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G r u p o d o c e 
Del Fragmento a la Situación 1
G r u p o d o c e 
Grupo doce 
Del fragmento 
a la situación 
Notas sobre la subjetividad 
contemporánea 
Del Fragmento a la Situación 2
G r u p o d o c e 
Primera edición: noviembre de 2001 
©2001. Derechos reservados por Grupo doce 
Pte. Perón 4401 21 C 
C1199ABG Buenos Aires 
República Argentina 
Impreso en la Argentina por Gráfica Mexico 
Printed in Argentina 
ISBN: 987-53-0069-3 
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso escrito (le los autores 
Hecho el depósito que marca la ley 11.723 
Libro de edición argentina 
Del Fragmento a la Situación 3
G r u p o d o c e 
INDICE 
Prólogo 
Parte I 1 7 
Del Estado al mercado 
El agotamiento de una lógica 
I Lógica de Estado 23 
II ¿Instituciones sin Estado? 38 
III Exclusión, reclusión, expulsión 47 
IV Operatoria de mercado 57 
Parte II 77 
Del fragmento a la situación 
Nuevas estrategias de subjetivación 
I Viejas estrategias, nuevas condiciones 81 
II Estrategias de subjetivación contemporáneas 95 
Epílogo 109 
Del Fragmento a la Situación 4
G r u p o d o c e 
I 
LÓGICA DE ESTADO 
¿En qué crisis estamos?1 
Hay crisis y crisis. Las que adquieren la forma de un devenir caótico pertenecen al segundo 
tipo. Porque al primero pertenecen las crisis cuya entidad se reduce a ser pasaje entre una 
configuración y otra. La crisis, como impasse en el que transcurre la descomposición de una 
lógica y la composición de otra, describe un estado de cosas donde hay destitución de una 
totalidad, pero también hay fundación de otra. Es lo que solemos llamar transición. La crisis 
como devenir caótico reseña unas condiciones en las que, si bien hay descomposición de una 
totalidad, nada indica que esa descomposición esté seguida de una recomposición general, 
diferente en su forma pero idéntica en su función totalizadora. Así pues, la crisis actual 
posiblemente sea de este segundo tipo. 
Según una definición histórica, una lógica entra en crisis cuando encuentra dificultades para 
reproducirse como hasta entonces. La definición en regla designa un campo problemático: 
dificultades para reproducirse como hasta entonces. La interrupción de la cadena reproductiva 
pone en jaque la lógica en cuestión. Ante tal interrupción, cabe preguntarse por el status de la 
crisis. ¿Qué es lo que encuentra hoy dificultades para reproducirse como hasta entonces? O 
dicho de otro modo, den qué crisis estamos? 
La crisis actual consiste en la destitución del Estado Nación como práctica dominante2, como 
modalidad espontánea de organización de los pueblos, como paninstitución donadora de 
sentido, como entidad autónoma y soberana con capacidad de organizar una población en un 
territorio. En este sentido, lo que encuentra dificultades para reproducirse es la metainstitución 
Estado Nación. Esta imposibilidad reproductiva no describe el mal funcionamiento de las 
instituciones del Estado Nación, o por lo menos no se trata solamente de eso. Este 
agotamiento describe una variación de otra estirpe: la descomposición del Estado para todas y 
cada una de las situaciones. Mutilado de esa capacidad, el Estado ya no es el que era. Su 
estatuto es otro. 
Ahora bien, sin Estado capaz de articular simbólicamente el conjunto de las situaciones, las 
fuerzas del mercado también alteran su estatuto, y en esta alteración devienen práctica 
dominante. Que el mercado sea práctica dominante no significa que sustituya al viejo Estado 
Nación en sus funciones de articulados simbólico. La dominancia del mercado desarrolla otra 
operatoria, que no es la articulación simbólica sino la conexión real. Si el Estado Nación era 
ese terreno que proveía un sentido para lo que allí sucediera, el mercado es esa dinámica que 
conecta y desconecta, inevitablemente, lugares, mercancías, información, personas, capitales 
o tecnología, sin que esa conexión/desconexión asegure a priori un sentido. 
1 Sobre el concepto de crisis, ver: I. Lewkowicz y otros, XXII Jornada Anual "Psicoterapias de crisis y en la crisis" en Centro de Estudios 
en Psicoterapias, Buenos Aires, 1999. 
2 Sobre el concepto de práctica dominante, ver: M. Campagno e I. Lewkowicz, La historia sin objeto, Buenos Aires, 1998. 
Del Fragmento a la Situación 5
G r u p o d o c e 
Ahora bien, éste es el terreno agotado, pero aún no indagamos el status de esta crisis. Ante 
todo es preciso aclarar que la crisis actual no remite al pasaje de una totalidad a otra (de la 
totalidad Estado Nación a la totalidad mercado). Tampoco se trata de un impasse entre dos 
configuraciones cualesquiera. La crisis actual resulta de la disgregación de una lógica 
totalizadora sin que se constituya, en sustitución, otra totalidad equivalente en su efecto 
articulados. De esta manera, lo específico de nuestra condición es que no pasamos de una 
configuración a otra, sino de una totalidad articulada a un devenir no reglado. 
Si es cierto que el Estado se ha desvanecido en su función articuladora, si es cierto que se ha 
agotado la configuración nacional sin que sea sustituida por otra, suponer que la crisis actual 
es una transición que dará lugar a otro esquema totalizador puede ser, por lo menos, un error 
estratégico. En principio, nada autoriza a pensar que el agotamiento del Estado Nación dará 
lugar a una lógica totalizadora, Por el contrario, hay indicios que permiten pensar que la 
operatoria de mercado no necesita, para su funcionamiento, la puesta en forma de una lógica 
de ese tipo. Más bien, pareciera que le hace obstáculo. En este sentido, la crisis actual no es 
un impasse entre dos formaciones sino la modalidad de una dinámica cuya forma irrevocable 
es el devenir no reglado. 
Por lo señalado, la crisis actual no revela un impasse sino un funcionamiento determinado. Si 
el devenir no reglado es la temporalidad específica de la dinámica actual, la noción de crisis 
como interrupción tal vez complique la posibilidad de pensar en su especificidad el despliegue 
actual del mercado. Por qué? Porque hoy la crisis no es impasse ni coyuntura sino modo de 
funcionamiento efectivo. En este sentido, la crisis como devenir caótico ha llegado para 
quedarse. 
El término perplejidad circula con insistencia en los últimos años. Se lo escucha de modo 
recurrente en conferencias y charlas; se lo lee en libros y revistas. Podría tratarse de una 
moda. Pero también podría tratarse de otra cosa: un indicador del estatuto distintivo de la 
crisis actual. O más precisamente, un indicador de un tipo específico de reacción ante la crisis. 
Perplejidad tal vez sea el término que designa, sintomáticamente, la pérdida de vigencia de los 
parámetros capaces de leer la crisis actual. Si frente a algo estamos perplejos, no es ante el 
cambio de una configuración por otra. Sobre esto hay experiencia. Por el contrario, estamos 
perplejos ante ese cambio desreglado, ante ese devenir aleatorio que se ha convertido en un 
término central de nuestras vidas. 
Ahora bien, investigar la crisis actual implica investigar cuáles son las operaciones de 
pensamiento capaces de operar en la crisis. Si se verifica una serie de dificultades para que 
una lógica se reproduzca como hasta entonces, es posible pensar que también entra en crisis 
la serie de recursos y operaciones de pensamiento disponibles para percibir la crisis. En este 
sentido, los cambios aleatorios y desreglados que constituyen la experiencia actual llamada 
crisis, convierten en obsoletos los parámetros disponibles para pensar. Así, también entran en 
crisis los recursos para pensar la crisis. 
Estas nociones están en crisis porque la superficie de implicación se ha alterado radicalmente 
con el agotamiento del Estado Nación como metainstitución. Sin duda, ya nada es igual. 
Tampoco las categorías. Las categorías pensadas en condiciones nacionales son incapaces de 
pensar 
la crisis como dato permanente de nuestras vidas, también son incapaces de pensar el devenir 
aleatorio como funcionamiento efectivo de la dinámica actual. Pero este devenir aleatorio ha 
venido para quedarse. Entonces, será necesario pensarlo, más allá de que estemos perplejos 
ante el despliegue de un devenir imposible de anticipar. 
Del Fragmento a la Situación 6
G r u p o d o c e 
La muerte del Estado 
En Así habló Zarathustra, Zarathustra postula la muerte de Dios. No se trata de la descripción 
de unas objetividades, se trata de una declaración que sanciona la muerte de Dios en unas 
condiciones específicas. Esto no quiere decir que cualquier enunciado sea capaz de sancionar 
tal cosa. Esto quiere decir que la declaración de Zarathustra mata a Dios, y mata a Dios 
porque de allí en más organiza un recorrido sin soporte divino. Ahora bien, este recorrido está 
marcado por la muerte de Dios. Al respecto, Zarathustra señala que los dos siglos posteriores 
a la declaración serán los siglos de las sombras de Dios. Así se dejará sentir la última 
maldición divina: habrá que lidiar con los fantasmas del muerto. 
La figura de Zarathustra es, en algún sentido, una figura lejana: las condiciones políticas en las 
que escribe, el muerto en cuestión, el mundo que habita. Pero en algún otro sentido, es 
nuestro contemporáneo, y somos contemporáneos en la medida en que estamos tomados por 
un mismo tipo de problema. Para nuestra estrategia, no se trata de Dios sino del Estado, pero 
se trata -y aquí la contemporaneidad problemática- de ser testigos del agotamiento de una 
dominante. Ahora bien, ser testigos no significa ser espectadores de una transformación 
exterior, significa determinar el sentido de esa transformación3. La declaración nietzscheana 
proclama la transformación de las condiciones habitadas, pero al hacerlo, también las altera. 
En este sentido, Zarathustra no es el mismo después de sancionar la muerte de Dios, pero 
Dios tampoco. La declaración de muerte termina de matar al moribundo. 
Por lo menos, hay dos tipos de cambio: los cambios que acontecen en el interior de una lógica, 
y los cambios de lógica. Esta diferenciación clasifica los recursos de pensamiento con diversa 
suerte. Para pensar las transformaciones en una lógica, disponemos de una variedad de 
herramientas. Variedad que se forja y multiplica al ritmo de las transformaciones en el interior 
de ese sistema. Para pensar los cambios de lógica, estamos inevitablemente menos 
entrenados, porque la mutación de una lógica no puede ser pensada con los recursos de esa 
lógica. ,Justamente por eso, el patrimonio en esas condiciones es escaso. Pensar el pasaje del 
Estado al mercado sitúa esa dificultad. La muerte del Estado, la vigencia del Estado en 
condiciones de mercado y la operatoria de mercado no pueden ser tomados en su novedad por 
las herramientas disponibles para pensar las mutaciones en el interior de la lógica, estatal y 
nacional. Los cambios actuales exigen, entonces, reinventar los recursos para pensar estas 
alteraciones. 
Nuestra subjetividad estatal piensa el pasaje de una lógica a otra desde representaciones 
estructurales. En este sentido, el agotamiento del Estado Nación como modalidad dominante 
de organización social sólo puede ser considerado como desarticulación de una lógica y 
surgimiento de otra, distinta pero equivalente en su función totalizadora. Ahora bien, el pasaje 
del Estado al mercado implica una mutación que no es sustitución de un paradigma estatal por 
otro, sino alteración esencial en los modos de organización. 
Los modos de organización actuales componen un paisaje poblado de términos de diversa 
procedencia- Las instituciones nacionales en condiciones de mercado ya no son lo que eran, y 
la presencia de los artefactos mediáticos de mercado también alteran el status de la viejas 
instituciones. Muerto el Estado, sus sombras no deban de producir efectos en esa fluidez 
llamada mercado. La superposición entre términos y operatorias de Estado y de mercado no 
puede ser pensada bajo el esquema estructural, necesita de otros recursos. La formulación 
3 Sobre los conceptos de testigo y espectador, ver: C. Corea. Espectadores y testigos, en elaboración. 
Del Fragmento a la Situación 7
G r u p o d o c e 
nietzscheana sobre la muerte de Dios y la vigencia de sus sombras posiblemente nos oriente 
en la tarea de pensar el agotamiento del Estado Nación y la naturaleza de sus sombras en 
tiempos de mercado. 
Antes de detenernos en la naturaleza de la muerte anunciada, tal vez sea conveniente reseñar 
el estatuto del Estado en los tiempos nacionales. Dicho de modo menos elegante, antes de 
enterrar al muerto, veamos de quién se trataba. 
Ya fue señalado que nuestro punto de partida es la destitución del Estado Nación como 
modalidad hegemónica de organización de los pueblos. Aquí importa señalar qué es lo que se 
ha agotado de esa modalidad que supo ser dominante entre el inicio de las revoluciones 
burguesas y el fin de la Guerra Fría. En principio, vale decir que aquello que se ha desvanecido 
es el Estado como metainstitución donadora de sentido. Ahora bien, qué significa que el Estado 
sea metainstitución? Significa que es la condición de existencia institucional, el principio 
general de consistencia y el articulador simbólico que dona sentido a las situaciones que son 
parte de esa lógica. Si el Estado Nación es tales cosas, implica que el Estado es el marco 
organizativo donde transcurre la vida. En la lógica nacional, fuera de ese universo 
metainstitucional, no hay existencia socialmente instituida. 
Es preciso señalar que ese marco organizativo donde transcurre la vida en tiempos nacionales 
produce la subjetividad capaz de atravesarlo. Es decir, las instituciones disciplinarias de los 
Estados Nacionales (familia, escuela. hospital, cuartel, fábrica, prisión, etc.) instituyen la serie 
de operaciones necesarias para habitar la metainstitución estatal. En este sentido, la 
dominación de los Estados Nacionales es correlativa de un tipo específico de subjetividad. A 
saber: la subjetividad ciudadana. Si esta correlación es inevitable, la destitución de uno de los 
términos en cuestión tiene consecuencias sobre el otro. Sin Estado Ilación como 
metainstitución, no hay subjetividad ciudadana; sin ciudadanos como soporte subjetivo, no 
hay posibilidad de Estado Nación. En este sentido, el agotamiento del Estado Nación como 
metainstitución también implica el agotamiento de un tipo específico de subjetividad: la 
subjetividad ciudadana. 
Destacada la naturaleza del Estado en tiempos nacionales, retomemos nuestro punto de 
partida: den qué consiste la muerte del Estado Nación? Consiste en la destitución del Estado 
como marco general de la vida en sociedad, en el desvanecimiento del Estado como práctica 
dominante. Ahora bien, el Estado que resulta de esta destitución altera radicalmente su 
estatuto. De esta manera, si el Estado deviene incapaz de producir un sentido para orientar la 
experiencia vital (social e individual), pierde su condición de articulador simbólico, es decir, de 
Estado Nación. Siendo esto así, estamos en presencia de otro tipo de Estado: el Estado 
Técnico-administrativo. Justamente por eso, trazar continuidad entre las funciones, el alcance 
y las formas del Estado Nación y el Estado actual es, por lo menos, un abuso de lenguaje. 
Hasta aquí la indagación acerca del agotamiento del Estado nos permite señalar lo siguiente: 
por un lado, la muerte del Estado Nación consiste en su desvanecimiento como marco 
organizativo de la vida en sociedad; por otro, la muerte del Estado no implica la extenuación 
de todo tipo de estatalidad, sino la desaparición del Estado como práctica dominante. 
La muerte del Estado Nación y la emergencia del Estado Técnico-administrativo son 
contemporáneas de otra variación decisiva: si el Estado ya no es lo que era, el mercado 
tampoco lo es. En otros términos, la destitución del Estado Nación acontece cuando el mercado 
deja de ser una institución regulada, en mayor o menor medida, por los Estados Nacionales. 
Sobre la operatoria actual del mercado volveremos en otro apartado, pero resta realizar aquí, 
por los menos, dos observaciones: primero, si el Estado supo ser práctica dominante en 
tiempos nacionales, el mercado deviene práctica dominante en tiempos postnacionales; 
segundo, si el mercado deviene práctica dominante, la naturaleza de la dinámica social se 
altera radicalmente. Dicho de otro modo, el pasaje del Estado al mercado tiene consecuencias 
t radicales en los modos de organización social. Por qué? Porque la variación no se limita a la 
sustitución de un sistema de lugares llamado Estado por otro llamado mercado. La variación 
Del Fragmento a la Situación 8
G r u p o d o c e 
consiste fundamentalmente -y aquí su radicalidad-, en la abolición de esa metaestructura de 
lugares, sentidos y funciones, llamada Estado Nación. Puesta en jaque esta estructura estatal, 
emerge otro tipo de dinámica, y esta dinámica resulta incompatible con cualquier sistema fijo 
de determinaciones. En este sentido, el pasaje del Estado al mercado implica el pasaje de un 
tipo de organización basada en una metaestructura de lugares a una dinámica que no necesita 
ni de una posición metaregulatoria ni del anudamiento integral de los términos que forman 
parte de ese universo. En síntesis, la operatoria mercantil no es la articulación simbólica entre 
los términos institucionales de una metaestructura, sino la conexión aleatoria entre los nodos 
de esa red llamada mercado. 
El paisaje actual está marcado, entre otras, por tres condiciones: la destitución del Estado 
Nación como metainstitución; la instalación de un Estado que se legitima como administrador 
técnico de las nuevas tendencias; y la dinámica de mercado como práctica dominante. Claro 
está que se trata de presencias con diversa potencia; claro está que, de alguna manera, 
componen el terreno por el que transita la subjetividad contemporánea. Ahora bien, este 
tránsito por operatorias diversas no resulta sencillo para una subjetividad, como la estatal y 
nacional, acostumbrada a lidiar con una institución supra y excluyente como el Estado Nación. 
Pero sobre todo, este movimiento resulta complejo porque nuestra subjetividad, marcada por 
las viejas representaciones, se resiste a pensar y habitar las nuevas coordenadas. 
Nuestra estrategia de pensamiento en relación con las nuevas condiciones se organizó desde 
una declaración: la muerte del Estado. Declaración cuyo estatuto no es la descripción de unas 
alteraciones objetivas, sino la determinación del sentido para esas variaciones. Podría decirse 
que la figura paradigmática de esta operación es Nietzsche, porque decide darle crédito a una 
percepción: Dios ha muerto. Declarada esa percepción, Nietzsche organiza un recorrido sin 
Dios. ¿Qué significa esto? Significa ser fiel a esa declaración, esto es, inventar modos de 
pensar y operar sin esa condición supra llamada Dios. Ahora bien, las condiciones 
contemporáneas invitan a un mismo tipo de experiencia. Declarada la muerte del Estado, será 
necesario organizar un recorrido sin ese soporte supra que aseguraba un sentido, a priori, para 
todas y cada unas de la situaciones. Declarada la muerte del Estado, la tarea subjetiva parece 
consistir en inventar modos de pensar y de habitar capaces de operar en condiciones sin 
Estado metainstitucional. 
Del Fragmento a la Situación 9
G r u p o d o c e 
Lógicas activas, lógicas agotadas 
Somos contemporáneos de una serie de transformaciones en el lazo social y la subjetividad 
instituida. Sobre este registro, no hay dudas. Pero las dudas prosperan cuando se intenta 
precisar el estatuto de esas transformaciones. En este texto, no se trata de detenernos, 
nuevamente, en las variaciones que libera el agotamiento del Estado Nación como 
paninstitución donadora de sentido. Más bien, se trata de ensayar la definición de una 
categoría estratégica en la indagación de esas variaciones. Vale señalar, entonces, que la 
pregunta que orienta esta nota es la siguiente: ¿a qué llamamos agotamiento? 
Supongamos una lógica social cualquiera. Supongamos que esa lógica dispone de un tipo 
específico de enlace social. Supongamos que esos lazos son discursivos y prácticos, es decir, 
efecto de unos dispositivos que instituyen un sentido para transitar esa lógica. Supongamos 
que ese sentido, que se inscribe prácticamente, significa y orienta a los agentes que son parte 
de ese universo. Supongamos que todo eso sucede a la vez. De ser así, estamos en presencia 
de una lógica activa. Ahora bien, supongamos una variación en esa actividad. Supongamos 
que el sentido producido por tales dispositivos deviene incapaz de significar y orientar a los 
agentes de ese sistema. Supongamos que el lazo social que deriva de tales instituciones se 
desvanece en sintonía con la ausencia de significación. Supongamos, otra vez, que todo eso 
sucede a la vez. Supongamos, entonces, que las condiciones ya no son las mismas. De ser así, 
estamos en presencia de una lógica agotada. 
Por lo antes señalado, una lógica está activa cuando tiene capacidad de significar lo que allí 
sucede. Por otra parte, una lógica está agotada cuando deviene incapaz de simbolizar lo que 
en ese terreno acontece. Se podría decir, entonces, que el agotamiento de una lógica no 
implica la desaparición de sus dispositivos productores de sentido. Más bien, implica que esos 
dispositivos devienen incapaces de semejante empresa. En otros términos, el agotamiento no 
describe la desaparición de los términos de la lógica en cuestión sino el desvanecimiento de su 
consistencia integral. 
Perdida la consistencia, el sistema ya no es lo que era. Tampoco sus agentes. Las sombras de 
la vieja lógica complican la posibilidad de leer en su especificidad las nuevas condiciones. El 
ocupante de la lógica afectada percibe que los recursos con los que contaba ya no le permiten 
orientarse, pero también percibe que esos recursos desgarrados son el patrimonio heredado 
del que dispone. Entre la inconsistencia y la consistencia de las herramientas, entre las viejas 
representaciones y las nuevas prácticas, se inicia la tarea de pensamiento. 
Ahora bien, qué es pensar el pasaje de una lógica activa a una lógica agotada?, Cómo pensar 
el agotamiento de una lógica desde esa lógica.? Pensar el agotamiento de una lógica exige la 
declaración de ese agotamiento, por qué? Porque el agotamiento de una lógica cualquiera no 
se deduce a partir de la observación de unas objetividades alteradas, sino que se decide a 
partir de unos términos sintomáticos. En este sentido, la postulación del desvanecimiento de 
una lógica como entidad integral no es una operación descriptiva de naturaleza académica, 
sino una estrategia subjetivante que habilita la posibilidad de indagar las consecuencias de esa 
desarticulación. 
