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LA CASITA DE CACHIVACHES
DESPEDIDA DE UN RECUERDO
POR:
ERICLAN
“Luna, no me abandones mas,
tiendo a recuperar
en la cuna de tus cráteres”
–Zoe
Aquella tarde lluviosa Jazmín miraba tras la ventana, sintiendo frío y
nostalgia. Llevaba algunos de veinte días sin salir de su hermosa casa
natal de madera que comparte con su padre. Caminando a penas de su
habitación a la cocina como la distancia mas larga. Dejó su mirada fija al
movimiento de los arboles, en especial al que cubre la casita de
cachivaches. La conexión entre las gotas en las hojas y esa vibración que
le genera la brisa; la compara con esas caricias que solo saben hacer esa
persona que deseas con el corazón, tu piel y todo lo que de vida en ti.
Sintió tanta envidia, toco su cuello frio, su abdomen plano y suave, las
orillas de la pijama como cuando Daniel besaba su cuello y desplazaba las
yemas de los dedos por esa misma zona provocando el temblor de
costillas por la buena desesperación que ese contacto incierto sabe hacer.
Daniel era su amante, su novio, su amigo, el humano que podía acelerar
su corazón cada vez que lo miraba no importando si la viese mil veces al
día.
Aquel pueblo retirado de Santo Domingo ahora era más poblado que
antes, Jazmín había estudiado en la ciudad pero su padre quería que ella
siguiera dedicada a educar a los niños de allí. Después de que su madre
falleció, ella tomo el puesto de tutora en la misma escuela. Don Andrés, su
padre; un hombre de costumbre y propietario de una gran parte de los
terrenos de la zona que comenzaron poco a poco a poblarse. Trabajo la
tierra por mucho tiempo y supo amasar su fortuna; en cambio, Ana, su
madre, conocida como Anita por los muchachos, era extranjera, llegó a
principio de los noventa como voluntaria en una organización no
gubernamental que le daba ayuda a necesitados. Conoció a Andrés en
medio del murmullo de gente y sus miradas se cruzaron con deseo a
primera vista, luego fue te amo a segunda cita hasta prometerse lo que el
corazón rebosa cuando te enamoras. Fue el primer día del resto de sus
vidas. Años más tarde, luego de tener a Jazmín, continuo con su labor
como representante en la organización. Fue entonces cuando el huracán
George azoto el país. Su equipo ayudaba con los refugios del estado. Se
movió por unos días a San Pedro de Macorís, una de las zonas afectadas,
ayudando con la movilización de refugiados, pero; algo salió mal, cañadas
y ríos crecidos complicaron los procesos y una parte de residentes y
extranjeros perdieron la vida, entre ellos Anita, dejando a Andrés con su
hija de a penas seis añitos. Jazmín creció escuchando esta historia tantas
veces como su padre le prometía que era la ultima botella que se bebía
para nueva vez hablarle de ella. Maduró comprendiendo que hay que
luchar; luchar por amor y que el solo hecho de sentirlo era especial,
entregarlo a esa persona que amas, porque lo único cercano a la
perfección era sentir morir en los brazos de quien te hace olvidar lo
material, que la vida perfecta era la recopilación de momentos y que
siempre nos faltaría algo por ambición humana natural, sin embargo; el
amor no funcionaba así, era el motor, era lo que sobrevivía al cataclismo
de la opulencia y a pesar de que todas las películas y novelas de amor
exponían que ese sentimiento puro siempre estaba en manos de la
persona que nos entregaba lo real aunque su condición económica no
fuese la mejor y que sufríamos luego de rechazar eso por el lujo y
exuberancia. Aun sabiendo esto seguíamos cometiendo el mismo error.
Por eso pensaba tanto en Daniel mirando la lluvia, a penas podía oler el
café que Don Andrés gozaba fumando su puro con las piernas cruzadas y
el radio en la emisora que no había cerrado porque la tecnología le dejo
saber al propietario de esa emisora que había un ser vivo que le
escuchaba.
Subió a su habitación, abrió la ventana y miró la casita de cachivaches
debajo del árbol que baila sensual. Daniel no salía de su mente. Hace seis
años lo conoció cuando recién cumplía sus dieciocho, Daniel era hijo del
primer matrimonio de Juan Ozuna, amigo de toda la vida de Don Andrés.
Cuando Don Juan enfermo y no podía viajar al pueblo Daniel comenzó a
visitarle, unos año mas viejos que Jazmín pero aun joven y con la rebeldía
de la aventura empuñada. No le agradaba la nueva familia de su padre por
lo que se la pasaba montando caballo por los alrededores del pueblo.
Después de varios cortejos y miradas que hacen las palabras obsoletas
Daniel se acerco a aquella casita donde Jazmín adoraba preparar las
clases de los niños. El sonido del caballo rebuznando la hizo mirar hacia
atrás donde vio a Daniel desmontarse y caminar a ella, le tomó de su pelo
rubio y riso y le comenzó a hacer preguntas jocosas sin sentido, veía y
gozaba como se le sonrojaban las mejillas. La llevó dentro de la casita de
los cachivaches y se le acercó apretando su cintura, ella cerraba los ojos y
tocaba sus robustos brazos de piel negra, no sabia que hacer, solo había
visto besos en novelas y escuchando algunas amigas de que los jóvenes
de piel negra besan como si el mundo se fuese a acabar. Daniel paso la
lengua por su cuello, olía su piel y eso le excitaba a Jazmín, le excitaba
cada palabra que le susurro, cada vez que le apretó las nalgas y la
contrajo a él, cada vez que sentía esa dureza entre sus piernas, ese
torrente que se comenzó a desprender de ella por todos esos nuevos
sentidos activados. Daniel metió sus manos despacio debajo de la blusa
después de haber logrado a fuerzas sentarla en una lavadora vieja y
acomodarse entre sus piernas, ahora ella le apretaba y con los talones y lo
apretaba hacia ella con cada beso, las manos de Daniel no paraban de
recorrer su espalda, su piel completa; gimió cuando sintió sus senos
tocados y la lengua de Daniel dibujando la orilla de sus labios; Daniel
sonrió a medias y se quito la camiseta;, colocó las manos de Jazmín en su
pecho, le beso en su antebrazo hasta el hombro, subiéndole la blusa hasta
quitársela y ver su piel avergonzada. Eso lo llenó de curiosidad, ese
extraño “no pares” que expresaban sus ojos y el abrazo de piernas
acercándolo. Le mordió el labio inferior y la preparo para su primer beso.
Entró la lengua despacio en la boca a penas abierta de Jazmín y la paseó
de lado a lado como turista en el paraíso, sintió un temblor grande en la
cintura de su amada, bajó sus manos e intento retirar su ropa interior a lo
que ella se negó sublime, conteniéndolo hacia ella dejándole saber que
tenia miedo y curiosidad a la vez. Lo beso y lo beso, no quería parar de
sentir ese intercambio de emociones que los unía; ese baile de lenguas a
ritmo de los latidos. Abrió sus manos y la recostó besando su cuello y
bajando lentamente con los labios húmedos hasta el medio de sus senos;
despacio giró hasta llegar a las orillas de sus pezones, recorrió todo el
circulo y disfruto ver como esa parte se erecto queriendo más, no lo hizo
hasta caminar con la yema de sus dedos pausadamente el otro seno.
