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1P. Raimondo Sorgia, O.P.
P. RAIMONDO SORGIA, O.P.
La Sábana Santa,
imagen de
Cristo muerto
Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2001
2 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
3P. Raimondo Sorgia, O.P.
4 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
Introducción
A medida que se multiplican los estu-
dios sobre la Sábana Santa de Turín,
interdisciplinares y de extrema calidad
científica,vacreciendolaconvicciónde
que en esa sagrada reliquia se conserva,
porespecialísimaProvidenciadivina,una
imagenverdaderadeCristomuerto.
A esa conclusión, alegando las prue-
basmásfidedignas,llegaelpadredomi-
nicoRaimondoSorgia,laureadoenteo-
logíadogmática,directordesde1987de
laradiocatólicadeFlorencia.
Traductordevariaslenguas,harealiza-
dotambiéndiversaspublicaciones,como
elBreviariosavoranoliano(1997);ycon
Andrea Drignini, Savonarola, eretico o
santo contestatore? (1998). En torno al
mismoSavonarola,estápróximaalapu-
blicación su nueva obra I giorni dell’
Alberghettino.YlaeditorialPiEmmede
Turínpublicaráesteaño,tambiéndelmis-
mo autor, una Guía turístico-espiritual
de España.
DellibropresentesobrelaSábanaSan-
ta, Vuoi saperne di più sulla Sindone?
(Effatà Editrice, 19993
), escribe en Il
Tempo el padre Virginio Rotondi, S. J.:
«Usted, Padre, ha logrado escribir un li-
broconladistanciadeunhombredecien-
cia; y sin embargo, la historia que relata
seleecomounanovela.Taleselestiloy
tanto es el deseo que suscita de leerlo y
devolverloaleer».
LaFundaciónGRATISDATEagrade-
cedecorazónalP.Sorgialaautorización
para publicar su obra traducida y algo
abreviada,alaque,consupropiaayuda,
se han añadido ciertos complementos
convenientes,señaladosentrecorchetes,
paraloslectoresdelenguahispana.
F.GD
5P. Raimondo Sorgia, O.P.
1
Carta abierta al lector
Hablardelamisteriosarealidadquees
laSábanaSantasuponeadentrarseenun
temaapasionante,enungranproblema.
Losadultosprobablementehabránvis-
to u oído hablar de las imágenes de la
Sábana de Turín, sobre todo desde que
en 1973 se transmitiera por Eurovisión
suimagen,yposteriormenteeldocumental
quecompraronyretransmitieronlasca-
denas de televisión de muchos países.
Imaginoquetambiénmuchosjóvenessa-
ben algo sobre la Sábana, porque desde
hace tiempo periódicos y revistas le han
dedicado títulos, artículos y fotografías,
especialmente con ocasión de su osten-
sión desde agosto hasta octubre del año
2000.Quizásalgunoslectoreshayante-
nidoocasióndevisitarlaSábanaSantay
laexposiciónorganizadacontalmotivo
en Turín en estas fechas. En todo esto
radica una de las dificultades del tema:
exponerlo de forma que sea accesible a
personas con muy diferente nivel de in-
formaciónydeinteréssobreelmismo.
Por otra parte, es preciso que se trate
de una explicación seria, objetiva, com-
pleta,quealmismotiemporesultecom-
prensible.Sonmuchaslaspreguntascien-
tíficas y religiosas que se plantean alre-
dedordelfascinanteatractivodelaima-
gendelHombredelaSábanamásmiste-
riosa de la historia, y es seguro que al
encontrarseconellasellectorquerráen-
contrarlas resueltas. Por eso, no obstan-
teladimensiónreducidadeestecuader-
no,seincluyenenéldatoshistóricos,des-
cripcionescientíficas,narracionesdelos
Evangelios,reconstruccionesdeambien-
tesyademás,reflexionesfundadasenla
razón y en la fe. Aunque para algunos
resultensuperfluasdeterminadasexplica-
ciones, comprenderán fácilmente que
otrosprecisarándeellas.
Es cierto que se podría haber sistema-
tizadounmaterialtanricoycomplejoden-
tro de esquemas más rígidos. Pero he
preferido no hacerlo; y más bien hablar
delaSábana,auténticouniversoincluido
dentrodecuatrometrosdetela,enlama-
neramásfluidayatrayentequepudiera.
Hablar de la Sábana no es simplemente
volver atrás en el pasado, como quien
recorredenuevolasexcavacionesdeuna
ciudad antigua por el mero gusto de co-
nocerla.LaSábanaSantasepresentaala
mentalidad moderna como un desafío,
unpacíficoyexaltanteretoque«noteme
a los exámenes, y que solo tiene miedo
deserenjuiciadasinhabersidosometida
aexamen».
Puede sorprender el hecho de no en-
contrar siempre de acuerdo a los estu-
diososacercadeundeterminadoproble-
ma,enespecialalinterpretaralgunosfe-
nómenos, o al atribuir a los mismos una
causa u otra. Es fácil que esto suceda en
loscasosdeindagacionesrealizadaspor
investigadoresdistintos,sobre casospar-
ticularmente complicados. Al principio
habrátantasconclusionescomoinvesti-
6 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
gadores:cadaunodeellos,sehabrávali-
do, como es lógico, de sus propios mé-
todos, indicios, técnicas deductivas.
Cadaunohabuscadoelcentrodelacues-
tión partiendo de su punto de vista. Es
posiblequesólounúltimoinvestigador,
confrontando los elementos recogidos
porsuscolegasyeliminandogradualmen-
te las hipótesis de menor consistencia,
llegueadarconunasolucióndelmisterio
satisfactoria,definitivaycompleta.
En el caso que nos ocupa, esto ocurre
además en un enigma que, como la Sá-
banaSanta,estáconstituidoporotroscien
misteriosdemenorimportancia,peroes-
trechamenterelacionadosentresí.Poreso
enlospuntosmásarduos, todavíaabier-
tos a la investigación científica, se pre-
sentan dos o más hipótesis sobre su ex-
plicación.Al autor le corresponde el de-
ber de informar y de ofrecer un mínimo
deorientaciónsobreellos;perodespués
tendráqueserellectorquienllegueauna
conclusiónmediantesuinteligencia,ca-
pacidaddereflexiónyánimohumilde.
Finalmente,quierohacertressugeren-
ciasqueserándeutilidadparainterpretar
mejorelrostrodelHombredelaSábana:
1ª.- Las dos bandas más oscuras en el
positivo, es decir, en la foto al natural,
quesenotanenseguidaalrededordelros-
troyqueledanunextrañoalargamiento,
son debidas en parte a la masa de los
cabellosyenparteauncasualamarillea-
miento de esa parte de superficie, deter-
minada por una mayor exposición a la
luz;obienpodríatratarsedeunadistinta
tonalidaddeltejidoporunadiferenciade
calidadenlasfibrasdelinoutilizadaspor
elanónimotejedorpalestino.
2ª.-Hayquetenersiemprepresentelas
condiciones físicas en las que se encon-
traba el cuerpo de Jesús en el momento
delasepultura.Entrelasdeformaciones
másmarcadasyquedestrozaronsusfac-
ciones,debenconsiderarse:laroturadel
cartílago de la nariz, a causa de un pu-
ñetazo o bastonazo, o bien por una caí-
da violenta, de donde resulta una ligera
desviación hacia la derecha y una caída
hacia el labio superior del extremo de la
puntadelanariz.Elojoylacejaderecha
aparecen hinchados; como el labio su-
periormismoylaregióndelpómulode-
recho.Tambiénelmentón,aunteniendo
en cuenta un cierto espesor de la barba,
aparece hinchado por un fuerte golpe o
unacaídaalsuelo.Imaginandounalínea
verticalquepaseentrelascejasylamitad
delaboca,esconveniente«aislar»ellado
izquierdo del rostro, pues ésa es, de al-
gún modo, la parte más íntegra.
3ª.- Es necesario habituarse a mirar la
imagendelrostro,yobservarlapausada-
mente. Mejor aún si se enmarca, como
retrato,yselemira adistancia.
Sucede a veces, que mientras alguien
denochemiraelcielo,tienelaimpresión
dequeenunmomentodeterminado,una
nuevaestrellasehaencendidodelantede
sus ojos. Un astrónomo diría que es el
rayo de una estrella alejada de nosotros
miles de años-luz, que esta noche ha al-
canzadoprecisamentenuestraatmósfera
y ha podido ser vista por quien estaba
contemplando el firmamento. En la Sá-
banaSantahaytambiénunadeterminada
señalluminosa,queempezóalucirhace
dos mil años, y que puede que ahora se
encuentreconellectordeestaspáginas.
7P. Raimondo Sorgia, O.P.
2
Nadie
se lo había imaginado antes
Hace cien años, en la primavera de
1898,elreyLuisIX,descendientedelos
duques de Saboya, de quienes había he-
redado,entreotrascosas,laSábanaSan-
ta, se preguntaba pensativo si habría he-
cho bien en aceptar una propuesta un
poco extraña para aquellos tiempos: un
fotógrafo que solicitaba con insistencia
permiso para fotografiar la Sábana San-
ta. El fotógrafo era el abogado Secondo
Pia, un aficionado que aseguraba estar
bienpreparado.Alfinalhabíaprevaleci-
dolasugerencia favorabledeunodelos
consejerosdelrey:autorizarle,aunqueno
fueramásqueportenerunacopiafielde
aquellareliquiaquemilagrosamenteha-
bíasalidoindemnedemilpeligros.
El misterio de la fotografía se había des-
cubierto pocos años antes, cuando algunos
químicos advirtieron que los bromuros y
cloruros de plata se ennegrecían al ser ex-
puestos a la luz. Este descubrimiento sig-
nificó el nacimiento de la fotografía. Cuan-
do se fotografía, la luz imprime por un ins-
tante la placa bañada con estas sales, y la
impresión es mayor en el lugar donde la
imagen es más clara y menor donde es más
oscura. Después del proceso de revelado,
de la placa o del celuloide, las partes más
luminosas se ennegrecen y las oscuras que-
dan claras, constituyendo el negativo fo-
tográfico.
Por tanto, en el negativo de una fotogra-
fía, los puntos de luz y de oscuridad se en-
cuentran invertidos: por ejemplo, el nega-
tivo de un joven de cabellos negros pre-
senta las mejillas y la frente negras, mien-
tras que las órbitas de los ojos, los labios y
los cabellos son blancos. Igualmente, en el
negativo fotográfico se invierte el lugar de
la imagen, por un juego de rayos, estudiado
por los físicos en la óptica geométrica, de
modo que lo que está a la derecha pasa a la
izquierda y viceversa. Por todo ello, aun-
que se conozca bien una cara, resulta difí-
cil reconocerla, porque no estamos habi-
tuados a la inversión.
Para obtener el positivo con la distribu-
ción de los colores –reagrupados en los dos
fundamentales, blanco y negro– conforme
al objeto fotografiado, se filtra la luz a tra-
vés del negativo, imprimiéndose en el pa-
pel, de tal modo que lo negro resulta blan-
co y lo blanco negro, y volviéndose a in-
vertir el lugar de las imágenes (Cfr. G. Da-
lla Nora, Hanno fotografato il volto di
Gesù, Elle Di Ci, Leumann, Torino 1975,
11).
Enaquellaépocanoexistíanlosactua-
les equipos de fotografía, las polaroid,
las instamatic; para una foto de preci-
siónhacíafaltaungranaparato,queim-
primíaenunaplacaemulsionadalaspri-
meras reproducciones en blanco y ne-
gro.
Latareaeramuyimportante,quizásin-
clusoirrepetible,comoparaafrontarlaa
laligera,porloqueenlosmesesanterio-
res a la fotografía de la Sábana, concer-
tadaparamayo,elabogadofotógrafodu-
plica su trabajo, para calcular el tiempo
deexposicióndelasplacas,laintensidad
y posición de las luces, etc.Al acercarse
el día establecido, se prepara en el pres-
biterio de la capilla donde va a ser ex-
puestalaSábanaSantaunpequeñocarril
8 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
por el que pudiera desplazarse la plata-
formaconlacámarafotográfica.Eraésta
una caja de madera, reforzada con tiras
demetal,voluminosa,puesensuinterior
contenía una placa de 51 x 63 cm., con
una lente Voigtländer. A los lados de la
plataforma se encienden dos focos que
llenan de luz la reliquia. Se colocan de-
lantefiltrostransparentesdecristalesme-
rilado, para evitar los reflejos, y sobre la
lenteunfiltroamarillomuydelgado.
Elfotógrafosemirainstintivamentelas
manos, que tiemblan un poco; pero se
siente sostenido por una fuerza superior
asumismafe.¿EsunafuerzaounaPre-
sencia?Nosabequécontestar.Mientras
saca del bolsillo un grueso reloj con ca-
dena,rezaunaoraciónyluegoempiezaa
cronometrar. La placa sensible está ya
expuestaalaaccióndelosrayoslumino-
sos. Pasan catorce interminables segun-
dos y en ese momento sucede algo im-
previsto: ¡un crujir seco advierte que el
calor de las lámparas ha hecho saltar los
filtros! Todo se ha echado a perder, y
como ya han dado las dos de la tarde y
dentro de poco la Catedral abre de nue-
vo a los visitantes que esperan fuera, es
precisoconcluirporhoy.Despuésdeal-
gunos días se vuelve a fijar fecha para
fotografiarlaSábana,el28demayo.
Ese día se comienza alrededor de las
21’30, pero debido a mil y un contra-
tiemposimprevistos,sonlas22’45cuan-
do el abogado Pia mueve hacia atrás la
plataformamóvil,fijándolaaunadistan-
ciaaproximadade8metrosymedio.Las
doslámparasdanunaluzconstanteylos
nuevosfiltroslaatenúan.
A las 11 de la noche Pia quita la tapa
a la lente y expone la primera placa du-
rante catorce segundos. Los dos reflec-
toresproyectanunaluzclarasobreelfon-
do parduzco de la Sábana y sobre las
huellasdecolorocredeaqueldoblecuer-
poextrañamenteinvertidoencuantoala
imagenyalarelacióndeluzysombra.El
cronómetroseñalanuevamentelossegun-
dos reglamentarios y todo va bien hasta
elfinal,porloqueelhombresituadode-
trásdelagranmáquinapuededarunsus-
piro de alivio, aunque apenas esté en el
principiodeltrabajo.Puedequefuerame-
dianochecuandoterminalasegundafo-
tografía, con un tiempo de exposición
un poco más largo –veinte segundos–.
Después recoge las placas y se apresura
a volver a casa; después del fracaso del
otro día, ha renunciado a instalar la cá-
mara oscura en la misma sacristía. Que-
danallílosayudantes,queseencargarán
dedesmontarlaplataforma(Cfr.J.Walsh,
TheShroud,NewYork1963,26-30).
ElmismoPiadescribió,enunamemo-
ria de su extraordinaria aventura como
pionero de la nueva técnica fotográfica,
lo que sucedió después en el pequeño
laboratoriodoméstico.Orientándosemás
por la práctica que por el pequeño y te-
nue punto rojo encendido en un ángulo
de la habitación, se acerca en la oscuri-
dad al recipiente que contiene las solu-
ciones preparadas para el baño de reve-
lado.
La primera placa está en el baño por
algunosminutos.Elabogadocuentauno
aunohastacatorce,intentandodominar
la tensión que se había acumulado en
aquellashorasdeextremaconcentración.
9P. Raimondo Sorgia, O.P.
Alzando la placa, todavía goteante, a la
altura de sus lentes, siente un ligero ma-
lestar, que no sabe a qué es debido, pues
enlasuperficiedelaplaca,preparadacon
la mezcla de gelatinas sensibles a la luz,
se ha imprimido de hecho la doble ima-
gendelaSábana.
Pero le cuesta trabajo creer lo que ha
sucedido:escomosisehubieraninverti-
do las masas, las luces, las sombras, lo
cualresultanormalísimoenotrosmilca-
sos, pero no ahora.
«Si hago una fotografía a un árbol del par-
que –se repetía a sí mismo– tendré que ob-
tener el negativo de un árbol. Si retrato con
la máquina una estatua, de la placa tendrá
que resultar el perfil de la estatua, siempre
en negativo... En cambio, la Sábana...»
Son unos momentos, en que su aten-
ción es absorbida por la búsqueda de al-
gúndatoqueleayudeacomprender.Por
ejemplo,sepreguntaporquéelfondode
la Sábana no tiene aquel color blanco-
sucio, típico de una tela de lino antigua,
que ha quedado bien grabado en su reti-
naysumemoria,afuerzadeestudiarlo...
Aquelfondosehaoscurecidohastaapa-
recer casi negro. ¿Se habrá confundido
eneltiempodeexposición?
Enlamenteleasaltaeltemordehaber
fallado una vez más, de haber estropea-
do la última ocasión, por culpa de un
imprevisto.Albordedeldesaliento,gira
la placa, buscando de nuevo algún dato
queseadescifrableaprimeravista.Elros-
tro,sí,aquelrostrotendríaquedecirlela
verdad.Ylas manos le empiezan a tem-
blar,hastahacerletemerquelaplacapue-
da escapársele y hacerse pedazos.
«Encerrado en mi habitación oscura –
contaba más tarde el abogado–, totalmente
concentrado en mi trabajo, experimenté una
intensa emoción cuando durante el revela-
do vi aparecer en la placa por primera
vez el Santo Rostro, con una claridad tal
que quedé helado».
Ni Pia ni ninguno de sus contemporá-
neosestabanpreparadosenabsolutopara
aquel encuentro. Él iba a hacer una co-
piafotográficadelaSábanadeTurín,de
aquellaimagenvagamentehumanaquedu-
rantedosmilañoshasidoveneradacomo
lasombradelSalvadorCrucificado.Iba
ahaceruntrabajodevotoyhonrado,más
quepropiamenteartístico,procurandoes-
taralaalturadelaconfianzaqueelreyy
elarzobispohabíandepositadoenél,pero
que en definitiva no suponía tampoco
algoexcepcional.GraciasaDios,noera
unaprendiz.
Pero he aquí que este hombre de fin
del siglo XIX se encuentra cara a cara
con la imagen de Cristo tal como pudo
serenrealidad,lamismafiguradeJesús
que, con los ojos bañados en lágrimas,
contemplaronlargamentesumadreMa-
ría, el apóstol Juan, María Magdalena,
los discípulos Nicodemo y José de
Arimatea,mientrasprocedíanasusepul-
turaenlasábanafuneraria.El era el pri-
mero que, anulando en aquellos cator-
ce segundos de exposición a la luz de
los proyectores, los veinte siglos pasa-
dos, podía contemplar verdaderamen-
te aquel cuerpo llagado, aquel rostro
sorprendente.
Elexpertofotógrafoamateurtieneaho-
ra en su mano la clave del misterio: la
Sábana Santa se ha comportado delante
del objetivo de un modo absurdo o, me-
jordicho,extremadamentelógico,como
unverdaderonegativofotográfico.
No hay duda: Alguien lo ha querido
así. Como años más tarde observara el
10 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
fotógrafo profesional Enrie, colega del
abogadoPia,habiéndoseencontradode-
lante de una realidad que tenía todos los
caracteresdeunaimagennegativa,«lapla-
cafotográficanopudohabersecompor-
tado de modo distinto».
Enefecto, Enrie tuvoprecisamenteel
encargo de repetir en 1931 la operación
realizada con discreto éxito por el abo-
gado Pia. El milagro de éste había sido
sumamentevalioso,perosereducíaauna
sola visión de conjunto de toda la Sába-
na.Ahora se consideraba muy útil la re-
producciónmásparticularizadadelosin-
numerables detalles en los que la figura
delHombredelaSábanapudieraserdes-
compuesta, algo así como un mapa de la
imagen.Asistidoporotrosexpertos,Enrie
obtuvo, con aparatos que con el tiempo
se habían perfeccionado, doce perfectí-
simas fotos de la Sábana, que son las
quehoycontemplamos.
Hayquetenerpresentequecasilatota-
lidaddelasdistintascienciasqueseinte-
resan por este tema se valen del auxilio
queprestalafotografía,yprincipalmente
porlasampliaciones–macrofotografías–
, que permiten descomponer las fibras
de un tejido en sus más pequeños partí-
culas, y explorar la estructura interna de
corpúsculosdenaturalezaorgánicadepo-
cos micrones de diámetro.
3
De Getsemaní
al proceso nocturno
Pido disculpas, pero es necesario em-
pezar desde el principio la historia de la
SábanaSanta.Quieroprecisarenseguida
que en los tres capítulos que siguen no
hetratadodeescribirunadevotamedita-
ción sobre el Vía Crucis, sino de reco-
gerysubrayaraquelloshechosquecons-
tituyenlaspremisasinmediatasdelamuer-
te de Jesús, y que han dejado un rastro
más o menos evidente en el conjunto de
las huellas de la Sábana. Nos detendre-
mosenparticularenlasprincipaleslesio-
nesexternasytambiénhablaremosdelas
violenciasmoralesalasquefueexpues-
to el corazón del hombre de la Sábana,
aunqueestopuedaparecerextraño.
Unotrasotrolosdiscípuloshansalido
del Cenáculo detrás de Jesús, que con
paso ligero recorre el laberinto de calles
del barrio de Siloé –desierto en aquellas
horas–quedesciendedesdelaciudadalta
haciaelfondodelvalle.Nadietieneáni-
mo para hablar; sólo se oyen las pisadas
de los pies desnudos, que a menudo se
hunden en el blando polvo de las calles
detierra.PasanjuntoalTemployllegan
enseguida a las piedras del torrente
Cedrón, por las que corre el agua de la
últimacrecidainvernal.Subenporlaori-
llaopuestaycruzanelmuropequeñode
rocasquerodeaelCampodelosOlivos.
11P. Raimondo Sorgia, O.P.
Elpropietariodelcampohadadopermi-
so a Jesús para andar por él libremente
siempre que quiera; de hecho ya ha pa-
sadoallíotrasnoches,ahoraqueeltiem-
poesbueno,paseando,durmiendo,bajo
los olivos o en la gruta que se abre en la
colina.
ElMaestrodesea,ahoramásquenun-
ca, estar un poco apartado; se muestra
siempre dueño de sí mismo; pero una
arruga en su amplia frente indica quizás
quesutristezaaumentademodopreocu-
pante. Para no entristecer mucho a los
suyos, Jesús les invita a descansar cada
uno donde prefiera, y se va adentrando
en el interior del campo de los olivos,
acompañado sólo de Pedro, Santiago y
Juan,lostestigosdelaTransfiguración...
¡Quédiferenteessutransfiguraciónesta
noche!...
Comounamareaaltaquenadiepudie-
racontener,laangustiavuelveacrecery
se desborda de repente. Ya no la escon-
de:tienemiedo,angustia,unpalpitartre-
mendo. Basta mirarle el rostro, palidísi-
mo. «Me muero de tristeza». Los tres
amigos están asustados, pero no saben
quéhaceroquédecirparaconsolarle;ya
es una suerte tener a su lado amigos en
una noche como ésta.
Vacilandounpoco,Jesússealejaunos
cuarenta pasos, más o menos la distan-
cia –precisa Lucas– que se puede alcan-
zar tirando una piedra. Las piernas se le
doblansolasy,comoagotadoporungran
cansancio,Jesúscaederodillas:tieneque
haberle sucedido algo terrible. Como la
nocheesserena,yconlunallena,lostres
queluchancadavezmenoscontraelsue-
ñotienenlasensacióndeencontrarseante
la sombra de su Maestro, incansable y
vigoroso hasta hace pocas horas. En ese
momentolesllegasuvozbastanteclara:
«¡Abba!, ¡Padre mío! Para ti nada hay
imposible;alejademíestecáliz».Elcá-
liz,modorealistaorientaldeexpresaruna
situación insoportable: la bebida de sa-
bormuyamargoqueserechazadespués
del primer sorbo, es la amargura que le
invadeelespíritu.
Jesús, nuestro hermano, acaba de co-
menzarellargoVíaCrucisqueleespera
y que El conoce bien. Y siente ya tanta
angustia que le tiembla todo el cuerpo,
cubierto de sudor frío. Un sudor nunca
vistoantes,puesamedidaquesulamen-
to se hace más dolorido, «su sudor –
dice el médico evangelista Lucas– em-
pieza a deslizarse hasta el suelo como
gotas de sangre».
El fenómeno es raro, pero suficiente-
menteconocidoporlamedicinamoder-
na,quelollamahematohidrosis,palabra
eleganteparareferirsealsudordesangre:
cuando un prolongado estado de angus-
tia llega a un determinado límite, la ten-
sión psicológica puede afectar a todo el
organismo,provocandorespiraciónfati-
gosa, sudor, escalofríos, aceleración del
ritmocardíaco.Puededarsealgoaúnmás
traumático: los capilares sanguíneos se
dilatan por el exceso de presión, y pue-
denromperseenalgunossitios,llegando
a la piel y, por la conexión entre los va-
sossanguíneosylasglándulassudorífe-
ras, aparecen gotas color rubí entre los
surcos del sudor. Se comprende así un
pocomáslatormentaquedebióhaberse
desencadenado dentro de Él, ante su vi-
sión profética de las torturas que habrá
de padecer y que libremente ha acepta-
do,yantesuconocimientodivinodeque
habráhombresparaquienessusacrificio
de amor no servirá de nada, de que in-
12 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
cluso será motivo de burlas...
Las palabras humanas son absoluta-
menteinadecuadasparadescribirlareali-
dadcompletadeldramadeJesúsenesas
horas, que le lleva a una verdadera ago-
nía. ¿Qué significa esta palabra? El dic-
cionariollamaagoníaalestadodeangus-
tiaqueprecedeinmediatamentealamuer-
te.Delgriegoagon;esdecir,lucha,esel
conflicto decisivo en el cual la vida se
encuentra en la imposibilidad de conti-
nuar,enunorganismodestruidoporuna
enfermedad, una herida, un trauma ex-
cepcional.Porestoescorrectohablarde
una agonía en el huerto de Getsemaní.
