La presencia divina constituye el elemento increado del Sujeto Absoluto. El elemento creado es el cuerpo-alma-espíritu del ser humano. La presencia divina nos acompaña de forma íntima como nuestra sombra o imagen en el espejo, permitiendo el diálogo con Dios, pero no es una nueva realidad creada. Esta presencia divina es interna en los seres personales pero externa en las cosas impersonales, las cuales no permiten el diálogo con Dios.