Jazmín navegaba entre temblores argentinos y paseos astrales debido a la
cintura de Daniel moviéndose por unos minutos. Desabrochó su pantalón,
sin dejar de disfrutar aquellos pechos suaves; bajó las manos entre las
piernas de Jazmín y sintió el mas grande charco de placer que jamás
imagino, no dudo, sostuvo su parte con fuerza y con a penas dos dedos
coloco el panty a un lado, aquella barrera de virginidad lo detuvo; pero no
por mucho, aquella desesperación que sentía de ella lo llamaba, la miro,
ella sofocada, tragaba y parecía una sordo muda queriendo rezar el padre
nuestro; le coloco la mano en el cuello, y despacio centímetro a centímetro
ganaba terreno. Se sentía casi dentro de ella. Sacaba su parte y la rosaba
en el clítoris, bajaba por fuera hasta el final de su vagina y volvía hacia ese
pequeño orificio que abría. Daniel finalmente entró por completo y la
abrazo, ella lloro de placer incontrolable mientras él le hacia ese sonido en
sus oídos como cuando calmas aun niño para que deje de gritar. Despacio
salió y entro, Jazmín no contuvo el gemido de ese huracán; esa vuelta
saboreando las huellas de Dios, la lluvia de oro y los vientos que te
acolchan mientras caes por el soplo del universo recitando la poesía mas
corta y mas larga de olvidar.
Aquella tarde y las consecuentes por dos años son la bujía de Jazmín, por
eso con nostalgia mira la ventana y esa casita de cachivaches esperando
desde que Don Juan murió que Daniel volviese al pueblo después que se
había despidió por una beca internacional de estudio que lo llevó a
conocer varios países. La promesa de volver y estar juntos alimenta sus
signos vitales, su corazón sigue con los cordones desamarrados y su
alegría colgada en la puerta para vestirla el día que él vuelva. Sentía
miedo porque sus conversaciones a distancia comenzaron a ser cortas;
ruidosas y a tener excusas para colgar. Tenia menos esperanza de lo que
él prometió.
Cerró ese recuerdo y se recostó en la cama, no podía ver aquel árbol
moverse, la excitaba. Juntó sus ojos y sus manos involuntarias fueron a
sus caderas, no quería volver tocarse; pero extrañaba aquel negro
demasiado, lamió la yema de sus dedos y la frotó imaginando que fuese su
amado, apenas entró la mano entre de sus pijamas y estaba tan húmeda
como la lluvia que escuchaba. Se tocó en círculos y su cintura parecía
aquel árbol al ritmo de la brisa reanimando la imagen de Daniel encima de
ella. Termino gritando su nombre y encogiéndose durmió sonrojada.
Los días pasaban, finalizaban las estaciones, crecía mas el miedo de vivir
del recuerdo como su padre, que apenas apreciaba la realidad de las
cosas. Ella había rechazado todo por estar a su lado y sentía miedo de
pensar que algún día se arrepintiera de esto por no haberse ido de aquel
lugar; de no haber buscado a tiempo la familia extranjera de su madre y
conocer el mundo como Daniel quizás lo este haciendo. Probar nuevas
cosas, no sabia si se sentía esclava de un recuerdo o viva por la
esperanza, amada por un tiempo o simplemente olvidada; no estaba
consiente de lo que le aportaba su alrededor sin esa persona que la
complementaba, a penas escuchaba las frases de cortesía de Don Andrés
y le mordía en el corazón una duda enorme de hablar con su padre para
intentar sacarlo de allí y salirse ella del fondo lodoso y mal oliente de los
bellos recuerdos que están a punto o ya han enterrado su esperanza.
Llega el viernes y recopila una lista de novelas románticas como cada fin
de semana para leer y algunas películas. Engañaba su subconsciente pero
las miraba con una extraña estrategia de tener el monologo perfecto, la
sonrisa y el lenguaje corporal adecuado por si algún día vuelve su negro
de labios carnosos y único explorador de su cuerpo, se duerme con
algunas lagrimas cursis por los finales amorosos que le provocaron soñar
con una rosa acariciando su cuerpo que cambiaba de color según las
partes que le recorría.
La mañana siguiente al despertar miro hacia fuera desde su cama,
sintiendo los buenos días del particular amarillo de los sábados; puso sus
pies en la fría madera de su habitación, se estiro y el primer relance de
recuerdo pasa y deja que se vaya por completo, bebió un poco de agua
que le quedaba en un vaso que por costumbre deja en la mesa de noche y
se pone de acuerdo en que ahora mismo no es solo de amor que esta
sedienta.
Al abrir la puerta nota un ambiente diferente en la casa, se dejan de
escuchar los pajaritos y las hojas rasgando el techo de la casita de los
cachivaches y escucha que la música es diferente a la que usualmente
Don Andrés disfruta, es entendible, contemporánea y en las
conversaciones las voces tienen una respuesta, una eventual risa y ahora
asegura de que su padre no está hablando solo. Arregla su pelo y camina
como en esas películas de terror en las que la joven hermosa es la valiente
y baja a ver el porque de los ruidos. Las voces son mas claras, ambas
agudas, su corazón por alguna razón late fuerte, su piel comienza a
encogerse. Sorprendida deja caer el vaso, ahora el silencio arropa la casa,
las voces hacen silencio, y unos pasos se acercan a la puerta de la cocina;
de repente, el sábado se tornó de color, no creía lo que veía, era como
contemplar al mismo Moisés abrir el mar o tocar las heridas sanas del
resucitado. Daniel volvió. Perpleja tapa su boca y echa dos pasos hacia
atrás, una lagrima de alegría sale estirándose por su mejilla y sus piernas
se flexionan y tiemblan, se recuesta de la pared y en posición fetal cae al
piso lloriqueando. Es cuando escucha la voz de su padre calmarle
invitándola a disfrutar el regreso de su adorado.
A terapias saca fuerzas y lo abraza, escucha sus palabras con
tranquilidad, su voz es un poco mas aguda. Sus manos apretándola y ella
con la poca fuerza que le queda intenta besarlo y sostenerlo. La risa de su
padre y de Daniel era una combinación única, las palabas jocosas
comenzaron a renacerles y fue creyendo que por fin no era un sueño.
Lo que quedaba de la mañana, el almuerzo y el resto de la tarde lo
disfrutaron de esa manera, entre risas historias de lugares, cuentos que no
quería que acabasen mientras contempla esos ojos llenos de vida con su
acento de madurez. Fue feliz.
Daniel queda de ir a casas de su difunto padre a prepararse para pasarla a
recoger y cenar juntos, Jazmín se prepara igual sin poder borrar esa
sonrisa de su rostro, no había maquillaje que escondiera ese tatuaje
sonrojado en sus mejillas. Disfrutó de la risa de su padre contemplándola
por lo bella que estaba.
