Este documento analiza el síndrome de la comunicación superflua y cómo las personas usan el lenguaje y las redes sociales como un antidepresivo para evitar estar solas consigo mismas. La necesidad de pertenecer a un grupo y recibir aprobación ajena se ha vuelto una debilidad común incluso entre los adultos. El ideal contemporáneo es aprovechar todas las posibilidades comunicativas para escapar de la soledad interior, pero esto puede conducir a una adicción a las redes sociales y una segunda adolescencia más dependiente.