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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN
UNIVERSIDAD YACAMBÚ
FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
FISIOLOGIA Y CONDUCTA
SECCIÓN: ED01D0V
LA IRA
UTOR: PEDRO ENMANUEL SANCHEZ
C.I. 18.654.369
HPS-173-00187V
BARQUISIMETO - ESTADO LARA, JUNIO 2018
La ira
Ira es un término de origen latino que se refiere a la furia y la violencia. Se
trata de una conjunción de sentimientos negativos que genera enojo e
indignación. Por ejemplo: “El gesto del delantero despertó la ira de los
simpatizantes rivales”, “El empresario vivió un día de ira: primero insultó a un
transeúnte, luego empujó a un vecino y, finalmente, golpeó a un policía”, “El
fallo del árbitro motivó la ira de la gente, que no dudó en arrojar objetos
contundentes al campo”.
La psicología recomienda exteriorizar la ira de alguna manera, para evitar
que ésta devenga en enfermedad. Es importante señalar que existen
diversas formas no violentas de canalizar un sentimiento negativo;
actividades tan sanas como la práctica de algún deporte o tan
enriquecedoras como el estudio de música y la ejecución de un instrumento
representan algunas de las decisiones más adecuadas para convertir al ira
en algo positivo.
Dado que se trata de una cuestión interna, la visión que cada persona tiene
de la ira es potencialmente diferente, independientemente de la definición
oficial que le haya dado la psicología. Del mismo modo, los disparadores de
esta sensación y las formas en la que reaccionan ante su aparición varían de
individuo en individuo. En general, la ira se encuentra íntimamente ligada a la
frustración, dado que surge como una combustión ante la imposibilidad de
resolver algo.
Podemos distinguir, a grandes rasgos, entre un tipo de ira que persiste a lo
largo del tiempo, que aparece como respuesta a un suceso negativo del
pasado que aún no haya sido resuelto, y otro pasajero, puntual, provocado
por un conflicto bien definido y que tenga lugar en el presente. En el primer
caso, se conoce que quienes han sufrido abusos, ya sea sexuales o
psicológicos, durante la infancia y no hayan tenido la oportunidad de
enfrentar a sus agresores suelen presentar brotes de ira a lo largo de toda su
vida.
Aquí entra de nuevo la frustración, dado que la víctima siente una gran
angustia ante la injusticia que vivió y el hecho de no poder cambiar su
pasado, y esto se convierte en un cúmulo de violencia que jamás logrará
desatar contra la o las personas responsables de su dolor, por lo cual la
explosión tendrá lugar de forma casi cíclica año tras año. Esto no significa
que esta ira acumulada no pueda encausarse y canalizarse de una forma no
dañina para el sujeto.
Para el catolicismo, la ira es uno de los siete pecados capitales. Esta ira
puede manifestarse contra uno mismo (a través del suicidio o de la
autoflagelación) o contra los demás (reflejada en enfrentamientos, golpes o
hasta asesinatos). En ambos casos, se encuentra penada por los preceptos
religiosos.
Dada la estrecha relación que tuvieron la música y la religión siglos atrás, no
resulta extraño que la palabra ira forme parte de tantas obras maestras de
compositores como Vivaldi o Handel. En este caso, se hace uso de diversas
herramientas para expresarla, tales como un aumento de la velocidad y de la
intensidad, y pasajes colmados de ornamentos y saltos que rocen los límites
agudos y graves de cada instrumento de formas violentas e inesperadas.
Algunos especialistas aseguran que la ira puede surgir por una
predisposición de tipo genética o biológica. Se sabe que la fatiga, los
cambios hormonales, los problemas sexuales, la depresión o el hambre
inciden en las reacciones que manifiestan ira.
Cabe destacar que, en un sentido simbólico, la ira puede trascender las
emociones humanas. De esta manera, la naturaleza puede “expresar” ira a
través de fenómenos violentos: “La ira de la naturaleza causó olas de más de
10 metros de altura que arrasaron ciudades enteras”.
Localización de la ira en el cerebro
El cerebro controla nuestras emociones. Sí, por muchos corazones que
dibujemos cuando estamos enamorados o que sintamos que nuestro
corazón se puede romper por tristeza, no es éste el órgano que maneja
nuestras emociones. Es cierto que cerebro y corazón están relacionados,
puesto que el corazón palpita a ritmo diferente en función de las emociones
que nuestro cuerpo siente, pero es el cerebro el que tiene el mando. Y no
todo el cerebro, sino una parte muy concreta: el sistema límbico.
El término ‘límbico’ fue acuñado en el año 1878 por el médico y científico
francés Paul Broca, para designar un área compuesta por tres estructuras
cuya función está relacionada con el aprendizaje, la memoria y las
respuestas emocionales. Está situado justo debajo de la corteza cerebral y
está formado por el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral y el
hipocampo.
El sistema límbico es la zona del cerebro que dirige nuestras emociones y
nuestras sensaciones más primitivas: aquellas relacionadas con la
supervivencia (como por ejemplo el miedo y la ira) y con las sensaciones del
ser humano en torno a nuestro comportamiento sexual. De hecho, muchos
científicos han llegado a llamarle el ‘cerebro reptil’ puesto que se encarga de
nuestros instintos más básicos. Es una de las partes de nuestro cerebro que
tiene mayor antigüedad. Tiene más de dos millones de años y aún es capaz
de controlar ciertos comportamientos y sensaciones que hoy en día nos
parecen muy racionales: el cortejo, el buscar pareja para casarse, el buscar
otros seres humanos que nos dirijan o buscar una casa.
La amígdala, nuestra defensa emocional
Es la estructura más importante dentro del sistema límbico. Es la que guarda
y maneja nuestras emociones más irracionales. Es esta parte del cerebro en
la que se genera la ‘defensa’ contra los peores sentimientos que tenemos los
seres humanos: el miedo, la ira, la tristeza, etc. Se encarga de regular estas
sensaciones y de protegernos ante ellas. Gracias a la amígdala podemos
escapar de situaciones que ponen en riesgo nuestra supervivencia; pero
también tiene una parte mala: es la que permite que nuestros miedos más
profundos y nuestros traumas infantiles salgan a la luz. La amígdala nos
ayuda a buscar la estrategia necesaria para solventar una situación de
estrés, miedo o peligro y nos da una visión equilibrada de lo que sucede a
nuestro alrededor. En definitiva, es la parte del cerebro que permite que no
nos dejemos llevar por el pánico y la ansiedad.
