1. Chinches
Uno ve la catástrofe de Ferraz y empieza a calcular las posibilidades de
El secretario de Organización del PSOE,
César Luena .- J. P. GANDUL / EFE
Si yo fuera el padre de César Luena, me
preguntaría qué va a ser de él. Siempre tuve la
impresión de que ese chico no tenía cabeza. O
de que tenía la cabeza de una gamba, cuya
sustancia se extrae de una chupada. De momento, sigue en el Congreso, con un
sueldo fijo, tal vez ha cotizado ya para una jubilación de oro. La imagen real
poco o nada tiene que ver con la pública, pero a mí, cuando lo veía en la tele, me
llamaba la atención el entusiasmo loco que repartía por igual entre lo
intrascendente y lo significativo. De todo hablaba con idéntica expresión de
arrebato. Antonio Hernando también, pero Hernando mostraba un punto de
cinismo muy útil en las situaciones trágicas; de hecho, lo hemos visto ya a la
derecha de Javier Fernández. Hernando lo mismo te vende una idea que un
neumático.
A Luena, en cambio, lo quitas de las ideas (de las grandes o las pequeñas, eso
ahora no importa) y te parece un huérfano. Su supervivencia, piensa uno, siempre
dependerá de la de otro. ¡Qué confuso y cruel resulta todo cuando hablamos de la
capacidad para ganarse la vida! Pedro Sánchez, por su parte, responde a la
tipología del superviviente. Pasará apuros, claro, pero siempre encontrará algo a
lo que agarrarse. La supervivencia, como la vivencia, es una vocación. Susana
Díaz, por ejemplo, es una viva nata. Todo esto significa que apenas pensamos ya
en términos políticos. Uno ve la catástrofe de Ferraz y empieza a calcular las
posibilidades de los náufragos. Te metes en la cama pensando en los consejos
que le darías a Luena si fueras su padre y te duermes enredado en estas fantasías
idiotas que probablemente nada tienen que ver con la realidad. Pero ahora que
van a recoser el partido, ¿cuántos lograrán acoplarse en sus costuras?