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El psicólogo
               que buscaba la serenidad
                    Sobre la felicidad
                     y el sufrimiento

                     Ramon Bayés




                        Plataforma Editorial
                             Barcelona




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Primera edición en esta colección: septiembre de 2010
               © Ramon Bayés, 2010
               © del prólogo: Pilar Arranz y Pilar Barreto
               © de la presente edición: Plataforma Editorial, 2010
               Plataforma Editorial
               C/ Muntaner, 231, 4-1B – 08021 Barcelona
               Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14
               www.plataformaeditorial.com
               info@plataformaeditorial.com
               Depósito legal: B. 31.861-2010
               ISBN: 978-84-96981-84-3
               Printed in Spain – Impreso en España
               Diseño de cubierta:
               DIC. DISSENY I COMUNICACIÓ
               www.dic.cat

               Fotocomposición:
               Serveis Gràfics Rialtex


               El papel que se ha utilizado para imprimir este libro proviene
               de explotaciones forestales controladas, donde se respetan
               los valores ecológicos, sociales y el desarrollo sostenible del bosque.

               Impresión:
               Reinbook Imprès, S.L.
               Sant Boi de Llobregat (Barcelona)



               Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas,
               sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas
               en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
               comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares
               de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir
               algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).




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A mis antiguos alumnos: Esteve, Jaume, Joan, Josep, Climent,
                   Susi, Juan Ramón, Margalida, Pilar, Isabel, Margarita, Óscar,
               Paco, Montse, Tomás, Toni, Xavi, Jenny, otro Paco, Lluís, Carme,
                     Jordi, Teresa, Mercé, Josep Maria, Mariona, Manel Dionís,
                Marta, Dolors, Carmina, Mon, Annette, Quim, Carmen, Núria,
                    Esther, Albert, Miquel, Alicia, Rebecca, Sílvia, Roser, Agnès,
                                                    Montserrat, Melinda, Jorge...

               ... y una hilera interminable de rostros de veinte años, sonrientes,
               ilusionados, entrañables.

               ¿Recuerdan la hermosa película británica Adiós, Mr. Chips en la
               versión de Sam Wood (1939)?




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Índice




               Prólogo, Pilar Arranz y Pilar Barreto . . . . . . . . . . . . . . . . .                                           11

               Introducción                 ................................................                                     15

               1. El maravilloso color de las lobelias . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                                     25

               2. Desde la borrosa huella de mis sandalias sobre la
                  playa, a la inmensidad del mar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                                 53
                  • La vejez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   54
                    Vida larga, muerte lenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                           54
                    Cuando la curación no es posible . . . . . . . . . . . . . . . . . .                                         58
                    Pensar en el enfermo antes que en la enfermedad                                                              65
                    Disfrutar la vejez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .               69
                    Jubilación y felicidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                     72
                  • Tiempo y enfermedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                            79
                    Tiempo, enfermedad y sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . .                                             79
                    El problema no es la calidad, sino la espera . . . . . .                                                     84
                    El valor de diez minutos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                           89
                    Residencias para la espera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                             93
                    Memoria y olvido de las tragedias . . . . . . . . . . . . . . . . .                                          98

                                                                          –9–




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El psicólogo que buscaba la serenidad

                     • El sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .      102
                       Morir bien no siempre es barato . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                                 102
                       Cuando muere un paciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                            107
                       Emociones intensivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                  111
                       ¿Por quién doblan las campanas? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .                                 116

                3. Sobre la felicidad y el sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

                4. Por qué soy un psicólogo y no un electricista,
                   un playboy, un gnomo, un ciempiés, un geranio,
                   una nube o un simple atardecer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

                5. Crepúsculo en el círculo polar                                 ........................                   155

                Epílogo          .......................................................                                     163

                Apéndice            .....................................................                                    165

                Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171




                                                                     – 10 –




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Introducción




            Inicialmente había pensado como título del libro El psicó-
            logo que amaba las lobelias al atardecer, con un subtítulo en
            letra pequeña que fuera aclaratorio de su contenido: La se-
            renidad en la última etapa de la vida. Pero, al leerlo, mi edi-
            tor –una persona a la que aprecio y respeto por su inteligen-
            cia, experiencia y cultura– no pudo esconder su expresión de
            sorpresa y, tras dejar pasar unos breves momentos para ob-
            servar mejor mi reacción, me fulminó:
                –¿Tú crees que, en este país, la mayoría de la gente sabe
            lo que son las lobelias?
                La pregunta me cogió descolocado, ya que la lobelia es
            mi flor preferida: una pequeña y humilde flor azul muy co-
            rriente en los jardines británicos e irlandeses. La variante
            «Cristal Palace», por cierto, es mi favorita.
                Nuestro primer encuentro terminó aquí, podríamos de-
            cir, que en tablas. Días más tarde, mi editor había leído con
            detenimiento el manuscrito y al encontrarnos de nuevo me
            sugirió otro título: El psicólogo que amaba la serenidad, mejor
            adaptado sin duda al contenido del libro. Me gustó cuando
            lo dijo pero, de regreso a casa estuve dándole vueltas y me di

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El psicólogo que buscaba la serenidad

                cuenta de que no me parecía completamente honesto. Soy
                una persona que busca la serenidad, es cierto, y escribir es,
                para mí, una forma de hacerlo, pero todavía disto mucho
                de haberla encontrado. De esta reflexión y tras una nueva
                interacción con mi editor ha salido el título definitivo: El
                psicólogo que buscaba la serenidad, el cual refleja muy bien
                mi estado de ánimo y mi objetivo, tanto al empezar a es-
                tructurar como al terminar de acoplar los materiales diver-
                sos que constituyen el libro. Soy, como muchas otras perso-
                nas, alguien que busca, que desearía encontrar. El libro lo
                forman algunos de los caminos por los que he transitado, y
                otros que sigo descubriendo cada día y por los que confío
                –tal vez también sirvan de ayuda a algunos lectores– llegar a
                conseguirla.
                   A lo largo de mi vida he escrito un gran número de pá-
                ginas (artículos, libros, capítulos de libro, prólogos, recen-
                siones, etc.) sobre temáticas muy diferentes, la mayoría de
                ellas relacionadas con la psicología y la salud. Ahora, ya en
                mi vejez, al intentar revisar mi pasado tipográfico, pronto
                me he dado cuenta de que a pesar de que todo lo que leía era
                obra mía, me resultaba difícil conseguir una visión de con-
                junto. Lo que aparecía ante mis ojos era como abrir el Goo-
                gle para una búsqueda específica sin un criterio previo: una
                especie de caótica jungla tropical, difícil de explorar, valo-
                rar e integrar.
                   El 29 de septiembre de 2010, si antes no surge algún im-
                previsto y desagradable incidente, cumpliré ochenta años.
                Ya he sobrepasado la media de esperanza de vida de mi país

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Introducción

            en el momento actual; vivo de prestado. Tal vez ha llegado
            la hora de la síntesis. Me gustaría que las páginas que siguen
            sirvieran para poner un poco de orden en mis ideas y mo-
            tivaciones, y, con suerte, descubrir –si existe– un hilo con-
            ductor que las vertebre y les dé sentido a través de décadas
            de una aparentemente heterogénea y a veces decididamente
            heterodoxa andadura. Pero ¿es esto posible? Yo mismo he
            manifestado en otros lugares que la vida es, esencialmente,
            variabilidad y cambio, que nuestra biografía –el viaje– se va
            construyendo sin mapa, brújula ni itinerario previo, mo-
            mento a momento, a lo largo de una insistente búsqueda de
            felicidad y plenitud, por selváticos senderos, superpobladas
            ciudades y, a veces –demasiadas veces– por desoladas carrete-
            ras. La ruta de la vida no se planifica previamente o no suele
            desarrollarse de acuerdo con nuestras expectativas; como de-
            cía Machado, se hace camino al andar.
                Empiezo a escribir un nuevo libro porque, aunque abrigo
            dudas razonables sobre el resultado del intento, me apetece
            iniciar esta tal vez póstuma e inútil empresa: espero conse-
            guir un poco de perspectiva sobre mi propia vida; revisar
            mis cuentas antes de dejar un legado, siquiera sea modesto,
            a los amigos, colegas, antiguos alumnos o simples curiosos
            que, aunque sea por poco tiempo, sentirán mi pérdida y llo-
            rarán –unos pocos– brevemente mi ausencia. Escribir es lo
            único que creo saber hacer, aunque hace años, terminé una
            obra de teatro que nunca salió del cajón del escritorio, em-
            borroné muchas páginas con versos que nunca compartí,
            empecé a escribir un libro de metodología que quedará in-

