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LA ALARMA DE SU ANTIGUO
                 RELOJ

    La   alarma   del     antiguo    reloj   de      bolsillo    de    Juan   estaba
programada para sonar todos los días a eso de las 05:30,                        pero
esto, no era más que una mera formalidad, ya que él, se
despertaba a las 04:00 todos los días, y aun así permanecía en
la cama esperando a que los brazos de Morfeo le abrazaran de
nuevo por hora y media más, costumbre que no surtía efecto
alguno, pero él no perdía la esperanza.

Su aletargamiento concluía en el momento en que sonaba la
alarma, a modo automático tomaba una ducha en su desvencijada
tina,     para    luego    vestir    su   traje      y     proceder    a   tomar   un
desayuno que invariablemente consistía en una taza de té de
jazmín sin azúcar y una tostada con jalea de frutos rojos. Al
salir a tomar el bus resultaba muy común que unos cuantos
pasajeros se quedaran mirándole, probablemente por lo alto,
delgado y desgarbado de su                 figura, aunado a su enmarañado
cabello negro azabache y la piel pálida que dejaba ver unas
pronunciadas        ojeras, que daba a entender lo recluso de su
naturaleza,Juan se veía siempre ensimismado en lo rutinario de
su día a día, aun así, era una persona muy apreciada en la
fábrica de cronómetros analógicos donde trabajaba, puesto que
a pesar de su apariencia, no reflejaba tristeza alguna, se le
veía siempre de un talante apacible y amigable.

Disfrutaba de su trabajo a tal punto que se hacia uno con su
metrónomo ensamblando engranaje por engranaje como una danza
cuidadosamente          ensayada,      semejante         trabajo      de   precisión
realizado     con   una     fluidez     manual,       tan    natural    como   si   de
respirar se tratara, tal ensimismamiento antinatural resulta
claramente autóctono de una persona por completo introvertida,
pero a pesar de ser este el caso, Juan José de las Casas,
tenía una peculiar afición por frecuentar L´abeyugu un bar
cerca de la plaza del ayuntamiento de Mieres en Asturias,




                                    Susurravientos
donde la parsimonia que envuelve su día a día no quedaba
exenta, siempre que le era posible iba a parar a la tercera
mesa del fondo, tomando siempre un exquisito cava Juvé & Camps
Brut Nature que servia sobre su respectiva copa de flauta al
estilo propio de los vascos, ejecutando esa hermosa danza con
la   servilleta,          acto     seguido    por     su    acostumbrado          purito
Montecristo. Aunque el ambiente del bar era más evocado al
rock que a un bar de degustación de tapas y vinos, el se
deleitaba de su cava su purito así como de ver a los demás
disfrutar      de    la    estridente        música      que      le   resultaba        por
completo ajena, ya que en su mente seguía sonando el tic tac
de los cronómetros que iban al compás de su metrónomo.

Ocasionalmente llamaba la atención de uno que otro presente en
el bar, que le veían frecuentar una y otra vez el local, pero
rara vez entablaba conversación con alguno, pero, de cuando en
cuando se acercaban jovencitas ataviadas con atuendos punk                                ó
loli-gothic a su mesa, les resultaba atractivo este hombre
envuelto en un hala de misterio, pero Juan un hombre de unos
treinta    y   siete       años    rozando    ya      los       treinta    y    ocho,    no
demostraba mayor interés por la ocasional atención de estas
señoritas, por lo general permanecía ahí, solo, hasta que
acababa con su botella de espumante, para finalmente coger el
ultimo bus, el de las 22:30                   de Mieres a San Andrés, para
quedarse    en      la    parada    del   parque      de    los     bomberos      no    muy
distante del ayuntamiento.

Ya   al   llegar     a     su    apartamento,       de     un    aspecto       claramente
marcado por          un estilo de decorado procedente de la guerra
civil     española,       donde,     probablemente          su    anterior      ocupante
habrá sido alguien de avanzada edad, quién habría dejado su
apartamento a algún descendiente que decidió venderlo, Juan se
desvestía y abalanzaba sobre su cama a dormir sin mediar con
ningún tipo de pijama, para volver a despertar como siempre a
las 04:00 de la madrugada.

