a defendernos, así como dan a entender que tampoco tenemos derecho a la protesta, al no ser que sea en un sitio donde no se obstaculicen las vías. Es decir, en el pro- testódromo de Molano. Pero la Primea Línea ha ganado legitimidad y apoyo de la población. No solo hay que apoyarla como ya sucede con algunas madres de estos jóvenes que también han decidido “ponerse la 10” y estar en la pri- mera línea de fuego. Así como las comunidades indígenas han conquistado que se reconozca su Guardia Indí- gena, los trabajadores y la población tenemos derecho a que se nos reconozca una guardia obrera y popular como la Primera Línea. Foto: Mauricio Espitia
  • 6. 6 Foto:MAURICIOESPITIA No a las mesas de concertación, exigimos soluciones El Comité Nacional de Paro, que no nos repre- senta, intentó negociar con el gobierno unas mesas de concertación para firmar promesas de politiqueros, como se ha hecho en todos los conflictos pasados. Nuestro sacrificio con más de 70 muertos, 29 mujeres violadas, varias centenas de desapare- cidos, miles de heridos −incluidos los que han perdido sus ojos−, no tiene como objetivo una mesas para conversar. Lo que exigimos es solu- ciones inmediatas y concretas a nuestras reivin- dicaciones, castigo a los asesinos y la renuncia del gobierno; tierra para los campesinos expro- piados, territorio para los indígenas y libertades democráticas; trabajo para todos, buen salario, salud, educación y servicios públicos sin costo. Que se sacrifiquen Luis Carlos Sarmiento, Uri- be, los dueños de las multinacionales, los gran- des empresarios y los terratenientes. Los demás ya nos hemos sacrificado durante toda nuestra existencia, y decimos, no más.
  • 7. 7 El derecho a defender los derechos humanos, que encontramos en la Constitución Política y en los diferentes tratados internacionales, y que observamos en la práctica cuando salimos a manifestarnos por una educación pública y gra- tuita, por un trabajo digno, por la defensa am- biental, por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, entre otras justas causas, se convierte en nuestra principal herramienta para reivindi- El derecho a defender los derechos humanos Dulce es la guerra, para los que no la hacen Dulce es la vida, para los que no la viven Dulce es el amor, para quienes no lo practican Dulce es la tierra, para los que no la poseen Dulce es también la muerte, para los que no la sufren Mario Caldero Foto: @daniel_es_mas Por: José Lozano y Mafe Torres
  • 8. 8 car y construir cambios sociales; es decir, que todxs somxs defensores de los derechos colecti- vos cuando salimos a las calles, aun así, vemos en cada movilización personas con chalecos y carnets que los identifica ante el público como defensores. Son aquellxs que, a pesar de la hora y las circunstancias de represión y abuso de au- toridad, se encuentran en terreno luchando por la protección y la reivindicación de la vida, la dignidad, la protesta social y demás derechos humanos de los y las olvidadas. Labor que no cesa y crece con el fervor de la llama del Paro Nacional, pues tan solo a los 31 día se registraba la cifra de 59 homicidios, 866 personas heridas por el accionar despropor- cionado de la fuerza pública, 51 lesiones ocu- lares, 70 personas heridas por armas de fuego, 87 mujeres víctimas de violencias patriarcales, 2.152 personas detenidas arbitrariamente y 133 defensores de derechos humanos fueron agre- didos en el marco de la movilizaciones a nivel nacional[1] , sin duda evidencia un panorama de violaciones y vulneraciones a los derechos hu- manos sistemática por parte del Estado y sus instituciones, recrudecidas por la brutalidad po-