Así, en el caso concreto de la ira, la respuesta fisiológica se caracteriza por
un incremento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial sistólica, además
de un aumento de la resistencia vascular periférica, de modo que la tensión
arterial diastólica sube (al contrario de lo que sucede con el miedo). En el
sistema neuroendocrino, el efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en
humanos y en primates no humanos) supone unos niveles altos de
testosterona (hormona vinculada a la conducta agresiva y dominante), así
como niveles bajos de cortisol. Ya en el sistema nervioso central, destaca la
actividad cerebral asimétrica de los lóbulos frontales que se produce cuando
experimentamos emociones. En este contexto, existen dos modelos
conceptuales. Por un lado, el modelo de valencia emocional, según el cual la
región frontal izquierda del cerebro se halla implicada en la experiencia de
emociones positivas, mientras que la región frontal derecha se relaciona más
con las emociones negativas. El segundo modelo, de dirección motivacional,
vincula la región frontal izquierda con la experiencia de emociones que
provocan el acercamiento, y la región frontal derecha con las emociones que
incitan a la retirada. En general, las emociones positivas, como la felicidad,
se asocian con una motivación de acercamiento; las negativas, como el
miedo o la tristeza, con la retirada. Sin embargo, al experimentar ira, ambos
modelos entran en contradicción.
Expresando la ira
La manera instintiva, natural de expresar nuestra ira es responder
agresivamente. La ira es una respuesta natural, de adaptación a las
amenazas, nos inspira poder, agresividad, sentimientos y conductas, que nos
permiten luchar y defendernos. Una cierta cantidad de ira, por lo tanto, es
necesaria para nuestra supervivencia.
Por otra parte, no podemos agredir a cada persona u objeto que nos irrita o
nos molesta. Las leyes, las normas sociales, y el sentido común establecen
los límites sobre nuestras expresiones de rabia. Las personas utilizan una
variedad de procesos conscientes e inconscientes para lidiar con sus
sentimientos de enfado. Los tres principales son expresar, reprimir y
calmarse. Expresar los sentimientos de enfado de manera asertiva es lo más
adecuado. Para ello hay que aprender a dejar claro cuáles son nuestras
necesidades, y cómo conseguir resolverlas sin herir al otro. Ser asertivo no
significa ser agresivo o exigente, significa ser respetuoso con uno mismo y
con los demás.
La ira puede ser suprimida, para poder convertirla o redirigirla. Esto ocurre
cuando dejamos de focalizar nuestro sentimiento de enfado y tratamos de
centrarnos en algo positivo. El objetivo es inhibir o reprimir la rabia y
convertirla en un comportamiento más constructivo. El peligro en este tipo de
respuesta es que si no se permite su expresión externa, la ira puede volverse
contra uno mismo. La ira hacia adentro puede causar hipertensión, presión
arterial alta o depresión. También puede crear otros problemas o
expresiones patológicas de la ira, tales como el comportamiento pasivo-
agresivo (vengarse de las personas indirectamente, sin decirles por qué, en
lugar de enfrentarlos a la cara). O una personalidad que parece cínica y
hostil. Las personas que están constantemente molestando a los demás,
criticando todo y haciendo comentarios cínicos no han aprendido a expresar
su ira de manera constructiva. Esto hace poco probable que tengan muchas
relaciones exitosas.
Por último, puede calmarse en el interior. Esto significa no sólo controlar su
conducta externa, sino también controlar sus respuestas internas, tomando
medidas para reducir el ritmo cardíaco, calmarse y dejar que los sentimientos
desaparezcan.
El Dr. Spielberger destaca que “si ninguna de estas tres técnicas funciona,
alguien o algo pueden resultar perjudicados.”
Manejo de la Ira
El objetivo del manejo de la ira es reducir los sentimientos y el despertar
fisiológico que provoca. A veces no podemos deshacernos de las cosas o las
personas que nos enfurecen, ni se pueden cambiar, pero podemos aprender
a controlar nuestras emociones.
¿Somos demasiado coléricos?
Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de
cólera, la propensión y la eficacia en su manejo. Pero es muy probable que
quien sea colérico resulte el primero en saberlo. Si actuamos de manera
descontrolada o amenazante, es posible que necesitemos ayuda para
encontrar mejores formas de lidiar con esta emoción.
¿Por qué algunas personas son más coléricas
que otras?
Según Jerry Deffenbacher, PhD, psicólogo especializado en el manejo de la
ira, algunas personas realmente son más “exaltadas” que otras, se enojan
con mayor facilidad y más intensamente que la mayoría. También están
aquellos que no muestran su enfado de manera explícita, pero están
crónicamente irritables y gruñones. Las personas más irritables no siempre lo
expresan con su conducta, a veces presentan inhibición social, mal humor, o
cuadros de malestar físico.
Las personas que se enojan con facilidad, por lo general tienen, a lo que
conocemos como baja tolerancia a la frustración, sienten que no deberían
haber sido sometidos a la frustración, la incomodidad o molestia. Ellos no
pueden tomar las cosas con calma, y son particularmente exaltados si la
situación parece de alguna manera injusta: por ejemplo, que los demás les
corrijan por un error sin importancia.
¿Qué hace a la gente ser de esta manera?
Hay diferentes causas, por ejemplo genéticas o fisiológicas. Tenemos
evidencias de que algunos niños se muestran más irritables desde edades
muy tempranas. Existen causas socioculturales, la ira se considera un
sentimiento negativo, del mismo modo que se nos facilita la expresión de
sentimientos como la ansiedad o la depresión, no se permite mostrar nuestro
enojo con la consiguiente dificultad para aprender mecanismos que nos
permitan manejarlo o canalizarlo constructivamente. La investigación también
ha encontrado que los antecedentes familiares juegan un papel importante
como modelo de aprendizaje asociado a los problemas de comunicación
emocional.
¿Es bueno explotar para sacar nuestra rabia?
Esto es considerado por los psicólogos, en la actualidad, como un mito
peligroso que puede acabar afectando a terceras personas. La investigación
nos dice que “explotar” aumenta el malestar y no resuelve la situación. Lo
mejor es conocer aquello que desencadena nuestra ira y encontrar
estrategias de resolución.
Estrategias para mantener el control
Relajación
Técnicas sencillas de relajación como el control de la respiración y la
visualización de imágenes agradables, se han demostrado muy eficaces así
como, ejercicios de control como el yoga y la meditación. Ver también en
nuestro apartado de “Preguntas Frecuentes” la técnica de relajación de
Jacobson y la técnica de relajación para niños de Koeppen.
Reestructuración cognitiva
En muy pocas palabras podríamos decir que esto significa “cambiar la forma
de pensar”. Las personal coléricas tienden a maldecir, jurar y expresarse en
términos muy alterados que reflejan sus pensamientos internos. Cuando
estamos enfadados los pensamientos suelen ser muy exagerados y
dramáticos. Se trataría de sustituir estos pensamientos por otros más
racionales y adaptativos, huyendo de descalificaciones y términos
“absolutos” que no nos permiten procesar con relatividad la situación que
desencadena nuestra rabia. Es normal que tengamos sentimientos
encontrados con alguna persona o situación, es lógico sentirse frustrado,
decepcionado o dolido con ello pero sin llegar a generar ira o emociones tan
desproporcionadas. Este proceso no es fácil ni automático, es más bien el
resultado de un esfuerzo y un cambio gradual para el que podemos necesitar
la ayuda de un especialista.