Se puede objetar que Jesús es joven y
sano,tieneunfísicoperfectoynohasu-
frido todavía ni la menor violencia por
parte de sus adversarios. De acuerdo,
pero se puede morir, o al menos experi-
mentarlaterriblesensacióndelaagonía,
a causa de emociones muy intensas, de
dolor moral que supera el límite de lo
tolerable.
Una larga, interminable, insoportable
punzada,laimpresióndequeelcorazón
seleharoto. Conungemidomásagudo
se agacha, apoyando la frente contra el
troncodeunolivo.Haciéndoloasí,cum-
pleelprimerconsejodadoporlosmédi-
cosencasosdeinfarto:inmovilidadcom-
pleta,respiraciónlentayprofunda,expi-
ración por la boca. Si el organismo está
fuerte, los daños no son necesariamente
irreparables y, en teoría, se puede espe-
rarunarecuperacióngeneral.
El hombre que está postrado en tierra
en el Huerto de los Olivos está en el ojo
deuninvisibleciclón; sedebateenvano
en el centro de todas las formas del mal
quesehanextendidoyseextenderánpor
elmundoalolargodemilenios.Sucora-
zónesfuerte,eselmásperfectocorazón
dehombre,peroesuncorazónhumano,
igualalnuestro,quenopuederesistirhas-
ta el infinito, y que cede, como también
ceden a veces las vigas más sólidas ante
laviolenciadeunacatástrofe.
Este músculo esencial para la vida se
encuentradentrodedosrevestimientos;
unointernooendocardioyotro externo
oepicardio.Cuandolapresióndelasar-
teriasoprimefuertementealcorazón,éste
puedellegararendirse,cosabastantenor-
mal en un órgano ya desgastado, y en-
toncesseproduceelinfarto;opuedepro-
ducirse un principio de infarto, una per-
foración,comoundolorosocorte,abier-
to por el corazón en el endocardio, sin
afectar al epicardio. Entonces la sangre
invadeelespacioexistenteentreelmús-
culo mismo y el epicardio, y luego los
glóbulos rojos, más pesados, se deposi-
tan en la parte inferior, separándose del
suero.
Este hecho, sucedido hacia la media-
noche del Jueves, se hace visible en la
tardedeldía,porlapuntaovalycortante
de la lanza clavada en su costado, que-
dando su huella también en la Sábana.
Cuando el soldado hunde la lanza en el
pecho de Cristo, a la altura del corazón,
enseguidasale«sangreyagua»,deloque
datestimonioJuan,queseencuentraallí
a su lado.
Loscolegasactualesdelmédico-evan-
gelistaLucashablandehidropericardio
deorigenagónico,aunquehayotrosex-
pertosqueprefierenatribuirelorigendel
líquidoqueacompañólasalidadelasan-
greacausastraumáticasexternas,como
los golpes que Jesús recibió en la casa
13P. Raimondo Sorgia, O.P.
de Caifás y después en el pretorio, con
todalaviolenciadelosflageladores,enel
pecho y la espalda; para ellos sería una
pericarditissueral.
Quizás una causa no excluya necesa-
riamentelaotra,sinoquelasdoshipóte-
sispodríancomplementarse.Laflagela-
ciónhadejadosushuellasmuyevidentes
en la Sábana fúnebre, pero las de
Getsemaní son aún más profundas: Je-
sús ha agonizado de dolor, ha estado a
puntodemorirdepena.¡Cuántaverdad
encierran estas palabras, bien utilizadas
por nuestros ancianos, que no conocían
eltérmino,perosílarealidaddelinfarto!
Lostrestestigos,privilegiadosyentu-
siastas en la Transfiguración, no han lo-
gradosermásquetestigossomnolientos
del drama doloroso vivido en la soledad
por el Maestro. Envueltos en sus capas
al estilo oriental, sobre el suelo o con la
espalda apoyada en el tronco de un ár-
bol, oyen: «Padre mío, si es que debo
beber este cáliz, que se haga tu volun-
tad». Jesús ha decidido que lo beberá
hastalaúltimagota,hastaelCalvario.Y
esaverdad,momentáneamenteoculta,se
estampa luego en la Sábana, signo de
un amor demasiado grande como para
ser comprendido por completo.
Jesús tendrá que luchar ahora con to-
das sus fuerzas para sobrevivir un poco
más; le faltan 15 ó 16 horas, intermina-
bles, para sufrir el tormento al que está
destinada su pobre carne. Espera a Ju-
das,queestávolviendo.Enunmomento
el olivar se encuentra lleno de gente ar-
mada y agitada. Judas le dice: «¡Salud,
Rabbí!». Y el Maestro le responde:
«Amigo, ¿a qué vienes?». Los soldados
sabenquetienenquecapturaraunhom-
bre por encargo de los empleados del
servicio de orden del Templo. Son las
dos más o menos de la noche. Ha empe-
zadoelprimerViernesSanto.
Con las manos atadas con una cuerda,
entreempujonesyconunescándaloque
despierta a los habitantes, Jesús es con-
ducido arriba, a la Ciudad Alta, por la
mismacallequerecorrióhacepocasho-
ras. En el Palacio de Caifás, tan sólo a
unoscientosdemetrosdelCenáculo,ha
sidoconvocadaconurgenciaunareunión
extraordinariadetodoslosresponsables.
Muchosdelosdirigentesnosehanidoa
dormir, esperando la hora. Aquel incó-
modo personaje venido de Galilea para
turbarsutranquilidadfinalmenteestáen
susmanos;ciertamentenolodejaránes-
capar.Lasentenciahasidopronunciada
hacemeses;establecido tambiéneltipo
deejecución,faltasóloundetalle:unpro-
ceso,unaaparienciadelegalidad,paraque-
darconlaconcienciaenpaz.Másaún,de-
ben pasar al procurador romano la res-
ponsabilidaddequeestehombredesapa-
rezcadeunavezdelacirculación.
La fase inicial del proceso de Jesús es
en casa de un ex-presidente que conser-
vatodavíaelpapeldedirigentetemidoe
indiscutible.Allí,duranteelinterrogato-
rio, uno de los guardias le golpea el ros-
troduramente,dejándolehuellasqueque-
dan registradas en la Sábana. Después
se dirigen en masa hacia el tribunal que
presideelsumosacerdoteCaifás;lostes-
tigos en contra del imputado no coinci-
denensusversionesdeloshechos.Bas-
taría una palabra comprometedora por
parte de Jesús, pero Él calla.
Calla mientras puede, hasta que le ha-
cenunapreguntaclave:«¡Ennombrede
14 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
Dios vivo, te conjuro a que nos digas si
tú eres de verdad el Mesías, el Cristo, el
HijodeDios!»Enesemomentonopue-
de callar; sus ojos hasta ahora bajos se
llenandeunaluzenlaquebrillalaternura
y el orgullo afectuoso hacia su Padre; y
fijándolosenelrostrodelinquisidor,res-
ponde: «tú lo has dicho», es decir, «así
es».
Llenosdeunarabiamásteatralquereal-
mentesentida,todosgritanqueelHom-
bre ha blasfemado, ha osado profanar el
nombre santo de Dios. «¡Ha blasfema-
do, lo habéis oído todos vosotros; ¿qué
decís?».Ysiguiendoelguión,comoins-
trumentos,lospresentesgritaron:«Tiene
que ser condenado a muerte».
Entonces,cuentaMateo,leescupieron
a la cara y empezaron a darle puñetazos
ybofetadas,porturnos.Comolehabían
vendado los ojos, podrían reírse de él:
«Ahora haz de profeta, Cristo, adivina
quién de nosotros te acaba de golpear».
Incluso a través de la venda más espesa,
hastaconlosojosbajosyllenosdelágri-
masJesússeríacapazderesponderasus
preguntas, pero ha decidido no respon-
der,dejarqueeljuegocontinúe.Ypreci-
samente porque Él se comporta serena-
mente,sinreaccionar,losgolpeslellue-
ven encima, cada vez más duros y vio-
lentos. Cada uno le deja su señal. En el
Evangelio se cuenta todo esto. También
en el evangelio según la Sábana.Así lo
describenlosexpertos:
En la frente, a la altura de la ceja dere-
cha, a un centímetro y medio más o menos
de la nariz, se observa una excoriación de 6
cm., atribuible a un violento bastonazo que
ha roto la piel contra el hueso delgado del
arco de la ceja. En la otra ceja se ve en cam-
bio una zona escoriativo-contusiva de 2,5
cm., producida por uno o varios puñetazos.
Hacia el centro del cartílago nasal se ob-
serva la señal circular de otro bastonazo,
dado con un palo más bien corto, similar al
testigo de los atletas de las carreras de re-
levos. El golpe fue dado por una persona
que se encontraba a su derecha y que tenía
el bastón en la mano izquierda. El diagnós-
tico es sencillo: rotura y desviación del ta-
bique nasal. O, siguiendo la segura guía del
profesor Judica-Cordiglia:
«en la mejilla izquierda, en el extremo
de la nariz y en el labio inferior se mues-
tran heridas de varias dimensiones, produ-
cidas por agentes contusivos. En la región
de la mandíbula, a la altura del surco naso-
labial, se puede apreciar, en medio de una
barba abundantemente bañada en sangre, una
notable hinchazón de esta zona» (G. Judica-
Cordiglia, L’uomo della Sindone è il Gesù
dei Vangeli? Chiari, BS, 1974, 64-66).
Sehaapuntadolahipótesisdequeese
hematoma no fuera producido por una
mano armada con un bastón o tabla de
madera,sinoporunafuertecaídadebru-
cescontraelsuelo,duranteelViacrucis.
El corazón, que ya se desbordaba de
amargura en el Huerto de los Olivos, si-
gue sufriendo otras penas casi sin parar:
elsufrimientoporlanegacióndePedro,
quejurayperjuranohaberconocidonun-
ca a aquél hombre; el sufrimiento por la
desesperacióndeJudas,peorquelamis-
matraición...
15P. Raimondo Sorgia, O.P.
4
La calle que lleva a la colina
Alalba,sinqueelimputadohayateni-
doniunsólomomentodetregua,segun-
do juicio.Ante el Sanedrín, las formali-
dadesyhumillacionessehacenmásrefi-
nadas. Después comienza el juicio últi-
mo,estavezenelPretorio,encuyasede
sesientaunaltomagistradoromano.
APilatos,claroestá,noleimportagran
cosaelasuntodeesteextrañoindividuo.
Almenosenprincipio,habiendovistotan-
ta gentuza: casi cada día, desde hace
años, han desfilado delante de él hom-
bres a quienes juzgar, y a los que casi
nuncahapodidoabsolver.Acusadoscon
lasetiquetasmásvariadas:eldelincuente
común,elladronzueloocasional,elinge-
nuo que se ha dejado engañar y se ha
pasado al bando equivocado, el idealis-
ta, el ladrón profesional, el terrorista, el
sicario,elanárquico,elenfermomental,
el agitador político, el hombre embrute-
cidoporelvicioolamiseriamaterial.Juz-
garles, condenarles, hacerles golpear o
azotar, matarles... son asuntos adminis-
trativos corrientes para el gobernador
PoncioPilatos,igualqueparacualquiera
de sus colegas.
Pero este hombre –Pilatos se ve obli-
gadoarepetírseloasímismoenvozbaja–
, este hombre es diferente de todos los
otros que ha conocido. Es cierto que no
es fácil reflexionar, ponderar con calma
la situación de este imputado, con una
serie de acusaciones que no se tienen en
pie, y menos teniendo enfrente aquella
gente que grita bajo las ventanas del
pretorio.Aún se le hace más difícil por-
que su mujer le ha mandado un recado:
«intentanocondenara estehombreino-
cente, ya que esta noche he sufrido mu-
cho en sueños por su causa».
¿Quiénpuedeser?¿Ysienverdadtie-
neelfavordelosdioses?Miedosupers-
ticioso. Se estremece al recordar otro
sueñotristementecélebre:eldeCalpurnia,
que en la mañana de los Idus de marzo
había aconsejado al César no ir al Sena-
do; en sueños lo había visto chorreando
sangre.Siente miedoalevidentechanta-
jeporpartedelosrepresentantesdelpue-
blo, si se atreve a desafiarlos. Podría te-
ner que volver a Roma escoltado para
acabar, como ahora este hombre, en el
banquillo de los acusados y después
quiénsabe.
Puedequehayatodavíaunaescapato-
ria.AlsaberqueJesúsprovienedelterri-
toriogobernadoporHerodes,Pilatosor-
dena que sea llevado ante él. Pero
Herodes se cansa pronto de este hom-
bre que no le divierte, como había espe-
rado.Hacequelerevistan,paraburlarse
de él, con una túnica principesca –¿no
dicequeesunreyenelexilio,elaspiran-
te al trono de un misterioso reino?– y se
desembaraza rápidamente de él,
reenviándolo,desilusionado,aPilatos.
Esprecisoqueésteintentejugarlaúlti-
macarta,yasílohace:«Estehombreno
ha hecho nada que merezca la muerte;
portanto,haréqueledenlatigazos,pero
después lo dejaré en libertad» ¡Ese «por
16 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
tanto» es una obra maestra de lógica!...
Elejecutor,escogidoentreloshombres
delatropamásrudosyrápidos,empuña
el terribleflagellum,unaespeciedeláti-
go con dos o más tiras de cuero. Mane-
jado con fuerza, llega silbando a Jesús y
leproduceprimerocardenalesdolorosos
y después surcos por toda la piel. Más
temible debía ser el flagrum, un látigo
perfeccionado, ya que en los extremos
sefijabanbolasdeplomoo,muchopeor,
huesecillosásperosyafiladoscomosíli-
ce; con cada golpe se rompe enseguida
el tejido, dejando su forma en la carne
viva. La flagelación judía debía mante-
nerse pordebajodelos40latigazosen to-
tal; la romana en cambio no preveía esa
norma.YJesús es torturado al modo ro-
mano, así que se pueden contar pacien-
temente,entrelashuellasdorsalesyfron-
tales,másde120llagasenelHombredela
sábana, que son el resumen de aquella
despiadadaflagelación.
No podemos olvidarnos de la corona-
ción de espinas, con un casco de ramas
de espino entrelazadas. Lo recuerda la
Sábana,conlosreguerosdesangre,mu-
chos en la parte superior de la nuca, y
uno, muy marcado, que impresiona en-
seguida a quien mira el rostro de Jesús,
casienlamitaddelafrente,aquelqueen
laSábanatienelaformacaracterísticade
un 3 al revés o, si se quiere, la forma de
unaépsilongriega.
Escasimediodía.Lamañanahapasa-
doenunmomento,almenosparaPilatos.
Presionado por una multitud nerviosa e
impaciente,que pone contra las cuerdas
al odiado procurador romano, éste em-
piezaaceder.Jesúsesempujadoalexte-
rior,aunpatioempedradodelafortaleza
Antoniana.Lluevenacusacionessobreel
juez romano, hirientes como latigazos:
«¡Siponesenlibertadaestehombreque
seproclamareynuestro,debessaberque
teconviertesencómplicesuyo!.¡Quien
pretendehacersepasarporreyesenemi-
go del emperador!».
Viendoquelamultitudpresionasobre
elcordóndeseguridad,amenazandocon
arrastraralosguardias,Pilatoshaceque
le traigan una vasija con agua. Lavadas
lasmanos,laslevantabienaltas,paraque
lasveantodos,ydice:«Yonomeconsi-
deroresponsabledesumuerte.¡Allávo-
sotros!». Y entrega a Jesús en sus ma-
nos. La farsa ha terminado. Empieza el
últimoactodeunatragediacadavezmás
cruel.
Corre la voz en un instante. Dentro de
poco sacarán a otros delincuentes, pue-
de ser que dos o tres. La ejecución será
en la colina del Gólgota; hay que correr
sisequiereocuparunpuestoenprimera
filaydisfrutardelespectáculo.Allíenla
explanada de la colina, estará ya planta-
do firmemente en el suelo el palo de la
cruz,elstipes,comolollamanlosroma-
nos. El condenado debía cargar encima
el brazo más corto, transversal, el pati-
bulum. Sólo éste pesaría al menos 50 ó
60 kilos. Para un hombre apenas salido
de una grave crisis de infarto cardíaco y
que ha pasado doce horas seguidas de
ininterrumpidatortura,aunqueseajoven
y de constitución sana, aquel tronco de
árbolpesaríacomounamontaña.Quién
sabe cuánto le costaría dar un paso. Se-
guramente no sería un tronco bien cepi-
llado, sino rugoso, cortado de cualquier
manera, quizás lleno de resina, con res-
tos de corteza y grandes astillas, en un
trabajoacabadoapresuradamente.
17P. Raimondo Sorgia, O.P.
Elpatibulumcaesobreelmúsculoen-
treelcuelloylaespalda,dejandosusmar-
casenlaSábana,comodescribenlosex-
pertos:
«En el hombro derecho –el lado derecho
se corresponde con el izquierdo en el po-
sitivo fotográfico, esto es, en la imagen de
cómo sería en realidad Jesús– se nota una
amplia zona escoriada y contusionada más
o menos cuadrangular, dispuesta un poco
oblícuamente de arriba hacia abajo y des-
de el exterior al interior, cuyo eje mayor,
en sentido longitudinal, mide 10 x 9 cm.
En la región escapular izquierda se consta-
ta otra zona que presenta las mismas carac-
terísticas. Examinadas las dos zonas aten-
tamente, demuestran que sobre ellas ha pre-
sionado un instrumento rugoso, de gran
peso, móvil, de un grosor de unos 14 cm.,
que ha aplastado, deformado y reabierto las
lesiones causadas por el flagrum, ocasio-
nando otras, incluso atravesando las vesti-
duras.
«Este conjunto traumático, contusivo-
escoriativo, lleva a pensar que haya sido
causado por el palo transversal de la cruz,
que el condenado sostenía con las dos ma-
nos en la zona escapular, sobre los hom-
bros, en el trayecto hacia el lugar del supli-
cio. El madero cargado por Cristo era un
palo basto, que él sostenía oblicuamente
sobre la espalda, como hemos dicho, y que
con cada caída, resbalaba hiriendo y dañan-
do la piel con su peso y rugosidad, más en
la región derecha que en la izquierda» (Judi-
ca-Cordiglia, op. cit. 68-69).
Se ha apuntado la hipótesis de que al-
guna caída no fuera casual. Es bastante
probable que los condenados a muerte,
generalmentepocoresignados,comoen
cambioaparecíaJesús,fueranatadospor
seguridad con una cuerda en las muñe-
cas o en los tobillos. Bastaba un simple
empujóncuandoelpobrehombreinten-
taba mantener el equilibrio precario del
cuerpo que sostenía el patibulum, entre
pasoypaso,paradesequilibrarlodeltodo
yhacerlocaerdebrucesatierra,entrelas
risas del populacho. Ricci lo ha demos-
tradoconsusexperimentosydocumen-
taciónfotográfica,quedannuevaluzpara
laconfirmacióndeesahipótesisyfacili-
tan la interpretación de cada una de las
palabras escritas con sangre sobre la
Sábana.
Lamiradaatentadelexpertosefijatam-
bién en las grandes manchas que se ven
a la altura de las rodillas. Aparece más
contusionada la derecha, como si se hu-
bieranacumuladovariasheridasunaso-
breotra.Estasmanchasparecendemos-
trarquelasrodillasdelHombredelaSá-
bana
«sufrieron la acción discontinua de un
agente escoriante y lesivo, como pudo ser
un terreno accidentado, una calle no lisa,
contra la superficie cutánea convexa, so-
bre la cual la acción lesiva fue atenuada por
la interposición de una protección blanda,
como la tela de su vestidura» (Judica-Cor-
diglia, op. cit. 69-70)
Con otras palabras, Jesús habría caí-
do varias veces, y como sostiene la de-
voción popular, unas sobre una rodilla,
otras sobre la otra, y a veces sobre las
dos, de golpe, mientras que, con las ma-
nos ocupadas en sostener el pesado pa-
tíbulo, subía penosamente la ligera pen-
dientequeloconducíaalCalvario.Pare-
ce confirmarlo, en el rostro del hombre
de la Sábana, el gran golpe que se en-
cuentraenlabasedelmentón.
Para que el espectáculo sea más com-
pleto y divertido –demasiado serio, de-
masiadoresignadoesteJesúsdeGalilea–
dos bandidos, cogidos por la policía
después de un robo con asesinato, van
18 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
subiendo también con el patibulum a
hombros,porlacuesta.Vanatadosentre
sí, en fila, como pueden. Jesús parece
verdaderamente la sombra de sí mismo.
Debesostenerlosuenormefuerzadevo-
luntad. O algo más, como su gran amor.
Preocupados sobre todo por si se les
muere a mitad de camino, los organiza-
dores deciden auxiliarle mientras hay
tiempo.Unaojeadaalrededor,buscando
alguienapropiado,yencuentranaunagri-
cultor, el Cireneo, que viene del campo
porunacallejuela.Cogidoporsorpresa,
es obligado a cargar con el patibulum
de Jesús, y será famoso, no tanto por su
ciudaddeorigen,comoporaquelencuen-
tro cerca del Calvario. Unos pocos mi-
nutos de descanso. Entre el sudor y los
surcos de sangre que le caen sobre los
ojos, Jesús busca la cima de la colina,
sabiendo que sólo allí podrá descansar
finalmente.
Entre la muchedumbre hay quien ob-
serva pensativo, hay quien es capaz de
mostrar todavía un poco de compasión,
SedicequeestabalaMadre,muchasmu-
jeres,muchosbeneficiadosotestigosde
sus milagros. Pero ahora todo parece
irreal, y nadie podría parar ya el movi-
miento inexorable de aquel engranaje.
Unos pocos pasos más –pero ¡cuánto
cuestan!– yJesúshabrállegadoalacima.
Los tres palos están clavados en el te-
rreno. Uno tras otro –puede que Jesús el
último, ya que se trata del más famoso
de los tres–, los condenados serán tira-
dos al suelo, con los hombros sobre el
patibulumquehanllevado.Gritansupli-
cando,llenosdeterror.Elhombrellama-
do Jesús sigue siendo distinto. Segura-
mentesetenderíaespontáneamente,yen
vez de cerrar la palma de la mano apre-
tándolaconvulsivamente,lapresentaría
dócilmente. Con un poco de experien-
cia, al verdugo le basta palpar en la base
de la mano, donde se nota un pequeño
agujero, para saber que ese es el punto
justo.Allí va metida la punta del grueso
clavo de carpintero. Es el agujero de
Destot, el único espacio libre entre los
pequeñosyabundanteshuesosdelcarpo.
Sóloporallípuedepasarelclavosinrom-
perlos.
Alguienhabíaprevistotambiénestede-
talle.Naturalmentequeelverdugonosabe
nada, él sólo hace su trabajo del modo
másrápidoyrazonableposible.Sinem-
bargo,Alguien –el mismo que había es-
tablecido que no se rompieran los hue-
sosdelcorderodurantelacenapascual–
parece haber pensado también en esto.
Era el único modo de no fragmentar los
huesos de la mano de Aquel a quien el
amorhabíatransformadoenelchivoex-
piatorio de la humanidad, en el Cordero
de Dios llamado a cargar sobre sí los
pecadosdelmundo;enelCristoqueaho-
ra va a ser clavado en la cruz. Sólo un
espacio libre. La Sábana lo sabe.
Empujadoporunmartillopesadogol-
peado con fuerza, el clavo traspasa con
facilidadtodoelgrosordelamano,unién-
dolaaltravesañodemadera.Elclavono
era de sección circular, sino cuadrangu-
lar, como los usados por los carpinteros
paralosentarimados.Esfácildecir:«ima-
gínate qué dolor», pero un espasmo de
dolorsemejantesólopuedecomprenderlo
quienlopasa.Además,nofueelúniconi
elmayorsufrimiento.Teniendoencuen-
ta las conclusiones que derivan de una
atenta lectura de la Sábana, si en la
19P. Raimondo Sorgia, O.P.
manoizquierdalacrucifixiónnopresen-
tó problemas técnicos, en la otra mano
parece que, por ser el clavo más grueso
omenosafilado,nopenetróalprimerin-
tento, sino que tuvo que ser clavado y
extraídovariasvecesantesdequealcan-
zara el patibulum.
El doctor Judica-Cordiglia, que hace
notarestedetalle,explicatambiénlaac-
cióndelclavo:
«al traspasar el carpo, no sólo cortó el
nervio mediano, sino que con sus esquinas
afiladas seccionó los nervios de los mús-
culos flexores de los dedos» (Op. cit. 75-
76).
Lalesióndelnerviomediano,extrema-
damente dolorosa, hace que el pulgar se
pliegueautomáticamentehacialapalma
de la mano herida. Ese es el motivo por
el cual en la imagen de la Sábana apare-
cen solamente cuatro dedos en las ma-
nos.
Finalmente, el último condenado, el
mansoysilenciosocondenadoamuerte,
conlosbrazosyaclavadosalpatibulum,
esalzadoenelstipes.Allíquedasuspen-
didounosmomentosconelcuerposuel-
to. Vuelvo a decir que apenas podemos
imaginarnossemejantedolor,aqueldo-
lor. Faltan por clavar los pies, que están
más o menos a un metro del suelo. Nue-
vatorturaquesereservaalosmiembros
inferiores,alintentarfijarlaplantadelpie
alpalovertical.Estosóloesposibleapre-
tando con fuerza sobre el pie mismo, de
modoquetodalapierna,yespecialmen-
telarodilla,vienenforzadasadoblarse,y
el cuerpo del crucificado desciende de
eselado.Elsoportequecasisiempreve-
mos sostener los pies en los Crucifijos
es un piadoso invento del artista que in-
terpreta la compasión popular; ese so-
porte de madera no existió en realidad.
Mientras tanto, es objeto de discusión si
los pies fueron fijados al larguero sólo
con un clavo o con dos –Ricci no está
de acuerdo con Judica-Cordiglia, mien-
trasquelaimagentridimensionalparece
confirmar que los pies fueron clavados
al madero con un sólo clavo–. También
son distintas las interpretaciones del he-
chodequelaimagendelaSábanamues-
treelhombroderechonotablementeba-
jado.¿Fueacausadelpesadopatibulum
transportado hasta el Gólgota o por una
violentatorceduradelapierna?