  • 9. 9 licial y los brazos armados ilegales confabula- dos con el gobierno genocida. Es por ello, que diferentes colectividades e individualidades han venido desarrollando una ardua y comprometida labor por la defensa de los derechos en el marco de la protesta, convir- tiéndose en una pieza fundamental de la veedu- ría a los múltiples abusos de autoridad que se cometen contra lxs manifestantes. Si bien di- cho ejercicio surge de la iniciativa propia de los movimientos sociales y populares, y por tanto carece de un reconocimiento institucional, a la luz de las entidades estatales somos legalmente reconocidxs mediante la figura de las Comisio- nes de Verificación e Intervención de la socie- dad civil; las cuales básicamente son la forma en las que cualquier ciudadanx se puede orga- nizar para realizar un acompañamiento directo a las movilizaciones sociales en aras de la de- fensa de los derechos de sus participantes. Nuestro rol juega un papel importante para restablecer la confianza perdida en la institu- cionalidad, pues nuestra postura política es ten- diente a salvaguardar los intereses colectivos de
  • 10. 10 lxs manifestantes y, por tanto, nos enunciamos como un apoyo directo a todxs aquellxs que su- fren de las prácticas vulneratorias de agentes estatales y paraestatales por el simple hecho de ejercer su derecho a la protesta. En este senti- do, vale aclarar que nunca hemos sido neutra- les al defender derechos humanos, ni pretende- mos serlo, pues nuestra motivación elemental es combatir los atropellos históricos que hemos evidenciado por parte de la fuerza pública y que se siguen reproduciendo con impunidad y la complacencia de las esferas de poder. Por tanto, nuestro interés siempre será estar a su lado en las calles, procurando el respeto a las garantías constitucionales que tenemos para manifestarnos, generando diálogo y acuerdos con las autoridades, verificando que se cumplan los protocolos de acción de la fuerza pública; pero también registrando, interpelando, denun- ciando y reportando cualquier hecho de uso excesivo de la fuerza que lamentablemente se ha hecho parte de nuestra realidad. A pesar del fuerte hostigamiento y agresiones contra nues- tra dignidad, integridad y libertad por ejercer la defensa de derechos, no cesaremos en nuestra
  • 11. 11 función veedora hasta que haya una reforma es- tructural de las fuerzas del orden y existan ga- rantías reales para la movilización social. A la memoria de todxs aquellos que quisieron silenciar, pero su voz aún resiste, por Carlos, Mario y Elsa, por Sebastián Jacanamijoy y las 59 compañeras y compañeros asesinados, ni un minuto de silencio. [1] Cifras tomadas del boletín #15 de la Campaña Defender la Libertad es Asunto de Todas. Foto: Mauricio Espitia
  • 12. 12 Foto:@cxuture Se dibujó entre las sombras del parque la figura de un joven alto, luchando por caminar, sin za- patos, con su mirada puesta atrás más que ade- lante, como huyendo de la muerte, se rompió el silencio que la brigada mantenía con caute- la, “¡corran, corran! Entre sollozos gritó el jo- ven,”¡esos manes vienen por todos nosotros!”, no tenía más de 16 años, era bastante alto, pero parecía un bebé que entre llantos e inseguridad se dejó caer en frente de nosotros, la brigada de salud de la Asamblea del barrio. Horas antes habíamos estado en el punto de residencia de la avenida Cali entre calles 72 y Resistiendo en la oscuridad Una mirada desde la Brigada de Salud Por: Diego Duque Foto: Diego Duque
  • 13. 13 65, más de cuatro horas de resistencia, de lucha contra un Estado represor y su “representación” en las calles, el Esmad, que había utilizado todo su armamento contra un pueblo desnudo pero revolucionario, desnudo, pero con dignidad, desnudo pero unido. La brigada se había distri- buido por todas las cuadras atendiendo no sólo manifestantes, también vecinos del sector que se habían visto afectados por los gases, poco a poco nuestros equipos y botiquines perdían peso, los insumos se terminaban y la lucha parecía no ce- sar, Venom la bestia que el Estado soltó en las calles, se abría paso entre las barricadas instala- das por todos, como perro con rabia buscando su presa, buscaba regar más sangre en la aveni- da, pero no lo logró, esa noche no lo logró. Por un lapso, todo empezó a verse más des- pacio, en cámara lenta, vi en varias direcciones, y los vi a todos, no faltaba nadie, todos unidos en la lucha, a pesar del gas que se mantenía en el ambiente, el humo de las fogatas, y la oscu- ridad de la noche, todos y todas estaban, los co- nocía a todos, sentía su espíritu por encima de su capucha, el barrio, la localidad de Engativá luchaba esa noche.
