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TINTES OTOÑALES
                         HENRY DAVID THOREAU
“Atumnal Tints”fue dado a conocer por primera vez en una conferencia en
Worcester el 22 de Febrero de 1859.Apareció póstumamente en el Atlantic
Monthly en Noviembre de 1862.Al igual que su objeto es un texto vivo.

Los europeos que vienen a America se sorprenden de la brillantez de nuestro follaje
otoñal. No hay registro de este fenómeno en la poesía inglesa, porque los árboles no
adquieren allí sino unos pocos colores brillantes. Lo máximo que Thomson dice sobre
esta cuestión en su “otoño” es lo que contienen estas líneas:

“Pero mira los bosques multicolores que decaen
sombra más profunda sobre sombra, el campo alrededor
marrón, una umbría multitudinaria, oscuro y marrón
de toda la gama, desde el pálido verde desfalleciente al negro tizón”

Y la línea en la que habla de:

“El Otoño irradiando sobre los bosques amarillos”

El cambio otoñal de nuestros bosques no ha causado todavía una impresión profunda en
nuestra propia literatura. Octubre no ha teñido apenas nuestra poesía.Muchos, que han
pasado su vida en las ciudades, y que nunca han tenido la oportunidad de venir al campo
en esta estación, nunca han visto esto, la flor, o más bien la fruta madura, del año.
Recuerdo haber cabalgado con un ciudadano, quien, aún una quincena demasiado tarde
para los colores más brillantes, fue sorprendido y no creía que hubiera habido algo más
brillante. Nunca antes había oído de este fenómeno. No solamente muchos en nuestras
ciudades no lo han presenciado nunca, sino que es escasamente recordado por la
mayoría de año en año.

La mayoría confunde el cambio con la caída de la hoja, como si confundieran manzanas
maduras con podridas. Pienso que el cambio a un color más alto en una hoja es una
evidencia de que ha llegado a una madurez tardía y perfecta, respondiendo a la
maduración de los frutos. Son generalmente las hojas más bajas y antiguas las que
primero cambian. Pero de la misma manera que el insecto de corta vida y color
brillante, las hojas no maduran sino para caer.

Generalmente cada fruto, al madurar, y justo antes de caer, cuando comienza una vida
más individual e independiente, necesitando menos nutrición de cualquier fuente, y la
misma no tanto de la tierra a través del tronco como del sol y el aire, adquiere un tinte
brillante. Así también las hojas. El fisiólogo dice que ello es “debido a una incremento
en la absorción de oxígeno”.Esta es la explicación científica del asunto- solo una
reafirmación del hecho. Pero yo estoy más interesado en la rosada mejilla que en saber
qué dieta particular ha seguido la joven. El bosque y la hierba, la película de la tierra,
debe adquirir un color brillante, un evidencia de su madurez, como si el globo de la
tierra fuera una fruta de su tronco, siempre con una mejilla hacia el sol.

Las flores no son sino hojas coloreadas, los frutos no son sino flores maduras. La parte
comestible de la mayoría de los frutos es, como el fisiólogo dice, “el parénquima o
tejido carnoso de la hoja”, de la que están formados.
Nuestros apetitos han comúnmente confinado nuestras visiones de la madurez y sus
fenómenos, color, sabor y perfección, a las frutas que comemos y estamos inclinados a
olvidar aquella inmensa cosecha que no comemos, que a duras penas usamos, y que es
anualmente madurada por la Naturaleza. En nuestras Ferias de Ganado y Exhibiciones
de Horticultura hacemos, pensamos, una gran exhibición de frutas honestas destinadas
sin embargo a un fin innoble, frutas no valoradas principalmente por su belleza. Pero
alrededor y dentro de nuestras ciudades hay anualmente otra muestra de frutos, de una
escala infinitamente más grande, frutos que apelan solo a nuestro gusto por la belleza.
Octubre es el mes de las hojas pintadas. Su rico destello irradia ahora alrededor del
mundo. Como las frutas y hojas, y el propio día, adquieren un tinte brillante justo antes
de morir, así también el año se acaba. Octubre es su cielo de ocaso; Noviembre su
última luz.

En algún momento pensé que merecería la pena conseguir un ejemplar de hoja de cada
árbol caducifolio, arbusto y planta herbácea cuando hubiera adquirido su color brillante
más característico, en su transición del estado verde al marrón, precisarlo y copiarlo
exactamente, con pintura, en un libro, que debería titularse “Octubre o Tintes otoñales”,
comenzando con el rojo más temprano –Woodbine y similares de hojas radicales,
continuando por los Maples, Hickories y Sumacs, y muchas otras hojas bellamente
moteadas menos conocidas, hasta los últimos Oaks y Aspens.

¡Qué recuerdo sería un libro así!.Solo necesitarías pasar sus hojas para deambular a
través de los bosques otoñales cuando quisieras. O si pudiera preservar las hojas por
ellas mismas, no caídas, todavía sería mejor. He hecho poco progreso hacia un libro así,
en cambio, he intentado describir todos estos tintes brillantes en el orden en que ellos
mismos se presentan, Los que siguen son algunos extractos de mis notas.

LAS HIERBAS PURPURAS

Hacia el 20 de Agosto, en cualquier lugar en los bosques y valles, somos apercibidos del
otoño, tanto por las ricamente moteadas hojas “sarsaparrilla” como por los mortecinos y
ennegrecidos skunk-cabbage y eléboros. Y, en la ribera del río, por la Pontederia que ya
se oscurece.

La hierba púrpura (eragrostis pectinacea) está ahora en el apogeo de su belleza.
Recuerdo todavía cuando por primera vez reparé en esta planta. Estando en el lado de la
colina cerca del nuestro río ví, a 30 o 40 cuerdas, una franja púrpura de 12 cuerdas de
larga, bajo el extremo de un bosque, donde el terreno se inclinaba hacia un soto. Era tan
vivamente coloreada e interesante como los macizos de rhexia, aunque no tan brillante
sino de un púrpura más oscuro, como la mancha tendida de un fruto apretado y grueso.
Cuando me acerqué y la examiné, descubrí que se trataba de un planta herbácea
florecida, a duras penas de un pie de altura, con solo unos pocos extremos verdes y un
fino y distribuido conjunto de flores púrpuras, una baja niebla púrpura meciéndose
alrededor mío. De cerca no era sino de un púrpura apagado, que hacía poca impresión a
la vista; incluso era difícil de detectar. Y si cogías solo una planta, te sorprendía detectar
lo fina que era y qué poco color tenía. Pero vista a distancia en una luz favorable, era de
un fino y vivo púrpura, como una flor, enriqueciendo la tierra. Tales causa pequeñas se
combinan para producir estos marcados efectos. Fui el más sorprendido y agradecido
porque las hierbas son comúnmente de un color sobrio y no destacado.
Con su bella pincelada púrpura me recuerda, y ocupa el lugar, de la rexhia, que ahora
está cayendo y es uno de los fenómenos más interesantes de Agosto. Los macizos más
finos de ella creen en baldíos de tierra en la base de colinas secas, justo por encima del
extremo de los sotos, donde el avaricioso segador no llega para pasar su guadaña,
porque esta es una hierba fina y pobre, oculta a él. O, puede ser, porque es tan bella que
él no sabe que existe, porque lo mismos ojos no la ven a ella y a Timothy.

El segador consigue el heno del soto y las hierbas más nutritivas que crecen junto a él,
pero abandona esta niebla púrpura para la cosecha del caminante- forraje para su
llamativa despensa. Más arriba hacia la colina, crecen quizás también blackberries,
Jhon´s-Wort y no detectadas, mortecinas y rígidas June-grass. ¡Qué fortuna que crezcan
en tales lugares y no en medio de las hierbas cotizadas que son cortadas anualmente!.La
naturaleza conserva distintos el uso y la belleza. Conozco muchos lugares, donde no
falta a su cita anual y pinta la tierra con su pincelada. Crece en pendientes moderadas,
bien en líneas continuas o en círculos dispersos de un pie de diámetro, y dura hasta que
es muerta por las primeras y súbitas heladas.

En la mayoría de las plantas el cáliz o corola es la parte que logra el color más vivo y la
más atractiva. En muchas es el fruto que dispersa la semilla. En otras, como el Maple
rojo, las hojas. Y en otras, es el propio tallo el que es la flor principal o parte fertilizada.
Este es especialmente el caso del poke o garget (Phytolaca decandra).Algunas que se
encuentran bajo los riscos me cautivan con sus tallos púrpuras ahora y al principio de
Septiembre. Me interesan tanto como la mayoría de las flores y son uno de los más
importantes frutos de nuestro otoño.

Cada parte es flor (o fruto), tal es su superabundancia de color-tallo, rama, pedúnculo,
pedicelo, petiolo e incluso desde la distancia las nervadas hojas púrpura amarillentas.
Sus racimos cilíndricos de bayas de varios tonos, desde el verde al púrpura oscuro, de
seis o siete pulgadas de largo, cuelgan graciosamente de todos los lados, ofreciendo
alimento a los pájaros; e incluso los sépalos de los cuales los pájaros han tomado las
bayas son un brillante lago rojo, con reflejos rojo-púrpura como llamas, igual a
cualquier cosa de la misma clase-todos ardiendo con su maduración. De aquí viene
“lacca”, de lago. Hay al mismo tiempo brotes de flores, flores, bayas verdes, púrpura
oscuro o maduras, y estas flores como sépalos, todo en la misma planta.

Adoramos ver cualquier tono rojizo en la vegetación de la zona templada. Es el color de
los colores. Esta planta le habla a nuestra sangre. Le pide al sol que brilla sobre ella que
le haga mostrar su mejor ventaja, y debe ser vista en esta estación del año. En la parte
soleada de las colinas, sus tallos están maduros hacia el 23 de Agosto. En dicha fecha
anduve a través de un bello bosque de ellas, de seis o siete pies de altura. Del lado de
uno de nuestros riscos, donde maduran antes.

Hacia el suelo eran de un púrpura brillante y profundo con una floración, contrastando
con las hojas todavía claramente verdes. Parece un gran triunfo de la Naturaleza haber
producido y perfeccionado tal planta, como si fuera suficiente para un verano. A qué
madurez tan perfecta llega. Es el emblema de una vida lograda concluida con una
muerte no prematura, que es un ornamento para la Naturaleza.
¡Si nosotros maduráramos tan perfectamente, raíz y rama, brillando en la mitad de
nuestra decadencia, como el garget!.Confieso que me excita verlas. Cojo una para
bastón, porque apenas la agarro y me inclino sobre ella. Me encanta presionar las bayas
entre mis dedos, y ver su jugo tiñendo mi mano.

¡Andar ente estos erectos y ramificados recipientes de vino púrpura, que retienen y
difunden el brillo del ocaso, probando cada una con nuestro ojo, en lugar de contar las
cubas en un muelle de Londres, qué privilegio ¡.Porque la vendimia de la naturaleza no
está limitada al vino. Nuestros poetas han cantado el vino, el producto de una planta
foránea que usualmente no han visto, como si nuestras plantas no tuvieran más jugo en
ellas que los cantores.

De hecho esta ha sido nombrada por algunos la uva americana, y aunque nativa de
américa, sus jugos son usados en algunos países extranjeros para mejorar el color del
vino; así que el poetastro puede estar celebrando las virtudes del garget sin saberlo.

Aquí hay bayas suficientes para pintar de nuevo el cielo de la puesta y celebrar una
bacanal, si quieres. Y que flautas serían sus tallos de color sangre, para ser usadas en la
danza. Es verdaderamente una planta real. Podría pasar toda la tarde del año admirando
los tallos de garget. Y quizá de entre estos podría surgir al fin una nueva escuela de
filosofía o poesía. Dura todo Septiembre.

Al mismo tiempo que el garget, o hacia el final de Agosto, un género para mí muy
interesante de hierba, los andropogons, o beardgrass están empezando su maduración.
Andropogon furcatus, beardgrass ramificada o llámala hierba púrpura dactilar;
Andropogons scopariius, hierba púrpura del bosque y andropogon (ahora llamado
Sorghum) nutans, hierba india.

El primero es una muy alta y estrecha hierba, de tres a siete pies de alta, con cuatro o
cinco puntas púrpuras como espinas desplegándose desde la base. La segunda también
es bastante estrecha, creciendo en macizos de dos pies de alto por uno de ancho, con los
tallos algo curvos, los cuales, a medida que las puntas florecen tienen una vaga
apariencia blanquecina. Estas dos son las hierbas que prevalecen en esta estación sobre
los campos secos y arenosos y en las colinas.

Los tallos de ambas, por no mencionar sus bellas flores, reflejan un tinte púrpura, y
ayudan a declarar la madurez del año. Quizás tengo la mayor simpatía por ellas porque
son ignoradas por el granjero y ocupan suelos estériles e ignorados. Son altamente
coloreadas, como uvas maduras, y expresan un madurez que la primavera no sugirió.
Solo el sol de Agosto puede haber barnizado estos tallos y hojas.

El granjero hace tiempo que ha recogido su heno y no traerá su guadaña a donde estas
hierbas salvajes y estrechas han florecido, siempre ves espacios de arena estéril entre
ellas. Pero yo ando animado entre los macizos de la hierba india, sobre los campos
arenosos, y en la frontera de los shrub-oaks, agradecido de reconocer a estos simples
contemporáneos.

Con pensamientos que cortan un ancho espacio, los cojo. Con pensamientos de caballo
rumiante los coloco en filas .El poeta de fino oído puedo ir el sonido de mi guadaña.
Estas dos fueran las primeras hierbas que aprendí a distinguir, porque no supe por
cuantos amigos estaba rodeado-los había visto simplemente como hierbas plantadas. El
púrpura de sus tallos también me excita del mismo modo que el del garget.

Piensa qué refugio tienes, antes de que Agosto termine, del comienzo de las clases y de
la sociedad que aísla. Puedo ocultarme entre los macizos de la hierba púrpura del
bosque sobre los bordes de los Grandes Campos. Dondequiera que voy estas tardes, las
dactilares hierbas púrpuras permanecen como una indicación, y dirigen mis
pensamientos a senderos más poéticos que aquellos que últimamente han recorrido.

Un hombre puede quizás recorrer y pisotear plantas tan altas como su cabeza y no puede
decirse que las conoce, aunque puede haber cortado toneladas de ellas, llenado sus
establos con ellas, y alimentado su ganado durante años. Aún así, si en algún momento
las considera favorablemente, puede ser vencido por su belleza. Cada planta más
humilde, o hierba, como la llamamos, permanece allí para expresar algún pensamiento o
humor nuestro, y aún así cuánto tiempo permanece en vano. He caminado por estos
Grandes Campos muchos agostos, y nunca todavía reconocí suficientemente estos
compañeros púrpuras que tenía allí.

En verdad he braceado contra ellos y los he pisoteado y ahora, al fin, ellos se yerguen y
me bendicen. La belleza y la riqueza verdadera siempre son así de baratas y
descuidadas. El cielo puede ser definido como el lugar que los hombres evitan. Quién
puede dudar que estas hierbas, que el granjero dice que no le conciernen, encuentran
alguna compensación en tu aprecio por ellas.

Puedo decir que nunca antes las ví, aunque cuando vengo y las miro cara a cara, allí me
devuelven un brillo púrpura de años anteriores; y ahora a cualquier sitio que voy,
difícilmente veo otra cosa. Es el reino y presidencia de los andropogons.

Incluso las misma arenas confiesan la maduradora influencia del sol de agosto, y pienso
que junto con las hierbas ondeando sobre ellas, reflejan un tinte púrpura. Las arenas
purpúreas. Tal es la consecuencia de este brillo solar absorbido por los poros de las
plantas y de la tierra. Toda savia o sangre es ahora del color del vino. Al final no
solamente tenemos el mar púrpura sino también la tierra púrpura.

La hierba india, creciendo aquí y allí en lugares baldíos, pero más rara que la primera
(de dos a cuatro o cinco pies de altura) es todavía más bella y de colores más vivos que
sus cóngeneres y muy bien podría haber cautivado el ojo indio. Tien un largo, estrecho
y ligeramente ondulante penacho de flores amarillas y púrpuras, como un anuncio
levantado por encima de su hojas rojizas.

Estos brillantes estandartes están ahora desplegados en las colinas distantes, no en
grupos numerosos, sino en tropas dispersas de una fila, como los hombres rojos.
Permanecen honestos y brillantes, representantes de la raza de la que reciben su nombre,
pero en su mayor parte tan ignorados como ellos. La expresión de esta hierba me
capturó durante una semana, después que pasé y la detecté, como el destello de un ojo.
Permanece como un jefe indio dirigiendo una última mirada a sus territorios favoritos
de caza.