Daniel sin embargo se reservó muchas historias de sus viajes, la gente
que conocía eran cada vez mas interesantes, diferentes, menos sensibles,
pero con cortesía y eso hacia parecer a la gente educada. Comenzó a ir a
fiestas donde las hermosas mujeres de rostros angelicales se besan entre
ellas pero mirándote con deseo, las conversaciones con Jazmín en esos
tiempos fueron informativas y no básicas, sin que el corazón bombeara
fuerte. Daniel había salido con una joven italiana que le besaba despacio y
le recorría el cuerpo con calma, ella le enseño a comprar alegría de
diferentes tipos, alegría blanca por la nariz, alegría verde en humo y amor
en pastillas. Todo era muy nuevo para él, pero ya muy usual para ella y de
la misma forma que él le enseño a Jazmín por vez primera sobre el sexo,
esta joven le mostraba algo que no conocía. Lo trato bien, le mostraba que
hacer, cada encuentro intimo era especial, a veces con otra de sus amigas
y los tres la pasaban muy bien aunque fue notando que para ella no existía
un compromiso ni un sueño como él estaba acostumbrado a ver en sus
tierras. Esta joven le hacia crecer ese sentimiento de amarla y de
expresárselo, de retenerla y no compartirla con nadie.
Al llegar Daniel nota a Jazmín en el balcón ansiosa y sus risas y coqueteos
se complementan pero no sus vestimentas. Él estaba un poco mas sencillo
con camisa de mangas cortas a la moda con calzado cómodo, al estilo de
un cantante de rock alternativo; ella como la bailarina joven de tango en la
película Esencia de mujer.
Conversaron contemplándose sensual uno al otro, riendo sin moverse por
unos minutos, Daniel fija su mirada en la casita de los cachivaches y
sonríe, suelta despacio la cintura de Jazmín y camina hacia allá, ella al
verlo se sonroja y camina tras él sintiendo la boca y algunas partes
tornarse húmedas. Miró la casita de cachivaches y su apreciado hombre
dirigirse hacia allá; un orgasmo visual, no había visto esta combinación por
algunos cuatro años y no pensaba desaprovecharla.
Justo al frente de la entrada de la casita Daniel suspiro, miro hacia atrás
sobre sus hombros viendo la silueta de Jazmín acercarse. Sus pechos se
acomodaron en su espalda, cerró los ojos y sentía las manos suaves de
ella recitando alegría en cada poro que le recorría, el olor del presente y de
los recuerdos los abrazaban a un punto maravillosamente indescriptible y
admirable que se arrastra por los limites de la poesía extendiéndolos en
vastos horizontes con colores nacientes.
–Volviste
–Te dije que lo haría
–Me encantó escuchar tus historias, los lugares donde estuviste, tu ojos
aventureros me recuerdan los paseos de tus manos excitantes.
Daniel volteó hacia ella, ahora la luz de la luna descubría su rostro
completo y el brillo de sus ojos era intenso.
–Quisiera quedarme aquí al lado tuyo, sabes que si pudiera lo haría
Jazmín dejo caer sus manos arrastrándolas por el pecho de Daniel, dio un
paso atrás y le miro ya extrañándolo de solo pensar que otra vez se
marcharía. Se le acercó con fuerza, el corazón le latió dos veces más
rápido, puso sus delicadas manos en el cuello de él rozando las mejillas
con su pulgar.
–¿Y si no me quiero quedar aquí? Siento que he perdido mi vida en este
lugar, viviendo de los momentos a tu lado y soñando un tu y yo, quiero
conocer lo que tu ahora conoces, juntos, como si fuéramos amantes de
paso en cada lugar, llevar la casita de cachivaches en nuestras caricias y
reanimarla en cada rincón. Tus ojos me dicen que hay algo más, déjanos
ser esa historia que debemos ser y que nos juramos con miradas entre
caricias y besos.
Daniel volteó el rostro, esas palabras le hicieron recordar, la apretó, sintió
el olor de su cabello como esa tarde de abril que se atrevió acercarse a
ella.
–Hay lugares hermosos que quiero compartir contigo, y sé que lo haremos,
algún día te llevare conmigo y viviremos esa vida perfecta que nos
merecemos. Pero debo prepararme mi amor.
Jazmín contuvo el llanto, la crisis, disimuló el temblor de sus manos, la
noche de repente comenzó a tornarse de un color inusual y el hedor de los
recuerdos de lo que estaba viviendo ya se los imaginaba, no soportaría
volver a la tristeza compartida con su padre, a despertar otra vez, tocarse y
sufrir esos minutos de depresión después del orgasmo inorgánico; del café
a solas y las charlas con la almohada. Se separo de el dándole la espalda
y sintió sus pasos acercándose, seco la lagrima que no pudo contener del
ojo izquierdo y se alejó unos pasos.
–¿Vida perfecta? No puede la vida ser perfecta bajo ninguna circunstancia,
es imposible, no sintiera esto, este amor tan grande y este deseo, la falta
que me haces; moriremos esperando que lo sea. La vida siempre será
imperfecta Daniel, siempre conseguiremos algo y algo nos hará falta. La
vida no puede ser perfecta, si lo fuera no tendríamos que endulzar el café,
tuviese un solo sabor y no fuera interesante probarlos, la salsa de tomate
no se saldría del pan y no fuese interesante tener una forma de evitar que
se derrame en ti, haríamos el amor a la hora que fuera, detuviéramos el
tiempo en la hora correcta, el ocaso estuviese disponible cuando quieras y
no lucharíamos por alcanzarlo, verlo y besarnos frente a el y dejar caer
nuestros cuerpos como cae la noche. La vida no lo será, sino, no tuviese
mis manos sucias de recuerdos cada mañana y cualquiera pudiese
complacer o sustituir tus caricias, fuera fácil para mi, si la vida fuera
perfecta no existieran esos sentimientos de sacrificarnos por seguir
adelante y bajo toda adversidad no rendir junto a quien quieres hacerlo, si
la vida fuera perfecta no me hubieses dicho “algún día” eso dice quien en
realidad quiere decir “nunca”, no dijiste mañana, no dijiste en un año,
dijiste “algún día”, por eso la vida no es perfecta. No quiero llenarme de
amor, y volver a colgarlo para vestirlo ese “algún día” que vuelvas, y tener
amor, alegría de “algún día” en “algún día”. La vida es perfecta ahora por lo
que podemos hacer, por lo que sentimos. No me abandones, no quiero
volver a disfrazar mi corazón por tanto tiempo.
Daniel no se contuvo, la abrazó y se unieron en un solo llanto. Sentía tanto
miedo de perder esa libertad que había conocido, no entendía como podía
ser libre al lado de ella viendo y sintiendo que ella lo amaba al punto de
necesitarlo. Le daba miedo. Lloró lleno de dudas y sin respuestas, tanto
que la luna dejó caer oscuridad encima de ellos, aquel árbol se detuvo
entristeciendo la casita de cachivaches por todo su alrededor. Daniel sacó
fuerzas y beso su frente, ella se desplomo por completo cuando lo sintió,
sus manos separándose de su cintura sin su dulce voz decir una promesa
que dure una vida, simplemente se hincó y las lagrimas cayeron hasta que
sus uñas se hicieron una con la tierra del árbol que abrazó la noche
completa sin cesar.