Así definida, la noción de agotamiento deviene decisiva para pensar tanto el desvanecimiento 
del Estado Nación, suelo metainstitucional, como sus consecuencias sobre los términos que 
supieron componer esa lógica. Sin Estado Nación como práctica dominante, las viejas 
instituciones ya no son las mismas: su existencia y su consistencia se han visto alteradas. 
Sobre los alcances de esta alteración en los dispositivos nacionales, insistiremos en las 
próximas páginas. Pero resta decir que, declarada la muerte del Estado Nación como lógica 
Del Fragmento a la Situación 10
G r u p o d o c e 
activa, ya nada será l0 mismo. Y nada será lo mismo porque de aquí en más, el Estado Nación 
como condición supra-institucional ha desaparecido, por lo menos, para nuestra estrategia de 
pensamiento . 
Del Fragmento a la Situación 11
G r u p o d o c e 
II 
¿INSTITUCIONES SIN ESTADO? 
Instituciones y galpones 
Las instituciones ya no son lo que eran. Sobre esto, no hay dudas. Pero las dudas prosperan 
cuanto se intenta pensar ya no lo que eran sino lo que son. Resulta sencillo responder la 
pregunta acerca de qué son las instituciones, si suponemos que esas instituciones apoyan en 
suelo nacional y estatal. Pero desvanecido ese suelo, agotado el Estado Nación como 
metainstitución donadora de sentido, que son las instituciones? Cuál es su estatuto actual? 
Para responder estas preguntas, para describir las configuraciones destituidas, empecemos por 
precisar la naturaleza de las instituciones disciplinarias y el tipo de subjetividad que instituyen 
en tiempos de Estado Nación. 
Cada sistema social establece sus criterios ontológicos de existencia. En los Estados 
Nacionales, la existencia es existencia institucional, y el paradigma de funcionamiento son las 
instituciones disciplinarias. En este sentido, la vida individual y social transcurre en este tipo de 
organizaciones. 
Entre otras: familia, escuela, fábrica, hospital, cuartel, prisión, etc. Ahora bien, estas 
instituciones apoyan en la metainstitución Estado Nación, y ese apoyo es el que les provee 
sentido y consistencia integral. Pero la articulación institucional no termina ahí. Los dispositivos 
disciplinarios no sólo prosperan en territorio nacional, sino que organizan entre ellos un tipo 
específico de relación. Gilles Deleuze, en Posdata sobre las sociedades de control, la denomina 
relación analógica. Este funcionamiento analógico, que consiste en el uso de un lenguaje 
común, es el que habilita la posibilidad de estar en las distintas instituciones de encierro con 
las mismas operaciones. Esta correspondencia analógica entre las marcas subjetivas 
producidas por las instituciones es la que asegura la relación transferencia) entre ellas. De esta 
manera, cada una de las instituciones opera sobre las marcas previamente forjadas. La escuela 
trabaja sobre las marcas familiares, la fábrica sobre las modulaciones escolares, la prisión 
sobre las molduras hospitalarias, etc. Como resultado de este funcionamiento, se organiza un 
encadenamiento institucional que asegura y refuerza la eficacia de la operatoria disciplinaria en 
cada uno de los dispositivos. 
Resta decir que el tránsito por las instituciones disciplinarias causa las operaciones necesarias 
para habitar la metainstitución estatal. De esta manera, el Estado Nación delega en sus 
dispositivos la producción y la reproducción de su soporte subjetivo, es decir, la subjetividad 
ciudadana. 
Por lo señalado, la consistencia institucional necesita de una metainstitución regulatoria. Sin 
Estado Nación que asegure las condiciones de operatividad, las instituciones disciplinarias ven 
alterada su consistencia, su sentido, su campo de implicación, en definitiva, su propio ser. De 
esta manera, el agotamiento del Estado Nación como principio general de articulación 
simbólica trastoca radicalmente el estatuto de las instituciones de encierro. Suponiendo que 
esto sea así, indaguemos las consecuencias en las instituciones de lo que venimos llamando 
pasaje del Estado al mercado. 
Del Fragmento a la Situación 12
G r u p o d o c e 
El pasaje del Estado al mercado implica el desvanecimiento del suelo donde apoyaban las 
instituciones disciplinarias. Como consecuencia de esto, la consistencia institucional queda 
afectada. De esta manera, el tablero que regulaba los movimientos de las piezas 
institucionales se desintegra. Sin tablero que unifique el juego, las instituciones se transforman 
en fragmentos sin centro. Del encadenamiento transferencial a la segmentación, las 
instituciones ven alterarse su status. Por otra parte, esta alteración describe unas 
configuraciones que, desarticuladas de la instancia proveedora de sentido y consistencia, se 
desdibujan como producción reglada. En definitiva, se trata de la destitución de unas 
condiciones con capacidad de organizar significación, sin que se constituya nada equivalente 
con virtud simbolizadora. Ahora bien, esta destitución no termina aquí. Huérfanas del Estado 
Nación, las instituciones también ven afectada la relación entre sí, porque el suelo que sostenía 
ese vínculo transferencial se desintegra con el agotamiento del Estado Nación. Sin paternidad 
estatal ni fraternidad institucional, la desolación prospera. Como consecuencia de ello, el 
sufrimiento en las instituciones agotadas se hace permanente. 
Que las instituciones sin Estado, que los fragmentos sin centro, produzcan sufrimiento no 
significa que las instituciones disciplinarias -en plena era nacional- no fueran capaces de 
semejantes efectos. Todo lo contrario. Si es cierto que no hay sufrimiento humano en sí sino 
respecto de unas marcas determinadas, cualquier marca en la subjetividad -sea estatal o 
mercantil, institucional o no- será padecida. En este sentido, los ocupantes de las instituciones 
de encierro también sufren, pero sobre todo sufren el carácter normalizados de las instancias 
disciplinarias. Ahora bien, el ocupante de las instituciones postnacionales sufre por otras 
marcas. No se trata de alienación y represión, sino de destitución y fragmentación. 
Retomemos el asunto antes presentado: ¿cuál es el estatuto actual de las instituciones? En 
principio, será conveniente decir que una institución para ser tal, necesita de una 
metainstitución que reproduzca las condiciones donde apoya. Dicho de otro modo, no hay 
instituciones disciplinarias sin Estado Nación. Si esto es así, el agotamiento del Estado implica 
el desvanecimiento de una condición ineliminable para la existencia institucional. Es cierto que 
la observación del paisaje social parece arrojar otras conclusiones. A pesar de la muerte del 
Estado Nación, hay escuelas, familias, prisiones, etc. En este sentido, la evidencia más 
inmediata pondría en cuestión la definición. Sin embargo, si bien persisten tales o cuales 
términos, no es menos cierto que en las nuevas condiciones el sentido de estas 
configuraciones se ha visto modificado. Está claro que hay escuelas, familias, prisiones. Pero 
no se trata de instituciones disciplinarias, de aparatos productores y reproductores de 
subjetividad ciudadana. En este sentido, la subjetividad que resulta de estar en las escuelas, 
las familias o las prisiones cuando el mercado es la instancia dominante de la vida social, es 
absolutamente otra. Sobre el estatuto de esta nueva subjetividad, nos detendremos en breve. 
Por lo planteado, la producción y la reproducción de ciudadanos eran tareas de las instituciones 
disciplinarias, y estas tareas sólo eran posibles cuando el Estado Nación reproducía las 
condiciones generales en que descansaban tales instituciones. Las instituciones sólo son 
instituciones si se reproducen. Se reproducen si su suelo es estable. Y su suelo es estable por 
obra de la metainstitución estatal. No hay instituciones sin metainstitución que asegure las 
condiciones de reproducción. Caído ese segundo nivel, no hay reproducción posible del suelo 
para las instituciones. 
Ahora bien, la correlación entre subjetividad ciudadana, dispositivos normalizadores y Estado 
Nación hoy está agotada. Si bien se verifican situaciones donde siguen operando algunas de 
las representaciones y prácticas propias de la lógica nacional, no se verifica la reproducción de 
esa correlación como instancia general. De esta manera, el agotamiento de la lógica estatal 
inaugura un tipo de funcionamiento donde la fragmentación deviene rasgo predominante. 
Siendo así, las instituciones ya no son lo que eran. 
Ahora bien, las instituciones ya no son las mismas porque sin metaregulación estatal, quedan 
huérfanas de función, tarea, sentido. Sin proyecto general donde implicarse, será necesario 
Del Fragmento a la Situación 13
G r u p o d o c e 
pensar nuevas funciones, nuevas tareas, nuevos sentidos. Por otra parte, tampoco serán las 
mismas porque las condiciones generales con las que tienen que lidiar no son estatales sino 
mercantiles, no son estables sino cambiantes. Nacidas para operar en terrenos sólidos, la 
velocidad del mercado amenaza la consistencia ya fragmentada de las instituciones. De esta 
manera, -sin función ni capacidad a priori de adaptarse a la nueva dinámica-, se transforman 
en galpones. Esto es, en un tipo de funcionamiento ciego a la destitución de la lógica estatal, y 
a la instalación de la dinámica de mercado. Esta ceguera compone un cuadro de situación 
donde prosperan: suposiciones que no son tales, subjetividades desvinculadas, 
representaciones e ideales anacrónicos, opiniones varias, etc. Se trata, en definitiva, de 
configuraciones anómicas que resultan de la destitución de las regulaciones nacionales. 
Así definidos, los galpones son el destino de las instituciones disciplinarias en tiempos 
postnacionales. Pero este destino resulta de la destitución de unas condiciones 
metaregulatorias, y la instalación de. la dinámica de mercado. Ahora bien, para esta dinámica, 
las instituciones disciplinarias -paradigma de un funcionamiento estatal, progresivo y regulado-reflejan 
un tipo de existencia y consistencia incapaz de adecuarse a la flexibilidad y reinvención 
propias de la contemporaneidad. Justamente por eso, el paradigma de organización 
institucional propio de los Estados Nacionales deviene obsoleto en los tiempos de velocidad. 
Para precisar el estatuto de los galpones, tal vez sea conveniente rastrear cómo queda situada 
la relación entre instituciones en condiciones de mercado. Para esto, partamos de una queja 
que se deja escuchar, con regularidad sintomática, entre maestros y profesores de escuelas, 
colegios y universidades. Los docentes dicen que los estudiantes no saben leer ni escribir, que 
son indisciplinados, que no participan en clase, que son impertinentes y maleducados, que "no 
tienen nivel". En definitiva, que carecen de las operaciones lógicas y subjetivas para habitar la 
situación aula. Así caracterizados, los alumnos no cuentan con las habilidades con las que 
-según la suposición docente- deberían contar. 
Algunos dirán que esa reacción docente no es nueva; que, por oficio, suelen quejarse de las 
incapacidades de sus alumnos. Posiblemente, esa cantinela sea tan vieja como la 
escolarización masiva, institución de los Estados Nacionales. Pero la intensidad de ese 
murmullo empieza a ser sospechoso de otro tipo de funcionamiento. En otros términos, la 
denuncia docente ¿indica un defecto de tales o cuales estudiantes e instituciones o revela -más 
radicalmente- condiciones y subjetividades otras que las supuestas por los docentes? 
La suposición de unas mínimas operaciones lógicas y subjetivas entre los estudiantes de los 
más diversos niveles es una suposición nacida en las condiciones de Estado Nación. Más 
precisamente, es una suposición que se verifica cuando la relación entre instituciones es 
analógica, cuando la estructura formal es compartida por los agentes en cuestión. Entonces, la 
intervención de una institución se apoya en las marcas previas de la subjetividad, marcas 
efectuadas por cualquier otro dispositivo normalizados. De esta manera, la experiencia 
institucional preliminar, sea cual fuere, produzca los contenidos que produjere, opera como 
condición de posibilidad de las marcas disciplinarias futuras. En este sentido, si bien el pasaje 
de la institución familia a la institución escuela, o de la institución colegio a la institución 
universidad, inaugura posibilidades, saberes, operaciones, relaciones, complejidades diversas, 
apoya sobre una estructura formal antes armada. Se trata, en definitiva, de diversos 
dispositivos que forjan la misma subjetividad (institucional). Ahora bien, todo esto es posible 
cuando el Estado Nación opera como institución que unifica bajo un mismo régimen, al 
conjunto de las experiencias. Así, la articulación institucional está asegurada, más allá de las 
anomalías, las patologías o los tropiezos de cualquier emprendimiento. 
No es el caso: las quejas antes señaladas no parecen tener status de anomalía, sino de indicio 
del agotamiento de una lógica. En este registro se podría pensar, entonces, la multiplicación de 
las protestas docentes. Si tomamos esto como cierto, tal vez sea conveniente indagar cómo 
queda situada la relación entre instituciones una vez agotada la lógica paninstitucional. 
Del Fragmento a la Situación 14
G r u p o d o c e 
Si la subjetividad institucional producida por los dispositivos disciplinarios de los Estados 
Nacionales, operaba como puente facilitador de las relaciones, hoy no hay nada equivalente a 
esa metasubjetividad, a esas operaciones básicas que simplificaban el ingreso en un 
dispositivo. Más bien, sucede todo lo contrario. La subjetividad dominante no es institucional 
sino massmediática. En este sentido, sus operaciones básicas no son disciplinarias sino otras. 
No se trata de normativa y saber sino de imagen y opinión personal. Si las operaciones son 
estas, se inicia el malentendido; se interrumpe la razonable suposición. ¿Por qué? Porque las 
instituciones disciplinarias (ya devenidas galpones) operan como si el sujeto interpelado 
estuviera constituido por las marcas disciplinarias, pero el sujeto que responde no dispone de 
operaciones institucionales sino mediáticas. Se arma, entonces, el desacople subjetivo entre la 
interpelación y la respuesta, entre el agente convocado y el agente que responde. De esta 
manera, el galpón destituye a la institución que determinaba las relaciones entre sus agentes. 
Las instituciones sin Estado son galpones. Las instituciones sin normativa capaz de producir 
subjetividad son galpones. Ahora bien, la producción de instituciones y de subjetividad fue, en 
tiempos nacionales, atributo estatal. Agotado el Estado Nación como paninstitución, esa 
posibilidad deviene imposible. Muerto el padre, será necesario pensar otros modos de 
existencia. De no ser así, nuestro destino será el galpón. 
Dicen que un hombre digno es aquel que es capaz de forjar otro destino que el pautado para 
él. Suponiendo que así sea, si nuestro destino son los galpones, será necesario pensar un 
modo de existencia más subjetivante, Pero ese otro modo de existencia tiene que partir de lo 
que hay. ¿Y qué hay? Galpones. En este sentido, si el padecimiento actual está ligado a la 
ausencia de normas para regular los encuentros, con el desacople entre las subjetividades 
supuestas y las reales, será necesario operar sobre estas disfunciones. Justamente por eso, la 
tarea subjetiva tendrá que ver con la producción de espacios productores de la subjetividad 
pertinente para esa situación. Sin esa primera operación, prospera la desvinculación, Así, la 
tarea institucional en nuestras condiciones consiste en la producción situacional de 
subjetividad, en la creación focal de un espacio habitable. De no ser así, seguiremos 
padeciendo en los galpones. 
Del Fragmento a la Situación 15
G r u p o d o c e 
IV 
OPERATORIA DE MERCADO 
Desgarro, fragmentación, desligadura 
Para esta estrategia no es posible pensar las transformaciones actuales en el lazo social y la 
subjetividad sin apelar al agotamiento de la lógica nacional y la emergencia de la dinámica de 
mercado. En este sentido, la alteración que nos permite pensar la contemporaneidad es lo que 
venimos llamando pasaje del Estado al mercado. Sobre el estatuto del agotamiento del Estado 
Nación como paninstitución donadora de sentido, los argumentos ya fueron presentados en 
otro apartado. Sobre la naturaleza de este pasaje, la operatoria de mercado y sus efectos en la 
subjetividad (desgarro, fragmentación, desligadura), ya es momento de pronunciarnos. 
Empecemos, entonces, por la modalidad que adquiere ese pasaje. 
Si el pasaje del Estado al mercado consistiera en la sustitución de una metainstitución estatal 
por otra mercantil, la transformación actual queda reducida a simple relevo. De esta manera, 
el agente en cuestión varía, pero los procedimientos de dominación permanecen. Ahora bien, 
si el pasaje del Estado al mercado también implica la variación de esos procedimientos, la 
alteración no es reemplazo sino emergencia de una dinámica social radicalmente diversa. En 
otros términos, si el mercado no es metainstitución donadora de sentido ni principio general de 
consistencia, estamos en presencia de una operatoria que no es posible reducir a variante del 
modelo de organización social propio de los Estados Nacionales. Si esto es así, será necesario 
pensar de qué se trata esa dinámica que surge cuando el Estado Nación deja de ser práctica 
dominante. 
¿Qué significa que el mercado no proceda del mismo modo que los Estados Nacionales? Por un 
lado, que la nueva dinámica social opera sin ligar objetivamente sus términos, sin regular lo 
que allí sucede, sin anudar consistencias; por otro lado, que su operatoria no busca la 
articulación simbólica de los agentes de la lógica en cuestión, sino la conexión real entre 
distintos puntos de esa red llamada mercado. Pero esta conexión que pone en contacto los 
nodos de la red no produce una regulación previa para esos roces. Más bien, todo lo contrario. 
Ahora bien, por lo planteado hasta aquí, el pasaje del Estado al mercado implica el 
agotamiento de una lógica totalizadora capaz de ligar simbólicamente al conjunto de los 
agentes de la paninstitución Estado Nación y el surgimiento de una dinámica que conecta los 
términos que son parte de esa red, sin ligar ni producir significación alguna. Se trata, en 
definitiva, del pasaje de un lógica de encuentros metaregulados a una dinámica de 
amontonamientos destituyentes. Y las consecuencias subjetivas se dejan sentir. De esta 
manera, la desligadura de lo ligado y la fragmentación de lo articulado componen el paisaje 
por el que tendrá que transitar la subjetividad contemporánea. 
Si el ciudadano de los Estados Nacionales tenia que lidiar con una metainstitución que anudaba 
con una normativa que reprimía y alienaba, las condiciones en las que están enredados los 
ocupantes de la lógica de mercado son radicalmente otras. Justamente por eso, su sufrimiento 
Del Fragmento a la Situación 16
G r u p o d o c e 
no tiene que ver con el disciplinamiento de los cuerpos y las conciencias, sino con el desgarro 
que genera la lógica de mercado en las subjetividades. 
Pero, ¿qué es lo que desgarra a la subjetividad actual qué es un desgarro? En principio, el 
desgarro está causado por la dinámica de mercado. Más precisamente, es un efecto-en la 
subjetividad- de una lógica cuya temporalidad es la velocidad, la sustitución, la inmediatez. 
Dicho de otro modo, la subjetividad mercantil intenta adaptarse a unas condiciones que varían 
permanentemente, pero ese intento, que necesita de la creación de unas operaciones 
específicas (reinvención y flexibilidad), tiene consecuencias subjetivas. Vale decir, entonces, 
que el desgarro es el subproducto de la puesta en juego de esas operaciones en conexión con 
los estímulos del mercado. En este sentido, desgarro es el término que designa una serie de 
marcas constitutivas de la subjetividad actual. A saber: destitución de consistencias y 
desligadura de anudamientos simbólicos. En definitiva, desvanecimiento de la máquina de 
pensar disponible. 
El desgarro de la subjetividad contemporánea prospera como destino en condiciones de 
fragmentación, y la fragmentación sólo es posible en coordenadas postnacionales. Esto es, en 
ausencia de lógicas totalizadores capaces de convertir un término cualquiera en término de esa 
totalidad. Sin procedimientos de unificación bajo un mismo régimen de sentido -es decir, sin 
Estado Nación como metainstitución reguladora de las significaciones-, el paisaje actual se 
puebla de fragmentos, de esas instancias que resultan de una lógica incapaz, pero sobre todo 
desinteresada, en articular esa disgregación sin centro. 
Sin centro metainstitucional que regule los encuentros entre los agentes del sistema social, el 
desgarro y la fragmentación se transforman en vida cotidiana. Esto es, en las condiciones que 
tendrá que subjetivar la subjetividad contemporánea. Ahora bien, si los efectos de la lógica a 
subjetivar son la desligadura y la destitución de consistencias, será necesario hacer un balance 
de las herramientas para hacer algo con lo que han hecho de uno. Por qué este balance? 
Porque las herramientas disponibles -y forjadas en lógica estatal y nacional-, están diseñadas 
para operar con otro tipo de obstáculos (entre tantos, alienación, represión, 
institucionalización), obstáculos que no son los nuestros. Por el contrario, los padecimientos 
actuales no parecen estar causados por la sobreregulación de las instituciones del Estado, sino 
por la ausencia de reglamentación en tiempos de mercado. Entonces, la tarea subjetiva 
necesita orientarse a la transformación de los fragmentos, espacios desreglados por 
excelencia, en situaciones habitables. Esto es, con capacidad de forjar su propias reglas. Para 
que esto suceda, será condición convertir los procedimientos heredados en estrategias para 
producir ligaduras en tiempos de destitución. 
Del Fragmento a la Situación 17
G r u p o d o c e 
Desgarros en tiempos de mercado 
En alguna parte de La corrosión del carácter, Richard Sennett nos pone al tanto de las razones 
de este título provocador. Sin duda, el subtítulo de la obra participa de la provocación: Las 
consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Título y subtítulo anticipan, de 
algún modo, un problema que insistirá a lo largo del texto. Por no decir, de nuestra actualidad. 
Si es cierto que flexibilidad y reinvención son operaciones ineludibles en tiempos de mercado, 
vale preguntarse por los efectos que produce en la subjetividad contemporánea -Sennett dirá 
en el carácter de las personas-semejantes requerimientos. En otros términos, qué tipo 
subjetivo resulta de transitar una lógica que necesita, para su funcionamiento, de la flexibilidad 
y reinvención permanente de sus agentes? 