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El psicólogo que buscaba la serenidad

                concluso y he intentado empezar una novela policiaca que,
                afortunadamente para todos, he abandonado antes del pri-
                mer asesinato. A veces, tengo la desagradable sensación de
                que no he conseguido llevar a término muchas de las ta-
                reas que he emprendido. No estoy satisfecho de mi papel
                como intelectual, pareja, padre, hermano, abuelo, ciuda-
                dano, compañero o amigo. No; no lo estoy. Al mirar atrás
                me doy cuenta de que si bien acerté plenamente en la elec-
                ción del camino en algunas encrucijadas difíciles, tomé sen-
                deros equivocados en otras aparentemente más sencillas, y,
                en gran número de las demás, todavía tengo dudas sobre las
                alternativas que se me ofrecían. ¡Tantos congresos, viajes,
                rostros, paisajes, inquietudes, ilusiones, desconcierto, cul-
                pas, movimiento, tantas papeleras rebosantes de proyectos
                desechados, tantos árboles cortados, tantos bosques destrui-
                dos! No dejo de preguntarme, con Herman Hesse: «Y todo
                esto, ¿para qué?». Tratar de ser una buena persona lo que
                me queda de vida –o por lo menos intentarlo– es tal vez el
                único asidero que me queda.
                   ¿Por dónde empezar a buscar mi identidad perdida?
                Quizás podría servir de ayuda –tanto al lector como a mí
                mismo– descubrir algunas coordenadas relevantes. Una de
                ellas, podría ser una breve autobiografía a la que puse un ex-
                traño título: Por qué soy un psicólogo y no un electricista, un
                playboy, un gnomo, un ciempiés, un geranio, una nube o
                un simple atardecer; que podría completar con las palabras
                que pronuncié el día de mi obligada jubilación, en el cari-
                ñoso acto que mis compañeros organizaron para que me

                                              – 18 –




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Introducción

            despidiera del quehacer universitario y cerrara la etapa aca-
            démica de mi vida. Su título, igualmente peculiar, es: Cre-
            púsculo en el círculo polar. Con este fin, he incluido ambos
            escritos en la segunda parte del libro.
               Entre ambos hechos –el principio y el fin oficiales de
            mi vida universitaria– existen muchos y variados aconteci-
            mientos en los que no voy a detenerme porque intuyo que
            no sabría cómo salirme del embrollo. Para quien lo desee,
            he incluido, al final, en un anexo, una lista cronológica y se-
            leccionada de mis publicaciones en la que pueden seguirse
            los continuos vaivenes de mi vida intelectual, la cual, por
            cierto, abarca desde bastante antes de mi entrada en la Uni-
            versidad hasta bastante después de mi jubilación; de hecho,
            si mi cerebro se mantiene en buenas condiciones, confío en
            que dicha lista se pueda seguir ampliando, como le ha ocu-
            rrido a un antiguo y estimado profesor, Miguel Siguán, lú-
            cido y activo hasta pocos días antes de morir, en el 2010, a
            los 92 años de edad.
               Sociología, psicología social, psicología experimental,
            psicología jurídica, psicología de la salud, fenómenos pa-
            ranormales, psiconeuroinmunología, psicooncología, VIH/
            sida, gerontología, cuidados paliativos, duelo, son algunas
            de las etiquetas que definen los campos por los que, con me-
            jor o peor fortuna, he transitado en algún momento de mi
            vida. Excesivos, ¿no creen? ¿Es posible encontrar algún rasgo
            coherente entre tanta aparente exhuberancia después de
            aventurarme por ellos? Vistos en conjunto, la evolución
            de mis intereses académicos se parece al impredecible vuelo de

                                         – 19 –




Bayés.indd 19                                                                 12/07/10 13:11
El psicólogo que buscaba la serenidad

                una voluble mariposa en un tentador prado primaveral lleno
                de flores. ¿Hay algo que permanezca, a través de los vario-
                pintos escenarios en los que he actuado, dirigido, redactado
                el guión, diseñado el decorado, limpiado el escenario con
                fregona o servido de apuntador? ¿Algún hecho que, pasados
                los años, todavía crea que valga la pena compartir?
                   Me siento confuso y descorazonado, lo confieso, pero ha-
                biendo llegado hasta aquí, debo proseguir la búsqueda. Y
                una forma de hacerlo puede ser dando nombre a algunas
                ideas-guía que, formuladas en forma de frases, se han ido
                incorporando a mi vida a lo largo de los años, y han persis-
                tido e influido en mi forma de pensar y decidir, a pesar de
                las sucesivas y atractivas tentaciones que han ido surgiendo
                a lo largo de la vida. Para mí, tales ideas-guía son casi mági-
                cas, parecen luminosas; surgen continuamente en mi mente,
                una y otra vez, indicándome el camino. Helas aquí:

                   «Todo conocimiento humano es incierto, inexacto y parcial.»
                                                             Bertrand Russell


                   «El comportamiento humano es mucho más complejo que
                   cualquier virus.»
                                                                Jonathan Mann


                   «Cuando te encuentres con algo interesante, desecha todo lo
                   demás y estúdialo.»
                                                                   B. F. Skinner


                                              – 20 –




Bayés.indd 20                                                                      12/07/10 13:11
Introducción

                «Cuando hablamos de un cuadro clínico no nos referimos a la
                fotografía de un hombre enfermo en cama, sino a la pintura
                impresionista de un paciente en el entorno de su casa, con su
                trabajo, las relaciones con sus amigos, sus alegrías, sus preocu-
                paciones, esperanzas y miedos.»
                                                            Francis Peabody


                «Los que sufren no son los cuerpos; son las personas.»
                                                                Eric Cassell


                «Estar enfermo es sentirse amenazado por la invalidez, el ma-
                lestar, el aislamiento, la succión por el cuerpo y el miedo a la
                proximidad de la muerte.»
                                                        Pedro Laín Entralgo


                «Un día lleno de interés pasa sin que nos demos cuenta; por
                el contrario, un día de espera, de deseo insatisfecho de cam-
                bio, nos parece una pequeña eternidad.»
                                                              William James


                «El sentido de la vida es la pregunta más apremiante.»
                                                              Albert Camus


                «El objetivo de la vida humana es alcanzar la felicidad, la ple-
                nitud. No es posible conformarse con menos. Todos vamos di-
                rigidos hacia ello como la flecha del arquero hacia su blanco.»
                                                               Diego Gracia


                                             – 21 –




Bayés.indd 21                                                                       12/07/10 13:11
El psicólogo que buscaba la serenidad

                   «No se puede decir con exactitud que sean tres los tiempos;
                  pasado, presente y futuro. Habría que decir con más propie-
                  dad que hay tres tiempos: un presente de las cosas pasadas, un
                  presente de las cosas presentes y un presente de las cosas fu-
                  turas.»
                                                                       San Agustín


                  «Me gustaría escribir textos comprensibles tanto para los ni-
                  ños llenos de esperanza como para los ancianos que la han
                  perdido.»
                                                                 Kenzaburo Oé


                   Es posible que todo mi limitado saber actual se reduzca
                a estas once frases. Tal vez sean ellas las que constituyen
                los verdaderos cimientos y estructura interna de mi realidad
                presente, y resuman todo mi legado. De hecho, son mi pe-
                queño regalo al intrépido y tal vez despistado lector que se
                haya atrevido a comprar el libro. No las lea de corrido; de-
                téngase un momento en cada una de ellas y reflexione sobre
                su contenido. Han sido ellas –y la generosidad de mis alum-
                nos, compañeros, pareja, familiares y amigos– las que han
                guiado mi vida. Dedicaré a un análisis somero de estas frases
                un primer capítulo del libro al que titularé «El maravilloso
                color de las lobelias» –como ven, sigo empeñado en meter
                las lobelias en el libro–, en el que intentaré desvelar, hasta
                donde sea capaz, el significado y la importancia que han te-
                nido y siguen teniendo en mi vida hasta el día en que me
                vea obligado a dar mi actividad intelectual por concluida.

                                              – 22 –




Bayés.indd 22                                                                        12/07/10 13:11
Introducción

                El volumen seguirá con otros dos capítulos sobre temas
            que, en el momento actual, confieren plena relevancia a la
            actividad que desarrollo: el primero de ellos, «Desde la bo-
            rrosa huella de mis sandalias sobre la playa, a la inmensidad
            del mar», trata de pasar revista a los temas que han acapa-
            rado los últimos años mi atención; en especial, el envejeci-
            miento, el tiempo y la proximidad de la muerte; el segundo,
            «Sobre la felicidad y el sufrimiento», intenta responder a la
            pregunta de hasta qué punto podemos los psicólogos ayudar
            a las personas a alcanzar la felicidad o aliviar su sufrimiento.
                Deséenme suerte y que pueda terminar la que considero
            puede ser mi última singladura. Mientras trato de llevar a
            cabo esta labor, mi silueta, cada vez más tenue y encorvada,
            irá alejándose lentamente hacia el horizonte –como la de
            John Wayne en la secuencia final de Centauros del desierto–
            y centenares de hermosas jovencitas, al borde del camino,
            se levantarán sonrientes a mi paso para colgar de mi cue-
            llo guirnaldas de flores y cederme un asiento que ya no po-
            dré aceptar.
                Gracias por compartir.