  • 14. 14 Las aspas del helicóptero rompían el cielo gris y nos devolvían el gas que intentaba ele- varse, el olor a represión se colaba por cada una de las cuadras, de la avenida Cali salían los compañeros buscando aire fresco, se colaban entre la cortina de gas sin fuerzas, agotados, pero bastaban unas cuantas palabras de aliento mezclado con leche de magnesia y a sus ojos les volvía la dignidad, y antes de atravesar la frontera blanca muchos vecinos ofrecían tinto o aguapanela, un pan y un “fuerza muchachos”. Poco a poco el agotamiento fue cobrando manifestantes, el número se redujo, la brigada se reagrupó, luego de un barrido entre cuadras, y de atender a varios compañeros afectados por los gases, buscamos volver a casa, con la complicidad de la noche, y la ayuda del silen- cio representado en el poco cruce de palabras entre nosotros, asomándonos en las esquinas, contando pasos, organizando nuestras mentes. Siempre caminaba atrás del grupo, les vi a to- dos y pensé ¿por qué estamos acá? ¿En qué momento dejamos de ser jóvenes para conver- tirnos en “paramédicos de combate”? Mientras mi mente divagaba nos adentramos en un par-
  • 15. 15 que oscuro en búsqueda del Portal 80, y allí de las sombras salió él, pensábamos que ya el tra- bajo había terminado, pero “Pocho” era nuestro último paciente de la noche. “Vámonos, yo estoy bien, no quiero que esos perros les hagan daño, no quiero que les hagan lo mismo que a mí” repetía una y otra vez angustia- do, mientras le atendimos no dejaba de ver ha- cia el lugar donde más de ocho de ellos le había golpeado, abierto una mano, y roto sus prendas de vestir, le abrigábamos y le buscábamos unos zapatos, quería recoger su sangre del piso, e in- yectársela de nuevo, para ver si en ella estaba su seguridad, devolverle la valentía con la que se- guramente había salido a marchar horas antes. Un compa y yo, decidimos dar una ronda para estar seguros de que los tombos no estaban cerca mientras que las compas le seguían atendiendo las heridas a pocho, unos silbidos llegaron de la oscuridad de unos matorrales, les respondimos, y de allí salieron otros “niños”, de un árbol cercano se bajó otro, eran los amigos de Pocho que ha- bían buscado escondite, “¿cómo está, Pocho?”, preguntaron llenos de miedo y culpa por dejar a su amigo a merced del puño bruto del Estado que
  • 16. 16 hiere, que tortura y mata, “él está allí, él está bien, tranquilos, vayan con su amigo” no les culpo, así como nosotros, que de un día para otro nos tocó volvernos paramédicos de combate, a estos ni- ños les tocó ser guerreros en una lucha que nunca pidieron, deberían estar en su casa, durmiendo, descansando, pero están ahí, luchando por todos. “Pocho” se fue a su casa en compañía de los otros niños, estaba cerca, recogimos el equipo y arrojamos los desechos a la basura, vi mis guantes y estaban llenos de sangre, me los re- tire y los arroje al bote, pero sentía una sensa- ción que subía desde mis manos, pasaba por mi pecho y llegaba a mi mente, sentí miedo, sentía ese miedo viscoso pegado a mi piel, me sentía hastiado, sentí asco, los odié de nuevo. Quizás todos nos sentíamos así, nos mantu- vimos esa noche juntos, fuimos a la casa de un compañero, nos tomamos un vino y el miedo se fue, la acidez del vino lo limpio de nuestro ser, se escurrió, en pocas horas el cansancio nos fue apagando, más tranquilos, con la dig- nidad como almohada, la brigada de salud de la Asamblea Popular de Engativá durmió toda junta esa noche, siempre juntos y juntas.