De todos modos, una cosa es cierta,
queelagujerodeDestotesprovidencial:
pensándolo bien, era prácticamente im-
posible que un clavo puesto en la palma
delamano,enelmetacarpo,pudiesesos-
tener un cuerpo suspendido, que en el
caso de Cristo debía pesar unos 80 ki-
los; un cálculo matemático dirá que en
cadabrazoveníaejercitadaunafuerzade
tracción de 95 kilos. El cirujano doctor
Barbethahechodecenasdeexperimen-
tos en este sentido, confirmando que si
se clavara un cuerpo en el centro de la
mano,seproduciríanenellarápidamen-
tedesgarramientosverticales,precipitán-
dose al suelo.
20 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
5
Morir en una tarde de abril
Eshumanamenteimposibleanalizarel
abismo de dolor dentro del cual pasó
Cristo las últimas tres horas de su exis-
tenciamortal.Entandificilpostura,entre
convulsiones,conlos músculoscadavez
más debilitadosyllenodedolorososca-
lambres,hastalamáselementaldenues-
trasfunciones,laderespirar,esunautén-
ticosuplicio.Larespiracióncortayfati-
gadasóloconsigueintroducirunacanti-
dad mínima de oxígeno en los pulmo-
nes, en los que se ha concentrado un ni-
velintolerabledeanhídridocarbónicoy
comoconsecuenciadeellolasangreestá
saturada de toxinas. En tales condicio-
nes,sucorazón,anteriormentesometido
aunaduraprueba, nopuederesistirmás
y cede de repente. «Y de nuevo –escri-
benlosevangelistas–dandounfuertegri-
to, Jesús dice: “Padre, en tus manos en-
tregomiespíritu”.Ydichoesto,inclinan-
do la cabeza, expiró».
Lamedicinahainvestigadolascausas
físicasdeaquellamuerte.DallaNorare-
sumedeestamaneralasdistintasopinio-
nes:
«Según algunos médicos, se debería a los
calambres tectánicos. A causa de éstos, los
músculos respiratorios, al estar siempre
tensos con la espiración, producen la as-
fixia. Esto explicaría que en la imagen de
la Sábana Santa, el pecho está notablemen-
te levantado, en detrimento de la cavidad
peritoneal, hundida a causa de la convexi-
dad del diafragma. Para otros, el Señor mu-
rió debido a un colapso ortostático, es de-
cir, por la caída de la sangre a las extremi-
dades inferiores por efecto de la gravedad,
porque el corazón no podía dar la presión
suficiente. Otros consideran que el Señor
murió de infarto de miocardio; la hipóte-
sis, del médico ingles Stroud, del siglo pa-
sado, es compartida por algún médico mo-
derno [Ricci]» (G. Dalla Nora, op. cit. 34).
Con la más absoluta certeza podemos
afirmar que el Hombre de la Sábana no
sólo estaba clínicamente muerto, sino
que, si se puede decir, había sido herido
como para morir más de una vez.
Ricci, describiendo las investigaciones
experimentales escribe precisamente que
«en estos casos, la sangre hinchaba la bol-
sa pericárdica de modo que anulaba el es-
pacio pléurico, y cuando con el bisturí se
abría el pericardio, la sangre aparecía ya
separada en dos elementos: arriba el plas-
ma, que por peso especifico flotaba enci-
ma, y debajo el elemento corpusculado de
la sedimentación –incluso después de una
hora–. De aquí la hipótesis del médico in-
glés William Stroud de la muerte de Jesús
por una fractura del corazón.
«Clínicamente, esta hipótesis explicaría
la salida inmediata y diferenciada de san-
gre y agua de la que nos habla San Juan. En
algunos casos bien diagnosticados, en el
momento de morir, a causa de la fractura
del corazón, el moribundo daba algunos gri-
tos y después de uno o dos minutos, venía
la muerte. En el caso de Jesús, su muerte
fue precedida por un gran grito, después
inclinó la cabeza y rindió el espíritu. Este
gran grito, inconciliable con el estado de
asfixia, puede coincidir con la fractura del
corazón, mientras que la inclinación de la
21P. Raimondo Sorgia, O.P.
cabeza sugiere un estado de momentáneo
alzamiento de todo el cuerpo, como con-
firma el estudio geométrico de la Sábana
Santa. Si la lanza hubiese golpeado un co-
razón intacto, la sangre se habría mezclado
con el agua del pericardio, inundando el
espacio pléurico, para salir después –y no
ciertamente “al punto”, como dice San
Juan– por el costado abierto. En cambio,
en la Sábana Santa, la salida de sangre y agua
separadas está bien documentada y se pre-
senta como un conjunto de manchas san-
guíneas de intensa coloración, circundadas
como de aureolas por el derramamiento fi-
nal del liquido sueroso» (G. Ricci, L’Uomo
della Sindone è Gesù?, Cammino, Milano
1985, 59-60).
Aestahipótesisyanoshabíamosrefe-
rido, y, una vez más, la Sábana Santa
dice su palabra. Al morir, apenas el tó-
rax es desgarrado por el golpe de la lan-
za, (una herida de 5’5 cm de largo al ni-
veldelquinto-sextoespaciointercostal),
saleinmediatamentesangreyagua.Que-
dan todavía como objeto de discusión
lasvariastesisacercadelorigendelsue-
ro observado por Juan –¿sudor peri-
cárdico,hidropericardia,pericardiasue-
rosa, líquido inflamatorio de naturaleza
pléurica?– Locierto es que la presencia
de aquel agua, es indiscutible en la Sá-
bana, y que ha diluido la densa masa de
sangre salida de la llaga del costado,
difuminandolosbordes.
Hace algunas horas que el sol se ha
escondidodetrásdelasnubesdensasque
oscurecenelcielo,yseencontraráyacer-
cadelalíneadelhorizonte.Faltarápoco
para las seis de la tarde, y los escasos
testigoscristianosdeaquélincreíbledra-
ma que han permanecido cerca del Cru-
cificado,semuevensóloatendiendoala
invitaciónapremiantedeNicodemoyde
José deArimatea. Los dos tienen razón:
hay que darse prisa, porque las trompe-
tasdeplataquetocanenlaexplanadadel
templonotardaránenrepetirenelvalleel
avisodequecomienzael séptimodía,es
decir el día consagrado al reposo sabá-
tico.Altercersonido,cualquieractividad
laboral,incluidalasepulturadeuncadá-
ver,tendráquecesar.
Obtenido el permiso, se procede dili-
gentemente a separar de la Cruz el cuer-
po inerte de Jesús. Se le lleva en brazos
delante de la tumba nueva que José ha-
bía hecho excavar para él en las cerca-
nías del Calvario. No hay tiempo en ab-
soluto para lavar el cadáver, reducido a
una llaga, y completamente empastado
de grumos de sangre y polvo. Mientras
que José va corriendo a comprar al arte-
sano más próximo una sábana, regresa
Nicodemocargadoconcienlibras–trein-
ta kilos abundantes– de una mezcla de
aromas.
Después, encima de una gran losa de
roca, en el interior del sepulcro, extien-
den la Sábana y esparcen una capa de
polvosresinososyaromáticos.Después
apoyanlosrestosmortales,quesontam-
biéncuidadosamentecubiertosdemirra
y áloe. La parte superior de la Sábana se
dobla,siguiendolacostumbrehebráica,
sobre la cabeza, el rostro y después ha-
ciaabajoatodololargodelcuerpo,has-
ta los pies de Jesús.
Algunodelospresentes,enatencióna
unaantiguatradiciónmedio-oriental,de-
posita dos monedas en los párpados. De
nuevolaSábananosrevelaestepequeño
secreto:apareceencimadelospárpados
cerrados la huella de las dos monedas.
Los últimos estudios realizados revelan
22 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
quesetratademonedasacuñadaspreci-
samente en tiempos del procurador ro-
mano que ha instruido el proceso a Je-
sús. Un elemento más a favor de la au-
tenticidaddelaSábanaSantadeTurín.
Acontinuaciónrealizanunvendajela-
teralenespiral,mediantetirasdetela,lo
que permite que el tejido se adhiera me-
jor a los restos mortales, y envuelven la
cabeza con un sudarium anudado de-
trásdelanuca.Tambiénesparcenelres-
to de los aromas por el sepulcro.
Un último saludo, con los ojos llenos
delágrimas.Yfinalmente,empujadapor
los brazos robustos de los hombres, la
gruesapiedracircularruedadentrodesu
hendidura,sellandolatumba.Pocodes-
pués,porordendelaautoridad,seráase-
gurada mejor a la roca con fuertes
fijacionesdehierro.
Regresan a casa rápidamente, porque
yaesnocheentrada.Durantetodoeldía,
el viento del este, el hamsin o siroco no
ha dejado de soplar, plegando la hierba
alta de los prados, los campos cultiva-
dos de trigo y avena y moviendo ligera-
mente las ramas de los grandes árboles
enplenafloración.Así,juntoalasnube-
cillas de arena fina y rosácea se mezcla
otro polvo impalpable y perfumado, el
de cien variedades de polen. El viento
los transporta por el aire en torbellinos
breveseirregulares.Seposanenelsuelo
por unos momentos y vuelven a volar.
Una parte desciende sobre la superficie
ondulada del Jordan y sobre las claras
aguasdel LagoTiberíades.Lentamente,
milesdegranosdepolenyarenaconfun-
didos entre sí se hundirán hasta deposi-
tarse en el fondo.
Puedeparecerundetallecuriosoyalo
mejorfueradelugarestahistoriadelpo-
len,quehaperfumadoeinvadidoelaire,
como cada primavera, en aquellos días
de abril del año 30 d. C. Lo han respira-
do todos los participantes al proceso, a
lacondenayalaejecución.Sehainfiltra-
do por todas partes, en los pliegues, en
las fibras del tejido de lino que José ha
llevado hace poco al sepulcro. En esta
historiaúnicaymaravillosa,todopuede
tener y tiene su importancia. Puede ser
queunagranimportancia.
6
El encuentro con la vida
¿Que sucedió hace millones de años,
en el momento preciso en que la omni-
potente voz del Eterno llamó de la nada
al Universo? Hasta los más expertos es-
pecialistas en los grandes cálculos con-
fiesan no saber cómo describir aquel
instante.Amenosquesehaganovelaen
vezdeciencia.
Y ¿qué sucedió hace dos mil años, al
final de la noche entre el sábado y el do-
mingo de Pascua? El hecho es conoci-
do: un crucificado, inerte y frío, muerto
hace más de un día, estrechamente en-
vuelto en una sábana, como cualquier
otrocadáverdeunpalestinoquehubiera
recibidosepultura,enunmomentosere-
23P. Raimondo Sorgia, O.P.
animayrevive.Desdeaquélprecisoins-
tante Cristo será el Resucitado. Ahora
bien,¿quiensinoelmismoHombre-Dios,
que pudo morir, pero no ser sometido
parasiemprealpoderdelamuerte,quién
sinoElpodríacontarnosdesdedentroel
más increíble de sus milagros? ¿Quién
puede hacer la crónica de lo que, bien
entendido,debellamarselaresurrección
de sí mismo?
Poresonuestraspalabraspareceránel
balbuceodeunniño,puesyaelmisterio
deunacélulaviva,quepalpitayserepro-
duce, constituye un espectáculo impre-
sionante.Podemosintentarimaginarnos
lo que sucedió; pero al final, tendremos
que admitir que nos hemos quedado en
lasuperficie,mientrasquelapotenciadi-
vina actuó en las profundidades del Ser
y dispuso según su voluntad de las más
complejaseinmutablesleyesdelanatu-
raleza.Solonosayudanelinsuficientere-
lato evangélico y la reflexión sobre las
obras de Dios, es decir, la teología cris-
tiana.
En primer lugar, hay que afirmar que
Jesús,trágicaeirreversiblementeacaba-
docomohombre,seguíasiendoelHom-
bre-Dios. El alma se había separado del
cuerpo, ya que El, inclinando la cabeza,
había gritado: «¡Padre te confío mi
vida!». La suya había sido una muerte
clínica en el más estricto sentido de la
palabra,confirmadatambiénconelgol-
pedelalanzaquepenetróhastaelfondo
del corazón. Pero la divinidad –su ser
Dios–queproveníaaCristodelaperso-
na del Verbo, no se resintió, no podía
resentirsedeningúnmodoporaqueldra-
ma.Durantelaespera,cargadadelmiste-
rio más grande de la historia humana, la
persona del Verbo se mantuvo íntima-
mente en contacto con aquel cuerpo in-
animado encerrado en la Sábana Santa,
incluso siendo cuerpo y alma separados
entre sí.
Dado que estamos tocando las cotas
más elevadas de la teología, es más que
normal que a veces parezca desfallecer
nuestra mente. La persona de Cristo es
una persona eterna. Es el Verbo eterno;
así que no se podía disolver ni siquiera
cuando no había unión del alma con el
cuerpo de Jesús.
Intentaré explicarlo con las palabras de
un sabio teólogo americano, W. Farrell: «es
cierto, sin duda, que durante aquellos días
Cristo estuvo realmente muerto; es decir,
ya no era un hombre, porque un hombre no
es ni sólo un alma ni sólo un cuerpo, sino
un compuesto de las dos cosas. Y tal com-
puesto se había disuelto. El cuerpo muerto
de Cristo era un cuerpo sin alma, pero por
lo demás era exactamente el mismo de an-
tes, todavía en posesión de la misma Per-
sona, todavía unido a la Divinidad mediante
aquella persona» (Guida alla Somma teo-
logica, Alba 1958, vol II, 504).
LapersonadelHijodeDios–inmortal
como el Padre– conservaba plenamente
el dominio del alma y del cuerpo de Je-
sús de Nazareth mediante los cuales ha-
bíavividohastaayersuespléndidaydo-
lorosa experiencia humana. Podía resu-
citarse a sí mismo de los muertos, ape-
nas quisiera. Y Cristo resucita. Porque
CristoeraDios.
¿CómoapareciósobrelaSábanalaima-
gen de Cristo? Cuando Cristo resucita
en su cuerpo terrestre espiritualizado, y
abandona la Sábana sobre la tumba, las
huellasenellasonyaunhecho.LaSába-
na Santa es en este momento un verda-
dero y exacto negativo, único en su es-
pecie, que revelará su precioso secreto
24 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
soloalfinaldelsigloXIX,enellaborato-
riofotográficodelabogadoPia.
Podemos preguntarnos:¿sefijóaque-
lla imaginaron en un lento proceso que
duróunastreintayseishoras?¿Segrabó
enunafraccióndesegundo,enelmismo
instante en el que el cuerpo del Señor se
reanimó? ¿O, tercera hipótesis, la sabia
omnipotenciadeDiossesirviódelosdos
modos o de otros sistemas que no llega-
mos a adivinar? La ciencia hasta hoy se
limitaaesto:proponehipótesiseintenta
verificarlasenellaboratorio,ypiensoque
nunca podrá ofrecernos más. Entre los
elementos que tiene a su disposición o
delosquepodrádisponerenelfuturo,le
faltaráuno,indispensable,queestuvopre-
senteyfuedeterminanteentonces:lain-
tervenciónpersonaldeDios.¿Quiénpo-
drá como El utilizar los secretos miste-
riosos delanaturalezaqueElmismoha
ideado y creado?
Y, volviendo a las hipótesis: ¿La im-
presión en la tela se verificó como una
escritura por un proceso vaporigráfico
debido al efecto oxidante de los gases
amoniacales que exhalaba el cuerpo del
crucificado? En el estado actual de las
investigaciones, hay pocos pareceres a
favordeestaexplicación.
¿Puedeserquelaaparicióneneltejido
de la Sábana de una especie de calco de
lafigurahumanaqueenvolvíasedebiera
a la cualidad hemolítica del áloe y de la
mirra sobre la sangre de Jesús, coagula-
da y extendida por toda la superficie del
cadáver?Parecenmásnumerosaslaspro-
babilidadesafavordeestaclásicatesis.
Así, Ricci habla de que «la Sábana puede
considerarse una prueba del fenómeno de
fibrinolisis. De hecho, cuando esto suce-
de, sigue leyes precisas, acordes con el
tiempo de contacto, de modo que si no lle-
ga a 10 el número de horas, no se imprime
el calco sobre la tela, o se hace de forma
rudimentaria, mientras que si se supera ese
número de horas, los regueros de sangre
emborronan la tela por excesivo ablanda-
miento de la fibrina» (Op. cit., 84-85). Re-
fiere asimismo una afirmación del doctor
Black, según la cual el fenómeno de la fi-
brinolisis es hoy bastante conocido y estu-
diado, en sujetos expuestos a un stress
salvaje.
¿O en cambio, hipótesis más atrevida
y–comosehadicho–allímitedelacien-
cia-ficción,laclaveestaríaíntimamente
conectada a los misteriosos rayos
mitogenéticosdeGurwitsch,originados
por la actividad normal de los tejidos
orgánicos y capaces de ser proyectados
en el ambiente circundante –en nuestro
caso, la Sábana adherida al cuerpo de
Jesús– en forma de radiaciones secun-
dariasresiduales? Estoequivaldríaade-
cir que el influjo sobrenatural del Verbo
sobre los restos mortales de Jesús no se
limitó a parar el proceso de descompo-
sición,sinoquehabríainclusopotencia-
do la fuente de radiación, hasta conse-
guirregistrarenlaSábana,conunaobje-
tividad fotográfica, el perfil de Cristo y
cadadetalledesumartirio.
Tendremos entonces que trasladar el
tiempodeformacióndelashuellasalmo-
mentoenquesereúnenelalmayelcuer-
po de Cristo pensando, pues, que el
Hombre de la Sábana Santa nos dejó su
retrato,casicomomedianteunflashpro-
digioso,alreanudarsuactividadcardio-
vascular y respiratoria; es decir, exacta-
mente en el instante en que resucitaba.
Así, el doctor Jumper se declara favora-
ble a la tesis de un relámpago de radia-
25P. Raimondo Sorgia, O.P.
ciones como causa inmediata de la ima-
gen. Radiaciones fotoquímicas, no ne-
cesariamenteacompañadasdecalorode
explosióndeenergía.
Sehanaventuradotambiénteoríasso-
brealgunaradiacióntérmicacomocausa
instrumentaldelashuellasdelaSábana,
algo así como una incandescencia par-
cialmenteanálogaalfuegoporsusefec-
tos.
Una cosa es segura. Que en la hora
preestablecida,objetodeunaprofecíare-
petida varias veces, Cristo se dispone a
volver en medio de los vivos, con pleni-
tud absouta de vida. Y su cuerpo, en el
que quiere conservar al menos las cica-
trices mayores de su martirio, vuelve a
palpitarenlasoledaddelsepulcro.Esun
cuerpoglorificado,un auténticocuerpo
humano, es más, el mismo recibido de
su madre, pero totalmente lleno de vida
divina,quedisponeahoradecualidades
extraordinarias. ¿No entrará dentro de
poco en el Cenáculo, aunque todas las
puertasesténcerradascuidadosamente?
Afuera, a dos pasos, separados de Él
sólo por un muro corredizo, los solda-
dos dormitan, convencidos de estar ha-
ciendo la guardia a un cadáver ya en es-
tadodeputrefacción.Nadiesospechalo
quesucedeenelinteriordelatumba,don-
de ha sido sellado el cuerpo de Jesús de
Nazareth.Dehecho,enlaciudadalta,los
enemigosdescansan;finalmente,susde-
seos más profundos se han cumplido.
Los mismos amigos del Maestro no sa-
ben nada; tampoco aquellas discípulas
quequizáshanpasadolanochevelando,
en espera de que surja el sol. Dentro de
pocobajaránsilenciosasporlascallesque
conducen a la colina de enfrente, a con-
cluirunritualdesepulturaquehaqueda-
do incompleto...
Unmomentodespués,unterremotoque
parecetenerelepicentroenaquelsepul-
croaterrorizayponeenfugaalapatrulla
encargadadelavigilancia.
«Jesús recupera la vida y, libre de las le-
yes naturales, atraviesa, invisible para to-
dos, la roca rosa con vetas blancas del más
glorioso sepulcro de la historia» (G. Ricci,
op. cit. 83).
Más resplandeciente de luz, y más
transfigurado que en el Monte Tabor,
paraaseguraralmundosuvictoria.Aho-
ra,unahumildeycomúnsábana,queya
sería una preciosa reliquia sólo por ha-
ber acogido entre sus pliegues el cuerpo
mortaldelHombre-Dios,sehaconverti-
do en la Sábana Santa. Las huellas que
elResucitadoparecehaberdejadointen-
cionadamente,sonlafotografíadeaque-
lloqueÉlyahabíadichoconnotablean-
ticipo sobre sí mismo: «Tomad nota de
todo lo que os digo. El Hijo del hombre
–el que os habla– será abandonado a las
manos de los enemigos que lo matarán,
pero después de su muerte, resucitará al
tercer día».
La presencia real de Cristo Eucaristía
en medio de nosotros y en nosotros está
garantizada por la fe en la narración de
losevangelios.LaSábanaofrecealevan-
geliomismoyalafeenelevangeliouna
garantíamás,unagarantíamáxima,enla
medida en que se demuestre que es au-
téntica. Si la fe es un don sobrenatural,
queasientealoimpalpable,aunsosteni-
dapormotivosnaturalesdecredibilidad,
la Sábana Santa es hoy y seguramente
serámásenelfuturo,undocumentocon-
creto,tangibleydisponibleparaefectuar
26 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
sobreélcuantosexperimentossequiera,
sobre la real humanidad de Cristo.
Losviejísimosyretorcidosolivosque
todavía hoy pueden verse enraizados en
las tierras de Getsemaní son documen-
tos del paisaje existente en el tiempo en
que Jesús predicaba la Buena Nueva.
Hace dos mil años que están a punto de
secarsecompletamente,perohanrevivi-
do siempre gracias a alguna yema, a al-
gúnbrotequecadaañosehaidoabrien-
do paso en la corteza casi petrificada.
Jesús vio estos olivos, y ellos le vierona
Él. Pero su testimonio es muy limitado,
porque no son personas. El testimonio
que los cristianos dan de Jesucristo es
muchomáselocuentequeelreservadoa
los viejos olivos de Getsemaní; nuestra
feessustancialmenteidénticaaladelos
primeroscristianos,aunquehayallegado
hasta nosotros a través de cien genera-
cionesintermedias,loquehacedenoso-
trostestigoscualificados,aunqueindirec-
tos, de la historia de Jesús.
La Sábana Santa, en cambio, tiene
un papel exclusivo, una importancia y
una misión absolutamente única. Si se
demuestraqueesauténtica,seránosólo
lamásesplendidareliquiaexistenteenel
mundo,sinoalgoinfinitamenteimportante:
serálagarantíavisible,tangible,inataca-
ble, de que el Verbo de Dios –descendi-
dodelCieloparalasalvacióndeloshom-
bres,encarnadoenelvientredelaVirgen
MaríaporobradelEspírituSanto,como
recitamos en el Credo– se ha hecho ver-
daderamenteunodenosotros,enelhom-
brellamadoJesús.Ydequetuvolafiso-
nomía psicológica y moral que aparece
enlaatentalecturadelosevangelios,los
rasgos que aparecen en el autorretrato
de la Sábana. Y de que fue crucificado
por nosotros bajo Poncio Pilatos, y fue
sepultado con esta Sábana Santa, y fue
resucitadoyascendidoal Cielo,sentán-
dosealaderechadelPadre,cumpliendo
asíloquepreanunciaronlosprofetas,las
promesas de Dios, los anuncios hechos
por Jesús mismo.
Todoestotieneelvalordeuntestimo-
nio escrito con letras de sangre, en esta
Sábana que envolvió por unas treinta y
seis horas el cuerpo del Hombre; testi-
moniounidoindirectaperoválidamente
alúnicomilagro,elmásimpresionanterea-
lizado por Jesús en su favor y de acuer-
do con su solemne afirmación: «yo doy
mividapararecuperarlanuevamente;na-
die me la quita, sino que yo la entrego
libremente, y tengo poder para darla y
pararecuperarla»(Jn.10,17-18).
Los numerosos y complicadisimos
problemas,relacionadossobretodocon
laelaboracióndeunaimagentanperfecta
y con la conservación de la misma en
mediodetodaclasedecircunstanciasdi-
fíciles a lo largo de los siglos, han sido
resueltos con una facilidad que lleva el
selloexclusivodelaOmnipotenciaDivi-
na. Jesús, que prometió estar con noso-
tros todos los días, hasta el fin del mun-
do, lo cumplió de un modo indudable-
mente cierto, con su presencia euca-
rística; y encontró también el modo de
estar cada día a nuestro lado, con la pre-
senciaentreloshombresdelHombrede
laSábanaSanta.
27P. Raimondo Sorgia, O.P.
7
La prueba
que convenció a Juan
MaríadeMagdalaacabadellegaracasa
de los amigos y, con la respiración
entrecortada por la emoción, les cuenta
que la tumba donde la otra noche depo-
sitaronelcadáverdelMaestroyanoestá
cerrada por la pesada rueda de piedra:
«¡SehanllevadoelSeñor!Y¡quiénsabe
dónde lo habrán escondido!»
Superadoelprimerinstantedesorpre-
sa,obedeciendoasunaturalezaimpulsi-
va, Pedro se levanta y se pone en cami-
no.Asu lado va Juan.
Elmásjovendelosdosserátambiénel
másrápidoyelprimeroenasomarseala
entradadelatumbaexcavadaenlalade-
radelacolina.NohaynirastrodeJesús.
No entra, pero su mirada se dirige ense-
guida hacia la losa sobre la que, con sus
amigos, depositaron a su Maestro. «Sus
ropas –escribe más tarde– estaban allí,
enelsuelo».
HallegadoPedro,queentrarápidamen-
te; efectivamente, las vendas están por
unlado;laSábanaplegadasobresímis-
ma, junto al paño que ha servido como
sudario...
Juanestáobservandocadadetalle.Re-
flexiona.Tieneunnudoenlagargantay,
mientras se acerca a Pedro, comprende
de repente que Jesús tiene que haber re-
sucitadoverdaderamente.