EL ARCE ROJO
Los arces rojos generalmente empiezan a madurar hacia el 25 de Septiembre. Algunos
grandes han estado cambiando llamativamente durante una semana y otros solitarios
están muy brillantes. Me fijo en uno pequeño, a media milla atravesando un soto, contra
la parte verde del bosque, de un rojo mucho más brillante que las flores de cualquier
árbol en verano, y más sobresaliente .He observado este árbol durante varios otoños,
cambiando siempre antes que sus compañeros, de la misma forma que un árbol madura
su fruta antes que otro. Quizá pudiera servir para marcar la estación. Lo sentiría si fuera
talado. Conozco dos o tres árboles semejantes en diferentes lugares de nuestra ciudad,
que podrían ser difundidos como maduradores tempranos o árboles de septiembre, y su
semilla ofrecida en el mercado, como la de los rábanos, si no importaran tanto como
ellos.

Ahora estos follajes ardientes se distribuyen principalmente a lo largo de la linde del
soto, o los distingo a lo lejos sobre las colinas, aquí y allá, Algunas veces verás muchos
pequeños en una vado, casi color fuego, cuando otros alrededor están todavía
completamente verdes, y los primeros parecen mucho más brillantes por ello. Te cogen
por sorpresa, cuando vas por un camino, a través de los campos, temprano en esta
estación, como si fueran un alegre campamento de los indios, u otros pobladores del
bosque, de cuya llegada no hubieras tenido noticia.

Algunos solitarios, de un rojo completamente escarlata, vistos contra otros de su especie
todavía verdes y frescos, o contra los peremnifolios, son más memorables que los
grupos completos por ahí. Qué bello cuando un árbol es como una fruta escarlata llena
de jugos maduros, cada hoja, desde la rama más baja hasta el brote cimero, toda
iluminada, especialmente si miras hacia el sol. Qué objeto más destacable puede haber
ahí en el paisaje. Visible a millas de distancia, demasiado honesto para ser creído. Si tal
fenómeno ocurriera una sola vez, sería traído por la tradición a la posteridad, y entraría
al fin en la mitología.

El árbol entero que madura antes que sus compañeros logra una preeminencia singular y
algunas veces la mantiene por una semana o dos. Me estremezco ante su visión, usando
su estandarte escarlata para el regimiento de pobladores verdes de alrededor, y voy
media milla fuera de mi ruta para examinarlo. Un solo árbol se convierte entonces en la
corona de la belleza de algún valle en el soto, y la expresión de todo el bosque alrededor
es inmediatamente más viva por ello.

Un pequeño arce rojo ha crecido, quizás, lejos en el comienzo de algún valle retirado, a
una milla de cualquier camino, inobservado. Ha cumplido fielmente las obligaciones de
un arce allí, en invierno y en verano, no descuidado ninguna de sus economías, y
crecido a la altura de la virtud propia de su especie, por un crecimiento continuo durante
tantos meses, sin haberse movido de lugar, y está más próximo al cielo que lo que lo
estuvo en primavera. Ha recolectado fielmente su savia, y proporcionado refugio al
pájaro errante, hace tiempo que maduró sus semillas y las confío a los vientos, y tiene
quizás la satisfacción de saber que un millar de pequeños arces bien formados se ha
establecido en la vida en algún lugar.

Bien merece el señorío arce. Sus hojas le han estado preguntando de vez en cuando, con
un suspiro, ¿cuándo enrojeceremos?. Y ahora, en este mes de Septiembre, el mes del
viaje, cuando los hombres se apresuran al mar, o a las montañas, o los lagos, este arce
modesto, sin moverse una pulgada, viaja en su reputación, despliega su bandera
escarlata sobre aquel lado de la colina, que muestra que ha finalizado su trabajo
veraniego antes que todos los demás árboles, y se retira de la batalla. En la hora
undécima del año, el árbol que ningún escrutinio podría haber detectado aquí cuando
más trabajaba es, ahora, por el tiente de su madurez, por sus verdaderos destellos,
revelado al fin al viajero lejano y descuidado, conduciendo sus pensamientos lejos de su
camino polvoriento y hacia las soledades valientes que él puebla. Destella con toda la
virtud y belleza de un arce-arce “rubrum”. Ahora podemos leer su título, o rúbrica,
claramente. Sus virtudes, no sus pecados, son como escarlata.

A pesar de que el arce rojo es el más intensamente escarlata de cualquiera de nuestros
árboles, el arce-saccharum ha sido el más celebrado, y Michaux, en sus “Sylva”, no
habla del color otoñal del primero. Es hacia el dos de octubre, cuando estos árboles,
tanto los grandes como los pequeños, están más brillantes, aunque muchos permanecen
todavía verdes. En terreno joven parecen competir unos con otros, y siempre alguno en
la mitad del conjunto será de un escarlata peculiarmente puro, y por este color intenso
atraerá nuestra vista en al distancia, llevándose la palma. Una hondonada grande con
arces rojos, en el cénit de su cambio, es la cosa más claramente brillante de todas las
cosas tangibles, donde yo vivo, tan abundante es este árbol con nosotros. Varía mucho
en forma y color.

Muchos son meramente amarillos, otros escarlatas, otros escarlata tornando hacia fuego,
más rojos que lo habitual. Mira esta hondonada de arces mezclada con pinos, en la base
de una colina de pinos, a un cuarto de milla, para que puedas conseguir el pleno efecto
de los colores brillantes, sin detectar las imperfecciones de las hojas, y ve sus llamas
amarillas, escarlata, fuego, de todas las tonalidades, mezcladas y contrastadas con el
verde.

Algunos arces están verdes todavía, solamente amarillos o fuego en los extremos de sus
masas, como los extremos salientes de un avellano ; algunos están completamente
escarlatas, radiando regular y finamente en todas direcciones, bilateralmente, como las
nervaduras de una hoja; otros de forma más irregular, cuando giro mi cabeza
ligeramente, vaciando algo de su terrosidad y ocultando su tronco, parecen descansar
pesadamente, como nubes amarillas y escarlatas, anillo sobre anillo, o como
ventisqueros moviéndose por el aire, estratificados por el viento. Aumenta mucho la
belleza de tal hondonada en esta estación, el que, incluso aunque no haya otros árboles
intercalados, no sea vista como una simple masa de color, sino como diferentes árboles
de diferentes colores y tonalidades, cada copa distintamente destacada y donde una
sigue a otra. Aun así un pintor a duras penas se atrevería a considerarlos tan distintos a
un cuarto de milla de distancia.

Cuando voy a través de un soto hacia una elevación del terreno esta tarde brillante, veo,
a cincuenta cuerdas hacia el sol, la copa de una hondonada de arces apareciendo justo
sobre el brillante extremo pardo rojizo de la colina, una línea de en apariencia 20
cuerdas de largo por 10 pies de profundo, del más intensamente brillante escarlata,
naranja y amarillo, igual a cualquier flor o fruto, o a cualesquiera tintes siempre
pintados. A medida que avanzo, descendiendo el extremo de la colina que hace de firme
trasfondo o encuadre más bajo de la vista, la profundidad del brillante bosque se
incrementa continuamente, sugiriendo que la totalidad del valle circundado está repleta
de tal color. Uno se maravilla de que los recaudadores y padres de la ciudad no estén
fuera para ver lo que los árboles dicen con sus altos colores y exhuberancia de espíritus,
teniendo que algún contratiempo se esté fraguando. No veo lo que los Puritanos
hicieron en esta estación cuando los arces se vistieron de escarlata. Ciertamente ellos,
entonces, no habrían podido rezar en los bosques. Quizás por ello construyeron edificios
para congregarse y los vallaron alrededor con establos para caballos.

EL OLMO

Ahora también, el primero de Octubre, o más tarde, los olmos están en el cénit de su
belleza otoñal. Grandes masas pardo-amarillentas, cálidas por su horno septembrino,
colgando sobre la carretera. Sus hojas están perfectamente maduras. Me pregunto si hay
alguna madurez paralela en las vidas de los hombres que viven bajo ellos. Cuando miro
calle abajo, que está alineada con los árboles, me recuerdan, tanto por su forma como
por su color, a las masas de gavillas de grano que amarillea, como si la cosecha hubiera
venido de hecho a la ciudad y pudiéramos esperar encontrar, al fin, alguna madurez y
sabor en los pensamientos de los ciudadanos.

¿Bajo estas agitadas pilas de hojas brillantemente amarillas dispuestas a caer sobre las
cabezas de los paseantes, cómo puede prevalecer cualquier crudeza o inmadurez de
pensamiento o acción?. Cuando permanezco donde media docena de grandes olmos
descienden sobre una casa, es como si permaneciera junto a una corteza madura de
calabaza, y me siento tan carnoso como si yo fuera la pulpa, aunque pueda ser también
algo magro y seminal.

¿Qué es el último verdor del olmo inglés, como un pepino fuera de estación, que no
sabe cuando terminar, comparado con la temprana y dorada madurez del árbol
americano?. La calle es el escenario de una gran casa-cosecha. Sería valioso plantar
estos árboles aunque solo fuera por su valor otoñal. Piensa acerca de estas grandes
copas amarillas o parasoles tendidos sobre nuestras cabezas y nuestras casas juntos por
una milla, haciendo la ciudad una y compacta, un ulmarium, que es al mismo tiempo
una guardería de hombres.

Y entonces cuán gentilmente e inobservados depositan su carga y dejan pasar el sol
cuando es deseado, sus hojas no escuchadas cuando caen sobre nuestros tejados y
nuestras calles; y así el parasol de la ciudad es cerrado y enviado lejos. Veo al
comerciante dirigirse a la ciudad, y desparecer bajo su conjunto de copas de olmo, con
su grano, como si entrara en un inmenso granero o silo. Estoy tentado de ir allí como a
un descascaramiento de pensamientos, ahora secos y maduros, y listos para ser
separados de sus integumentos; pero presiento que ello será principalmente cáscaras y
poco acumen, grano descacarillado para cerdo, apto solo para comida animal – porque
con arreglo a lo que siembras, así cosecharás.

HOJAS CAIDAS

Hacia el seis de octubre las hojas empiezan a caer, en avalanchas sucesivas, después de
las heladas o la lluvia, pero la principal cosecha de hoja, el cénit de la Caída es, por lo
común, hacia el dieciséis. En una mañana hacia esa fecha hay quizás una helada más
fuerte que las que hemos visto y hielo formado bajo la bomba de agua, y ahora, cuando
el viento de la mañana se levanta, las hojas caen en duchas más densas que nunca.
Repentinamente forman camas gruesas o capas sobre el suelo, en este aire suave, o
incluso sin viento, precisamente forman el tamaño y la forma del árbol encima. Algunos
árboles, como los pequeños nogales parecen haber depositado sus hojas de forma
instantánea, como un soldado deposita sus armas en el suelo a una señal; y estas del
nogal, siendo todavía de un amarillo brillante, aunque inertes, reflejan un destello de luz
desde el suelo donde yacen. Abajo han venido, sobre todos los lados, al primer toque
sabio de la vara del otoño, haciendo un ruido como de lluvia.

O, en otro caso, es después de un tiempo de lluvia y humedad que nos damos cuenta de
la gran caída de hojas habida durante la noche, aunque este no puede ser todavía el
toque que debilite la hoja del arce de roca. Las calles están gruesamente alfombradas
con los trofeos, y las hojas caídas de los olmos hacen un oscuro pavimento bajo
nuestros pies. Después de algún día o días marcadamente cálido del verano-indio,
percibo que es este inusual calor el que, más que ninguna otra cosa, causa la caída de las
hojas, quizás en ausencia de heladas o lluvia durante algún tiempo. El intenso calor
repentinamente madura y hace decaer las hojas, justamente como suaviza y madura
melocotones y otras frutas y causa también su caída.

Las hojas de los tardíos arces rojos, todavía brillantes, tapizan la tierra, a menudo cercos
de fuego sobre un suelo amarillo, como algunas manzanas salvajes, aunque no
conservan estos colores brillantes en el suelo sino uno o dos días, especialmente si
llueve. Sobre los caminos voy entre árboles desnudos y como humo, que han perdido su
ropaje brillante, pero allí yace, casi tan brillante como siempre, sobre el suelo a un lado
o formando una figura tan regular como antes sobre el árbol. Mejor diría que primero
observo los árboles planos sobre el suelo como una sombra permanentemente coloreada,
y que ellos invitan a mirar a las ramas que poblaron. Una reina podría estar orgullosa de
andar donde estos árboles galantes han dispersado sus brillantes mantos sobre el barro.
Veo carruajes rodar sobre ellos como una sombra o reflejo, y los conductores los
observan tan poco como sus sombras antes.

Los nidos de los pájaros, en el huckleberry (“vaccinium arboreum”) y otros arbustos, y
en los árboles, están siendo rellenados con las hojas caídas. Tantas han caído en los
bosques, que una ardilla no puede correr hacia una nuez sin ser oída. Los niños las
rastrillan en las calles, solamente por el placer de ocuparse con sustancias tan limpias y
crujientes.

Algunos dejan los caminos escrupulosamente limpios y permanecen para ver al
siguiente soplo cubrirlos con nuevos trofeos. El suelo del soto está gruesamente cubierto
y el "Lycopodium lucidulum "parece repentinamente más verde entre ellos.

El otro día apenas pude encontrar un manantial bien conocido, e incluso supuse que se
había secado, porque estaba completamente oculto por hojas frescas caídas, y cuando
las retiré y lo hice visible, fue como golpear la tierra con la vara de Aaron para hacer
manar una nueva fuente.

Cuando voy al río el día después de la principal caída de hojas, el dieciséis, encuentro
mi bote completamente cubierto, el fondo y los asientos, con las hojas del sauce dorado
bajo las que está varado, y zarpo con una carga de ellas sonando bajo mis pies. Si lo
vacío, sería de nuevo completamente mañana. No las considero basura, para ser
arrojada, sino que las acepto como paja o solado adecuado para el fondo de mi bote.
Cuando giro en la entrada del Assabet, que está en la espesura, largas flotas de hojas
flotan sobre su superficie, como si salieran al mar, con espacio para bogar, pero cerca de
la orilla, un poco más lejos, son más gruesas que la espuma, ocultando el agua con una
cuerda de espesor, bajo y entre los alders, button-bushes y arces ,todavía perfectamente
ligeras y secas, con la fibra inalterada y en un recodo rocoso, cuando son paradas por el
viento matutino, algunas veces forman un ancho y denso saliente a través del río.

Cuando giro mi proa en esa dirección, y la ola que formo las golpea, escucho qué
placentero murmullo se desprende de estas secas sustancias golpeándose entre sí. A
menudo es solo su ondulación lo que revela el agua bajo ellas. También cada
movimiento de la tortuga del bosque en la playa es traicionado aquí por su crepitar. O
incluso en la mitad del canal, cuando el viento se levanta, las escucho volar con un
sonido tenue. Más arriba se mueven despacio en círculos en algún gran remolino del río,
como el de “Leaning Hemlocks”, donde el agua es profunda y la corriente se disipa en
la ribera.

Quizás en la tarde de ese día, cuando el agua está perfectamente tranquila y llena de
reflejos, remo tranquilamente corriente abajo y, entrando en el Assabet, alcanzo un
recodo en calma donde inesperadamente me encuentro rodeado por miríadas de hojas,
como compañeras de viaje, que parecen tener el mismo propósito o voluntad de
propósito que yo.

Mira esta gran flota de dispersos botes de hoja entre los que remamos, en esta suave
bahía del río, cada uno doblado hacia arriba en cada extremo por el trabajo del sol, cada
nervadura como una rígida rodilla, como botes de piel y de todos los diseños. El de
Caronte probablemente entre el resto, y algunos con elevadas proas y popas, como los
navíos pausados de los antiguos, moviéndose escasamente en la tenue corriente-como
las grandes flotas, las densas ciudades Chinas de botes con las que te mezclas al entrar
en algún gran mercado, algún Nueva York o Cantón, a los cuales juntos nos
aproximamos con parsimonia.

¡Cuán gentilmente ha sido depositado cada uno en el agua¡.Ninguna violencia ha sido
todavía usada contra ellos, aunque, quizás, corazones palpitantes estuvieron presentes
en su botadura. Y patos de colores, también, el espléndido wood-duck (aix sponsa) entre
ellos, vino a menudo a navegar y flotar entre las hojas pintadas-cascos de un modelo
todavía más noble!.