  • 17. 17 Soberanía alimentaria y veganismo, un sueño hecho realidad al calor de la olla comunitaria Por: @allururur Se entiende por soberanía alimentaria el de- recho de cada nación a mantener y desarrollar su propia capacidad para producir sus alimen- tos básicos respetando la diversidad cultural y productiva, reconociendo las luchas por la tie- rra, por el agua y por la vida digna. El acceso a estos derechos es fundamental y hace parte de las exigencias en el marco del paro nacional. Uno de los requisitos de la vida digna es re- flexionar la manera de relacionarnos con la na- turaleza, con las demás formas de vida en todas sus manifestaciones que también merecen res- Foto: @cxuture
  • 18. 18 peto, lamentablemente como especie humana hemos ultrajado tanto especies como ecosiste- mas enteros sin conciencia ética ambientalmen- te, socialmente y en general políticamente. En las ollas comunitarias se han tomado en cuenta estos sentires y por tanto se ha garantizado el derecho a la soberanía alimentaria por lo que se ha procurado compartir alimentos aptos para veganes (APV)1 , incluyendo además frutas, se- millas, tubérculos originarios de América latina que por cuestiones del poder han sido a veces estigmatizados, sí, porque el paladar también es un constructo social. Asegurarnos de llevar a cabo una reflexión guiada con el propósito de transformar prácti- cas opresivas en cuanto a la decolonialidad del poder, la soberanía alimentaria y las estructuras patriarcales enAbya Yala** tiene como primera tarea observar la manera en que nos relaciona- mos con la comida, de qué manera llega a nues- tro paladar, quienes y de qué género intervienen en la preparación, en conseguir los víveres, en 1 El veganismo es la práctica alimenticia fundamentada en evitar consumir productos animales, incluyendo sus derivados (lácteos, queso, huevo, miel de abejas, lana, cuero); pero sobre todo, lograr que la naturaleza y su entorno sean respetados.
  • 19. 19 transportar, en sembrar, cuidar y cosechar, de qué territorios provienen y con qué semillas; es necesario repensar esto además en un contexto globalizado en miras a procesos comunitarios con apuesta de liberación de la tierra y unión de sentires populares de diversos lugares geo- gráficos procurando proveer el alimento sin crueldad animal y de acuerdo a los espacios y actividades previstas. Es posible alimentarnos de manera respetuosa con la naturaleza. El veganismo es la práctica alimenticia fun- damentada en evitar consumir productos ani- males, incluyendo sus derivados (lácteos, que- so, huevo, miel de abejas, lana, cuero); pero sobre todo, lograr que la naturaleza y su entorno sean respetados. Abya Yala o “tierra madura” es la forma como la etnia colombo-panameña Kuna, entre otras naciones y pueblos origina- rios, conocía y conoce nuestros territorios y sus relaciones ancestrales. Es el nombre de nuestro continente. Foto: @cxuture
  • 20. 20 Sabor a plomo Por: Natalia Torres Garzón Foto: Mauricio Espitia Hoy se saborean gases, plomo y represión en las calles del país que me vio crecer. Adjetivos como desconsuelo, tristeza e indignación le quedan cortos a lo que hoy siento. Y ahora me pregunto: ¿Cómo pudimos caer tan bajo? Hacernos los de la vista gorda frente a la pandemia vestida de corbata y sus mutaciones de uniforme. Callamos, ignoramos y hasta negamos lo que pasaba en el campo. Hoy el turno nos toca a los de la ciudad.
  • 21. 21 Se me viene a la mente el último poema de Víctor Jara. Y me pregunto: cuántos desaparecidos seremos en Cali y en todo el país. Demandas legítimas son negadas por un gobierno que obstruye la educación, Se intenta burlar del pueblo que intentan borrar, silenciar y ante todo oprimir. Se esconden detrás de los de vestido blanco, tan blanco como el producto que exportan al exterior. Niegan nuestra inteligencia con mentiras que salen por televisión Arma perfecta de control. ¿Dónde están los cuerpos, señor militar? ¿Dónde está mi hijo que quiero enterrar? ¿En qué río lo fueron a tirar? Yo solo quiero conmemorar su grito por la libertad.