¿Por qué? –nos preguntamos–. Puede
que esté aquí, en estas pocas líneas del
Evangelio,absolutamentesimplesenapa-
riencia,elmotivodeaquellarepentinacon-
versióndelmásjovendelosApóstolesa
lafeabsolutaenlaresurreccióndeJesús.
[El autor propone seguir una interpre-
tación de Jn 20,5-9, analizando el senti-
do de algunas palabras, como keimena y
entetuligmenon, en el texto original grie-
go, con lo que adquieren un significado
más convincente las palabras del evange-
lista, que vio cómo estaban las cosas y
creyó]
Mentalmenteéldebiórevivirlaescena
finaldeaqueltrágicoviernes:«aquíenci-
madepositamoselcuerpodelSeñor,des-
pués de haberlo recubierto con esta sá-
bana,aseguradaconestasvendas;elros-
tro se lo cubrimos con este paño, anu-
dándolodetrásdelacabeza;asíescomo
lodejamos».Juanestáseguro.Pedrono
estaba el otro día, pero él sí. Puede dar
testimoniomejorquenadie.
Ahora sobre la superficie de la tumba
estánlaSábana,lasvendasquelaenvol-
vían y el sudario. Todo en regla, salvo
que el cuerpo ya no está. «Pero la Sába-
na está como doblada sobre sí misma y
suelta; y lo mismo las vendas;yelsuda-
rio que habíamos atado en la cabeza del
maestro está exactamente en la misma
posición que la otra noche. Nadie lo ha
soltado...Todoelenvoltorioconservain-
cluso por algunos sitios como la forma
del cuerpo. ¿Cómo ha podido salir el
Maestro,sinoespiritualizandosupropio
cuerpo y luego resucitando verdadera-
mente, como nos había dicho, aunque
nosotros no lo hubiésemos entendido?»
28 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
Pero, atención: cuando decimos «espiri-
tualizando su propio cuerpo» no queremos
afirmar que ese cuerpo se trocó en espíri-
tu, sino que adquirió cualidades propias y
exclusivas del espíritu; como, por ejemplo,
la sutilidad, es decir, el poder atravesar por
un instante otro cuerpo sólido, como ocu-
rrió más de una vez al pasar Cristo resuci-
tado por puertas cerradas, entrando en el
Cenáculo.
De repente Juan comprende; es el pri-
mero en asumir la idea, la realidad sor-
prendente, de que Jesús ha resucitado.
Ve laSábanaSantatodavíasellada,pero
ya sin su precioso contenido, y cree que
Jesucristo ha salido espiritualizando su
propio cuerpo resucitado.
Seguirán los días tranquilos de los en-
cuentrosconelResucitado,enlasorillas
del Lago Tiberíades, en el camino de
EmaúsyenGalilea.LosdíasjuntoaMa-
ríalaMadre,enelCenáculo,despuésde
la ascensión de Jesús. Los días del rena-
cimiento, como individuos y como gru-
po,bajoelinflujodelEspíritu.
Pero la historia de la Sábana prosigue
desdeaquellaprimeramañanadePascua.
LaMagdalenacorrealSepulcroencom-
pañia de una amiga –habían ido antes a
comprar los aromas– para ungir el cuer-
podeldifunto,lavarloconsieteablucio-
nes y cortarle el cabello y la barba. Al
mismotiempo,porotracalle,vanlossol-
dados aterrorizados: tienen que decir al
responsable del Sanedrín lo que ha su-
cedidoallí.
Mientras se entrecruza el ir y venir de
personas –los discípulos de Jesús, sus
enemigos,poderososyverdaderamente
preocupados,loscuriososquenuncafal-
tan–, me parece lícito preguntarnos qué
habrá sido de la Sábana Santa, las ven-
das y el Sudario que el Resucitado ha
abandonadoenelsepulcro.
Alguna de estas dos hipótesis puede
sercierta:queelmaterialcomprometedor
fuerasecuestradoporlasautoridadesre-
ligiosas o por las civiles. O bien que al-
guno de los Once apóstoles, de las dis-
cípulas o de los demás simpatizantes de
Cristohicieradesaparecerrápidamentela
Sábana y todo lo demás. Me parece ésta
la hipótesis más atendible: «se nos han
llevado al Maestro... ¿No bastaba la es-
pina en el corazón de anteayer?... ¿Qué
esperamos para poner a salvo al menos
estos pocos recuerdos que nos quedan
deÉl?»
Tenemos el hecho de que, pasado el
largo período de tiempo de persecucio-
nesyprisionesdequefueobjetolaIgle-
sianaciente,lavozdelatradiciónresurge
desulargoycomprensiblesilencioynos
informadeque«laSábanaSanta fuecon-
fiada a la custodia del siervo del sumo
sacerdotedelTemplodeJerusalén»;po-
casymisteriosaspalabrasqueJerónimo
ha encontrado en el Evangelio apócrifo
según los hebreos (Jerónimo, Uomini
Illustri, Siena 1965, 36 [= De viris illus-
tribus, obra del año 393]).
Estainformaciónobviamentenossor-
prende.¿Setratabadeunoficialcualquie-
radeltribunalque,entrelosmuchoscuer-
pos del delito, daba de vez en cuando
unaojeadaaaquelpaquetedecosasmar-
cado con una etiqueta: «Sábana, suda-
rio y vendas del condenado a muerte y
ajusticiadoencruz,JesúselGalileo».¿O
bien,considerandolaprimerahipótesis,
laindiferenciadelguardiánerasolofingi-
da,puestoquehabiéndoseconvertidoen
secreto, él veía en la Sábana la reliquia
29P. Raimondo Sorgia, O.P.
más preciosa que, después de la Buena
Nueva, Cristo había dejado de sí a sus
hermanos?
AceptandolafuentepropuestaporJe-
rónimo, esta segunda hipótesis es creí-
ble, porque de ella se deduciría que fue
el Señor mismo quien eligió para la Sá-
banaaquélguardiánprovisional,fuerade
sospecha. Con el paso del tiempo, cal-
mada la tormenta y cesada la persecu-
cióncontraloscristianos,elmismoguar-
dián o quien estuviera en su puesto ha-
bría transferido la sagrada Sábana, des-
de los sótanos de la sinagoga, a manos y
lugarmásseguros.
También aquí, como en tantos otros
casos,lastradicionesquedepadreahijo
transmiten a través de las generaciones
los episodios y nombres unidos a un he-
cholejanosemuestrancomolosmáspre-
ciososaliadosdelahistoria.Esciertoque
a veces la fantasía popular puede haber
coloreadocon elementostotalmenteima-
ginarioselnúcleodeundeterminadohe-
cho real; en tal caso la realidad se ve re-
vestidadeleyenda.Peronosedebecaer
en el error opuesto, de tomar por leyen-
dacualquierinformaciónquelleguepor
víadelatradición.Ademásdelhechode
que probablemente no hay leyenda que
no haya nacido de un granito de verdad,
noesdifícileludirlaqueseadudosa,sin
ponerendudaotrasquetengansuficien-
tefundamento.
Haydehechohistoriasquehundensus
raícesenlamásoscuranochedelostiem-
pos y que no han transmitido ningún in-
dicio concreto en favor de su autentici-
dad original. Como la de que las aguas
del Rhin guarden el oro de un tesoro fa-
buloso, o que Teodorico fuera arrojado
aunvolcánporuncaballoinfernal.Éstas
pertenecenalgéneroderecuerdosdelpa-
sadoqueescapanauncontrolrealyque
por eso probablemente nadie se atreve-
ríaadistinguirdelapuraleyenda.Deellas
quedaenlaprácticalapurainformación.
Pero en Turín tenemos la Sábana de-
lantedenuestrosojosybajoaquellosmás
penetrantesdelosmássofisticadosapa-
ratoscientíficos:muyfrágilensuconsis-
tenciamaterial,perosólidamentegaranti-
zada por muchas y extraordinarias co-
incidencias con las voces de la historia,
delatradiciónydelosEvangelios.Aun-
queconfiadalaSábana,diríamos,enlas
primeras horas de su nacimiento a los
cuidados de anónimos creyentes y a la
palabra de la tradición, reúne en sí mis-
ma una importante serie de certificados
deautenticidadquehoylereconocenlas
distintas ciencias y el testimonio de pri-
merísimamanodelpolenfósil,palestino
ono,encontradoenellaporMaxFrei.Y
a esto se podría sumar enseguida una
sólidadocumentaciónhistórica.
Por eso, en lo que se refiere a la Sába-
na, si para sus primeros siglos las fuen-
teshistóricasescritassetienenquecam-
biar por sus parientes más pobres, pero
máscercanos,lastradicionesorales,po-
dríamos sencillamente resolver la cues-
tiónconungenéricoveredictodeleyen-
da. Sin embargo, ninguna invención le-
gendariahatenidonuncatantoscertifica-
dos de garantía, orales y escritos. Y so-
bre todo, ninguna invención legendaria
ha podido jamás soportar los apretados
interrogatorios a los que –afortunada-
mente–lamentalidadmodernallevaso-
metiendo desde hace años a la Sábana
de Turín.
30 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
Teniendo en cuenta, pues, que de la
tradición oral nos bastarán sus conteni-
dos, siempre verdaderos en alguna me-
dida, sin entretenernos en los añadidos
de la fantasía popular, podemos recoger
algunosdeestostestimonios.
Por ejemplo, se cuenta que el mismo
Nicodemo–unodeloshombrespresen-
tes en el rito de la sepultura de Jesús–
tomóyescondiólaSábanaSantayotras
reliquias de la Pasión, en Pella, una ciu-
dad del dominio deAgripa, y que hacia
elaño100llevódenuevolaSagradaSá-
banaaJerusalén.
Tambiénsepuedecitarlanarraciónde
las llamadas Acta Pilati, del siglo II. En
esa presunta reconstrucción no del pro-
ceso de Jesús sino de su resurrección,
sehablatambiéndelaSábanaSantayde
los otros lienzos encontrados en el se-
pulcro de Cristo. Escritores cristianos
bienobjetivos,comoJustino,Tertuliano
yEusebio,latienenencuenta,porloque
algo de verdad en principio debe de te-
ner.
Tenemostambiéninformacióndeque,
después del edicto de Constantino (
Milán,313),loscristianospuedenyave-
nerar,conunaciertatranquilidad,lasre-
liquias de la Pasión.Yde nuevo encon-
tramos a Jerónimo, que, viviendo sobre
el 400 cerca de Belén, pudo recoger la
creenciadeque
«la Sábana, custodiada al principio por
Marco, siervo del pontífice Caifás, se en-
cuentra con otras reliquias de la pasión de
Jesús en una iglesia de Jerusalén, sobre el
monte Sión»
Y Baronio, «docto intérprete de la tradi-
ción cristiana, afirma sin dudarlo en sus
Anales que “todos los instrumentos de la
Pasión de Cristo y las reliquias de su se-
pultura quedaron entre los cristianos, ve-
nerados como trofeos de su victoria y
como fuente perenne de gracia y de mila-
gros”» (Judica-Cordiglia, op. cit. 19-20).
Enelaño570constalapresenciadela
SábanaSanta«entrelosmurosdeuncon-
vento en las orillas del Jordán», aunque
«con gran secreto», por el fundado te-
moraalgúnactovandálico.
Hay varios motivos que justifican las des-
apariciones de la Sábana en esos siglos pri-
meros:
–en los ambientes judíos se consideraría
una simple pintura, por lo que sus posee-
dores podrían verse acusados de idolatría,
por violar la severa prohibición bíblica de
Ex. 20, 1-6;
–también pendía sobre ellos la acusación
de impureza legal, puesto que la ley judía
castigaba duramente a los profanadores de
sepulcros y a quienes estuviesen en con-
tacto con ropa que hubiera pertenecido a
un cadáver;
–influiría asimismo la antigua controver-
sia teológica; podría cobrar fuerza la doc-
trina de quienes sostenían que Cristo había
tenido una humanidad solo aparente: y un
espíritu puro no deja restos de sangre...
–finalmente, también podría deberse a
una razón contraria, la devoción a la Sábana
y la caza de reliquias que se hizo tan pre-
ocupante que indujo a más de un obispo a
frenar, con la amenaza de excomunión, el
celo indiscriminado, no siempre desinte-
resado, de mercaderes, cruzados y peregri-
nos.
Estainformaciónvapasandoalosdis-
tintos países europeos, por los peregri-
nosymercaderesqueregresandeTierra
Santa. Un obispo español, en una carta
del año 626, habla de la Sábana Santa
conelentusiasmoquesolamentelasco-
sasverdaderaspuedensuscitar.
31P. Raimondo Sorgia, O.P.
Dandounaojeadaalaantiguacrónica
deArculfo,atentorecopiladordememo-
rias, podemos saber que en el año 688
era posible venerar la Sábana Santa en
Jerusalén. Hay que señalar que, cuando
siglosmástardesecomprendaelporqué
deciertasinterpretacionesdeantiguospin-
tores bizantinos, que a primera vista po-
díanaparecerextrañas,laautenticidadde
laSábanaSantaseconfirmatambiénpor
aquellaingenuaperofielformadetradi-
ción.Losartistasdeentonces,dehecho,
nostransmitieronloquehabíanvistoellos
mismos, o lo que los afortunados visi-
tantesdelaSábanahabíandescritoalverla
expuestaenunaiglesiaoguardadaenun
escondite secreto.
LaliturgiaqueseusabaenFranciaan-
tes de Carlomagno cantaba en la misa
pascual un himno a Cristo y a sus «reli-
quias».Undocumentodelfinaldelsiglo
XIaseguraqueenlosSantosLugaresse
veneraba un lienzo de lino de «más de
ochopies»,enelcualestabaimpresauna
imagendeJesús.¿Cómopodríannosen-
tirseconmovidosyalmismotiempopre-
ocupados los cristianos de Europa, al
pensarqueaquellasublimereliquiaesta-
ba expuesta a todo tipo de peligros al
otroladodelmar?
8
960’8 grados:
¡punto de fusión!
Desde hace varios siglos, Palestina y
Jerusalén, con sus Santos Lugares, san-
tificados por la vida, muerte y resurrec-
ción de Cristo, no están ya en manos de
losjudíosnideloscristianos.Sobretoda
la regióndelMedioOrientedominainexo-
rablementelanuevareligióndelIslam.Se
organizan, como sabemos, distintas ex-
pediciones de Cruzados, que se propo-
nenliberaryprotegeralmenoseláreadel
sepulcro.Sibiennosiempretienenéxito,
ofrecen a miles de peregrinos una opor-
tunidad maravillosa para aquellos tiem-
pos: poder visitar el país de Jesús.
Losgaleonesdelasrepúblicasmarine-
ras hicieron viajes entre Pisa, Génova,
VeneciaylaotraorilladelMediterráneo,
lospuertosdeChipre,Famagosta,Lima-
sol, Tolemaida. Iban cargados no sólo
de tropas y de armas, sino también de
mercancías y botines de guerra, además
de una variopinta multitud de devotos y
aventureros, de santos y de penitentes.
Gracias a alguno de ellos, convertidos
en cronistas ocasionales, podemos co-
nocerotrasinformacionesútilesparaunir
los eslabones de la famosa cadena entre
lahistoriapropiamentedichadelaSába-
naSantaysutradiciónoral,escritaodo-
cumentadadealgúnmodo.
32 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
Deestemodo,sabemosqueduranteel
saqueo de Constantinopla, sucedido en
el curso de la IV Cruzada [1202-1204],
la Sábana Santa desapareció de la ciu-
dad por motivos de seguridad. También
enConstantinoplalapudieronvenerar–
«precisamenteenlacapilladeSantaMa-
ríaenelbarriodeBlachernæ»–,elreyde
FranciaLuisVIIIyotrosvisitantesnota-
bles,comoGuillaume,arzobispodeTiro,
yAmanry,reydeJerusalén.
Durantealgúntiempo,elpueblotuvola
fortuna de asistir cada viernes a la
ostensión pública de la Sábana Santa.
Después,conelasedio ytomadeCons-
tantinoplaporlossarracenos,lareliquia
más preciosa del sacrificio de Jesús fue
confiada de nuevo a manos seguras –
probablemente dentro de los sólidos
muros de un convento– y permanece en
clandestinidad hasta que reaparece a la
luzdelsol,másalládelosAlpes,exacta-
menteenItaliayenFrancia.
En 1353 la Sábana Santa llega aTurín
por primera vez durante un período de
tiempobastantebreve.Comienzaeneste
momentosu vida históricaen el sentido
másrigurosoymodernodeltérmino:des-
de entonces, cada cambio y cada hecho
relacionado con ella, será escrupulosa-
menteregistradoy,enconsecuencia,do-
cumentado.
En aquellos años se desata una grave
controversia:Pierred’Arcis,nuevoobis-
podeTroyes,envíaunmemorialalanti-
papaClementeVII,enelquedeclara te-
ner las pruebas de que aquel paño, es
decir, la Sábana Santa, estaba pintado
artificialmente.Ycomosucedeamenu-
do,lamalafeolasugestiónnoencontra-
ronningunadificultadparadescubririn-
clusoalartista autordelapatente falsifi-
cación, que habría sido realizada hacia
losañoscincuenta-ochentadelsigloXIV.
Esta impugnación presta un gran ser-
vicio a la causa de quien sostiene que la
autenticidaddelaSábanaSantadeTurín,
está garantizada mediante pruebas y
contrapruebas. Por otra parte, el ataque
movidoporPierred’Arcisdurómásbien
poco y se desinfló solo, puesto que ape-
nasseismesesdespuésunabulapontificia
volvió a convalidar la creencia tradicio-
nal,permitiendodenuevoelcultopúbli-
co de la Sábana Santa.
[De la historia de la Sábana, resumida
por H. Leclerq en Suaire del
Dictionnaire d’archéologie chretienne
et de liturgie, t. XV, pueden extraerse los
siguientes datos (Cfr. J.-M. Maldamé,
¿Qué pensar de la Sábana Santa?,
Mensajero, Bilbao 2000, 20-27):
–A mediados del siglo XIV Godofredo
I de Charny fundó una colegiata en Lirey,
diócesis de Troyes, a la que cedió una re-
liquia de la Pasión, generalizándose el
culto a ésta. Posteriormente intervino el
obispo de Poitiers, reuniendo una asam-
blea de teólogos que concluyó que la tela
expuesta nunca había envuelto el cuerpo
del Salvador. Incluso se llegó a descubrir
al artista, que confesó de plano que él ha-
bía hecho la Sábana. Se prohibio su exhi-
bición.
–En 1356 Godofredo II, hijo del ante-
rior, pidió autorización al legado del papa
para restaurar la devoción. El legado le
permitió la exposición de la Sábana. El
nuevo obispo de Troyes, Pierre d’Arcis,
intervino prohibiéndolo de nuevo. Los ca-
nónigos desobedecieron. Se recurrió al
papa, que entonces residía enAviñón, ante
el cual expuso el obispo sus argumentos.
El papa Clemente VII confirmó el per-
miso concedido por su legado, aunque
precisando las condiciones para exponer-
33P. Raimondo Sorgia, O.P.
la; debía advertirse a los fieles que no era
el verdadero lienzo que recubrió el cuer-
po de Jesucristo, sino una copia o repre-
sentación del mismo.
–En 1453 Margarita de Charny cede la
Sábana a Luis I, duque de Saboya, quien
la lleva al castillo de Chambéry.
–En 1578 el duque de Saboya, Enma-
nuel Filiberto, traslada la Sábana a la nue-
va capital, Turín.
–En 1670 la princesa Margarita de Sa-
boya obtiene permiso para que los fieles
puedan renovar su devoción por esta re-
liquia].
Devezencuandoseregistraalgúnmo-
vimientodehostilidad,osiseprefierede
excesiva prudencia por parte de alguno
–según ha dejado escrito un observador
delsigloXVI,AntoineLalaing,señorde
Montigny, que tuvo ocasión de asistir a
laostensiónhechaenPontd’Ains–que,
para quitar todo resto de duda, habría
sometidolaSábanaSantaalimpiezasra-
dicales,hastainclusohervirla.Peropue-
de ser que nos hayan informado más de
susintencionesysugerencias,quedehe-
chos.
Lahistoriadelasaventurasporlasque
sigue pasando la Sábana Santa se hace
enadelantemásdensa,ymultiplicaraquí
nombresyfechas,seríainteresante,pero
por otra parte aburrido. Nombrando al
señor de Montigny hemos llegado al si-
glo XV, por tanto a la víspera de aquel
terrible incendio de Chambéry, infinita-
mentemáspeligrosoquetodaslasprue-
bas a las que la Sábana Santa, como tes-
tigosilenciosoyelocuentedelavictoria
deCristosobrelamuerte,habíasidoso-
metidaanteriormente.
DurantelallamadaGuerradelosCien
Años,yenparticularentre1418y1438,a
causadelasinvasionesinglesasdelsuelo
francés, había sido necesario cambiar
continuamentelaSábanaSantadeunalo-
calidadaotra.Finalmente,llegaalduca-
dodeSaboya,aChambéry.Enunpinto-
rescoyfértilvallealpinoselevantaelcas-
tillo y dentro el duque coloca solemne-
mentelaSábanaSanta,enunaespléndi-
da capilla, detrás del altar, a la derecha.
Estará segura incluso en caso de guerra,
ya que es muy difícil asaltar semejante
fortaleza. La misma sainte chapelle, de
hecho,seencuentraenelinteriordeuna
torre cuadrada muy sólida y protegida
con gruesas puertas enrejadas. No hay
quetemerposiblesrepresaliasoataques
por parte de los miembros de una cerca-
na secta valdense. Allí estará segura, a
menos que entre en acción el más enga-
ñoso,elmásviolentoeirresistibledelos
enemigos,elfuego.
1532.Enlanochedel3al4dediciem-
bre, mientras la pequeña ciudad y la se-
gura fortaleza de Chambéry duermen,
empiezalatragedia.¿Unavelamalpues-
ta en el candelabro? ¿Una lamparita co-
locada muy cerca de las telas que ador-
nan el coro donde los canónigos suelen
cantar laudes y vísperas? Lo cierto es
queelfuegocomienzaapropagarsedes-
deallíalprimermaterialinflamableque
encuentra cerca –y casi todo es inflama-
ble–.Enunprincipio,carbonizalentamen-
te los sitiales del coro, de madera de no-
gal.Después,lasprimeraslenguasdefue-
goserpenteanenelvacío,selevantancre-
pitando y avanzan en dirección a la sa-
cristía. Tapetes y telas se queman ense-
guida.Elaireyasehahechoirrespirable,
latemperaturaaumentaamedidaquelas
llamas devoran todo lo que es de made-
34 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
ra: bancos, reclinatorios, marcos de las
puertas.
Allí detrás, en la hornacina cercana al
altar,lapreciosareliquiaparecenocorrer
ningúnpeligro,porqueseencuentraguar-
dada en una gran urna de plata. Parece
inatacable, siempre que alguien se dé
cuentaatiempodelincendio.
150-200gradosdecalor.Unotrasotro
lasvinajerasylosjarronesdecristalesta-
llan,seagrietanlasánforasdeyesoylos
estucadosquedecorabanelinterior.
300 grados. Comienzan a ceder los
emplomadosqueuníanloscristalespoli-
cromados,saltandounotrasotrolosven-
tanalesyvidrieras.
Alguienoyeelruidodeloscristalesal
romperseycaeralsuelo.Piensaprimero
que son ladrones sacrílegos, pero el
humo que proviene de la sacristía y un
alarmanteresplandorlerevelanlaverdad.
Rápido, ¡hay que tocar la campana! Y
aqueldesesperadorepicaramartillodes-
pierta por sorpresa y reúne en torno a la
torre del palacio ducal a un centenar de
personas, comenzando por los inscritos
en la cofradía del Santo Sudario.
Cuando se es víctima de la angustia,
noesfácilorganizarlostrabajosparaapa-
garelfuego,ylatemperaturaalcanzapron-
tolos400-500grados.
Alrededordelos600gradosempiezan
adeformarsehastalospesadoscandela-
brosdecobre,construidosespecialmente
por los hábiles artesanos de Chambéry
paraadornarlacapilla.
650grados.Sederritencomosifueran
deceralosplatillosparalacomunión,que
están hechos de aluminio recubierto de
unadelgadacapadezinc.
Mientras tanto, las personas reunidas
en el patio proponen medidas sin senti-
do, lloran y rezan en silencio, temiendo
quesehayacausadoundañoirreparable
alaSábana.Llegaalexteriorelruidode
losmármolesque,alfundirselasgrapas
de hierro que los sujetaban, caen de las
paredes,pulverizándoseenelsuelo.
800grados.Empiezanaretorcerselas
gruesas lámparas y las mismas rejas,
mientras que las barras de hierro que
sostienen algún peso se pliegan peli-
grosamente.Todocrujeenaquelinfierno
quecalientaeiluminasiniestramentelano-
chedediciembre.Verdaderamentepare-
cecomosiunapotenciainfernalalimen-
taseelfuego,desahogandolarabiasatá-
nica contra el testimonio que pretendía
exaltar en los siglos venideros la acción
delRedentor.
Siunicamentehubieraquedecirquela
capilla había sido destruida y el castillo
quemado,seríalomenosimportante.Lo
que todos se preguntan afuera, con un
nudo en la garganta, es qué habrá pasa-
do con la Sábana Santa.
900 grados. El cofre de plata donde se
encuentradepositadalaSagradaSábana,
dobladacuadrangularmente,estáincan-
descente.Untremendofuegocegadorva
conquistandounaaunalasmoléculasque
componenelcofre.Enloslugaresenque
las llamas atacan con mayor furia y por
más tiempo, al alcanzar los 960 grados,
la plata toma una consistencia extrema-
damenteblanda.Luegocomienzaacaer
en gotas sobre la Sábana, carbonizando
envariospuntoseltejido.