Una vida como esta resulta inextricablemente intrínseca a la
linealidad de un día a día básicamente invariable, pero como
reza      el principio de la entropía “todo sistema tiende al




                                     Susurravientos
caos” por supuesto, Juan, no estaba exento de esta realidad
pues un punto de inflexión resultaría en el simple hecho de que
ese 7 de Noviembre, al despertar como habitualmente lo hacía,
a las 04:00 no se quedaría en la cama hasta las 05:30 como
siempre,      contrario          a       esto,       apenas    se    despertó          cogió         su
cuaderno de notas y diseños, y empezó a esbozar una silueta
femenina,       Juan       que       nunca          había    explotado       su        potencial
artístico      más      que      para         diseñar       manecillas       y    engranajes,
resuelve las vestiduras, rasgos y cabellos de esta señorita
como si de copiar una imagen se tratara, finalmente luego de
semejante momento de inspiración se devela la figura de una
mujer   alta       con     tacones            de     plataforma      y    medias           a    rayas
horizontales blancas y negras, hasta la parte superior del
muslo agarradas por unos tirantes a la altura de la cintura a
juego     con      una     minifalda                 a   cuadros         rojos         y    verdes
extremadamente          corta        y    una       franelilla      blanca       raída          y    muy
ajustada que dejaba ver un brasier rojo con lunares negros que
cubrían unos voluptuosos senos con pecas, patrón                                  que repetía
en las mejillas toscamente maquilladas con rubor, presentando
un exceso de delineador y sombra negra sobre unos ojos verde
intenso      ocultos       tras          un    cabello       rojo    fuertemente               teñido
dispuesto     en     dos      coletas.          Quizá       este    esbozo       resultara            de
alguna chica de las que suele rondar el bar que Juan frecuenta
y se coló a modo inconsciente en su imaginación, pero fuera lo
que fuera, ya estaba hecho, la rutina se había roto, y Juan
estuvo ligeramente distraído ese día desde el desayuno hasta
luego del trabajo, pensando en el porqué de ese dibujo, dado
que habitualmente el no prestaba mayor atención al curro de
chicas que ocasionalmente le observaban en el bar.

Estando en el bar busco entre caras y rostros a ver si daba
con aquella figura que le había inspirado a romper su rutina,
pero no le hallo, no obstante, ocurrió un hecho peculiar, una
joven   de    cabello         rojo        natural        sin   mayor      esmero           por       ser
peinado,      de    hermoso          rostro          cual    porcelana,          por       completo
desprovisto        de    maquillaje             y    delicadamente        vestida              con    un
sweater beige tejido, largo, a modo de vestido con medias de
encaje marrón y botines de cuero, entro por la puerta de




                                          Susurravientos
L´abeyugu para evitar una fuerte lluvia que se suscitaba en el
exterior del mismo, era obvio que ese no era su ambiente y
como es costumbre en el local, se hallaba muy concurrido, sin
lugar disponible donde sentarse, entonces, ella opta por pedir
una silla en la mesa en la que se hallaba Juan, con su copa de
flauta a medio llenar en la mano derecha y el siempre habitual
purito en la izquierda. La joven, resulto una estudiante de
arte    de   la    Université      de    La   Rochelle,        ella,    de    origen
madrileño decidió probar suerte en Francia, ya que estaba
exhausta     de    su   círculo    social     en    Madrid,     de     momento,    se
hallaba en Asturias por el fin de semana, con algunos amigos de
la facultad, pero esa noche se hallaba sola, ya que les había
perdido en lo que echaron a correr por la calle para evitar la
fuerte lluvia.

Juan, que no era muy dado a conversar, de pronto se ve inmerso
en una acalorada discusión con la hermosa joven, acerca de lo
que él consideraba la espíteme de la convergencia artística de
los anos 20, París, según el, mientras que la joven alegaba
que New York de esa época no recibía el reconocimiento en la
historia del arte que merecía, para ella ambos polos en cierta
forma se hallaban a la par en localizar personajes influyentes
de la época. La joven de nombre Larra termina por acompañarle
con una botella más de lo acostumbrado por Juan. Ya cerca de
la hora habitual de Juan para abandonar el local, Larra le
comunica a este, que debe volver con sus amigos que han de
estar preocupados de no encontrarle ya que su móvil se hallaba
sin batería, por su parte, Juan le ayuda a conseguir un taxi y
le despide cortésmente, mientras que la joven le responde con
un cálido abrazo y un susurro al oído de que desea volver a
verle   y    que   estará     un   día   más,      hospedada    en     el    Albergue
Bustiello un alojamiento algo apartado de Mieres, un poco
viejo pero acogedor, atendido por una chica muy maja, Juan que
tenía ese día libre por ser domingo, le responde con una
sonrisa      cargada     de   incredulidad,          y   así    sin     más,    ella
desaparece en el taxi mientras Juan permanece ahí, estático
pensando en por qué una chica de unos 22 habría de fijarse en
el.