  • 22. 22 Foto:KALILAKS Las dos Colombias Por: Juan David Corredor Durante el siglo III D.C. el sabio persa Manes fundó una religión universalista denominada maniqueísmo, la cual pretendía ser la religión definitiva, imponiéndose sobre las demás exis- tentes como el zoroastrismo, el cristianismo y el islam. Su doctrina se basaba en la eterna lu- cha entre dos principios universales e irreduc- tibles, como son el bien y el mal. Ante la im- posibilidad de destruir el mal, la única forma de triunfar sobre este era huir de él mediante la pureza del espíritu, abandonando los placeres de la carne, llevando una vida de reflexión y de oración. Con el tiempo esta religión fue absorbida por aquellas religiones más poderosas, a las que Foto: @kalilaks13
  • 23. 23 pretendía imponer su doctrina, sin embargo, en el devenir de la historia de migraciones e inter- cambio comercial, sabemos que lo único que circula no son las mercancías, sino también las personas y sus ideas. Es así como hasta el día de hoy existe entre nosotros el concepto “mani- queísmo”, que hace referencia a la contraposi- ción dualista de ideas contrarias y excluyentes entre sí, como forma de reducir la complejidad del entorno que nos rodea, y modelarlo de una forma sencilla de entender, en la que solo basta con entender cuál es el bando bueno para tomar partido por este, en oposición al malo, que debe ser derrotado. Lamentablemente el mundo no es tan simple. No es posible imponerle una lógica binaria a la diversidad de la vida y mucho menos a la diver- sidad de ideas que profesan los seres humanos. A lo largo de la historia hemos vivido cientos de guerras con consecuencias desastrosas para la humanidad, en nombre de principios supe- riores como la fe, Dios, la libertad, la igualdad, la patria o la democracia. ¿Por qué, si lo que se busca es un bien superior que hará más feliz a la sociedad, el camino escogido para llegar a él,
  • 24. 24 es el de la muerte y el sufrimiento? Todos he- mos escuchado el concepto de “guerra justa”, el cual se acuña normalmente para justificar la aniquilación de cierto grupo humano por parte de otro que ve su lucha como justa, al defender los principios constitutivos de su pueblo, na- ción o religión, los cuales considera como los únicos verdaderos. El resultado de estas máxi- mas del pensamiento universal, como la guerra justa, el fin justifica los medios, o quien no esté conmigo está en mi contra, se puede resumir, en una palabra: violencia. Cuando en el año 2016, el mundo asistía asombrado al anacrónico evento de la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano, (aplazado más o menos unos 40 años), se preguntaba, ¿cómo hizo una guerrilla para sobrevivir 50 años con un discurso des- gastado de la época de la guerra fría y aparen- temente con todo un país en su contra que las rechazaba y les hacía marchas monumentales pidiendo su desaparición? ¿Cómo es posible que, sin apoyo económico, sin apoyo popular y con todo el ejército nacional, junto con todo
  • 25. 25 un ejército paramilitar, declarándole una guerra a muerte, hayan podido sobrevivir hasta bien entrado el siglo XXI? Pues la respuesta es simple, no es posible. Es decir, una guerrilla no puede sobrevivir sin apoyo popular. Una guerrilla necesita de toda una infraestructura logística para hacer llegar los alimentos y los medicamentos a sus campa- mentos. Necesita uniformes, necesita armas, y eso no se logra encerrados en un cambuche en el monte. Eso se logra con el control efectivo de grandes extensiones de territorio, incluyen- do a su población, por supuesto, en donde pue- dan construir rutas de acceso, tanto de bienes legales como ilegales, así como generación de empleo para sus pobladores y garantías de se- guridad ante amenazas externas; en pocas pa- labras, necesitaron constituirse como Estado en muchas partes del territorio nacional y así contar con el apoyo de la población para poder sobrevivir. El cuento de que todo el país odia- ba a las FARC, sin excepción, es una falacia que solo es creíble en los centros urbanos tan alejados del conflicto colombiano y tan cega-