Solución de problemas
En ocasiones la ira y la frustración son causadas por problemas reales e
ineludibles de nuestras vidas, son respuestas naturales. También aumenta la
frustración la falsa creencia de que todo problema tiene una solución, cuando
descubrimos que este no es el caso, resulta más adaptativo dejar de
centrarse en la búsqueda de la solución y buscar las estrategias para
manejar y enfrentar el problema.
Se trata de hacer un plan y controlar su evolución a lo largo del proceso, no
tanto de encontrar salidas inmediatas al problema evitando creencias del tipo
“todo o nada”
Mejorar la comunicación
Las personas enojadas tienden a centrarse en los hechos y en las
conclusiones que, muchas veces son del todo inexactas. Lo primero que
debemos hacer en una discusión acalorada es reducir la velocidad y el
volumen de nuestro discurso y pensar bien lo que decimos, no decir lo
primero que se nos venga a la cabeza. Al mismo tiempo hay que escuchar al
otro y tomarnos nuestro tiempo antes de contestar. Es normal ponerse a la
defensiva cuando nos sentimos criticados, pero no “luchar”. Mantener la
calma puede prevenir que la conversación no acabe siendo un desastre.
Usar el humor
A veces el humor puede ayudar a calmar la rabia, nos ofrece una perspectiva
más equilibrada y relativiza los hechos.
El doctor Deffenbacher comenta que el discurso subyacente de las personas
enfurecidas suele coincidir con afirmaciones como “las cosas son como yo
digo” “es lo lógico, lo moralmente correcto” cambiar de opinión para ellos es
una humillación insoportable. El doctor nos anima a imaginarnos como
dueños del mundo y de la situación con el resto de las personas a nuestros
pies hasta que la idea resulte absurda e irrisoria, no poseemos verdades
absolutas, no somos dioses.
Hay que tener precauciones con el uso del humor, no se trata de reírse de
nuestro problemas, más bien utilizar el humos para enfrentarlos de manera
más constructiva. Tampoco nos podemos dejar llevar por el humor sarcástico
y ácido que puede convertirse en expresión agresiva. Se trata de tomarse las
cosas algo menos en serio y de manera menos negativa.
Cambiar el entorno
A veces es nuestro entorno inmediato el que nos da motivos para estar
irritados, las responsabilidades y los problemas pueden convertirse en
“trampas” llenas de acontecimientos y personas que nos alteran.
Es necesario tomarse un descanso que podemos programar en las horas
más estresantes de la jornada. Se pueden establecer códigos como el
dedicarnos a nosotros mismos unos minutos después del trabajo y antes de
afrontar las rutinas caseras y las demandas de los demás componentes del
núcleo familiar.
Se pueden controlar variables del ambiente como el hecho de evitar discutir
si nos encontramos cansados, basta con cambiar los tiempos dedicados a
hablar de hechos relevantes, para que la conversación no se convierta en
discusión. Se puede moderar el volumen de la comunicación, se pueden
plantear alternativas de cambio, modificar los espacios para conversar, no
centrarnos selectivamente aquello que nos irrita, etcétera. El objetivo es
mantener la calma.
¿Necesita asesoramiento?
Cuando la ira está realmente fuera de control, si nos perturba en nuestras
relaciones interpersonales o en los aspectos importantes de la vida; se
puede valorar la posibilidad de buscar ayuda profesional y asesoramiento
para aprender a manejar con eficacia estos sentimientos. Un psicólogo
clínico puede trabajar con nosotros en el desarrollo de las estrategias
necesarias para cambiar nuestros pensamientos y nuestro comportamiento.
¿Y el entrenamiento asertivo?
Es un hecho que las personas enojadas necesitan aprender a ser asertivas
en lugar de ser agresivas, aunque la mayoría de cursos y manuales de
asertividad no son específicos en el tratamiento con pacientes muy airados,
requieren la adecuación que un especialista puede conseguir a nuestra
dificultades concretas. La rabia es un sentimiento que no se puede eliminar
pero si se aborda con una actitud y un manejo adecuado, conseguiremos
que no nos afecte de manera irreversible y nos sentiremos mucho mejor de
manera estable.
Trastorno explosivo intermitente
Las personas que sufren trastorno explosivo intermitente presentan brotes de
ira sin motivo y de forma impredecible, y pueden dañarse a sí mismos o a los
demás. Conoce su tratamiento y cómo reducir sus efectos negativos.
El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por un comportamiento de
violencia descontrolada, que se incluye dentro de los trastornos del control
de impulsos, y que consiste en que la persona que lo sufre estalla ante
cualquier frustración por mínima que sea, sin necesidad de que haya un
estado de ánimo alterado previo, pudiendo ser el detonante de su conducta
cualquier contrariedad que le surja: una palabra inadecuada, un tono burlón,
un objeto en medio de su camino, una música un poco alta…, situaciones
que al resto de las personas sólo les causarían leves molestias.
Tras estos brotes de ira o reacciones desproporcionadas, en las que la
persona con trastorno explosivo intermitente no ha tenido en cuenta las
consecuencias de sus actos o el posible castigo que conlleva, el afectado se
cuestiona el porqué de su modo de actuar, apareciendo un sentimiento de
culpa por no haber sabido control esos impulsos. Para hacernos una idea de
que estamos hablando, algunos especialistas apuntan que éste podría ser el
caso del futbolista uruguayo Luis Suárez, que ha repetido una conducta
impropia de un deportista, como es morder a un rival, en distintas ocasiones
a pesar de haber sido castigado previamente por ello con dureza.
Los primeros episodios se producen alrededor de los siete años de edad,
aunque durante la adolescencia se evidencian aún más sus efectos, sobre
todo por el nivel de violencia que puede entrañar cada episodio, ya que el
sujeto suele romper objetos que estén a su alcance, e incluso agredir verbal
o físicamente a los presentes, sin que estos le hayan provocado en absoluto.
Aunque se puede presentar en ambos sexos es más frecuente en hombres
que en mujeres y, si no se trata adecuadamente, se vuelve crónico.
A qué se debe el trastorno explosivo intermitente
Actualmente todavía no se conocen las causas del trastorno explosivo
intermitente, pero algunos autores sugieren que existe cierta predisposición
en determinadas familias, en las que alguno de los progenitores del paciente
muestra a su vez este tipo de comportamiento.
Igualmente, se han observado alteraciones bioquímicas en el cerebro de los
afectados, con una disminución de los niveles de serotonina e insulina,
mostrando menor actividad las áreas prefrontales asociadas con el control de
impulsos, y mayor actividad en la amígdala, relacionado con la vivencia
emocional.