                                   Susurravientos
Al llegar a su apartamento intenta, en vano, conciliar el
sueño, hasta que finalmente, se da cuenta que es un esfuerzo
inútil y se dirige a la sala donde se halla un viejo televisor
a   tubos    Sylvania            perfectamente          funcional,       que      había    sido
dejado por su antiguo dueño, y frente a este, un antiguo
sillón de cuero, sobre el cual se dispone Juan para ver la
televisión,        y    con      esta,       tratar     de    atenuar    la       tormenta     de
pensamientos que le aqueja. Hacía años que Juan no pensaba en
una   mujer       de    esta           manera,     y    muchos       más,     que       Juan   se
relacionara de forma alguna, pero a eso de las 08:30, estaba
decidido,     iría          a    por    ella,          sin    importar      su    mala     pinta
producto de pasar la noche en vela.

Habiendo llegado al albergue a eso de las 09:00, estaba ella
ahí   esperándole,              con    un    plato     de    salchichas       a    la    plancha
acompañadas con sauerkraut, patatas al vapor y una jarra de
cerveza rubia. ¡Que hecho más increíble! ¿Cómo sabia ella que
el vendría? Y más aun a horas tan tempranas de la mañana, si
nunca    acordaron              hora    alguna,        ni    siquiera    concretaron           si
habrían de verse, pero estaba ahí esta hermosa joven de piel
preciosamente blanca, vestida con un camisón celeste con rayas
blancas a modo de vestido con un cinturón de cuero, leggins
ligeramente raídos y                   los botines de cuero del día anterior,
esperándole con un una mano extendida y una tímida sonrisa,
frente a ella Juan, aun con cara de incredulidad, toma asiento
y comienza a tomar copiosas cantidades de chucrut y salchicha,
el pobre hombre estaba hambriento de haber pasado la noche en
vela sin probar bocado alguno, pero a la chica le divertida a
gran medida el modo de comer de Juan, ella tenía sus mejillas,
usualmente rosadas, ya rojas de contener la risa.

Hablaron por un largo rato, para cuando se percataron del
tiempo      que    había         transcurrido          desde    la     llegada      de    Juan,
habían transcurrido ya unas tres horas, y decidieron salir a
caminar      por       el       hermoso       paisaje        abierto    que       ofrecía      el
albergue, hasta que se acomodaron en un claro cerca de un
arrollo y aunque hacia un fuerte frío con neblina incluida,
parecía no molestarles de forma alguna, estaban muy cómodos




                                            Susurravientos
ahí, perfectamente instalados frente al arrollo, escuchando el
correr     del       agua,    hasta       que      Juan    rompe     el     silencio       y    le
pregunta por aquello que le quito el sueño, él porque alguien
tan hermosa como ella habría de fijarse en alguien como el,
portador        de    una     vida       básicamente         aburrida        y    una    figura
desprovista de gracia, ella sin mediar palabra alguna, le beso
en los labios, luego le abrazo y le dijo: “no te aquejes por
tu aspecto ni por lo cotidiano de tu vida, mira que siendo la
mujer hermosa como es, no ah de buscar la belleza fuera de si
misma” él, se limito a abrazarle con fuerza y esbozar una
tímida sonrisa. 

Sin      premisas         reconoció          que   esas     preocupaciones              que     le
aquejaban de años, y que en cierta forma habían forjado su
vida tal cual era, no eran más que conjeturas formuladas por
su propia mente, distantes de la realidad del pensamiento
femenino,        pero       ahora       le    quedaba      una       decepción       mas       por
afrontar, pues ella partiría al día siguiente de vuelta a
Francia     y    seguramente         no      le    volvería      a    ver    nunca      mas,     y
efectivamente,            luego    de     volver      al   albergue         por   la     tarde,
después     de       un    largo     y    apasionado         beso     de    despedida,          se
despidieron sin acordar algún futuro encuentro.