No hay dudas, flexibilidad y reinvención prosperan como virtudes en tiempos de velocidad, 
esto es, cuando las condiciones varían de ocasión en ocasión. Ahora bien, si las virtudes son 
tales, nada parecido a los planes quinquenales organiza hoy el destino de los capitales, los 
Estados o las personas. Todo transcurre en el corto plazo, y la destitución amenaza la 
existencia de cualquier emprendimiento (personal, profesional, político). Sin Estado Nación que 
garantice la consistencia del suelo donde apoyaban sus acciones los actores nacionales, el 
mercado hace libremente su número. Y en este hacer sin restricciones, conecta y desconecta 
los términos de esa red. 
Por lo señalado, la existencia mercantil exige flexibilidad y reinvención, pero sobre todo exige 
que estas operaciones estén pautadas por la dinámica del mercado. En este sentido, 
flexibilidad y reinvención devienen requisitos para estar en la partida. Pero ser participante de 
este juego tiene consecuencias, y las consecuencias también se dejan sentir en el campo 
identitario de la subjetividad. Sin consistencia asegurada y en plan de renovación permanente, 
la destitución identitaria se transforma en destino. Esto es, en una condición con la que 
tendrán que lidiar, inevitablemente, los ocupantes de la lógica en cuestión. Por otra parte, es 
preciso señalar que esa destitución implica el desvanecimiento de las consistencias disponibles. 
Ahora bien, ese desvanecimiento en las condiciones actuales significa dispersión, desligadura y 
desarticulación de los ordenadores simbólicos de la subjetividad en ciernes. De esta manera, 
los efectos no calculados de la adaptación a un medio siempre cambiante marcan la 
subjetividad contemporánea, y el desgarro deja su huella. 
Si es cierto que la subjetividad mercantil busca adaptarse a la velocidad del mercado vía 
innovación y flexibilidad, no es menos cierto que en ese intento desgarra la subjetividad, 
destituye consistencias, desliga los términos ligados. Pero el destino de la reinvención y la 
flexibilidad, tal vez pueda ser distinto. Pero para que esto suceda, estas operaciones tendrán 
que suspender su conexión con los requerimientos del mercado. Si la flexibilidad y la 
reinvención no son imposición de la dinámica dominante sino operaciones de una tarea 
subjetiva orientada a ligar de otro modo el tejido desgarrado, su estatuto podrá ser otro. 
Según la caracterización realizada, la operatoria de mercado desgarra la subjetividad 
contemporánea, y este desgarro describe una consistencia mutilada. En este sentido, la 
destitución no remite a la liberación de una ligadura alienante, como podría ser en tiempos 
nacionales. En la lógica de mercado, la producción de consistencias no es empresa de la 
práctica dominante sino tarea subjetiva orientada a imponer restricciones a la destitución, 
efecto de la operatoria de mercado. Ahora bien, la imposición de estas restricciones no busca 
la restitución de la metaconsistencia perdida por el agotamiento del Estado Nación como 
paninstitución donadora de sentido. Tampoco sería posible. Por el contrario, busca la 
reinvención de una consistencia en otra clave. Y esta otra clave no es estatal ni mercantil; es 
fiel a un recorrido subjetivo. 
Del Fragmento a la Situación 18
G r u p o d o c e 
Inventarse o desaparecer 
En la renovada literatura de management de los años `90, insiste un imperativo que podría ser 
formulado en estos términos: reinventarse o desaparecer; alterarse o morir. Ese imperativo 
entiende la reinvención como estrategia de adaptación a un medio ambiente cambiante. Así 
definida, la alteración se transforma en operación necesaria para permanecer en la dinámica 
de mercado. Entonces, la subjetividad mercantil tendrá que entrenarse en semejante 
quehacer. 
Esa innovación constante, que para el management de los `90 es un destino inevitable, no es 
más que el requerimiento de una lógica que condena el proceder del mismo modo, en una y 
otra ocasión. La estadía en esta lógica exige, entonces, de la reinvención permanente de sus 
agentes en conexión con las demandas cambiantes del mercado. Ahora bien, que esas 
demandas sean cambiantes significa, entre otras cosas, que la temporalidad de la reinvención 
es un cada vez que prospera al ritmo de los estímulos del mercado. La dominancia de este 
cada vez produce un tipo de efecto que, a falta de mejor nombre, podríamos llamar caducidad 
sin experiencia. ¿Qué significa esto? Significa que el abandono de un recurso por parte de un 
agente mercantil, no resulta de una operación que hace la experiencia y agota, en su 
productividad, ese recurso. Por el contrario, se trata de un mecanismo de adaptación a unos 
estímulos variables. Estos estímulos ciegos a la experimentación impiden -en nombre de la 
sustitución innovadora- cualquier posibilidad de indagación. Por qué? Porque bloquean la 
retención de ese término a indagar. Sin posibilidad de retención, no hay posibilidad de 
apropiación y agotamiento. Entonces, la variación exigida por el mercado marca la caducidad 
inmediata de las cosas, las personas, las ideas. De esta manera, la innovación queda reducida 
a un imperativo neoliberal. Esto es, a una sustitución sin experiencia, a una caducidad sin 
apropiación. 
La exigencia innovadora del management de los '90 subraya un rasgo de la subjetividad actual, 
pero también subraya los modos en que esa subjetividad transita el mundo del que forma 
parte. En este sentido, el discurso del management ofrece una estrategia de tránsito: la 
reinvención en conexión con las demandas del mercado. Ahora bien, esta conexión es la que 
asegura que la estrategia en cuestión quede, inevitablemente, sometida a los ritmos del I 
mercado. Dicho de otro modo, el sujeto debe reinventar-se 
otro cuando los estímulos del mercado así lo demanden. Pero esta demanda será necesario 
entenderla como operación constitutiva de la subjetividad mercantil. Es la dinámica de 
producción de la subjetividad instituida. 
Si es cierto que la reinvención postulada por el management de los '90 describe un modo de 
estar en el mundo, no es menos cierto que se trata de un modo causado por los ritmos del 
mercado. Que la reinvención sea un modo de transitar las condiciones actuales no significa que 
sea el único. Por el contrario, significa que es el modo ofrecido por la dinámica dominante. Si la 
reinvención es la modalidad producida por los agentes del mercado, será posible preguntarse 
por el status de un estar no pautado por los tiempos mercantiles. Ahora bien, un estar no 
sometido a la temporalidad del mercado implica otro modo de subjetividad. Antes que estar, 
podemos llamar habitar a la práctica de determinación subjetiva de un campo en autonomía 
respecto de las for- mas dominantes. Se trata de la subjetivación en el envés, de la 
subjetividad instituida. 
Así definido, el habitar requiere de una serie de operaciones de pensamiento capaces de 
suspender, situacionalmente, los imperativos de la lógica en cuestión, las operaciones de la 
subjetividad dominante. Vale decir, entonces, que esa suspensión no necesita de la puesta en 
Del Fragmento a la Situación 19
G r u p o d o c e 
jaque de la lógica. Más bien, necesita de la interrupción de su eficacia en la situación que 
pretenda ser habitada. 
Una precisión tal vez pueda aclarar el registro de lo que estamos llamando habitar como 
interrupción situacional de una dinámica de partida. La temporalidad del mercado es 
sustitución sin alteración subjetiva, caducidad sin experiencia. Si es así la temporalidad 
dominante. no será posible que prosperen las figuras del habitar y del habitante. Para que esto 
acontezca, será necesario construir un dispositivo competente tara desacelerar la velocidad del 
mercado y albergar otra temporalidad. Dicho de otro modo, será necesario producir un tiempo 
capaz de habilitar la retención (y no la sustitución) de aquello que se presente. 
Por lo dicho hasta aquí, estar y habitar describen operaciones de pensamiento radicalmente 
distintas, aunque ambas condicionadas por las transformaciones actuales. Si bien el terreno es 
el mismo. las estrategias de relación con ese terreno no lo son. Y no lo son porque el estar, 
como estrategia de reinvención continua, permanece sometido a la operatoria de mercado. 
Mientras que el habitar, como operación sobre ese funcionamiento, determina un espacio y un 
tiempo en autonomía respecto del mercado. 
Vimos la noción de habitar, pero aún no nos detuvimos en las operaciones de pensamiento 
características del habitante. Aquí importa una de ellas, la reinvención. Ante todo es preciso 
aclarar cuál es el status de la invención para el habitante. Para orientarnos en esta empresa, 
tal vez sea estratégico distinguir entre reinvención como exigencia objetiva y reinvención como 
decisión subjetiva. Respecto de la re-invención como imperativo objetivo, es lo que describe el 
management de los '90. Respecto de la reinvención como decisión subjetiva, será necesario 
destacar -por lo menos- dos cosas: por un lado, la invención subjetiva no consiste en un 
mecanismo sometido a la velocidad del mercado, sino en una estrategia de invención de un 
espacio y un tiempo en diferencia con la velocidad; por otro, la invención no queda 
determinada por las demandas cambiantes del mercado, sino por el recorrido subjetivo del que 
formará parte. En este sentido, la reinvención no es imperativo neoliberal sino herramienta 
disponible para un recorrido. 
Ahora bien, inscripta en una trayectoria subjetiva y no sometida a la lógica de mercado, la 
reinvención tiene otro estatuto. Entonces, la reinvención podrá ser instrumento de mercado u 
operación subjetiva. Usted decide. 
Del Fragmento a la Situación 20
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La violencia de los resultados 
En una entrevista a un joven gerente, en el suplemento Económico de Clarín del 29 de octubre 
de 2000, se lee. "Trabajamos en una compañía muy orientada a los resultados, y hoy la 
violencia de los resultados es enorme". Al parecer, no se trata de una denuncia. Tampoco de 
una queja o de la puesta en circulación de una posición ideológica. Más bien, parece tratarse 
de una definición en regla, pero de una definición con capacidad de exceder el campo que, en 
principio, describe. Esto es, la compañía. Tengan el estatuto que tuvieren esas palabras, los 
dichos del entrevistado describen una alteración radical en los parámetros de racionalidad 
instituidos por los Estados Nacionales. Esto es, en los modos de leer y calificar un recorrido 
personal, profesional o político. Ahora bien, la confesión del joven gerente también revela una 
transformación no menos radical: hoy los resultados operan como principio general de 
consistencia. 
Por lo señalado, los parámetros de racionalidad actuales son otros que los nacionales. La 
violencia de los resultados o simplemente los resultados, marcan los movimientos de los 
agentes que danzan al ritmo de los requerimientos del mercado. Desde la subjetividad forjada 
por los Estados nacionales, podrá decirse que esta variación no es más que la decadencia 
moral de unos parámetros de racionalidad más nobles. Pero para una subjetividad no estatal 
se trata de la alteración de los principios de lectura y evaluación que orientaron la subjetividad 
en tiempos nacionales. 
La mutación general que permite situar la dominancia de los resultados como parámetro de 
racionalidad se advierte en el agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de 
sentido. Ahora bien, este agotamiento también implica la destitución de sus principios de 
racionalidad como principios generales de orientación. Por otro lado, esa destitución no es 
efecto de la desestimación moral, por parte de los agentes de la lógica desvanecida, de tales 
principios -o por lo menos, no se trata solamente de eso-. Más bien, el abandono de aquellos 
principios no es más que la consecuencia de su incapacidad para evaluar un recorrido en 
condiciones post-nacionales. 
Antes de precisar las condiciones en las que los resultados prosperan como parámetro de 
consistencia, detengámonos en el horizonte de racionalidad propio de los Estados Nacionales. 
En la lógica nacional, los resultados no administran la suerte de una carrera (personal, 
profesional, política). Por el contrario, el destino de una carrera descansa en la acumulación 
progresiva de logros, logros posibles (por ser lineal y anticipable el devenir), y adquiribles 
mediante esfuerzo. Esfuerzos y logros constituyen, entonces, los parámetros de racionalidad 
de un recorrido en tiempos de Estado Nación. Esto es posible, entre otras tantas condiciones, 
por la vigencia de una institución lineal y progresiva del tiempo. Sólo sobre esa temporalidad 
los logros pueden llegar a ser acumulativos y el porvenir anticipable. Pero ese tiempo lineal y 
progresivo también es una institución de los Estados Nacionales. De esta manera, sin Estado 
Nación como metainstitución, tampoco hay tiempo lineal y progresivo. 
Sin institución nacional del tiempo, la posibilidad de acumular esfuerzos y logros en un 
derrotero resulta, en principio, imposible. Esta imposibilidad se desarrolla cuando las reglas de 
juego, sean las que fueren, se desvanecen como principio general de consistencia. Es decir, 
cuando las instituciones donde operan los agentes varían de situación en situación. Sin reglas 
de juego ni condiciones estables, no hay modo de saber a priori cuáles de las estrategias serán 
productivas y cuáles no. Si esta es la dinámica, los', instrumentos de orientación y lectura que 
suponen linealidad y progreso devienen obsoletos. Sólo en estas coordenadas operan los 
resultados como principio general de racionalidad. El disco más vendido, la película más vista, 
Del Fragmento a la Situación 21
G r u p o d o c e 
el vídeo más alquilado o el futbolista del siglo son las figuras de esta nueva racionalidad. 
Figuras capaces de leer una producción sólo desde sus resultados objetivos. 
Si los parámetros de racionalidad instalados por el mercado son los resultados, si la vigencia 
de estos parámetros es posible en una dinámica ciega a lo sucedido en un recorrido, la 
pregunta de la subjetivación es: cómo habitar una experiencia sin sepultarla en sus resultados. 
Dicen que habitar un recorrido también consiste en la producción de sus parámetros de lectura 
y evaluación. Dicen que una experiencia tiene valor de experiencia cuando inventa en 
autonomía los modos de hacer su balance. Sea del tipo que fuere, cualquier experiencia 
subjetiva necesita de esta elaboración. De no ser así, los resultados dominan. Y una 
experiencia pensada exclusivamente desde los resultados se desrealiza como recorrido 
subjetivo porque queda sometida a los parámetros de racionalidad instalados por el mercado. 
Habitar un recorrido exige, entonces, trazar otros criterios de racionalidad. Pero otros no 
significa otros cualesquiera, significa otros en tanto que específicos de ese recorrido. La 
producción de esa especificidad necesita, por un lado, de la interrupción de la temporalidad 
caótica del mercado y sus parámetros específicos; por otro, de la invención de una 
temporalidad en inmanencia con el recorrido, esto es, atenta a las producciones, los 
retrocesos, los obstáculos y las fidelidades que libera ese trayecto subjetivo. 
Hoy nos toca navegar en las aguas del mercado. Algunos se podrán lamentar por eso. Pero lo 
decisivo no parecen ser las aguas sino el modo en que decidimos navegarlas. Es decir, estamos 
atentos a resultados, o en fidelidad con '` los recorridos subjetivos emprendidos. 
Del Fragmento a la Situación 22
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Del empleo vitalicio al empleo temporario 
Partamos de una evidencia compartida: el trabajo ya , no es lo que era. El uso de nuevas 
tecnologías, los efectos del mercado global, la sustitución de pirámides institucionales por 
organizaciones en red, la desaparición de la programada carrera abierta al talento, la 
inestabilidad, el riesgo y la flexibilidad como rutina describen algunos rasgos del nuevo modo 
de trabajo. Un buen indicador de esta alteración es el desvanecimiento del empleo vitalicio 
como destino social por excelencia. Que el empleo no sea centralmente vitalicio tiene 
consecuencias. Entre ellas: es necesario buscar, una y otra vez, empleo: es necesario ofrecer, 
una y otra vez, nuestras capacidades. Esto indica una doble variación: por un lado, la condición 
temporaria del empleo no es un accidente sino la temporalidad específica del trabajo actual; 
por otro, la búsqueda de trabajo transita unas condiciones distintas a las supuestas por la 
subjetividad ciudadana. 
Que una búsqueda, en este caso de empleo, no coincida con la representación de esa 
búsqueda, en principio, indica poco. Se podrá señalar que entre la representación que un 
sujeto tiene de una búsqueda y esa búsqueda hay una distancia ineliminable. La distancia que 
aquí importa no es la distancia inevitable pero transitable entre la representación y la práctica 
propias de una misma lógica social, sino la distancia intraducible entre las representaciones de 
una situación histórica y las prácticas de otra. Si la primera distancia es insalvable, la segunda 
aparece en determinadas condiciones, condiciones que son las de nuestra actualidad. 
Esta actualidad está marcada por la presencia de una serie de prácticas que no se deja leer en 
su novedad por las viejas representaciones (estatales). Forjada en condiciones nacionales, la 
subjetividad ciudadana procesa, piensa, resiste y se equivoca en clave nacional. Los modos de 
estar en el mundo y el lenguaje de la subjetividad ciudadana resultan de transitar las 
instituciones disciplinarias de los Estados Nacionales. Agotada esta paninstitución como 
instancia dominante, prosperan prácticas que no encuentran modo de ser leídas desde las 
representaciones que tramaron la subjetividad nacional. Esta distancia intraducible entre viejas 
representaciones nacionales y nuevas prácticas es lo que define nuestra contemporaneidad. 
Volvamos sobre las alteraciones en el status del trabajo y los modos de pensar estas 
alteraciones. El pasaje del empleo vitalicio al empleo temporario produce una diversidad de 
efectos. No se trata aquí de rastrear esa diversidad, sino de detenerse en algún aspecto de 
ella. A saber: qué temporalidad forja el empleo temporario; qué subjetividad resulta de esa 
temporalidad; qué estrategia de búsqueda de empleo exige una lógica de empleo 
fundamentalmente temporaria. 
El empleo vitalicio como destino social por excelencia es posible en unas condiciones 
determinadas. Entre otras, una institución lineal y progresiva del tiempo. Un ciudadano 
promedio de los Estados Nacionales, criado en esa linealidad progresiva, sabía de su destino 
porque el futuro era, entonces, predecible. En el ámbito laboral, por ejemplo, rara vez se 
registraban cambios radicales. Lo mismo sucedía en otros ámbitos de la vida social. De esta 
manera, nuestro ciudadano sabía -entre otras cosas- dónde y cuándo iba a jubilarse. Pero 
también sabía que antes de esa jubilación, los logros resultaban acumulativos en una carrera 
profesional. 
Ahora bien, sin progresividad ni linealidad, el tiempo, social es otro. Así modificado, también es 
otro el tiempo de trabajo. Una buena guía de esta modificación es la! condición temporaria del 
empleo, condición que no pa- rece ser una coyuntural interrupción del empleo vitalicio y sino 
un nuevo modo de organización del trabajo. Este: modo de organización introduce, entre 
otras, una novedad decisiva: la estacionalidad del empleo exige buscar reiteradamente trabajo. 
Se vera que no se trata de la búsqueda a la que nos tenía acostumbrados la regular estabilidad 
Del Fragmento a la Situación 23
G r u p o d o c e 
de los tiempos progresivos y lineales. Se trata de una búsqueda que transcurre en otras 
coordenadas. Justamente por eso, nos obliga a revisar la estrategia. 
Si es cierto que se ha desvanecido el empleo vitalicio, si es cierto que la condición temporaria 
define el trabajo actual, suponer que la búsqueda de empleo sigue siendo lo mismo destaca la 
impericia de una subjetividad que se resiste a habitar en unas condiciones que han cambiado. 
Si habitar significa habilitar las operaciones necesarias para transitar ese nuevo terreno, será 
conveniente pero sobre todo estratégico suspender, por un lado, las operaciones que impidan 
habitar la temporalidad actual del trabajo; por otro, inventar las operaciones capaces de entrar 
en relación con esa novedad. En definitiva, este habitar nos invita a hacer la experiencia de 
una autoivención en conexión con un problema: forjar las condiciones de empleabilidad 
pertinentes para una lógica de empleo temporaria. 
Un ejemplo puede aclarar esto último. Según la definición vitalicia de empleo, el curriculum 
vitae describe las instituciones por las que pasó un trabajador, y el juego de calificaciones 
adquirido a lo largo de una vida de trabajo. Así pues, las condiciones de empleabilidad parecen 
forjadas en una dirección y para siempre. El curriculum vitae, entonces, presenta un recorrido 
uniforme y progresivo. Este curriculum anclado en la estabilidad garantizada por la 
paninstitución Estado Nación resulta inoperante a la hora de lidiar con la velocidad actual del 
mercado. Los flujos del mercado son demasiado dinámicos para un solo juego de 
calificaciones. En este sentido, el mercado transcurre en el cada vez y solicita como efecto de 
esa operatoria, menos un saber a priori que unas operaciones capaces de entrar en relación 
con ese cada vez. Definido de este modo, el curriculum vitae se convierte en un obstáculo (y 
no en una herramienta) en la búsqueda de empleo. ¿Cuál será, entonces, el formato curricular 
capaz de habitar y operar en las nuevas condiciones? 
Declarada la inoperancia del curriculum vitae en una lógica de empleo temporario, el 
curriculum actual como herramienta productora de subjetividad empleable necesitará transitar 
el cada vez. ¿Qué significa este cada vez? Será necesario investigarlo. Pero posiblemente poco 
tenga que ver con la lineal novela laboral, y mucho tenga que ver con una operación de 
historización capaz de discriminar qué aspectos del recorrido profesional generan posibilidades 
para la obtención del empleo en el cada vez. Así definido, el currículum actual opera como un 
procedimiento de selección de los recursos y las operaciones pertinentes para cada situación. 
Ahora bien, este procedimiento no consiste en un proceso burocrático de selección de lo 
existente, sino en una operación producida por un habitante de las situaciones características 
en las transformaciones contemporáneas . 