Despuésdealgunosmomentos,llegan
algunos hombres, dirigidos por el con-
sejero del duque, Filippe Lambert, por
35P. Raimondo Sorgia, O.P.
detrásdelhumoquesehaexpandido.El
aguaechadaalasllamas,alliberargran-
des nubes de vapor, consigue poner fre-
noalafuriadelfuego,quequedareduci-
doaalgunosfocos.¿Habránllegadode-
masiadotarde?Encuantoesposible,en-
tre chorros de agua y el corazón palpi-
tantedetodos,uncerrajeroysuayudan-
teconsiguenabrirelcofre,y, conelsus-
piro de alivio que podemos imaginar,
constatan,enpresenciadelarzobispo,que
laSábana
«estaba casi intacta, salvo en los pliegues
y, más exactamente, en los cuatro ángulos –
la tela estaba doblada en varios pliegues–,
donde la plata fundida había caído, provo-
cando las quemaduras que en la tela exten-
dida parecían encuadrar, por así decirlo, la
imagen anterior y la posterior del Hombre
que en ella se había envuelto». Y un testigo
ocular añade: «Este hecho lo vimos clara-
mente todos, estando yo presente en aquel
momento, y quedamos sorprendidos» (Judi-
ca Cordiglia, op. cit. 32).
La investigación ordenada por las au-
toridades eclesiásticas concluye con el
atestado de que la Reliquia no ha sido
destruída por el incendio. Es necesario,
no obstante, proceder a su restauración
enlaszonasdondehasidoalcanzadapor
el metal fundido. Por fortuna, mejor di-
cho, providencialmente, la figura no ha
sidodañadaenningunapartequepueda
considerarse principal, salvo en los dos
brazos, un poco más arriba de los co-
dos.
Las más expertas de entre las monjas
de Santa Clara, bajo la guía de la priora
sor Louise, proceden a remendar la Sá-
banaSanta,conpacienciaycuidado.En
el coro del monasterio, acompañando
cada puntada con una oración, se pare-
cenaaquellasotraspiadosasmujeresque
en la noche del Viernes Santo, en el Se-
pulcro, acariciaron con manos temblo-
rosas la Sábana que envolvía el cuerpo
martirizadodelMaestro.Paragarantizar
que la reliquia quedara incólume y para
rendirle honores, están presentes cuatro
guardias del duque. Y una vez reparada
debidamente,laSábanaSantaesrestitui-
da al señor de Chambéry.
Como hemos dicho, resultaría dema-
siadoprolijorelataraquítodaslasvicisi-
tudes por las que la Sábana Santa ha pa-
sado a lo largo de los años, al ser trasla-
dadadeunoaotrolugarseguroencuan-
to se tenía noticia de guerras, deporta-
ciones o saqueos, tan frecuentes en las
épocaspasadas.Únicamentedarécuen-
ta de otro episodio relevante, que expli-
ca por qué la Sábana es trasladada a
Italia.
San Carlos Borromeo, cardenal de
Milán,habíahechovotodeiraChambéry
para venerar la Sábana Santa. Pero una
peregrinacióndeestetipo,enotoñoavan-
zado y a través de los pasos alpinos, ha-
bríaresultadociertamentemuyextenuante
para el prelado, que todavía no era an-
ciano, pero sí de salud delicada. Por esa
razón,elduqueEnmanuelFiliberto,dis-
ponequelaReliquiasetrasladesecreta-
mente a Turín, por pocos días, según se
dijo entonces. De ese modo, la peregri-
nacióndelcardenal,desdeMilánalaca-
pitalpiamontesa,seredujoaunamarcha
de cuatro días, no puede decirse que fá-
cil, pero sí bastante menos fatigosa.
Después de la pública exposición en
un palco construido en la famosa plaza
del Castillo, la Sábana Santa se quedó
definitivamente en Turín, en la Capilla
Palatina,aladodelaCatedral.Allí,bajo
36 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
lagenialcúpuladiseñadaporG.Guarini,
ha pasado la Sábana Santa los últimos
años, desde 1578 –aunque con un breve
paréntesisdurantelasegundaguerramun-
dial, en que estuvo escondida en el mo-
nasteriobenedictinodeMontevergine–.
9
Gracias, monsieur Delage
Unacopiadelaprimerafoto misterio-
sa,reveladaen1898,llegacasualmentea
manosdeuncientíficofrancés,IvesDe-
lage. Era un científico en estado puro o,
paraentendernos,unhombredeciencia,
y, como él mismo precisaba, no de igle-
sia. Ciencia y fe pueden muy bien estar
de acuerdo, y no son pocos los estudio-
sosdefamamundialquecreenfirmemen-
te en Dios. Estos investigan desde su fe
tanto el mundo extremadamente peque-
ñodelaspartículassubatómicasydelas
célulascomoeldelainmensidaddelcos-
mos, que guarda los secretos de las es-
trellas gigantes, de los años-luz y de los
espaciosilimitados.
Delageencambioeslibrepensador,de
hecho ateo, o al menos agnóstico. Del
todo autónomo e independiente, siente
una atracción irresistible por la ciencia,
sin sospechar que a menudo Dios se es-
conde en cualquier esquina, esperando
encontraraquientengaseddelaverdad.
Esunpersonajederelieve,bienprepara-
do y digno de todo respeto en el campo
delabiologíageneral,delazoología,de
labiomecánicaydelafisiologíaexperi-
mental.Ytiene una mente lúcida, con la
capacidaddellegaralfondodelascues-
tionesyademáselcorajedellamaralpan,
panyalvino,vino.
Eldíaenquellegaasusmanoslafoto-
grafía delhombredeTurín, del que tan-
tohablantodos,eldoctorDelagelaana-
lizaconsumiradainvestigadora,conuna
curiosidadcadavezmayor. Primeroob-
serva la imagen de la Sábana Santa tal y
comosepresentaenrealidad:fondocla-
ro, impronta oscura. Después analiza el
cuerpo humano que se destaca sobre el
fondodelafotografíadelaSábana.Vuel-
ve varias veces a mirar aquel rostro ma-
jestuosamentesereno,ypiensaparasí:
«Me parece que esta fotografía es verda-
dera, sin el menor retoque… La imagen que
la Sábana Santa ofrece al visitante se diría
que es un negativo. De hecho, las zonas en
relieve, por ejemplo la nariz, los párpados
cerrados, los pómulos, están obscuras, y en
cambio las partes hundidas están claras…
La fotografía, cambiando entre sí las luces
y las sombras, me presenta una imagen hu-
mana increiblemente nítida, con una per-
fección anatómica y una belleza de formas
que no me hubiera imaginado nunca antes
de verla... El cuerpo de este hombre, que
hasta hace un momento parecía misterioso
e incomprensiblemente impreso al revés,
tiene una figura perfectísima. Y este ros-
tro, no puedo negarlo, es verdaderamente
sorprendente» Y –continuando con su me-
ditación de laico– «Dicen que éste es el ros-
tro de Cristo. Yo no lo sé; pero no sé tam-
poco a qué otra persona puede pertenecer.
Y si lo comparo con los retratos de Jesús
que desde el Renacimiento han realizado
los mejores pintores... éste los supera a to-
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  • 1. 1P. Raimondo Sorgia, O.P. P. RAIMONDO SORGIA, O.P. La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2001
  • 2. 2 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto
  • 4. 4 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Introducción A medida que se multiplican los estu- dios sobre la Sábana Santa de Turín, interdisciplinares y de extrema calidad científica,vacreciendolaconvicciónde que en esa sagrada reliquia se conserva, porespecialísimaProvidenciadivina,una imagenverdaderadeCristomuerto. A esa conclusión, alegando las prue- basmásfidedignas,llegaelpadredomi- nicoRaimondoSorgia,laureadoenteo- logíadogmática,directordesde1987de laradiocatólicadeFlorencia. Traductordevariaslenguas,harealiza- dotambiéndiversaspublicaciones,como elBreviariosavoranoliano(1997);ycon Andrea Drignini, Savonarola, eretico o santo contestatore? (1998). En torno al mismoSavonarola,estápróximaalapu- blicación su nueva obra I giorni dell’ Alberghettino.YlaeditorialPiEmmede Turínpublicaráesteaño,tambiéndelmis- mo autor, una Guía turístico-espiritual de España. DellibropresentesobrelaSábanaSan- ta, Vuoi saperne di più sulla Sindone? (Effatà Editrice, 19993 ), escribe en Il Tempo el padre Virginio Rotondi, S. J.: «Usted, Padre, ha logrado escribir un li- broconladistanciadeunhombredecien- cia; y sin embargo, la historia que relata seleecomounanovela.Taleselestiloy tanto es el deseo que suscita de leerlo y devolverloaleer». LaFundaciónGRATISDATEagrade- cedecorazónalP.Sorgialaautorización para publicar su obra traducida y algo abreviada,alaque,consupropiaayuda, se han añadido ciertos complementos convenientes,señaladosentrecorchetes, paraloslectoresdelenguahispana. F.GD
  • 5. 5P. Raimondo Sorgia, O.P. 1 Carta abierta al lector Hablardelamisteriosarealidadquees laSábanaSantasuponeadentrarseenun temaapasionante,enungranproblema. Losadultosprobablementehabránvis- to u oído hablar de las imágenes de la Sábana de Turín, sobre todo desde que en 1973 se transmitiera por Eurovisión suimagen,yposteriormenteeldocumental quecompraronyretransmitieronlasca- denas de televisión de muchos países. Imaginoquetambiénmuchosjóvenessa- ben algo sobre la Sábana, porque desde hace tiempo periódicos y revistas le han dedicado títulos, artículos y fotografías, especialmente con ocasión de su osten- sión desde agosto hasta octubre del año 2000.Quizásalgunoslectoreshayante- nidoocasióndevisitarlaSábanaSantay laexposiciónorganizadacontalmotivo en Turín en estas fechas. En todo esto radica una de las dificultades del tema: exponerlo de forma que sea accesible a personas con muy diferente nivel de in- formaciónydeinteréssobreelmismo. Por otra parte, es preciso que se trate de una explicación seria, objetiva, com- pleta,quealmismotiemporesultecom- prensible.Sonmuchaslaspreguntascien- tíficas y religiosas que se plantean alre- dedordelfascinanteatractivodelaima- gendelHombredelaSábanamásmiste- riosa de la historia, y es seguro que al encontrarseconellasellectorquerráen- contrarlas resueltas. Por eso, no obstan- teladimensiónreducidadeestecuader- no,seincluyenenéldatoshistóricos,des- cripcionescientíficas,narracionesdelos Evangelios,reconstruccionesdeambien- tesyademás,reflexionesfundadasenla razón y en la fe. Aunque para algunos resultensuperfluasdeterminadasexplica- ciones, comprenderán fácilmente que otrosprecisarándeellas. Es cierto que se podría haber sistema- tizadounmaterialtanricoycomplejoden- tro de esquemas más rígidos. Pero he preferido no hacerlo; y más bien hablar delaSábana,auténticouniversoincluido dentrodecuatrometrosdetela,enlama- neramásfluidayatrayentequepudiera. Hablar de la Sábana no es simplemente volver atrás en el pasado, como quien recorredenuevolasexcavacionesdeuna ciudad antigua por el mero gusto de co- nocerla.LaSábanaSantasepresentaala mentalidad moderna como un desafío, unpacíficoyexaltanteretoque«noteme a los exámenes, y que solo tiene miedo deserenjuiciadasinhabersidosometida aexamen». Puede sorprender el hecho de no en- contrar siempre de acuerdo a los estu- diososacercadeundeterminadoproble- ma,enespecialalinterpretaralgunosfe- nómenos, o al atribuir a los mismos una causa u otra. Es fácil que esto suceda en loscasosdeindagacionesrealizadaspor investigadoresdistintos,sobre casospar- ticularmente complicados. Al principio habrátantasconclusionescomoinvesti-
  • 6. 6 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto gadores:cadaunodeellos,sehabrávali- do, como es lógico, de sus propios mé- todos, indicios, técnicas deductivas. Cadaunohabuscadoelcentrodelacues- tión partiendo de su punto de vista. Es posiblequesólounúltimoinvestigador, confrontando los elementos recogidos porsuscolegasyeliminandogradualmen- te las hipótesis de menor consistencia, llegueadarconunasolucióndelmisterio satisfactoria,definitivaycompleta. En el caso que nos ocupa, esto ocurre además en un enigma que, como la Sá- banaSanta,estáconstituidoporotroscien misteriosdemenorimportancia,peroes- trechamenterelacionadosentresí.Poreso enlospuntosmásarduos, todavíaabier- tos a la investigación científica, se pre- sentan dos o más hipótesis sobre su ex- plicación.Al autor le corresponde el de- ber de informar y de ofrecer un mínimo deorientaciónsobreellos;perodespués tendráqueserellectorquienllegueauna conclusiónmediantesuinteligencia,ca- pacidaddereflexiónyánimohumilde. Finalmente,quierohacertressugeren- ciasqueserándeutilidadparainterpretar mejorelrostrodelHombredelaSábana: 1ª.- Las dos bandas más oscuras en el positivo, es decir, en la foto al natural, quesenotanenseguidaalrededordelros- troyqueledanunextrañoalargamiento, son debidas en parte a la masa de los cabellosyenparteauncasualamarillea- miento de esa parte de superficie, deter- minada por una mayor exposición a la luz;obienpodríatratarsedeunadistinta tonalidaddeltejidoporunadiferenciade calidadenlasfibrasdelinoutilizadaspor elanónimotejedorpalestino. 2ª.-Hayquetenersiemprepresentelas condiciones físicas en las que se encon- traba el cuerpo de Jesús en el momento delasepultura.Entrelasdeformaciones másmarcadasyquedestrozaronsusfac- ciones,debenconsiderarse:laroturadel cartílago de la nariz, a causa de un pu- ñetazo o bastonazo, o bien por una caí- da violenta, de donde resulta una ligera desviación hacia la derecha y una caída hacia el labio superior del extremo de la puntadelanariz.Elojoylacejaderecha aparecen hinchados; como el labio su- periormismoylaregióndelpómulode- recho.Tambiénelmentón,aunteniendo en cuenta un cierto espesor de la barba, aparece hinchado por un fuerte golpe o unacaídaalsuelo.Imaginandounalínea verticalquepaseentrelascejasylamitad delaboca,esconveniente«aislar»ellado izquierdo del rostro, pues ésa es, de al- gún modo, la parte más íntegra. 3ª.- Es necesario habituarse a mirar la imagendelrostro,yobservarlapausada- mente. Mejor aún si se enmarca, como retrato,yselemira adistancia. Sucede a veces, que mientras alguien denochemiraelcielo,tienelaimpresión dequeenunmomentodeterminado,una nuevaestrellasehaencendidodelantede sus ojos. Un astrónomo diría que es el rayo de una estrella alejada de nosotros miles de años-luz, que esta noche ha al- canzadoprecisamentenuestraatmósfera y ha podido ser vista por quien estaba contemplando el firmamento. En la Sá- banaSantahaytambiénunadeterminada señalluminosa,queempezóalucirhace dos mil años, y que puede que ahora se encuentreconellectordeestaspáginas.
  • 7. 7P. Raimondo Sorgia, O.P. 2 Nadie se lo había imaginado antes Hace cien años, en la primavera de 1898,elreyLuisIX,descendientedelos duques de Saboya, de quienes había he- redado,entreotrascosas,laSábanaSan- ta, se preguntaba pensativo si habría he- cho bien en aceptar una propuesta un poco extraña para aquellos tiempos: un fotógrafo que solicitaba con insistencia permiso para fotografiar la Sábana San- ta. El fotógrafo era el abogado Secondo Pia, un aficionado que aseguraba estar bienpreparado.Alfinalhabíaprevaleci- dolasugerencia favorabledeunodelos consejerosdelrey:autorizarle,aunqueno fueramásqueportenerunacopiafielde aquellareliquiaquemilagrosamenteha- bíasalidoindemnedemilpeligros. El misterio de la fotografía se había des- cubierto pocos años antes, cuando algunos químicos advirtieron que los bromuros y cloruros de plata se ennegrecían al ser ex- puestos a la luz. Este descubrimiento sig- nificó el nacimiento de la fotografía. Cuan- do se fotografía, la luz imprime por un ins- tante la placa bañada con estas sales, y la impresión es mayor en el lugar donde la imagen es más clara y menor donde es más oscura. Después del proceso de revelado, de la placa o del celuloide, las partes más luminosas se ennegrecen y las oscuras que- dan claras, constituyendo el negativo fo- tográfico. Por tanto, en el negativo de una fotogra- fía, los puntos de luz y de oscuridad se en- cuentran invertidos: por ejemplo, el nega- tivo de un joven de cabellos negros pre- senta las mejillas y la frente negras, mien- tras que las órbitas de los ojos, los labios y los cabellos son blancos. Igualmente, en el negativo fotográfico se invierte el lugar de la imagen, por un juego de rayos, estudiado por los físicos en la óptica geométrica, de modo que lo que está a la derecha pasa a la izquierda y viceversa. Por todo ello, aun- que se conozca bien una cara, resulta difí- cil reconocerla, porque no estamos habi- tuados a la inversión. Para obtener el positivo con la distribu- ción de los colores –reagrupados en los dos fundamentales, blanco y negro– conforme al objeto fotografiado, se filtra la luz a tra- vés del negativo, imprimiéndose en el pa- pel, de tal modo que lo negro resulta blan- co y lo blanco negro, y volviéndose a in- vertir el lugar de las imágenes (Cfr. G. Da- lla Nora, Hanno fotografato il volto di Gesù, Elle Di Ci, Leumann, Torino 1975, 11). Enaquellaépocanoexistíanlosactua- les equipos de fotografía, las polaroid, las instamatic; para una foto de preci- siónhacíafaltaungranaparato,queim- primíaenunaplacaemulsionadalaspri- meras reproducciones en blanco y ne- gro. Latareaeramuyimportante,quizásin- clusoirrepetible,comoparaafrontarlaa laligera,porloqueenlosmesesanterio- res a la fotografía de la Sábana, concer- tadaparamayo,elabogadofotógrafodu- plica su trabajo, para calcular el tiempo deexposicióndelasplacas,laintensidad y posición de las luces, etc.Al acercarse el día establecido, se prepara en el pres- biterio de la capilla donde va a ser ex- puestalaSábanaSantaunpequeñocarril
  • 8. 8 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto por el que pudiera desplazarse la plata- formaconlacámarafotográfica.Eraésta una caja de madera, reforzada con tiras demetal,voluminosa,puesensuinterior contenía una placa de 51 x 63 cm., con una lente Voigtländer. A los lados de la plataforma se encienden dos focos que llenan de luz la reliquia. Se colocan de- lantefiltrostransparentesdecristalesme- rilado, para evitar los reflejos, y sobre la lenteunfiltroamarillomuydelgado. Elfotógrafosemirainstintivamentelas manos, que tiemblan un poco; pero se siente sostenido por una fuerza superior asumismafe.¿EsunafuerzaounaPre- sencia?Nosabequécontestar.Mientras saca del bolsillo un grueso reloj con ca- dena,rezaunaoraciónyluegoempiezaa cronometrar. La placa sensible está ya expuestaalaaccióndelosrayoslumino- sos. Pasan catorce interminables segun- dos y en ese momento sucede algo im- previsto: ¡un crujir seco advierte que el calor de las lámparas ha hecho saltar los filtros! Todo se ha echado a perder, y como ya han dado las dos de la tarde y dentro de poco la Catedral abre de nue- vo a los visitantes que esperan fuera, es precisoconcluirporhoy.Despuésdeal- gunos días se vuelve a fijar fecha para fotografiarlaSábana,el28demayo. Ese día se comienza alrededor de las 21’30, pero debido a mil y un contra- tiemposimprevistos,sonlas22’45cuan- do el abogado Pia mueve hacia atrás la plataformamóvil,fijándolaaunadistan- ciaaproximadade8metrosymedio.Las doslámparasdanunaluzconstanteylos nuevosfiltroslaatenúan. A las 11 de la noche Pia quita la tapa a la lente y expone la primera placa du- rante catorce segundos. Los dos reflec- toresproyectanunaluzclarasobreelfon- do parduzco de la Sábana y sobre las huellasdecolorocredeaqueldoblecuer- poextrañamenteinvertidoencuantoala imagenyalarelacióndeluzysombra.El cronómetroseñalanuevamentelossegun- dos reglamentarios y todo va bien hasta elfinal,porloqueelhombresituadode- trásdelagranmáquinapuededarunsus- piro de alivio, aunque apenas esté en el principiodeltrabajo.Puedequefuerame- dianochecuandoterminalasegundafo- tografía, con un tiempo de exposición un poco más largo –veinte segundos–. Después recoge las placas y se apresura a volver a casa; después del fracaso del otro día, ha renunciado a instalar la cá- mara oscura en la misma sacristía. Que- danallílosayudantes,queseencargarán dedesmontarlaplataforma(Cfr.J.Walsh, TheShroud,NewYork1963,26-30). ElmismoPiadescribió,enunamemo- ria de su extraordinaria aventura como pionero de la nueva técnica fotográfica, lo que sucedió después en el pequeño laboratoriodoméstico.Orientándosemás por la práctica que por el pequeño y te- nue punto rojo encendido en un ángulo de la habitación, se acerca en la oscuri- dad al recipiente que contiene las solu- ciones preparadas para el baño de reve- lado. La primera placa está en el baño por algunosminutos.Elabogadocuentauno aunohastacatorce,intentandodominar la tensión que se había acumulado en aquellashorasdeextremaconcentración.
  • 9. 9P. Raimondo Sorgia, O.P. Alzando la placa, todavía goteante, a la altura de sus lentes, siente un ligero ma- lestar, que no sabe a qué es debido, pues enlasuperficiedelaplaca,preparadacon la mezcla de gelatinas sensibles a la luz, se ha imprimido de hecho la doble ima- gendelaSábana. Pero le cuesta trabajo creer lo que ha sucedido:escomosisehubieraninverti- do las masas, las luces, las sombras, lo cualresultanormalísimoenotrosmilca- sos, pero no ahora. «Si hago una fotografía a un árbol del par- que –se repetía a sí mismo– tendré que ob- tener el negativo de un árbol. Si retrato con la máquina una estatua, de la placa tendrá que resultar el perfil de la estatua, siempre en negativo... En cambio, la Sábana...» Son unos momentos, en que su aten- ción es absorbida por la búsqueda de al- gúndatoqueleayudeacomprender.Por ejemplo,sepreguntaporquéelfondode la Sábana no tiene aquel color blanco- sucio, típico de una tela de lino antigua, que ha quedado bien grabado en su reti- naysumemoria,afuerzadeestudiarlo... Aquelfondosehaoscurecidohastaapa- recer casi negro. ¿Se habrá confundido eneltiempodeexposición? Enlamenteleasaltaeltemordehaber fallado una vez más, de haber estropea- do la última ocasión, por culpa de un imprevisto.Albordedeldesaliento,gira la placa, buscando de nuevo algún dato queseadescifrableaprimeravista.Elros- tro,sí,aquelrostrotendríaquedecirlela verdad.Ylas manos le empiezan a tem- blar,hastahacerletemerquelaplacapue- da escapársele y hacerse pedazos. «Encerrado en mi habitación oscura – contaba más tarde el abogado–, totalmente concentrado en mi trabajo, experimenté una intensa emoción cuando durante el revela- do vi aparecer en la placa por primera vez el Santo Rostro, con una claridad tal que quedé helado». Ni Pia ni ninguno de sus contemporá- neosestabanpreparadosenabsolutopara aquel encuentro. Él iba a hacer una co- piafotográficadelaSábanadeTurín,de aquellaimagenvagamentehumanaquedu- rantedosmilañoshasidoveneradacomo lasombradelSalvadorCrucificado.Iba ahaceruntrabajodevotoyhonrado,más quepropiamenteartístico,procurandoes- taralaalturadelaconfianzaqueelreyy elarzobispohabíandepositadoenél,pero que en definitiva no suponía tampoco algoexcepcional.GraciasaDios,noera unaprendiz. Pero he aquí que este hombre de fin del siglo XIX se encuentra cara a cara con la imagen de Cristo tal como pudo serenrealidad,lamismafiguradeJesús que, con los ojos bañados en lágrimas, contemplaronlargamentesumadreMa- ría, el apóstol Juan, María Magdalena, los discípulos Nicodemo y José de Arimatea,mientrasprocedíanasusepul- turaenlasábanafuneraria.El era el pri- mero que, anulando en aquellos cator- ce segundos de exposición a la luz de los proyectores, los veinte siglos pasa- dos, podía contemplar verdaderamen- te aquel cuerpo llagado, aquel rostro sorprendente. Elexpertofotógrafoamateurtieneaho- ra en su mano la clave del misterio: la Sábana Santa se ha comportado delante del objetivo de un modo absurdo o, me- jordicho,extremadamentelógico,como unverdaderonegativofotográfico. No hay duda: Alguien lo ha querido así. Como años más tarde observara el
  • 10. 10 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto fotógrafo profesional Enrie, colega del abogadoPia,habiéndoseencontradode- lante de una realidad que tenía todos los caracteresdeunaimagennegativa,«lapla- cafotográficanopudohabersecompor- tado de modo distinto». Enefecto, Enrie tuvoprecisamenteel encargo de repetir en 1931 la operación realizada con discreto éxito por el abo- gado Pia. El milagro de éste había sido sumamentevalioso,perosereducíaauna sola visión de conjunto de toda la Sába- na.Ahora se consideraba muy útil la re- producciónmásparticularizadadelosin- numerables detalles en los que la figura delHombredelaSábanapudieraserdes- compuesta, algo así como un mapa de la imagen.Asistidoporotrosexpertos,Enrie obtuvo, con aparatos que con el tiempo se habían perfeccionado, doce perfectí- simas fotos de la Sábana, que son las quehoycontemplamos. Hayquetenerpresentequecasilatota- lidaddelasdistintascienciasqueseinte- resan por este tema se valen del auxilio queprestalafotografía,yprincipalmente porlasampliaciones–macrofotografías– , que permiten descomponer las fibras de un tejido en sus más pequeños partí- culas, y explorar la estructura interna de corpúsculosdenaturalezaorgánicadepo- cos micrones de diámetro. 3 De Getsemaní al proceso nocturno Pido disculpas, pero es necesario em- pezar desde el principio la historia de la SábanaSanta.Quieroprecisarenseguida que en los tres capítulos que siguen no hetratadodeescribirunadevotamedita- ción sobre el Vía Crucis, sino de reco- gerysubrayaraquelloshechosquecons- tituyenlaspremisasinmediatasdelamuer- te de Jesús, y que han dejado un rastro más o menos evidente en el conjunto de las huellas de la Sábana. Nos detendre- mosenparticularenlasprincipaleslesio- nesexternasytambiénhablaremosdelas violenciasmoralesalasquefueexpues- to el corazón del hombre de la Sábana, aunqueestopuedaparecerextraño. Unotrasotrolosdiscípuloshansalido del Cenáculo detrás de Jesús, que con paso ligero recorre el laberinto de calles del barrio de Siloé –desierto en aquellas horas–quedesciendedesdelaciudadalta haciaelfondodelvalle.Nadietieneáni- mo para hablar; sólo se oyen las pisadas de los pies desnudos, que a menudo se hunden en el blando polvo de las calles detierra.PasanjuntoalTemployllegan enseguida a las piedras del torrente Cedrón, por las que corre el agua de la últimacrecidainvernal.Subenporlaori- llaopuestaycruzanelmuropequeñode rocasquerodeaelCampodelosOlivos.