  • 26. 26 dos por la información falsa que ven a través de los medios de comunicación. El conflicto co- lombiano no era una guerra contra unos grupos subversivos arrinconados en lugares inhóspitos de la selva, los cuales recurrían a la guerra de guerrillas, con pequeños golpes a la fuerza pú- blica para generar un impacto y luego volver a esconderse en sus madrigueras, así como nos lo quisieron hacer ver. La realidad de la guerrilla de las FARC es que era el poder efectivo en mu- chas zonas del territorio colombiano y contaba con el apoyo de su población, la cual recibía de su parte protección y trabajo, cosa que ja- más recibió del Estado colombiano. Las FARC eran la voz del campesinado colombiano, el cual jamás ha tenido representación política en el senado o en la presidencia de la república. Simplemente si le cierras todas las puertas de la democracia al campesinado, no les quedará de otra que las vías antidemocráticas para hacerse escuchar. La falta de vías legales de expresión de sus problemas e inconformidades es lo que lleva a la radicalización de una sociedad. Si yo considero que el modelo de nación que se debe defender en Colombia es un modelo
  • 27. 27 urbano, de libre mercado, donde nos especia- licemos en la exportación de materias primas y, por lo tanto, solo miremos hacia el campo, como fuente de minerales para su exportación, sin ninguna posibilidad de desarrollo agroin- dustrial. Lo que estamos haciendo es excluir de nuestro proyecto de nación a una inmensa capa de la población colombiana, la capa rural que, aunque no es la más extensa en población, sigue siendo una parte importante de la pobla- ción en este país. Por eso, la firma del acuerdo de paz, repre- sentaba la entrada al proyecto de nación colom- biana a una gran parte de nuestra población ex- cluida históricamente. Se trataba de un intento real por construir una democracia en este país, que tuviera en cuenta a todas las voces. Solo así se puede construir una nación. Pero como siempre es más fácil reducir la complejidad de la realidad a la visión maniqueísta del bien y el mal, volvieron a sonar fuerte las voces que decían que se le estaba entregando el país a los terroristas, a los violentos, a los guerrilleros, a los malos. Y este país, de corta tradición de- mocrática, aunque nos digan que somos la de-
  • 28. 28 mocracia más estable de América, escuchó esas voces y salió a votar el plebiscito refrendatorio de los acuerdos de paz con un contundente no. Otra gran contradicción que el mundo no po- día entender. ¿Cómo es posible que un país en guerra desde hace 50 años, lleva por fin a buen puerto un proceso de paz, y la ciudadanía sale a votar que prefiere la guerra? En realidad, la ciudadanía no prefiere la gue- rra. Así como es falso que las FARC estuvieran solas y arrinconadas, así mismo es falso que la sociedad colombiana prefiera la guerra a la paz. Una visión un poco más aguda del tema nos muestra claramente que el problema es de per- cepción sobre el proceso de paz. Claramente la ciudadanía urbana votó por el No, mientras que aquellos que sufren el conflicto en carne propia, es decir, la población rural, votó mayoritaria- mente por el Sí. Vimos votaciones de más del 90% en zonas históricamente golpeadas por el conflicto armado en favor del Sí, mientras que las ciudades donde las instituciones del Esta- do funcionan más o menos bien, y el conflicto armado no hace presencia votaron mayoritaria-
  • 29. 29 mente por el No. Aquellas personas que vieron en el acuerdo de paz una oportunidad para su- perar la guerra y de paso tener una oportunidad de salir de la pobreza y ser integrados al pro- yecto de nación votaron por el Sí. Mientras que las ciudades vieron en este acuerdo una rendi- ción de parte del Estado hacia las guerrillas, un triunfo de los malos frente a los buenos, y no podían permitirlo. Hoy, cinco años después de la firma de los acuerdos de paz, seguimos viviendo en medio de la violencia. Los grupos paramilitares han tomado el control de las zonas despejadas por las FARC, asistimos diariamente al asesinato de líderes sociales, que reclaman la implementa- ción de lo acordado. Así mismo, vemos el plan de exterminio de los ex combatientes, quienes no sólo, no han recibido los beneficios acorda- dos, sino que además están siendo asesinados ante la mirada cómplice del ejército. En un país donde no se respetan los acuerdos, donde el Es- tado no hace presencia en los territorios y, so- bre todo un país infestado de grupos armados al margen de la ley alimentados por un negocio