Tipos de Ira
Todo el mundo tiene derecho al enfado, todas las emociones tienen su
función y utilidad. Es decir que sentir enojo, enfado o ira no es el problema;
sino la intensidad y la forma en la que se expresa es la dificultad.
Existen distintos tipos de expresión de la ira, algunas de ellas pueden ser:
1. La conducta agresiva y violencia se utiliza como un recurso, luego de
intentar obtener algo y no conseguirlo. Es una ira instrumental, porque es un
medio para obtener lo que se quiere.
2. Contención y explosiva, que se produce en personas que han aguantado
durante mucho tiempo una sitación que consideran injusta o que les produce
daño. Se suele producir en personas que acumulan frustraciones y se
“tragan” el malestar para evitar el conflicto, pero llegan a un punto que ya no
pueden reprimir más y acabane estallando.
3. Agresión Explosiva. Suele producirse en personas que indican que pasan
de 0 a 100. En un momento a otro pieden el control y explotan, muchas
veces no saben por qué. Suelen tener muy baja tolerancia a la frustración,
que hace que las cosas que quieren las quieran ya o se ofenden
rápidamente con alguien que les niega algo.
4. La ira como defensa surge cuando la persona siente que es atacada,
puede constituirse como una defensa ante situaciones que le producen
miedo e inseguridad.
5. La ira evitativa. Se produce en personas que tienden a evitar el contacto y
cuando se sienten invadidas suelen defenderse agrediendo. Esta ira no suele
expresarse de manera física, sino que utiliza la violencia verbal, como la
burla, el menosprecio, la humillación del otro.
6. La ira asociada al desprecio, suele ser una expresión de agresividad, que
la persona la justifica porque el otro se lo merece. Suele señalarse al otro
como alguien diferente y despreciable, con el cual no se empatiza y se le
adjudica muchas características negativas. De este tipo de violencia se
sustenta el racismo, la homofobia, etc.
7. Pasivo agresivo. Se suele manifestar en personas que utilizan una
violencia más camuflada y oculta a primera vista, puede expresarse como
una resistencia pasiva, o una conducta obstruccionista a diferentes
situaciones interpersonales o laborales que la persona no le gusta, pero que
no enfrenta directamente. Por ejemplo, ante la situación de que alguien le
solicite que haga una actividad que no quiere hacer, en vez de decirle que
no, manifestará su predisposición pero luego demorará o boicoteará la
actividad. Algunas de las características de estas personas son: echarle la
culpa a otros, las tardanzas crónica intensionadas, No expresar hostilidad o
enfado de forma abierta, miedo al conflicto directo, fomento del caos,
ineficiencia intencionada, obstruccionismo, resentimiento, el Sarcasmo, etc.
TRATAMIENTO CONTROL DE LA IRA MADRID.
PSICOLOGO EXPERTO CONTROL DE LA
AGRESIVIDAD
La ira genera importantes consecuencia en la persona
1) Muchas veces produce daño a personas que queremos.
2) Las personas que queremos y que sufren la ira, se alejan.
3) La ira lleva a generar más ira.
4) Perjudica seriamente la salud física y mental.
5) A medida que se utiliza más la agresividad, la persona pierde capacidad
de reflexion, de escucha y de racionalización.
Cada tipo de ira requiere un modelo de tratamiento psicológico específico,
puesto que es realizada por personas que tienen diferentes problemáticas y
características. Por ello, se requiere de psicólogos especializados en el
tratamiento control de la ira y agresividad.
Los Psicólogos del Centro Cepsim en Madrid, estan formado en las técnicas
de tratamiento más avanzados en el manejo y control de la ira y la
agresividad y cuentan con varios años de experiencia en el trabajo con
personas que tienen este problema en sus diferentes formas: pasivo
agresivo, ira explosiva, ira despreciativa, la evitativa la defensiva.
Realizamos tratamientos específicos para cada persona y situación, ya que
cada paciente -que tiene problemas con el control de la ira- es único y tienes
características particulares, por lo que su tratamiento también debe ser único.
La intervención psicológica que realizamos se adapta a medida,
desarrollando tratamientos diferentes para cada persona.
PSICOLOGO TRATAMIENTO CONTROL DE LA
IRA, AGRESIVIDAD
Un tratamiento para controlar la ira y la agresividad requiere de un
psicológico especializado. Para ello, desarrollamos una valoración
psicológica integral, teniendo en cuenta:
Las características del problema: cuándo comenzó el problema de la ira y la
agresividad, cómo fue evolucionando, qué áreas de la vida de la persona
afecta (familia, pareja, amigos, trabajo), cuál es su intensidad y frecuencia, el
posible origen, Qué ha intentado la persona y su entorno para superarlo, etc.
Las características de la persona: puesto que cada individuo es único y
particular, es importante determinar sus características de personalidad, su
historia, gestión de las emociones, modos de pensar, recursos personales y
del entorno (familia, amigos). Luego desarrollamos el plan de trabajo:
Elaboración del plan terapéutico desarrollado por un psicólogo especialista
en Madrid : 1) establecemos los objetivos que organizarán la intervención y
2) determinamos la metodología del tratamiento que nos indicarán el cómo
trabajaremos para avanzar de manera rápida y eficaz.
Tratamiento del control de la ira en Madrid: el programa central se focaliza en
dos direcciones que se desarrollan de manera simultánea:
Aportando técnicas y estrategias eficaces que le permitan controlar la
conducta violenta y la ira. De este modo, la persona aprenda a regular y
contener la agresividad. Se busca modificar los pensamientos, creencias y
actitudes disfuncionales relacionadas con la ira, para crear un patrón de
pensamiento alternativo, asertivo y funcional que permita desarrollar
conductas adaptativas. También se elabora un programa psicoeducativo
personalizado para que la persona conozca la naturaleza de su agresividad y
como se manifiesta.
La parte central de la terapia, que realiza un psicologo experto en el control
de la ira en Madrid, es que la persona aprenda definitivamente a resolver los
conflictos de forma no violenta y agresiva. Para ello, se trabaja y elabora
todas las situaciones de malestar que han sido la causa de la ira, para que
de este modo sólo vuelva a manifestarse de manera adecuada y asertiva.
Las técnicas que aplican los psicólogos expertos en el tratamiento del control
de la ira de Madrid Cepsim han demostrados ser más eficaces: Terapia
EMDR, ICV, Tratamiento Gestalt, TIC, Terapia Humanista, etc.
Controlar la ira con Tratamientos psicológicos especializados, Cepsim Madrid
En este sentido, El tratamiento específico que desarrollan los Psicólogos
expertos en el control de la ira y la agresividad del Centro Cepsim en Madrid
tiene como objetivos:
Que la persona conozca la naturaleza y función de su agresividad y
descontrol de la ira, esto le permitirá establecer estrategias más adecuadas
para controlarla y dominarla.