  • 11. 11P. Raimondo Sorgia, O.P. Elpropietariodelcampohadadopermi- so a Jesús para andar por él libremente siempre que quiera; de hecho ya ha pa- sadoallíotrasnoches,ahoraqueeltiem- poesbueno,paseando,durmiendo,bajo los olivos o en la gruta que se abre en la colina. ElMaestrodesea,ahoramásquenun- ca, estar un poco apartado; se muestra siempre dueño de sí mismo; pero una arruga en su amplia frente indica quizás quesutristezaaumentademodopreocu- pante. Para no entristecer mucho a los suyos, Jesús les invita a descansar cada uno donde prefiera, y se va adentrando en el interior del campo de los olivos, acompañado sólo de Pedro, Santiago y Juan,lostestigosdelaTransfiguración... ¡Quédiferenteessutransfiguraciónesta noche!... Comounamareaaltaquenadiepudie- racontener,laangustiavuelveacrecery se desborda de repente. Ya no la escon- de:tienemiedo,angustia,unpalpitartre- mendo. Basta mirarle el rostro, palidísi- mo. «Me muero de tristeza». Los tres amigos están asustados, pero no saben quéhaceroquédecirparaconsolarle;ya es una suerte tener a su lado amigos en una noche como ésta. Vacilandounpoco,Jesússealejaunos cuarenta pasos, más o menos la distan- cia –precisa Lucas– que se puede alcan- zar tirando una piedra. Las piernas se le doblansolasy,comoagotadoporungran cansancio,Jesúscaederodillas:tieneque haberle sucedido algo terrible. Como la nocheesserena,yconlunallena,lostres queluchancadavezmenoscontraelsue- ñotienenlasensacióndeencontrarseante la sombra de su Maestro, incansable y vigoroso hasta hace pocas horas. En ese momentolesllegasuvozbastanteclara: «¡Abba!, ¡Padre mío! Para ti nada hay imposible;alejademíestecáliz».Elcá- liz,modorealistaorientaldeexpresaruna situación insoportable: la bebida de sa- bormuyamargoqueserechazadespués del primer sorbo, es la amargura que le invadeelespíritu. Jesús, nuestro hermano, acaba de co- menzarellargoVíaCrucisqueleespera y que El conoce bien. Y siente ya tanta angustia que le tiembla todo el cuerpo, cubierto de sudor frío. Un sudor nunca vistoantes,puesamedidaquesulamen- to se hace más dolorido, «su sudor – dice el médico evangelista Lucas– em- pieza a deslizarse hasta el suelo como gotas de sangre». El fenómeno es raro, pero suficiente- menteconocidoporlamedicinamoder- na,quelollamahematohidrosis,palabra eleganteparareferirsealsudordesangre: cuando un prolongado estado de angus- tia llega a un determinado límite, la ten- sión psicológica puede afectar a todo el organismo,provocandorespiraciónfati- gosa, sudor, escalofríos, aceleración del ritmocardíaco.Puededarsealgoaúnmás traumático: los capilares sanguíneos se dilatan por el exceso de presión, y pue- denromperseenalgunossitios,llegando a la piel y, por la conexión entre los va- sossanguíneosylasglándulassudorífe- ras, aparecen gotas color rubí entre los surcos del sudor. Se comprende así un pocomáslatormentaquedebióhaberse desencadenado dentro de Él, ante su vi- sión profética de las torturas que habrá de padecer y que libremente ha acepta- do,yantesuconocimientodivinodeque habráhombresparaquienessusacrificio de amor no servirá de nada, de que in-
  • 12. 12 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto cluso será motivo de burlas... Las palabras humanas son absoluta- menteinadecuadasparadescribirlareali- dadcompletadeldramadeJesúsenesas horas, que le lleva a una verdadera ago- nía. ¿Qué significa esta palabra? El dic- cionariollamaagoníaalestadodeangus- tiaqueprecedeinmediatamentealamuer- te.Delgriegoagon;esdecir,lucha,esel conflicto decisivo en el cual la vida se encuentra en la imposibilidad de conti- nuar,enunorganismodestruidoporuna enfermedad, una herida, un trauma ex- cepcional.Porestoescorrectohablarde una agonía en el huerto de Getsemaní. Se puede objetar que Jesús es joven y sano,tieneunfísicoperfectoynohasu- frido todavía ni la menor violencia por parte de sus adversarios. De acuerdo, pero se puede morir, o al menos experi- mentarlaterriblesensacióndelaagonía, a causa de emociones muy intensas, de dolor moral que supera el límite de lo tolerable. Una larga, interminable, insoportable punzada,laimpresióndequeelcorazón seleharoto. Conungemidomásagudo se agacha, apoyando la frente contra el troncodeunolivo.Haciéndoloasí,cum- pleelprimerconsejodadoporlosmédi- cosencasosdeinfarto:inmovilidadcom- pleta,respiraciónlentayprofunda,expi- ración por la boca. Si el organismo está fuerte, los daños no son necesariamente irreparables y, en teoría, se puede espe- rarunarecuperacióngeneral. El hombre que está postrado en tierra en el Huerto de los Olivos está en el ojo deuninvisibleciclón; sedebateenvano en el centro de todas las formas del mal quesehanextendidoyseextenderánpor elmundoalolargodemilenios.Sucora- zónesfuerte,eselmásperfectocorazón dehombre,peroesuncorazónhumano, igualalnuestro,quenopuederesistirhas- ta el infinito, y que cede, como también ceden a veces las vigas más sólidas ante laviolenciadeunacatástrofe. Este músculo esencial para la vida se encuentradentrodedosrevestimientos; unointernooendocardioyotro externo oepicardio.Cuandolapresióndelasar- teriasoprimefuertementealcorazón,éste puedellegararendirse,cosabastantenor- mal en un órgano ya desgastado, y en- toncesseproduceelinfarto;opuedepro- ducirse un principio de infarto, una per- foración,comoundolorosocorte,abier- to por el corazón en el endocardio, sin afectar al epicardio. Entonces la sangre invadeelespacioexistenteentreelmús- culo mismo y el epicardio, y luego los glóbulos rojos, más pesados, se deposi- tan en la parte inferior, separándose del suero. Este hecho, sucedido hacia la media- noche del Jueves, se hace visible en la tardedeldía,porlapuntaovalycortante de la lanza clavada en su costado, que- dando su huella también en la Sábana. Cuando el soldado hunde la lanza en el pecho de Cristo, a la altura del corazón, enseguidasale«sangreyagua»,deloque datestimonioJuan,queseencuentraallí a su lado. Loscolegasactualesdelmédico-evan- gelistaLucashablandehidropericardio deorigenagónico,aunquehayotrosex- pertosqueprefierenatribuirelorigendel líquidoqueacompañólasalidadelasan- greacausastraumáticasexternas,como los golpes que Jesús recibió en la casa
  • 13. 13P. Raimondo Sorgia, O.P. de Caifás y después en el pretorio, con todalaviolenciadelosflageladores,enel pecho y la espalda; para ellos sería una pericarditissueral. Quizás una causa no excluya necesa- riamentelaotra,sinoquelasdoshipóte- sispodríancomplementarse.Laflagela- ciónhadejadosushuellasmuyevidentes en la Sábana fúnebre, pero las de Getsemaní son aún más profundas: Je- sús ha agonizado de dolor, ha estado a puntodemorirdepena.¡Cuántaverdad encierran estas palabras, bien utilizadas por nuestros ancianos, que no conocían eltérmino,perosílarealidaddelinfarto! Lostrestestigos,privilegiadosyentu- siastas en la Transfiguración, no han lo- gradosermásquetestigossomnolientos del drama doloroso vivido en la soledad por el Maestro. Envueltos en sus capas al estilo oriental, sobre el suelo o con la espalda apoyada en el tronco de un ár- bol, oyen: «Padre mío, si es que debo beber este cáliz, que se haga tu volun- tad». Jesús ha decidido que lo beberá hastalaúltimagota,hastaelCalvario.Y esaverdad,momentáneamenteoculta,se estampa luego en la Sábana, signo de un amor demasiado grande como para ser comprendido por completo. Jesús tendrá que luchar ahora con to- das sus fuerzas para sobrevivir un poco más; le faltan 15 ó 16 horas, intermina- bles, para sufrir el tormento al que está destinada su pobre carne. Espera a Ju- das,queestávolviendo.Enunmomento el olivar se encuentra lleno de gente ar- mada y agitada. Judas le dice: «¡Salud, Rabbí!». Y el Maestro le responde: «Amigo, ¿a qué vienes?». Los soldados sabenquetienenquecapturaraunhom- bre por encargo de los empleados del servicio de orden del Templo. Son las dos más o menos de la noche. Ha empe- zadoelprimerViernesSanto. Con las manos atadas con una cuerda, entreempujonesyconunescándaloque despierta a los habitantes, Jesús es con- ducido arriba, a la Ciudad Alta, por la mismacallequerecorrióhacepocasho- ras. En el Palacio de Caifás, tan sólo a unoscientosdemetrosdelCenáculo,ha sidoconvocadaconurgenciaunareunión extraordinariadetodoslosresponsables. Muchosdelosdirigentesnosehanidoa dormir, esperando la hora. Aquel incó- modo personaje venido de Galilea para turbarsutranquilidadfinalmenteestáen susmanos;ciertamentenolodejaránes- capar.Lasentenciahasidopronunciada hacemeses;establecido tambiéneltipo deejecución,faltasóloundetalle:unpro- ceso,unaaparienciadelegalidad,paraque- darconlaconcienciaenpaz.Másaún,de- ben pasar al procurador romano la res- ponsabilidaddequeestehombredesapa- rezcadeunavezdelacirculación. La fase inicial del proceso de Jesús es en casa de un ex-presidente que conser- vatodavíaelpapeldedirigentetemidoe indiscutible.Allí,duranteelinterrogato- rio, uno de los guardias le golpea el ros- troduramente,dejándolehuellasqueque- dan registradas en la Sábana. Después se dirigen en masa hacia el tribunal que presideelsumosacerdoteCaifás;lostes- tigos en contra del imputado no coinci- denensusversionesdeloshechos.Bas- taría una palabra comprometedora por parte de Jesús, pero Él calla. Calla mientras puede, hasta que le ha- cenunapreguntaclave:«¡Ennombrede
  • 14. 14 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Dios vivo, te conjuro a que nos digas si tú eres de verdad el Mesías, el Cristo, el HijodeDios!»Enesemomentonopue- de callar; sus ojos hasta ahora bajos se llenandeunaluzenlaquebrillalaternura y el orgullo afectuoso hacia su Padre; y fijándolosenelrostrodelinquisidor,res- ponde: «tú lo has dicho», es decir, «así es». Llenosdeunarabiamásteatralquereal- mentesentida,todosgritanqueelHom- bre ha blasfemado, ha osado profanar el nombre santo de Dios. «¡Ha blasfema- do, lo habéis oído todos vosotros; ¿qué decís?».Ysiguiendoelguión,comoins- trumentos,lospresentesgritaron:«Tiene que ser condenado a muerte». Entonces,cuentaMateo,leescupieron a la cara y empezaron a darle puñetazos ybofetadas,porturnos.Comolehabían vendado los ojos, podrían reírse de él: «Ahora haz de profeta, Cristo, adivina quién de nosotros te acaba de golpear». Incluso a través de la venda más espesa, hastaconlosojosbajosyllenosdelágri- masJesússeríacapazderesponderasus preguntas, pero ha decidido no respon- der,dejarqueeljuegocontinúe.Ypreci- samente porque Él se comporta serena- mente,sinreaccionar,losgolpeslellue- ven encima, cada vez más duros y vio- lentos. Cada uno le deja su señal. En el Evangelio se cuenta todo esto. También en el evangelio según la Sábana.Así lo describenlosexpertos: En la frente, a la altura de la ceja dere- cha, a un centímetro y medio más o menos de la nariz, se observa una excoriación de 6 cm., atribuible a un violento bastonazo que ha roto la piel contra el hueso delgado del arco de la ceja. En la otra ceja se ve en cam- bio una zona escoriativo-contusiva de 2,5 cm., producida por uno o varios puñetazos. Hacia el centro del cartílago nasal se ob- serva la señal circular de otro bastonazo, dado con un palo más bien corto, similar al testigo de los atletas de las carreras de re- levos. El golpe fue dado por una persona que se encontraba a su derecha y que tenía el bastón en la mano izquierda. El diagnós- tico es sencillo: rotura y desviación del ta- bique nasal. O, siguiendo la segura guía del profesor Judica-Cordiglia: «en la mejilla izquierda, en el extremo de la nariz y en el labio inferior se mues- tran heridas de varias dimensiones, produ- cidas por agentes contusivos. En la región de la mandíbula, a la altura del surco naso- labial, se puede apreciar, en medio de una barba abundantemente bañada en sangre, una notable hinchazón de esta zona» (G. Judica- Cordiglia, L’uomo della Sindone è il Gesù dei Vangeli? Chiari, BS, 1974, 64-66). Sehaapuntadolahipótesisdequeese hematoma no fuera producido por una mano armada con un bastón o tabla de madera,sinoporunafuertecaídadebru- cescontraelsuelo,duranteelViacrucis. El corazón, que ya se desbordaba de amargura en el Huerto de los Olivos, si- gue sufriendo otras penas casi sin parar: elsufrimientoporlanegacióndePedro, quejurayperjuranohaberconocidonun- ca a aquél hombre; el sufrimiento por la desesperacióndeJudas,peorquelamis- matraición...
  • 15. 15P. Raimondo Sorgia, O.P. 4 La calle que lleva a la colina Alalba,sinqueelimputadohayateni- doniunsólomomentodetregua,segun- do juicio.Ante el Sanedrín, las formali- dadesyhumillacionessehacenmásrefi- nadas. Después comienza el juicio últi- mo,estavezenelPretorio,encuyasede sesientaunaltomagistradoromano. APilatos,claroestá,noleimportagran cosaelasuntodeesteextrañoindividuo. Almenosenprincipio,habiendovistotan- ta gentuza: casi cada día, desde hace años, han desfilado delante de él hom- bres a quienes juzgar, y a los que casi nuncahapodidoabsolver.Acusadoscon lasetiquetasmásvariadas:eldelincuente común,elladronzueloocasional,elinge- nuo que se ha dejado engañar y se ha pasado al bando equivocado, el idealis- ta, el ladrón profesional, el terrorista, el sicario,elanárquico,elenfermomental, el agitador político, el hombre embrute- cidoporelvicioolamiseriamaterial.Juz- garles, condenarles, hacerles golpear o azotar, matarles... son asuntos adminis- trativos corrientes para el gobernador PoncioPilatos,igualqueparacualquiera de sus colegas. Pero este hombre –Pilatos se ve obli- gadoarepetírseloasímismoenvozbaja– , este hombre es diferente de todos los otros que ha conocido. Es cierto que no es fácil reflexionar, ponderar con calma la situación de este imputado, con una serie de acusaciones que no se tienen en pie, y menos teniendo enfrente aquella gente que grita bajo las ventanas del pretorio.Aún se le hace más difícil por- que su mujer le ha mandado un recado: «intentanocondenara estehombreino- cente, ya que esta noche he sufrido mu- cho en sueños por su causa». ¿Quiénpuedeser?¿Ysienverdadtie- neelfavordelosdioses?Miedosupers- ticioso. Se estremece al recordar otro sueñotristementecélebre:eldeCalpurnia, que en la mañana de los Idus de marzo había aconsejado al César no ir al Sena- do; en sueños lo había visto chorreando sangre.Siente miedoalevidentechanta- jeporpartedelosrepresentantesdelpue- blo, si se atreve a desafiarlos. Podría te- ner que volver a Roma escoltado para acabar, como ahora este hombre, en el banquillo de los acusados y después quiénsabe. Puedequehayatodavíaunaescapato- ria.AlsaberqueJesúsprovienedelterri- toriogobernadoporHerodes,Pilatosor- dena que sea llevado ante él. Pero Herodes se cansa pronto de este hom- bre que no le divierte, como había espe- rado.Hacequelerevistan,paraburlarse de él, con una túnica principesca –¿no dicequeesunreyenelexilio,elaspiran- te al trono de un misterioso reino?– y se desembaraza rápidamente de él, reenviándolo,desilusionado,aPilatos. Esprecisoqueésteintentejugarlaúlti- macarta,yasílohace:«Estehombreno ha hecho nada que merezca la muerte; portanto,haréqueledenlatigazos,pero después lo dejaré en libertad» ¡Ese «por
  • 16. 16 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto tanto» es una obra maestra de lógica!... Elejecutor,escogidoentreloshombres delatropamásrudosyrápidos,empuña el terribleflagellum,unaespeciedeláti- go con dos o más tiras de cuero. Mane- jado con fuerza, llega silbando a Jesús y leproduceprimerocardenalesdolorosos y después surcos por toda la piel. Más temible debía ser el flagrum, un látigo perfeccionado, ya que en los extremos sefijabanbolasdeplomoo,muchopeor, huesecillosásperosyafiladoscomosíli- ce; con cada golpe se rompe enseguida el tejido, dejando su forma en la carne viva. La flagelación judía debía mante- nerse pordebajodelos40latigazosen to- tal; la romana en cambio no preveía esa norma.YJesús es torturado al modo ro- mano, así que se pueden contar pacien- temente,entrelashuellasdorsalesyfron- tales,másde120llagasenelHombredela sábana, que son el resumen de aquella despiadadaflagelación. No podemos olvidarnos de la corona- ción de espinas, con un casco de ramas de espino entrelazadas. Lo recuerda la Sábana,conlosreguerosdesangre,mu- chos en la parte superior de la nuca, y uno, muy marcado, que impresiona en- seguida a quien mira el rostro de Jesús, casienlamitaddelafrente,aquelqueen laSábanatienelaformacaracterísticade un 3 al revés o, si se quiere, la forma de unaépsilongriega. Escasimediodía.Lamañanahapasa- doenunmomento,almenosparaPilatos. Presionado por una multitud nerviosa e impaciente,que pone contra las cuerdas al odiado procurador romano, éste em- piezaaceder.Jesúsesempujadoalexte- rior,aunpatioempedradodelafortaleza Antoniana.Lluevenacusacionessobreel juez romano, hirientes como latigazos: «¡Siponesenlibertadaestehombreque seproclamareynuestro,debessaberque teconviertesencómplicesuyo!.¡Quien pretendehacersepasarporreyesenemi- go del emperador!». Viendoquelamultitudpresionasobre elcordóndeseguridad,amenazandocon arrastraralosguardias,Pilatoshaceque le traigan una vasija con agua. Lavadas lasmanos,laslevantabienaltas,paraque lasveantodos,ydice:«Yonomeconsi- deroresponsabledesumuerte.¡Allávo- sotros!». Y entrega a Jesús en sus ma- nos. La farsa ha terminado. Empieza el últimoactodeunatragediacadavezmás cruel. Corre la voz en un instante. Dentro de poco sacarán a otros delincuentes, pue- de ser que dos o tres. La ejecución será en la colina del Gólgota; hay que correr sisequiereocuparunpuestoenprimera filaydisfrutardelespectáculo.Allíenla explanada de la colina, estará ya planta- do firmemente en el suelo el palo de la cruz,elstipes,comolollamanlosroma- nos. El condenado debía cargar encima el brazo más corto, transversal, el pati- bulum. Sólo éste pesaría al menos 50 ó 60 kilos. Para un hombre apenas salido de una grave crisis de infarto cardíaco y que ha pasado doce horas seguidas de ininterrumpidatortura,aunqueseajoven y de constitución sana, aquel tronco de árbolpesaríacomounamontaña.Quién sabe cuánto le costaría dar un paso. Se- guramente no sería un tronco bien cepi- llado, sino rugoso, cortado de cualquier manera, quizás lleno de resina, con res- tos de corteza y grandes astillas, en un trabajoacabadoapresuradamente.
  • 17. 17P. Raimondo Sorgia, O.P. Elpatibulumcaesobreelmúsculoen- treelcuelloylaespalda,dejandosusmar- casenlaSábana,comodescribenlosex- pertos: «En el hombro derecho –el lado derecho se corresponde con el izquierdo en el po- sitivo fotográfico, esto es, en la imagen de cómo sería en realidad Jesús– se nota una amplia zona escoriada y contusionada más o menos cuadrangular, dispuesta un poco oblícuamente de arriba hacia abajo y des- de el exterior al interior, cuyo eje mayor, en sentido longitudinal, mide 10 x 9 cm. En la región escapular izquierda se consta- ta otra zona que presenta las mismas carac- terísticas. Examinadas las dos zonas aten- tamente, demuestran que sobre ellas ha pre- sionado un instrumento rugoso, de gran peso, móvil, de un grosor de unos 14 cm., que ha aplastado, deformado y reabierto las lesiones causadas por el flagrum, ocasio- nando otras, incluso atravesando las vesti- duras. «Este conjunto traumático, contusivo- escoriativo, lleva a pensar que haya sido causado por el palo transversal de la cruz, que el condenado sostenía con las dos ma- nos en la zona escapular, sobre los hom- bros, en el trayecto hacia el lugar del supli- cio. El madero cargado por Cristo era un palo basto, que él sostenía oblicuamente sobre la espalda, como hemos dicho, y que con cada caída, resbalaba hiriendo y dañan- do la piel con su peso y rugosidad, más en la región derecha que en la izquierda» (Judi- ca-Cordiglia, op. cit. 68-69). Se ha apuntado la hipótesis de que al- guna caída no fuera casual. Es bastante probable que los condenados a muerte, generalmentepocoresignados,comoen cambioaparecíaJesús,fueranatadospor seguridad con una cuerda en las muñe- cas o en los tobillos. Bastaba un simple empujóncuandoelpobrehombreinten- taba mantener el equilibrio precario del cuerpo que sostenía el patibulum, entre pasoypaso,paradesequilibrarlodeltodo yhacerlocaerdebrucesatierra,entrelas risas del populacho. Ricci lo ha demos- tradoconsusexperimentosydocumen- taciónfotográfica,quedannuevaluzpara laconfirmacióndeesahipótesisyfacili- tan la interpretación de cada una de las palabras escritas con sangre sobre la Sábana. Lamiradaatentadelexpertosefijatam- bién en las grandes manchas que se ven a la altura de las rodillas. Aparece más contusionada la derecha, como si se hu- bieranacumuladovariasheridasunaso- breotra.Estasmanchasparecendemos- trarquelasrodillasdelHombredelaSá- bana «sufrieron la acción discontinua de un agente escoriante y lesivo, como pudo ser un terreno accidentado, una calle no lisa, contra la superficie cutánea convexa, so- bre la cual la acción lesiva fue atenuada por la interposición de una protección blanda, como la tela de su vestidura» (Judica-Cor- diglia, op. cit. 69-70) Con otras palabras, Jesús habría caí- do varias veces, y como sostiene la de- voción popular, unas sobre una rodilla, otras sobre la otra, y a veces sobre las dos, de golpe, mientras que, con las ma- nos ocupadas en sostener el pesado pa- tíbulo, subía penosamente la ligera pen- dientequeloconducíaalCalvario.Pare- ce confirmarlo, en el rostro del hombre de la Sábana, el gran golpe que se en- cuentraenlabasedelmentón. Para que el espectáculo sea más com- pleto y divertido –demasiado serio, de- masiadoresignadoesteJesúsdeGalilea– dos bandidos, cogidos por la policía después de un robo con asesinato, van
  • 18. 18 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto subiendo también con el patibulum a hombros,porlacuesta.Vanatadosentre sí, en fila, como pueden. Jesús parece verdaderamente la sombra de sí mismo. Debesostenerlosuenormefuerzadevo- luntad. O algo más, como su gran amor. Preocupados sobre todo por si se les muere a mitad de camino, los organiza- dores deciden auxiliarle mientras hay tiempo.Unaojeadaalrededor,buscando alguienapropiado,yencuentranaunagri- cultor, el Cireneo, que viene del campo porunacallejuela.Cogidoporsorpresa, es obligado a cargar con el patibulum de Jesús, y será famoso, no tanto por su ciudaddeorigen,comoporaquelencuen- tro cerca del Calvario. Unos pocos mi- nutos de descanso. Entre el sudor y los surcos de sangre que le caen sobre los ojos, Jesús busca la cima de la colina, sabiendo que sólo allí podrá descansar finalmente. Entre la muchedumbre hay quien ob- serva pensativo, hay quien es capaz de mostrar todavía un poco de compasión, SedicequeestabalaMadre,muchasmu- jeres,muchosbeneficiadosotestigosde sus milagros. Pero ahora todo parece irreal, y nadie podría parar ya el movi- miento inexorable de aquel engranaje. Unos pocos pasos más –pero ¡cuánto cuestan!– yJesúshabrállegadoalacima. Los tres palos están clavados en el te- rreno. Uno tras otro –puede que Jesús el último, ya que se trata del más famoso de los tres–, los condenados serán tira- dos al suelo, con los hombros sobre el patibulumquehanllevado.Gritansupli- cando,llenosdeterror.Elhombrellama- do Jesús sigue siendo distinto. Segura- mentesetenderíaespontáneamente,yen vez de cerrar la palma de la mano apre- tándolaconvulsivamente,lapresentaría dócilmente. Con un poco de experien- cia, al verdugo le basta palpar en la base de la mano, donde se nota un pequeño agujero, para saber que ese es el punto justo.Allí va metida la punta del grueso clavo de carpintero. Es el agujero de Destot, el único espacio libre entre los pequeñosyabundanteshuesosdelcarpo. Sóloporallípuedepasarelclavosinrom- perlos. Alguienhabíaprevistotambiénestede- talle.Naturalmentequeelverdugonosabe nada, él sólo hace su trabajo del modo másrápidoyrazonableposible.Sinem- bargo,Alguien –el mismo que había es- tablecido que no se rompieran los hue- sosdelcorderodurantelacenapascual– parece haber pensado también en esto. Era el único modo de no fragmentar los huesos de la mano de Aquel a quien el amorhabíatransformadoenelchivoex- piatorio de la humanidad, en el Cordero de Dios llamado a cargar sobre sí los pecadosdelmundo;enelCristoqueaho- ra va a ser clavado en la cruz. Sólo un espacio libre. La Sábana lo sabe. Empujadoporunmartillopesadogol- peado con fuerza, el clavo traspasa con facilidadtodoelgrosordelamano,unién- dolaaltravesañodemadera.Elclavono era de sección circular, sino cuadrangu- lar, como los usados por los carpinteros paralosentarimados.Esfácildecir:«ima- gínate qué dolor», pero un espasmo de dolorsemejantesólopuedecomprenderlo quienlopasa.Además,nofueelúniconi elmayorsufrimiento.Teniendoencuen- ta las conclusiones que derivan de una atenta lectura de la Sábana, si en la
  • 19. 19P. Raimondo Sorgia, O.P. manoizquierdalacrucifixiónnopresen- tó problemas técnicos, en la otra mano parece que, por ser el clavo más grueso omenosafilado,nopenetróalprimerin- tento, sino que tuvo que ser clavado y extraídovariasvecesantesdequealcan- zara el patibulum. El doctor Judica-Cordiglia, que hace notarestedetalle,explicatambiénlaac- cióndelclavo: «al traspasar el carpo, no sólo cortó el nervio mediano, sino que con sus esquinas afiladas seccionó los nervios de los mús- culos flexores de los dedos» (Op. cit. 75- 76). Lalesióndelnerviomediano,extrema- damente dolorosa, hace que el pulgar se pliegueautomáticamentehacialapalma de la mano herida. Ese es el motivo por el cual en la imagen de la Sábana apare- cen solamente cuatro dedos en las ma- nos. Finalmente, el último condenado, el mansoysilenciosocondenadoamuerte, conlosbrazosyaclavadosalpatibulum, esalzadoenelstipes.Allíquedasuspen- didounosmomentosconelcuerposuel- to. Vuelvo a decir que apenas podemos imaginarnossemejantedolor,aqueldo- lor. Faltan por clavar los pies, que están más o menos a un metro del suelo. Nue- vatorturaquesereservaalosmiembros inferiores,alintentarfijarlaplantadelpie alpalovertical.Estosóloesposibleapre- tando con fuerza sobre el pie mismo, de modoquetodalapierna,yespecialmen- telarodilla,vienenforzadasadoblarse,y el cuerpo del crucificado desciende de eselado.Elsoportequecasisiempreve- mos sostener los pies en los Crucifijos es un piadoso invento del artista que in- terpreta la compasión popular; ese so- porte de madera no existió en realidad. Mientras tanto, es objeto de discusión si los pies fueron fijados al larguero sólo con un clavo o con dos –Ricci no está de acuerdo con Judica-Cordiglia, mien- trasquelaimagentridimensionalparece confirmar que los pies fueron clavados al madero con un sólo clavo–. También son distintas las interpretaciones del he- chodequelaimagendelaSábanamues- treelhombroderechonotablementeba- jado.¿Fueacausadelpesadopatibulum transportado hasta el Gólgota o por una violentatorceduradelapierna? De todos modos, una cosa es cierta, queelagujerodeDestotesprovidencial: pensándolo bien, era prácticamente im- posible que un clavo puesto en la palma delamano,enelmetacarpo,pudiesesos- tener un cuerpo suspendido, que en el caso de Cristo debía pesar unos 80 ki- los; un cálculo matemático dirá que en cadabrazoveníaejercitadaunafuerzade tracción de 95 kilos. El cirujano doctor Barbethahechodecenasdeexperimen- tos en este sentido, confirmando que si se clavara un cuerpo en el centro de la mano,seproduciríanenellarápidamen- tedesgarramientosverticales,precipitán- dose al suelo.