Del Fragmento a la Situación 24
G r u p o d o c e 
Parte II 
Del fragmento a la situación 
Nuevas estrategias de subjetivación 
Las notas de este apartado están nucleadas en torno de un campo problemático. El 
agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido no sólo implica el 
agotamiento de esa lógica social y sus tipos subjetivos sino también -y esto es lo que importa 
en esta segunda parte- el agotamiento de sus estrategias de subjetivación4. Dicho de otro 
modo, el pasaje del Estado al mercado altera radicalmente el estatuto de la subjetividad 
instituida en los tiempos nacionales. El soporte subjetivo de la organización social ya no es el 
ciudadano producido por las instituciones disciplinarias sino el consumidor instalado por los 
artefactos de mercado. Ahora bien, esta alteración no se limita a la alteración de la 
organización social instaurada por la lógica nacional. También tiene consecuencias 
perturbadoras sobre las estrategias de pensamiento y de intervención (es decir, de 
subjetivación) propias de la dinámica agotada. 
Si una estrategia de subjetivación puede ser definida como la serie de operaciones de 
pensamiento y de intervención sobre una subjetividad determinada, el desvanecimiento de la 
subjetividad en cuestión tendrá efectos sobre tales estrategias. Por qué? Porque el material 
subjetivo con el que tendrán que lidiar las operaciones de subjetivación será radicalmente 
diverso. En otros términos, si los modos de dominación varían, nada nos permite suponer que 
las viejas estrategias de subjetivación seguirán siendo activas en las nuevas condiciones. Por el 
contrario, modificada la superficie de implicación -ya no se trata del Estado Nacional y sus 
instituciones sino del mercado neoliberal y sus fragmentos- será necesario revisar las 
herramientas de pensamiento y de intervención disponibles hasta entonces. 
Ahora bien, esta revisión sólo deviene estratégica cuando el modo de dominación específico de 
los Estados Nacionales se desvanece. En este sentido, el desvanecimiento del Estado como 
instancia articuladora de la vida en sociedad y la emergencia del mercado como práctica 
dominante, inauguran un campo problemático inédito. Ya no será decisivo pensar las 
operaciones de subjetivación en la subjetividad disciplinada por los Estados Nacionales, sino 
las estrategias de intervención en la subjetividad fragmentada por el mercado neoliberal; ya no 
será decisivo inventar modos de ruptura con la normativa establecida por los dispositivos 
estatales, sino estrategias de subjetivación capaces de hacer con la destitución mercantil. 
Dicho de otro modo, la dominante mercantil produce otros efectos en la subjetividad que la 
dominante estatal. No se trata de disciplinamiento y normalización, sino de fragmentación y 
destitución subjetiva. Por eso mismo, las estrategias de subjetivación no podrán ser las mimas 
en terreno nacional y en terreno neoliberal. Por eso mismo, será conveniente repensarlas en 
conexión con el estatuto de las nuevas condiciones. Las notas que siguen -cada una a su 
modo- buscan ser parte de esta tarea de pensamiento. 
4 Sobre los conceptos de subjetividad socialmente instituida, envés subjetivo y subjetivación, ver pp. 20-22 
Del Fragmento a la Situación 25
G r u p o d o c e 
.II. 
ESTRATEGIAS DE SUBJETIVACIÓN 
CONTEMPORÁNEAS 
Ya fue señalado. Somos contemporáneos de una serie de transformaciones decisivas en las 
formas de dominación. Justamente por eso, el pasaje del Estado Nación al mercado neoliberal 
también implica otra serie de alteraciones decisivas en las estrategias de subjetivación. En este 
apartado, nos detendremos fundamentalmente en algunas figuras de la subjetivación nacidas 
en los tiempos postnacionales. 
Vale decir que estas notas no buscan reseñar una teoría general sobre las formas de 
pensamiento y de intervención en las condiciones contemporáneas. Apenas se trata de 
presentar algunas herramientas en conexión con un campo problemático inédito (y también 
impensable) para la subjetividad estatal. ¿Qué implica pensar sin Estado? ¿Cuáles son las 
formas de subjetivación en los tiempos contemporáneos? En definitiva, cuáles son las 
operaciones capaces de transformar a un ocupante de las viejas instituciones disciplinarias en 
un habitante de las transformaciones contemporáneas? Antes de ensayar alguna respuesta 
para estas preguntas, tal vez sea conveniente situar sus condiciones de emergencia. 
La dominación estatal apoya en diversos fundamentos (políticos, económicos, ideológicos, 
sociales, etc.). No importa detenerse aquí en la batería de fundamentos propia de los Estados 
Nacionales, lo que sí importa señalar es que no hay dominación estatal sin fundamento de 
algún tipo. Como la dominación de Estado descansaba en sus fundamentos, la subjetivación 
moderna consistía en subvertir, romper, cambiar esos fundamentos. Cuestionadas las bases del 
sistema, la dominación entraba en jaque. Ahora bien, la dinámica de mercado no apoya en 
unos fundamentos perdurables. Más bien, su vitalidad exige todo lo contrario. En este sentido, 
su medio no es la solidez estatal sino la fluidez mercantil. Así, la subjetivación como ruptura de 
los fundamentos de la dominación deviene -en principio- inadecuada para operar en un medio 
fluido como el neoliberal. Dicho de otro modo, si en la lógica estatal la tarea de pensamiento y 
de intervención consistía en mover o desplazar los fundamentos que sometían a los ocupantes 
de las instituciones, nuestra tarea no parece ser esta. ¿Por qué? Porque en un medio fluido 
como el mercado actual, el movimiento o el desplazamiento de los términos en cuestión no son 
conquistas subjetivas -como lo eran en los Estados Nacionales- sino su condición ontológica. 
Por esta razón, la subjetivación actual no adopta la forma movediza de los tiempos 
disciplinarios. 
Ahora bien, si la fluidez es el modo de existencia en los tiempos mercantiles, será necesario 
forjar los procedimientos de pensamiento y de intervención capaces de marcar este terreno. 
Pero también será necesario pensar nuevas estrategias de subjetivación en relación con una 
dominación que no sabe -ni pretende saber- de fundamentaciones sólidas. En definitiva, la 
tarea subjetiva en los tiempos neoliberales requiere de otro tipo de operaciones. Ya no es 
preciso desligar, romper, subvertir sino ligar, afirmar, sostener. Dicho de otro modo, nuestro 
punto de partida no son las instituciones estatales sino las destituciones mercantiles. 
Las notas que siguen son observaciones sobre distintas operaciones orientadas a ligar, afirmar, 
sostener. Si bien se trata de estrategias de subjetivación diversas (habitar, desacelerar, 
suspender), también se trata de estrategias que trabajan sobre un mismo material subjetivo: 
fragmentos y subjetividades fragmentadas5. 
5 Habitar, desacelerar y suspender son estrategias de subjetivación en las condiciones contemporáneas. Claro está que no son las 
únicas. Pero aquí se trata de detenernos en estas tres operaciones. 
Del Fragmento a la Situación 26
G r u p o d o c e 
Qué implica hacer de un fragmento una situación? Vayamos por partes. El agotamiento del 
Estado Nación como metainstitución implica el desvanecimiento de un tipo de dominación 
totalizadora. Agotado el Estado que totalizaba y en presencia de una dinámica mercantil que 
opera sin totalizar, ya no hay un mundo sino fragmentos, ya no hay un sistema que articula a 
las partes en un todo y les provee un sentido sino fragmentos dispersos huérfanos de 
significación. Pero ¿qué es un fragmento? Lo que resulta de ese agotamiento, lo que se 
desprende por astillamiento, por desquicio o sin plan de institución. En definitiva, un fragmento 
es lo que queda. Ahora bien, transformar un fragmento en una situación es una estrategia 
sofisticada pero imprescindible en los tiempos contemporáneos. Esta estrategia consiste en la 
fundación de una lógica sin remisión a otra (ya sea estatal o mercantil). Y sin remisión implica 
el asentamiento de un espacio y un tiempo situacionales, es decir, autónomos. En este sentido, 
ese espacio y ese tiempo no remiten a una totalidad previa sino a una fundación local. Su 
existencia no se deduce de la lógica anterior sino de esa misma producción. Dicho de otro 
modo, hay conversión de un fragmento en una situación cuando la fluidez mercantil ya no 
cuenta, cuando las condiciones generales son suspendidas situacionalmente por una operación. 
Por eso mismo, habitar una situación exige tomarla como absoluta, exige que no adquiera su 
consistencia de un exterior complementario sino de su propia producción, exige que no se 
componga como una parte de un todo sino como una elaboración soberana. En definitiva, 
hacer de un fragmento una situación implica transformar cada situación en un mundo 
habitable6. 
Pero ¿qué es una situación? La producción de una demarcación. Esto es, la producción de un 
espacio y un tiempo en un medio sin marcas socialmente instituidas. Pero la producción de la 
situación también implica la' creación de la subjetividad capaz de habitar ese espacio y ese 
tiempo. En este sentido, una situación constituye a su habitante -y no es el marco en el que se 
manifiesta un tipo subjetivo previo-. Dicho de otro, la fundación de una situación es también la 
fundación de su habitante. De esta manera, las estrategias de subjetivación en los tiempos 
contemporáneos consisten en hacer de un fragmento una situación, de una subjetividad 
fragmentada una subjetividad situacional. 
Si es cierto que ya no hay un sistema totalizador basado en unos fundamentos sólidos, la 
transformación ya no consiste en la alteración de ese sistema y de sus fundamentos. Ahora 
bien, que la alteración no adquiere esa forma no quiere decir que la tarea subjetiva esté agote. 
Más bien, significa que sus procedimientos son otros. Si no hay un sistema articulado de 
dominación, será necesario transformar cada fragmento en situación. Si no hay fundamentos 
que subvertir, será necesario sostener las situaciones fundadas. De esta manera, el pasaje del 
Estado Nación al mercado neoliberal modifica radicalmente el campo del implicación subjetiva. 
Ya no se trata del mundo o de los Estados Nacionales sino de las situaciones. 
6 En los tiempos nacionales circulaba en las instituciones -sobre todo en las educativas una consigna progresista que podría ser 
formulada en estos términos: "Esto no es una isla". ¿Qué era esto? La escuela, el colegio, la universidad. Pero también cada aula. Que 
las instituciones no fueran islas implicaba que estuvieran conectadas con el afuera. Que las instituciones fueran islas implicaba que 
estuvieran desconectadas del afuera. Ahora bien, esta consigna prosperó en las condiciones nacionales porque las instituciones 
disciplinarias limitaban los intercambios con el afuera, con la realidad, con los hechos políticos e ideológicos. Pero en las condiciones 
contemporáneas, esta consigna resulta anacrónica. Las instituciones actuales no sufren por la ausencia de intercambios o de 
conexiones con el afuera sino por la inundación de términos impertinentes. En este sentido, la tarea actual parece consitir en ajustar, 
limitar y regular los intercambios y las conexiones con el afuera. Justamente por eso, la metáfora de la isla se invierte. No se trata de 
conectar las islas con el continente sino de construir islotes habitables que no sean inundados por el océano mercantil. 
Del Fragmento a la Situación 27
G r u p o d o c e 
Habitar 
Para el pensamiento crítico moderno, la subjetivación es sinónimo de salida de las instituciones 
estatales. ¿Por qué? Porque las instituciones disciplinarias de los Estados Nacionales operan 
encerrando a sus agentes. Ahora bien, el pasaje del Estado Nación al mercado neoliberal 
implica el desvanecimiento de estas instituciones. En este sentido, la subjetivación como 
interrupción del encierro también se desvanece. Si la reclusión ya no es la forma de 
organización de la subjetividad, será pertinente preguntarse por las formas que adquiere la 
subjetivación en las condiciones post-encierro. Antes de indagar estos asuntos, detengámonos 
en el modelo de subjetivación en los tiempos disciplinarios. 
El pensamiento crítico moderno supone -para pensar e intervenir- condiciones estatales y 
nacionales. Entre otras, una metainstitución estatal y unas instituciones de encierro. Partiendo 
de aquí, la subjetivación consiste en el abandono de los dispositivos de encierro. Dicho de otro 
modo, las estrategias de subjetivación nacidas en condiciones disciplinarias piensan 
inevitablemente bajo el esquema encierro-libertad. 
El agotamiento del Estado como paninstitución también implica el agotamiento de sus 
estrategias de pensamiento y de intervención. En este sentido, el pasaje del Estado al mercado 
altera radicalmente la implicación de las estrategias de subjetivación. Ya no se trata del Estado 
y sus instituciones de encierro sino del mercado y su fragmentos, ya no se trata de romper con 
sino de habitar. Ahora bien, ¿qué es el habitar como estrategia de subjetivación? 
¿Qué figura es la figura del habitante? Vayamos por partes. En principio, un habitante es la 
subjetividad capaz de forjar y transitar una situación. En este sentido, el habitante es el que 
convierte un fragmento en situación. Dicho de otro modo, es el tipo subjetivo que hace de la 
situación de la que forma parte un mundo. La transformación de una situación en mundo exige 
la demarcación de los términos que serán de la partida. En términos, implica la producción de 
un espacio y un tiempo situaciones. 
As¡ definido, el habitar no consiste en la ocupación de un lugar en un sistema de lugares -lo 
que sería propio de la metainstitución estatal-. Por el contrario, consiste en la determinación 
de ese espacio y de ese tiempo. En este sentido, el punto de la partida de un habitante no son 
las lugares instituidos sino los fragmentos destituidos. Justamente por eso, habitar un espacio 
es determinarlo. Y para determinarlo es preciso construirlo. De esta manera, habitar -en 
condiciones de fluidez- es sinónimo de construir. Pero como la construcción sucede en la 
fluidez, está amenazada de destitución. De esta manera, la construcción no podrá ser de una 
vez y para siempre. Por el contrario, construir en las condiciones de fluidez exige una tarea 
permanente. En otros términos, exige la colonización de ese espacio conquistado por el 
habitar. Pero ¿qué es colonizar? Es una operación sobre el terreno conquistado. Es la tarea 
subjetiva en tiempos de destitución. Es el emprendimiento capaz de sostener lo fundado. Sin 
esta operación, la situación y el habitante se desvanecen. Sin esta operación, hay fragmentos 
y subjetividades fragmentadas. Justamente por eso, el habitar deviene estrategia de 
subjetivación decisiva en los tiempos contemporáneos . 
Del Fragmento a la Situación 28
G r u p o d o c e 
Desacelerar 
La subjetividad ciudadana, la subjetividad forjada por los Estados Nacionales prosperó en un 
medio sólido. La solidez como lógica supone que dos términos vecinos permanecen vecinos en 
la medida en que no se introduzca movimiento alguno de separación. De esta manera, sin una 
intervención interesada en producir desplazamientos, los ocupantes de un medio sólido 
permanecen en el mismo sitio relativo. Como consecuencia de esto, el estado regular de los 
agentes en condiciones de solidez es la ausencia de movimiento. Justamente por eso, las 
estrategias de subjetivación en un medio sólido momo el nacional- consistían en la 
movilización de los términos fijados, retenidos o inmovilizados por las instituciones 
disciplinarias. 
La solidez como lógica no sólo implica regularidad de las condiciones sino también -y como 
consecuencia de esto- la posibilidad segura de orientación. Dicho de otro modo, si en un 
ambiente sólido se reproduce sin mayores alteraciones la localización de los términos que 
componen ese sistema, si en un medio insisten las coordenadas que permiten distinguir un 
paisaje de oteó, un ocupante cualquiera no encontrará mayores dificultades a la hora de 
transitar por esa superficie. En este sentido, la permanencia de las marcas en la era nacional 
habilitaba el tránsito sin mayores contratiempos por la solidez. 
Por lo señalado, la regularidad del medio y la probabilidad de orientación en ese medio son 
posibles en un terreno sólido. Pero estos posibles -que supieron organizar la vida de los 
ciudadanos en los Estados Nacionales- hoy devienen imposibles. Y devienen imposibles porque 
la condición de implicación de las subjetividades ya no es la solidez sino la fluidez, ya no es el 
Estado metainstitución sino el mercado neoliberal. De esta manera, la experiencia 
contemporánea no sucede en un tablero estable sino en un espacio fluido. 
Ahora bien, ¿qué significa que la subjetividad contemporánea esté afectada por la fluidez? 
¿Qué significa que la vida suceda en un medio fluido? Significa que los parámetros que 
organizaban la experiencia en un medio sólido se desvanecieron con el agotamiento del Estado 
Nación como paninstitución donadora de sentido, significa que los principios que le permitían a 
un ciudadano orientarse en la lógica nacional se desintegraron con el agotamiento del medio 
sólido. Pero también significa que este desvanecimiento no forjó nuevas estrategias (generales 
o no) para conducirse en la fluidez. 
Sin marcación del medio fluido, no hay posibilidad de orientación. Y no hay posibilidad de 
orientación porque no disponemos de un espacio y un tiempo socialmente instituidos. En este 
sentido, espacio y tiempo eran condiciones a priori en la solidez, eran instituciones de los 
Estados Nacionales. Pero en la fluidez ya no es así. En un medio fluido como el neoliberal, no 
hay espacio ni tiempo sino velocidad y aceleración. Ahora bien, qué implica esta sustitución? 
Implica que la velocidad y la aceleración no son los modos en que se desplazan los términos en 
un espacio y un tiempo determinados sino el modo de estar en la fluidez. En este sentido, la 
velocidad y la aceleración son rasgos de la subjetividad contemporánea. En este sentido, la era 
del mercado neoliberal es la era de la, f fluidez 
Si la subjetividad instalada por la dinámica de mercado supone velocidad y aceleración, el 
modelo de subjetivación nacido en la solidez nacional resulta impertinente. Y resulta 
Del Fragmento a la Situación 29
G r u p o d o c e 
impertinente porque lo que causa sufrimiento -en la actualidad- no es la solidez sino la fluidez. 
Dicho de otro modo, las condiciones de implicación de las estrategias de pensamiento y de 
intervención contemporáneas no son la fijación y la ausencia de movimiento sino la velocidad y 
la aceleración. Por esta razón, resulta necesario entrenar a las subjetividades en la 
desaceleración. Esto es, en los procedimientos capaces de marcar tiempo y espacio en el 
terreno fluido. Ahora bien, en tiempos de fluidez, desacelerar no es una operación meramente 
cuantitativa sino centralmente cualitativa. En definitiva, se trata de una operación que busca 
construir pausas en un ambiente veloz. Y en la velocidad neoliberal, la desaceleración 
sobreviene clave de la subjetivación contemporánea. 
Del Fragmento a la Situación 30
G r u p o d o c e 
Suspender 
Fieles a su función, los eventos institucionales arman su número vivo. Pretenden que allí se 
desarrolle la discusión. Hay expositores y espectadores. Pero sobre todo hay consumidores. El 
juego armado para la ocasión empieza a rendir sus frutos. Por quinta vez se escucha decir: 
¡qué interesante! Otras tantas veces, los disertantes buscan divertir al aburrido auditorio. 
Doblemente interesante. No hay dudas, el evento institucional ha sido un éxito. Todo salió 
como estaba representado. La concurrencia es numerosa, las estrellas invitadas concurrieron, 
y los organizadores son felicitados por los asistentes al suceso. 
Así definida no resulta sencillo ligar la dinámica del evento institucional con ese material tan 
volátil llamado pensamiento. Más bien, resulta imposible. La condición volátil del pensamiento 
exige otros procedimientos. Más precisamente, exige la creación de una materialidad con 
capacidad albergar esas operaciones que constituyen pensamiento. Pero también con 
capacidad de suspender las operaciones que impiden su presentación. 
Se suele decir que cada lógica instituye el tipo subjetivo capaz de transitarla. El evento 
institucional no es una excepción. También produce sus ocupantes específicos. A saber: 
expositores y espectadores; disertantes y auditorio. En las condiciones del evento institucional, 
los expositores despliegan, con mayor o menor pericia, el número trazado para la ocasión. Los 
espectadores dejan sentir su opinión, y se manifiestan satisfechos o no por el servicio ofrecido. 
Así las cosas, todo transcurre en el terreno de la subjetividad instalada por el evento. Nos 
vamos como vinimos. Sabiendo un poco más, opinando un poco más. El pensamiento no rozó 
la ocasión. Somos los mismos. Ahora bien, para que el destino sea otro será necesario 
suspender las operaciones propias del evento y forjar otras operaciones. En definitiva, otra 
subjetividad. 
El evento institucional ya fue caracterizado. Resta indagar los rasgos del dispositivo solidario 
con la tarea de pensamiento. Es preciso aclarar que si el pensamiento es una operación sobre 
un obstáculo en un recorrido subjetivo, en estas coordenadas, el obstáculo es el evento 
institucional y sus tipos subjetivos. Ahora bien, ¿qué figura subjetiva será capaz de hacer con 
tales obstáculos? El dispositivo asamblea tal vez nos oriente en este interrogante. 
La asamblea es un dispositivo de pensamiento. Pero este dispositivo no tiene expositor ni 
espectadores. Tampoco dispone de saberes y opiniones. Más bien, estos están suspendidos, y 
sólo serán convocados de ser necesitados. Mientras el evento institucional se organiza desde el 
saber y/o la opinión, la asamblea nace a partir de un problema compartido. Y en torno de ese 
problema se constituye. En este sentido, lo que hace lazo en la asamblea es un problema 
coincidente. En este sentido, el lazo en la asamblea es inevitablemente problemático y 
situacional. Que el lazo sea problemático y situacional significa que la asamblea se arma en un 
punto de no saber colectivo. Ahora, este no saber no describe la ignorancia de los allí reunidos 
respecto de un área específica. Este no saber describe un problema impensado por los allí 
reunidos. En ese terreno donde el saber y la opinión son estériles, hay posibilidad de que la 
asamblea se constituya en dispositivo de pensamiento. 
Es importante señalar que la asamblea es una producción que consiste en la suspensión de los 
componentes de la lógica institucional (saber y opinión; expositor y espectador) y la 
determinación de un tipo de enlace problemático (pensamiento; asamblea). Si esto sucede, 
hay encuentro de pensamiento. Esto es, algo transcurre en el terreno de la subjetivación. Ya 
no somos los mismos ni nos vamos como vinimos, porque el pensamiento rozó el encuentro 
asamblea. 
