Integrar Adecuadamente la Pérdida, uno de los temas del Taller "Integrar, Apoyar y Siempre Amar" de la Fundación Juan Pablito realizada en el marco del mes (octubre) de concienciación sobre la muerte perinatal y neonatal
3. «Es el conjunto de sentimientos, pensamientos,
estados de ánimo, comportamientos y reacciones
fisiológicas que vive el ser humano tras alguna
pérdida significativa».
Martha Chávez
4. Es un proceso: que evoluciona a través del tiempo y del espacio.
Normal: le ocurre a toda persona que enfrenta una pérdida significativa.
Dinámico: la persona experimenta cambios a lo largo del tiempo
(bienestar - malestar).
Que depende del reconocimiento social: es la persona y su entorno
quienes reciben el impacto, por lo que se inicia un proceso individual y
también colectivo.
Intimo: cada persona reacciona ante la pérdida como ha aprendido o
como puede.
Y a la vez social: cada cultura posee sus rituales característicos.
Activo: es la misma persona la que deberá hacer sus propias elecciones y
otorgarles significado.
5. William Worden sostiene que el trabajo del duelo se realiza
mediante cuatro tareas.
1. Aceptar la realidad de la pérdida
2. Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida
3. Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente
4. Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar
viviendo
Este proceso no es lineal, es decir, la persona probablemente
revivirá las sensaciones de tristeza o de ira varias veces a lo
largo de la elaboración de su duelo.
6. "Este nuevo modo de abordaje para la recuperación no pasa por
la ruptura de un vínculo, sino por la posibilidad de aprender a
vincularse con el fallecido de otro modo. Nadie está preparado
para cortar los lazos con un ser querido, produce alivio el
descubrir que nuestro amor sigue aún vivo, a pesar de la
muerte. El desafío que impone justamente el duelo es encontrar
un nuevo sentido en la vida a partir de la pérdida".
www.redsistemica.com.ar/duelo.htm
7. 1. ACEPTAR LA REALIDAD DE LA PÉRDIDA
No es nada fácil llegar a asimilar una realidad tan cruel y desgarradora
como lo es la muerte de un hijo/a.
Cuando nos dan la noticia, la “bofetada inicial” va seguida de cierta
incredulidad: no puede ser verdad, es imposible. No estamos dispuestos a
aceptarlo. Esto ocurre incluso en casos en los que ya se había conversado
con la familia acerca del desenlace.
Entramos en estado de shock y no digerimos la realidad.
La primera ardua tarea del duelo implica afrontar la realidad de que
nuestro ser querido ha muerto y, por lo tanto, incorporar el hecho de que
no volverá.
Salimos del estado de shock inicial trabajando la negación: Para llevar a
cabo esta tarea es de gran ayuda poder recordar a la persona fallecida y
hablar sobre ella, sobre las circunstancias que rodearon su muerte, etc.
8. 2) TRABAJAR LAS EMOCIONES Y EL DOLOR DE LA PÉRDIDA.
Muchas veces, cuando aparecen emociones como la tristeza o la rabia,
intentamos evitarlas para no sufrir o bien para hacernos los fuertes ante los
demás. Sin embargo, la negación del dolor puede provocar todavía más
sufrimiento.
Esta tarea implica trabajar el impacto emocional que nos produce la pérdida,
identificando y expresando las emociones y sentimientos que afloran en
nosotros. Es necesario experimentar el dolor que nos provoca la muerte de
esta persona con la que hemos estado vinculados tan profundamente.
El consuelo y soporte emocional de nuestros allegados en estos momentos
nos puede ayudar a poner nombre a estas emociones, llegando a expresar
aquello que sentimos y que todavía no hemos logrado verbalizar.
Además, al realizar esta tarea resolvemos asuntos que han quedado
pendientes al morir la otra persona, exteriorizando también sentimientos de
culpa, soledad, angustia…
9. 3) ADAPTARSE A UN ENTORNO EN EL QUE EL FALLECIDO YA
NO ESTÁ.
La persona fallecida ha dejado un espacio vacío.
Con su muerte, hemos perdido una parte de nuestra identidad que tendremos
que reconstruir. También deberemos tomar nuevas responsabilidades,
desarrollar nuevas habilidades y asumir roles que antes no desempeñábamos.
Por lo tanto, podemos afirmar que esta tarea implica adaptarnos a nuestra
nueva vida cotidiana, a una nueva imagen de nosotros mismos y a una nueva
manera de entender el mundo que debemos reajustar para que no se tambalee.
10. 4) RECOLOCAR EMOCIONALMENTE AL FALLECIDO Y CONTINUAR
VIVIENDO.
Para proseguir con nuestras vidas sintiéndonos felices a pesar de la
pérdida, buscamos un “sitio” (un lugar simbólico) donde recolocar
emocional y cognitivamente al difunto.
No se trata de renunciar a él, sino de encontrarle un lugar adecuado en
nuestra historia emocional que nos permita continuar percibiendo que la vida
tiene sentido y que queremos vivirla.
Quizás coloquemos una foto de nuestro ser querido en un sitio especial o
encendamos una vela en situaciones importantes, de manera que
simbólicamente continuemos unidos a él.
Nuestro ser querido ha fallecido pero el vínculo que teníamos permanece
vivo. Este vínculo será diferente del que manteníamos antes de su muerte y
nos permitirá aceptar que podemos sentir bienestar de nuevo.
De esta manera le damos una nueva perspectiva a la pérdida y
experimentamos una transformación personal en nosotros.
11. En el duelo no elaborado la persona se bloquea durante un largo tiempo en
alguna de las tareas. Por ejemplo, hay quienes niegan la pérdida. Una manera
de negarla es quitarle importancia a la relación que se tenía con el ser querido.
También pueden darse conductas que minimizan el significado de la pérdida.
De la misma manera, el sujeto se puede bloquear en cualquiera de las otras
tres tareas, sobre todo en la cuarta.
Muchas personas se resisten a continuar viviendo plenamente sin el
hijo/a porque piensan que esto implica olvidarlo o dejar de quererlo. Se
sienten culpables por ser felices de nuevo en el presente y se mantienen
enganchadas al pasado sin querer formar nuevos vínculos con otras personas
o fortalecer los existentes, cosa que no les ayuda a retomar sus vidas.
No se ven capaces, en definitiva, de canalizar las energías puestas en el
fallecido hacia otras relaciones y actividades que les harían sentirse mejor.
No se dan cuenta de que, para ello, no hace falta romper el vínculo con el
fallecido, sino simplemente reelaborarlo, darle otra forma.