De vuelta en su apartamento Juan se vio sumido en una ansiedad
enorme, sin poder pensar más que en ella, rehusándose a volver
a   su    rutinaria          cotidianidad,           Juan,    piensa        en    diferentes
maneras de hallarle, pero no sabía donde vivía, apenas y sabia
que estudiaba en la                Université de La Rochelle, pero ya era
tarde, por más que le desease ya nada podía hacer, si no
esperar a que algún día,                 que por obra del destino sus caminos
se volvieran a cruzar; y no sería si no hasta 2 años más tarde
en otro 7 de Noviembre que Larra volviera atravesar el umbral
de L´abeyugu para encontrarse de nuevo con Juan, pero algo
había cambiado, Larra ya no tenía ese adorable aspecto de
libre pensadora que le había atrapado tanto a Juan, por el
contrario,           se    difuminaba          con    el    publico         recurrente          de
L´abeyugu pues Larra lucia tal cual el dibujo que años atrás




                                         Susurravientos
le había hecho romper la rutina que había mantenido durante
años.

No se lo podía creer, era como una treta del destino, ¿porque
motivo su amada Larra lucia así?, que tan mal la había tratado
la vida en La Rochelle, para terminar de esta forma, Larra le
contó sobre sus desventuras, sobre los fracasos académicos y
decepciones amorosas, todo por lo que lucho por zafarse en
Madrid al parecer le persiguió hasta La Rochelle, pero a la
mañana de este 7 de Noviembre recordó que hace dos años se
había perdido y había pasado un maravilloso fin de semana con
un hombre mayor en Mieres, y que luego de ese fin de semana no
había conseguido tal paz y felicidad, por lo cual decidió
volver, con la esperanza de encontrarle en aquel bar, pero
esta vez con la intención de no volver a partir.

Aunque Larra ya no era la misma chica, a Juan no le cabía su
corazón en el pecho, una vez mas estaba feliz, y su antiguo
reloj    de   bolsillo,   que    siempre    llevaba      consigo     a    modo   de
collar,        al   momento     en   el   que     ella   le   hace       semejante
proposición, comienza a sonar la alarma, que había dejado de
sonar desde hace exactamente dos años, y por más que él había
intentado repararle, su reloj se rehusaba a hacer sonar su
campanilla, él, ahora lo comprendía, sabia que en ese preciso
instante había despertado una vez mas de su letargo, la abrazo
con una fuerza impresionante y le planto un beso en los labios
rebosantes de cherry lipstic, y le susurro al oído: “ya no
tienes que huir una vez más, estas en casa”.




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La alarma de su antiguo reloj