¡Qué bebidas plenas de hierbas están disponibles ahora en los pantanos¡.¡Qué
fuertemente medicinales pero ricos aromas de las hojas que caen!.La lluvia que cae
sobre las frescamente secas hojas y hierbas, y llena los estanques y agujeros en los que
han caído limpias y rígidas, pronto las convertirá en té-verde, negro, marrón y amarrillo,
de todos los grados de fuerza, bastante para poner a toda la naturaleza a alabar. Tanto si
las bebemos como tales como si no, antes de que su fuerza sea extraída, estas hojas
secadas sobre los grandes cobres de la naturaleza son de tan varios y puros tintes como
los que pudieron hacer la fama de los tes orientales.

¡Cómo se mezclan, de todas las especies, roble y arce, nogal y abedul¡. Pero la
naturaleza no es desordenada con ellas, es un perfecto cultivador, las almacena todas.
Considera qué vasta cosecha es así depositada anualmente sobre la tierra. Esta, más que
cualquier grano o semilla, es la gran cosecha del año. Los árboles están ahora repagando
con interés a la tierra lo que tomaron de ella. Están descontando. Están añadiendo el
grosor de una hoja a la profundidad del suelo. Esta es la bella vía en que la naturaleza
consigue su abono mientras yo regateo con este hombre y aquel, quien me habla del
sulfato y del coste del transporte. Todos son los más ricos por esta caída. Estoy más
interesado en este grano que en el césped inglés o en el maíz. El prepara el suelo virgen
para los campos de maíz y bosques futuros, sobre los que la tierra se engrosa. El
conserva nuestra posesión en un buen corazón.

Por su bella variedad ningún cultivo puede ser comparado con este. Aquí no está solo el
simple amarillo de los granos, sino casi todos los colores que conocemos, sin exceptuar
el azul más brillante: el temprano arce que enrojece, el “poison-sumac” ondeando sus
pecados como escarlata, el “mulberry ash”, el rico amarillo-cromo de los álamos, el
“huckleberry” rojo brillante, con los cuales las espaldas de las colinas están pintadas,
como con aquellos de las ovejas. La helada los toca y con la más tenue respiración del
día que vuelve o vibración del eje de la tierra, mira en qué oleadas vienen flotando al
suelo. El suelo está en todas partes coloreado con ellas. Pero ellas todavía viven en la
tierra, cuya fertilidad y tamaño incrementan y en los bosques que nacen de ella. Ellas
cayeron par alzarse, para llegar más alto en los años venideros, trepando por la savia en
los árboles, y las primeros frutos de la savia así surgidos, al fin transmutados, pueden
adornar su corona, cuando , en los años venideros, ha llegado a ser el monarca del
bosque.

¡Es agradable caminar sobre las alfombras de estas frescas, crujientes y murmullantes
hojas!.¡Qué bellamente caminan a sus tumbas, que gentilmente se tienden por sí mismas
y regresan al suelo fértil!-pintadas de una miríada de tintes y preparadas para hacer vivir
nuestras alfombras. Así se dirigen a su último reposo, ligeras y con frescura.

No ponen ninguna semilla, sino que meramente van corriendo sobre la tierra,
seleccionando el lugar, eligiendo un terreno, sin disponer ninguna valla de hierro,
susurrando a través de todos los bosques acerca de ello- algunas eligiendo el lugar
donde debajo los cuerpos de los hombres están vertiéndose en la tierra y encontrándolos
a mitad de camino.

¡Cuántos espasmos antes de descansar quietamente en sus tumbas!.Ellas que surgieron
tan altamente, cuán serenamente regresan al polvo otra vez, y son tendidas abajo,
resignadas a yacer y decaer al pie de un árbol, y a proporcionar alimento a nuevas
generaciones de su clase, como antes a vibrar en lo alto. Ellas nos enseñan cómo morir.
Uno se pregunta si alguna vez llegara el tiempo en el que los hombres, con su inflada fe
en la inmortalidad, yacerán en el suelo tan elegantemente y tan maduros- y con tal
serenidad de un verano indio se quitarán su cuerpos como ahora se quitan su pelo y
uñas.

Cuando las hojas caen, toda la tierra es un cementerio placentero por recorrer. Amo
considerar y meditar sobre ellas en sus tumbas. Aquí no hay mentira alguna ni vanos
epitafios. ¿Qué importa que no poseas un nicho en el Monte Auburn?.

Tu terreno está seguramente dispuesto en este vasto cementerio, que ha sido consagrado
desde antiguo. No necesitas atender ninguna subasta para asegurarte un lugar. Hay
espacio suficiente aquí. La Lysimachia florecerá y el pájaro huckleberry cantará sobres
tus huesos. El leñador y el cazador serán tus enterradores y los niños saltarán sobre los
límites tanto como quieran. Permítasenos caminar en el cementerio de las hojas -este es
tu verdadero Cementerio del Bosque verde (Greenwood Cemetery).

ARCE DE AZUCAR
Pero no pienses que el esplendor del año se ha acabado, porque si una hoja no hace un
verano, tampoco una hoja caída hace un otoño. Los arces de azúcar más pequeños de
nuestras calles hacen una gran exhibición tan temprano como el cinco de Octubre, más
que cualquier otro árbol allí. Cuando miro a la calle principal aparecen como paneles
pintados delante de las casas, aunque muchos están verdes.

Pero ahora, o generalmente hacia el 17 de octubre, cuando todos los arces rojos y
algunos blancos están desnudos, los grandes arces de azúcar están en su gloria, brillando
con amarillo y rojo y mostrando tintes delicados e inesperadamente brillantes. Son
notables por el contraste que a menudo proporcionan de un rojo profundo en una mitad
y verde en la otra. Ellos se convierten a distancia en densas masas de rico amarillo con
un profundo escarlata rosáceo, o más que rosáceo, sobre las superficies expuestas. Ellos
son ahora los árboles más brillantes en la calle.

Los grandes en nuestro terreno comunal son especialmente bellos. Un delicado pero
más cálido que amarillo oro es el color que prevalece ahora, con motas escarlata. Aun
así, desde la parte este del Común justo antes de la puesta, cuando la luz poniente es
transmitida a través suyo, percibo que incluso su amarillo, comparado con el pálido
amarillo limón de un olmo cercano, se convierte en escarlata, sin percibir las brillantes
porciones escarlata. Generalmente, son grandes masas ovales y regulares de amarillo y
escarlata. Todo el calor soleado de la estación, el verano Indio, parece estar absorbido
en sus hojas. Las hojas más bajas e interiores próximas al tronco, son, como de
costumbre, del amarillo y verde más delicados, como la complexión de los hombres
jóvenes crecidos en la casa. Hay una subasta hoy en el Común pero su bandera roja es
difícilmente discernible entre esta llama de color.

Poco anticiparon los padres de la ciudad este éxito brillante, cuando ordenaron importar
desde más lejos algunos plantones rectos con las copas cortadas, a los que llamaron
arces de azúcar. Y, como recuerdo, después que fueron plantados, el ayudante de un
comerciante vecino, en chanza, plantó judías a su alrededor.

Aquellos que fueron entonces llamados socarronamente guías de judías son hoy con
diferencia los más bellos objetos discernibles en nuestras calles. Valen todo y más que
lo costaron –a pesar de que uno de los hombres elegidos, al plantarlos, cogió el resfriado
que ocasionó su muerte- aunque solo sea porque han llenado generosamente los ojos de
los niños con su rico color tantos Octubres.

No les pediremos una cosecha de azúcar en primavera, mientras nos proporcionan una
perspectiva tan honesta en Otoño. La riqueza de puertas adentro puede ser la herencia
de pocos, pero está igualmente distribuida en el Común. Todos los niños pueden
igualmente revelarse en esta cosecha aúrea.

Con seguridad los árboles deberían ser plantados en nuestras calles con el objetivo de su
esplendor en octubre, aunque dudo si esto ha sido considerado alguna vez por la
“Sociedad del Arbol”. ¿No piensas tú que les concederá alguna ventaja a estos niños el
haber crecido bajo estos arces?.Cientos de ojos están regularmente bebiendo en este
color, y por estos profesores incluso los vagos son capturados y educados en el
momento en que ellos salen fuera.

De hecho, ni al vago ni al estudioso se les enseña este color en las escuelas. En su lugar
se les enseñan los colores brillantes en las farmacias y en la ventanas de la ciudad. Es
una pena que no tengamos también más arces rojos y algunos hickories en nuestras
calles.

Nuestra caja de colores está rellena muy imperfectamente. En lugar de, o además, de
proporcionar tales cajas de pintura podríamos proporcionar estos colores naturales a los
jóvenes.¿En qué otro lugar estudiaran el color con mayores ventajas?.

¿Qué Escuela de Diseño puede competir con esta?. Piensa cuánto van a ser educados
por estos colores los ojos de los pintores de todas clases, de los industriales de ropa y
papel, de teñido de papel, y tantos otros innumerables.

Pero de mucha mayor importancia que el conocimiento de los nombres y las
distinciones de colores es la alegría y el entusiasmo que estas hojas coloreadas
promueven. Ya estos árboles brillantes a lo largo de la calle, sin ninguna variedad
adicional, son al menos iguales a un festival y vacación anuales, o a una semana de los
mismos. Estos son inocentes y baratos días de gala, celebrados por uno y por todos sin
la ayuda de comités o comisarios; una exhibición tal que puede ser autorizada con
seguridad, sin atraer a jugadores o vendedores de ron, ni requerir ninguna policía
especial para mantener la paz. Y pobre, desde luego, debe ser aquel octubre de una villa
de Nueva Inglaterra que no tiene el Arce en sus calles. Este festival de octubre no cuesta
ninguna pólvora, ni la llamada de campanas, sino que cada árbol es un estandarte de libertad
viva en el cual ondean un millar de brillantes banderas.

No es ninguna maravilla que debamos tener nuestra Feria Anual de Ganado, y el
Entrenamiento Otoñal y quizás Cornwallis, los Tribunales de Septiembre y otros
eventos parecidos. La Naturaleza tiene por sí misma su feria anual en Octubre, no solo
en las calles, sino en cada valle y sobre la ladera de cada colina. Cuando últimamente
miramos hacia aquella hondonada de Arces Rojos, toda en llamas, donde los árboles
estaban ataviados con vestiduras de los tintes más brillantes, ¿no nos sugirió un millar
de gitanos debajo,-una raza capaz de una delicia salvaje-,o incluso los cervatillos de
fábula, sátiros y ninfas del bosque que volvían a la tierra?.¿O aquello en lo que
pensamos era solo una congregación de leñadores o propietarios llegados a inspeccionar
sus terrenos?.¿O, antes todavía, cuando paleábamos sobre el río en el aire fino de
Septiembre, no parecía haber allí algo nuevo bajo la burbujeante superficie de la
corriente, una agitación de bastones, al menos, para que nos apresuráramos con la
finalidad de estar a tiempo?.¿No parecían las filas de sauces y arbustos (cephalantus
occidentalis?) amarillentos a cada lado como filas de casetas, bajo las cuales, quizás,
alguno huevos amarillos estaban igualmente eclosionando en el agua?.¿No sugerían
todas estas cosas que los ánimos del hombre deberían levantarse tan alto como los de la
Naturaleza-que deberían ondear su bandera y ver interrumpida la rutina de su vida diaria
por una expresión análoga de alegría e hilaridad?.

Ninguna maniobra anual o revista de tropas, ninguna celebración con sus estandartes y
banderas podría traer a ciudad una centésima parte del esplendor de nuestro Octubre.
Solo tenemos que plantar los árboles y dejar que permanezcan y la Naturaleza
encontrará el colorido-banderas de todas sus naciones, algunas de cuyas señales
privadas el botánico puede leer a duras penas-,mientras caminamos bajo los arcos
triunfales de los Olmos. Deja a la Naturaleza que señale los días, sean o no los mismos
que en los estados limítrofes, y permite que los ministros lean sus proclamas, si es que
pueden entenderlas. Contempla que brillante bordado es su bandera Woodbine
(Lonicera sempervivens?).¿Qué comerciante benefactor, piensas tú, a contribuido a esta
parte de la exhibición?.No hay ninguna cobertura ni pintura más adecuada que esta viña,
que cubre en este momento una parte entera de algunas casas. No creo que la Hiedra
peremne (Ivy never sear) sea comparable a ello. No es extraño que haya sido
introducida masivamente en Londres. Permítasenos entonces, digo, tener muchos y
buenos Arces, Hickories y Robles Escarlatas.¡Fuego a discreción!¿Serán aquellos sucios
rollos de trapo en la armería todos los colores que una villa pueda desplegar?.Una villa
no está completa a menos que tenga estos árboles para marcar la estación en ella. Ellos
son importantes como el reloj del pueblo. Una villa que no los tiene no trabajara bien.
Permítasenos tener Sauces para la primavera, Olmos para el verano, Arces, Walnuts y
Tupelos para el Otoño, Coníferas para el invierno y Robles para todas las
estaciones.¿Qué es una galería en una casa en comparación con una galería en las calles
que cada comerciante recorre, lo quiera o no?.Desde luego no hay una galería de pintura
en el condado que sea tan valiosa para nosotros como lo es la visión hacia el Oeste del
ocaso bajo los Olmos de nuestra calle principal. Ellos son el marco de una pintura que
es diariamente dibujada detrás. Una avenida de Olmos tan larga como la más larga
nuestra y de tres millas de longitud parecería que conduce a un lugar admirable, aunque
solo C__ estuviera al final de ella.

Una ciudad necesita estos estimulantes inocentes de perspectivas brillantes y animadas
para mantener a raya a la melancolía y la superstición. Muéstrame dos villas, una
enramada de árboles e iluminada con todas las glorias de Octubre, la otra un desperdicio
meramente trivial y sin árboles, o con un solo árbol para los suicidas, y estaré seguro de
que en la última se encontrarán los mayores y más famélicos y presuntuosos beatos y
los bebedores más desesperados. Cada bargueño para lavar, cántaro de leche y piedra
funeraria serán expuestos. Los habitantes desaparecerán abruptamente detrás de de sus
granjas y casas, como Arabes del desierto tras sus rocas, y yo miraré para encontrar
porras en sus manos. Ellos estarán dispuestos a aceptar la más estéril y desesperada
doctrina, la de que el hombre está caminando rápidamente hacia su fin, o la de que ya ha
llegado a él, o que ellos, por sí mismos, han sido dados la vuelta por el lado equivocado.
Ellos juntarán quizás sus secas articulaciones unas con otras y lo llamarán una
comunicación espiritual.

Pero para limitarnos a los Arces. ¿Qué sucedería si nos tomáramos la mitad de molestias
en protegerlos que las que nos tomamos en plantarlos-no atando estúpidamente nuestros
caballos a sus troncos-dalia?.

Qué pretendieron los fundadores al establecer esta perfecta institución viviente delante
de la Iglesia- la institución que no necesita reparación ni revoco, que es continuamente
prolongada y reparada por su crecimiento?.Seguramente ellos

Forjados en una sádica sinceridad
No se pudieron liberar de Dios por ellos mismos
Ellos plantaron mejor que supieron
Los árboles conscientes crecieron hacia la belleza

Verdaderamente estos Arces son predicadores baratos, permanentemente en paz, que
predican sermones de medio siglo, un siglo y ay de un siglo y medio, con unción e
influencia en constante crecimiento, dirigiendo a muchas generaciones de hombres; y lo
menos que podemos hacer es proporcionarles compañeros adecuados a medida que
empiezan a estar enfermos.

EL ROBLE ESCARLATA

Perteneciendo a un género que es notable por la belleza de sus hojas, sospecho que
algunas hojas del roble escarlata (“Quercus coccinea”) superan a las de todos los demás
robles en la riqueza y belleza salvaje de sus formas. Juzgo por mi conocimiento de 12
especies y por dibujos que he visto de muchas otras.

Permanece bajo el árbol y mira lo finamente que sus hojas se recortan contra el cielo-
como si fueran solamente unas pocas puntas afiladas que se extienden desde la
nervadura central. Parecen dobles, triples o cuádruples cruces. Son mucho más etéreas
que las menos profundamente hendidas hojas de roble. Tienen tan poca “tierra firme” de
hoja que parecen fundirse en la luz, y apenas impiden la visión. Las hojas de las plantas
muy jóvenes son como las de otros robles adultos de diferentes especies, más enteras,
simples y en su diseño; pero éstas, que crecen en lo alto de los árboles viejos, han
solucionado el problema de la hoja. Elevadas más y más alto, y sublimadas más y más,
abandonando su carácter terreno y cultivando cada año más intimidad con la luz, tienen
al final la menor cantidad posible de materia terrestre y la mayor distribución y
proximidad de influencias celestes. Allí danzan unidas del brazo con la luz,- danzando
sobre puntos fantásticos, compañeras adecuadas en aquellos salones aéreos. Están tan
íntimamente mezcladas con ella que, con su estrechez y sus superficies brillantes, a
duras penas se puede finalmente cuál es hoja y cuál luz en la danza. Y cuando ningún
aire sopla, ellas no son sino una rica cortina de las ventanas del bosque.