  • 30. 30 multimillonario como es el narcotráfico, es un país sin rumbo, sin futuro para sus poblado- res, entregado a la violencia y al revanchismo entre quienes consideran que sus muertos son más valiosos que los otros. Mientras dejemos de reconocernos diversos, con diferentes visio- nes del mundo, diferentes talentos, pero todos válidos e igualmente respetables, no podremos superar la violencia. Hoy asistimos a un nuevo genocidio por parte de las fuerzas del Estado hacia los ciudadanos de segunda y tercera cla- se. Vemos la sevicia con que disparan contra gente pobre que solo reclama una oportunidad en el mundo, así como vemos grupos de civiles armados en camionetas de alta gama disparan- do con la complicidad de la policía en contra de indígenas, mientras los medios desvían la atención y juzgan a estos últimos por salir de sus territorios a “vandalizar” nuestras ciuda- des. Vivimos una locura colectiva marcada por el maniqueísmo. Esto no se trata de buenos y malos, esto se trata de dos Colombias enfrenta- das hace siglos. La Colombia de los privilegia- dos defendiendo sus privilegios, en contra de
  • 31. 31 aquella Colombia sin voz, sin representación democrática, sin oportunidades, abandonada y discriminada por el resto de la sociedad, que lucha por una oportunidad. Tal vez sea hora de dejar de mirar al campesino, al indígena, al ne- gro, al pobre, como el “otro” que amenaza mis privilegios, y empezar a verlo como el herma- no que no ha tenido las mismas oportunidades y que merece una mano. Tal vez así reconoz- camos que mis privilegios no pueden funda- mentarse en el hambre de mis hermanos, no es justo y nunca permitiría sentarnos en la misma mesa como una familia. Tal vez si el gobierno dejara su soberbia y se sentara a dialogar real- mente con aquellos que están pasando dificul- tades, encontrara soluciones mucho más efec- tivas que echarle más leña al fuego mandando militares a levantar bloqueos por medio de un decreto a todas luces inconstitucional. Aparentemente el panorama es desolador, no parece tener solución. Pero no estamos solos, la comunidad internacional está mirando, y le está pidiendo cuentas al gobierno nacional. El mundo entero pide democracia y respeto de los derechos humanos en Colombia. Esa es nuestra
  • 32. 32 herramienta a corto plazo para superar esta co- yuntura tan compleja. Pero nada de esto servirá a largo plazo si no hacemos un nuevo y verda- dero pacto social, uno en el que tenga cabida el país rural y el país urbano. Donde sean bienve- nidos hombres, mujeres, trans, homosexuales y heterosexuales. Donde sean igualmente respe- tados los negros, los indígenas o los mestizos. Uno donde se respete el territorio y su biodi- versidad. En tanto sigamos con ese pensamien- to binario creyendo que hay unos colombianos buenos y unos colombianos malos, seguiremos condenados a vivir una eternidad de violencia y desolación. Foto: @kalilaks13
  • 33. 33 Lo electoral en Colombia máxima expresión de la democracia? o expresión de una falsa democracia? A propósito de lo electoral y la proximidad de las elecciones del 2022, vale la pena preguntar- nos por la historia que ha acompañado este pro- ceso en nuestro país, y en la vía de hallar una respuesta es inquietante encontrar quiénes nos cuentan esta historia, por un lado, la Registra- duría general de la nación, de otro, el Banco de la República, y finalmente, la Comisión Nacio- nal Electoral; sin embargo, si en algo coinciden es en dejarnos ver que desde sus inicios el sis- tema electoral que se supone una de las “máxi- mas expresiones de la democracia”, ha estado a merced de las clases privilegiadas como se les suele llamar, y ha desconocido y relegado a las menos favorecidas. En sus inicios, hacia 1832 y hasta 1853, el derecho al voto era ex- Por: Termantia (mmmjj) Foto: @kalilaks13
  • 34. 34 clusivo de aquellos reconocidos como ciudada- nos que no eran otros más que quienes tenían un cierto capital o posesiones equivalentes al mismo; durante varias décadas se presentaron algunas modificaciones que solo eran variables de la misma ecuación, votaban quienes tenían cierto estado civil, determinado nivel educati- vo o un cierto nivel de ingresos, y así por más de un siglo hasta llegar a lo establecido por la constitución de 1991 en donde se reconoce el voto como un “derecho y deber de toda perso- na con nacionalidad colombiana, mayor de 18 años, sin distinción alguna”…siempre que se encuentre dentro del censo electoral. Y es esta última condición el punto de partida para cuestionarnos, lo que desde hace años se- guramente algunos venimos cuestionado, sobre la ambigüedad del sistema electoral y las reglas que establece este proceso para hacer “efectivo” el derecho al voto; sobre su carácter de “máxima expresión de la democracia” o si lo que realmen- te constituye es una “expresión de una falsa de- mocracia” a través de la cual se ha perpetuado la corrupción, la injusticia, el poder en manos de las élites en nuestro país, la frase que en los últimos