Finalizado el evento, se inicia la evaluación del despliegue institucional. Las variables de 
ocasión confirman (o no) el éxito del suceso: concurrencia numerosa, presencia mediática, 
Del Fragmento a la Situación 31
G r u p o d o c e 
asistencia de los invitados de lujo, participación y debate. La clave numérica organiza la 
evaluación del evento. De esta manera, los números dominan la temporalidad postevento. Los 
números también confirman el éxito, y los organizadores quedan satisfechos con lo sucedido. 
Sin otras herramientas para leer lo ocurrido, los resultados se convierten en la instancia de 
decodificación del evento institucional. Nuevamente transitamos el terreno de la subjetividad 
socialmente instituida. 
Los dispositivos de pensamiento necesitan de otras herramientas de lectura. En este sentido, la 
lectura en clave numérica le hace obstáculo a una lectura en otra clave. La asamblea como 
dispositivo de pensamiento exige de una operación capaz de rastrear lo producido en ese 
encuentro. En este sentido, necesita de un balance. Pero ¿qué es un balance? 
Si la asamblea es un dispositivo de interrupción de la subjetividad instalada por el evento 
institucional, el balance es la operación de suspensión de los modos ofrecidos por ese evento 
para evaluar lo sucedido. El encuentro acontecido en situación de asamblea no puede ser 
pensado en su radicalidad por el lenguaje de los resultados. Justamente por eso, necesita 
forjar unos parámetros de lectura atentos a la producción en cualidad -y no a la puesta en 
serie en cantidad-. La operación balance consiste entonces en el registro de lo acontecido en 
situación de asamblea. Ahora bien, este registro no describe una anotación objetiva, describe 
la percepción que una subjetividad (en estas condiciones, los habitantes de la asamblea) tiene 
de sus impasses, debilidades y obstáculos, pero también de sus invenciones, sistematizaciones 
y movimientos. En este sentido, el balance es una operación en fidelidad a la producción de 
pensamiento en la lógica de asamblea. 
Partimos del evento institucional y de la dominancia de los resultados. Transitamos la 
subjetividad socialmente instituida. Asamblea y balance son operaciones de subjetivación 
sobre esa subjetividad. O dicho de otro modo, son modalidades de interrupción del obstáculo 
que impide el pensamiento. Sin esta interrupción no hay pensamiento porque el pensamiento 
consiste, para nuestra definición, en la suspensión de los recursos y representaciones de la 
lógica instituida que impiden habitar esa situación. De esta manera, pensar exige sustraerse 
del evento institucional y la dominancia de los resultados. Sin esta suspensión, permanecemos 
en el terreno del evento institucional. 
Del Fragmento a la Situación 32

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Grupo doce

  • 1. G r u p o d o c e Del Fragmento a la Situación 1
  • 2. G r u p o d o c e Grupo doce Del fragmento a la situación Notas sobre la subjetividad contemporánea Del Fragmento a la Situación 2
  • 3. G r u p o d o c e Primera edición: noviembre de 2001 ©2001. Derechos reservados por Grupo doce Pte. Perón 4401 21 C C1199ABG Buenos Aires República Argentina Impreso en la Argentina por Gráfica Mexico Printed in Argentina ISBN: 987-53-0069-3 Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso escrito (le los autores Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Libro de edición argentina Del Fragmento a la Situación 3
  • 4. G r u p o d o c e INDICE Prólogo Parte I 1 7 Del Estado al mercado El agotamiento de una lógica I Lógica de Estado 23 II ¿Instituciones sin Estado? 38 III Exclusión, reclusión, expulsión 47 IV Operatoria de mercado 57 Parte II 77 Del fragmento a la situación Nuevas estrategias de subjetivación I Viejas estrategias, nuevas condiciones 81 II Estrategias de subjetivación contemporáneas 95 Epílogo 109 Del Fragmento a la Situación 4
  • 5. G r u p o d o c e I LÓGICA DE ESTADO ¿En qué crisis estamos?1 Hay crisis y crisis. Las que adquieren la forma de un devenir caótico pertenecen al segundo tipo. Porque al primero pertenecen las crisis cuya entidad se reduce a ser pasaje entre una configuración y otra. La crisis, como impasse en el que transcurre la descomposición de una lógica y la composición de otra, describe un estado de cosas donde hay destitución de una totalidad, pero también hay fundación de otra. Es lo que solemos llamar transición. La crisis como devenir caótico reseña unas condiciones en las que, si bien hay descomposición de una totalidad, nada indica que esa descomposición esté seguida de una recomposición general, diferente en su forma pero idéntica en su función totalizadora. Así pues, la crisis actual posiblemente sea de este segundo tipo. Según una definición histórica, una lógica entra en crisis cuando encuentra dificultades para reproducirse como hasta entonces. La definición en regla designa un campo problemático: dificultades para reproducirse como hasta entonces. La interrupción de la cadena reproductiva pone en jaque la lógica en cuestión. Ante tal interrupción, cabe preguntarse por el status de la crisis. ¿Qué es lo que encuentra hoy dificultades para reproducirse como hasta entonces? O dicho de otro modo, den qué crisis estamos? La crisis actual consiste en la destitución del Estado Nación como práctica dominante2, como modalidad espontánea de organización de los pueblos, como paninstitución donadora de sentido, como entidad autónoma y soberana con capacidad de organizar una población en un territorio. En este sentido, lo que encuentra dificultades para reproducirse es la metainstitución Estado Nación. Esta imposibilidad reproductiva no describe el mal funcionamiento de las instituciones del Estado Nación, o por lo menos no se trata solamente de eso. Este agotamiento describe una variación de otra estirpe: la descomposición del Estado para todas y cada una de las situaciones. Mutilado de esa capacidad, el Estado ya no es el que era. Su estatuto es otro. Ahora bien, sin Estado capaz de articular simbólicamente el conjunto de las situaciones, las fuerzas del mercado también alteran su estatuto, y en esta alteración devienen práctica dominante. Que el mercado sea práctica dominante no significa que sustituya al viejo Estado Nación en sus funciones de articulados simbólico. La dominancia del mercado desarrolla otra operatoria, que no es la articulación simbólica sino la conexión real. Si el Estado Nación era ese terreno que proveía un sentido para lo que allí sucediera, el mercado es esa dinámica que conecta y desconecta, inevitablemente, lugares, mercancías, información, personas, capitales o tecnología, sin que esa conexión/desconexión asegure a priori un sentido. 1 Sobre el concepto de crisis, ver: I. Lewkowicz y otros, XXII Jornada Anual "Psicoterapias de crisis y en la crisis" en Centro de Estudios en Psicoterapias, Buenos Aires, 1999. 2 Sobre el concepto de práctica dominante, ver: M. Campagno e I. Lewkowicz, La historia sin objeto, Buenos Aires, 1998. Del Fragmento a la Situación 5
  • 6. G r u p o d o c e Ahora bien, éste es el terreno agotado, pero aún no indagamos el status de esta crisis. Ante todo es preciso aclarar que la crisis actual no remite al pasaje de una totalidad a otra (de la totalidad Estado Nación a la totalidad mercado). Tampoco se trata de un impasse entre dos configuraciones cualesquiera. La crisis actual resulta de la disgregación de una lógica totalizadora sin que se constituya, en sustitución, otra totalidad equivalente en su efecto articulados. De esta manera, lo específico de nuestra condición es que no pasamos de una configuración a otra, sino de una totalidad articulada a un devenir no reglado. Si es cierto que el Estado se ha desvanecido en su función articuladora, si es cierto que se ha agotado la configuración nacional sin que sea sustituida por otra, suponer que la crisis actual es una transición que dará lugar a otro esquema totalizador puede ser, por lo menos, un error estratégico. En principio, nada autoriza a pensar que el agotamiento del Estado Nación dará lugar a una lógica totalizadora, Por el contrario, hay indicios que permiten pensar que la operatoria de mercado no necesita, para su funcionamiento, la puesta en forma de una lógica de ese tipo. Más bien, pareciera que le hace obstáculo. En este sentido, la crisis actual no es un impasse entre dos formaciones sino la modalidad de una dinámica cuya forma irrevocable es el devenir no reglado. Por lo señalado, la crisis actual no revela un impasse sino un funcionamiento determinado. Si el devenir no reglado es la temporalidad específica de la dinámica actual, la noción de crisis como interrupción tal vez complique la posibilidad de pensar en su especificidad el despliegue actual del mercado. Por qué? Porque hoy la crisis no es impasse ni coyuntura sino modo de funcionamiento efectivo. En este sentido, la crisis como devenir caótico ha llegado para quedarse. El término perplejidad circula con insistencia en los últimos años. Se lo escucha de modo recurrente en conferencias y charlas; se lo lee en libros y revistas. Podría tratarse de una moda. Pero también podría tratarse de otra cosa: un indicador del estatuto distintivo de la crisis actual. O más precisamente, un indicador de un tipo específico de reacción ante la crisis. Perplejidad tal vez sea el término que designa, sintomáticamente, la pérdida de vigencia de los parámetros capaces de leer la crisis actual. Si frente a algo estamos perplejos, no es ante el cambio de una configuración por otra. Sobre esto hay experiencia. Por el contrario, estamos perplejos ante ese cambio desreglado, ante ese devenir aleatorio que se ha convertido en un término central de nuestras vidas. Ahora bien, investigar la crisis actual implica investigar cuáles son las operaciones de pensamiento capaces de operar en la crisis. Si se verifica una serie de dificultades para que una lógica se reproduzca como hasta entonces, es posible pensar que también entra en crisis la serie de recursos y operaciones de pensamiento disponibles para percibir la crisis. En este sentido, los cambios aleatorios y desreglados que constituyen la experiencia actual llamada crisis, convierten en obsoletos los parámetros disponibles para pensar. Así, también entran en crisis los recursos para pensar la crisis. Estas nociones están en crisis porque la superficie de implicación se ha alterado radicalmente con el agotamiento del Estado Nación como metainstitución. Sin duda, ya nada es igual. Tampoco las categorías. Las categorías pensadas en condiciones nacionales son incapaces de pensar la crisis como dato permanente de nuestras vidas, también son incapaces de pensar el devenir aleatorio como funcionamiento efectivo de la dinámica actual. Pero este devenir aleatorio ha venido para quedarse. Entonces, será necesario pensarlo, más allá de que estemos perplejos ante el despliegue de un devenir imposible de anticipar. Del Fragmento a la Situación 6
  • 7. G r u p o d o c e La muerte del Estado En Así habló Zarathustra, Zarathustra postula la muerte de Dios. No se trata de la descripción de unas objetividades, se trata de una declaración que sanciona la muerte de Dios en unas condiciones específicas. Esto no quiere decir que cualquier enunciado sea capaz de sancionar tal cosa. Esto quiere decir que la declaración de Zarathustra mata a Dios, y mata a Dios porque de allí en más organiza un recorrido sin soporte divino. Ahora bien, este recorrido está marcado por la muerte de Dios. Al respecto, Zarathustra señala que los dos siglos posteriores a la declaración serán los siglos de las sombras de Dios. Así se dejará sentir la última maldición divina: habrá que lidiar con los fantasmas del muerto. La figura de Zarathustra es, en algún sentido, una figura lejana: las condiciones políticas en las que escribe, el muerto en cuestión, el mundo que habita. Pero en algún otro sentido, es nuestro contemporáneo, y somos contemporáneos en la medida en que estamos tomados por un mismo tipo de problema. Para nuestra estrategia, no se trata de Dios sino del Estado, pero se trata -y aquí la contemporaneidad problemática- de ser testigos del agotamiento de una dominante. Ahora bien, ser testigos no significa ser espectadores de una transformación exterior, significa determinar el sentido de esa transformación3. La declaración nietzscheana proclama la transformación de las condiciones habitadas, pero al hacerlo, también las altera. En este sentido, Zarathustra no es el mismo después de sancionar la muerte de Dios, pero Dios tampoco. La declaración de muerte termina de matar al moribundo. Por lo menos, hay dos tipos de cambio: los cambios que acontecen en el interior de una lógica, y los cambios de lógica. Esta diferenciación clasifica los recursos de pensamiento con diversa suerte. Para pensar las transformaciones en una lógica, disponemos de una variedad de herramientas. Variedad que se forja y multiplica al ritmo de las transformaciones en el interior de ese sistema. Para pensar los cambios de lógica, estamos inevitablemente menos entrenados, porque la mutación de una lógica no puede ser pensada con los recursos de esa lógica. ,Justamente por eso, el patrimonio en esas condiciones es escaso. Pensar el pasaje del Estado al mercado sitúa esa dificultad. La muerte del Estado, la vigencia del Estado en condiciones de mercado y la operatoria de mercado no pueden ser tomados en su novedad por las herramientas disponibles para pensar las mutaciones en el interior de la lógica, estatal y nacional. Los cambios actuales exigen, entonces, reinventar los recursos para pensar estas alteraciones. Nuestra subjetividad estatal piensa el pasaje de una lógica a otra desde representaciones estructurales. En este sentido, el agotamiento del Estado Nación como modalidad dominante de organización social sólo puede ser considerado como desarticulación de una lógica y surgimiento de otra, distinta pero equivalente en su función totalizadora. Ahora bien, el pasaje del Estado al mercado implica una mutación que no es sustitución de un paradigma estatal por otro, sino alteración esencial en los modos de organización. Los modos de organización actuales componen un paisaje poblado de términos de diversa procedencia- Las instituciones nacionales en condiciones de mercado ya no son lo que eran, y la presencia de los artefactos mediáticos de mercado también alteran el status de la viejas instituciones. Muerto el Estado, sus sombras no deban de producir efectos en esa fluidez llamada mercado. La superposición entre términos y operatorias de Estado y de mercado no puede ser pensada bajo el esquema estructural, necesita de otros recursos. La formulación 3 Sobre los conceptos de testigo y espectador, ver: C. Corea. Espectadores y testigos, en elaboración. Del Fragmento a la Situación 7
  • 8. G r u p o d o c e nietzscheana sobre la muerte de Dios y la vigencia de sus sombras posiblemente nos oriente en la tarea de pensar el agotamiento del Estado Nación y la naturaleza de sus sombras en tiempos de mercado. Antes de detenernos en la naturaleza de la muerte anunciada, tal vez sea conveniente reseñar el estatuto del Estado en los tiempos nacionales. Dicho de modo menos elegante, antes de enterrar al muerto, veamos de quién se trataba. Ya fue señalado que nuestro punto de partida es la destitución del Estado Nación como modalidad hegemónica de organización de los pueblos. Aquí importa señalar qué es lo que se ha agotado de esa modalidad que supo ser dominante entre el inicio de las revoluciones burguesas y el fin de la Guerra Fría. En principio, vale decir que aquello que se ha desvanecido es el Estado como metainstitución donadora de sentido. Ahora bien, qué significa que el Estado sea metainstitución? Significa que es la condición de existencia institucional, el principio general de consistencia y el articulador simbólico que dona sentido a las situaciones que son parte de esa lógica. Si el Estado Nación es tales cosas, implica que el Estado es el marco organizativo donde transcurre la vida. En la lógica nacional, fuera de ese universo metainstitucional, no hay existencia socialmente instituida. Es preciso señalar que ese marco organizativo donde transcurre la vida en tiempos nacionales produce la subjetividad capaz de atravesarlo. Es decir, las instituciones disciplinarias de los Estados Nacionales (familia, escuela. hospital, cuartel, fábrica, prisión, etc.) instituyen la serie de operaciones necesarias para habitar la metainstitución estatal. En este sentido, la dominación de los Estados Nacionales es correlativa de un tipo específico de subjetividad. A saber: la subjetividad ciudadana. Si esta correlación es inevitable, la destitución de uno de los términos en cuestión tiene consecuencias sobre el otro. Sin Estado Ilación como metainstitución, no hay subjetividad ciudadana; sin ciudadanos como soporte subjetivo, no hay posibilidad de Estado Nación. En este sentido, el agotamiento del Estado Nación como metainstitución también implica el agotamiento de un tipo específico de subjetividad: la subjetividad ciudadana. Destacada la naturaleza del Estado en tiempos nacionales, retomemos nuestro punto de partida: den qué consiste la muerte del Estado Nación? Consiste en la destitución del Estado como marco general de la vida en sociedad, en el desvanecimiento del Estado como práctica dominante. Ahora bien, el Estado que resulta de esta destitución altera radicalmente su estatuto. De esta manera, si el Estado deviene incapaz de producir un sentido para orientar la experiencia vital (social e individual), pierde su condición de articulador simbólico, es decir, de Estado Nación. Siendo esto así, estamos en presencia de otro tipo de Estado: el Estado Técnico-administrativo. Justamente por eso, trazar continuidad entre las funciones, el alcance y las formas del Estado Nación y el Estado actual es, por lo menos, un abuso de lenguaje. Hasta aquí la indagación acerca del agotamiento del Estado nos permite señalar lo siguiente: por un lado, la muerte del Estado Nación consiste en su desvanecimiento como marco organizativo de la vida en sociedad; por otro, la muerte del Estado no implica la extenuación de todo tipo de estatalidad, sino la desaparición del Estado como práctica dominante. La muerte del Estado Nación y la emergencia del Estado Técnico-administrativo son contemporáneas de otra variación decisiva: si el Estado ya no es lo que era, el mercado tampoco lo es. En otros términos, la destitución del Estado Nación acontece cuando el mercado deja de ser una institución regulada, en mayor o menor medida, por los Estados Nacionales. Sobre la operatoria actual del mercado volveremos en otro apartado, pero resta realizar aquí, por los menos, dos observaciones: primero, si el Estado supo ser práctica dominante en tiempos nacionales, el mercado deviene práctica dominante en tiempos postnacionales; segundo, si el mercado deviene práctica dominante, la naturaleza de la dinámica social se altera radicalmente. Dicho de otro modo, el pasaje del Estado al mercado tiene consecuencias t radicales en los modos de organización social. Por qué? Porque la variación no se limita a la sustitución de un sistema de lugares llamado Estado por otro llamado mercado. La variación Del Fragmento a la Situación 8
  • 9. G r u p o d o c e consiste fundamentalmente -y aquí su radicalidad-, en la abolición de esa metaestructura de lugares, sentidos y funciones, llamada Estado Nación. Puesta en jaque esta estructura estatal, emerge otro tipo de dinámica, y esta dinámica resulta incompatible con cualquier sistema fijo de determinaciones. En este sentido, el pasaje del Estado al mercado implica el pasaje de un tipo de organización basada en una metaestructura de lugares a una dinámica que no necesita ni de una posición metaregulatoria ni del anudamiento integral de los términos que forman parte de ese universo. En síntesis, la operatoria mercantil no es la articulación simbólica entre los términos institucionales de una metaestructura, sino la conexión aleatoria entre los nodos de esa red llamada mercado. El paisaje actual está marcado, entre otras, por tres condiciones: la destitución del Estado Nación como metainstitución; la instalación de un Estado que se legitima como administrador técnico de las nuevas tendencias; y la dinámica de mercado como práctica dominante. Claro está que se trata de presencias con diversa potencia; claro está que, de alguna manera, componen el terreno por el que transita la subjetividad contemporánea. Ahora bien, este tránsito por operatorias diversas no resulta sencillo para una subjetividad, como la estatal y nacional, acostumbrada a lidiar con una institución supra y excluyente como el Estado Nación. Pero sobre todo, este movimiento resulta complejo porque nuestra subjetividad, marcada por las viejas representaciones, se resiste a pensar y habitar las nuevas coordenadas. Nuestra estrategia de pensamiento en relación con las nuevas condiciones se organizó desde una declaración: la muerte del Estado. Declaración cuyo estatuto no es la descripción de unas alteraciones objetivas, sino la determinación del sentido para esas variaciones. Podría decirse que la figura paradigmática de esta operación es Nietzsche, porque decide darle crédito a una percepción: Dios ha muerto. Declarada esa percepción, Nietzsche organiza un recorrido sin Dios. ¿Qué significa esto? Significa ser fiel a esa declaración, esto es, inventar modos de pensar y operar sin esa condición supra llamada Dios. Ahora bien, las condiciones contemporáneas invitan a un mismo tipo de experiencia. Declarada la muerte del Estado, será necesario organizar un recorrido sin ese soporte supra que aseguraba un sentido, a priori, para todas y cada unas de la situaciones. Declarada la muerte del Estado, la tarea subjetiva parece consistir en inventar modos de pensar y de habitar capaces de operar en condiciones sin Estado metainstitucional. Del Fragmento a la Situación 9
  • 10. G r u p o d o c e Lógicas activas, lógicas agotadas Somos contemporáneos de una serie de transformaciones en el lazo social y la subjetividad instituida. Sobre este registro, no hay dudas. Pero las dudas prosperan cuando se intenta precisar el estatuto de esas transformaciones. En este texto, no se trata de detenernos, nuevamente, en las variaciones que libera el agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido. Más bien, se trata de ensayar la definición de una categoría estratégica en la indagación de esas variaciones. Vale señalar, entonces, que la pregunta que orienta esta nota es la siguiente: ¿a qué llamamos agotamiento? Supongamos una lógica social cualquiera. Supongamos que esa lógica dispone de un tipo específico de enlace social. Supongamos que esos lazos son discursivos y prácticos, es decir, efecto de unos dispositivos que instituyen un sentido para transitar esa lógica. Supongamos que ese sentido, que se inscribe prácticamente, significa y orienta a los agentes que son parte de ese universo. Supongamos que todo eso sucede a la vez. De ser así, estamos en presencia de una lógica activa. Ahora bien, supongamos una variación en esa actividad. Supongamos que el sentido producido por tales dispositivos deviene incapaz de significar y orientar a los agentes de ese sistema. Supongamos que el lazo social que deriva de tales instituciones se desvanece en sintonía con la ausencia de significación. Supongamos, otra vez, que todo eso sucede a la vez. Supongamos, entonces, que las condiciones ya no son las mismas. De ser así, estamos en presencia de una lógica agotada. Por lo antes señalado, una lógica está activa cuando tiene capacidad de significar lo que allí sucede. Por otra parte, una lógica está agotada cuando deviene incapaz de simbolizar lo que en ese terreno acontece. Se podría decir, entonces, que el agotamiento de una lógica no implica la desaparición de sus dispositivos productores de sentido. Más bien, implica que esos dispositivos devienen incapaces de semejante empresa. En otros términos, el agotamiento no describe la desaparición de los términos de la lógica en cuestión sino el desvanecimiento de su consistencia integral. Perdida la consistencia, el sistema ya no es lo que era. Tampoco sus agentes. Las sombras de la vieja lógica complican la posibilidad de leer en su especificidad las nuevas condiciones. El ocupante de la lógica afectada percibe que los recursos con los que contaba ya no le permiten orientarse, pero también percibe que esos recursos desgarrados son el patrimonio heredado del que dispone. Entre la inconsistencia y la consistencia de las herramientas, entre las viejas representaciones y las nuevas prácticas, se inicia la tarea de pensamiento. Ahora bien, qué es pensar el pasaje de una lógica activa a una lógica agotada?, Cómo pensar el agotamiento de una lógica desde esa lógica.? Pensar el agotamiento de una lógica exige la declaración de ese agotamiento, por qué? Porque el agotamiento de una lógica cualquiera no se deduce a partir de la observación de unas objetividades alteradas, sino que se decide a partir de unos términos sintomáticos. En este sentido, la postulación del desvanecimiento de una lógica como entidad integral no es una operación descriptiva de naturaleza académica, sino una estrategia subjetivante que habilita la posibilidad de indagar las consecuencias de esa desarticulación. Así definida, la noción de agotamiento deviene decisiva para pensar tanto el desvanecimiento del Estado Nación, suelo metainstitucional, como sus consecuencias sobre los términos que supieron componer esa lógica. Sin Estado Nación como práctica dominante, las viejas instituciones ya no son las mismas: su existencia y su consistencia se han visto alteradas. Sobre los alcances de esta alteración en los dispositivos nacionales, insistiremos en las próximas páginas. Pero resta decir que, declarada la muerte del Estado Nación como lógica Del Fragmento a la Situación 10