De nuevo me quedo atónito con su belleza cuando, un mes más tarde, tapizan
gruesamente el suelo en los bosques, apiladas unas encima de otras bajo mi pie.
Entonces son marrones en el haz pero púrpuras en el envés. Con sus lóbulos estrechos y
sus profundas hendiduras que llegan hasta el medio sugieren que el material debe ser
barato o que, de otra manera, ha sido un gasto pródigo en su producción, de manera que
mucho ha sido desechado. O que nos parecen los restos de la materia a partir de la cual
las hojas han sido recortadas con un molde. De hecho, cuando yacen unas sobre otras,
me recuerdan un montón de ganga.

O tráete una a casa y estúdiala despacio a tu gusto, al lado del fuego. Es un tipo, no de
ninguna fuente de Oxford, ni de la forma Vasca o de punta de flecha, tampoco hallada
en la Piedra Rosetta, sino destinada a ser copiada en escultura un día, si es que pueden
llegar a ser piedra esculpida aquí.¡Qué salvaje y agradable combinación de curvas y
ángulos gráciles!.El ojo reposa con idéntico placer en lo que no es hoja y en lo que lo
es-sobre los anchos, libres y abiertos senos y sobre los largos y afilados lóbulos en
punta. Un sencillo diseño ovalado la incluiría toda, si unes los puntos de la hoja, pero
cuánto más rico que el óvalo, con su media docena de entrantes profundos en los cuales
el ojo y el pensamiento del que contempla son incluidos. Si fuera un profesor de dibujo
pondría a mis alumnos a copiar estas hojas, para que pudieran aprender a dibujarlas
firme y grácilmente.

Considerada como agua, es como una laguna con media docena de amplios y
redondeados promontorios extendiéndose hasta casi el centro en la mitad de cada lado,
con sus bahías de agua que penetran lejos en la tierra, puntiagudos fiordos en la
terminación de cada uno de los cuales varias corrientes estrechas se llenan-casi un
archipiélago foliar.

Pero más a menudo sugiere la tierra, y como Dionisio y Plinio compararon la forma de
Morea a la de la hoja del árbol Oriental –Plane, así esta hoja me recuerda alguna isla
salvaje en el océano, cuya extensa costa, con alternadas bahías redondeadas con suaves
playas, puntiagudos y rocosos cabos, la marcan como adecuada para ser morada del
hombre y convertirse al fin en un lugar de civilización. Para el ojo del marinero es una
costa muy indentada.¿No es, de hecho, una playa para el océano aéreo, sobre la que la
espuma del viento golpea?.A la vista de esta hoja todos nosotros somos marineros- si no
vikingos, bucaneros y filibusteros. Tanto nuestro deseo de reposo como nuestro espíritu
de aventura son estimulados. En nuestro vistazo más casual, quizás pensamos que, si
tenemos éxito en doblar estos cabos puntiagudos, encontraremos profundos, suaves y
seguros puertos en las amplias bahías.¡Qué diferente de la hoja del Roble Blanco con
sus redondeados promontorios terrestres en los cuales ningún faro debe ser
colocado!.Esta es una Ingla-terra, con su larga historia civil, que puede ser leída.
Aquélla es una todavía no ocupada Isla Recientemente descubierta (New-found Island)
o Célebes.¿Iremos y seremos rajas allí?.

Hacia el 26 de Octubre los grandes Robles Escarlatas están en su principio, cuando
otros robles están usualmente sin hojas. Han estado encendiendo sus fuegos durante una
semana y ahora generalmente estallan en una llama. De nuestros árboles caducifolios
nativos, solo éste (excepto el Dogwood, de los que no conozco media docena y no son
sino grandes arbustos) está ahora en su gloria. Los dos Aspens y los Arces de azúcar son
los más próximos a él en la fecha, pero han perdido la mayor parte de sus hojas. De las
coníferas, solo el Pitch-Pine está a menudo todavía brillante.

Pero exige una alerta especial, si no devoción a estos fenómenos, apreciar la
ampliamente distribuida pero tardía e inesperada gloria de los Robles Escarlatas. No
hablo aquí de los pequeños árboles y arbustos, que son observados corrientemente, y
que están ahora desnudos, sino de los grandes árboles. La mayoría se retira y cierra sus
puertas creyendo que el rudo y descolorido Noviembre ha llegado, cuando algunos de
los colores más brillantes y memorables no están todavía encendidos.

Este ejemplar muy perfecto y vigoroso, de cerca de 40 pies de alto, erguido en un
pastizal abierto, que tenía un brillo bastante verde el día 12, cambió completamente a un
oscuro y brillante escarlata- como si cada hoja entre ti y el sol hubiera sido sumergida
en un tinte escarlata. El árbol entero es casi como un corazón, tanto en su forma como
en su color.¿No merecía la pena esperar por ello?.Poco podías sospechar, hace diez días,
que aquel árbol verde y frío asumiría un color como éste. Sus hojas están todavía
firmemente sujetas, mientras las de otros árboles están cayendo a su alrededor-“Soy el
último en enrojecer, pero enrojezco más profundamente que cualquiera de vosotros.
Traigo al último en mi abrigo rojo. Nosotros los escarlatas somos los únicos robles que
no hemos abandonado la lucha”.
El Roble Escarlata pide un cielo claro y la brillantez de los últimos días de Octubre.
Estos traen sus colores. Si el sol se oculta tras una nube, son comparativamente
indistinguibles. Cuando me siento sobre un risco en la parte sur de nuestra villa, el sol
desciende y el bosque en Lincoln, al sur y al este mío, es encendido por sus rayos más
nivelados. Y en los Robles Escarlatas, dispersos uniformemente por el bosque, hay un
rojo más brillante que el que yo creía que había en ellos. Cada árbol de esta especie que
es visible en estas direcciones, incluso hasta el horizonte, se yergue con un rojo
destacado. Algunos grandes elevan sus altas espaldas rojas sobre los bosques, en la villa
próxima, como rosas enormes con una miríada de finos pétalos, y algunos más
pequeños, en un pequeño conjunto de Pinos Blancos sobre Pine Hill en el este, en el
mismo límite del horizonte, alternando con los pinos en el límite del bosque, y
respaldándolos con sus abrigos rojos, parecen soldados rojos entre cazadores de verde.
Esta vez, Lincoln es también verde. Hasta que el sol descendió, no creí que hubiera
tantos abrigos rojos en el ejército del bosque. El suyo es un rojo intenso y ardiente, que
perdería algo de su fuerza, creo, con cada paso que pudieras dar hacia ellos, porque la
sombra que permanece entre su follaje no se muestra a esta distancia, y son
unánimemente rojos. El foco de su color reflejado está en esta parte lejos en la
atmósfera. Cada árbol llega a ser un núcleo de rojo, como si fuera donde, con el sol
declinando, dicho color crece y brilla. Es en parte fuego prestado, recolectando fuerza
del sol en su ruta hasta nuestro ojo. Solo tiene unas hojas comparativamente apagadas
como punto de reagrupamiento o materia de ignición, para empezar y alcanzar después
un escarlata intenso o vapor rojo, o fuego, que encuentra el combustible de sí mismo en
la misma atmósfera. Tan vivo es el fuego. Los mismos raíles reflejan una luz rosa en
esta hora y estación. Ves un árbol más rojo que el que existe.

Si quieres contar los Robles Escarlatas, hazlo ahora. En un día claro permanece en la
cima de una colina en los bosques, cuando el sol está una hora alto, y cada uno al
alcance de tu vista, excepto en el Oeste, será revelado. En otro caso, podrías vivir hasta
la edad de Matusalén y no registrar una décima parte de ellos. Aún así, algunas veces,
incluso en un día oscuro, los he juzgado tan brillantes como siempre los ví. Mirando a
poniente sus colores se pierden en una llama de luz, pero en otras direcciones el bosque
entero es un jardín de flores, en el cual estas rosas tardías arden, alternando con el
verde, mientras los así llamados “jardineros”, caminando aquí y allá, quizás debajo, con
pala y tetera, ven solo unos pequeños asters entre hojas caídas. Estos son mis aster-
chinos, mis últimas flores de jardín. No me cuestan nada como jardinero. Las hojas que
caen sobre todo el bosque están protegiendo las raíces de mis plantas. Mira solo a lo que
está para ser visto y tendrás bastante jardín, sin cavar el suelo en tu terreno. Solo
tenemos que elevar nuestra visión un poco para ver el bosque entero como un jardín.¡El
florecimiento del Roble Escarlata-la flor del bosque , sobrepasando a todo en esplendor
(al menos desde el Arce)!.No lo sé pero me interesan más que los Arces, están tan
amplia y uniformemente dispersos a través del bosque, son tan duros, un árbol más
noble en su conjunto; nuestra principal flor de Noviembre, abrazando la llegada del
invierno con nosotros, impartiendo calidez a los proyectos tempranos de Noviembre.

Es destacable que el último color brillante general deba ser este profundo oscuro escarlata y
rojo, el más intenso de los colores. ¡La fruta más madura del año, como la mejilla de una
dura y brillante manzana roja de la fría Isla de Orleáns, que no estará madura para ser
comida hasta la próxima primavera!.¡Cuando asciendo a la cima de un colina, un millar
de estas grandes rosas Roble, distribuidas a cada lado, tan lejos como el horizonte!¡Los
admiro desde cuatro o cinco millas de distancia!¡Mi propósito no fallido de la pasada
semana!.Estas últimas flores del bosque sobrepasan todo lo que la primavera y el verano
puedan hacer. Sus colores no serán sino raras y pequeñas manchas (creadas para los
cortos de vista que andan entre las hierbas más humildes y los bajos del bosque) y no
producen ninguna impresión sobre un ojo lejano. Ahora es un bosque extenso o la vertiente
de una montaña, por los que viajamos día a día, lo que arde en flor. Comparativamente,
nuestra jardinería es a pequeña escala, el jardinero alimentando todavía unos pocos
asters entre semillas muertas, ignorante de la rosa y asters ciclópeos, que le harían
sombra y no requieren ningún cuidado suyo. Es como un pequeño fondo rojo pintado
sobre un plato y sostenido contra el cielo del amanecer.¿Por qué no tener vistas más
amplias y elevadas, andar en el gran jardín, no camuflarse en un pequeño y degradado
rincón suyo?. ¿Considerar la belleza del bosque y no meramente la de unas pocas
hierbas confiscadas?.Permite que tus paseos sean ahora un poco más aventureros,
asciende las colinas. Si hacia el fin de Octubre asciendes cualquier colina en las afueras
de nuestra ciudad, y probablemente de la vuestra, y miras hacia el bosque, tú puedes ver
bien lo que trato de describir. Todo ello seguramente lo verás, y mucho más, si estás
preparado par verlo, si lo buscas. En otro caso, a pesar de regularidad y universalidad de este
fenómeno, tanto si estás en la cima como si estás en el valle, pensarás durante 30 años que todo
el bosque es, en esta estación, oscuro y marrón. Los objetos están disimulados a nuestra
vista, no tanto porque estén fuera de nuestro campo visual como porque nosotros no
hacemos que nuestras mentes y ojos los enfoquen, porque no hay ningún poder en el ojo
en sí mismo más que en cualquier otro pigmento impresionable. No reparamos en lo
lejos y ancho, o en lo cerca y estrecho, que debemos mirar. La mayor parte de los
fenómenos de la Naturaleza permanecen, por esta razón, ocultos en nuestras vidas. El
jardinero solo ve el jardín del jardinero. Aquí también, como en la economía política, la
oferta crea su propia demanda. La Naturaleza no cosecha perlas antes de la ostra. Hay
tanta belleza visible para nosotros en el paisaje como aquélla que estamos preparados
para apreciar, ni un grano más. Los objetos actuales que un hombre verá desde la cima
de una concreta colina son tan diferentes de los que otro verá como diferentes son los
que observan. El Roble Escarlata debe, en un sentido, estar en tu visión cundo tu
marchas. No podemos ver nada hasta que tomamos posesión de su idea, lo tomamos en
nuestras mentes-y entonces a duras penas podemos ver algo diferente. En mis paseos
botánicos, encuentro que primero la idea o imagen de una planta ocupa mis
pensamientos, aunque pueda parecer muy extraña a este lugar-no más próxima que la
Bahía Hudson-, y por algunas semanas o meses pienso en ella, y la espero
inconscientemente, hasta que al fin seguramente la veo. Esta es la historia de mis
hallazgos de una o más plantas raras, que podría nombrar. Un hombre solo ve lo que le
concierne. Un botánico absorto en el estudio de las hierbas no distingue los más grandes
pastos de Roble. Ver plantas distintas en un mismo sitio, como por ejemplo incluso
Juncaceae y Gramineae requiere una diferente intención del ojo; yo observo que cuando
busco las primeras no veo las segundas en mitad de ellas.¡Cuánto más, exige, entonces,
distintas intenciones del ojo y de la mente el escudriñar los diferentes espacios de
conocimiento!. ¡De qué forma tan distinta miran los objetos el poeta y el naturalista!.

Toma un hombre selecto de Nueva Inglaterra y colócalo en la más alta de nuestras
colinas y dile que mire-agudizando su visión al máximo y poniéndole los cristales que
mejor le vayan (ay usando unos prismáticos si quiere)- y haga un informe
completo.¿Qué espiará probablemente?. ¿Qué seleccionará para observar?.Desde luego
el verá un espectro roto de sí mismo. Verá varias casas de reunión, al menos, y quizás
que alguien debe ser valorado más alto de lo que es, puesto que tiene un buen trozo de
bosque. Ahora toma a Julio César, a Emmanuel Swedenborg, o a un isleño de Fegee, y
ponlos a mirar. O supón que están juntos y déjales comparar sus notas
después.¿Parecerá que han participado de la misma visión?.Lo que verán será tan
diferente como Roma fue del Cielo o el Infierno o los últimos de las islas Fegee. Porque
sabemos que un hombre tan extraño como éstos está siempre en nuestro hombro.

Porque exige un certero cazador jugar un juego tan trivial incluso como el de los patos y
señuelos: el cazador debe tener un empeño particular y saber cuál es su empeño.
Tendría una pequeña posibilidad si disparará al azar en el cielo, una vez informado de
que los patos volaban allí. Y así es con aquel que dispara a la belleza, aunque espere hasta
que el cielo caiga él no logrará ninguna si no sabe ya sus estaciones y terrenos y el color de su
ala, si no la ha soñado de manera que pueda anticiparla; entonces el dispara a cada paso, tira
doble y sobre el ala, con ambos cañones, incluso en los campos de maíz. El hombre deportivo
se entrena a sí mismo, se viste y mira inusualmente, y carga y amartilla para su juego
particular. Reza por él, y ofrece sacrificios, y así lo consigue: después de la debida y
larga preparación educando su ojo y su mano, soñando despierto y dormido, con
escopeta, remo y bote en busca de avetoros, a los que la mayoría de sus vecinos ni
vieron ni soñaron, y rema durante millas con el viento de cara y vadea con el agua hasta
sus rodillas, estando todo el día fuera sin cena, y por ello los caza. Los tenía a medio
camino en su morral cuando empezó, y solo tiene que derribarlos. El verdadero
deportista puede dispararte casi cualquiera de sus juegos desde sus ventanas:¿para qué
otra cosa tiene él sus ojos o ventanas?.Viene y se apoya al fin sobre la culata de su
escopeta, pero el resto del mundo nunca lo ve con su plumaje puesto. Los gansos vuelan
exactamente bajo su cenit y graznan cuando llegan, y él se guardará asimismo con
provisión de fuego en su chimenea; veinte ratas de agua rehúsan cada una de sus
trampas antes de que esté vacía. Si vive y su espíritu de juego crece, el cielo y la tierra le
fallarán antes que el juego, y cuando muera irá a territorios de caza más extensos y quizás más
felices. El pescador también sueña con los peces, ve un bobbing cork en sus sueños,
hasta que casi puede cogerlos en su sacadera. Yo conocía a una chica que puesta a coger
huckleberries cogió un cuarto de galón de gooseberries donde nadie sabía que hubiera
ninguna, porque estaba tan acostumbrada a cogerlas en el condado de donde venía. El
astrónomo sabe donde buscar estrellas y ve una claramente en su mente antes de que
nadie la haya visto con el telescopio. La gallina escarba y encuentra su comida justo
debajo de donde está, pero éste no es el camino del halcón.