  • 1. LA ALARMA DE SU ANTIGUO RELOJ La alarma del antiguo reloj de bolsillo de Juan estaba programada para sonar todos los días a eso de las 05:30, pero esto, no era más que una mera formalidad, ya que él, se despertaba a las 04:00 todos los días, y aun así permanecía en la cama esperando a que los brazos de Morfeo le abrazaran de nuevo por hora y media más, costumbre que no surtía efecto alguno, pero él no perdía la esperanza. Su aletargamiento concluía en el momento en que sonaba la alarma, a modo automático tomaba una ducha en su desvencijada tina, para luego vestir su traje y proceder a tomar un desayuno que invariablemente consistía en una taza de té de jazmín sin azúcar y una tostada con jalea de frutos rojos. Al salir a tomar el bus resultaba muy común que unos cuantos pasajeros se quedaran mirándole, probablemente por lo alto, delgado y desgarbado de su figura, aunado a su enmarañado cabello negro azabache y la piel pálida que dejaba ver unas pronunciadas ojeras, que daba a entender lo recluso de su naturaleza,Juan se veía siempre ensimismado en lo rutinario de su día a día, aun así, era una persona muy apreciada en la fábrica de cronómetros analógicos donde trabajaba, puesto que a pesar de su apariencia, no reflejaba tristeza alguna, se le veía siempre de un talante apacible y amigable. Disfrutaba de su trabajo a tal punto que se hacia uno con su metrónomo ensamblando engranaje por engranaje como una danza cuidadosamente ensayada, semejante trabajo de precisión realizado con una fluidez manual, tan natural como si de respirar se tratara, tal ensimismamiento antinatural resulta claramente autóctono de una persona por completo introvertida, pero a pesar de ser este el caso, Juan José de las Casas, tenía una peculiar afición por frecuentar L´abeyugu un bar cerca de la plaza del ayuntamiento de Mieres en Asturias, Susurravientos
  • 2. donde la parsimonia que envuelve su día a día no quedaba exenta, siempre que le era posible iba a parar a la tercera mesa del fondo, tomando siempre un exquisito cava Juvé & Camps Brut Nature que servia sobre su respectiva copa de flauta al estilo propio de los vascos, ejecutando esa hermosa danza con la servilleta, acto seguido por su acostumbrado purito Montecristo. Aunque el ambiente del bar era más evocado al rock que a un bar de degustación de tapas y vinos, el se deleitaba de su cava su purito así como de ver a los demás disfrutar de la estridente música que le resultaba por completo ajena, ya que en su mente seguía sonando el tic tac de los cronómetros que iban al compás de su metrónomo. Ocasionalmente llamaba la atención de uno que otro presente en el bar, que le veían frecuentar una y otra vez el local, pero rara vez entablaba conversación con alguno, pero, de cuando en cuando se acercaban jovencitas ataviadas con atuendos punk ó loli-gothic a su mesa, les resultaba atractivo este hombre envuelto en un hala de misterio, pero Juan un hombre de unos treinta y siete años rozando ya los treinta y ocho, no demostraba mayor interés por la ocasional atención de estas señoritas, por lo general permanecía ahí, solo, hasta que acababa con su botella de espumante, para finalmente coger el ultimo bus, el de las 22:30 de Mieres a San Andrés, para quedarse en la parada del parque de los bomberos no muy distante del ayuntamiento. Ya al llegar a su apartamento, de un aspecto claramente marcado por un estilo de decorado procedente de la guerra civil española, donde, probablemente su anterior ocupante habrá sido alguien de avanzada edad, quién habría dejado su apartamento a algún descendiente que decidió venderlo, Juan se desvestía y abalanzaba sobre su cama a dormir sin mediar con ningún tipo de pijama, para volver a despertar como siempre a las 04:00 de la madrugada. Una vida como esta resulta inextricablemente intrínseca a la linealidad de un día a día básicamente invariable, pero como reza el principio de la entropía “todo sistema tiende al Susurravientos
  • 3. caos” por supuesto, Juan, no estaba exento de esta realidad pues un punto de inflexión resultaría en el simple hecho de que ese 7 de Noviembre, al despertar como habitualmente lo hacía, a las 04:00 no se quedaría en la cama hasta las 05:30 como siempre, contrario a esto, apenas se despertó cogió su cuaderno de notas y diseños, y empezó a esbozar una silueta femenina, Juan que nunca había explotado su potencial artístico más que para diseñar manecillas y engranajes, resuelve las vestiduras, rasgos y cabellos de esta señorita como si de copiar una imagen se tratara, finalmente luego de semejante momento de inspiración se devela la figura de una mujer alta con tacones de plataforma y medias a