Al salir el sol camino con el corazón empapado de tristeza, goteando los
sentimientos, con preguntas que solo Dios pudiese responder como lo hizo
con Job en esa historia bíblica. Andrés estaba sentado en el balcón,
espero que Jazmín entre a la casa y se pusiera cómoda para sentarse al
lado de ella; le dejó saber que entendía perfectamente como se sentía y
que él de cierta forma era culpable por haberla obligado a acompañarlo
tanto tiempo en aquel lugar. Andrés le dijo lo que escondió por tenerla a su
lado. Las llamadas de la familia de parte de su difunta esposa queriendo
conocerla. Le dijo sobre su herencia y que se la otorgaba en vida para que
les conozca, viaje, admire y deje que el azar divino la lleve donde deba
estar. Andrés le hablo de su madre, con mucha pena le explico que le rogó
a Anita que no fuese a aquel viaje y que molesto se despidió de una forma
indiferente, que se arrepentía tanto; pero también, recordó con amor lo que
se juraron, vivieron y que ahora esta listo para seguir adelante solo y dejar
que ella lo haga también.
A Jazmín no le quedaba un gramo de lagrimas, se sintió tan triste y
sorprendida por cada palabra que su padre le hizo entender sabiendo que
tenia razón, por más tarde que fuera ella debía cambiar de lugar, buscar y
conocer, perderse en el rumbo equivocado; simplemente vivir.
El tiempo pasó como siempre pasa, sin misericordia, a su velocidad,
curando lo que debe curar y hacer crecer exactamente lo que siembras de
la forma en que lo haces. Nunca esperando, riendo por los que desean
detenerlo y no aprender a ir a su lado y a su ritmo; el tiempo siguió
omnipotente como siempre, llevando luz a un lado y oscuridad a otros,
equilibrado; envejeciendo rostros; mentes. Siguió como siempre, divino.
Daniel intentó amar a la joven italiana pero nunca lo logró, ella solo quería
pasar el rato hasta que sintiera interés por otra persona y así
sucesivamente. Ahora pensaba mucho en Jazmín y poco a poco dando
sentido a lo que ella añoraba tiempo atrás para ellos dos. Supo que ella
accedió al deseo de su padre de conocer la familia de su madre y que
viajaba con parte de la herencia. Estaba al tanto de todo sobre ella porque
solo se sentía en familia cuando llamaba a Don Andrés, ese eterno amigo
de su padre.
Jazmín pudo entender muchas cosas que ignoraba pero seguía con su
filosofía de vida, atenta y consiente de que no todo lo que le deseas los
demás lo harán para ti, no fue correspondida y aprendió a evitarlo, maduró,
imagino porque Daniel no se atrevió a dejar todo por ella, pero su mente
aun conociendo estas cosas no dejo de pensar que lo material tiene su
tiempo y que la fabrica de dinero no para de imprimir, que el amor es
perfecto, mucho más si es reciproco, pero aquella persona que lo rechaza
es quien pierde; que también se deteriora, que se disfraza, pero que esta
ahí, y es por lo que hay que luchar, que por más lujuria que ahora parezca
vivir no puede solo ir y comprar amor, esto se gana, se conoce, crece a
pesar de cualquier situación socio-económica y que se entrega en el
momento menos indicado, donde sea, como sea y que el solo el hecho de
sentirlo era especial, en un salón lleno de riquezas o un casa pequeña,
porque ese sentimiento no tiene valor.
Luego de meses llenos de novedades, de cambios de sentimientos y
vueltas de capítulos, el universo conspiro particular, versátil y tan dentro
del divino azar organizado como este instante. Los encaró en un momento
en que ambos estaban al pleno tope de lo que ahora es su fiel y real forma
de vivir; ella maravillada disfrutando el presente sabiendo que el amor
aparece de manera misteriosa; él, sabiendo que sintió el amor, que es
invaluable y que no lo supo descifrar. De frente sus miradas se contrallaron
en aquella navidad visualmente perfecta en la tierra que ambos nacieron y
extrañaron, volvieron a su pueblo y era el único sentimiento en común
desde aquella noche frente a la casita de los cachivaches.
Daniel se acercó con el corazón visible a los ojos claros de esa mujer de
pelo rubio que decoraba como la navidad sus hombros; se acercó tímido,
con miles de pensamientos y sin una palabra disponible. De solo pensar
en recitar su nombre por cada letra se creaban cientos de poemas donde
el protagonista era aquella tarde donde se asomó a esta radiante mujer.
Jazmín lo miraba pisar pausado, a distancia sentía su olor, miraba sus
brazos y por segundos imagino momentos que hoy agradece haberlos
vivido.
Extendió su mano y ella le ignoro, se paró frene a él y lo abrazó, le toco el
cuello suave y delicadamente disfrutó como sus corazones aumentaban el
ritmo sanguíneo, hablaron entre latidos, se dijeron cosas que no se podían
decir en ningún movimiento existente entre labios, respiración y lengua,
palabras perfectas y vacías de sentido común a ojos rutinarios. Ahí pasaba
lo que Dios mismo no pudo traducir dejando que el amor cargue con esos
encriptados suspiros y alientos inolvidables. Daniel solo supo colocar su
mano en la curva de la espalda de Jazmín mientras jugaba haciendo
círculos con sus dorados cabellos que hacían un acorde con cada
respiración alabando el olor de su piel.
Dio un paso atrás Jazmín y le miro, hoy con un sentimiento diferente, como
nunca antes vio esa necesidad en él de que ella le mantuviese su mirada.
Le vio con la falta que se crea en el corazón que da a luz al apego eterno;
le miro los parpados dilatados de quien observa a la mujer que carga la
pequeña partícula de amor que te complementa y que ahora conocía y que
sabia desenredar y alimentar; le miro pausado, dando tiempo a que su
boca crearan un sonido; le vio triste, lo vio a falta de realidad, lo vio sin
ella.
–Eso que sientes ahora lo sentí aquella noche que igual que hoy es
imperfecta a los ojos del mundo y que si yo cediese como quería que tu
cedieras, cayeran los rayos de luna coloridos en nuestro abrazo, en estos
deseos, en esta hambre de nuestras pasiones, de nuestra delicada
compasión. Aquella noche es igual a esta, llena de misteriosos
pensamientos, de alabadas gracias a oraciones de sentir esa mirada de
quien te ha hecho tanto soñar y hasta masturbar; de que uno de los dos
saque su corazón y lo amarre para siempre junto al otro. Esta noche es
igual a aquella y quizá siga así de triste porque como aquella noche uno de
los dos no piensa en lo eterno de lo que vivimos en la casita de los
cachivaches. Espere tanto por ti sin pensar en lo perfecto, solo que
viviéramos enfrentando esta perdida en el camino correcto que llaman vida
y que bajo cualquier situación nos agarráramos de la mano y diéramos
gracias de estar juntos; como tus ojos declaran ahora. Te amé Daniel y no
es que lo haya dejado de hacer, pero me acostumbre a tu falta, no a tu
presencia.
Le expresó Jazmín en un tono entre murmullo y suplica con sus manos en
la mejilla de él, dio un paso atrás sutilmente dejando caer la yema de sus
dedos por su cuello, guilló un ojo, mordió la orilla de sus labios y le dio la
espalda sosteniendo la mano de alguien que le esperaba unos pasos
detrás.