Estas brillantes hojas que he mencionado no son la excepción sino la regla, porque yo
creo que todas las hojas, incluso las hierbas y musgos, adquieren colores más brillantes justo
antes de su caída. Cuando observas fielmente los cambios de cada planta humilde, hallas que
cada una tiene, antes o después, su peculiar tinte otoñal y si te propones hacer una lista completa
de tintes tan brillantes, será casi tan larga como el catálogo de plantas en tu vecindad.

HDT
(Traducción Guillermo G. Ruiz Zapatero)

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comercial-Sin obras derivadas 2.5 España de Creative Commons. Para ver una
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HENRY DAVID THOREAU, TINTES OTOÑALES

  • 1. TINTES OTOÑALES HENRY DAVID THOREAU “Atumnal Tints”fue dado a conocer por primera vez en una conferencia en Worcester el 22 de Febrero de 1859.Apareció póstumamente en el Atlantic Monthly en Noviembre de 1862.Al igual que su objeto es un texto vivo. Los europeos que vienen a America se sorprenden de la brillantez de nuestro follaje otoñal. No hay registro de este fenómeno en la poesía inglesa, porque los árboles no adquieren allí sino unos pocos colores brillantes. Lo máximo que Thomson dice sobre esta cuestión en su “otoño” es lo que contienen estas líneas: “Pero mira los bosques multicolores que decaen sombra más profunda sobre sombra, el campo alrededor marrón, una umbría multitudinaria, oscuro y marrón de toda la gama, desde el pálido verde desfalleciente al negro tizón” Y la línea en la que habla de: “El Otoño irradiando sobre los bosques amarillos” El cambio otoñal de nuestros bosques no ha causado todavía una impresión profunda en nuestra propia literatura. Octubre no ha teñido apenas nuestra poesía.Muchos, que han pasado su vida en las ciudades, y que nunca han tenido la oportunidad de venir al campo en esta estación, nunca han visto esto, la flor, o más bien la fruta madura, del año. Recuerdo haber cabalgado con un ciudadano, quien, aún una quincena demasiado tarde para los colores más brillantes, fue sorprendido y no creía que hubiera habido algo más brillante. Nunca antes había oído de este fenómeno. No solamente muchos en nuestras ciudades no lo han presenciado nunca, sino que es escasamente recordado por la mayoría de año en año. La mayoría confunde el cambio con la caída de la hoja, como si confundieran manzanas maduras con podridas. Pienso que el cambio a un color más alto en una hoja es una evidencia de que ha llegado a una madurez tardía y perfecta, respondiendo a la maduración de los frutos. Son generalmente las hojas más bajas y antiguas las que primero cambian. Pero de la misma manera que el insecto de corta vida y color brillante, las hojas no maduran sino para caer. Generalmente cada fruto, al madurar, y justo antes de caer, cuando comienza una vida más individual e independiente, necesitando menos nutrición de cualquier fuente, y la misma no tanto de la tierra a través del tronco como del sol y el aire, adquiere un tinte brillante. Así también las hojas. El fisiólogo dice que ello es “debido a una incremento en la absorción de oxígeno”.Esta es la explicación científica del asunto- solo una reafirmación del hecho. Pero yo estoy más interesado en la rosada mejilla que en saber qué dieta particular ha seguido la joven. El bosque y la hierba, la película de la tierra, debe adquirir un color brillante, un evidencia de su madurez, como si el globo de la tierra fuera una fruta de su tronco, siempre con una mejilla hacia el sol. Las flores no son sino hojas coloreadas, los frutos no son sino flores maduras. La parte comestible de la mayoría de los frutos es, como el fisiólogo dice, “el parénquima o tejido carnoso de la hoja”, de la que están formados.
  • 2. Nuestros apetitos han comúnmente confinado nuestras visiones de la madurez y sus fenómenos, color, sabor y perfección, a las frutas que comemos y estamos inclinados a olvidar aquella inmensa cosecha que no comemos, que a duras penas usamos, y que es anualmente madurada por la Naturaleza. En nuestras Ferias de Ganado y Exhibiciones de Horticultura hacemos, pensamos, una gran exhibición de frutas honestas destinadas sin embargo a un fin innoble, frutas no valoradas principalmente por su belleza. Pero alrededor y dentro de nuestras ciudades hay anualmente otra muestra de frutos, de una escala infinitamente más grande, frutos que apelan solo a nuestro gusto por la belleza. Octubre es el mes de las hojas pintadas. Su rico destello irradia ahora alrededor del mundo. Como las frutas y hojas, y el propio día, adquieren un tinte brillante justo antes de morir, así también el año se acaba. Octubre es su cielo de ocaso; Noviembre su última luz. En algún momento pensé que merecería la pena conseguir un ejemplar de hoja de cada árbol caducifolio, arbusto y planta herbácea cuando hubiera adquirido su color brillante más característico, en su transición del estado verde al marrón, precisarlo y copiarlo exactamente, con pintura, en un libro, que debería titularse “Octubre o Tintes otoñales”, comenzando con el rojo más temprano –Woodbine y similares de hojas radicales, continuando por los Maples, Hickories y Sumacs, y muchas otras hojas bellamente moteadas menos conocidas, hasta los últimos Oaks y Aspens. ¡Qué recuerdo sería un libro así!.Solo necesitarías pasar sus hojas para deambular a través de los bosques otoñales cuando quisieras. O si pudiera preservar las hojas por ellas mismas, no caídas, todavía sería mejor. He hecho poco progreso hacia un libro así, en cambio, he intentado describir todos estos tintes brillantes en el orden en que ellos mismos se presentan, Los que siguen son algunos extractos de mis notas. LAS HIERBAS PURPURAS Hacia el 20 de Agosto, en cualquier lugar en los bosques y valles, somos apercibidos del otoño, tanto por las ricamente moteadas hojas “sarsaparrilla” como por los mortecinos y ennegrecidos skunk-cabbage y eléboros. Y, en la ribera del río, por la Pontederia que ya se oscurece. La hierba púrpura (eragrostis pectinacea) está ahora en el apogeo de su belleza. Recuerdo todavía cuando por primera vez reparé en esta planta. Estando en el lado de la colina cerca del nuestro río ví, a 30 o 40 cuerdas, una franja púrpura de 12 cuerdas de larga, bajo el extremo de un bosque, donde el terreno se inclinaba hacia un soto. Era tan vivamente coloreada e interesante como los macizos de rhexia, aunque no tan brillante sino de un púrpura más oscuro, como la mancha tendida de un fruto apretado y grueso. Cuando me acerqué y la examiné, descubrí que se trataba de un planta herbácea florecida, a duras penas de un pie de altura, con solo unos pocos extremos verdes y un fino y distribuido conjunto de flores púrpuras, una baja niebla púrpura meciéndose alrededor mío. De cerca no era sino de un púrpura apagado, que hacía poca impresión a la vista; incluso era difícil de detectar. Y si cogías solo una planta, te sorprendía detectar lo fina que era y qué poco color tenía. Pero vista a distancia en una luz favorable, era de un fino y vivo púrpura, como una flor, enriqueciendo la tierra. Tales causa pequeñas se combinan para producir estos marcados efectos. Fui el más sorprendido y agradecido porque las hierbas son comúnmente de un color sobrio y no destacado.
  • 3. Con su bella pincelada púrpura me recuerda, y ocupa el lugar, de la rexhia, que ahora está cayendo y es uno de los fenómenos más interesantes de Agosto. Los macizos más finos de ella creen en baldíos de tierra en la base de colinas secas, justo por encima del extremo de los sotos, donde el avaricioso segador no llega para pasar su guadaña, porque esta es una hierba fina y pobre, oculta a él. O, puede ser, porque es tan bella que él no sabe que existe, porque lo mismos ojos no la ven a ella y a Timothy. El segador consigue el heno del soto y las hierbas más nutritivas que crecen junto a él, pero abandona esta niebla púrpura para la cosecha del caminante- forraje para su llamativa despensa. Más arriba hacia la colina, crecen quizás también blackberries, Jhon´s-Wort y no detectadas, mortecinas y rígidas June-grass. ¡Qué fortuna que crezcan en tales lugares y no en medio de las hierbas cotizadas que son cortadas anualmente!.La naturaleza conserva distintos el uso y la belleza. Conozco muchos lugares, donde no falta a su cita anual y pinta la tierra con su pincelada. Crece en pendientes moderadas, bien en líneas continuas o en círculos dispersos de un pie de diámetro, y dura hasta que es muerta por las primeras y súbitas heladas. En la mayoría de las plantas el cáliz o corola es la parte que logra el color más vivo y la más atractiva. En muchas es el fruto que dispersa la semilla. En otras, como el Maple rojo, las hojas. Y en otras, es el propio tallo el que es la flor principal o parte fertilizada. Este es especialmente el caso del poke o garget (Phytolaca decandra).Algunas que se encuentran bajo los riscos me cautivan con sus tallos púrpuras ahora y al principio de Septiembre. Me interesan tanto como la mayoría de las flores y son uno de los más importantes frutos de nuestro otoño. Cada parte es flor (o fruto), tal es su superabundancia de color-tallo, rama, pedúnculo, pedicelo, petiolo e incluso desde la distancia las nervadas hojas púrpura amarillentas. Sus racimos cilíndricos de bayas de varios tonos, desde el verde al púrpura oscuro, de seis o siete pulgadas de largo, cuelgan graciosamente de todos los lados, ofreciendo alimento a los pájaros; e incluso los sépalos de los cuales los pájaros han tomado las bayas son un brillante lago rojo, con reflejos rojo-púrpura como llamas, igual a cualquier cosa de la misma clase-todos ardiendo con su maduración. De aquí viene “lacca”, de lago. Hay al mismo tiempo brotes de flores, flores, bayas verdes, púrpura oscuro o maduras, y estas flores como sépalos, todo en la misma planta. Adoramos ver cualquier tono rojizo en la vegetación de la zona templada. Es el color de los colores. Esta planta le habla a nuestra sangre. Le pide al sol que brilla sobre ella que le haga mostrar su mejor ventaja, y debe ser vista en esta estación del año. En la parte soleada de las colinas, sus tallos están maduros hacia el 23 de Agosto. En dicha fecha anduve a través de un bello bosque de ellas, de seis o siete pies de altura. Del lado de uno de nuestros riscos, donde maduran antes. Hacia el suelo eran de un púrpura brillante y profundo con una floración, contrastando con las hojas todavía claramente verdes. Parece un gran triunfo de la Naturaleza haber producido y perfeccionado tal planta, como si fuera suficiente para un verano. A qué madurez tan perfecta llega. Es el emblema de una vida lograda concluida con una muerte no prematura, que es un ornamento para la Naturaleza.
  • 4. ¡Si nosotros maduráramos tan perfectamente, raíz y rama, brillando en la mitad de nuestra decadencia, como el garget!.Confieso que me excita verlas. Cojo una para bastón, porque apenas la agarro y me inclino sobre ella. Me encanta presionar las bayas entre mis dedos, y ver su jugo tiñendo mi mano. ¡Andar ente estos erectos y ramificados recipientes de vino púrpura, que retienen y difunden el brillo del ocaso, probando cada una con nuestro ojo, en lugar de contar las cubas en un muelle de Londres, qué privilegio ¡.Porque la vendimia de la naturaleza no está limitada al vino. Nuestros poetas han cantado el vino, el producto de una planta foránea que usualmente no han visto, como si nuestras plantas no tuvieran más jugo en ellas que los cantores. De hecho esta ha sido nombrada por algunos la uva americana, y aunque nativa de américa, sus jugos son usados en algunos países extranjeros para mejorar el color del vino; así que el poetastro puede estar celebrando las virtudes del garget sin saberlo. Aquí hay bayas suficientes para pintar de nuevo el cielo de la puesta y celebrar una bacanal, si quieres. Y que flautas serían sus tallos de color sangre, para ser usadas en la danza. Es verdaderamente una planta real. Podría pasar toda la tarde del año admirando los tallos de garget. Y quizá de entre estos podría surgir al fin una nueva escuela de filosofía o poesía. Dura todo Septiembre. Al mismo tiempo que el garget, o hacia el final de Agosto, un género para mí muy interesante de hierba, los andropogons, o beardgrass están empezando su maduración. Andropogon furcatus, beardgrass ramificada o llámala hierba púrpura dactilar; Andropogons scopariius, hierba púrpura del bosque y andropogon (ahora llamado Sorghum) nutans, hierba india. El primero es una muy alta y estrecha hierba, de tres a siete pies de alta, con cuatro o cinco puntas púrpuras como espinas desplegándose desde la base. La segunda también es bastante estrecha, creciendo en macizos de dos pies de alto por uno de ancho, con los tallos algo curvos, los cuales, a medida que las puntas florecen tienen una vaga apariencia blanquecina. Estas dos son las hierbas que prevalecen en esta estación sobre los campos secos y arenosos y en las colinas. Los tallos de ambas, por no mencionar sus bellas flores, reflejan un tinte púrpura, y ayudan a declarar la madurez del año. Quizás tengo la mayor simpatía por ellas porque son ignoradas por el granjero y ocupan suelos estériles e ignorados. Son altamente coloreadas, como uvas maduras, y expresan un madurez que la primavera no sugirió. Solo el sol de Agosto puede haber barnizado estos tallos y hojas. El granjero hace tiempo que ha recogido su heno y no traerá su guadaña a donde estas hierbas salvajes y estrechas han florecido, siempre ves espacios de arena estéril entre ellas. Pero yo ando animado entre los macizos de la hierba india, sobre los campos arenosos, y en la frontera de los shrub-oaks, agradecido de reconocer a estos simples contemporáneos. Con pensamientos que cortan un ancho espacio, los cojo. Con pensamientos de caballo rumiante los coloco en filas .El poeta de fino oído puedo ir el sonido de mi guadaña. Estas dos fueran las primeras hierbas que aprendí a distinguir, porque no supe por
  • 5. cuantos amigos estaba rodeado-los había visto simplemente como hierbas plantadas. El púrpura de sus tallos también me excita del mismo modo que el del garget. Piensa qué refugio tienes, antes de que Agosto termine, del comienzo de las clases y de la sociedad que aísla. Puedo ocultarme entre los macizos de la hierba púrpura del bosque sobre los bordes de los Grandes Campos. Dondequiera que voy estas tardes, las dactilares hierbas púrpuras permanecen como una indicación, y dirigen mis pensamientos a senderos más poéticos que aquellos que últimamente han recorrido. Un hombre puede quizás recorrer y pisotear plantas tan altas como su cabeza y no puede decirse que las conoce, aunque puede haber cortado toneladas de ellas, llenado sus establos con ellas, y alimentado su ganado durante años. Aún así, si en algún momento las considera favorablemente, puede ser vencido por su belleza. Cada planta más humilde, o hierba, como la llamamos, permanece allí para expresar algún pensamiento o humor nuestro, y aún así cuánto tiempo permanece en vano. He caminado por estos Grandes Campos muchos agostos, y nunca todavía reconocí suficientemente estos compañeros púrpuras que tenía allí. En verdad he braceado contra ellos y los he pisoteado y ahora, al fin, ellos se yerguen y me bendicen. La belleza y la riqueza verdadera siempre son así de baratas y descuidadas. El cielo puede ser definido como el lugar que los hombres evitan. Quién puede dudar que estas hierbas, que el granjero dice que no le conciernen, encuentran alguna compensación en tu aprecio por ellas. Puedo decir que nunca antes las ví, aunque cuando vengo y las miro cara a cara, allí me devuelven un brillo púrpura de años anteriores; y ahora a cualquier sitio que voy, difícilmente veo otra cosa. Es el reino y presidencia de los andropogons. Incluso las misma arenas confiesan la maduradora influencia del sol de agosto, y pienso que junto con las hierbas ondeando sobre ellas, reflejan un tinte púrpura. Las arenas purpúreas. Tal es la consecuencia de este brillo solar absorbido por los poros de las plantas y de la tierra. Toda savia o sangre es ahora del color del vino. Al final no solamente tenemos el mar púrpura sino también la tierra púrpura. La hierba india, creciendo aquí y allí en lugares baldíos, pero más rara que la primera (de dos a cuatro o cinco pies de altura) es todavía más bella y de colores más vivos que sus cóngeneres y muy bien podría haber cautivado el ojo indio. Tien un largo, estrecho y ligeramente ondulante penacho de flores amarillas y púrpuras, como un anuncio levantado por encima de su hojas rojizas. Estos brillantes estandartes están ahora desplegados en las colinas distantes, no en grupos numerosos, sino en tropas dispersas de una fila, como los hombres rojos. Permanecen honestos y brillantes, representantes de la raza de la que reciben su nombre, pero en su mayor parte tan ignorados como ellos. La expresión de esta hierba me capturó durante una semana, después que pasé y la detecté, como el destello de un ojo. Permanece como un jefe indio dirigiendo una última mirada a sus territorios favoritos de caza. EL ARCE ROJO