Aprender diferentes técnicas para el control de la ira y la agresividad.
Modificar todos aquellos aspectos internos y de personalidad asociados a la
agresividad, que permita que la persona desarrolle otras pautas de
respuestas más asertivas y adecuadas, para resolver los conflictos.
Aprender a conocer las emociones, cómo se expresan, para qué sirven y
cómo se gestionan

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La ira

  • 1. REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSIDAD YACAMBÚ FACULTAD DE HUMANIDADES ESCUELA DE PSICOLOGÍA FISIOLOGIA Y CONDUCTA SECCIÓN: ED01D0V LA IRA UTOR: PEDRO ENMANUEL SANCHEZ C.I. 18.654.369 HPS-173-00187V BARQUISIMETO - ESTADO LARA, JUNIO 2018
  • 2. La ira Ira es un término de origen latino que se refiere a la furia y la violencia. Se trata de una conjunción de sentimientos negativos que genera enojo e indignación. Por ejemplo: “El gesto del delantero despertó la ira de los simpatizantes rivales”, “El empresario vivió un día de ira: primero insultó a un transeúnte, luego empujó a un vecino y, finalmente, golpeó a un policía”, “El fallo del árbitro motivó la ira de la gente, que no dudó en arrojar objetos contundentes al campo”. La psicología recomienda exteriorizar la ira de alguna manera, para evitar que ésta devenga en enfermedad. Es importante señalar que existen diversas formas no violentas de canalizar un sentimiento negativo; actividades tan sanas como la práctica de algún deporte o tan enriquecedoras como el estudio de música y la ejecución de un instrumento representan algunas de las decisiones más adecuadas para convertir al ira en algo positivo. Dado que se trata de una cuestión interna, la visión que cada persona tiene de la ira es potencialmente diferente, independientemente de la definición oficial que le haya dado la psicología. Del mismo modo, los disparadores de esta sensación y las formas en la que reaccionan ante su aparición varían de individuo en individuo. En general, la ira se encuentra íntimamente ligada a la frustración, dado que surge como una combustión ante la imposibilidad de resolver algo. Podemos distinguir, a grandes rasgos, entre un tipo de ira que persiste a lo largo del tiempo, que aparece como respuesta a un suceso negativo del pasado que aún no haya sido resuelto, y otro pasajero, puntual, provocado por un conflicto bien definido y que tenga lugar en el presente. En el primer
  • 3. caso, se conoce que quienes han sufrido abusos, ya sea sexuales o psicológicos, durante la infancia y no hayan tenido la oportunidad de enfrentar a sus agresores suelen presentar brotes de ira a lo largo de toda su vida. Aquí entra de nuevo la frustración, dado que la víctima siente una gran angustia ante la injusticia que vivió y el hecho de no poder cambiar su pasado, y esto se convierte en un cúmulo de violencia que jamás logrará desatar contra la o las personas responsables de su dolor, por lo cual la explosión tendrá lugar de forma casi cíclica año tras año. Esto no significa que esta ira acumulada no pueda encausarse y canalizarse de una forma no dañina para el sujeto. Para el catolicismo, la ira es uno de los siete pecados capitales. Esta ira puede manifestarse contra uno mismo (a través del suicidio o de la autoflagelación) o contra los demás (reflejada en enfrentamientos, golpes o hasta asesinatos). En ambos casos, se encuentra penada por los preceptos religiosos. Dada la estrecha relación que tuvieron la música y la religión siglos atrás, no resulta extraño que la palabra ira forme parte de tantas obras maestras de compositores como Vivaldi o Handel. En este caso, se hace uso de diversas herramientas para expresarla, tales como un aumento de la velocidad y de la intensidad, y pasajes colmados de ornamentos y saltos que rocen los límites agudos y graves de cada instrumento de formas violentas e inesperadas. Algunos especialistas aseguran que la ira puede surgir por una predisposición de tipo genética o biológica. Se sabe que la fatiga, los cambios hormonales, los problemas sexuales, la depresión o el hambre inciden en las reacciones que manifiestan ira.
  • 4. Cabe destacar que, en un sentido simbólico, la ira puede trascender las emociones humanas. De esta manera, la naturaleza puede “expresar” ira a través de fenómenos violentos: “La ira de la naturaleza causó olas de más de 10 metros de altura que arrasaron ciudades enteras”. Localización de la ira en el cerebro El cerebro controla nuestras emociones. Sí, por muchos corazones que dibujemos cuando estamos enamorados o que sintamos que nuestro corazón se puede romper por tristeza, no es éste el órgano que maneja nuestras emociones. Es cierto que cerebro y corazón están relacionados, puesto que el corazón palpita a ritmo diferente en función de las emociones que nuestro cuerpo siente, pero es el cerebro el que tiene el mando. Y no todo el cerebro, sino una parte muy concreta: el sistema límbico. El término ‘límbico’ fue acuñado en el año 1878 por el médico y científico francés Paul Broca, para designar un área compuesta por tres estructuras cuya función está relacionada con el aprendizaje, la memoria y las respuestas emocionales. Está situado justo debajo de la corteza cerebral y está formado por el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral y el hipocampo. El sistema límbico es la zona del cerebro que dirige nuestras emociones y nuestras sensaciones más primitivas: aquellas relacionadas con la supervivencia (como por ejemplo el miedo y la ira) y con las sensaciones del ser humano en torno a nuestro comportamiento sexual. De hecho, muchos científicos han llegado a llamarle el ‘cerebro reptil’ puesto que se encarga de nuestros instintos más básicos. Es una de las partes de nuestro cerebro que tiene mayor antigüedad. Tiene más de dos millones de años y aún es capaz de controlar ciertos comportamientos y sensaciones que hoy en día nos