Daniel bajo su cabeza, cerró los ojos y se tragó todas las palabras que no
supo decir, suspiro e imagino la noche que él se despidió de ella frente a la
casita de cachivaches. Camino sin rumbo, camino sin horas recogiendo su
corazón que ahora sin color funciona en el mas detestable ritmo que un ser
vivo puede -y a veces no- soportar, sin amor.
–Fin–

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LA CASITA DE CACHIVACHES

  • 1.
  • 2. LA CASITA DE CACHIVACHES DESPEDIDA DE UN RECUERDO POR: ERICLAN
  • 3. “Luna, no me abandones mas, tiendo a recuperar en la cuna de tus cráteres” –Zoe
  • 4. Aquella tarde lluviosa Jazmín miraba tras la ventana, sintiendo frío y nostalgia. Llevaba algunos de veinte días sin salir de su hermosa casa natal de madera que comparte con su padre. Caminando a penas de su habitación a la cocina como la distancia mas larga. Dejó su mirada fija al movimiento de los arboles, en especial al que cubre la casita de cachivaches. La conexión entre las gotas en las hojas y esa vibración que le genera la brisa; la compara con esas caricias que solo saben hacer esa persona que deseas con el corazón, tu piel y todo lo que de vida en ti. Sintió tanta envidia, toco su cuello frio, su abdomen plano y suave, las orillas de la pijama como cuando Daniel besaba su cuello y desplazaba las yemas de los dedos por esa misma zona provocando el temblor de costillas por la buena desesperación que ese contacto incierto sabe hacer. Daniel era su amante, su novio, su amigo, el humano que podía acelerar su corazón cada vez que lo miraba no importando si la viese mil veces al día. Aquel pueblo retirado de Santo Domingo ahora era más poblado que antes, Jazmín había estudiado en la ciudad pero su padre quería que ella siguiera dedicada a educar a los niños de allí. Después de que su madre falleció, ella tomo el puesto de tutora en la misma escuela. Don Andrés, su padre; un hombre de costumbre y propietario de una gran parte de los terrenos de la zona que comenzaron poco a poco a poblarse. Trabajo la tierra por mucho tiempo y supo amasar su fortuna; en cambio, Ana, su madre, conocida como Anita por los muchachos, era extranjera, llegó a principio de los noventa como voluntaria en una organización no gubernamental que le daba ayuda a necesitados. Conoció a Andrés en medio del murmullo de gente y sus miradas se cruzaron con deseo a primera vista, luego fue te amo a segunda cita hasta prometerse lo que el corazón rebosa cuando te enamoras. Fue el primer día del resto de sus vidas. Años más tarde, luego de tener a Jazmín, continuo con su labor como representante en la organización. Fue entonces cuando el huracán George azoto el país. Su equipo ayudaba con los refugios del estado. Se movió por unos días a San Pedro de Macorís, una de las zonas afectadas, ayudando con la movilización de refugiados, pero; algo salió mal, cañadas y ríos crecidos complicaron los procesos y una parte de residentes y extranjeros perdieron la vida, entre ellos Anita, dejando a Andrés con su hija de a penas seis añitos. Jazmín creció escuchando esta historia tantas veces como su padre le prometía que era la ultima botella que se bebía para nueva vez hablarle de ella. Maduró comprendiendo que hay que luchar; luchar por amor y que el solo hecho de sentirlo era especial,
  • 5. entregarlo a esa persona que amas, porque lo único cercano a la perfección era sentir morir en los brazos de quien te hace olvidar lo material, que la vida perfecta era la recopilación de momentos y que siempre nos faltaría algo por ambición humana natural, sin embargo; el amor no funcionaba así, era el motor, era lo que sobrevivía al cataclismo de la opulencia y a pesar de que todas las películas y novelas de amor exponían que ese sentimiento puro siempre estaba en manos de la persona que nos entregaba lo real aunque su condición económica no fuese la mejor y que sufríamos luego de rechazar eso por el lujo y exuberancia. Aun sabiendo esto seguíamos cometiendo el mismo error. Por eso pensaba tanto en Daniel mirando la lluvia, a penas podía oler el café que Don Andrés gozaba fumando su puro con las piernas cruzadas y el radio en la emisora que no había cerrado porque la tecnología le dejo saber al propietario de esa emisora que había un ser vivo que le escuchaba. Subió a su habitación, abrió la ventana y miró la casita de cachivaches debajo del árbol que baila sensual. Daniel no salía de su mente. Hace seis años lo conoció cuando recién cumplía sus dieciocho, Daniel era hijo del primer matrimonio de Juan Ozuna, amigo de toda la vida de Don Andrés. Cuando Don Juan enfermo y no podía viajar al pueblo Daniel comenzó a visitarle, unos año mas viejos que Jazmín pero aun joven y con la rebeldía de la aventura empuñada. No le agradaba la nueva familia de su padre por lo que se la pasaba montando caballo por los alrededores del pueblo. Después de varios cortejos y miradas que hacen las palabras obsoletas Daniel se acerco a aquella casita donde Jazmín adoraba preparar las clases de los niños. El sonido del caballo rebuznando la hizo mirar hacia atrás donde vio a Daniel desmontarse y caminar a ella, le tomó de su pelo rubio y riso y le comenzó a hacer preguntas jocosas sin sentido, veía y gozaba como se le sonrojaban las mejillas. La llevó dentro de la casita de los cachivaches y se le acercó apretando su cintura, ella cerraba los ojos y tocaba sus robustos brazos de piel negra, no sabia que hacer, solo había visto besos en novelas y escuchando algunas amigas de que los jóvenes de piel negra besan como si el mundo se fuese a acabar. Daniel paso la lengua por su cuello, olía su piel y eso le excitaba a Jazmín, le excitaba cada palabra que le susurro, cada vez que le apretó las nalgas y la contrajo a él, cada vez que sentía esa dureza entre sus piernas, ese torrente que se comenzó a desprender de ella por todos esos nuevos
  • 6. sentidos activados. Daniel metió sus manos despacio debajo de la blusa después de haber logrado a fuerzas sentarla en una lavadora vieja y acomodarse entre sus piernas, ahora ella le apretaba y con los talones y lo apretaba hacia ella con cada beso, las manos de Daniel no paraban de recorrer su espalda, su piel completa; gimió cuando sintió sus senos tocados y la lengua de Daniel dibujando la orilla de sus labios; Daniel sonrió a medias y se quito la camiseta;, colocó las manos de Jazmín en su pecho, le beso en su antebrazo hasta el hombro, subiéndole la blusa hasta quitársela y ver su piel avergonzada. Eso lo llenó de curiosidad, ese extraño “no pares” que expresaban sus ojos y el abrazo de piernas acercándolo. Le mordió el labio inferior y la preparo para su primer beso. Entró la lengua despacio en la boca a penas abierta de Jazmín y la paseó de lado a lado como turista en el paraíso, sintió un temblor grande en la cintura de su amada, bajó sus manos e intento retirar su ropa interior a lo que ella se negó sublime, conteniéndolo hacia ella dejándole saber que tenia miedo y curiosidad a la vez. Lo beso y lo beso, no quería parar de sentir ese intercambio de emociones que los unía; ese baile de lenguas a ritmo de los latidos. Abrió sus manos y la recostó besando su cuello y bajando lentamente con los labios húmedos hasta el medio de sus senos; despacio giró hasta llegar a las orillas de sus pezones, recorrió todo el circulo y disfruto ver como esa parte se erecto queriendo más, no lo hizo hasta caminar con la yema de sus dedos pausadamente el otro seno. Jazmín navegaba entre temblores argentinos y paseos astrales debido a la cintura de Daniel moviéndose por unos minutos. Desabrochó su pantalón, sin dejar de disfrutar aquellos pechos suaves; bajó las manos entre las piernas de Jazmín y sintió el mas grande charco de placer que jamás imagino, no dudo, sostuvo su parte con fuerza y con a penas dos dedos coloco el panty a un lado, aquella barrera de virginidad lo detuvo; pero no por mucho, aquella desesperación que sentía de ella lo llamaba, la miro, ella sofocada, tragaba y parecía una sordo muda queriendo rezar el padre nuestro; le coloco la mano en el cuello, y despacio centímetro a centímetro ganaba terreno. Se sentía casi dentro de ella. Sacaba su parte y la rosaba en el clítoris, bajaba por fuera hasta el final de su vagina y volvía hacia ese pequeño orificio que abría. Daniel finalmente entró por completo y la abrazo, ella lloro de placer incontrolable mientras él le hacia ese sonido en sus oídos como cuando calmas aun niño para que deje de gritar. Despacio salió y entro, Jazmín no contuvo el gemido de ese huracán; esa vuelta saboreando las huellas de Dios, la lluvia de oro y los vientos que te acolchan mientras caes por el soplo del universo recitando la poesía mas corta y mas larga de olvidar.