  • 11. G r u p o d o c e activa, ya nada será l0 mismo. Y nada será lo mismo porque de aquí en más, el Estado Nación como condición supra-institucional ha desaparecido, por lo menos, para nuestra estrategia de pensamiento . Del Fragmento a la Situación 11
  • 12. G r u p o d o c e II ¿INSTITUCIONES SIN ESTADO? Instituciones y galpones Las instituciones ya no son lo que eran. Sobre esto, no hay dudas. Pero las dudas prosperan cuanto se intenta pensar ya no lo que eran sino lo que son. Resulta sencillo responder la pregunta acerca de qué son las instituciones, si suponemos que esas instituciones apoyan en suelo nacional y estatal. Pero desvanecido ese suelo, agotado el Estado Nación como metainstitución donadora de sentido, que son las instituciones? Cuál es su estatuto actual? Para responder estas preguntas, para describir las configuraciones destituidas, empecemos por precisar la naturaleza de las instituciones disciplinarias y el tipo de subjetividad que instituyen en tiempos de Estado Nación. Cada sistema social establece sus criterios ontológicos de existencia. En los Estados Nacionales, la existencia es existencia institucional, y el paradigma de funcionamiento son las instituciones disciplinarias. En este sentido, la vida individual y social transcurre en este tipo de organizaciones. Entre otras: familia, escuela, fábrica, hospital, cuartel, prisión, etc. Ahora bien, estas instituciones apoyan en la metainstitución Estado Nación, y ese apoyo es el que les provee sentido y consistencia integral. Pero la articulación institucional no termina ahí. Los dispositivos disciplinarios no sólo prosperan en territorio nacional, sino que organizan entre ellos un tipo específico de relación. Gilles Deleuze, en Posdata sobre las sociedades de control, la denomina relación analógica. Este funcionamiento analógico, que consiste en el uso de un lenguaje común, es el que habilita la posibilidad de estar en las distintas instituciones de encierro con las mismas operaciones. Esta correspondencia analógica entre las marcas subjetivas producidas por las instituciones es la que asegura la relación transferencia) entre ellas. De esta manera, cada una de las instituciones opera sobre las marcas previamente forjadas. La escuela trabaja sobre las marcas familiares, la fábrica sobre las modulaciones escolares, la prisión sobre las molduras hospitalarias, etc. Como resultado de este funcionamiento, se organiza un encadenamiento institucional que asegura y refuerza la eficacia de la operatoria disciplinaria en cada uno de los dispositivos. Resta decir que el tránsito por las instituciones disciplinarias causa las operaciones necesarias para habitar la metainstitución estatal. De esta manera, el Estado Nación delega en sus dispositivos la producción y la reproducción de su soporte subjetivo, es decir, la subjetividad ciudadana. Por lo señalado, la consistencia institucional necesita de una metainstitución regulatoria. Sin Estado Nación que asegure las condiciones de operatividad, las instituciones disciplinarias ven alterada su consistencia, su sentido, su campo de implicación, en definitiva, su propio ser. De esta manera, el agotamiento del Estado Nación como principio general de articulación simbólica trastoca radicalmente el estatuto de las instituciones de encierro. Suponiendo que esto sea así, indaguemos las consecuencias en las instituciones de lo que venimos llamando pasaje del Estado al mercado. Del Fragmento a la Situación 12
  • 13. G r u p o d o c e El pasaje del Estado al mercado implica el desvanecimiento del suelo donde apoyaban las instituciones disciplinarias. Como consecuencia de esto, la consistencia institucional queda afectada. De esta manera, el tablero que regulaba los movimientos de las piezas institucionales se desintegra. Sin tablero que unifique el juego, las instituciones se transforman en fragmentos sin centro. Del encadenamiento transferencial a la segmentación, las instituciones ven alterarse su status. Por otra parte, esta alteración describe unas configuraciones que, desarticuladas de la instancia proveedora de sentido y consistencia, se desdibujan como producción reglada. En definitiva, se trata de la destitución de unas condiciones con capacidad de organizar significación, sin que se constituya nada equivalente con virtud simbolizadora. Ahora bien, esta destitución no termina aquí. Huérfanas del Estado Nación, las instituciones también ven afectada la relación entre sí, porque el suelo que sostenía ese vínculo transferencial se desintegra con el agotamiento del Estado Nación. Sin paternidad estatal ni fraternidad institucional, la desolación prospera. Como consecuencia de ello, el sufrimiento en las instituciones agotadas se hace permanente. Que las instituciones sin Estado, que los fragmentos sin centro, produzcan sufrimiento no significa que las instituciones disciplinarias -en plena era nacional- no fueran capaces de semejantes efectos. Todo lo contrario. Si es cierto que no hay sufrimiento humano en sí sino respecto de unas marcas determinadas, cualquier marca en la subjetividad -sea estatal o mercantil, institucional o no- será padecida. En este sentido, los ocupantes de las instituciones de encierro también sufren, pero sobre todo sufren el carácter normalizados de las instancias disciplinarias. Ahora bien, el ocupante de las instituciones postnacionales sufre por otras marcas. No se trata de alienación y represión, sino de destitución y fragmentación. Retomemos el asunto antes presentado: ¿cuál es el estatuto actual de las instituciones? En principio, será conveniente decir que una institución para ser tal, necesita de una metainstitución que reproduzca las condiciones donde apoya. Dicho de otro modo, no hay instituciones disciplinarias sin Estado Nación. Si esto es así, el agotamiento del Estado implica el desvanecimiento de una condición ineliminable para la existencia institucional. Es cierto que la observación del paisaje social parece arrojar otras conclusiones. A pesar de la muerte del Estado Nación, hay escuelas, familias, prisiones, etc. En este sentido, la evidencia más inmediata pondría en cuestión la definición. Sin embargo, si bien persisten tales o cuales términos, no es menos cierto que en las nuevas condiciones el sentido de estas configuraciones se ha visto modificado. Está claro que hay escuelas, familias, prisiones. Pero no se trata de instituciones disciplinarias, de aparatos productores y reproductores de subjetividad ciudadana. En este sentido, la subjetividad que resulta de estar en las escuelas, las familias o las prisiones cuando el mercado es la instancia dominante de la vida social, es absolutamente otra. Sobre el estatuto de esta nueva subjetividad, nos detendremos en breve. Por lo planteado, la producción y la reproducción de ciudadanos eran tareas de las instituciones disciplinarias, y estas tareas sólo eran posibles cuando el Estado Nación reproducía las condiciones generales en que descansaban tales instituciones. Las instituciones sólo son instituciones si se reproducen. Se reproducen si su suelo es estable. Y su suelo es estable por obra de la metainstitución estatal. No hay instituciones sin metainstitución que asegure las condiciones de reproducción. Caído ese segundo nivel, no hay reproducción posible del suelo para las instituciones. Ahora bien, la correlación entre subjetividad ciudadana, dispositivos normalizadores y Estado Nación hoy está agotada. Si bien se verifican situaciones donde siguen operando algunas de las representaciones y prácticas propias de la lógica nacional, no se verifica la reproducción de esa correlación como instancia general. De esta manera, el agotamiento de la lógica estatal inaugura un tipo de funcionamiento donde la fragmentación deviene rasgo predominante. Siendo así, las instituciones ya no son lo que eran. Ahora bien, las instituciones ya no son las mismas porque sin metaregulación estatal, quedan huérfanas de función, tarea, sentido. Sin proyecto general donde implicarse, será necesario Del Fragmento a la Situación 13
  • 14. G r u p o d o c e pensar nuevas funciones, nuevas tareas, nuevos sentidos. Por otra parte, tampoco serán las mismas porque las condiciones generales con las que tienen que lidiar no son estatales sino mercantiles, no son estables sino cambiantes. Nacidas para operar en terrenos sólidos, la velocidad del mercado amenaza la consistencia ya fragmentada de las instituciones. De esta manera, -sin función ni capacidad a priori de adaptarse a la nueva dinámica-, se transforman en galpones. Esto es, en un tipo de funcionamiento ciego a la destitución de la lógica estatal, y a la instalación de la dinámica de mercado. Esta ceguera compone un cuadro de situación donde prosperan: suposiciones que no son tales, subjetividades desvinculadas, representaciones e ideales anacrónicos, opiniones varias, etc. Se trata, en definitiva, de configuraciones anómicas que resultan de la destitución de las regulaciones nacionales. Así definidos, los galpones son el destino de las instituciones disciplinarias en tiempos postnacionales. Pero este destino resulta de la destitución de unas condiciones metaregulatorias, y la instalación de. la dinámica de mercado. Ahora bien, para esta dinámica, las instituciones disciplinarias -paradigma de un funcionamiento estatal, progresivo y regulado-reflejan un tipo de existencia y consistencia incapaz de adecuarse a la flexibilidad y reinvención propias de la contemporaneidad. Justamente por eso, el paradigma de organización institucional propio de los Estados Nacionales deviene obsoleto en los tiempos de velocidad. Para precisar el estatuto de los galpones, tal vez sea conveniente rastrear cómo queda situada la relación entre instituciones en condiciones de mercado. Para esto, partamos de una queja que se deja escuchar, con regularidad sintomática, entre maestros y profesores de escuelas, colegios y universidades. Los docentes dicen que los estudiantes no saben leer ni escribir, que son indisciplinados, que no participan en clase, que son impertinentes y maleducados, que "no tienen nivel". En definitiva, que carecen de las operaciones lógicas y subjetivas para habitar la situación aula. Así caracterizados, los alumnos no cuentan con las habilidades con las que -según la suposición docente- deberían contar. Algunos dirán que esa reacción docente no es nueva; que, por oficio, suelen quejarse de las incapacidades de sus alumnos. Posiblemente, esa cantinela sea tan vieja como la escolarización masiva, institución de los Estados Nacionales. Pero la intensidad de ese murmullo empieza a ser sospechoso de otro tipo de funcionamiento. En otros términos, la denuncia docente ¿indica un defecto de tales o cuales estudiantes e instituciones o revela -más radicalmente- condiciones y subjetividades otras que las supuestas por los docentes? La suposición de unas mínimas operaciones lógicas y subjetivas entre los estudiantes de los más diversos niveles es una suposición nacida en las condiciones de Estado Nación. Más precisamente, es una suposición que se verifica cuando la relación entre instituciones es analógica, cuando la estructura formal es compartida por los agentes en cuestión. Entonces, la intervención de una institución se apoya en las marcas previas de la subjetividad, marcas efectuadas por cualquier otro dispositivo normalizados. De esta manera, la experiencia institucional preliminar, sea cual fuere, produzca los contenidos que produjere, opera como condición de posibilidad de las marcas disciplinarias futuras. En este sentido, si bien el pasaje de la institución familia a la institución escuela, o de la institución colegio a la institución universidad, inaugura posibilidades, saberes, operaciones, relaciones, complejidades diversas, apoya sobre una estructura formal antes armada. Se trata, en definitiva, de diversos dispositivos que forjan la misma subjetividad (institucional). Ahora bien, todo esto es posible cuando el Estado Nación opera como institución que unifica bajo un mismo régimen, al conjunto de las experiencias. Así, la articulación institucional está asegurada, más allá de las anomalías, las patologías o los tropiezos de cualquier emprendimiento. No es el caso: las quejas antes señaladas no parecen tener status de anomalía, sino de indicio del agotamiento de una lógica. En este registro se podría pensar, entonces, la multiplicación de las protestas docentes. Si tomamos esto como cierto, tal vez sea conveniente indagar cómo queda situada la relación entre instituciones una vez agotada la lógica paninstitucional. Del Fragmento a la Situación 14
  • 15. G r u p o d o c e Si la subjetividad institucional producida por los dispositivos disciplinarios de los Estados Nacionales, operaba como puente facilitador de las relaciones, hoy no hay nada equivalente a esa metasubjetividad, a esas operaciones básicas que simplificaban el ingreso en un dispositivo. Más bien, sucede todo lo contrario. La subjetividad dominante no es institucional sino massmediática. En este sentido, sus operaciones básicas no son disciplinarias sino otras. No se trata de normativa y saber sino de imagen y opinión personal. Si las operaciones son estas, se inicia el malentendido; se interrumpe la razonable suposición. ¿Por qué? Porque las instituciones disciplinarias (ya devenidas galpones) operan como si el sujeto interpelado estuviera constituido por las marcas disciplinarias, pero el sujeto que responde no dispone de operaciones institucionales sino mediáticas. Se arma, entonces, el desacople subjetivo entre la interpelación y la respuesta, entre el agente convocado y el agente que responde. De esta manera, el galpón destituye a la institución que determinaba las relaciones entre sus agentes. Las instituciones sin Estado son galpones. Las instituciones sin normativa capaz de producir subjetividad son galpones. Ahora bien, la producción de instituciones y de subjetividad fue, en tiempos nacionales, atributo estatal. Agotado el Estado Nación como paninstitución, esa posibilidad deviene imposible. Muerto el padre, será necesario pensar otros modos de existencia. De no ser así, nuestro destino será el galpón. Dicen que un hombre digno es aquel que es capaz de forjar otro destino que el pautado para él. Suponiendo que así sea, si nuestro destino son los galpones, será necesario pensar un modo de existencia más subjetivante, Pero ese otro modo de existencia tiene que partir de lo que hay. ¿Y qué hay? Galpones. En este sentido, si el padecimiento actual está ligado a la ausencia de normas para regular los encuentros, con el desacople entre las subjetividades supuestas y las reales, será necesario operar sobre estas disfunciones. Justamente por eso, la tarea subjetiva tendrá que ver con la producción de espacios productores de la subjetividad pertinente para esa situación. Sin esa primera operación, prospera la desvinculación, Así, la tarea institucional en nuestras condiciones consiste en la producción situacional de subjetividad, en la creación focal de un espacio habitable. De no ser así, seguiremos padeciendo en los galpones. Del Fragmento a la Situación 15
  • 16. G r u p o d o c e IV OPERATORIA DE MERCADO Desgarro, fragmentación, desligadura Para esta estrategia no es posible pensar las transformaciones actuales en el lazo social y la subjetividad sin apelar al agotamiento de la lógica nacional y la emergencia de la dinámica de mercado. En este sentido, la alteración que nos permite pensar la contemporaneidad es lo que venimos llamando pasaje del Estado al mercado. Sobre el estatuto del agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido, los argumentos ya fueron presentados en otro apartado. Sobre la naturaleza de este pasaje, la operatoria de mercado y sus efectos en la subjetividad (desgarro, fragmentación, desligadura), ya es momento de pronunciarnos. Empecemos, entonces, por la modalidad que adquiere ese pasaje. Si el pasaje del Estado al mercado consistiera en la sustitución de una metainstitución estatal por otra mercantil, la transformación actual queda reducida a simple relevo. De esta manera, el agente en cuestión varía, pero los procedimientos de dominación permanecen. Ahora bien, si el pasaje del Estado al mercado también implica la variación de esos procedimientos, la alteración no es reemplazo sino emergencia de una dinámica social radicalmente diversa. En otros términos, si el mercado no es metainstitución donadora de sentido ni principio general de consistencia, estamos en presencia de una operatoria que no es posible reducir a variante del modelo de organización social propio de los Estados Nacionales. Si esto es así, será necesario pensar de qué se trata esa dinámica que surge cuando el Estado Nación deja de ser práctica dominante. ¿Qué significa que el mercado no proceda del mismo modo que los Estados Nacionales? Por un lado, que la nueva dinámica social opera sin ligar objetivamente sus términos, sin regular lo que allí sucede, sin anudar consistencias; por otro lado, que su operatoria no busca la articulación simbólica de los agentes de la lógica en cuestión, sino la conexión real entre distintos puntos de esa red llamada mercado. Pero esta conexión que pone en contacto los nodos de la red no produce una regulación previa para esos roces. Más bien, todo lo contrario. Ahora bien, por lo planteado hasta aquí, el pasaje del Estado al mercado implica el agotamiento de una lógica totalizadora capaz de ligar simbólicamente al conjunto de los agentes de la paninstitución Estado Nación y el surgimiento de una dinámica que conecta los términos que son parte de esa red, sin ligar ni producir significación alguna. Se trata, en definitiva, del pasaje de un lógica de encuentros metaregulados a una dinámica de amontonamientos destituyentes. Y las consecuencias subjetivas se dejan sentir. De esta manera, la desligadura de lo ligado y la fragmentación de lo articulado componen el paisaje por el que tendrá que transitar la subjetividad contemporánea. Si el ciudadano de los Estados Nacionales tenia que lidiar con una metainstitución que anudaba con una normativa que reprimía y alienaba, las condiciones en las que están enredados los ocupantes de la lógica de mercado son radicalmente otras. Justamente por eso, su sufrimiento Del Fragmento a la Situación 16
  • 17. G r u p o d o c e no tiene que ver con el disciplinamiento de los cuerpos y las conciencias, sino con el desgarro que genera la lógica de mercado en las subjetividades. Pero, ¿qué es lo que desgarra a la subjetividad actual qué es un desgarro? En principio, el desgarro está causado por la dinámica de mercado. Más precisamente, es un efecto-en la subjetividad- de una lógica cuya temporalidad es la velocidad, la sustitución, la inmediatez. Dicho de otro modo, la subjetividad mercantil intenta adaptarse a unas condiciones que varían permanentemente, pero ese intento, que necesita de la creación de unas operaciones específicas (reinvención y flexibilidad), tiene consecuencias subjetivas. Vale decir, entonces, que el desgarro es el subproducto de la puesta en juego de esas operaciones en conexión con los estímulos del mercado. En este sentido, desgarro es el término que designa una serie de marcas constitutivas de la subjetividad actual. A saber: destitución de consistencias y desligadura de anudamientos simbólicos. En definitiva, desvanecimiento de la máquina de pensar disponible. El desgarro de la subjetividad contemporánea prospera como destino en condiciones de fragmentación, y la fragmentación sólo es posible en coordenadas postnacionales. Esto es, en ausencia de lógicas totalizadores capaces de convertir un término cualquiera en término de esa totalidad. Sin procedimientos de unificación bajo un mismo régimen de sentido -es decir, sin Estado Nación como metainstitución reguladora de las significaciones-, el paisaje actual se puebla de fragmentos, de esas instancias que resultan de una lógica incapaz, pero sobre todo desinteresada, en articular esa disgregación sin centro. Sin centro metainstitucional que regule los encuentros entre los agentes del sistema social, el desgarro y la fragmentación se transforman en vida cotidiana. Esto es, en las condiciones que tendrá que subjetivar la subjetividad contemporánea. Ahora bien, si los efectos de la lógica a subjetivar son la desligadura y la destitución de consistencias, será necesario hacer un balance de las herramientas para hacer algo con lo que han hecho de uno. Por qué este balance? Porque las herramientas disponibles -y forjadas en lógica estatal y nacional-, están diseñadas para operar con otro tipo de obstáculos (entre tantos, alienación, represión, institucionalización), obstáculos que no son los nuestros. Por el contrario, los padecimientos actuales no parecen estar causados por la sobreregulación de las instituciones del Estado, sino por la ausencia de reglamentación en tiempos de mercado. Entonces, la tarea subjetiva necesita orientarse a la transformación de los fragmentos, espacios desreglados por excelencia, en situaciones habitables. Esto es, con capacidad de forjar su propias reglas. Para que esto suceda, será condición convertir los procedimientos heredados en estrategias para producir ligaduras en tiempos de destitución. Del Fragmento a la Situación 17