rayas horizontales blancas y negras, hasta la parte superior del muslo agarradas por unos tirantes a la altura de la cintura a juego con una minifalda a cuadros rojos y verdes extremadamente corta y una franelilla blanca raída y muy ajustada que dejaba ver un brasier rojo con lunares negros que cubrían unos voluptuosos senos con pecas, patrón que repetía en las mejillas toscamente maquilladas con rubor, presentando un exceso de delineador y sombra negra sobre unos ojos verde intenso ocultos tras un cabello rojo fuertemente teñido dispuesto en dos coletas. Quizá este esbozo resultara de alguna chica de las que suele rondar el bar que Juan frecuenta y se coló a modo inconsciente en su imaginación, pero fuera lo que fuera, ya estaba hecho, la rutina se había roto, y Juan estuvo ligeramente distraído ese día desde el desayuno hasta luego del trabajo, pensando en el porqué de ese dibujo, dado que habitualmente el no prestaba mayor atención al curro de chicas que ocasionalmente le observaban en el bar. Estando en el bar busco entre caras y rostros a ver si daba con aquella figura que le había inspirado a romper su rutina, pero no le hallo, no obstante, ocurrió un hecho peculiar, una joven de cabello rojo natural sin mayor esmero por ser peinado, de hermoso rostro cual porcelana, por completo desprovisto de maquillaje y delicadamente vestida con un sweater beige tejido, largo, a modo de vestido con medias de encaje marrón y botines de cuero, entro por la puerta de Susurravientos
  • 4. L´abeyugu para evitar una fuerte lluvia que se suscitaba en el exterior del mismo, era obvio que ese no era su ambiente y como es costumbre en el local, se hallaba muy concurrido, sin lugar disponible donde sentarse, entonces, ella opta por pedir una silla en la mesa en la que se hallaba Juan, con su copa de flauta a medio llenar en la mano derecha y el siempre habitual purito en la izquierda. La joven, resulto una estudiante de arte de la Université de La Rochelle, ella, de origen madrileño decidió probar suerte en Francia, ya que estaba exhausta de su círculo social en Madrid, de momento, se hallaba en Asturias por el fin de semana, con algunos amigos de la facultad, pero esa noche se hallaba sola, ya que les había perdido en lo que echaron a correr por la calle para evitar la fuerte lluvia. Juan, que no era muy dado a conversar, de pronto se ve inmerso en una acalorada discusión con la hermosa joven, acerca de lo que él consideraba la espíteme de la convergencia artística de los anos 20, París, según el, mientras que la joven alegaba que New York de esa época no recibía el reconocimiento en la historia del arte que merecía, para ella ambos polos en cierta forma se hallaban a la par en localizar personajes influyentes de la época. La joven de nombre Larra termina por acompañarle con una botella más de lo acostumbrado por Juan. Ya cerca de la hora habitual de Juan para abandonar el local, Larra le comunica a este, que debe volver con sus amigos que han de estar preocupados de no encontrarle ya que su móvil se hallaba sin batería, por su parte, Juan le ayuda a conseguir un taxi y le despide cortésmente, mientras que la joven le responde con un cálido abrazo y un susurro al oído de que desea volver a verle y que estará un día más, hospedada en el Albergue Bustiello un alojamiento algo apartado de Mieres, un poco viejo pero acogedor, atendido por una chica muy maja, Juan que tenía ese día libre por ser domingo, le responde con una sonrisa cargada de incredulidad, y así sin más, ella desaparece en el taxi mientras Juan permanece ahí, estático pensando en por qué una chica de unos 22 habría de fijarse en el. Susurravientos
  • 5. Al llegar a su apartamento intenta, en vano, conciliar el sueño, hasta que finalmente, se da cuenta que es un esfuerzo inútil y se dirige a la sala donde se halla un viejo televisor a tubos Sylvania perfectamente funcional, que había sido dejado por su antiguo dueño, y frente a este, un antiguo sillón de cuero, sobre el cual se dispone Juan para ver la televisión, y con esta, tratar de atenuar la tormenta de pensamientos que le aqueja. Hacía años que Juan no pensaba en una mujer de esta manera, y muchos más, que Juan se relacionara de forma alguna, pero a eso de las 08:30, estaba decidido, iría a por ella, sin importar su mala pinta producto de pasar la noche en vela. Habiendo llegado al albergue a eso de las 09:00, estaba ella ahí esperándole, con un plato de salchichas a la plancha acompañadas con sauerkraut, patatas al vapor y una jarra de cerveza rubia. ¡Que hecho más increíble! ¿Cómo sabia ella que el vendría? Y más aun a horas tan tempranas de la mañana, si nunca acordaron hora