EL RUIDO DE LA CALLE

1. Gobernar es mancharse
 RAÚL DEL POZO
Se puso en marcha la legislatura en un día de calor inhumano.
Vivimos como insectos en una barril de ron. Los ruiseñores se han
callado; los pájaros no cantan en el infierno. Los diputados electos
de Equo llegaron en bici hasta el Congreso; pedalearon de Sol a
San Jerónimo, pronunciando un infame pareado: «Eso, eso, con
bici al Congreso». Culpan al Gobierno de que pronto tengamos el
mismo clima de Marruecos e informan de que esta ola de calor es
consecuencia de los incumplimientos de lo acordado en las
cumbres de cambio climático. Anuncian que la Tierra se calienta aunque solo haya
aumentado cuatro grados en 18.000 años. Es posible que el mar y el río que hemos
envenenado, nos envenenen.
La legislatura va a ser turbulenta. Los diputados juraron o prometieron; es igual, algunos
han jurado o prometido en falso. Ya aceptan los nuevos políticos de la derecha que la
política se hace con las manos sucias. El regeneracionismo krausista se deshizo apenas
notaron la molicie de la moqueta. Gobernar es mancharse las manos y no agarrarse a la
pureza como monjes. El rodal de la mayoría abucheó a Irene Montero, en una sesión un
poco dadá, donde unos votaban por imperativo legal, otras recitaban a Miguel Hernández y
algunos proferían mítines para twitter.
Ahí tiene el altar de la palabra en el que está la vieja derecha y la nueva expuestas
para ser adoradas con el apoyo de los independentistas. ¿Qué les habrán dado a cambio
los del 3%? Los diputados del PP en apariencia estaban confiados; no parecían ser
consciente de que si Pedro Sánchez no se abstiene en la sesión de investidura, no habrá
Gobierno. Gente muy cercana al secretario general temen o desean, según, que si fracasa
Rajoy, Pedro se arrojará a los leones de Ponzano. Mariano Rajoy pide que se le deje
gobernar y se sospecha que han pactado con los nacionalistas.
Los ujieres llevaban al estrado vasos de agua en bandeja, y un político de mucha
experiencia me dijo que habrá un pacto secreto para la investidura o arderá el país. «La
cosa está tan confusa y enredada –dijo–, que al final, formará Gobierno el que diga Don
Felipe».
La calima aprieta y no hay una nube sobre el poblachón manchego. Ese clima es el
que hizo decir a Borges: «Que yo recuerde no llueve ni una sola vez en todo El Quijote».
No es cierto, lo diría como boutade: hay por los menos tres alusiones a la lluvia que en
julio nos ha abandonado,
Este verano recuerda a la España convulsa del golpismo y la crisis económica de los
primeros meses del PSOE, cuando Alfonso Guerra aconsejó a sus diputados: «Ojo este

2. verano, cachirulo y botijo». Nos definía el toro y el botijo desde que Théophile Gautier
elogió la agradable transpiración del cacharro de barro y reconoció que beber agua es una
voluptuosidad que no había conocido hasta llegar a España. El desierto africano llega a la
Castellana, el calor se iza como una serpiente en los termómetros, los atardeceres tienen
tonalidades irreales y la política sigue configurando nuestro destino