  • 18. G r u p o d o c e Desgarros en tiempos de mercado En alguna parte de La corrosión del carácter, Richard Sennett nos pone al tanto de las razones de este título provocador. Sin duda, el subtítulo de la obra participa de la provocación: Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Título y subtítulo anticipan, de algún modo, un problema que insistirá a lo largo del texto. Por no decir, de nuestra actualidad. Si es cierto que flexibilidad y reinvención son operaciones ineludibles en tiempos de mercado, vale preguntarse por los efectos que produce en la subjetividad contemporánea -Sennett dirá en el carácter de las personas-semejantes requerimientos. En otros términos, qué tipo subjetivo resulta de transitar una lógica que necesita, para su funcionamiento, de la flexibilidad y reinvención permanente de sus agentes? No hay dudas, flexibilidad y reinvención prosperan como virtudes en tiempos de velocidad, esto es, cuando las condiciones varían de ocasión en ocasión. Ahora bien, si las virtudes son tales, nada parecido a los planes quinquenales organiza hoy el destino de los capitales, los Estados o las personas. Todo transcurre en el corto plazo, y la destitución amenaza la existencia de cualquier emprendimiento (personal, profesional, político). Sin Estado Nación que garantice la consistencia del suelo donde apoyaban sus acciones los actores nacionales, el mercado hace libremente su número. Y en este hacer sin restricciones, conecta y desconecta los términos de esa red. Por lo señalado, la existencia mercantil exige flexibilidad y reinvención, pero sobre todo exige que estas operaciones estén pautadas por la dinámica del mercado. En este sentido, flexibilidad y reinvención devienen requisitos para estar en la partida. Pero ser participante de este juego tiene consecuencias, y las consecuencias también se dejan sentir en el campo identitario de la subjetividad. Sin consistencia asegurada y en plan de renovación permanente, la destitución identitaria se transforma en destino. Esto es, en una condición con la que tendrán que lidiar, inevitablemente, los ocupantes de la lógica en cuestión. Por otra parte, es preciso señalar que esa destitución implica el desvanecimiento de las consistencias disponibles. Ahora bien, ese desvanecimiento en las condiciones actuales significa dispersión, desligadura y desarticulación de los ordenadores simbólicos de la subjetividad en ciernes. De esta manera, los efectos no calculados de la adaptación a un medio siempre cambiante marcan la subjetividad contemporánea, y el desgarro deja su huella. Si es cierto que la subjetividad mercantil busca adaptarse a la velocidad del mercado vía innovación y flexibilidad, no es menos cierto que en ese intento desgarra la subjetividad, destituye consistencias, desliga los términos ligados. Pero el destino de la reinvención y la flexibilidad, tal vez pueda ser distinto. Pero para que esto suceda, estas operaciones tendrán que suspender su conexión con los requerimientos del mercado. Si la flexibilidad y la reinvención no son imposición de la dinámica dominante sino operaciones de una tarea subjetiva orientada a ligar de otro modo el tejido desgarrado, su estatuto podrá ser otro. Según la caracterización realizada, la operatoria de mercado desgarra la subjetividad contemporánea, y este desgarro describe una consistencia mutilada. En este sentido, la destitución no remite a la liberación de una ligadura alienante, como podría ser en tiempos nacionales. En la lógica de mercado, la producción de consistencias no es empresa de la práctica dominante sino tarea subjetiva orientada a imponer restricciones a la destitución, efecto de la operatoria de mercado. Ahora bien, la imposición de estas restricciones no busca la restitución de la metaconsistencia perdida por el agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido. Tampoco sería posible. Por el contrario, busca la reinvención de una consistencia en otra clave. Y esta otra clave no es estatal ni mercantil; es fiel a un recorrido subjetivo. Del Fragmento a la Situación 18
  • 19. G r u p o d o c e Inventarse o desaparecer En la renovada literatura de management de los años `90, insiste un imperativo que podría ser formulado en estos términos: reinventarse o desaparecer; alterarse o morir. Ese imperativo entiende la reinvención como estrategia de adaptación a un medio ambiente cambiante. Así definida, la alteración se transforma en operación necesaria para permanecer en la dinámica de mercado. Entonces, la subjetividad mercantil tendrá que entrenarse en semejante quehacer. Esa innovación constante, que para el management de los `90 es un destino inevitable, no es más que el requerimiento de una lógica que condena el proceder del mismo modo, en una y otra ocasión. La estadía en esta lógica exige, entonces, de la reinvención permanente de sus agentes en conexión con las demandas cambiantes del mercado. Ahora bien, que esas demandas sean cambiantes significa, entre otras cosas, que la temporalidad de la reinvención es un cada vez que prospera al ritmo de los estímulos del mercado. La dominancia de este cada vez produce un tipo de efecto que, a falta de mejor nombre, podríamos llamar caducidad sin experiencia. ¿Qué significa esto? Significa que el abandono de un recurso por parte de un agente mercantil, no resulta de una operación que hace la experiencia y agota, en su productividad, ese recurso. Por el contrario, se trata de un mecanismo de adaptación a unos estímulos variables. Estos estímulos ciegos a la experimentación impiden -en nombre de la sustitución innovadora- cualquier posibilidad de indagación. Por qué? Porque bloquean la retención de ese término a indagar. Sin posibilidad de retención, no hay posibilidad de apropiación y agotamiento. Entonces, la variación exigida por el mercado marca la caducidad inmediata de las cosas, las personas, las ideas. De esta manera, la innovación queda reducida a un imperativo neoliberal. Esto es, a una sustitución sin experiencia, a una caducidad sin apropiación. La exigencia innovadora del management de los '90 subraya un rasgo de la subjetividad actual, pero también subraya los modos en que esa subjetividad transita el mundo del que forma parte. En este sentido, el discurso del management ofrece una estrategia de tránsito: la reinvención en conexión con las demandas del mercado. Ahora bien, esta conexión es la que asegura que la estrategia en cuestión quede, inevitablemente, sometida a los ritmos del I mercado. Dicho de otro modo, el sujeto debe reinventar-se otro cuando los estímulos del mercado así lo demanden. Pero esta demanda será necesario entenderla como operación constitutiva de la subjetividad mercantil. Es la dinámica de producción de la subjetividad instituida. Si es cierto que la reinvención postulada por el management de los '90 describe un modo de estar en el mundo, no es menos cierto que se trata de un modo causado por los ritmos del mercado. Que la reinvención sea un modo de transitar las condiciones actuales no significa que sea el único. Por el contrario, significa que es el modo ofrecido por la dinámica dominante. Si la reinvención es la modalidad producida por los agentes del mercado, será posible preguntarse por el status de un estar no pautado por los tiempos mercantiles. Ahora bien, un estar no sometido a la temporalidad del mercado implica otro modo de subjetividad. Antes que estar, podemos llamar habitar a la práctica de determinación subjetiva de un campo en autonomía respecto de las for- mas dominantes. Se trata de la subjetivación en el envés, de la subjetividad instituida. Así definido, el habitar requiere de una serie de operaciones de pensamiento capaces de suspender, situacionalmente, los imperativos de la lógica en cuestión, las operaciones de la subjetividad dominante. Vale decir, entonces, que esa suspensión no necesita de la puesta en Del Fragmento a la Situación 19
  • 20. G r u p o d o c e jaque de la lógica. Más bien, necesita de la interrupción de su eficacia en la situación que pretenda ser habitada. Una precisión tal vez pueda aclarar el registro de lo que estamos llamando habitar como interrupción situacional de una dinámica de partida. La temporalidad del mercado es sustitución sin alteración subjetiva, caducidad sin experiencia. Si es así la temporalidad dominante. no será posible que prosperen las figuras del habitar y del habitante. Para que esto acontezca, será necesario construir un dispositivo competente tara desacelerar la velocidad del mercado y albergar otra temporalidad. Dicho de otro modo, será necesario producir un tiempo capaz de habilitar la retención (y no la sustitución) de aquello que se presente. Por lo dicho hasta aquí, estar y habitar describen operaciones de pensamiento radicalmente distintas, aunque ambas condicionadas por las transformaciones actuales. Si bien el terreno es el mismo. las estrategias de relación con ese terreno no lo son. Y no lo son porque el estar, como estrategia de reinvención continua, permanece sometido a la operatoria de mercado. Mientras que el habitar, como operación sobre ese funcionamiento, determina un espacio y un tiempo en autonomía respecto del mercado. Vimos la noción de habitar, pero aún no nos detuvimos en las operaciones de pensamiento características del habitante. Aquí importa una de ellas, la reinvención. Ante todo es preciso aclarar cuál es el status de la invención para el habitante. Para orientarnos en esta empresa, tal vez sea estratégico distinguir entre reinvención como exigencia objetiva y reinvención como decisión subjetiva. Respecto de la re-invención como imperativo objetivo, es lo que describe el management de los '90. Respecto de la reinvención como decisión subjetiva, será necesario destacar -por lo menos- dos cosas: por un lado, la invención subjetiva no consiste en un mecanismo sometido a la velocidad del mercado, sino en una estrategia de invención de un espacio y un tiempo en diferencia con la velocidad; por otro, la invención no queda determinada por las demandas cambiantes del mercado, sino por el recorrido subjetivo del que formará parte. En este sentido, la reinvención no es imperativo neoliberal sino herramienta disponible para un recorrido. Ahora bien, inscripta en una trayectoria subjetiva y no sometida a la lógica de mercado, la reinvención tiene otro estatuto. Entonces, la reinvención podrá ser instrumento de mercado u operación subjetiva. Usted decide. Del Fragmento a la Situación 20
  • 21. G r u p o d o c e La violencia de los resultados En una entrevista a un joven gerente, en el suplemento Económico de Clarín del 29 de octubre de 2000, se lee. "Trabajamos en una compañía muy orientada a los resultados, y hoy la violencia de los resultados es enorme". Al parecer, no se trata de una denuncia. Tampoco de una queja o de la puesta en circulación de una posición ideológica. Más bien, parece tratarse de una definición en regla, pero de una definición con capacidad de exceder el campo que, en principio, describe. Esto es, la compañía. Tengan el estatuto que tuvieren esas palabras, los dichos del entrevistado describen una alteración radical en los parámetros de racionalidad instituidos por los Estados Nacionales. Esto es, en los modos de leer y calificar un recorrido personal, profesional o político. Ahora bien, la confesión del joven gerente también revela una transformación no menos radical: hoy los resultados operan como principio general de consistencia. Por lo señalado, los parámetros de racionalidad actuales son otros que los nacionales. La violencia de los resultados o simplemente los resultados, marcan los movimientos de los agentes que danzan al ritmo de los requerimientos del mercado. Desde la subjetividad forjada por los Estados nacionales, podrá decirse que esta variación no es más que la decadencia moral de unos parámetros de racionalidad más nobles. Pero para una subjetividad no estatal se trata de la alteración de los principios de lectura y evaluación que orientaron la subjetividad en tiempos nacionales. La mutación general que permite situar la dominancia de los resultados como parámetro de racionalidad se advierte en el agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido. Ahora bien, este agotamiento también implica la destitución de sus principios de racionalidad como principios generales de orientación. Por otro lado, esa destitución no es efecto de la desestimación moral, por parte de los agentes de la lógica desvanecida, de tales principios -o por lo menos, no se trata solamente de eso-. Más bien, el abandono de aquellos principios no es más que la consecuencia de su incapacidad para evaluar un recorrido en condiciones post-nacionales. Antes de precisar las condiciones en las que los resultados prosperan como parámetro de consistencia, detengámonos en el horizonte de racionalidad propio de los Estados Nacionales. En la lógica nacional, los resultados no administran la suerte de una carrera (personal, profesional, política). Por el contrario, el destino de una carrera descansa en la acumulación progresiva de logros, logros posibles (por ser lineal y anticipable el devenir), y adquiribles mediante esfuerzo. Esfuerzos y logros constituyen, entonces, los parámetros de racionalidad de un recorrido en tiempos de Estado Nación. Esto es posible, entre otras tantas condiciones, por la vigencia de una institución lineal y progresiva del tiempo. Sólo sobre esa temporalidad los logros pueden llegar a ser acumulativos y el porvenir anticipable. Pero ese tiempo lineal y progresivo también es una institución de los Estados Nacionales. De esta manera, sin Estado Nación como metainstitución, tampoco hay tiempo lineal y progresivo. Sin institución nacional del tiempo, la posibilidad de acumular esfuerzos y logros en un derrotero resulta, en principio, imposible. Esta imposibilidad se desarrolla cuando las reglas de juego, sean las que fueren, se desvanecen como principio general de consistencia. Es decir, cuando las instituciones donde operan los agentes varían de situación en situación. Sin reglas de juego ni condiciones estables, no hay modo de saber a priori cuáles de las estrategias serán productivas y cuáles no. Si esta es la dinámica, los', instrumentos de orientación y lectura que suponen linealidad y progreso devienen obsoletos. Sólo en estas coordenadas operan los resultados como principio general de racionalidad. El disco más vendido, la película más vista, Del Fragmento a la Situación 21
  • 22. G r u p o d o c e el vídeo más alquilado o el futbolista del siglo son las figuras de esta nueva racionalidad. Figuras capaces de leer una producción sólo desde sus resultados objetivos. Si los parámetros de racionalidad instalados por el mercado son los resultados, si la vigencia de estos parámetros es posible en una dinámica ciega a lo sucedido en un recorrido, la pregunta de la subjetivación es: cómo habitar una experiencia sin sepultarla en sus resultados. Dicen que habitar un recorrido también consiste en la producción de sus parámetros de lectura y evaluación. Dicen que una experiencia tiene valor de experiencia cuando inventa en autonomía los modos de hacer su balance. Sea del tipo que fuere, cualquier experiencia subjetiva necesita de esta elaboración. De no ser así, los resultados dominan. Y una experiencia pensada exclusivamente desde los resultados se desrealiza como recorrido subjetivo porque queda sometida a los parámetros de racionalidad instalados por el mercado. Habitar un recorrido exige, entonces, trazar otros criterios de racionalidad. Pero otros no significa otros cualesquiera, significa otros en tanto que específicos de ese recorrido. La producción de esa especificidad necesita, por un lado, de la interrupción de la temporalidad caótica del mercado y sus parámetros específicos; por otro, de la invención de una temporalidad en inmanencia con el recorrido, esto es, atenta a las producciones, los retrocesos, los obstáculos y las fidelidades que libera ese trayecto subjetivo. Hoy nos toca navegar en las aguas del mercado. Algunos se podrán lamentar por eso. Pero lo decisivo no parecen ser las aguas sino el modo en que decidimos navegarlas. Es decir, estamos atentos a resultados, o en fidelidad con '` los recorridos subjetivos emprendidos. Del Fragmento a la Situación 22
  • 23. G r u p o d o c e Del empleo vitalicio al empleo temporario Partamos de una evidencia compartida: el trabajo ya , no es lo que era. El uso de nuevas tecnologías, los efectos del mercado global, la sustitución de pirámides institucionales por organizaciones en red, la desaparición de la programada carrera abierta al talento, la inestabilidad, el riesgo y la flexibilidad como rutina describen algunos rasgos del nuevo modo de trabajo. Un buen indicador de esta alteración es el desvanecimiento del empleo vitalicio como destino social por excelencia. Que el empleo no sea centralmente vitalicio tiene consecuencias. Entre ellas: es necesario buscar, una y otra vez, empleo: es necesario ofrecer, una y otra vez, nuestras capacidades. Esto indica una doble variación: por un lado, la condición temporaria del empleo no es un accidente sino la temporalidad específica del trabajo actual; por otro, la búsqueda de trabajo transita unas condiciones distintas a las supuestas por la subjetividad ciudadana. Que una búsqueda, en este caso de empleo, no coincida con la representación de esa búsqueda, en principio, indica poco. Se podrá señalar que entre la representación que un sujeto tiene de una búsqueda y esa búsqueda hay una distancia ineliminable. La distancia que aquí importa no es la distancia inevitable pero transitable entre la representación y la práctica propias de una misma lógica social, sino la distancia intraducible entre las representaciones de una situación histórica y las prácticas de otra. Si la primera distancia es insalvable, la segunda aparece en determinadas condiciones, condiciones que son las de nuestra actualidad. Esta actualidad está marcada por la presencia de una serie de prácticas que no se deja leer en su novedad por las viejas representaciones (estatales). Forjada en condiciones nacionales, la subjetividad ciudadana procesa, piensa, resiste y se equivoca en clave nacional. Los modos de estar en el mundo y el lenguaje de la subjetividad ciudadana resultan de transitar las instituciones disciplinarias de los Estados Nacionales. Agotada esta paninstitución como instancia dominante, prosperan prácticas que no encuentran modo de ser leídas desde las representaciones que tramaron la subjetividad nacional. Esta distancia intraducible entre viejas representaciones nacionales y nuevas prácticas es lo que define nuestra contemporaneidad. Volvamos sobre las alteraciones en el status del trabajo y los modos de pensar estas alteraciones. El pasaje del empleo vitalicio al empleo temporario produce una diversidad de efectos. No se trata aquí de rastrear esa diversidad, sino de detenerse en algún aspecto de ella. A saber: qué temporalidad forja el empleo temporario; qué subjetividad resulta de esa temporalidad; qué estrategia de búsqueda de empleo exige una lógica de empleo fundamentalmente temporaria. El empleo vitalicio como destino social por excelencia es posible en unas condiciones determinadas. Entre otras, una institución lineal y progresiva del tiempo. Un ciudadano promedio de los Estados Nacionales, criado en esa linealidad progresiva, sabía de su destino porque el futuro era, entonces, predecible. En el ámbito laboral, por ejemplo, rara vez se registraban cambios radicales. Lo mismo sucedía en otros ámbitos de la vida social. De esta manera, nuestro ciudadano sabía -entre otras cosas- dónde y cuándo iba a jubilarse. Pero también sabía que antes de esa jubilación, los logros resultaban acumulativos en una carrera profesional. Ahora bien, sin progresividad ni linealidad, el tiempo, social es otro. Así modificado, también es otro el tiempo de trabajo. Una buena guía de esta modificación es la! condición temporaria del empleo, condición que no pa- rece ser una coyuntural interrupción del empleo vitalicio y sino un nuevo modo de organización del trabajo. Este: modo de organización introduce, entre otras, una novedad decisiva: la estacionalidad del empleo exige buscar reiteradamente trabajo. Se vera que no se trata de la búsqueda a la que nos tenía acostumbrados la regular estabilidad Del Fragmento a la Situación 23
  • 24. G r u p o d o c e de los tiempos progresivos y lineales. Se trata de una búsqueda que transcurre en otras coordenadas. Justamente por eso, nos obliga a revisar la estrategia. Si es cierto que se ha desvanecido el empleo vitalicio, si es cierto que la condición temporaria define el trabajo actual, suponer que la búsqueda de empleo sigue siendo lo mismo destaca la impericia de una subjetividad que se resiste a habitar en unas condiciones que han cambiado. Si habitar significa habilitar las operaciones necesarias para transitar ese nuevo terreno, será conveniente pero sobre todo estratégico suspender, por un lado, las operaciones que impidan habitar la temporalidad actual del trabajo; por otro, inventar las operaciones capaces de entrar en relación con esa novedad. En definitiva, este habitar nos invita a hacer la experiencia de una autoivención en conexión con un problema: forjar las condiciones de empleabilidad pertinentes para una lógica de empleo temporaria. Un ejemplo puede aclarar esto último. Según la definición vitalicia de empleo, el curriculum vitae describe las instituciones por las que pasó un trabajador, y el juego de calificaciones adquirido a lo largo de una vida de trabajo. Así pues, las condiciones de empleabilidad parecen forjadas en una dirección y para siempre. El curriculum vitae, entonces, presenta un recorrido uniforme y progresivo. Este curriculum anclado en la estabilidad garantizada por la paninstitución Estado Nación resulta inoperante a la hora de lidiar con la velocidad actual del mercado. Los flujos del mercado son demasiado dinámicos para un solo juego de calificaciones. En este sentido, el mercado transcurre en el cada vez y solicita como efecto de esa operatoria, menos un saber a priori que unas operaciones capaces de entrar en relación con ese cada vez. Definido de este modo, el curriculum vitae se convierte en un obstáculo (y no en una herramienta) en la búsqueda de empleo. ¿Cuál será, entonces, el formato curricular capaz de habitar y operar en las nuevas condiciones? Declarada la inoperancia del curriculum vitae en una lógica de empleo temporario, el curriculum actual como herramienta productora de subjetividad empleable necesitará transitar el cada vez. ¿Qué significa este cada vez? Será necesario investigarlo. Pero posiblemente poco tenga que ver con la lineal novela laboral, y mucho tenga que ver con una operación de historización capaz de discriminar qué aspectos del recorrido profesional generan posibilidades para la obtención del empleo en el cada vez. Así definido, el currículum actual opera como un procedimiento de selección de los recursos y las operaciones pertinentes para cada situación. Ahora bien, este procedimiento no consiste en un proceso burocrático de selección de lo existente, sino en una operación producida por un habitante de las situaciones características en las transformaciones contemporáneas . Del Fragmento a la Situación 24