                                             Barcelona, 1 de junio de 2010




                                          – 23 –




Bayés.indd 23                                                                  12/07/10 13:11

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El psicólogo que buscaba la felicidad

  • 1. El psicólogo que buscaba la serenidad Sobre la felicidad y el sufrimiento Ramon Bayés Plataforma Editorial Barcelona Bayés.indd 5 12/07/10 13:11
  • 2. Primera edición en esta colección: septiembre de 2010 © Ramon Bayés, 2010 © del prólogo: Pilar Arranz y Pilar Barreto © de la presente edición: Plataforma Editorial, 2010 Plataforma Editorial C/ Muntaner, 231, 4-1B – 08021 Barcelona Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14 www.plataformaeditorial.com info@plataformaeditorial.com Depósito legal: B. 31.861-2010 ISBN: 978-84-96981-84-3 Printed in Spain – Impreso en España Diseño de cubierta: DIC. DISSENY I COMUNICACIÓ www.dic.cat Fotocomposición: Serveis Gràfics Rialtex El papel que se ha utilizado para imprimir este libro proviene de explotaciones forestales controladas, donde se respetan los valores ecológicos, sociales y el desarrollo sostenible del bosque. Impresión: Reinbook Imprès, S.L. Sant Boi de Llobregat (Barcelona) Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org). Bayés.indd 6 12/07/10 13:11
  • 3. A mis antiguos alumnos: Esteve, Jaume, Joan, Josep, Climent, Susi, Juan Ramón, Margalida, Pilar, Isabel, Margarita, Óscar, Paco, Montse, Tomás, Toni, Xavi, Jenny, otro Paco, Lluís, Carme, Jordi, Teresa, Mercé, Josep Maria, Mariona, Manel Dionís, Marta, Dolors, Carmina, Mon, Annette, Quim, Carmen, Núria, Esther, Albert, Miquel, Alicia, Rebecca, Sílvia, Roser, Agnès, Montserrat, Melinda, Jorge... ... y una hilera interminable de rostros de veinte años, sonrientes, ilusionados, entrañables. ¿Recuerdan la hermosa película británica Adiós, Mr. Chips en la versión de Sam Wood (1939)? Bayés.indd 7 12/07/10 13:11
  • 4. Índice Prólogo, Pilar Arranz y Pilar Barreto . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Introducción ................................................ 15 1. El maravilloso color de las lobelias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 2. Desde la borrosa huella de mis sandalias sobre la playa, a la inmensidad del mar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 • La vejez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 Vida larga, muerte lenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 Cuando la curación no es posible . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 Pensar en el enfermo antes que en la enfermedad 65 Disfrutar la vejez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 Jubilación y felicidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 • Tiempo y enfermedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Tiempo, enfermedad y sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . 79 El problema no es la calidad, sino la espera . . . . . . 84 El valor de diez minutos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 Residencias para la espera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Memoria y olvido de las tragedias . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 –9– Bayés.indd 9 12/07/10 13:11
  • 5. El psicólogo que buscaba la serenidad • El sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 Morir bien no siempre es barato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 Cuando muere un paciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Emociones intensivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 ¿Por quién doblan las campanas? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116 3. Sobre la felicidad y el sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 4. Por qué soy un psicólogo y no un electricista, un playboy, un gnomo, un ciempiés, un geranio, una nube o un simple atardecer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 5. Crepúsculo en el círculo polar ........................ 155 Epílogo ....................................................... 163 Apéndice ..................................................... 165 Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 – 10 – Bayés.indd 10 12/07/10 13:11