  • 6. Los arces rojos generalmente empiezan a madurar hacia el 25 de Septiembre. Algunos grandes han estado cambiando llamativamente durante una semana y otros solitarios están muy brillantes. Me fijo en uno pequeño, a media milla atravesando un soto, contra la parte verde del bosque, de un rojo mucho más brillante que las flores de cualquier árbol en verano, y más sobresaliente .He observado este árbol durante varios otoños, cambiando siempre antes que sus compañeros, de la misma forma que un árbol madura su fruta antes que otro. Quizá pudiera servir para marcar la estación. Lo sentiría si fuera talado. Conozco dos o tres árboles semejantes en diferentes lugares de nuestra ciudad, que podrían ser difundidos como maduradores tempranos o árboles de septiembre, y su semilla ofrecida en el mercado, como la de los rábanos, si no importaran tanto como ellos. Ahora estos follajes ardientes se distribuyen principalmente a lo largo de la linde del soto, o los distingo a lo lejos sobre las colinas, aquí y allá, Algunas veces verás muchos pequeños en una vado, casi color fuego, cuando otros alrededor están todavía completamente verdes, y los primeros parecen mucho más brillantes por ello. Te cogen por sorpresa, cuando vas por un camino, a través de los campos, temprano en esta estación, como si fueran un alegre campamento de los indios, u otros pobladores del bosque, de cuya llegada no hubieras tenido noticia. Algunos solitarios, de un rojo completamente escarlata, vistos contra otros de su especie todavía verdes y frescos, o contra los peremnifolios, son más memorables que los grupos completos por ahí. Qué bello cuando un árbol es como una fruta escarlata llena de jugos maduros, cada hoja, desde la rama más baja hasta el brote cimero, toda iluminada, especialmente si miras hacia el sol. Qué objeto más destacable puede haber ahí en el paisaje. Visible a millas de distancia, demasiado honesto para ser creído. Si tal fenómeno ocurriera una sola vez, sería traído por la tradición a la posteridad, y entraría al fin en la mitología. El árbol entero que madura antes que sus compañeros logra una preeminencia singular y algunas veces la mantiene por una semana o dos. Me estremezco ante su visión, usando su estandarte escarlata para el regimiento de pobladores verdes de alrededor, y voy media milla fuera de mi ruta para examinarlo. Un solo árbol se convierte entonces en la corona de la belleza de algún valle en el soto, y la expresión de todo el bosque alrededor es inmediatamente más viva por ello. Un pequeño arce rojo ha crecido, quizás, lejos en el comienzo de algún valle retirado, a una milla de cualquier camino, inobservado. Ha cumplido fielmente las obligaciones de un arce allí, en invierno y en verano, no descuidado ninguna de sus economías, y crecido a la altura de la virtud propia de su especie, por un crecimiento continuo durante tantos meses, sin haberse movido de lugar, y está más próximo al cielo que lo que lo estuvo en primavera. Ha recolectado fielmente su savia, y proporcionado refugio al pájaro errante, hace tiempo que maduró sus semillas y las confío a los vientos, y tiene quizás la satisfacción de saber que un millar de pequeños arces bien formados se ha establecido en la vida en algún lugar. Bien merece el señorío arce. Sus hojas le han estado preguntando de vez en cuando, con un suspiro, ¿cuándo enrojeceremos?. Y ahora, en este mes de Septiembre, el mes del viaje, cuando los hombres se apresuran al mar, o a las montañas, o los lagos, este arce modesto, sin moverse una pulgada, viaja en su reputación, despliega su bandera
  • 7. escarlata sobre aquel lado de la colina, que muestra que ha finalizado su trabajo veraniego antes que todos los demás árboles, y se retira de la batalla. En la hora undécima del año, el árbol que ningún escrutinio podría haber detectado aquí cuando más trabajaba es, ahora, por el tiente de su madurez, por sus verdaderos destellos, revelado al fin al viajero lejano y descuidado, conduciendo sus pensamientos lejos de su camino polvoriento y hacia las soledades valientes que él puebla. Destella con toda la virtud y belleza de un arce-arce “rubrum”. Ahora podemos leer su título, o rúbrica, claramente. Sus virtudes, no sus pecados, son como escarlata. A pesar de que el arce rojo es el más intensamente escarlata de cualquiera de nuestros árboles, el arce-saccharum ha sido el más celebrado, y Michaux, en sus “Sylva”, no habla del color otoñal del primero. Es hacia el dos de octubre, cuando estos árboles, tanto los grandes como los pequeños, están más brillantes, aunque muchos permanecen todavía verdes. En terreno joven parecen competir unos con otros, y siempre alguno en la mitad del conjunto será de un escarlata peculiarmente puro, y por este color intenso atraerá nuestra vista en al distancia, llevándose la palma. Una hondonada grande con arces rojos, en el cénit de su cambio, es la cosa más claramente brillante de todas las cosas tangibles, donde yo vivo, tan abundante es este árbol con nosotros. Varía mucho en forma y color. Muchos son meramente amarillos, otros escarlatas, otros escarlata tornando hacia fuego, más rojos que lo habitual. Mira esta hondonada de arces mezclada con pinos, en la base de una colina de pinos, a un cuarto de milla, para que puedas conseguir el pleno efecto de los colores brillantes, sin detectar las imperfecciones de las hojas, y ve sus llamas amarillas, escarlata, fuego, de todas las tonalidades, mezcladas y contrastadas con el verde. Algunos arces están verdes todavía, solamente amarillos o fuego en los extremos de sus masas, como los extremos salientes de un avellano ; algunos están completamente escarlatas, radiando regular y finamente en todas direcciones, bilateralmente, como las nervaduras de una hoja; otros de forma más irregular, cuando giro mi cabeza ligeramente, vaciando algo de su terrosidad y ocultando su tronco, parecen descansar pesadamente, como nubes amarillas y escarlatas, anillo sobre anillo, o como ventisqueros moviéndose por el aire, estratificados por el viento. Aumenta mucho la belleza de tal hondonada en esta estación, el que, incluso aunque no haya otros árboles intercalados, no sea vista como una simple masa de color, sino como diferentes árboles de diferentes colores y tonalidades, cada copa distintamente destacada y donde una sigue a otra. Aun así un pintor a duras penas se atrevería a considerarlos tan distintos a un cuarto de milla de distancia. Cuando voy a través de un soto hacia una elevación del terreno esta tarde brillante, veo, a cincuenta cuerdas hacia el sol, la copa de una hondonada de arces apareciendo justo sobre el brillante extremo pardo rojizo de la colina, una línea de en apariencia 20 cuerdas de largo por 10 pies de profundo, del más intensamente brillante escarlata, naranja y amarillo, igual a cualquier flor o fruto, o a cualesquiera tintes siempre pintados. A medida que avanzo, descendiendo el extremo de la colina que hace de firme trasfondo o encuadre más bajo de la vista, la profundidad del brillante bosque se incrementa continuamente, sugiriendo que la totalidad del valle circundado está repleta de tal color. Uno se maravilla de que los recaudadores y padres de la ciudad no estén fuera para ver lo que los árboles dicen con sus altos colores y exhuberancia de espíritus,
  • 8. teniendo que algún contratiempo se esté fraguando. No veo lo que los Puritanos hicieron en esta estación cuando los arces se vistieron de escarlata. Ciertamente ellos, entonces, no habrían podido rezar en los bosques. Quizás por ello construyeron edificios para congregarse y los vallaron alrededor con establos para caballos. EL OLMO Ahora también, el primero de Octubre, o más tarde, los olmos están en el cénit de su belleza otoñal. Grandes masas pardo-amarillentas, cálidas por su horno septembrino, colgando sobre la carretera. Sus hojas están perfectamente maduras. Me pregunto si hay alguna madurez paralela en las vidas de los hombres que viven bajo ellos. Cuando miro calle abajo, que está alineada con los árboles, me recuerdan, tanto por su forma como por su color, a las masas de gavillas de grano que amarillea, como si la cosecha hubiera venido de hecho a la ciudad y pudiéramos esperar encontrar, al fin, alguna madurez y sabor en los pensamientos de los ciudadanos. ¿Bajo estas agitadas pilas de hojas brillantemente amarillas dispuestas a caer sobre las cabezas de los paseantes, cómo puede prevalecer cualquier crudeza o inmadurez de pensamiento o acción?. Cuando permanezco donde media docena de grandes olmos descienden sobre una casa, es como si permaneciera junto a una corteza madura de calabaza, y me siento tan carnoso como si yo fuera la pulpa, aunque pueda ser también algo magro y seminal. ¿Qué es el último verdor del olmo inglés, como un pepino fuera de estación, que no sabe cuando terminar, comparado con la temprana y dorada madurez del árbol americano?. La calle es el escenario de una gran casa-cosecha. Sería valioso plantar estos árboles aunque solo fuera por su valor otoñal. Piensa acerca de estas grandes copas amarillas o parasoles tendidos sobre nuestras cabezas y nuestras casas juntos por una milla, haciendo la ciudad una y compacta, un ulmarium, que es al mismo tiempo una guardería de hombres. Y entonces cuán gentilmente e inobservados depositan su carga y dejan pasar el sol cuando es deseado, sus hojas no escuchadas cuando caen sobre nuestros tejados y nuestras calles; y así el parasol de la ciudad es cerrado y enviado lejos. Veo al comerciante dirigirse a la ciudad, y desparecer bajo su conjunto de copas de olmo, con su grano, como si entrara en un inmenso granero o silo. Estoy tentado de ir allí como a un descascaramiento de pensamientos, ahora secos y maduros, y listos para ser separados de sus integumentos; pero presiento que ello será principalmente cáscaras y poco acumen, grano descacarillado para cerdo, apto solo para comida animal – porque con arreglo a lo que siembras, así cosecharás. HOJAS CAIDAS Hacia el seis de octubre las hojas empiezan a caer, en avalanchas sucesivas, después de las heladas o la lluvia, pero la principal cosecha de hoja, el cénit de la Caída es, por lo común, hacia el dieciséis. En una mañana hacia esa fecha hay quizás una helada más fuerte que las que hemos visto y hielo formado bajo la bomba de agua, y ahora, cuando el viento de la mañana se levanta, las hojas caen en duchas más densas que nunca.
  • 9. Repentinamente forman camas gruesas o capas sobre el suelo, en este aire suave, o incluso sin viento, precisamente forman el tamaño y la forma del árbol encima. Algunos árboles, como los pequeños nogales parecen haber depositado sus hojas de forma instantánea, como un soldado deposita sus armas en el suelo a una señal; y estas del nogal, siendo todavía de un amarillo brillante, aunque inertes, reflejan un destello de luz desde el suelo donde yacen. Abajo han venido, sobre todos los lados, al primer toque sabio de la vara del otoño, haciendo un ruido como de lluvia. O, en otro caso, es después de un tiempo de lluvia y humedad que nos damos cuenta de la gran caída de hojas habida durante la noche, aunque este no puede ser todavía el toque que debilite la hoja del arce de roca. Las calles están gruesamente alfombradas con los trofeos, y las hojas caídas de los olmos hacen un oscuro pavimento bajo nuestros pies. Después de algún día o días marcadamente cálido del verano-indio, percibo que es este inusual calor el que, más que ninguna otra cosa, causa la caída de las hojas, quizás en ausencia de heladas o lluvia durante algún tiempo. El intenso calor repentinamente madura y hace decaer las hojas, justamente como suaviza y madura melocotones y otras frutas y causa también su caída. Las hojas de los tardíos arces rojos, todavía brillantes, tapizan la tierra, a menudo cercos de fuego sobre un suelo amarillo, como algunas manzanas salvajes, aunque no conservan estos colores brillantes en el suelo sino uno o dos días, especialmente si llueve. Sobre los caminos voy entre árboles desnudos y como humo, que han perdido su ropaje brillante, pero allí yace, casi tan brillante como siempre, sobre el suelo a un lado o formando una figura tan regular como antes sobre el árbol. Mejor diría que primero observo los árboles planos sobre el suelo como una sombra permanentemente coloreada, y que ellos invitan a mirar a las ramas que poblaron. Una reina podría estar orgullosa de andar donde estos árboles galantes han dispersado sus brillantes mantos sobre el barro. Veo carruajes rodar sobre ellos como una sombra o reflejo, y los conductores los observan tan poco como sus sombras antes. Los nidos de los pájaros, en el huckleberry (“vaccinium arboreum”) y otros arbustos, y en los árboles, están siendo rellenados con las hojas caídas. Tantas han caído en los bosques, que una ardilla no puede correr hacia una nuez sin ser oída. Los niños las rastrillan en las calles, solamente por el placer de ocuparse con sustancias tan limpias y crujientes. Algunos dejan los caminos escrupulosamente limpios y permanecen para ver al siguiente soplo cubrirlos con nuevos trofeos. El suelo del soto está gruesamente cubierto y el "Lycopodium lucidulum "parece repentinamente más verde entre ellos. El otro día apenas pude encontrar un manantial bien conocido, e incluso supuse que se había secado, porque estaba completamente oculto por hojas frescas caídas, y cuando las retiré y lo hice visible, fue como golpear la tierra con la vara de Aaron para hacer manar una nueva fuente. Cuando voy al río el día después de la principal caída de hojas, el dieciséis, encuentro mi bote completamente cubierto, el fondo y los asientos, con las hojas del sauce dorado bajo las que está varado, y zarpo con una carga de ellas sonando bajo mis pies. Si lo vacío, sería de nuevo completamente mañana. No las considero basura, para ser arrojada, sino que las acepto como paja o solado adecuado para el fondo de mi bote.
  • 10. Cuando giro en la entrada del Assabet, que está en la espesura, largas flotas de hojas flotan sobre su superficie, como si salieran al mar, con espacio para bogar, pero cerca de la orilla, un poco más lejos, son más gruesas que la espuma, ocultando el agua con una cuerda de espesor, bajo y entre los alders, button-bushes y arces ,todavía perfectamente ligeras y secas, con la fibra inalterada y en un recodo rocoso, cuando son paradas por el viento matutino, algunas veces forman un ancho y denso saliente a través del río. Cuando giro mi proa en esa dirección, y la ola que formo las golpea, escucho qué placentero murmullo se desprende de estas secas sustancias golpeándose entre sí. A menudo es solo su ondulación lo que revela el agua bajo ellas. También cada movimiento de la tortuga del bosque en la playa es traicionado aquí por su crepitar. O incluso en la mitad del canal, cuando el viento se levanta, las escucho volar con un sonido tenue. Más arriba se mueven despacio en círculos en algún gran remolino del río, como el de “Leaning Hemlocks”, donde el agua es profunda y la corriente se disipa en la ribera. Quizás en la tarde de ese día, cuando el agua está perfectamente tranquila y llena de reflejos, remo tranquilamente corriente abajo y, entrando en el Assabet, alcanzo un recodo en calma donde inesperadamente me encuentro rodeado por miríadas de hojas, como compañeras de viaje, que parecen tener el mismo propósito o voluntad de propósito que yo. Mira esta gran flota de dispersos botes de hoja entre los que remamos, en esta suave bahía del río, cada uno doblado hacia arriba en cada extremo por el trabajo del sol, cada nervadura como una rígida rodilla, como botes de piel y de todos los diseños. El de Caronte probablemente entre el resto, y algunos con elevadas proas y popas, como los navíos pausados de los antiguos, moviéndose escasamente en la tenue corriente-como las grandes flotas, las densas ciudades Chinas de botes con las que te mezclas al entrar en algún gran mercado, algún Nueva York o Cantón, a los cuales juntos nos aproximamos con parsimonia. ¡Cuán gentilmente ha sido depositado cada uno en el agua¡.Ninguna violencia ha sido todavía usada contra ellos, aunque, quizás, corazones palpitantes estuvieron presentes en su botadura. Y patos de colores, también, el espléndido wood-duck (aix sponsa) entre ellos, vino a menudo a navegar y flotar entre las hojas pintadas-cascos de un modelo todavía más noble!. ¡Qué bebidas plenas de hierbas están disponibles ahora en los pantanos¡.¡Qué fuertemente medicinales pero ricos aromas de las hojas que caen!.La lluvia que cae sobre las frescamente secas hojas y hierbas, y llena los estanques y agujeros en los que han caído limpias y rígidas, pronto las convertirá en té-verde, negro, marrón y amarrillo, de todos los grados de fuerza, bastante para poner a toda la naturaleza a alabar. Tanto si las bebemos como tales como si no, antes de que su fuerza sea extraída, estas hojas secadas sobre los grandes cobres de la naturaleza son de tan varios y puros tintes como los que pudieron hacer la fama de los tes orientales. ¡Cómo se mezclan, de todas las especies, roble y arce, nogal y abedul¡. Pero la naturaleza no es desordenada con ellas, es un perfecto cultivador, las almacena todas. Considera qué vasta cosecha es así depositada anualmente sobre la tierra. Esta, más que
