Este documento discute la importancia de evangelizar a la propia familia. Señala que Jesús instruyó a los discípulos a comenzar evangelizando en Jerusalén, y que no se puede esperar ganar a otros si no se ha ganado a la propia familia primero. También describe prácticas piadosas como tener cultos familiares, asistir juntos al culto de la iglesia, y vivir con sinceridad cristiana, que pueden ayudar a guiar a los hijos a Cristo.