  • 6. Introducción Inicialmente había pensado como título del libro El psicó- logo que amaba las lobelias al atardecer, con un subtítulo en letra pequeña que fuera aclaratorio de su contenido: La se- renidad en la última etapa de la vida. Pero, al leerlo, mi edi- tor –una persona a la que aprecio y respeto por su inteligen- cia, experiencia y cultura– no pudo esconder su expresión de sorpresa y, tras dejar pasar unos breves momentos para ob- servar mejor mi reacción, me fulminó: –¿Tú crees que, en este país, la mayoría de la gente sabe lo que son las lobelias? La pregunta me cogió descolocado, ya que la lobelia es mi flor preferida: una pequeña y humilde flor azul muy co- rriente en los jardines británicos e irlandeses. La variante «Cristal Palace», por cierto, es mi favorita. Nuestro primer encuentro terminó aquí, podríamos de- cir, que en tablas. Días más tarde, mi editor había leído con detenimiento el manuscrito y al encontrarnos de nuevo me sugirió otro título: El psicólogo que amaba la serenidad, mejor adaptado sin duda al contenido del libro. Me gustó cuando lo dijo pero, de regreso a casa estuve dándole vueltas y me di – 15 – Bayés.indd 15 12/07/10 13:11
  • 7. El psicólogo que buscaba la serenidad cuenta de que no me parecía completamente honesto. Soy una persona que busca la serenidad, es cierto, y escribir es, para mí, una forma de hacerlo, pero todavía disto mucho de haberla encontrado. De esta reflexión y tras una nueva interacción con mi editor ha salido el título definitivo: El psicólogo que buscaba la serenidad, el cual refleja muy bien mi estado de ánimo y mi objetivo, tanto al empezar a es- tructurar como al terminar de acoplar los materiales diver- sos que constituyen el libro. Soy, como muchas otras perso- nas, alguien que busca, que desearía encontrar. El libro lo forman algunos de los caminos por los que he transitado, y otros que sigo descubriendo cada día y por los que confío –tal vez también sirvan de ayuda a algunos lectores– llegar a conseguirla. A lo largo de mi vida he escrito un gran número de pá- ginas (artículos, libros, capítulos de libro, prólogos, recen- siones, etc.) sobre temáticas muy diferentes, la mayoría de ellas relacionadas con la psicología y la salud. Ahora, ya en mi vejez, al intentar revisar mi pasado tipográfico, pronto me he dado cuenta de que a pesar de que todo lo que leía era obra mía, me resultaba difícil conseguir una visión de con- junto. Lo que aparecía ante mis ojos era como abrir el Goo- gle para una búsqueda específica sin un criterio previo: una especie de caótica jungla tropical, difícil de explorar, valo- rar e integrar. El 29 de septiembre de 2010, si antes no surge algún im- previsto y desagradable incidente, cumpliré ochenta años. Ya he sobrepasado la media de esperanza de vida de mi país – 16 – Bayés.indd 16 12/07/10 13:11
  • 8. Introducción en el momento actual; vivo de prestado. Tal vez ha llegado la hora de la síntesis. Me gustaría que las páginas que siguen sirvieran para poner un poco de orden en mis ideas y mo- tivaciones, y, con suerte, descubrir –si existe– un hilo con- ductor que las vertebre y les dé sentido a través de décadas de una aparentemente heterogénea y a veces decididamente heterodoxa andadura. Pero ¿es esto posible? Yo mismo he manifestado en otros lugares que la vida es, esencialmente, variabilidad y cambio, que nuestra biografía –el viaje– se va construyendo sin mapa, brújula ni itinerario previo, mo- mento a momento, a lo largo de una insistente búsqueda de felicidad y plenitud, por selváticos senderos, superpobladas ciudades y, a veces –demasiadas veces– por desoladas carrete- ras. La ruta de la vida no se planifica previamente o no suele desarrollarse de acuerdo con nuestras expectativas; como de- cía Machado, se hace camino al andar. Empiezo a escribir un nuevo libro porque, aunque abrigo dudas razonables sobre el resultado del intento, me apetece iniciar esta tal vez póstuma e inútil empresa: espero conse- guir un poco de perspectiva sobre mi propia vida; revisar mis cuentas antes de dejar un legado, siquiera sea modesto, a los amigos, colegas, antiguos alumnos o simples curiosos que, aunque sea por poco tiempo, sentirán mi pérdida y llo- rarán –unos pocos– brevemente mi ausencia. Escribir es lo único que creo saber hacer, aunque hace años, terminé una obra de teatro que nunca salió del cajón del escritorio, em- borroné muchas páginas con versos que nunca compartí, empecé a escribir un libro de metodología que quedará in- – 17 – Bayés.indd 17 12/07/10 13:11