  • 5. parecen muy racionales: el cortejo, el buscar pareja para casarse, el buscar otros seres humanos que nos dirijan o buscar una casa. La amígdala, nuestra defensa emocional Es la estructura más importante dentro del sistema límbico. Es la que guarda y maneja nuestras emociones más irracionales. Es esta parte del cerebro en la que se genera la ‘defensa’ contra los peores sentimientos que tenemos los seres humanos: el miedo, la ira, la tristeza, etc. Se encarga de regular estas sensaciones y de protegernos ante ellas. Gracias a la amígdala podemos escapar de situaciones que ponen en riesgo nuestra supervivencia; pero también tiene una parte mala: es la que permite que nuestros miedos más profundos y nuestros traumas infantiles salgan a la luz. La amígdala nos ayuda a buscar la estrategia necesaria para solventar una situación de estrés, miedo o peligro y nos da una visión equilibrada de lo que sucede a nuestro alrededor. En definitiva, es la parte del cerebro que permite que no nos dejemos llevar por el pánico y la ansiedad. Así, en el caso concreto de la ira, la respuesta fisiológica se caracteriza por un incremento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial sistólica, además de un aumento de la resistencia vascular periférica, de modo que la tensión arterial diastólica sube (al contrario de lo que sucede con el miedo). En el sistema neuroendocrino, el efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en humanos y en primates no humanos) supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la conducta agresiva y dominante), así como niveles bajos de cortisol. Ya en el sistema nervioso central, destaca la actividad cerebral asimétrica de los lóbulos frontales que se produce cuando experimentamos emociones. En este contexto, existen dos modelos conceptuales. Por un lado, el modelo de valencia emocional, según el cual la región frontal izquierda del cerebro se halla implicada en la experiencia de emociones positivas, mientras que la región frontal derecha se relaciona más con las emociones negativas. El segundo modelo, de dirección motivacional, vincula la región frontal izquierda con la experiencia de emociones que provocan el acercamiento, y la región frontal derecha con las emociones que
  • 6. incitan a la retirada. En general, las emociones positivas, como la felicidad, se asocian con una motivación de acercamiento; las negativas, como el miedo o la tristeza, con la retirada. Sin embargo, al experimentar ira, ambos modelos entran en contradicción. Expresando la ira La manera instintiva, natural de expresar nuestra ira es responder agresivamente. La ira es una respuesta natural, de adaptación a las amenazas, nos inspira poder, agresividad, sentimientos y conductas, que nos permiten luchar y defendernos. Una cierta cantidad de ira, por lo tanto, es necesaria para nuestra supervivencia. Por otra parte, no podemos agredir a cada persona u objeto que nos irrita o nos molesta. Las leyes, las normas sociales, y el sentido común establecen los límites sobre nuestras expresiones de rabia. Las personas utilizan una variedad de procesos conscientes e inconscientes para lidiar con sus sentimientos de enfado. Los tres principales son expresar, reprimir y calmarse. Expresar los sentimientos de enfado de manera asertiva es lo más adecuado. Para ello hay que aprender a dejar claro cuáles son nuestras necesidades, y cómo conseguir resolverlas sin herir al otro. Ser asertivo no significa ser agresivo o exigente, significa ser respetuoso con uno mismo y con los demás. La ira puede ser suprimida, para poder convertirla o redirigirla. Esto ocurre cuando dejamos de focalizar nuestro sentimiento de enfado y tratamos de centrarnos en algo positivo. El objetivo es inhibir o reprimir la rabia y convertirla en un comportamiento más constructivo. El peligro en este tipo de respuesta es que si no se permite su expresión externa, la ira puede volverse contra uno mismo. La ira hacia adentro puede causar hipertensión, presión arterial alta o depresión. También puede crear otros problemas o expresiones patológicas de la ira, tales como el comportamiento pasivo- agresivo (vengarse de las personas indirectamente, sin decirles por qué, en
  • 7. lugar de enfrentarlos a la cara). O una personalidad que parece cínica y hostil. Las personas que están constantemente molestando a los demás, criticando todo y haciendo comentarios cínicos no han aprendido a expresar su ira de manera constructiva. Esto hace poco probable que tengan muchas relaciones exitosas. Por último, puede calmarse en el interior. Esto significa no sólo controlar su conducta externa, sino también controlar sus respuestas internas, tomando medidas para reducir el ritmo cardíaco, calmarse y dejar que los sentimientos desaparezcan. El Dr. Spielberger destaca que “si ninguna de estas tres técnicas funciona, alguien o algo pueden resultar perjudicados.” Manejo de la Ira El objetivo del manejo de la ira es reducir los sentimientos y el despertar fisiológico que provoca. A veces no podemos deshacernos de las cosas o las personas que nos enfurecen, ni se pueden cambiar, pero podemos aprender a controlar nuestras emociones. ¿Somos demasiado coléricos? Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de cólera, la propensión y la eficacia en su manejo. Pero es muy probable que quien sea colérico resulte el primero en saberlo. Si actuamos de manera descontrolada o amenazante, es posible que necesitemos ayuda para encontrar mejores formas de lidiar con esta emoción.
  • 8. ¿Por qué algunas personas son más coléricas que otras? Según Jerry Deffenbacher, PhD, psicólogo especializado en el manejo de la ira, algunas personas realmente son más “exaltadas” que otras, se enojan con mayor facilidad y más intensamente que la mayoría. También están aquellos que no muestran su enfado de manera explícita, pero están crónicamente irritables y gruñones. Las personas más irritables no siempre lo expresan con su conducta, a veces presentan inhibición social, mal humor, o cuadros de malestar físico. Las personas que se enojan con facilidad, por lo general tienen, a lo que conocemos como baja tolerancia a la frustración, sienten que no deberían haber sido sometidos a la frustración, la incomodidad o molestia. Ellos no pueden tomar las cosas con calma, y son particularmente exaltados si la situación parece de alguna manera injusta: por ejemplo, que los demás les corrijan por un error sin importancia. ¿Qué hace a la gente ser de esta manera? Hay diferentes causas, por ejemplo genéticas o fisiológicas. Tenemos evidencias de que algunos niños se muestran más irritables desde edades muy tempranas. Existen causas socioculturales, la ira se considera un sentimiento negativo, del mismo modo que se nos facilita la expresión de sentimientos como la ansiedad o la depresión, no se permite mostrar nuestro enojo con la consiguiente dificultad para aprender mecanismos que nos permitan manejarlo o canalizarlo constructivamente. La investigación también ha encontrado que los antecedentes familiares juegan un papel importante como modelo de aprendizaje asociado a los problemas de comunicación emocional.