  • 7. Aquella tarde y las consecuentes por dos años son la bujía de Jazmín, por eso con nostalgia mira la ventana y esa casita de cachivaches esperando desde que Don Juan murió que Daniel volviese al pueblo después que se había despidió por una beca internacional de estudio que lo llevó a conocer varios países. La promesa de volver y estar juntos alimenta sus signos vitales, su corazón sigue con los cordones desamarrados y su alegría colgada en la puerta para vestirla el día que él vuelva. Sentía miedo porque sus conversaciones a distancia comenzaron a ser cortas; ruidosas y a tener excusas para colgar. Tenia menos esperanza de lo que él prometió. Cerró ese recuerdo y se recostó en la cama, no podía ver aquel árbol moverse, la excitaba. Juntó sus ojos y sus manos involuntarias fueron a sus caderas, no quería volver tocarse; pero extrañaba aquel negro demasiado, lamió la yema de sus dedos y la frotó imaginando que fuese su amado, apenas entró la mano entre de sus pijamas y estaba tan húmeda como la lluvia que escuchaba. Se tocó en círculos y su cintura parecía aquel árbol al ritmo de la brisa reanimando la imagen de Daniel encima de ella. Termino gritando su nombre y encogiéndose durmió sonrojada. Los días pasaban, finalizaban las estaciones, crecía mas el miedo de vivir del recuerdo como su padre, que apenas apreciaba la realidad de las cosas. Ella había rechazado todo por estar a su lado y sentía miedo de pensar que algún día se arrepintiera de esto por no haberse ido de aquel lugar; de no haber buscado a tiempo la familia extranjera de su madre y conocer el mundo como Daniel quizás lo este haciendo. Probar nuevas cosas, no sabia si se sentía esclava de un recuerdo o viva por la esperanza, amada por un tiempo o simplemente olvidada; no estaba consiente de lo que le aportaba su alrededor sin esa persona que la complementaba, a penas escuchaba las frases de cortesía de Don Andrés y le mordía en el corazón una duda enorme de hablar con su padre para intentar sacarlo de allí y salirse ella del fondo lodoso y mal oliente de los bellos recuerdos que están a punto o ya han enterrado su esperanza. Llega el viernes y recopila una lista de novelas románticas como cada fin de semana para leer y algunas películas. Engañaba su subconsciente pero las miraba con una extraña estrategia de tener el monologo perfecto, la sonrisa y el lenguaje corporal adecuado por si algún día vuelve su negro de labios carnosos y único explorador de su cuerpo, se duerme con
  • 8. algunas lagrimas cursis por los finales amorosos que le provocaron soñar con una rosa acariciando su cuerpo que cambiaba de color según las partes que le recorría. La mañana siguiente al despertar miro hacia fuera desde su cama, sintiendo los buenos días del particular amarillo de los sábados; puso sus pies en la fría madera de su habitación, se estiro y el primer relance de recuerdo pasa y deja que se vaya por completo, bebió un poco de agua que le quedaba en un vaso que por costumbre deja en la mesa de noche y se pone de acuerdo en que ahora mismo no es solo de amor que esta sedienta. Al abrir la puerta nota un ambiente diferente en la casa, se dejan de escuchar los pajaritos y las hojas rasgando el techo de la casita de los cachivaches y escucha que la música es diferente a la que usualmente Don Andrés disfruta, es entendible, contemporánea y en las conversaciones las voces tienen una respuesta, una eventual risa y ahora asegura de que su padre no está hablando solo. Arregla su pelo y camina como en esas películas de terror en las que la joven hermosa es la valiente y baja a ver el porque de los ruidos. Las voces son mas claras, ambas agudas, su corazón por alguna razón late fuerte, su piel comienza a encogerse. Sorprendida deja caer el vaso, ahora el silencio arropa la casa, las voces hacen silencio, y unos pasos se acercan a la puerta de la cocina; de repente, el sábado se tornó de color, no creía lo que veía, era como contemplar al mismo Moisés abrir el mar o tocar las heridas sanas del resucitado. Daniel volvió. Perpleja tapa su boca y echa dos pasos hacia atrás, una lagrima de alegría sale estirándose por su mejilla y sus piernas se flexionan y tiemblan, se recuesta de la pared y en posición fetal cae al piso lloriqueando. Es cuando escucha la voz de su padre calmarle invitándola a disfrutar el regreso de su adorado. A terapias saca fuerzas y lo abraza, escucha sus palabras con tranquilidad, su voz es un poco mas aguda. Sus manos apretándola y ella con la poca fuerza que le queda intenta besarlo y sostenerlo. La risa de su padre y de Daniel era una combinación única, las palabas jocosas comenzaron a renacerles y fue creyendo que por fin no era un sueño. Lo que quedaba de la mañana, el almuerzo y el resto de la tarde lo disfrutaron de esa manera, entre risas historias de lugares, cuentos que no
  • 9. quería que acabasen mientras contempla esos ojos llenos de vida con su acento de madurez. Fue feliz. Daniel queda de ir a casas de su difunto padre a prepararse para pasarla a recoger y cenar juntos, Jazmín se prepara igual sin poder borrar esa sonrisa de su rostro, no había maquillaje que escondiera ese tatuaje sonrojado en sus mejillas. Disfrutó de la risa de su padre contemplándola por lo bella que estaba. Daniel sin embargo se reservó muchas historias de sus viajes, la gente que conocía eran cada vez mas interesantes, diferentes, menos sensibles, pero con cortesía y eso hacia parecer a la gente educada. Comenzó a ir a fiestas donde las hermosas mujeres de rostros angelicales se besan entre ellas pero mirándote con deseo, las conversaciones con Jazmín en esos tiempos fueron informativas y no básicas, sin que el corazón bombeara fuerte. Daniel había salido con una joven italiana que le besaba despacio y le recorría el cuerpo con calma, ella le enseño a comprar alegría de diferentes tipos, alegría blanca por la nariz, alegría verde en humo y amor en pastillas. Todo era muy nuevo para él, pero ya muy usual para ella y de la misma forma que él le enseño a Jazmín por vez primera sobre el sexo, esta joven le mostraba algo que no conocía. Lo trato bien, le mostraba que hacer, cada encuentro intimo era especial, a veces con otra de sus amigas y los tres la pasaban muy bien aunque fue notando que para ella no existía un compromiso ni un sueño como él estaba acostumbrado a ver en sus tierras. Esta joven le hacia crecer ese sentimiento de amarla y de expresárselo, de retenerla y no compartirla con nadie. Al llegar Daniel nota a Jazmín en el balcón ansiosa y sus risas y coqueteos se complementan pero no sus vestimentas. Él estaba un poco mas sencillo con camisa de mangas cortas a la moda con calzado cómodo, al estilo de un cantante de rock alternativo; ella como la bailarina joven de tango en la película Esencia de mujer. Conversaron contemplándose sensual uno al otro, riendo sin moverse por unos minutos, Daniel fija su mirada en la casita de los cachivaches y sonríe, suelta despacio la cintura de Jazmín y camina hacia allá, ella al verlo se sonroja y camina tras él sintiendo la boca y algunas partes tornarse húmedas. Miró la casita de cachivaches y su apreciado hombre dirigirse hacia allá; un orgasmo visual, no había visto esta combinación por algunos cuatro años y no pensaba desaprovecharla.
