1. Los Sentimientos y el Corazón
Hay corazones de oro, de piedra, de león, de color negro, grandes, bondadosos,
valientes, mezquinos, encogidos, henchidos de alegría, saltarines… Corazones,
en resumen, que encarnan lo mejor y lo peor del ser humano.
Una nueva investigación revela que del amor al odio, nuestros sentimientos juegan
un papel vital en el funcionamiento del corazón. Los sentimientos hostiles
promueven la liberación de hormonas relacionadas con el estrés en nuestro
torrente sanguíneo. Estas hormonas hacen que las arterias coronarias se
contraigan, aceleren el ritmo cardíaco, aumenten la presión arterial y los niveles de
azúcar y grasas en la sangre y el resultado global es que el corazón se ve
sometido a un mayor esfuerzo.
La vida comienza y termina con el latido del corazón. Es un músculo que funciona
sin que intervenga nuestra voluntad consciente. Es el que hace circular la vida
(sangre) en nosotros, nuestro centro energético. Una máquina perfecta que pesa
300 gramos y late entorno a 100.000 veces al día moviendo continuamente los
aproximadamente cinco litros de sangre de nuestro cuerpo. La parte izquierda del
corazón envía la sangre hacia los pulmones para que se oxigene y esta sangre
limpia es recibida en la parte derecha, la sangre circula de izquierda a derecha
A otro nivel asociamos la función del corazón con los sentimientos (ego
emocional). Expresiones cotidianas como, “se toma las cosas muy a pecho”, le ha
roto el corazón”, “se me ha helado el corazón”, “tiene el corazón de oro”, etc., nos
hacen ver como la relación corazón-emociones está totalmente establecida en
nuestras creencias y como consecuencia en nuestro lenguaje. Este órgano, es el
lugar de las sensaciones más profundas, el barómetro de nuestras emociones.
Desde ese punto de vista, las afecciones del corazón y del sistema circulatorio se
manifiestan en personas con problemas sentimentales y con dificultades para
expresar amor. El estado del corazón se manifiesta en la coloración de la piel y en
el brillo de los ojos. El corazón y su buen funcionamiento o sus disfunciones nos
conectan con la relación y el equilibrio que establecemos en nuestra vida con el
dar y el recibir.
El corazón no acumula, ni da más de lo que recibe, ni recibe más de lo que da.
Digamos que el corazón es el motor de la vida y las emociones son su
combustible. Preguntar a un amigo ¿cómo te va la vida?, es igual que decir ¿cómo
son ahora tus emociones? La respuesta a ambas preguntas nos hablará de la
salud del corazón de ese amigo. Lo mismo que un buen combustible (emociones
positivas), hacen que la máquina que mueven funcione mejor y dure más tiempo,
un mal combustible (emociones negativas), pueden hacerla fallar y hasta averiarla
con trágicas consecuencias.
2. ¿Por qué asociamos corazón y sentimientos?
Tenochtitlan era el corazón del imperio azteca. Numerosos dioses protegían la
ciudad, y para asegurar su benevolencia, los sacerdotes abrían el pecho de las
víctimas propiciatorias con cuchillos de obsidiana y ofrecían a los cielos -como los
mapuches al Osorno- la sangre y los corazones aún palpitantes, la fuente de la
vida, lo más valioso del ser humano.
Cuando la humanidad comenzó a buscar el lugar donde se aloja el alma se fijó
sobre todo en el cerebro y el corazón. Los griegos, creadores de la retórica,
pasaron siglos debatiendo el asunto de la ubicación del alma y los sentimientos.
Platón apostaba por dos almas, una de las cuales, inmortal, residía en la cabeza, y
la otra, mortal, habitaba el corazón y albergaba los sentimientos. Aristóteles optó
por un solo lugar para las dos almas: el corazón.
Mientras los filósofos debatían, el dios Eros disparaba flechas a los corazones de
los hombres y las mujeres. Unas flechas eran de oro y hacían nacer el amor a
primera vista, otras eran de plomo y provocaban la indiferencia. Eros pasó a
Roma, cambió su nombre por el de Cupido, y siguió disparando flechas. Y así, los
humanos, al igual que ahora, sentían latir su corazón desbocado ante la presencia
del ser amado. Un corazón que además es rojo, el color de la pasión y la vida.
El corazón se ha convertido en motivo recurrente de poetas de todos los tiempos,
de trovadores, de cantantes. El corazón llena los escaparates el día de San
Valentín, y su representación, como símbolo de amor, es desde hace mucho
tiempo parte de nuestra cultura.
La ciencia cada vez se decanta más por una relación directa entre el estado de
ánimo de una persona y las repercusiones en su salud física. Un número
importante de dolencias cardíacas tienen su origen en el estrés, la ansiedad y una
actitud negativa ante la vida, lo que incide en el funcionamiento del corazón.