  • 9. El psicólogo que buscaba la serenidad concluso y he intentado empezar una novela policiaca que, afortunadamente para todos, he abandonado antes del pri- mer asesinato. A veces, tengo la desagradable sensación de que no he conseguido llevar a término muchas de las ta- reas que he emprendido. No estoy satisfecho de mi papel como intelectual, pareja, padre, hermano, abuelo, ciuda- dano, compañero o amigo. No; no lo estoy. Al mirar atrás me doy cuenta de que si bien acerté plenamente en la elec- ción del camino en algunas encrucijadas difíciles, tomé sen- deros equivocados en otras aparentemente más sencillas, y, en gran número de las demás, todavía tengo dudas sobre las alternativas que se me ofrecían. ¡Tantos congresos, viajes, rostros, paisajes, inquietudes, ilusiones, desconcierto, cul- pas, movimiento, tantas papeleras rebosantes de proyectos desechados, tantos árboles cortados, tantos bosques destrui- dos! No dejo de preguntarme, con Herman Hesse: «Y todo esto, ¿para qué?». Tratar de ser una buena persona lo que me queda de vida –o por lo menos intentarlo– es tal vez el único asidero que me queda. ¿Por dónde empezar a buscar mi identidad perdida? Quizás podría servir de ayuda –tanto al lector como a mí mismo– descubrir algunas coordenadas relevantes. Una de ellas, podría ser una breve autobiografía a la que puse un ex- traño título: Por qué soy un psicólogo y no un electricista, un playboy, un gnomo, un ciempiés, un geranio, una nube o un simple atardecer; que podría completar con las palabras que pronuncié el día de mi obligada jubilación, en el cari- ñoso acto que mis compañeros organizaron para que me – 18 – Bayés.indd 18 12/07/10 13:11
  • 10. Introducción despidiera del quehacer universitario y cerrara la etapa aca- démica de mi vida. Su título, igualmente peculiar, es: Cre- púsculo en el círculo polar. Con este fin, he incluido ambos escritos en la segunda parte del libro. Entre ambos hechos –el principio y el fin oficiales de mi vida universitaria– existen muchos y variados aconteci- mientos en los que no voy a detenerme porque intuyo que no sabría cómo salirme del embrollo. Para quien lo desee, he incluido, al final, en un anexo, una lista cronológica y se- leccionada de mis publicaciones en la que pueden seguirse los continuos vaivenes de mi vida intelectual, la cual, por cierto, abarca desde bastante antes de mi entrada en la Uni- versidad hasta bastante después de mi jubilación; de hecho, si mi cerebro se mantiene en buenas condiciones, confío en que dicha lista se pueda seguir ampliando, como le ha ocu- rrido a un antiguo y estimado profesor, Miguel Siguán, lú- cido y activo hasta pocos días antes de morir, en el 2010, a los 92 años de edad. Sociología, psicología social, psicología experimental, psicología jurídica, psicología de la salud, fenómenos pa- ranormales, psiconeuroinmunología, psicooncología, VIH/ sida, gerontología, cuidados paliativos, duelo, son algunas de las etiquetas que definen los campos por los que, con me- jor o peor fortuna, he transitado en algún momento de mi vida. Excesivos, ¿no creen? ¿Es posible encontrar algún rasgo coherente entre tanta aparente exhuberancia después de aventurarme por ellos? Vistos en conjunto, la evolución de mis intereses académicos se parece al impredecible vuelo de – 19 – Bayés.indd 19 12/07/10 13:11
  • 11. El psicólogo que buscaba la serenidad una voluble mariposa en un tentador prado primaveral lleno de flores. ¿Hay algo que permanezca, a través de los vario- pintos escenarios en los que he actuado, dirigido, redactado el guión, diseñado el decorado, limpiado el escenario con fregona o servido de apuntador? ¿Algún hecho que, pasados los años, todavía crea que valga la pena compartir? Me siento confuso y descorazonado, lo confieso, pero ha- biendo llegado hasta aquí, debo proseguir la búsqueda. Y una forma de hacerlo puede ser dando nombre a algunas ideas-guía que, formuladas en forma de frases, se han ido incorporando a mi vida a lo largo de los años, y han persis- tido e influido en mi forma de pensar y decidir, a pesar de las sucesivas y atractivas tentaciones que han ido surgiendo a lo largo de la vida. Para mí, tales ideas-guía son casi mági- cas, parecen luminosas; surgen continuamente en mi mente, una y otra vez, indicándome el camino. Helas aquí: «Todo conocimiento humano es incierto, inexacto y parcial.» Bertrand Russell «El comportamiento humano es mucho más complejo que cualquier virus.» Jonathan Mann «Cuando te encuentres con algo interesante, desecha todo lo demás y estúdialo.» B. F. Skinner – 20 – Bayés.indd 20 12/07/10 13:11