  • 10. Justo al frente de la entrada de la casita Daniel suspiro, miro hacia atrás sobre sus hombros viendo la silueta de Jazmín acercarse. Sus pechos se acomodaron en su espalda, cerró los ojos y sentía las manos suaves de ella recitando alegría en cada poro que le recorría, el olor del presente y de los recuerdos los abrazaban a un punto maravillosamente indescriptible y admirable que se arrastra por los limites de la poesía extendiéndolos en vastos horizontes con colores nacientes. –Volviste –Te dije que lo haría –Me encantó escuchar tus historias, los lugares donde estuviste, tu ojos aventureros me recuerdan los paseos de tus manos excitantes. Daniel volteó hacia ella, ahora la luz de la luna descubría su rostro completo y el brillo de sus ojos era intenso. –Quisiera quedarme aquí al lado tuyo, sabes que si pudiera lo haría Jazmín dejo caer sus manos arrastrándolas por el pecho de Daniel, dio un paso atrás y le miro ya extrañándolo de solo pensar que otra vez se marcharía. Se le acercó con fuerza, el corazón le latió dos veces más rápido, puso sus delicadas manos en el cuello de él rozando las mejillas con su pulgar. –¿Y si no me quiero quedar aquí? Siento que he perdido mi vida en este lugar, viviendo de los momentos a tu lado y soñando un tu y yo, quiero conocer lo que tu ahora conoces, juntos, como si fuéramos amantes de paso en cada lugar, llevar la casita de cachivaches en nuestras caricias y reanimarla en cada rincón. Tus ojos me dicen que hay algo más, déjanos ser esa historia que debemos ser y que nos juramos con miradas entre caricias y besos. Daniel volteó el rostro, esas palabras le hicieron recordar, la apretó, sintió el olor de su cabello como esa tarde de abril que se atrevió acercarse a ella.
  • 11. –Hay lugares hermosos que quiero compartir contigo, y sé que lo haremos, algún día te llevare conmigo y viviremos esa vida perfecta que nos merecemos. Pero debo prepararme mi amor. Jazmín contuvo el llanto, la crisis, disimuló el temblor de sus manos, la noche de repente comenzó a tornarse de un color inusual y el hedor de los recuerdos de lo que estaba viviendo ya se los imaginaba, no soportaría volver a la tristeza compartida con su padre, a despertar otra vez, tocarse y sufrir esos minutos de depresión después del orgasmo inorgánico; del café a solas y las charlas con la almohada. Se separo de el dándole la espalda y sintió sus pasos acercándose, seco la lagrima que no pudo contener del ojo izquierdo y se alejó unos pasos. –¿Vida perfecta? No puede la vida ser perfecta bajo ninguna circunstancia, es imposible, no sintiera esto, este amor tan grande y este deseo, la falta que me haces; moriremos esperando que lo sea. La vida siempre será imperfecta Daniel, siempre conseguiremos algo y algo nos hará falta. La vida no puede ser perfecta, si lo fuera no tendríamos que endulzar el café, tuviese un solo sabor y no fuera interesante probarlos, la salsa de tomate no se saldría del pan y no fuese interesante tener una forma de evitar que se derrame en ti, haríamos el amor a la hora que fuera, detuviéramos el tiempo en la hora correcta, el ocaso estuviese disponible cuando quieras y no lucharíamos por alcanzarlo, verlo y besarnos frente a el y dejar caer nuestros cuerpos como cae la noche. La vida no lo será, sino, no tuviese mis manos sucias de recuerdos cada mañana y cualquiera pudiese complacer o sustituir tus caricias, fuera fácil para mi, si la vida fuera perfecta no existieran esos sentimientos de sacrificarnos por seguir adelante y bajo toda adversidad no rendir junto a quien quieres hacerlo, si la vida fuera perfecta no me hubieses dicho “algún día” eso dice quien en realidad quiere decir “nunca”, no dijiste mañana, no dijiste en un año, dijiste “algún día”, por eso la vida no es perfecta. No quiero llenarme de amor, y volver a colgarlo para vestirlo ese “algún día” que vuelvas, y tener amor, alegría de “algún día” en “algún día”. La vida es perfecta ahora por lo que podemos hacer, por lo que sentimos. No me abandones, no quiero volver a disfrazar mi corazón por tanto tiempo. Daniel no se contuvo, la abrazó y se unieron en un solo llanto. Sentía tanto miedo de perder esa libertad que había conocido, no entendía como podía ser libre al lado de ella viendo y sintiendo que ella lo amaba al punto de necesitarlo. Le daba miedo. Lloró lleno de dudas y sin respuestas, tanto
  • 12. que la luna dejó caer oscuridad encima de ellos, aquel árbol se detuvo entristeciendo la casita de cachivaches por todo su alrededor. Daniel sacó fuerzas y beso su frente, ella se desplomo por completo cuando lo sintió, sus manos separándose de su cintura sin su dulce voz decir una promesa que dure una vida, simplemente se hincó y las lagrimas cayeron hasta que sus uñas se hicieron una con la tierra del árbol que abrazó la noche completa sin cesar. Al salir el sol camino con el corazón empapado de tristeza, goteando los sentimientos, con preguntas que solo Dios pudiese responder como lo hizo con Job en esa historia bíblica. Andrés estaba sentado en el balcón, espero que Jazmín entre a la casa y se pusiera cómoda para sentarse al lado de ella; le dejó saber que entendía perfectamente como se sentía y que él de cierta forma era culpable por haberla obligado a acompañarlo tanto tiempo en aquel lugar. Andrés le dijo lo que escondió por tenerla a su lado. Las llamadas de la familia de parte de su difunta esposa queriendo conocerla. Le dijo sobre su herencia y que se la otorgaba en vida para que les conozca, viaje, admire y deje que el azar divino la lleve donde deba estar. Andrés le hablo de su madre, con mucha pena le explico que le rogó a Anita que no fuese a aquel viaje y que molesto se despidió de una forma indiferente, que se arrepentía tanto; pero también, recordó con amor lo que se juraron, vivieron y que ahora esta listo para seguir adelante solo y dejar que ella lo haga también. A Jazmín no le quedaba un gramo de lagrimas, se sintió tan triste y sorprendida por cada palabra que su padre le hizo entender sabiendo que tenia razón, por más tarde que fuera ella debía cambiar de lugar, buscar y conocer, perderse en el rumbo equivocado; simplemente vivir. El tiempo pasó como siempre pasa, sin misericordia, a su velocidad, curando lo que debe curar y hacer crecer exactamente lo que siembras de la forma en que lo haces. Nunca esperando, riendo por los que desean detenerlo y no aprender a ir a su lado y a su ritmo; el tiempo siguió omnipotente como siempre, llevando luz a un lado y oscuridad a otros, equilibrado; envejeciendo rostros; mentes. Siguió como siempre, divino. Daniel intentó amar a la joven italiana pero nunca lo logró, ella solo quería pasar el rato hasta que sintiera interés por otra persona y así sucesivamente. Ahora pensaba mucho en Jazmín y poco a poco dando sentido a lo que ella añoraba tiempo atrás para ellos dos. Supo que ella