Muchas religiones y corrientes filosóficas recomiendan momentos de relajación y
recogimiento, bien sea a través de la oración o de la meditación. Estos momentos
ayudan a ralentizar la respiración y librar la mente de tensiones, con lo que se
disminuye el ritmo cardíaco y con ello mejora la salud del corazón.
Los latidos de ese órgano que hemos querido convertir en morada de nuestros
sentimientos son los que sirven de barómetro de los estados de ánimo, de la
felicidad y la tristeza, del miedo y la alegría.
La consciencia es como una antena sensible, en la que las emociones son el
componente que aporta sensibilidad y colorido. En términos humanos, toda forma
de consciencia involucra algún tipo implícito de colorido emocional. Aunque así
pareciera, no hay conocimientos abstractos o asépticos, todos están
contaminados de algún sentir en un plano emocional abstracto o concreto. Aún el
matemático que descubre una fórmula, no está exento del sentimiento de
3. admiración que la perfección le produce. Un físico lo es, porque las que
consideramos leyes duras y más de la física han despertado una emoción
recóndita en su corazón. Nadie que haya hecho algo significativo para la historia
de la humanidad, ha podido realizarlo sin la vivencia de una pasión intensa.
La SALUD según la definición de la Organización Mundial de la Salud es el estado
de bienestar físico, psíquico y social. Esta definición engloba a la persona en sus
aspectos bio-psico-sociales.
La Vulnerabilidad es una condición que facilita la enfermedad. La concurrencia de
los factores de riesgo tradicionales y psicosociales predispone a un estado de
vulnerabilidad, que es predictor de enfermedad coronaria.
A los factores de riesgo tradicionales para la enfermedad coronaria, como la
Hipertensión Arterial, el sedentarismo, o el colesterol alto se han agregado los
llamados FACTORES PSICOSOCIALES , como ser:
Disestrés
Depresión
Hostilidad
Aislamiento social
Sentimiento de soledad
Dificultades de conexión con el cuerpo y los propios sentimientos
Problemáticas familiares, laborales y/o sociales.
Los factores de riesgo psicosociales de un individuo se relacionan con su historia
personal y su momento histórico-social. Las vivencias traumáticas sin posibilidad
de elaboración, la falta de sostén afectivo y el desamparo social pueden producir
cambios en el cuerpo y desencadenar o agravar la enfermedad coronaria.
La salud es la primera riqueza, el primer bien que posee un ser humano y sobre
este bien, cuya expresión emocional es la seguridad, se fundamenta el poder de
pensar y crear soluciones de sobrevivencia dando paso a la segunda riqueza o
bien de un humano: El conocimiento, nuestro conocimiento de nosotros mismos,
los otros y el mundo que nos rodea, nuestras habilidades, destrezas y
competencias para solucionar los problemas y hacer fácil nuestra existencia en
todas las áreas de la vida produce placer y gozo. Uno de los más poderosos
motivadores del ser humano es el conocimiento, nos hace felices por naturaleza
aprender cosas nuevas, comprender y entender un concepto, aprender y mover
una habilidad, darnos cuenta de nuestro poder creativo y afirmarlo. La expresión
emocional del conocimiento es el amor, amor y realidad son una misma cosa;
porque amar, y por lo tanto la capacidad de dar y recibir, depende de la capacidad
que se tiene para percibir la realidad sin distorsiones. Todo esto genera nuestra
tercera riqueza o bien básico: La felicidad ganas de vivir, placer: seguridad, amor
y alegría. Y cuando estamos felices, sentimos el poder de disfrutar lo que
hacemos y vivimos, la compañía de los otros, nuestras relaciones, el poder de
elegir. Elegir a los seres y las acciones que cultiven este estado interno de
4. bienestar. Lo invito a recordar un momento en el que se sintió feliz, en ese instante
seguramente pensó “ahora nada puede dañarme” , sintió ese poder de ser usted
mismo, de mostrar su ser real sin máscaras, se sintió libre para ser y hacer su
destino, en ese instante generó la cuarta riqueza o bien básico: La libertad abrir
las alas con sentido de seguridad desde adentro, capaz de ser, libre de las
expectativas de otros, fiel a sus propios principios y leyes de vida, orgulloso y
amoroso de si mismo, entonces los demás le dicen: “estas deslumbrante, te ves
radiante”. La libertad genera la quinta riqueza o bien básico: La belleza.
El corazón tiene sus enemigos como el tabaco, estrés, hipertensión, alcohol y
exceso de colesterol. Un músculo cardiaco privado de oxígeno se necrosa y
entonces aparecen los problemas cardiovasculares que son la primera causa de
muerte en el mundo.