32. Existen, por ejemplo, umbrales dimensionales de cam
bios de significado para formas iguales; es decir, podemos
estudiar, mediante los modelos, algunos comportamientos,
pero un torrente no es un río, un montón de tierra no es
una montaña, un pisapapeles de mármol en forma de pirá
mide no es la pirámide de Keops. Ello se debe a que exis
ten niveles operativos que establecen en su interior umbra
les de significación en función de las diversas escalas (es
inútil querer medir los granos de polvo adheridos al Par
tenón, y resulta difícil pensar que el hecho de cortar un
árbol puede alterar la figura del bosque). Naturalmente la
observación de la poca importancia dimensional es la más
obvia por lo que se refiere a las escalas, pero se puede fá
cilmente imaginar cómo todas las percepciones se realizan
seleccionando los elementos a partir del conjunto dimen
sional elegido, cómo la memoria interviene diversamente
en servicio de las escalas, cómo a cada dimensión le co
rresponde un diverso sentido del detalle, de la relación en
tre un punto y el todo y de la relación del hombre usuario
con el «toco y veo». A este nivel, la disJ?osición dimensional
es decisiva para la definición de la tecnología formal y de
la naturaleza de la materia con la que trabajamos; desde
este punto de vista, la proyectación es, antes que nada,
selección de la escala de intervención que se define como
una óptica que secciona a un nivel determinado, y según un
número finito, las materias arquitectónicas.
Nuestro concepto de forma se desmorona frente al pro
blema de la escala de intervención y tiende a crear técnicas
diferenciadas de estructuración. El barro es la materia que
emplea el alfarero para hacer un ladrillo, éste, a su vez, es
la materia empleada por el constructor de la casa, y el
conjunto de las paredes constituye el tejido urbano a un
nivel diverso de la operación y es materia que se puede
identificar en el conjunto territorial. Desde este punto de
vista, podemos considerar como materia sistemas bastante
complejos de agregación, con la condición de que sean lo
suficientemente estables para presentarse según figuras re
conocibles; por ello, y como ya insinuamos, podemos pen
sar las disciplinas (como formas de organizar diversas ma
terias) en cuanto materiales manejables. Es cuanto hemos
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hecho al anticipar el concepto de estructura de la proyec
tación como estructura capacitada para conferir sentido,
integrando en un sistema especifico todos los materiales
con los que opera la arquitectura. Aquí nos ceñiremos a un
concepto de material bastante más reducido, limitándolo
al modo formal en que se presenta el mundo al arquitecto
para que lo organice.
Para conocer la materia individuada mediante la dimen
sión de la intervención hay dos caminos inmediatos: ana
lizar el proceso de formación de la materia con el objeto de
descubrir su estructura temporal fundamental (aquel sis
tema, mental o no, en el que el cambio de uno de sus ele
mentos transforma la naturaleza de la materia) y definir su
cualidad, es decir, el sistema de las relaciones internas que
nos permiten reconocerla. A esta materia se la puede de
finir a partir de su presencia significativa (por preeminen
cia, cantidad o capacidad dinámica) dentro de la figura que
observamos y por sus referencias semánticas a otras figu
ras, comportamientos, funciones o simbolizaciones prefe
rentemente conocidas mediante las cuales atribuimos a la
materia significados particulares, y mediante dosis especia
les de memoria desplazando así el peso de su presencia en
la figura y su gama de posibilidades y de empleo.
El significado formal de las montañas de residuos de
carbón que caracterizan la llanura franco-belga, se debe a
la presencia de una particular forma y color, a la misma
materia, a un contraste material entre color, forma, textura
entre cultivos y residuos en la estructura del campo y al
reconocimiento de los modos artificiales de estructuración.
Pero al mismo tiempo, esta significación (incluso a nivel de
constatación formal) es desplazada por su alusión a la fa
tiga, a la mina, al mineral, a su uso y al sentido de los re
siduos y del desecho inoperante que dicha materia infiere.
El grado de complejidad de las materias es relativo; de
pende, por una parte, de la complejidad estructural interna
y, por otra, de la complejidad funcional o referencial ex
terna que presenta la misma materia.
La complejidad estructural de una materia determinada
depende esencialmente de la heterogeneidad de los elemen
tos que la componen, de su capacidad de oferta que es
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