  • 20. 20 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto 5 Morir en una tarde de abril Eshumanamenteimposibleanalizarel abismo de dolor dentro del cual pasó Cristo las últimas tres horas de su exis- tenciamortal.Entandificilpostura,entre convulsiones,conlos músculoscadavez más debilitadosyllenodedolorososca- lambres,hastalamáselementaldenues- trasfunciones,laderespirar,esunautén- ticosuplicio.Larespiracióncortayfati- gadasóloconsigueintroducirunacanti- dad mínima de oxígeno en los pulmo- nes, en los que se ha concentrado un ni- velintolerabledeanhídridocarbónicoy comoconsecuenciadeellolasangreestá saturada de toxinas. En tales condicio- nes,sucorazón,anteriormentesometido aunaduraprueba, nopuederesistirmás y cede de repente. «Y de nuevo –escri- benlosevangelistas–dandounfuertegri- to, Jesús dice: “Padre, en tus manos en- tregomiespíritu”.Ydichoesto,inclinan- do la cabeza, expiró». Lamedicinahainvestigadolascausas físicasdeaquellamuerte.DallaNorare- sumedeestamaneralasdistintasopinio- nes: «Según algunos médicos, se debería a los calambres tectánicos. A causa de éstos, los músculos respiratorios, al estar siempre tensos con la espiración, producen la as- fixia. Esto explicaría que en la imagen de la Sábana Santa, el pecho está notablemen- te levantado, en detrimento de la cavidad peritoneal, hundida a causa de la convexi- dad del diafragma. Para otros, el Señor mu- rió debido a un colapso ortostático, es de- cir, por la caída de la sangre a las extremi- dades inferiores por efecto de la gravedad, porque el corazón no podía dar la presión suficiente. Otros consideran que el Señor murió de infarto de miocardio; la hipóte- sis, del médico ingles Stroud, del siglo pa- sado, es compartida por algún médico mo- derno [Ricci]» (G. Dalla Nora, op. cit. 34). Con la más absoluta certeza podemos afirmar que el Hombre de la Sábana no sólo estaba clínicamente muerto, sino que, si se puede decir, había sido herido como para morir más de una vez. Ricci, describiendo las investigaciones experimentales escribe precisamente que «en estos casos, la sangre hinchaba la bol- sa pericárdica de modo que anulaba el es- pacio pléurico, y cuando con el bisturí se abría el pericardio, la sangre aparecía ya separada en dos elementos: arriba el plas- ma, que por peso especifico flotaba enci- ma, y debajo el elemento corpusculado de la sedimentación –incluso después de una hora–. De aquí la hipótesis del médico in- glés William Stroud de la muerte de Jesús por una fractura del corazón. «Clínicamente, esta hipótesis explicaría la salida inmediata y diferenciada de san- gre y agua de la que nos habla San Juan. En algunos casos bien diagnosticados, en el momento de morir, a causa de la fractura del corazón, el moribundo daba algunos gri- tos y después de uno o dos minutos, venía la muerte. En el caso de Jesús, su muerte fue precedida por un gran grito, después inclinó la cabeza y rindió el espíritu. Este gran grito, inconciliable con el estado de asfixia, puede coincidir con la fractura del corazón, mientras que la inclinación de la
  • 21. 21P. Raimondo Sorgia, O.P. cabeza sugiere un estado de momentáneo alzamiento de todo el cuerpo, como con- firma el estudio geométrico de la Sábana Santa. Si la lanza hubiese golpeado un co- razón intacto, la sangre se habría mezclado con el agua del pericardio, inundando el espacio pléurico, para salir después –y no ciertamente “al punto”, como dice San Juan– por el costado abierto. En cambio, en la Sábana Santa, la salida de sangre y agua separadas está bien documentada y se pre- senta como un conjunto de manchas san- guíneas de intensa coloración, circundadas como de aureolas por el derramamiento fi- nal del liquido sueroso» (G. Ricci, L’Uomo della Sindone è Gesù?, Cammino, Milano 1985, 59-60). Aestahipótesisyanoshabíamosrefe- rido, y, una vez más, la Sábana Santa dice su palabra. Al morir, apenas el tó- rax es desgarrado por el golpe de la lan- za, (una herida de 5’5 cm de largo al ni- veldelquinto-sextoespaciointercostal), saleinmediatamentesangreyagua.Que- dan todavía como objeto de discusión lasvariastesisacercadelorigendelsue- ro observado por Juan –¿sudor peri- cárdico,hidropericardia,pericardiasue- rosa, líquido inflamatorio de naturaleza pléurica?– Locierto es que la presencia de aquel agua, es indiscutible en la Sá- bana, y que ha diluido la densa masa de sangre salida de la llaga del costado, difuminandolosbordes. Hace algunas horas que el sol se ha escondidodetrásdelasnubesdensasque oscurecenelcielo,yseencontraráyacer- cadelalíneadelhorizonte.Faltarápoco para las seis de la tarde, y los escasos testigoscristianosdeaquélincreíbledra- ma que han permanecido cerca del Cru- cificado,semuevensóloatendiendoala invitaciónapremiantedeNicodemoyde José deArimatea. Los dos tienen razón: hay que darse prisa, porque las trompe- tasdeplataquetocanenlaexplanadadel templonotardaránenrepetirenelvalleel avisodequecomienzael séptimodía,es decir el día consagrado al reposo sabá- tico.Altercersonido,cualquieractividad laboral,incluidalasepulturadeuncadá- ver,tendráquecesar. Obtenido el permiso, se procede dili- gentemente a separar de la Cruz el cuer- po inerte de Jesús. Se le lleva en brazos delante de la tumba nueva que José ha- bía hecho excavar para él en las cerca- nías del Calvario. No hay tiempo en ab- soluto para lavar el cadáver, reducido a una llaga, y completamente empastado de grumos de sangre y polvo. Mientras que José va corriendo a comprar al arte- sano más próximo una sábana, regresa Nicodemocargadoconcienlibras–trein- ta kilos abundantes– de una mezcla de aromas. Después, encima de una gran losa de roca, en el interior del sepulcro, extien- den la Sábana y esparcen una capa de polvosresinososyaromáticos.Después apoyanlosrestosmortales,quesontam- biéncuidadosamentecubiertosdemirra y áloe. La parte superior de la Sábana se dobla,siguiendolacostumbrehebráica, sobre la cabeza, el rostro y después ha- ciaabajoatodololargodelcuerpo,has- ta los pies de Jesús. Algunodelospresentes,enatencióna unaantiguatradiciónmedio-oriental,de- posita dos monedas en los párpados. De nuevolaSábananosrevelaestepequeño secreto:apareceencimadelospárpados cerrados la huella de las dos monedas. Los últimos estudios realizados revelan
  • 22. 22 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto quesetratademonedasacuñadaspreci- samente en tiempos del procurador ro- mano que ha instruido el proceso a Je- sús. Un elemento más a favor de la au- tenticidaddelaSábanaSantadeTurín. Acontinuaciónrealizanunvendajela- teralenespiral,mediantetirasdetela,lo que permite que el tejido se adhiera me- jor a los restos mortales, y envuelven la cabeza con un sudarium anudado de- trásdelanuca.Tambiénesparcenelres- to de los aromas por el sepulcro. Un último saludo, con los ojos llenos delágrimas.Yfinalmente,empujadapor los brazos robustos de los hombres, la gruesapiedracircularruedadentrodesu hendidura,sellandolatumba.Pocodes- pués,porordendelaautoridad,seráase- gurada mejor a la roca con fuertes fijacionesdehierro. Regresan a casa rápidamente, porque yaesnocheentrada.Durantetodoeldía, el viento del este, el hamsin o siroco no ha dejado de soplar, plegando la hierba alta de los prados, los campos cultiva- dos de trigo y avena y moviendo ligera- mente las ramas de los grandes árboles enplenafloración.Así,juntoalasnube- cillas de arena fina y rosácea se mezcla otro polvo impalpable y perfumado, el de cien variedades de polen. El viento los transporta por el aire en torbellinos breveseirregulares.Seposanenelsuelo por unos momentos y vuelven a volar. Una parte desciende sobre la superficie ondulada del Jordan y sobre las claras aguasdel LagoTiberíades.Lentamente, milesdegranosdepolenyarenaconfun- didos entre sí se hundirán hasta deposi- tarse en el fondo. Puedeparecerundetallecuriosoyalo mejorfueradelugarestahistoriadelpo- len,quehaperfumadoeinvadidoelaire, como cada primavera, en aquellos días de abril del año 30 d. C. Lo han respira- do todos los participantes al proceso, a lacondenayalaejecución.Sehainfiltra- do por todas partes, en los pliegues, en las fibras del tejido de lino que José ha llevado hace poco al sepulcro. En esta historiaúnicaymaravillosa,todopuede tener y tiene su importancia. Puede ser queunagranimportancia. 6 El encuentro con la vida ¿Que sucedió hace millones de años, en el momento preciso en que la omni- potente voz del Eterno llamó de la nada al Universo? Hasta los más expertos es- pecialistas en los grandes cálculos con- fiesan no saber cómo describir aquel instante.Amenosquesehaganovelaen vezdeciencia. Y ¿qué sucedió hace dos mil años, al final de la noche entre el sábado y el do- mingo de Pascua? El hecho es conoci- do: un crucificado, inerte y frío, muerto hace más de un día, estrechamente en- vuelto en una sábana, como cualquier otrocadáverdeunpalestinoquehubiera recibidosepultura,enunmomentosere-
  • 23. 23P. Raimondo Sorgia, O.P. animayrevive.Desdeaquélprecisoins- tante Cristo será el Resucitado. Ahora bien,¿quiensinoelmismoHombre-Dios, que pudo morir, pero no ser sometido parasiemprealpoderdelamuerte,quién sinoElpodríacontarnosdesdedentroel más increíble de sus milagros? ¿Quién puede hacer la crónica de lo que, bien entendido,debellamarselaresurrección de sí mismo? Poresonuestraspalabraspareceránel balbuceodeunniño,puesyaelmisterio deunacélulaviva,quepalpitayserepro- duce, constituye un espectáculo impre- sionante.Podemosintentarimaginarnos lo que sucedió; pero al final, tendremos que admitir que nos hemos quedado en lasuperficie,mientrasquelapotenciadi- vina actuó en las profundidades del Ser y dispuso según su voluntad de las más complejaseinmutablesleyesdelanatu- raleza.Solonosayudanelinsuficientere- lato evangélico y la reflexión sobre las obras de Dios, es decir, la teología cris- tiana. En primer lugar, hay que afirmar que Jesús,trágicaeirreversiblementeacaba- docomohombre,seguíasiendoelHom- bre-Dios. El alma se había separado del cuerpo, ya que El, inclinando la cabeza, había gritado: «¡Padre te confío mi vida!». La suya había sido una muerte clínica en el más estricto sentido de la palabra,confirmadatambiénconelgol- pedelalanzaquepenetróhastaelfondo del corazón. Pero la divinidad –su ser Dios–queproveníaaCristodelaperso- na del Verbo, no se resintió, no podía resentirsedeningúnmodoporaqueldra- ma.Durantelaespera,cargadadelmiste- rio más grande de la historia humana, la persona del Verbo se mantuvo íntima- mente en contacto con aquel cuerpo in- animado encerrado en la Sábana Santa, incluso siendo cuerpo y alma separados entre sí. Dado que estamos tocando las cotas más elevadas de la teología, es más que normal que a veces parezca desfallecer nuestra mente. La persona de Cristo es una persona eterna. Es el Verbo eterno; así que no se podía disolver ni siquiera cuando no había unión del alma con el cuerpo de Jesús. Intentaré explicarlo con las palabras de un sabio teólogo americano, W. Farrell: «es cierto, sin duda, que durante aquellos días Cristo estuvo realmente muerto; es decir, ya no era un hombre, porque un hombre no es ni sólo un alma ni sólo un cuerpo, sino un compuesto de las dos cosas. Y tal com- puesto se había disuelto. El cuerpo muerto de Cristo era un cuerpo sin alma, pero por lo demás era exactamente el mismo de an- tes, todavía en posesión de la misma Per- sona, todavía unido a la Divinidad mediante aquella persona» (Guida alla Somma teo- logica, Alba 1958, vol II, 504). LapersonadelHijodeDios–inmortal como el Padre– conservaba plenamente el dominio del alma y del cuerpo de Je- sús de Nazareth mediante los cuales ha- bíavividohastaayersuespléndidaydo- lorosa experiencia humana. Podía resu- citarse a sí mismo de los muertos, ape- nas quisiera. Y Cristo resucita. Porque CristoeraDios. ¿CómoapareciósobrelaSábanalaima- gen de Cristo? Cuando Cristo resucita en su cuerpo terrestre espiritualizado, y abandona la Sábana sobre la tumba, las huellasenellasonyaunhecho.LaSába- na Santa es en este momento un verda- dero y exacto negativo, único en su es- pecie, que revelará su precioso secreto
  • 24. 24 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto soloalfinaldelsigloXIX,enellaborato- riofotográficodelabogadoPia. Podemos preguntarnos:¿sefijóaque- lla imaginaron en un lento proceso que duróunastreintayseishoras?¿Segrabó enunafraccióndesegundo,enelmismo instante en el que el cuerpo del Señor se reanimó? ¿O, tercera hipótesis, la sabia omnipotenciadeDiossesirviódelosdos modos o de otros sistemas que no llega- mos a adivinar? La ciencia hasta hoy se limitaaesto:proponehipótesiseintenta verificarlasenellaboratorio,ypiensoque nunca podrá ofrecernos más. Entre los elementos que tiene a su disposición o delosquepodrádisponerenelfuturo,le faltaráuno,indispensable,queestuvopre- senteyfuedeterminanteentonces:lain- tervenciónpersonaldeDios.¿Quiénpo- drá como El utilizar los secretos miste- riosos delanaturalezaqueElmismoha ideado y creado? Y, volviendo a las hipótesis: ¿La im- presión en la tela se verificó como una escritura por un proceso vaporigráfico debido al efecto oxidante de los gases amoniacales que exhalaba el cuerpo del crucificado? En el estado actual de las investigaciones, hay pocos pareceres a favordeestaexplicación. ¿Puedeserquelaaparicióneneltejido de la Sábana de una especie de calco de lafigurahumanaqueenvolvíasedebiera a la cualidad hemolítica del áloe y de la mirra sobre la sangre de Jesús, coagula- da y extendida por toda la superficie del cadáver?Parecenmásnumerosaslaspro- babilidadesafavordeestaclásicatesis. Así, Ricci habla de que «la Sábana puede considerarse una prueba del fenómeno de fibrinolisis. De hecho, cuando esto suce- de, sigue leyes precisas, acordes con el tiempo de contacto, de modo que si no lle- ga a 10 el número de horas, no se imprime el calco sobre la tela, o se hace de forma rudimentaria, mientras que si se supera ese número de horas, los regueros de sangre emborronan la tela por excesivo ablanda- miento de la fibrina» (Op. cit., 84-85). Re- fiere asimismo una afirmación del doctor Black, según la cual el fenómeno de la fi- brinolisis es hoy bastante conocido y estu- diado, en sujetos expuestos a un stress salvaje. ¿O en cambio, hipótesis más atrevida y–comosehadicho–allímitedelacien- cia-ficción,laclaveestaríaíntimamente conectada a los misteriosos rayos mitogenéticosdeGurwitsch,originados por la actividad normal de los tejidos orgánicos y capaces de ser proyectados en el ambiente circundante –en nuestro caso, la Sábana adherida al cuerpo de Jesús– en forma de radiaciones secun- dariasresiduales? Estoequivaldríaade- cir que el influjo sobrenatural del Verbo sobre los restos mortales de Jesús no se limitó a parar el proceso de descompo- sición,sinoquehabríainclusopotencia- do la fuente de radiación, hasta conse- guirregistrarenlaSábana,conunaobje- tividad fotográfica, el perfil de Cristo y cadadetalledesumartirio. Tendremos entonces que trasladar el tiempodeformacióndelashuellasalmo- mentoenquesereúnenelalmayelcuer- po de Cristo pensando, pues, que el Hombre de la Sábana Santa nos dejó su retrato,casicomomedianteunflashpro- digioso,alreanudarsuactividadcardio- vascular y respiratoria; es decir, exacta- mente en el instante en que resucitaba. Así, el doctor Jumper se declara favora- ble a la tesis de un relámpago de radia-
  • 25. 25P. Raimondo Sorgia, O.P. ciones como causa inmediata de la ima- gen. Radiaciones fotoquímicas, no ne- cesariamenteacompañadasdecalorode explosióndeenergía. Sehanaventuradotambiénteoríasso- brealgunaradiacióntérmicacomocausa instrumentaldelashuellasdelaSábana, algo así como una incandescencia par- cialmenteanálogaalfuegoporsusefec- tos. Una cosa es segura. Que en la hora preestablecida,objetodeunaprofecíare- petida varias veces, Cristo se dispone a volver en medio de los vivos, con pleni- tud absouta de vida. Y su cuerpo, en el que quiere conservar al menos las cica- trices mayores de su martirio, vuelve a palpitarenlasoledaddelsepulcro.Esun cuerpoglorificado,un auténticocuerpo humano, es más, el mismo recibido de su madre, pero totalmente lleno de vida divina,quedisponeahoradecualidades extraordinarias. ¿No entrará dentro de poco en el Cenáculo, aunque todas las puertasesténcerradascuidadosamente? Afuera, a dos pasos, separados de Él sólo por un muro corredizo, los solda- dos dormitan, convencidos de estar ha- ciendo la guardia a un cadáver ya en es- tadodeputrefacción.Nadiesospechalo quesucedeenelinteriordelatumba,don- de ha sido sellado el cuerpo de Jesús de Nazareth.Dehecho,enlaciudadalta,los enemigosdescansan;finalmente,susde- seos más profundos se han cumplido. Los mismos amigos del Maestro no sa- ben nada; tampoco aquellas discípulas quequizáshanpasadolanochevelando, en espera de que surja el sol. Dentro de pocobajaránsilenciosasporlascallesque conducen a la colina de enfrente, a con- cluirunritualdesepulturaquehaqueda- do incompleto... Unmomentodespués,unterremotoque parecetenerelepicentroenaquelsepul- croaterrorizayponeenfugaalapatrulla encargadadelavigilancia. «Jesús recupera la vida y, libre de las le- yes naturales, atraviesa, invisible para to- dos, la roca rosa con vetas blancas del más glorioso sepulcro de la historia» (G. Ricci, op. cit. 83). Más resplandeciente de luz, y más transfigurado que en el Monte Tabor, paraaseguraralmundosuvictoria.Aho- ra,unahumildeycomúnsábana,queya sería una preciosa reliquia sólo por ha- ber acogido entre sus pliegues el cuerpo mortaldelHombre-Dios,sehaconverti- do en la Sábana Santa. Las huellas que elResucitadoparecehaberdejadointen- cionadamente,sonlafotografíadeaque- lloqueÉlyahabíadichoconnotablean- ticipo sobre sí mismo: «Tomad nota de todo lo que os digo. El Hijo del hombre –el que os habla– será abandonado a las manos de los enemigos que lo matarán, pero después de su muerte, resucitará al tercer día». La presencia real de Cristo Eucaristía en medio de nosotros y en nosotros está garantizada por la fe en la narración de losevangelios.LaSábanaofrecealevan- geliomismoyalafeenelevangeliouna garantíamás,unagarantíamáxima,enla medida en que se demuestre que es au- téntica. Si la fe es un don sobrenatural, queasientealoimpalpable,aunsosteni- dapormotivosnaturalesdecredibilidad, la Sábana Santa es hoy y seguramente serámásenelfuturo,undocumentocon- creto,tangibleydisponibleparaefectuar
  • 26. 26 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto sobreélcuantosexperimentossequiera, sobre la real humanidad de Cristo. Losviejísimosyretorcidosolivosque todavía hoy pueden verse enraizados en las tierras de Getsemaní son documen- tos del paisaje existente en el tiempo en que Jesús predicaba la Buena Nueva. Hace dos mil años que están a punto de secarsecompletamente,perohanrevivi- do siempre gracias a alguna yema, a al- gúnbrotequecadaañosehaidoabrien- do paso en la corteza casi petrificada. Jesús vio estos olivos, y ellos le vierona Él. Pero su testimonio es muy limitado, porque no son personas. El testimonio que los cristianos dan de Jesucristo es muchomáselocuentequeelreservadoa los viejos olivos de Getsemaní; nuestra feessustancialmenteidénticaaladelos primeroscristianos,aunquehayallegado hasta nosotros a través de cien genera- cionesintermedias,loquehacedenoso- trostestigoscualificados,aunqueindirec- tos, de la historia de Jesús. La Sábana Santa, en cambio, tiene un papel exclusivo, una importancia y una misión absolutamente única. Si se demuestraqueesauténtica,seránosólo lamásesplendidareliquiaexistenteenel mundo,sinoalgoinfinitamenteimportante: serálagarantíavisible,tangible,inataca- ble, de que el Verbo de Dios –descendi- dodelCieloparalasalvacióndeloshom- bres,encarnadoenelvientredelaVirgen MaríaporobradelEspírituSanto,como recitamos en el Credo– se ha hecho ver- daderamenteunodenosotros,enelhom- brellamadoJesús.Ydequetuvolafiso- nomía psicológica y moral que aparece enlaatentalecturadelosevangelios,los rasgos que aparecen en el autorretrato de la Sábana. Y de que fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilatos, y fue sepultado con esta Sábana Santa, y fue resucitadoyascendidoal Cielo,sentán- dosealaderechadelPadre,cumpliendo asíloquepreanunciaronlosprofetas,las promesas de Dios, los anuncios hechos por Jesús mismo. Todoestotieneelvalordeuntestimo- nio escrito con letras de sangre, en esta Sábana que envolvió por unas treinta y seis horas el cuerpo del Hombre; testi- moniounidoindirectaperoválidamente alúnicomilagro,elmásimpresionanterea- lizado por Jesús en su favor y de acuer- do con su solemne afirmación: «yo doy mividapararecuperarlanuevamente;na- die me la quita, sino que yo la entrego libremente, y tengo poder para darla y pararecuperarla»(Jn.10,17-18). Los numerosos y complicadisimos problemas,relacionadossobretodocon laelaboracióndeunaimagentanperfecta y con la conservación de la misma en mediodetodaclasedecircunstanciasdi- fíciles a lo largo de los siglos, han sido resueltos con una facilidad que lleva el selloexclusivodelaOmnipotenciaDivi- na. Jesús, que prometió estar con noso- tros todos los días, hasta el fin del mun- do, lo cumplió de un modo indudable- mente cierto, con su presencia euca- rística; y encontró también el modo de estar cada día a nuestro lado, con la pre- senciaentreloshombresdelHombrede laSábanaSanta.