alguna, ni siquiera concretaron si habrían de verse, pero estaba ahí esta hermosa joven de piel preciosamente blanca, vestida con un camisón celeste con rayas blancas a modo de vestido con un cinturón de cuero, leggins ligeramente raídos y los botines de cuero del día anterior, esperándole con un una mano extendida y una tímida sonrisa, frente a ella Juan, aun con cara de incredulidad, toma asiento y comienza a tomar copiosas cantidades de chucrut y salchicha, el pobre hombre estaba hambriento de haber pasado la noche en vela sin probar bocado alguno, pero a la chica le divertida a gran medida el modo de comer de Juan, ella tenía sus mejillas, usualmente rosadas, ya rojas de contener la risa. Hablaron por un largo rato, para cuando se percataron del tiempo que había transcurrido desde la llegada de Juan, habían transcurrido ya unas tres horas, y decidieron salir a caminar por el hermoso paisaje abierto que ofrecía el albergue, hasta que se acomodaron en un claro cerca de un arrollo y aunque hacia un fuerte frío con neblina incluida, parecía no molestarles de forma alguna, estaban muy cómodos Susurravientos
  • 6. ahí, perfectamente instalados frente al arrollo, escuchando el correr del agua, hasta que Juan rompe el silencio y le pregunta por aquello que le quito el sueño, él porque alguien tan hermosa como ella habría de fijarse en alguien como el, portador de una vida básicamente aburrida y una figura desprovista de gracia, ella sin mediar palabra alguna, le beso en los labios, luego le abrazo y le dijo: “no te aquejes por tu aspecto ni por lo cotidiano de tu vida, mira que siendo la mujer hermosa como es, no ah de buscar la belleza fuera de si misma” él, se limito a abrazarle con fuerza y esbozar una tímida sonrisa. Sin premisas reconoció que esas preocupaciones que le aquejaban de años, y que en cierta forma habían forjado su vida tal cual era, no eran más que conjeturas formuladas por su propia mente, distantes de la realidad del pensamiento femenino, pero ahora le quedaba una decepción mas por afrontar, pues ella partiría al día siguiente de vuelta a Francia y seguramente no le volvería a ver nunca mas, y efectivamente, luego de volver al albergue por la tarde, después de un largo y apasionado beso de despedida, se despidieron sin acordar algún futuro encuentro. De vuelta en su apartamento Juan se vio sumido en una ansiedad enorme, sin poder pensar más que en ella, rehusándose a volver a su rutinaria cotidianidad, Juan, piensa en diferentes maneras de hallarle, pero no sabía donde vivía, apenas y sabia que estudiaba en la Université de La Rochelle, pero ya era tarde, por más que le desease ya nada podía hacer, si no esperar a que algún día, que por obra del destino sus caminos se volvieran a cruzar; y no sería si no hasta 2 años más tarde en otro 7 de Noviembre que Larra volviera atravesar el umbral de L´abeyugu para encontrarse de nuevo con Juan, pero algo había cambiado, Larra ya no tenía ese adorable aspecto de libre pensadora que le había atrapado tanto a Juan, por el contrario, se difuminaba con el publico recurrente de L´abeyugu pues Larra lucia tal cual el dibujo que años atrás Susurravientos
  • 7. le había hecho romper la rutina que había mantenido durante años. No se lo podía creer, era como una treta del destino, ¿porque motivo su amada Larra lucia así?, que tan mal la había tratado la vida en La Rochelle, para terminar de esta forma, Larra le contó sobre sus desventuras, sobre los fracasos académicos y decepciones amorosas, todo por lo que lucho por zafarse en Madrid al parecer le persiguió hasta La Rochelle, pero a la mañana de este 7 de Noviembre recordó que hace dos años se había perdido y había pasado un maravilloso fin de semana con un hombre mayor en Mieres, y que luego de ese fin de semana no había conseguido tal paz y felicidad, por lo cual decidió volver, con la esperanza de encontrarle en aquel bar, pero esta vez con la intención de no volver a partir. Aunque Larra ya no era la misma chica, a Juan no le cabía su corazón en el pecho, una vez mas estaba feliz, y su antiguo reloj de bolsillo, que siempre llevaba consigo a modo de collar, al momento en el que ella le hace semejante proposición, comienza a sonar la alarma, que había dejado de sonar desde hace exactamente dos años, y por más que él había intentado repararle, su reloj se rehusaba a hacer sonar su campanilla, él, ahora lo comprendía, sabia que en ese preciso instante había despertado una vez mas de su letargo, la abrazo con una fuerza impresionante y le planto un beso en los labios rebosantes de cherry lipstic, y le susurro al oído: “ya no tienes que huir una vez más, estas en casa”. Susurravientos