Kahukura, un joven maorí, siguió unas huellas misteriosas a lo largo de la costa y descubrió que pertenecían a hadas pescando con una red. Al amanecer, las hadas se asustaron y huyeron dejando la red, la cual Kahukura decidió quedarse. Esta red luego pasó de generación en generación entre los maoríes, dándoles la capacidad de pescar en grandes cantidades.