  • 25. G r u p o d o c e Parte II Del fragmento a la situación Nuevas estrategias de subjetivación Las notas de este apartado están nucleadas en torno de un campo problemático. El agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido no sólo implica el agotamiento de esa lógica social y sus tipos subjetivos sino también -y esto es lo que importa en esta segunda parte- el agotamiento de sus estrategias de subjetivación4. Dicho de otro modo, el pasaje del Estado al mercado altera radicalmente el estatuto de la subjetividad instituida en los tiempos nacionales. El soporte subjetivo de la organización social ya no es el ciudadano producido por las instituciones disciplinarias sino el consumidor instalado por los artefactos de mercado. Ahora bien, esta alteración no se limita a la alteración de la organización social instaurada por la lógica nacional. También tiene consecuencias perturbadoras sobre las estrategias de pensamiento y de intervención (es decir, de subjetivación) propias de la dinámica agotada. Si una estrategia de subjetivación puede ser definida como la serie de operaciones de pensamiento y de intervención sobre una subjetividad determinada, el desvanecimiento de la subjetividad en cuestión tendrá efectos sobre tales estrategias. Por qué? Porque el material subjetivo con el que tendrán que lidiar las operaciones de subjetivación será radicalmente diverso. En otros términos, si los modos de dominación varían, nada nos permite suponer que las viejas estrategias de subjetivación seguirán siendo activas en las nuevas condiciones. Por el contrario, modificada la superficie de implicación -ya no se trata del Estado Nacional y sus instituciones sino del mercado neoliberal y sus fragmentos- será necesario revisar las herramientas de pensamiento y de intervención disponibles hasta entonces. Ahora bien, esta revisión sólo deviene estratégica cuando el modo de dominación específico de los Estados Nacionales se desvanece. En este sentido, el desvanecimiento del Estado como instancia articuladora de la vida en sociedad y la emergencia del mercado como práctica dominante, inauguran un campo problemático inédito. Ya no será decisivo pensar las operaciones de subjetivación en la subjetividad disciplinada por los Estados Nacionales, sino las estrategias de intervención en la subjetividad fragmentada por el mercado neoliberal; ya no será decisivo inventar modos de ruptura con la normativa establecida por los dispositivos estatales, sino estrategias de subjetivación capaces de hacer con la destitución mercantil. Dicho de otro modo, la dominante mercantil produce otros efectos en la subjetividad que la dominante estatal. No se trata de disciplinamiento y normalización, sino de fragmentación y destitución subjetiva. Por eso mismo, las estrategias de subjetivación no podrán ser las mimas en terreno nacional y en terreno neoliberal. Por eso mismo, será conveniente repensarlas en conexión con el estatuto de las nuevas condiciones. Las notas que siguen -cada una a su modo- buscan ser parte de esta tarea de pensamiento. 4 Sobre los conceptos de subjetividad socialmente instituida, envés subjetivo y subjetivación, ver pp. 20-22 Del Fragmento a la Situación 25
  • 26. G r u p o d o c e .II. ESTRATEGIAS DE SUBJETIVACIÓN CONTEMPORÁNEAS Ya fue señalado. Somos contemporáneos de una serie de transformaciones decisivas en las formas de dominación. Justamente por eso, el pasaje del Estado Nación al mercado neoliberal también implica otra serie de alteraciones decisivas en las estrategias de subjetivación. En este apartado, nos detendremos fundamentalmente en algunas figuras de la subjetivación nacidas en los tiempos postnacionales. Vale decir que estas notas no buscan reseñar una teoría general sobre las formas de pensamiento y de intervención en las condiciones contemporáneas. Apenas se trata de presentar algunas herramientas en conexión con un campo problemático inédito (y también impensable) para la subjetividad estatal. ¿Qué implica pensar sin Estado? ¿Cuáles son las formas de subjetivación en los tiempos contemporáneos? En definitiva, cuáles son las operaciones capaces de transformar a un ocupante de las viejas instituciones disciplinarias en un habitante de las transformaciones contemporáneas? Antes de ensayar alguna respuesta para estas preguntas, tal vez sea conveniente situar sus condiciones de emergencia. La dominación estatal apoya en diversos fundamentos (políticos, económicos, ideológicos, sociales, etc.). No importa detenerse aquí en la batería de fundamentos propia de los Estados Nacionales, lo que sí importa señalar es que no hay dominación estatal sin fundamento de algún tipo. Como la dominación de Estado descansaba en sus fundamentos, la subjetivación moderna consistía en subvertir, romper, cambiar esos fundamentos. Cuestionadas las bases del sistema, la dominación entraba en jaque. Ahora bien, la dinámica de mercado no apoya en unos fundamentos perdurables. Más bien, su vitalidad exige todo lo contrario. En este sentido, su medio no es la solidez estatal sino la fluidez mercantil. Así, la subjetivación como ruptura de los fundamentos de la dominación deviene -en principio- inadecuada para operar en un medio fluido como el neoliberal. Dicho de otro modo, si en la lógica estatal la tarea de pensamiento y de intervención consistía en mover o desplazar los fundamentos que sometían a los ocupantes de las instituciones, nuestra tarea no parece ser esta. ¿Por qué? Porque en un medio fluido como el mercado actual, el movimiento o el desplazamiento de los términos en cuestión no son conquistas subjetivas -como lo eran en los Estados Nacionales- sino su condición ontológica. Por esta razón, la subjetivación actual no adopta la forma movediza de los tiempos disciplinarios. Ahora bien, si la fluidez es el modo de existencia en los tiempos mercantiles, será necesario forjar los procedimientos de pensamiento y de intervención capaces de marcar este terreno. Pero también será necesario pensar nuevas estrategias de subjetivación en relación con una dominación que no sabe -ni pretende saber- de fundamentaciones sólidas. En definitiva, la tarea subjetiva en los tiempos neoliberales requiere de otro tipo de operaciones. Ya no es preciso desligar, romper, subvertir sino ligar, afirmar, sostener. Dicho de otro modo, nuestro punto de partida no son las instituciones estatales sino las destituciones mercantiles. Las notas que siguen son observaciones sobre distintas operaciones orientadas a ligar, afirmar, sostener. Si bien se trata de estrategias de subjetivación diversas (habitar, desacelerar, suspender), también se trata de estrategias que trabajan sobre un mismo material subjetivo: fragmentos y subjetividades fragmentadas5. 5 Habitar, desacelerar y suspender son estrategias de subjetivación en las condiciones contemporáneas. Claro está que no son las únicas. Pero aquí se trata de detenernos en estas tres operaciones. Del Fragmento a la Situación 26
  • 27. G r u p o d o c e Qué implica hacer de un fragmento una situación? Vayamos por partes. El agotamiento del Estado Nación como metainstitución implica el desvanecimiento de un tipo de dominación totalizadora. Agotado el Estado que totalizaba y en presencia de una dinámica mercantil que opera sin totalizar, ya no hay un mundo sino fragmentos, ya no hay un sistema que articula a las partes en un todo y les provee un sentido sino fragmentos dispersos huérfanos de significación. Pero ¿qué es un fragmento? Lo que resulta de ese agotamiento, lo que se desprende por astillamiento, por desquicio o sin plan de institución. En definitiva, un fragmento es lo que queda. Ahora bien, transformar un fragmento en una situación es una estrategia sofisticada pero imprescindible en los tiempos contemporáneos. Esta estrategia consiste en la fundación de una lógica sin remisión a otra (ya sea estatal o mercantil). Y sin remisión implica el asentamiento de un espacio y un tiempo situacionales, es decir, autónomos. En este sentido, ese espacio y ese tiempo no remiten a una totalidad previa sino a una fundación local. Su existencia no se deduce de la lógica anterior sino de esa misma producción. Dicho de otro modo, hay conversión de un fragmento en una situación cuando la fluidez mercantil ya no cuenta, cuando las condiciones generales son suspendidas situacionalmente por una operación. Por eso mismo, habitar una situación exige tomarla como absoluta, exige que no adquiera su consistencia de un exterior complementario sino de su propia producción, exige que no se componga como una parte de un todo sino como una elaboración soberana. En definitiva, hacer de un fragmento una situación implica transformar cada situación en un mundo habitable6. Pero ¿qué es una situación? La producción de una demarcación. Esto es, la producción de un espacio y un tiempo en un medio sin marcas socialmente instituidas. Pero la producción de la situación también implica la' creación de la subjetividad capaz de habitar ese espacio y ese tiempo. En este sentido, una situación constituye a su habitante -y no es el marco en el que se manifiesta un tipo subjetivo previo-. Dicho de otro, la fundación de una situación es también la fundación de su habitante. De esta manera, las estrategias de subjetivación en los tiempos contemporáneos consisten en hacer de un fragmento una situación, de una subjetividad fragmentada una subjetividad situacional. Si es cierto que ya no hay un sistema totalizador basado en unos fundamentos sólidos, la transformación ya no consiste en la alteración de ese sistema y de sus fundamentos. Ahora bien, que la alteración no adquiere esa forma no quiere decir que la tarea subjetiva esté agote. Más bien, significa que sus procedimientos son otros. Si no hay un sistema articulado de dominación, será necesario transformar cada fragmento en situación. Si no hay fundamentos que subvertir, será necesario sostener las situaciones fundadas. De esta manera, el pasaje del Estado Nación al mercado neoliberal modifica radicalmente el campo del implicación subjetiva. Ya no se trata del mundo o de los Estados Nacionales sino de las situaciones. 6 En los tiempos nacionales circulaba en las instituciones -sobre todo en las educativas una consigna progresista que podría ser formulada en estos términos: "Esto no es una isla". ¿Qué era esto? La escuela, el colegio, la universidad. Pero también cada aula. Que las instituciones no fueran islas implicaba que estuvieran conectadas con el afuera. Que las instituciones fueran islas implicaba que estuvieran desconectadas del afuera. Ahora bien, esta consigna prosperó en las condiciones nacionales porque las instituciones disciplinarias limitaban los intercambios con el afuera, con la realidad, con los hechos políticos e ideológicos. Pero en las condiciones contemporáneas, esta consigna resulta anacrónica. Las instituciones actuales no sufren por la ausencia de intercambios o de conexiones con el afuera sino por la inundación de términos impertinentes. En este sentido, la tarea actual parece consitir en ajustar, limitar y regular los intercambios y las conexiones con el afuera. Justamente por eso, la metáfora de la isla se invierte. No se trata de conectar las islas con el continente sino de construir islotes habitables que no sean inundados por el océano mercantil. Del Fragmento a la Situación 27
  • 28. G r u p o d o c e Habitar Para el pensamiento crítico moderno, la subjetivación es sinónimo de salida de las instituciones estatales. ¿Por qué? Porque las instituciones disciplinarias de los Estados Nacionales operan encerrando a sus agentes. Ahora bien, el pasaje del Estado Nación al mercado neoliberal implica el desvanecimiento de estas instituciones. En este sentido, la subjetivación como interrupción del encierro también se desvanece. Si la reclusión ya no es la forma de organización de la subjetividad, será pertinente preguntarse por las formas que adquiere la subjetivación en las condiciones post-encierro. Antes de indagar estos asuntos, detengámonos en el modelo de subjetivación en los tiempos disciplinarios. El pensamiento crítico moderno supone -para pensar e intervenir- condiciones estatales y nacionales. Entre otras, una metainstitución estatal y unas instituciones de encierro. Partiendo de aquí, la subjetivación consiste en el abandono de los dispositivos de encierro. Dicho de otro modo, las estrategias de subjetivación nacidas en condiciones disciplinarias piensan inevitablemente bajo el esquema encierro-libertad. El agotamiento del Estado como paninstitución también implica el agotamiento de sus estrategias de pensamiento y de intervención. En este sentido, el pasaje del Estado al mercado altera radicalmente la implicación de las estrategias de subjetivación. Ya no se trata del Estado y sus instituciones de encierro sino del mercado y su fragmentos, ya no se trata de romper con sino de habitar. Ahora bien, ¿qué es el habitar como estrategia de subjetivación? ¿Qué figura es la figura del habitante? Vayamos por partes. En principio, un habitante es la subjetividad capaz de forjar y transitar una situación. En este sentido, el habitante es el que convierte un fragmento en situación. Dicho de otro modo, es el tipo subjetivo que hace de la situación de la que forma parte un mundo. La transformación de una situación en mundo exige la demarcación de los términos que serán de la partida. En términos, implica la producción de un espacio y un tiempo situaciones. As¡ definido, el habitar no consiste en la ocupación de un lugar en un sistema de lugares -lo que sería propio de la metainstitución estatal-. Por el contrario, consiste en la determinación de ese espacio y de ese tiempo. En este sentido, el punto de la partida de un habitante no son las lugares instituidos sino los fragmentos destituidos. Justamente por eso, habitar un espacio es determinarlo. Y para determinarlo es preciso construirlo. De esta manera, habitar -en condiciones de fluidez- es sinónimo de construir. Pero como la construcción sucede en la fluidez, está amenazada de destitución. De esta manera, la construcción no podrá ser de una vez y para siempre. Por el contrario, construir en las condiciones de fluidez exige una tarea permanente. En otros términos, exige la colonización de ese espacio conquistado por el habitar. Pero ¿qué es colonizar? Es una operación sobre el terreno conquistado. Es la tarea subjetiva en tiempos de destitución. Es el emprendimiento capaz de sostener lo fundado. Sin esta operación, la situación y el habitante se desvanecen. Sin esta operación, hay fragmentos y subjetividades fragmentadas. Justamente por eso, el habitar deviene estrategia de subjetivación decisiva en los tiempos contemporáneos . Del Fragmento a la Situación 28
  • 29. G r u p o d o c e Desacelerar La subjetividad ciudadana, la subjetividad forjada por los Estados Nacionales prosperó en un medio sólido. La solidez como lógica supone que dos términos vecinos permanecen vecinos en la medida en que no se introduzca movimiento alguno de separación. De esta manera, sin una intervención interesada en producir desplazamientos, los ocupantes de un medio sólido permanecen en el mismo sitio relativo. Como consecuencia de esto, el estado regular de los agentes en condiciones de solidez es la ausencia de movimiento. Justamente por eso, las estrategias de subjetivación en un medio sólido momo el nacional- consistían en la movilización de los términos fijados, retenidos o inmovilizados por las instituciones disciplinarias. La solidez como lógica no sólo implica regularidad de las condiciones sino también -y como consecuencia de esto- la posibilidad segura de orientación. Dicho de otro modo, si en un ambiente sólido se reproduce sin mayores alteraciones la localización de los términos que componen ese sistema, si en un medio insisten las coordenadas que permiten distinguir un paisaje de oteó, un ocupante cualquiera no encontrará mayores dificultades a la hora de transitar por esa superficie. En este sentido, la permanencia de las marcas en la era nacional habilitaba el tránsito sin mayores contratiempos por la solidez. Por lo señalado, la regularidad del medio y la probabilidad de orientación en ese medio son posibles en un terreno sólido. Pero estos posibles -que supieron organizar la vida de los ciudadanos en los Estados Nacionales- hoy devienen imposibles. Y devienen imposibles porque la condición de implicación de las subjetividades ya no es la solidez sino la fluidez, ya no es el Estado metainstitución sino el mercado neoliberal. De esta manera, la experiencia contemporánea no sucede en un tablero estable sino en un espacio fluido. Ahora bien, ¿qué significa que la subjetividad contemporánea esté afectada por la fluidez? ¿Qué significa que la vida suceda en un medio fluido? Significa que los parámetros que organizaban la experiencia en un medio sólido se desvanecieron con el agotamiento del Estado Nación como paninstitución donadora de sentido, significa que los principios que le permitían a un ciudadano orientarse en la lógica nacional se desintegraron con el agotamiento del medio sólido. Pero también significa que este desvanecimiento no forjó nuevas estrategias (generales o no) para conducirse en la fluidez. Sin marcación del medio fluido, no hay posibilidad de orientación. Y no hay posibilidad de orientación porque no disponemos de un espacio y un tiempo socialmente instituidos. En este sentido, espacio y tiempo eran condiciones a priori en la solidez, eran instituciones de los Estados Nacionales. Pero en la fluidez ya no es así. En un medio fluido como el neoliberal, no hay espacio ni tiempo sino velocidad y aceleración. Ahora bien, qué implica esta sustitución? Implica que la velocidad y la aceleración no son los modos en que se desplazan los términos en un espacio y un tiempo determinados sino el modo de estar en la fluidez. En este sentido, la velocidad y la aceleración son rasgos de la subjetividad contemporánea. En este sentido, la era del mercado neoliberal es la era de la, f fluidez Si la subjetividad instalada por la dinámica de mercado supone velocidad y aceleración, el modelo de subjetivación nacido en la solidez nacional resulta impertinente. Y resulta Del Fragmento a la Situación 29
  • 30. G r u p o d o c e impertinente porque lo que causa sufrimiento -en la actualidad- no es la solidez sino la fluidez. Dicho de otro modo, las condiciones de implicación de las estrategias de pensamiento y de intervención contemporáneas no son la fijación y la ausencia de movimiento sino la velocidad y la aceleración. Por esta razón, resulta necesario entrenar a las subjetividades en la desaceleración. Esto es, en los procedimientos capaces de marcar tiempo y espacio en el terreno fluido. Ahora bien, en tiempos de fluidez, desacelerar no es una operación meramente cuantitativa sino centralmente cualitativa. En definitiva, se trata de una operación que busca construir pausas en un ambiente veloz. Y en la velocidad neoliberal, la desaceleración sobreviene clave de la subjetivación contemporánea. Del Fragmento a la Situación 30
  • 31. G r u p o d o c e Suspender Fieles a su función, los eventos institucionales arman su número vivo. Pretenden que allí se desarrolle la discusión. Hay expositores y espectadores. Pero sobre todo hay consumidores. El juego armado para la ocasión empieza a rendir sus frutos. Por quinta vez se escucha decir: ¡qué interesante! Otras tantas veces, los disertantes buscan divertir al aburrido auditorio. Doblemente interesante. No hay dudas, el evento institucional ha sido un éxito. Todo salió como estaba representado. La concurrencia es numerosa, las estrellas invitadas concurrieron, y los organizadores son felicitados por los asistentes al suceso. Así definida no resulta sencillo ligar la dinámica del evento institucional con ese material tan volátil llamado pensamiento. Más bien, resulta imposible. La condición volátil del pensamiento exige otros procedimientos. Más precisamente, exige la creación de una materialidad con capacidad albergar esas operaciones que constituyen pensamiento. Pero también con capacidad de suspender las operaciones que impiden su presentación. Se suele decir que cada lógica instituye el tipo subjetivo capaz de transitarla. El evento institucional no es una excepción. También produce sus ocupantes específicos. A saber: expositores y espectadores; disertantes y auditorio. En las condiciones del evento institucional, los expositores despliegan, con mayor o menor pericia, el número trazado para la ocasión. Los espectadores dejan sentir su opinión, y se manifiestan satisfechos o no por el servicio ofrecido. Así las cosas, todo transcurre en el terreno de la subjetividad instalada por el evento. Nos vamos como vinimos. Sabiendo un poco más, opinando un poco más. El pensamiento no rozó la ocasión. Somos los mismos. Ahora bien, para que el destino sea otro será necesario suspender las operaciones propias del evento y forjar otras operaciones. En definitiva, otra subjetividad. El evento institucional ya fue caracterizado. Resta indagar los rasgos del dispositivo solidario con la tarea de pensamiento. Es preciso aclarar que si el pensamiento es una operación sobre un obstáculo en un recorrido subjetivo, en estas coordenadas, el obstáculo es el evento institucional y sus tipos subjetivos. Ahora bien, ¿qué figura subjetiva será capaz de hacer con tales obstáculos? El dispositivo asamblea tal vez nos oriente en este interrogante. La asamblea es un dispositivo de pensamiento. Pero este dispositivo no tiene expositor ni espectadores. Tampoco dispone de saberes y opiniones. Más bien, estos están suspendidos, y sólo serán convocados de ser necesitados. Mientras el evento institucional se organiza desde el saber y/o la opinión, la asamblea nace a partir de un problema compartido. Y en torno de ese problema se constituye. En este sentido, lo que hace lazo en la asamblea es un problema coincidente. En este sentido, el lazo en la asamblea es inevitablemente problemático y situacional. Que el lazo sea problemático y situacional significa que la asamblea se arma en un punto de no saber colectivo. Ahora, este no saber no describe la ignorancia de los allí reunidos respecto de un área específica. Este no saber describe un problema impensado por los allí reunidos. En ese terreno donde el saber y la opinión son estériles, hay posibilidad de que la asamblea se constituya en dispositivo de pensamiento. Es importante señalar que la asamblea es una producción que consiste en la suspensión de los componentes de la lógica institucional (saber y opinión; expositor y espectador) y la determinación de un tipo de enlace problemático (pensamiento; asamblea). Si esto sucede, hay encuentro de pensamiento. Esto es, algo transcurre en el terreno de la subjetivación. Ya no somos los mismos ni nos vamos como vinimos, porque el pensamiento rozó el encuentro asamblea. Finalizado el evento, se inicia la evaluación del despliegue institucional. Las variables de ocasión confirman (o no) el éxito del suceso: concurrencia numerosa, presencia mediática, Del Fragmento a la Situación 31
  • 32. G r u p o d o c e asistencia de los invitados de lujo, participación y debate. La clave numérica organiza la evaluación del evento. De esta manera, los números dominan la temporalidad postevento. Los números también confirman el éxito, y los organizadores quedan satisfechos con lo sucedido. Sin otras herramientas para leer lo ocurrido, los resultados se convierten en la instancia de decodificación del evento institucional. Nuevamente transitamos el terreno de la subjetividad socialmente instituida. Los dispositivos de pensamiento necesitan de otras herramientas de lectura. En este sentido, la lectura en clave numérica le hace obstáculo a una lectura en otra clave. La asamblea como dispositivo de pensamiento exige de una operación capaz de rastrear lo producido en ese encuentro. En este sentido, necesita de un balance. Pero ¿qué es un balance? Si la asamblea es un dispositivo de interrupción de la subjetividad instalada por el evento institucional, el balance es la operación de suspensión de los modos ofrecidos por ese evento para evaluar lo sucedido. El encuentro acontecido en situación de asamblea no puede ser pensado en su radicalidad por el lenguaje de los resultados. Justamente por eso, necesita forjar unos parámetros de lectura atentos a la producción en cualidad -y no a la puesta en serie en cantidad-. La operación balance consiste entonces en el registro de lo acontecido en situación de asamblea. Ahora bien, este registro no describe una anotación objetiva, describe la percepción que una subjetividad (en estas condiciones, los habitantes de la asamblea) tiene de sus impasses, debilidades y obstáculos, pero también de sus invenciones, sistematizaciones y movimientos. En este sentido, el balance es una operación en fidelidad a la producción de pensamiento en la lógica de asamblea. Partimos del evento institucional y de la dominancia de los resultados. Transitamos la subjetividad socialmente instituida. Asamblea y balance son operaciones de subjetivación sobre esa subjetividad. O dicho de otro modo, son modalidades de interrupción del obstáculo que impide el pensamiento. Sin esta interrupción no hay pensamiento porque el pensamiento consiste, para nuestra definición, en la suspensión de los recursos y representaciones de la lógica instituida que impiden habitar esa situación. De esta manera, pensar exige sustraerse del evento institucional y la dominancia de los resultados. Sin esta suspensión, permanecemos en el terreno del evento institucional. Del Fragmento a la Situación 32