  • 9. ¿Es bueno explotar para sacar nuestra rabia? Esto es considerado por los psicólogos, en la actualidad, como un mito peligroso que puede acabar afectando a terceras personas. La investigación nos dice que “explotar” aumenta el malestar y no resuelve la situación. Lo mejor es conocer aquello que desencadena nuestra ira y encontrar estrategias de resolución. Estrategias para mantener el control Relajación Técnicas sencillas de relajación como el control de la respiración y la visualización de imágenes agradables, se han demostrado muy eficaces así como, ejercicios de control como el yoga y la meditación. Ver también en nuestro apartado de “Preguntas Frecuentes” la técnica de relajación de Jacobson y la técnica de relajación para niños de Koeppen. Reestructuración cognitiva En muy pocas palabras podríamos decir que esto significa “cambiar la forma de pensar”. Las personal coléricas tienden a maldecir, jurar y expresarse en términos muy alterados que reflejan sus pensamientos internos. Cuando estamos enfadados los pensamientos suelen ser muy exagerados y dramáticos. Se trataría de sustituir estos pensamientos por otros más racionales y adaptativos, huyendo de descalificaciones y términos “absolutos” que no nos permiten procesar con relatividad la situación que desencadena nuestra rabia. Es normal que tengamos sentimientos encontrados con alguna persona o situación, es lógico sentirse frustrado, decepcionado o dolido con ello pero sin llegar a generar ira o emociones tan desproporcionadas. Este proceso no es fácil ni automático, es más bien el
  • 10. resultado de un esfuerzo y un cambio gradual para el que podemos necesitar la ayuda de un especialista. Solución de problemas En ocasiones la ira y la frustración son causadas por problemas reales e ineludibles de nuestras vidas, son respuestas naturales. También aumenta la frustración la falsa creencia de que todo problema tiene una solución, cuando descubrimos que este no es el caso, resulta más adaptativo dejar de centrarse en la búsqueda de la solución y buscar las estrategias para manejar y enfrentar el problema. Se trata de hacer un plan y controlar su evolución a lo largo del proceso, no tanto de encontrar salidas inmediatas al problema evitando creencias del tipo “todo o nada” Mejorar la comunicación Las personas enojadas tienden a centrarse en los hechos y en las conclusiones que, muchas veces son del todo inexactas. Lo primero que debemos hacer en una discusión acalorada es reducir la velocidad y el volumen de nuestro discurso y pensar bien lo que decimos, no decir lo primero que se nos venga a la cabeza. Al mismo tiempo hay que escuchar al otro y tomarnos nuestro tiempo antes de contestar. Es normal ponerse a la defensiva cuando nos sentimos criticados, pero no “luchar”. Mantener la calma puede prevenir que la conversación no acabe siendo un desastre. Usar el humor A veces el humor puede ayudar a calmar la rabia, nos ofrece una perspectiva más equilibrada y relativiza los hechos.
  • 11. El doctor Deffenbacher comenta que el discurso subyacente de las personas enfurecidas suele coincidir con afirmaciones como “las cosas son como yo digo” “es lo lógico, lo moralmente correcto” cambiar de opinión para ellos es una humillación insoportable. El doctor nos anima a imaginarnos como dueños del mundo y de la situación con el resto de las personas a nuestros pies hasta que la idea resulte absurda e irrisoria, no poseemos verdades absolutas, no somos dioses. Hay que tener precauciones con el uso del humor, no se trata de reírse de nuestro problemas, más bien utilizar el humos para enfrentarlos de manera más constructiva. Tampoco nos podemos dejar llevar por el humor sarcástico y ácido que puede convertirse en expresión agresiva. Se trata de tomarse las cosas algo menos en serio y de manera menos negativa. Cambiar el entorno A veces es nuestro entorno inmediato el que nos da motivos para estar irritados, las responsabilidades y los problemas pueden convertirse en “trampas” llenas de acontecimientos y personas que nos alteran. Es necesario tomarse un descanso que podemos programar en las horas más estresantes de la jornada. Se pueden establecer códigos como el dedicarnos a nosotros mismos unos minutos después del trabajo y antes de afrontar las rutinas caseras y las demandas de los demás componentes del núcleo familiar. Se pueden controlar variables del ambiente como el hecho de evitar discutir si nos encontramos cansados, basta con cambiar los tiempos dedicados a hablar de hechos relevantes, para que la conversación no se convierta en discusión. Se puede moderar el volumen de la comunicación, se pueden
  • 12. plantear alternativas de cambio, modificar los espacios para conversar, no centrarnos selectivamente aquello que nos irrita, etcétera. El objetivo es mantener la calma. ¿Necesita asesoramiento? Cuando la ira está realmente fuera de control, si nos perturba en nuestras relaciones interpersonales o en los aspectos importantes de la vida; se puede valorar la posibilidad de buscar ayuda profesional y asesoramiento para aprender a manejar con eficacia estos sentimientos. Un psicólogo clínico puede trabajar con nosotros en el desarrollo de las estrategias necesarias para cambiar nuestros pensamientos y nuestro comportamiento. ¿Y el entrenamiento asertivo? Es un hecho que las personas enojadas necesitan aprender a ser asertivas en lugar de ser agresivas, aunque la mayoría de cursos y manuales de asertividad no son específicos en el tratamiento con pacientes muy airados, requieren la adecuación que un especialista puede conseguir a nuestra dificultades concretas. La rabia es un sentimiento que no se puede eliminar pero si se aborda con una actitud y un manejo adecuado, conseguiremos que no nos afecte de manera irreversible y nos sentiremos mucho mejor de manera estable. Trastorno explosivo intermitente Las personas que sufren trastorno explosivo intermitente presentan brotes de ira sin motivo y de forma impredecible, y pueden dañarse a sí mismos o a los demás. Conoce su tratamiento y cómo reducir sus efectos negativos.
  • 13. El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por un comportamiento de violencia descontrolada, que se incluye dentro de los trastornos del control de impulsos, y que consiste en que la persona que lo sufre estalla ante cualquier frustración por mínima que sea, sin necesidad de que haya un estado de ánimo alterado previo, pudiendo ser el detonante de su conducta cualquier contrariedad que le surja: una palabra inadecuada, un tono burlón, un objeto en medio de su camino, una música un poco alta…, situaciones que al resto de las personas sólo les causarían leves molestias. Tras estos brotes de ira o reacciones desproporcionadas, en las que la persona con trastorno explosivo intermitente no ha tenido en cuenta las consecuencias de sus actos o el posible castigo que conlleva, el afectado se cuestiona el porqué de su modo de actuar, apareciendo un sentimiento de culpa por no haber sabido control esos impulsos. Para hacernos una idea de que estamos hablando, algunos especialistas apuntan que éste podría ser el caso del futbolista uruguayo Luis Suárez, que ha repetido una conducta impropia de un deportista, como es morder a un rival, en distintas ocasiones a pesar de haber sido castigado previamente por ello con dureza. Los primeros episodios se producen alrededor de los siete años de edad, aunque durante la adolescencia se evidencian aún más sus efectos, sobre todo por el nivel de violencia que puede entrañar cada episodio, ya que el sujeto suele romper objetos que estén a su alcance, e incluso agredir verbal o físicamente a los presentes, sin que estos le hayan provocado en absoluto. Aunque se puede presentar en ambos sexos es más frecuente en hombres que en mujeres y, si no se trata adecuadamente, se vuelve crónico. A qué se debe el trastorno explosivo intermitente Actualmente todavía no se conocen las causas del trastorno explosivo intermitente, pero algunos autores sugieren que existe cierta predisposición en determinadas familias, en las que alguno de los progenitores del paciente muestra a su vez este tipo de comportamiento.