  • 35. 35 procesos electorales surge como manifiesto del fraude evidente en el proceso “hasta las 4 votan los colombianos de ahí en adelante la Registra- duría” que exalta la necesidad de replantearnos con mayor fuerza, si es en las urnas que se resuel- ve la situación de nuestro país, sin que esto su- ponga negarnos a las posibilidades de lucha que puedan darse en este escenario; o qué acciones desde lo popular, desde los movimientos sociales críticos, llevarían a que sea el proceso electoral la vía para el cambio y la transformación social a la que apostamos; si los candidatos a quienes dare- mos nuestros votos representan las necesidades reales de nuestro pueblo, y están comprometido/ as, sobre todo, con la defensa del legítimo dere- cho a la protesta, con la profundización de la par- ticipación ciudadana y la conciencia crítica. Por estas entre otras tantas aristas de lo electoral en Colombia, vale la pena preguntarnos... no bus- ca este escrito ser concluyente y no lo es, cada quien llegará a sus propias conclusiones; es más una invitación a cuestionarnos siempre, a cues- tionar todo, no por el mero hecho de hacerlo, sino en la búsqueda de construir, transformar y en ese proceso si es necesario ¡Parar para Avanzar!
  • 36. 36 Foto: @vivivargas93 Una de las paradojas más grandes de esta so- ciedad es la “paradoja de la violencia”. En una sociedad de clases como la nuestra (clase traba- jadora y clase burguesa, o de ricos poseedores de toda la economía), donde el bienestar de una clase es la miseria absoluta de otra, cualquier ac- ción que se tome por parte de una clase social es visto como violencia por la otra. Por ejemplo, las reformas del régimen (laboral, tributaria, pensio- nal, etc.) son violencia para la clase trabajadora y popular. Y las manifestaciones (por pacíficas que sean) que intentan resistir esos embates, son asu- midas como violencia por la otra clase social. Por eso, cualquiera puede salir con flores y abrazos a manifestarse, pero si el fin es evitar, por ejemplo, que le suban los impuestos a la comida y evitar,
  • 37. 37 a su vez, que los dueños de las grandes indus- trias se enriquezcan a costillas de ello, esos due- ños considerarán que se está ejerciendo violencia contra ellos, y van a responder con toda la bru- talidad posible. Por eso, la paz como respuesta a la violencia sólo perpetúa esa violencia. Porque cualquier gobierno y cualquier régimen de este Estado buscarán beneficiarse de nuestra miseria. Parece que cierta forma de “violencia” no sólo es justificada, sino que es necesaria. No podemos darle y pedirle paz a una clase cuyo único lenguaje hacia nosotros es la violencia (bien sea con reformas o con la bota del Es- mad). Nosotros estamos obligados a exigir paz de otras formas, a combatir “fuego con fuego” esto es, a asumir el compromiso de actuar como sea necesario para lograr esa paz. Una movili- zación masiva, una primera línea, una huelga, etc., ya es violencia contra el Estado y la bur- guesía. Si eso es así, entonces no podemos ser otra cosa que “violentos” (diríamos justamente revolucionarios) –con la suficiente fuerza para acabar con el ciclo de violencia–, para subyu- gar al violento hasta que no le queden más fuer- zas y recursos para seguir violentando.
  • 38. 38 El Enardecedor nació en el marco del paro del 21N de 2019. Se ha sostenido con financiación propia y donaciones personales, manteniendo la independencia creativa y editorial. Si quieres apoyarlo puedes donar a través del Nequi 350 860 0702 Envíanos tus artículos y material multimedia a: elenardecedor@gmail.com La Red de Apoyo Mutuo de Engativá, es la unión de voluntades de habitantes de la localidad. Tiene como intención aportar para satisfacer necesidades básicas. Las donaciones son la única fuente de financiación, pues no es una institución pública ni una organización sin ánimo de lucro. Es una red de personas que ayuda a otras personas. Si quieres aportar a esta causa puedes donar en: 314 404 5954