  • 12. Introducción «Cuando hablamos de un cuadro clínico no nos referimos a la fotografía de un hombre enfermo en cama, sino a la pintura impresionista de un paciente en el entorno de su casa, con su trabajo, las relaciones con sus amigos, sus alegrías, sus preocu- paciones, esperanzas y miedos.» Francis Peabody «Los que sufren no son los cuerpos; son las personas.» Eric Cassell «Estar enfermo es sentirse amenazado por la invalidez, el ma- lestar, el aislamiento, la succión por el cuerpo y el miedo a la proximidad de la muerte.» Pedro Laín Entralgo «Un día lleno de interés pasa sin que nos demos cuenta; por el contrario, un día de espera, de deseo insatisfecho de cam- bio, nos parece una pequeña eternidad.» William James «El sentido de la vida es la pregunta más apremiante.» Albert Camus «El objetivo de la vida humana es alcanzar la felicidad, la ple- nitud. No es posible conformarse con menos. Todos vamos di- rigidos hacia ello como la flecha del arquero hacia su blanco.» Diego Gracia – 21 – Bayés.indd 21 12/07/10 13:11
  • 13. El psicólogo que buscaba la serenidad «No se puede decir con exactitud que sean tres los tiempos; pasado, presente y futuro. Habría que decir con más propie- dad que hay tres tiempos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las cosas presentes y un presente de las cosas fu- turas.» San Agustín «Me gustaría escribir textos comprensibles tanto para los ni- ños llenos de esperanza como para los ancianos que la han perdido.» Kenzaburo Oé Es posible que todo mi limitado saber actual se reduzca a estas once frases. Tal vez sean ellas las que constituyen los verdaderos cimientos y estructura interna de mi realidad presente, y resuman todo mi legado. De hecho, son mi pe- queño regalo al intrépido y tal vez despistado lector que se haya atrevido a comprar el libro. No las lea de corrido; de- téngase un momento en cada una de ellas y reflexione sobre su contenido. Han sido ellas –y la generosidad de mis alum- nos, compañeros, pareja, familiares y amigos– las que han guiado mi vida. Dedicaré a un análisis somero de estas frases un primer capítulo del libro al que titularé «El maravilloso color de las lobelias» –como ven, sigo empeñado en meter las lobelias en el libro–, en el que intentaré desvelar, hasta donde sea capaz, el significado y la importancia que han te- nido y siguen teniendo en mi vida hasta el día en que me vea obligado a dar mi actividad intelectual por concluida. – 22 – Bayés.indd 22 12/07/10 13:11
  • 14. Introducción El volumen seguirá con otros dos capítulos sobre temas que, en el momento actual, confieren plena relevancia a la actividad que desarrollo: el primero de ellos, «Desde la bo- rrosa huella de mis sandalias sobre la playa, a la inmensidad del mar», trata de pasar revista a los temas que han acapa- rado los últimos años mi atención; en especial, el envejeci- miento, el tiempo y la proximidad de la muerte; el segundo, «Sobre la felicidad y el sufrimiento», intenta responder a la pregunta de hasta qué punto podemos los psicólogos ayudar a las personas a alcanzar la felicidad o aliviar su sufrimiento. Deséenme suerte y que pueda terminar la que considero puede ser mi última singladura. Mientras trato de llevar a cabo esta labor, mi silueta, cada vez más tenue y encorvada, irá alejándose lentamente hacia el horizonte –como la de John Wayne en la secuencia final de Centauros del desierto– y centenares de hermosas jovencitas, al borde del camino, se levantarán sonrientes a mi paso para colgar de mi cue- llo guirnaldas de flores y cederme un asiento que ya no po- dré aceptar. Gracias por compartir. Barcelona, 1 de junio de 2010 – 23 – Bayés.indd 23 12/07/10 13:11