  • 14. Igualmente, se han observado alteraciones bioquímicas en el cerebro de los afectados, con una disminución de los niveles de serotonina e insulina, mostrando menor actividad las áreas prefrontales asociadas con el control de impulsos, y mayor actividad en la amígdala, relacionado con la vivencia emocional. Tipos de Ira Todo el mundo tiene derecho al enfado, todas las emociones tienen su función y utilidad. Es decir que sentir enojo, enfado o ira no es el problema; sino la intensidad y la forma en la que se expresa es la dificultad. Existen distintos tipos de expresión de la ira, algunas de ellas pueden ser: 1. La conducta agresiva y violencia se utiliza como un recurso, luego de intentar obtener algo y no conseguirlo. Es una ira instrumental, porque es un medio para obtener lo que se quiere. 2. Contención y explosiva, que se produce en personas que han aguantado durante mucho tiempo una sitación que consideran injusta o que les produce daño. Se suele producir en personas que acumulan frustraciones y se “tragan” el malestar para evitar el conflicto, pero llegan a un punto que ya no pueden reprimir más y acabane estallando. 3. Agresión Explosiva. Suele producirse en personas que indican que pasan de 0 a 100. En un momento a otro pieden el control y explotan, muchas veces no saben por qué. Suelen tener muy baja tolerancia a la frustración, que hace que las cosas que quieren las quieran ya o se ofenden rápidamente con alguien que les niega algo.
  • 15. 4. La ira como defensa surge cuando la persona siente que es atacada, puede constituirse como una defensa ante situaciones que le producen miedo e inseguridad. 5. La ira evitativa. Se produce en personas que tienden a evitar el contacto y cuando se sienten invadidas suelen defenderse agrediendo. Esta ira no suele expresarse de manera física, sino que utiliza la violencia verbal, como la burla, el menosprecio, la humillación del otro. 6. La ira asociada al desprecio, suele ser una expresión de agresividad, que la persona la justifica porque el otro se lo merece. Suele señalarse al otro como alguien diferente y despreciable, con el cual no se empatiza y se le adjudica muchas características negativas. De este tipo de violencia se sustenta el racismo, la homofobia, etc. 7. Pasivo agresivo. Se suele manifestar en personas que utilizan una violencia más camuflada y oculta a primera vista, puede expresarse como una resistencia pasiva, o una conducta obstruccionista a diferentes situaciones interpersonales o laborales que la persona no le gusta, pero que no enfrenta directamente. Por ejemplo, ante la situación de que alguien le solicite que haga una actividad que no quiere hacer, en vez de decirle que no, manifestará su predisposición pero luego demorará o boicoteará la actividad. Algunas de las características de estas personas son: echarle la culpa a otros, las tardanzas crónica intensionadas, No expresar hostilidad o enfado de forma abierta, miedo al conflicto directo, fomento del caos, ineficiencia intencionada, obstruccionismo, resentimiento, el Sarcasmo, etc.
  • 16. TRATAMIENTO CONTROL DE LA IRA MADRID. PSICOLOGO EXPERTO CONTROL DE LA AGRESIVIDAD La ira genera importantes consecuencia en la persona 1) Muchas veces produce daño a personas que queremos. 2) Las personas que queremos y que sufren la ira, se alejan. 3) La ira lleva a generar más ira. 4) Perjudica seriamente la salud física y mental. 5) A medida que se utiliza más la agresividad, la persona pierde capacidad de reflexion, de escucha y de racionalización. Cada tipo de ira requiere un modelo de tratamiento psicológico específico, puesto que es realizada por personas que tienen diferentes problemáticas y características. Por ello, se requiere de psicólogos especializados en el tratamiento control de la ira y agresividad. Los Psicólogos del Centro Cepsim en Madrid, estan formado en las técnicas de tratamiento más avanzados en el manejo y control de la ira y la agresividad y cuentan con varios años de experiencia en el trabajo con personas que tienen este problema en sus diferentes formas: pasivo agresivo, ira explosiva, ira despreciativa, la evitativa la defensiva. Realizamos tratamientos específicos para cada persona y situación, ya que cada paciente -que tiene problemas con el control de la ira- es único y tienes características particulares, por lo que su tratamiento también debe ser único.
  • 17. La intervención psicológica que realizamos se adapta a medida, desarrollando tratamientos diferentes para cada persona. PSICOLOGO TRATAMIENTO CONTROL DE LA IRA, AGRESIVIDAD Un tratamiento para controlar la ira y la agresividad requiere de un psicológico especializado. Para ello, desarrollamos una valoración psicológica integral, teniendo en cuenta: Las características del problema: cuándo comenzó el problema de la ira y la agresividad, cómo fue evolucionando, qué áreas de la vida de la persona afecta (familia, pareja, amigos, trabajo), cuál es su intensidad y frecuencia, el posible origen, Qué ha intentado la persona y su entorno para superarlo, etc. Las características de la persona: puesto que cada individuo es único y particular, es importante determinar sus características de personalidad, su historia, gestión de las emociones, modos de pensar, recursos personales y del entorno (familia, amigos). Luego desarrollamos el plan de trabajo: Elaboración del plan terapéutico desarrollado por un psicólogo especialista en Madrid : 1) establecemos los objetivos que organizarán la intervención y 2) determinamos la metodología del tratamiento que nos indicarán el cómo trabajaremos para avanzar de manera rápida y eficaz. Tratamiento del control de la ira en Madrid: el programa central se focaliza en dos direcciones que se desarrollan de manera simultánea: Aportando técnicas y estrategias eficaces que le permitan controlar la conducta violenta y la ira. De este modo, la persona aprenda a regular y contener la agresividad. Se busca modificar los pensamientos, creencias y actitudes disfuncionales relacionadas con la ira, para crear un patrón de pensamiento alternativo, asertivo y funcional que permita desarrollar
  • 18. conductas adaptativas. También se elabora un programa psicoeducativo personalizado para que la persona conozca la naturaleza de su agresividad y como se manifiesta. La parte central de la terapia, que realiza un psicologo experto en el control de la ira en Madrid, es que la persona aprenda definitivamente a resolver los conflictos de forma no violenta y agresiva. Para ello, se trabaja y elabora todas las situaciones de malestar que han sido la causa de la ira, para que de este modo sólo vuelva a manifestarse de manera adecuada y asertiva. Las técnicas que aplican los psicólogos expertos en el tratamiento del control de la ira de Madrid Cepsim han demostrados ser más eficaces: Terapia EMDR, ICV, Tratamiento Gestalt, TIC, Terapia Humanista, etc. Controlar la ira con Tratamientos psicológicos especializados, Cepsim Madrid En este sentido, El tratamiento específico que desarrollan los Psicólogos expertos en el control de la ira y la agresividad del Centro Cepsim en Madrid tiene como objetivos: Que la persona conozca la naturaleza y función de su agresividad y descontrol de la ira, esto le permitirá establecer estrategias más adecuadas para controlarla y dominarla. Aprender diferentes técnicas para el control de la ira y la agresividad. Modificar todos aquellos aspectos internos y de personalidad asociados a la agresividad, que permita que la persona desarrolle otras pautas de respuestas más asertivas y adecuadas, para resolver los conflictos. Aprender a conocer las emociones, cómo se expresan, para qué sirven y cómo se gestionan