  • 13. accedió al deseo de su padre de conocer la familia de su madre y que viajaba con parte de la herencia. Estaba al tanto de todo sobre ella porque solo se sentía en familia cuando llamaba a Don Andrés, ese eterno amigo de su padre. Jazmín pudo entender muchas cosas que ignoraba pero seguía con su filosofía de vida, atenta y consiente de que no todo lo que le deseas los demás lo harán para ti, no fue correspondida y aprendió a evitarlo, maduró, imagino porque Daniel no se atrevió a dejar todo por ella, pero su mente aun conociendo estas cosas no dejo de pensar que lo material tiene su tiempo y que la fabrica de dinero no para de imprimir, que el amor es perfecto, mucho más si es reciproco, pero aquella persona que lo rechaza es quien pierde; que también se deteriora, que se disfraza, pero que esta ahí, y es por lo que hay que luchar, que por más lujuria que ahora parezca vivir no puede solo ir y comprar amor, esto se gana, se conoce, crece a pesar de cualquier situación socio-económica y que se entrega en el momento menos indicado, donde sea, como sea y que el solo el hecho de sentirlo era especial, en un salón lleno de riquezas o un casa pequeña, porque ese sentimiento no tiene valor. Luego de meses llenos de novedades, de cambios de sentimientos y vueltas de capítulos, el universo conspiro particular, versátil y tan dentro del divino azar organizado como este instante. Los encaró en un momento en que ambos estaban al pleno tope de lo que ahora es su fiel y real forma de vivir; ella maravillada disfrutando el presente sabiendo que el amor aparece de manera misteriosa; él, sabiendo que sintió el amor, que es invaluable y que no lo supo descifrar. De frente sus miradas se contrallaron en aquella navidad visualmente perfecta en la tierra que ambos nacieron y extrañaron, volvieron a su pueblo y era el único sentimiento en común desde aquella noche frente a la casita de los cachivaches. Daniel se acercó con el corazón visible a los ojos claros de esa mujer de pelo rubio que decoraba como la navidad sus hombros; se acercó tímido, con miles de pensamientos y sin una palabra disponible. De solo pensar en recitar su nombre por cada letra se creaban cientos de poemas donde el protagonista era aquella tarde donde se asomó a esta radiante mujer. Jazmín lo miraba pisar pausado, a distancia sentía su olor, miraba sus brazos y por segundos imagino momentos que hoy agradece haberlos vivido.
  • 14. Extendió su mano y ella le ignoro, se paró frene a él y lo abrazó, le toco el cuello suave y delicadamente disfrutó como sus corazones aumentaban el ritmo sanguíneo, hablaron entre latidos, se dijeron cosas que no se podían decir en ningún movimiento existente entre labios, respiración y lengua, palabras perfectas y vacías de sentido común a ojos rutinarios. Ahí pasaba lo que Dios mismo no pudo traducir dejando que el amor cargue con esos encriptados suspiros y alientos inolvidables. Daniel solo supo colocar su mano en la curva de la espalda de Jazmín mientras jugaba haciendo círculos con sus dorados cabellos que hacían un acorde con cada respiración alabando el olor de su piel. Dio un paso atrás Jazmín y le miro, hoy con un sentimiento diferente, como nunca antes vio esa necesidad en él de que ella le mantuviese su mirada. Le vio con la falta que se crea en el corazón que da a luz al apego eterno; le miro los parpados dilatados de quien observa a la mujer que carga la pequeña partícula de amor que te complementa y que ahora conocía y que sabia desenredar y alimentar; le miro pausado, dando tiempo a que su boca crearan un sonido; le vio triste, lo vio a falta de realidad, lo vio sin ella. –Eso que sientes ahora lo sentí aquella noche que igual que hoy es imperfecta a los ojos del mundo y que si yo cediese como quería que tu cedieras, cayeran los rayos de luna coloridos en nuestro abrazo, en estos deseos, en esta hambre de nuestras pasiones, de nuestra delicada compasión. Aquella noche es igual a esta, llena de misteriosos pensamientos, de alabadas gracias a oraciones de sentir esa mirada de quien te ha hecho tanto soñar y hasta masturbar; de que uno de los dos saque su corazón y lo amarre para siempre junto al otro. Esta noche es igual a aquella y quizá siga así de triste porque como aquella noche uno de los dos no piensa en lo eterno de lo que vivimos en la casita de los cachivaches. Espere tanto por ti sin pensar en lo perfecto, solo que viviéramos enfrentando esta perdida en el camino correcto que llaman vida y que bajo cualquier situación nos agarráramos de la mano y diéramos gracias de estar juntos; como tus ojos declaran ahora. Te amé Daniel y no es que lo haya dejado de hacer, pero me acostumbre a tu falta, no a tu presencia. Le expresó Jazmín en un tono entre murmullo y suplica con sus manos en la mejilla de él, dio un paso atrás sutilmente dejando caer la yema de sus dedos por su cuello, guilló un ojo, mordió la orilla de sus labios y le dio la
  • 15. espalda sosteniendo la mano de alguien que le esperaba unos pasos detrás. Daniel bajo su cabeza, cerró los ojos y se tragó todas las palabras que no supo decir, suspiro e imagino la noche que él se despidió de ella frente a la casita de cachivaches. Camino sin rumbo, camino sin horas recogiendo su corazón que ahora sin color funciona en el mas detestable ritmo que un ser vivo puede -y a veces no- soportar, sin amor. –Fin–