  • 11. cualquier grano o semilla, es la gran cosecha del año. Los árboles están ahora repagando con interés a la tierra lo que tomaron de ella. Están descontando. Están añadiendo el grosor de una hoja a la profundidad del suelo. Esta es la bella vía en que la naturaleza consigue su abono mientras yo regateo con este hombre y aquel, quien me habla del sulfato y del coste del transporte. Todos son los más ricos por esta caída. Estoy más interesado en este grano que en el césped inglés o en el maíz. El prepara el suelo virgen para los campos de maíz y bosques futuros, sobre los que la tierra se engrosa. El conserva nuestra posesión en un buen corazón. Por su bella variedad ningún cultivo puede ser comparado con este. Aquí no está solo el simple amarillo de los granos, sino casi todos los colores que conocemos, sin exceptuar el azul más brillante: el temprano arce que enrojece, el “poison-sumac” ondeando sus pecados como escarlata, el “mulberry ash”, el rico amarillo-cromo de los álamos, el “huckleberry” rojo brillante, con los cuales las espaldas de las colinas están pintadas, como con aquellos de las ovejas. La helada los toca y con la más tenue respiración del día que vuelve o vibración del eje de la tierra, mira en qué oleadas vienen flotando al suelo. El suelo está en todas partes coloreado con ellas. Pero ellas todavía viven en la tierra, cuya fertilidad y tamaño incrementan y en los bosques que nacen de ella. Ellas cayeron par alzarse, para llegar más alto en los años venideros, trepando por la savia en los árboles, y las primeros frutos de la savia así surgidos, al fin transmutados, pueden adornar su corona, cuando , en los años venideros, ha llegado a ser el monarca del bosque. ¡Es agradable caminar sobre las alfombras de estas frescas, crujientes y murmullantes hojas!.¡Qué bellamente caminan a sus tumbas, que gentilmente se tienden por sí mismas y regresan al suelo fértil!-pintadas de una miríada de tintes y preparadas para hacer vivir nuestras alfombras. Así se dirigen a su último reposo, ligeras y con frescura. No ponen ninguna semilla, sino que meramente van corriendo sobre la tierra, seleccionando el lugar, eligiendo un terreno, sin disponer ninguna valla de hierro, susurrando a través de todos los bosques acerca de ello- algunas eligiendo el lugar donde debajo los cuerpos de los hombres están vertiéndose en la tierra y encontrándolos a mitad de camino. ¡Cuántos espasmos antes de descansar quietamente en sus tumbas!.Ellas que surgieron tan altamente, cuán serenamente regresan al polvo otra vez, y son tendidas abajo, resignadas a yacer y decaer al pie de un árbol, y a proporcionar alimento a nuevas generaciones de su clase, como antes a vibrar en lo alto. Ellas nos enseñan cómo morir. Uno se pregunta si alguna vez llegara el tiempo en el que los hombres, con su inflada fe en la inmortalidad, yacerán en el suelo tan elegantemente y tan maduros- y con tal serenidad de un verano indio se quitarán su cuerpos como ahora se quitan su pelo y uñas. Cuando las hojas caen, toda la tierra es un cementerio placentero por recorrer. Amo considerar y meditar sobre ellas en sus tumbas. Aquí no hay mentira alguna ni vanos epitafios. ¿Qué importa que no poseas un nicho en el Monte Auburn?. Tu terreno está seguramente dispuesto en este vasto cementerio, que ha sido consagrado desde antiguo. No necesitas atender ninguna subasta para asegurarte un lugar. Hay espacio suficiente aquí. La Lysimachia florecerá y el pájaro huckleberry cantará sobres
  • 12. tus huesos. El leñador y el cazador serán tus enterradores y los niños saltarán sobre los límites tanto como quieran. Permítasenos caminar en el cementerio de las hojas -este es tu verdadero Cementerio del Bosque verde (Greenwood Cemetery). ARCE DE AZUCAR Pero no pienses que el esplendor del año se ha acabado, porque si una hoja no hace un verano, tampoco una hoja caída hace un otoño. Los arces de azúcar más pequeños de nuestras calles hacen una gran exhibición tan temprano como el cinco de Octubre, más que cualquier otro árbol allí. Cuando miro a la calle principal aparecen como paneles pintados delante de las casas, aunque muchos están verdes. Pero ahora, o generalmente hacia el 17 de octubre, cuando todos los arces rojos y algunos blancos están desnudos, los grandes arces de azúcar están en su gloria, brillando con amarillo y rojo y mostrando tintes delicados e inesperadamente brillantes. Son notables por el contraste que a menudo proporcionan de un rojo profundo en una mitad y verde en la otra. Ellos se convierten a distancia en densas masas de rico amarillo con un profundo escarlata rosáceo, o más que rosáceo, sobre las superficies expuestas. Ellos son ahora los árboles más brillantes en la calle. Los grandes en nuestro terreno comunal son especialmente bellos. Un delicado pero más cálido que amarillo oro es el color que prevalece ahora, con motas escarlata. Aun así, desde la parte este del Común justo antes de la puesta, cuando la luz poniente es transmitida a través suyo, percibo que incluso su amarillo, comparado con el pálido amarillo limón de un olmo cercano, se convierte en escarlata, sin percibir las brillantes porciones escarlata. Generalmente, son grandes masas ovales y regulares de amarillo y escarlata. Todo el calor soleado de la estación, el verano Indio, parece estar absorbido en sus hojas. Las hojas más bajas e interiores próximas al tronco, son, como de costumbre, del amarillo y verde más delicados, como la complexión de los hombres jóvenes crecidos en la casa. Hay una subasta hoy en el Común pero su bandera roja es difícilmente discernible entre esta llama de color. Poco anticiparon los padres de la ciudad este éxito brillante, cuando ordenaron importar desde más lejos algunos plantones rectos con las copas cortadas, a los que llamaron arces de azúcar. Y, como recuerdo, después que fueron plantados, el ayudante de un comerciante vecino, en chanza, plantó judías a su alrededor. Aquellos que fueron entonces llamados socarronamente guías de judías son hoy con diferencia los más bellos objetos discernibles en nuestras calles. Valen todo y más que lo costaron –a pesar de que uno de los hombres elegidos, al plantarlos, cogió el resfriado que ocasionó su muerte- aunque solo sea porque han llenado generosamente los ojos de los niños con su rico color tantos Octubres. No les pediremos una cosecha de azúcar en primavera, mientras nos proporcionan una perspectiva tan honesta en Otoño. La riqueza de puertas adentro puede ser la herencia de pocos, pero está igualmente distribuida en el Común. Todos los niños pueden igualmente revelarse en esta cosecha aúrea. Con seguridad los árboles deberían ser plantados en nuestras calles con el objetivo de su esplendor en octubre, aunque dudo si esto ha sido considerado alguna vez por la “Sociedad del Arbol”. ¿No piensas tú que les concederá alguna ventaja a estos niños el
  • 13. haber crecido bajo estos arces?.Cientos de ojos están regularmente bebiendo en este color, y por estos profesores incluso los vagos son capturados y educados en el momento en que ellos salen fuera. De hecho, ni al vago ni al estudioso se les enseña este color en las escuelas. En su lugar se les enseñan los colores brillantes en las farmacias y en la ventanas de la ciudad. Es una pena que no tengamos también más arces rojos y algunos hickories en nuestras calles. Nuestra caja de colores está rellena muy imperfectamente. En lugar de, o además, de proporcionar tales cajas de pintura podríamos proporcionar estos colores naturales a los jóvenes.¿En qué otro lugar estudiaran el color con mayores ventajas?. ¿Qué Escuela de Diseño puede competir con esta?. Piensa cuánto van a ser educados por estos colores los ojos de los pintores de todas clases, de los industriales de ropa y papel, de teñido de papel, y tantos otros innumerables. Pero de mucha mayor importancia que el conocimiento de los nombres y las distinciones de colores es la alegría y el entusiasmo que estas hojas coloreadas promueven. Ya estos árboles brillantes a lo largo de la calle, sin ninguna variedad adicional, son al menos iguales a un festival y vacación anuales, o a una semana de los mismos. Estos son inocentes y baratos días de gala, celebrados por uno y por todos sin la ayuda de comités o comisarios; una exhibición tal que puede ser autorizada con seguridad, sin atraer a jugadores o vendedores de ron, ni requerir ninguna policía especial para mantener la paz. Y pobre, desde luego, debe ser aquel octubre de una villa de Nueva Inglaterra que no tiene el Arce en sus calles. Este festival de octubre no cuesta ninguna pólvora, ni la llamada de campanas, sino que cada árbol es un estandarte de libertad viva en el cual ondean un millar de brillantes banderas. No es ninguna maravilla que debamos tener nuestra Feria Anual de Ganado, y el Entrenamiento Otoñal y quizás Cornwallis, los Tribunales de Septiembre y otros eventos parecidos. La Naturaleza tiene por sí misma su feria anual en Octubre, no solo en las calles, sino en cada valle y sobre la ladera de cada colina. Cuando últimamente miramos hacia aquella hondonada de Arces Rojos, toda en llamas, donde los árboles estaban ataviados con vestiduras de los tintes más brillantes, ¿no nos sugirió un millar de gitanos debajo,-una raza capaz de una delicia salvaje-,o incluso los cervatillos de fábula, sátiros y ninfas del bosque que volvían a la tierra?.¿O aquello en lo que pensamos era solo una congregación de leñadores o propietarios llegados a inspeccionar sus terrenos?.¿O, antes todavía, cuando paleábamos sobre el río en el aire fino de Septiembre, no parecía haber allí algo nuevo bajo la burbujeante superficie de la corriente, una agitación de bastones, al menos, para que nos apresuráramos con la finalidad de estar a tiempo?.¿No parecían las filas de sauces y arbustos (cephalantus occidentalis?) amarillentos a cada lado como filas de casetas, bajo las cuales, quizás, alguno huevos amarillos estaban igualmente eclosionando en el agua?.¿No sugerían todas estas cosas que los ánimos del hombre deberían levantarse tan alto como los de la Naturaleza-que deberían ondear su bandera y ver interrumpida la rutina de su vida diaria por una expresión análoga de alegría e hilaridad?. Ninguna maniobra anual o revista de tropas, ninguna celebración con sus estandartes y banderas podría traer a ciudad una centésima parte del esplendor de nuestro Octubre.
  • 14. Solo tenemos que plantar los árboles y dejar que permanezcan y la Naturaleza encontrará el colorido-banderas de todas sus naciones, algunas de cuyas señales privadas el botánico puede leer a duras penas-,mientras caminamos bajo los arcos triunfales de los Olmos. Deja a la Naturaleza que señale los días, sean o no los mismos que en los estados limítrofes, y permite que los ministros lean sus proclamas, si es que pueden entenderlas. Contempla que brillante bordado es su bandera Woodbine (Lonicera sempervivens?).¿Qué comerciante benefactor, piensas tú, a contribuido a esta parte de la exhibición?.No hay ninguna cobertura ni pintura más adecuada que esta viña, que cubre en este momento una parte entera de algunas casas. No creo que la Hiedra peremne (Ivy never sear) sea comparable a ello. No es extraño que haya sido introducida masivamente en Londres. Permítasenos entonces, digo, tener muchos y buenos Arces, Hickories y Robles Escarlatas.¡Fuego a discreción!¿Serán aquellos sucios rollos de trapo en la armería todos los colores que una villa pueda desplegar?.Una villa no está completa a menos que tenga estos árboles para marcar la estación en ella. Ellos son importantes como el reloj del pueblo. Una villa que no los tiene no trabajara bien. Permítasenos tener Sauces para la primavera, Olmos para el verano, Arces, Walnuts y Tupelos para el Otoño, Coníferas para el invierno y Robles para todas las estaciones.¿Qué es una galería en una casa en comparación con una galería en las calles que cada comerciante recorre, lo quiera o no?.Desde luego no hay una galería de pintura en el condado que sea tan valiosa para nosotros como lo es la visión hacia el Oeste del ocaso bajo los Olmos de nuestra calle principal. Ellos son el marco de una pintura que es diariamente dibujada detrás. Una avenida de Olmos tan larga como la más larga nuestra y de tres millas de longitud parecería que conduce a un lugar admirable, aunque solo C__ estuviera al final de ella. Una ciudad necesita estos estimulantes inocentes de perspectivas brillantes y animadas para mantener a raya a la melancolía y la superstición. Muéstrame dos villas, una enramada de árboles e iluminada con todas las glorias de Octubre, la otra un desperdicio meramente trivial y sin árboles, o con un solo árbol para los suicidas, y estaré seguro de que en la última se encontrarán los mayores y más famélicos y presuntuosos beatos y los bebedores más desesperados. Cada bargueño para lavar, cántaro de leche y piedra funeraria serán expuestos. Los habitantes desaparecerán abruptamente detrás de de sus granjas y casas, como Arabes del desierto tras sus rocas, y yo miraré para encontrar porras en sus manos. Ellos estarán dispuestos a aceptar la más estéril y desesperada doctrina, la de que el hombre está caminando rápidamente hacia su fin, o la de que ya ha llegado a él, o que ellos, por sí mismos, han sido dados la vuelta por el lado equivocado. Ellos juntarán quizás sus secas articulaciones unas con otras y lo llamarán una comunicación espiritual. Pero para limitarnos a los Arces. ¿Qué sucedería si nos tomáramos la mitad de molestias en protegerlos que las que nos tomamos en plantarlos-no atando estúpidamente nuestros caballos a sus troncos-dalia?. Qué pretendieron los fundadores al establecer esta perfecta institución viviente delante de la Iglesia- la institución que no necesita reparación ni revoco, que es continuamente prolongada y reparada por su crecimiento?.Seguramente ellos Forjados en una sádica sinceridad No se pudieron liberar de Dios por ellos mismos Ellos plantaron mejor que supieron
  • 15. Los árboles conscientes crecieron hacia la belleza Verdaderamente estos Arces son predicadores baratos, permanentemente en paz, que predican sermones de medio siglo, un siglo y ay de un siglo y medio, con unción e influencia en constante crecimiento, dirigiendo a muchas generaciones de hombres; y lo menos que podemos hacer es proporcionarles compañeros adecuados a medida que empiezan a estar enfermos. EL ROBLE ESCARLATA Perteneciendo a un género que es notable por la belleza de sus hojas, sospecho que algunas hojas del roble escarlata (“Quercus coccinea”) superan a las de todos los demás robles en la riqueza y belleza salvaje de sus formas. Juzgo por mi conocimiento de 12 especies y por dibujos que he visto de muchas otras. Permanece bajo el árbol y mira lo finamente que sus hojas se recortan contra el cielo- como si fueran solamente unas pocas puntas afiladas que se extienden desde la nervadura central. Parecen dobles, triples o cuádruples cruces. Son mucho más etéreas que las menos profundamente hendidas hojas de roble. Tienen tan poca “tierra firme” de hoja que parecen fundirse en la luz, y apenas impiden la visión. Las hojas de las plantas muy jóvenes son como las de otros robles adultos de diferentes especies, más enteras, simples y en su diseño; pero éstas, que crecen en lo alto de los árboles viejos, han solucionado el problema de la hoja. Elevadas más y más alto, y sublimadas más y más, abandonando su carácter terreno y cultivando cada año más intimidad con la luz, tienen al final la menor cantidad posible de materia terrestre y la mayor distribución y proximidad de influencias celestes. Allí danzan unidas del brazo con la luz,- danzando sobre puntos fantásticos, compañeras adecuadas en aquellos salones aéreos. Están tan íntimamente mezcladas con ella que, con su estrechez y sus superficies brillantes, a duras penas se puede finalmente cuál es hoja y cuál luz en la danza. Y cuando ningún aire sopla, ellas no son sino una rica cortina de las ventanas del bosque. De nuevo me quedo atónito con su belleza cuando, un mes más tarde, tapizan gruesamente el suelo en los bosques, apiladas unas encima de otras bajo mi pie. Entonces son marrones en el haz pero púrpuras en el envés. Con sus lóbulos estrechos y sus profundas hendiduras que llegan hasta el medio sugieren que el material debe ser barato o que, de otra manera, ha sido un gasto pródigo en su producción, de manera que mucho ha sido desechado. O que nos parecen los restos de la materia a partir de la cual las hojas han sido recortadas con un molde. De hecho, cuando yacen unas sobre otras, me recuerdan un montón de ganga. O tráete una a casa y estúdiala despacio a tu gusto, al lado del fuego. Es un tipo, no de ninguna fuente de Oxford, ni de la forma Vasca o de punta de flecha, tampoco hallada en la Piedra Rosetta, sino destinada a ser copiada en escultura un día, si es que pueden llegar a ser piedra esculpida aquí.¡Qué salvaje y agradable combinación de curvas y ángulos gráciles!.El ojo reposa con idéntico placer en lo que no es hoja y en lo que lo es-sobre los anchos, libres y abiertos senos y sobre los largos y afilados lóbulos en punta. Un sencillo diseño ovalado la incluiría toda, si unes los puntos de la hoja, pero cuánto más rico que el óvalo, con su media docena de entrantes profundos en los cuales el ojo y el pensamiento del que contempla son incluidos. Si fuera un profesor de dibujo
  • 16. pondría a mis alumnos a copiar estas hojas, para que pudieran aprender a dibujarlas firme y grácilmente. Considerada como agua, es como una laguna con media docena de amplios y redondeados promontorios extendiéndose hasta casi el centro en la mitad de cada lado, con sus bahías de agua que penetran lejos en la tierra, puntiagudos fiordos en la terminación de cada uno de los cuales varias corrientes estrechas se llenan-casi un archipiélago foliar. Pero más a menudo sugiere la tierra, y como Dionisio y Plinio compararon la forma de Morea a la de la hoja del árbol Oriental –Plane, así esta hoja me recuerda alguna isla salvaje en el océano, cuya extensa costa, con alternadas bahías redondeadas con suaves playas, puntiagudos y rocosos cabos, la marcan como adecuada para ser morada del hombre y convertirse al fin en un lugar de civilización. Para el ojo del marinero es una costa muy indentada.¿No es, de hecho, una playa para el océano aéreo, sobre la que la espuma del viento golpea?.A la vista de esta hoja todos nosotros somos marineros- si no vikingos, bucaneros y filibusteros. Tanto nuestro deseo de reposo como nuestro espíritu de aventura son estimulados. En nuestro vistazo más casual, quizás pensamos que, si tenemos éxito en doblar estos cabos puntiagudos, encontraremos profundos, suaves y seguros puertos en las amplias bahías.¡Qué diferente de la hoja del Roble Blanco con sus redondeados promontorios terrestres en los cuales ningún faro debe ser colocado!.Esta es una Ingla-terra, con su larga historia civil, que puede ser leída. Aquélla es una todavía no ocupada Isla Recientemente descubierta (New-found Island) o Célebes.¿Iremos y seremos rajas allí?. Hacia el 26 de Octubre los grandes Robles Escarlatas están en su principio, cuando otros robles están usualmente sin hojas. Han estado encendiendo sus fuegos durante una semana y ahora generalmente estallan en una llama. De nuestros árboles caducifolios nativos, solo éste (excepto el Dogwood, de los que no conozco media docena y no son sino grandes arbustos) está ahora en su gloria. Los dos Aspens y los Arces de azúcar son los más próximos a él en la fecha, pero han perdido la mayor parte de sus hojas. De las coníferas, solo el Pitch-Pine está a menudo todavía brillante. Pero exige una alerta especial, si no devoción a estos fenómenos, apreciar la ampliamente distribuida pero tardía e inesperada gloria de los Robles Escarlatas. No hablo aquí de los pequeños árboles y arbustos, que son observados corrientemente, y que están ahora desnudos, sino de los grandes árboles. La mayoría se retira y cierra sus puertas creyendo que el rudo y descolorido Noviembre ha llegado, cuando algunos de los colores más brillantes y memorables no están todavía encendidos. Este ejemplar muy perfecto y vigoroso, de cerca de 40 pies de alto, erguido en un pastizal abierto, que tenía un brillo bastante verde el día 12, cambió completamente a un oscuro y brillante escarlata- como si cada hoja entre ti y el sol hubiera sido sumergida en un tinte escarlata. El árbol entero es casi como un corazón, tanto en su forma como en su color.¿No merecía la pena esperar por ello?.Poco podías sospechar, hace diez días, que aquel árbol verde y frío asumiría un color como éste. Sus hojas están todavía firmemente sujetas, mientras las de otros árboles están cayendo a su alrededor-“Soy el último en enrojecer, pero enrojezco más profundamente que cualquiera de vosotros. Traigo al último en mi abrigo rojo. Nosotros los escarlatas somos los únicos robles que no hemos abandonado la lucha”.
  • 17. El Roble Escarlata pide un cielo claro y la brillantez de los últimos días de Octubre. Estos traen sus colores. Si el sol se oculta tras una nube, son comparativamente indistinguibles. Cuando me siento sobre un risco en la parte sur de nuestra villa, el sol desciende y el bosque en Lincoln, al sur y al este mío, es encendido por sus rayos más nivelados. Y en los Robles Escarlatas, dispersos uniformemente por el bosque, hay un rojo más brillante que el que yo creía que había en ellos. Cada árbol de esta especie que es visible en estas direcciones, incluso hasta el horizonte, se yergue con un rojo destacado. Algunos grandes elevan sus altas espaldas rojas sobre los bosques, en la villa próxima, como rosas enormes con una miríada de finos pétalos, y algunos más pequeños, en un pequeño conjunto de Pinos Blancos sobre Pine Hill en el este, en el mismo límite del horizonte, alternando con los pinos en el límite del bosque, y respaldándolos con sus abrigos rojos, parecen soldados rojos entre cazadores de verde. Esta vez, Lincoln es también verde. Hasta que el sol descendió, no creí que hubiera tantos abrigos rojos en el ejército del bosque. El suyo es un rojo intenso y ardiente, que perdería algo de su fuerza, creo, con cada paso que pudieras dar hacia ellos, porque la sombra que permanece entre su follaje no se muestra a esta distancia, y son unánimemente rojos. El foco de su color reflejado está en esta parte lejos en la atmósfera. Cada árbol llega a ser un núcleo de rojo, como si fuera donde, con el sol declinando, dicho color crece y brilla. Es en parte fuego prestado, recolectando fuerza del sol en su ruta hasta nuestro ojo. Solo tiene unas hojas comparativamente apagadas como punto de reagrupamiento o materia de ignición, para empezar y alcanzar después un escarlata intenso o vapor rojo, o fuego, que encuentra el combustible de sí mismo en la misma atmósfera. Tan vivo es el fuego. Los mismos raíles reflejan una luz rosa en esta hora y estación. Ves un árbol más rojo que el que existe. Si quieres contar los Robles Escarlatas, hazlo ahora. En un día claro permanece en la cima de una colina en los bosques, cuando el sol está una hora alto, y cada uno al alcance de tu vista, excepto en el Oeste, será revelado. En otro caso, podrías vivir hasta la edad de Matusalén y no registrar una décima parte de ellos. Aún así, algunas veces, incluso en un día oscuro, los he juzgado tan brillantes como siempre los ví. Mirando a poniente sus colores se pierden en una llama de luz, pero en otras direcciones el bosque entero es un jardín de flores, en el cual estas rosas tardías arden, alternando con el verde, mientras los así llamados “jardineros”, caminando aquí y allá, quizás debajo, con pala y tetera, ven solo unos pequeños asters entre hojas caídas. Estos son mis aster- chinos, mis últimas flores de jardín. No me cuestan nada como jardinero. Las hojas que caen sobre todo el bosque están protegiendo las raíces de mis plantas. Mira solo a lo que está para ser visto y tendrás bastante jardín, sin cavar el suelo en tu terreno. Solo tenemos que elevar nuestra visión un poco para ver el bosque entero como un jardín.¡El florecimiento del Roble Escarlata-la flor del bosque , sobrepasando a todo en esplendor (al menos desde el Arce)!.No lo sé pero me interesan más que los Arces, están tan amplia y uniformemente dispersos a través del bosque, son tan duros, un árbol más noble en su conjunto; nuestra principal flor de Noviembre, abrazando la llegada del invierno con nosotros, impartiendo calidez a los proyectos tempranos de Noviembre. Es destacable que el último color brillante general deba ser este profundo oscuro escarlata y rojo, el más intenso de los colores. ¡La fruta más madura del año, como la mejilla de una dura y brillante manzana roja de la fría Isla de Orleáns, que no estará madura para ser comida hasta la próxima primavera!.¡Cuando asciendo a la cima de un colina, un millar de estas grandes rosas Roble, distribuidas a cada lado, tan lejos como el horizonte!¡Los
  • 18. admiro desde cuatro o cinco millas de distancia!¡Mi propósito no fallido de la pasada semana!.Estas últimas flores del bosque sobrepasan todo lo que la primavera y el verano puedan hacer. Sus colores no serán sino raras y pequeñas manchas (creadas para los cortos de vista que andan entre las hierbas más humildes y los bajos del bosque) y no producen ninguna impresión sobre un ojo lejano. Ahora es un bosque extenso o la vertiente de una montaña, por los que viajamos día a día, lo que arde en flor. Comparativamente, nuestra jardinería es a pequeña escala, el jardinero alimentando todavía unos pocos asters entre semillas muertas, ignorante de la rosa y asters ciclópeos, que le harían sombra y no requieren ningún cuidado suyo. Es como un pequeño fondo rojo pintado sobre un plato y sostenido contra el cielo del amanecer.¿Por qué no tener vistas más amplias y elevadas, andar en el gran jardín, no camuflarse en un pequeño y degradado rincón suyo?. ¿Considerar la belleza del bosque y no meramente la de unas pocas hierbas confiscadas?.Permite que tus paseos sean ahora un poco más aventureros, asciende las colinas. Si hacia el fin de Octubre asciendes cualquier colina en las afueras de nuestra ciudad, y probablemente de la vuestra, y miras hacia el bosque, tú puedes ver bien lo que trato de describir. Todo ello seguramente lo verás, y mucho más, si estás preparado par verlo, si lo buscas. En otro caso, a pesar de regularidad y universalidad de este fenómeno, tanto si estás en la cima como si estás en el valle, pensarás durante 30 años que todo el bosque es, en esta estación, oscuro y marrón. Los objetos están disimulados a nuestra vista, no tanto porque estén fuera de nuestro campo visual como porque nosotros no hacemos que nuestras mentes y ojos los enfoquen, porque no hay ningún poder en el ojo en sí mismo más que en cualquier otro pigmento impresionable. No reparamos en lo lejos y ancho, o en lo cerca y estrecho, que debemos mirar. La mayor parte de los fenómenos de la Naturaleza permanecen, por esta razón, ocultos en nuestras vidas. El jardinero solo ve el jardín del jardinero. Aquí también, como en la economía política, la oferta crea su propia demanda. La Naturaleza no cosecha perlas antes de la ostra. Hay tanta belleza visible para nosotros en el paisaje como aquélla que estamos preparados para apreciar, ni un grano más. Los objetos actuales que un hombre verá desde la cima de una concreta colina son tan diferentes de los que otro verá como diferentes son los que observan. El Roble Escarlata debe, en un sentido, estar en tu visión cundo tu marchas. No podemos ver nada hasta que tomamos posesión de su idea, lo tomamos en nuestras mentes-y entonces a duras penas podemos ver algo diferente. En mis paseos botánicos, encuentro que primero la idea o imagen de una planta ocupa mis pensamientos, aunque pueda parecer muy extraña a este lugar-no más próxima que la Bahía Hudson-, y por algunas semanas o meses pienso en ella, y la espero inconscientemente, hasta que al fin seguramente la veo. Esta es la historia de mis hallazgos de una o más plantas raras, que podría nombrar. Un hombre solo ve lo que le concierne. Un botánico absorto en el estudio de las hierbas no distingue los más grandes pastos de Roble. Ver plantas distintas en un mismo sitio, como por ejemplo incluso Juncaceae y Gramineae requiere una diferente intención del ojo; yo observo que cuando busco las primeras no veo las segundas en mitad de ellas.¡Cuánto más, exige, entonces, distintas intenciones del ojo y de la mente el escudriñar los diferentes espacios de conocimiento!. ¡De qué forma tan distinta miran los objetos el poeta y el naturalista!. Toma un hombre selecto de Nueva Inglaterra y colócalo en la más alta de nuestras colinas y dile que mire-agudizando su visión al máximo y poniéndole los cristales que mejor le vayan (ay usando unos prismáticos si quiere)- y haga un informe completo.¿Qué espiará probablemente?. ¿Qué seleccionará para observar?.Desde luego el verá un espectro roto de sí mismo. Verá varias casas de reunión, al menos, y quizás que alguien debe ser valorado más alto de lo que es, puesto que tiene un buen trozo de bosque. Ahora toma a Julio César, a Emmanuel Swedenborg, o a un isleño de Fegee, y
  • 19. ponlos a mirar. O supón que están juntos y déjales comparar sus notas después.¿Parecerá que han participado de la misma visión?.Lo que verán será tan diferente como Roma fue del Cielo o el Infierno o los últimos de las islas Fegee. Porque sabemos que un hombre tan extraño como éstos está siempre en nuestro hombro. Porque exige un certero cazador jugar un juego tan trivial incluso como el de los patos y señuelos: el cazador debe tener un empeño particular y saber cuál es su empeño. Tendría una pequeña posibilidad si disparará al azar en el cielo, una vez informado de que los patos volaban allí. Y así es con aquel que dispara a la belleza, aunque espere hasta que el cielo caiga él no logrará ninguna si no sabe ya sus estaciones y terrenos y el color de su ala, si no la ha soñado de manera que pueda anticiparla; entonces el dispara a cada paso, tira doble y sobre el ala, con ambos cañones, incluso en los campos de maíz. El hombre deportivo se entrena a sí mismo, se viste y mira inusualmente, y carga y amartilla para su juego particular. Reza por él, y ofrece sacrificios, y así lo consigue: después de la debida y larga preparación educando su ojo y su mano, soñando despierto y dormido, con escopeta, remo y bote en busca de avetoros, a los que la mayoría de sus vecinos ni vieron ni soñaron, y rema durante millas con el viento de cara y vadea con el agua hasta sus rodillas, estando todo el día fuera sin cena, y por ello los caza. Los tenía a medio camino en su morral cuando empezó, y solo tiene que derribarlos. El verdadero deportista puede dispararte casi cualquiera de sus juegos desde sus ventanas:¿para qué otra cosa tiene él sus ojos o ventanas?.Viene y se apoya al fin sobre la culata de su escopeta, pero el resto del mundo nunca lo ve con su plumaje puesto. Los gansos vuelan exactamente bajo su cenit y graznan cuando llegan, y él se guardará asimismo con provisión de fuego en su chimenea; veinte ratas de agua rehúsan cada una de sus trampas antes de que esté vacía. Si vive y su espíritu de juego crece, el cielo y la tierra le fallarán antes que el juego, y cuando muera irá a territorios de caza más extensos y quizás más felices. El pescador también sueña con los peces, ve un bobbing cork en sus sueños, hasta que casi puede cogerlos en su sacadera. Yo conocía a una chica que puesta a coger huckleberries cogió un cuarto de galón de gooseberries donde nadie sabía que hubiera ninguna, porque estaba tan acostumbrada a cogerlas en el condado de donde venía. El astrónomo sabe donde buscar estrellas y ve una claramente en su mente antes de que nadie la haya visto con el telescopio. La gallina escarba y encuentra su comida justo debajo de donde está, pero éste no es el camino del halcón. Estas brillantes hojas que he mencionado no son la excepción sino la regla, porque yo creo que todas las hojas, incluso las hierbas y musgos, adquieren colores más brillantes justo antes de su caída. Cuando observas fielmente los cambios de cada planta humilde, hallas que cada una tiene, antes o después, su peculiar tinte otoñal y si te propones hacer una lista completa de tintes tan brillantes, será casi tan larga como el catálogo de plantas en tu vecindad. HDT (Traducción Guillermo G. Ruiz Zapatero) Esta obra de traducción al español está bajo una Licencia Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 España de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/ o envie una carta a Creative Commons, 171 Second Street, Suite 300, San Francisco, California 94105, USA