  • 27. 27P. Raimondo Sorgia, O.P. 7 La prueba que convenció a Juan MaríadeMagdalaacabadellegaracasa de los amigos y, con la respiración entrecortada por la emoción, les cuenta que la tumba donde la otra noche depo- sitaronelcadáverdelMaestroyanoestá cerrada por la pesada rueda de piedra: «¡SehanllevadoelSeñor!Y¡quiénsabe dónde lo habrán escondido!» Superadoelprimerinstantedesorpre- sa,obedeciendoasunaturalezaimpulsi- va, Pedro se levanta y se pone en cami- no.Asu lado va Juan. Elmásjovendelosdosserátambiénel másrápidoyelprimeroenasomarseala entradadelatumbaexcavadaenlalade- radelacolina.NohaynirastrodeJesús. No entra, pero su mirada se dirige ense- guida hacia la losa sobre la que, con sus amigos, depositaron a su Maestro. «Sus ropas –escribe más tarde– estaban allí, enelsuelo». HallegadoPedro,queentrarápidamen- te; efectivamente, las vendas están por unlado;laSábanaplegadasobresímis- ma, junto al paño que ha servido como sudario... Juanestáobservandocadadetalle.Re- flexiona.Tieneunnudoenlagargantay, mientras se acerca a Pedro, comprende de repente que Jesús tiene que haber re- sucitadoverdaderamente. ¿Por qué? –nos preguntamos–. Puede que esté aquí, en estas pocas líneas del Evangelio,absolutamentesimplesenapa- riencia,elmotivodeaquellarepentinacon- versióndelmásjovendelosApóstolesa lafeabsolutaenlaresurreccióndeJesús. [El autor propone seguir una interpre- tación de Jn 20,5-9, analizando el senti- do de algunas palabras, como keimena y entetuligmenon, en el texto original grie- go, con lo que adquieren un significado más convincente las palabras del evange- lista, que vio cómo estaban las cosas y creyó] Mentalmenteéldebiórevivirlaescena finaldeaqueltrágicoviernes:«aquíenci- madepositamoselcuerpodelSeñor,des- pués de haberlo recubierto con esta sá- bana,aseguradaconestasvendas;elros- tro se lo cubrimos con este paño, anu- dándolodetrásdelacabeza;asíescomo lodejamos».Juanestáseguro.Pedrono estaba el otro día, pero él sí. Puede dar testimoniomejorquenadie. Ahora sobre la superficie de la tumba estánlaSábana,lasvendasquelaenvol- vían y el sudario. Todo en regla, salvo que el cuerpo ya no está. «Pero la Sába- na está como doblada sobre sí misma y suelta; y lo mismo las vendas;yelsuda- rio que habíamos atado en la cabeza del maestro está exactamente en la misma posición que la otra noche. Nadie lo ha soltado...Todoelenvoltorioconservain- cluso por algunos sitios como la forma del cuerpo. ¿Cómo ha podido salir el Maestro,sinoespiritualizandosupropio cuerpo y luego resucitando verdadera- mente, como nos había dicho, aunque nosotros no lo hubiésemos entendido?»
  • 28. 28 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Pero, atención: cuando decimos «espiri- tualizando su propio cuerpo» no queremos afirmar que ese cuerpo se trocó en espíri- tu, sino que adquirió cualidades propias y exclusivas del espíritu; como, por ejemplo, la sutilidad, es decir, el poder atravesar por un instante otro cuerpo sólido, como ocu- rrió más de una vez al pasar Cristo resuci- tado por puertas cerradas, entrando en el Cenáculo. De repente Juan comprende; es el pri- mero en asumir la idea, la realidad sor- prendente, de que Jesús ha resucitado. Ve laSábanaSantatodavíasellada,pero ya sin su precioso contenido, y cree que Jesucristo ha salido espiritualizando su propio cuerpo resucitado. Seguirán los días tranquilos de los en- cuentrosconelResucitado,enlasorillas del Lago Tiberíades, en el camino de EmaúsyenGalilea.LosdíasjuntoaMa- ríalaMadre,enelCenáculo,despuésde la ascensión de Jesús. Los días del rena- cimiento, como individuos y como gru- po,bajoelinflujodelEspíritu. Pero la historia de la Sábana prosigue desdeaquellaprimeramañanadePascua. LaMagdalenacorrealSepulcroencom- pañia de una amiga –habían ido antes a comprar los aromas– para ungir el cuer- podeldifunto,lavarloconsieteablucio- nes y cortarle el cabello y la barba. Al mismotiempo,porotracalle,vanlossol- dados aterrorizados: tienen que decir al responsable del Sanedrín lo que ha su- cedidoallí. Mientras se entrecruza el ir y venir de personas –los discípulos de Jesús, sus enemigos,poderososyverdaderamente preocupados,loscuriososquenuncafal- tan–, me parece lícito preguntarnos qué habrá sido de la Sábana Santa, las ven- das y el Sudario que el Resucitado ha abandonadoenelsepulcro. Alguna de estas dos hipótesis puede sercierta:queelmaterialcomprometedor fuerasecuestradoporlasautoridadesre- ligiosas o por las civiles. O bien que al- guno de los Once apóstoles, de las dis- cípulas o de los demás simpatizantes de Cristohicieradesaparecerrápidamentela Sábana y todo lo demás. Me parece ésta la hipótesis más atendible: «se nos han llevado al Maestro... ¿No bastaba la es- pina en el corazón de anteayer?... ¿Qué esperamos para poner a salvo al menos estos pocos recuerdos que nos quedan deÉl?» Tenemos el hecho de que, pasado el largo período de tiempo de persecucio- nesyprisionesdequefueobjetolaIgle- sianaciente,lavozdelatradiciónresurge desulargoycomprensiblesilencioynos informadeque«laSábanaSanta fuecon- fiada a la custodia del siervo del sumo sacerdotedelTemplodeJerusalén»;po- casymisteriosaspalabrasqueJerónimo ha encontrado en el Evangelio apócrifo según los hebreos (Jerónimo, Uomini Illustri, Siena 1965, 36 [= De viris illus- tribus, obra del año 393]). Estainformaciónobviamentenossor- prende.¿Setratabadeunoficialcualquie- radeltribunalque,entrelosmuchoscuer- pos del delito, daba de vez en cuando unaojeadaaaquelpaquetedecosasmar- cado con una etiqueta: «Sábana, suda- rio y vendas del condenado a muerte y ajusticiadoencruz,JesúselGalileo».¿O bien,considerandolaprimerahipótesis, laindiferenciadelguardiánerasolofingi- da,puestoquehabiéndoseconvertidoen secreto, él veía en la Sábana la reliquia
  • 29. 29P. Raimondo Sorgia, O.P. más preciosa que, después de la Buena Nueva, Cristo había dejado de sí a sus hermanos? AceptandolafuentepropuestaporJe- rónimo, esta segunda hipótesis es creí- ble, porque de ella se deduciría que fue el Señor mismo quien eligió para la Sá- banaaquélguardiánprovisional,fuerade sospecha. Con el paso del tiempo, cal- mada la tormenta y cesada la persecu- cióncontraloscristianos,elmismoguar- dián o quien estuviera en su puesto ha- bría transferido la sagrada Sábana, des- de los sótanos de la sinagoga, a manos y lugarmásseguros. También aquí, como en tantos otros casos,lastradicionesquedepadreahijo transmiten a través de las generaciones los episodios y nombres unidos a un he- cholejanosemuestrancomolosmáspre- ciososaliadosdelahistoria.Esciertoque a veces la fantasía popular puede haber coloreadocon elementostotalmenteima- ginarioselnúcleodeundeterminadohe- cho real; en tal caso la realidad se ve re- vestidadeleyenda.Peronosedebecaer en el error opuesto, de tomar por leyen- dacualquierinformaciónquelleguepor víadelatradición.Ademásdelhechode que probablemente no hay leyenda que no haya nacido de un granito de verdad, noesdifícileludirlaqueseadudosa,sin ponerendudaotrasquetengansuficien- tefundamento. Haydehechohistoriasquehundensus raícesenlamásoscuranochedelostiem- pos y que no han transmitido ningún in- dicio concreto en favor de su autentici- dad original. Como la de que las aguas del Rhin guarden el oro de un tesoro fa- buloso, o que Teodorico fuera arrojado aunvolcánporuncaballoinfernal.Éstas pertenecenalgéneroderecuerdosdelpa- sadoqueescapanauncontrolrealyque por eso probablemente nadie se atreve- ríaadistinguirdelapuraleyenda.Deellas quedaenlaprácticalapurainformación. Pero en Turín tenemos la Sábana de- lantedenuestrosojosybajoaquellosmás penetrantesdelosmássofisticadosapa- ratoscientíficos:muyfrágilensuconsis- tenciamaterial,perosólidamentegaranti- zada por muchas y extraordinarias co- incidencias con las voces de la historia, delatradiciónydelosEvangelios.Aun- queconfiadalaSábana,diríamos,enlas primeras horas de su nacimiento a los cuidados de anónimos creyentes y a la palabra de la tradición, reúne en sí mis- ma una importante serie de certificados deautenticidadquehoylereconocenlas distintas ciencias y el testimonio de pri- merísimamanodelpolenfósil,palestino ono,encontradoenellaporMaxFrei.Y a esto se podría sumar enseguida una sólidadocumentaciónhistórica. Por eso, en lo que se refiere a la Sába- na, si para sus primeros siglos las fuen- teshistóricasescritassetienenquecam- biar por sus parientes más pobres, pero máscercanos,lastradicionesorales,po- dríamos sencillamente resolver la cues- tiónconungenéricoveredictodeleyen- da. Sin embargo, ninguna invención le- gendariahatenidonuncatantoscertifica- dos de garantía, orales y escritos. Y so- bre todo, ninguna invención legendaria ha podido jamás soportar los apretados interrogatorios a los que –afortunada- mente–lamentalidadmodernallevaso- metiendo desde hace años a la Sábana de Turín.
  • 30. 30 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Teniendo en cuenta, pues, que de la tradición oral nos bastarán sus conteni- dos, siempre verdaderos en alguna me- dida, sin entretenernos en los añadidos de la fantasía popular, podemos recoger algunosdeestostestimonios. Por ejemplo, se cuenta que el mismo Nicodemo–unodeloshombrespresen- tes en el rito de la sepultura de Jesús– tomóyescondiólaSábanaSantayotras reliquias de la Pasión, en Pella, una ciu- dad del dominio deAgripa, y que hacia elaño100llevódenuevolaSagradaSá- banaaJerusalén. Tambiénsepuedecitarlanarraciónde las llamadas Acta Pilati, del siglo II. En esa presunta reconstrucción no del pro- ceso de Jesús sino de su resurrección, sehablatambiéndelaSábanaSantayde los otros lienzos encontrados en el se- pulcro de Cristo. Escritores cristianos bienobjetivos,comoJustino,Tertuliano yEusebio,latienenencuenta,porloque algo de verdad en principio debe de te- ner. Tenemostambiéninformacióndeque, después del edicto de Constantino ( Milán,313),loscristianospuedenyave- nerar,conunaciertatranquilidad,lasre- liquias de la Pasión.Yde nuevo encon- tramos a Jerónimo, que, viviendo sobre el 400 cerca de Belén, pudo recoger la creenciadeque «la Sábana, custodiada al principio por Marco, siervo del pontífice Caifás, se en- cuentra con otras reliquias de la pasión de Jesús en una iglesia de Jerusalén, sobre el monte Sión» Y Baronio, «docto intérprete de la tradi- ción cristiana, afirma sin dudarlo en sus Anales que “todos los instrumentos de la Pasión de Cristo y las reliquias de su se- pultura quedaron entre los cristianos, ve- nerados como trofeos de su victoria y como fuente perenne de gracia y de mila- gros”» (Judica-Cordiglia, op. cit. 19-20). Enelaño570constalapresenciadela SábanaSanta«entrelosmurosdeuncon- vento en las orillas del Jordán», aunque «con gran secreto», por el fundado te- moraalgúnactovandálico. Hay varios motivos que justifican las des- apariciones de la Sábana en esos siglos pri- meros: –en los ambientes judíos se consideraría una simple pintura, por lo que sus posee- dores podrían verse acusados de idolatría, por violar la severa prohibición bíblica de Ex. 20, 1-6; –también pendía sobre ellos la acusación de impureza legal, puesto que la ley judía castigaba duramente a los profanadores de sepulcros y a quienes estuviesen en con- tacto con ropa que hubiera pertenecido a un cadáver; –influiría asimismo la antigua controver- sia teológica; podría cobrar fuerza la doc- trina de quienes sostenían que Cristo había tenido una humanidad solo aparente: y un espíritu puro no deja restos de sangre... –finalmente, también podría deberse a una razón contraria, la devoción a la Sábana y la caza de reliquias que se hizo tan pre- ocupante que indujo a más de un obispo a frenar, con la amenaza de excomunión, el celo indiscriminado, no siempre desinte- resado, de mercaderes, cruzados y peregri- nos. Estainformaciónvapasandoalosdis- tintos países europeos, por los peregri- nosymercaderesqueregresandeTierra Santa. Un obispo español, en una carta del año 626, habla de la Sábana Santa conelentusiasmoquesolamentelasco- sasverdaderaspuedensuscitar.
  • 31. 31P. Raimondo Sorgia, O.P. Dandounaojeadaalaantiguacrónica deArculfo,atentorecopiladordememo- rias, podemos saber que en el año 688 era posible venerar la Sábana Santa en Jerusalén. Hay que señalar que, cuando siglosmástardesecomprendaelporqué deciertasinterpretacionesdeantiguospin- tores bizantinos, que a primera vista po- díanaparecerextrañas,laautenticidadde laSábanaSantaseconfirmatambiénpor aquellaingenuaperofielformadetradi- ción.Losartistasdeentonces,dehecho, nostransmitieronloquehabíanvistoellos mismos, o lo que los afortunados visi- tantesdelaSábanahabíandescritoalverla expuestaenunaiglesiaoguardadaenun escondite secreto. LaliturgiaqueseusabaenFranciaan- tes de Carlomagno cantaba en la misa pascual un himno a Cristo y a sus «reli- quias».Undocumentodelfinaldelsiglo XIaseguraqueenlosSantosLugaresse veneraba un lienzo de lino de «más de ochopies»,enelcualestabaimpresauna imagendeJesús.¿Cómopodríannosen- tirseconmovidosyalmismotiempopre- ocupados los cristianos de Europa, al pensarqueaquellasublimereliquiaesta- ba expuesta a todo tipo de peligros al otroladodelmar? 8 960’8 grados: ¡punto de fusión! Desde hace varios siglos, Palestina y Jerusalén, con sus Santos Lugares, san- tificados por la vida, muerte y resurrec- ción de Cristo, no están ya en manos de losjudíosnideloscristianos.Sobretoda la regióndelMedioOrientedominainexo- rablementelanuevareligióndelIslam.Se organizan, como sabemos, distintas ex- pediciones de Cruzados, que se propo- nenliberaryprotegeralmenoseláreadel sepulcro.Sibiennosiempretienenéxito, ofrecen a miles de peregrinos una opor- tunidad maravillosa para aquellos tiem- pos: poder visitar el país de Jesús. Losgaleonesdelasrepúblicasmarine- ras hicieron viajes entre Pisa, Génova, VeneciaylaotraorilladelMediterráneo, lospuertosdeChipre,Famagosta,Lima- sol, Tolemaida. Iban cargados no sólo de tropas y de armas, sino también de mercancías y botines de guerra, además de una variopinta multitud de devotos y aventureros, de santos y de penitentes. Gracias a alguno de ellos, convertidos en cronistas ocasionales, podemos co- nocerotrasinformacionesútilesparaunir los eslabones de la famosa cadena entre lahistoriapropiamentedichadelaSába- naSantaysutradiciónoral,escritaodo- cumentadadealgúnmodo.
  • 32. 32 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Deestemodo,sabemosqueduranteel saqueo de Constantinopla, sucedido en el curso de la IV Cruzada [1202-1204], la Sábana Santa desapareció de la ciu- dad por motivos de seguridad. También enConstantinoplalapudieronvenerar– «precisamenteenlacapilladeSantaMa- ríaenelbarriodeBlachernæ»–,elreyde FranciaLuisVIIIyotrosvisitantesnota- bles,comoGuillaume,arzobispodeTiro, yAmanry,reydeJerusalén. Durantealgúntiempo,elpueblotuvola fortuna de asistir cada viernes a la ostensión pública de la Sábana Santa. Después,conelasedio ytomadeCons- tantinoplaporlossarracenos,lareliquia más preciosa del sacrificio de Jesús fue confiada de nuevo a manos seguras – probablemente dentro de los sólidos muros de un convento– y permanece en clandestinidad hasta que reaparece a la luzdelsol,másalládelosAlpes,exacta- menteenItaliayenFrancia. En 1353 la Sábana Santa llega aTurín por primera vez durante un período de tiempobastantebreve.Comienzaeneste momentosu vida históricaen el sentido másrigurosoymodernodeltérmino:des- de entonces, cada cambio y cada hecho relacionado con ella, será escrupulosa- menteregistradoy,enconsecuencia,do- cumentado. En aquellos años se desata una grave controversia:Pierred’Arcis,nuevoobis- podeTroyes,envíaunmemorialalanti- papaClementeVII,enelquedeclara te- ner las pruebas de que aquel paño, es decir, la Sábana Santa, estaba pintado artificialmente.Ycomosucedeamenu- do,lamalafeolasugestiónnoencontra- ronningunadificultadparadescubririn- clusoalartista autordelapatente falsifi- cación, que habría sido realizada hacia losañoscincuenta-ochentadelsigloXIV. Esta impugnación presta un gran ser- vicio a la causa de quien sostiene que la autenticidaddelaSábanaSantadeTurín, está garantizada mediante pruebas y contrapruebas. Por otra parte, el ataque movidoporPierred’Arcisdurómásbien poco y se desinfló solo, puesto que ape- nasseismesesdespuésunabulapontificia volvió a convalidar la creencia tradicio- nal,permitiendodenuevoelcultopúbli- co de la Sábana Santa. [De la historia de la Sábana, resumida por H. Leclerq en Suaire del Dictionnaire d’archéologie chretienne et de liturgie, t. XV, pueden extraerse los siguientes datos (Cfr. J.-M. Maldamé, ¿Qué pensar de la Sábana Santa?, Mensajero, Bilbao 2000, 20-27): –A mediados del siglo XIV Godofredo I de Charny fundó una colegiata en Lirey, diócesis de Troyes, a la que cedió una re- liquia de la Pasión, generalizándose el culto a ésta. Posteriormente intervino el obispo de Poitiers, reuniendo una asam- blea de teólogos que concluyó que la tela expuesta nunca había envuelto el cuerpo del Salvador. Incluso se llegó a descubrir al artista, que confesó de plano que él ha- bía hecho la Sábana. Se prohibio su exhi- bición. –En 1356 Godofredo II, hijo del ante- rior, pidió autorización al legado del papa para restaurar la devoción. El legado le permitió la exposición de la Sábana. El nuevo obispo de Troyes, Pierre d’Arcis, intervino prohibiéndolo de nuevo. Los ca- nónigos desobedecieron. Se recurrió al papa, que entonces residía enAviñón, ante el cual expuso el obispo sus argumentos. El papa Clemente VII confirmó el per- miso concedido por su legado, aunque precisando las condiciones para exponer-
  • 33. 33P. Raimondo Sorgia, O.P. la; debía advertirse a los fieles que no era el verdadero lienzo que recubrió el cuer- po de Jesucristo, sino una copia o repre- sentación del mismo. –En 1453 Margarita de Charny cede la Sábana a Luis I, duque de Saboya, quien la lleva al castillo de Chambéry. –En 1578 el duque de Saboya, Enma- nuel Filiberto, traslada la Sábana a la nue- va capital, Turín. –En 1670 la princesa Margarita de Sa- boya obtiene permiso para que los fieles puedan renovar su devoción por esta re- liquia]. Devezencuandoseregistraalgúnmo- vimientodehostilidad,osiseprefierede excesiva prudencia por parte de alguno –según ha dejado escrito un observador delsigloXVI,AntoineLalaing,señorde Montigny, que tuvo ocasión de asistir a laostensiónhechaenPontd’Ains–que, para quitar todo resto de duda, habría sometidolaSábanaSantaalimpiezasra- dicales,hastainclusohervirla.Peropue- de ser que nos hayan informado más de susintencionesysugerencias,quedehe- chos. Lahistoriadelasaventurasporlasque sigue pasando la Sábana Santa se hace enadelantemásdensa,ymultiplicaraquí nombresyfechas,seríainteresante,pero por otra parte aburrido. Nombrando al señor de Montigny hemos llegado al si- glo XV, por tanto a la víspera de aquel terrible incendio de Chambéry, infinita- mentemáspeligrosoquetodaslasprue- bas a las que la Sábana Santa, como tes- tigosilenciosoyelocuentedelavictoria deCristosobrelamuerte,habíasidoso- metidaanteriormente. DurantelallamadaGuerradelosCien Años,yenparticularentre1418y1438,a causadelasinvasionesinglesasdelsuelo francés, había sido necesario cambiar continuamentelaSábanaSantadeunalo- calidadaotra.Finalmente,llegaalduca- dodeSaboya,aChambéry.Enunpinto- rescoyfértilvallealpinoselevantaelcas- tillo y dentro el duque coloca solemne- mentelaSábanaSanta,enunaespléndi- da capilla, detrás del altar, a la derecha. Estará segura incluso en caso de guerra, ya que es muy difícil asaltar semejante fortaleza. La misma sainte chapelle, de hecho,seencuentraenelinteriordeuna torre cuadrada muy sólida y protegida con gruesas puertas enrejadas. No hay quetemerposiblesrepresaliasoataques por parte de los miembros de una cerca- na secta valdense. Allí estará segura, a menos que entre en acción el más enga- ñoso,elmásviolentoeirresistibledelos enemigos,elfuego. 1532.Enlanochedel3al4dediciem- bre, mientras la pequeña ciudad y la se- gura fortaleza de Chambéry duermen, empiezalatragedia.¿Unavelamalpues- ta en el candelabro? ¿Una lamparita co- locada muy cerca de las telas que ador- nan el coro donde los canónigos suelen cantar laudes y vísperas? Lo cierto es queelfuegocomienzaapropagarsedes- deallíalprimermaterialinflamableque encuentra cerca –y casi todo es inflama- ble–.Enunprincipio,carbonizalentamen- te los sitiales del coro, de madera de no- gal.Después,lasprimeraslenguasdefue- goserpenteanenelvacío,selevantancre- pitando y avanzan en dirección a la sa- cristía. Tapetes y telas se queman ense- guida.Elaireyasehahechoirrespirable, latemperaturaaumentaamedidaquelas llamas devoran todo lo que es de made-
  • 34. 34 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto ra: bancos, reclinatorios, marcos de las puertas. Allí detrás, en la hornacina cercana al altar,lapreciosareliquiaparecenocorrer ningúnpeligro,porqueseencuentraguar- dada en una gran urna de plata. Parece inatacable, siempre que alguien se dé cuentaatiempodelincendio. 150-200gradosdecalor.Unotrasotro lasvinajerasylosjarronesdecristalesta- llan,seagrietanlasánforasdeyesoylos estucadosquedecorabanelinterior. 300 grados. Comienzan a ceder los emplomadosqueuníanloscristalespoli- cromados,saltandounotrasotrolosven- tanalesyvidrieras. Alguienoyeelruidodeloscristalesal romperseycaeralsuelo.Piensaprimero que son ladrones sacrílegos, pero el humo que proviene de la sacristía y un alarmanteresplandorlerevelanlaverdad. Rápido, ¡hay que tocar la campana! Y aqueldesesperadorepicaramartillodes- pierta por sorpresa y reúne en torno a la torre del palacio ducal a un centenar de personas, comenzando por los inscritos en la cofradía del Santo Sudario. Cuando se es víctima de la angustia, noesfácilorganizarlostrabajosparaapa- garelfuego,ylatemperaturaalcanzapron- tolos400-500grados. Alrededordelos600gradosempiezan adeformarsehastalospesadoscandela- brosdecobre,construidosespecialmente por los hábiles artesanos de Chambéry paraadornarlacapilla. 650grados.Sederritencomosifueran deceralosplatillosparalacomunión,que están hechos de aluminio recubierto de unadelgadacapadezinc. Mientras tanto, las personas reunidas en el patio proponen medidas sin senti- do, lloran y rezan en silencio, temiendo quesehayacausadoundañoirreparable alaSábana.Llegaalexteriorelruidode losmármolesque,alfundirselasgrapas de hierro que los sujetaban, caen de las paredes,pulverizándoseenelsuelo. 800grados.Empiezanaretorcerselas gruesas lámparas y las mismas rejas, mientras que las barras de hierro que sostienen algún peso se pliegan peli- grosamente.Todocrujeenaquelinfierno quecalientaeiluminasiniestramentelano- chedediciembre.Verdaderamentepare- cecomosiunapotenciainfernalalimen- taseelfuego,desahogandolarabiasatá- nica contra el testimonio que pretendía exaltar en los siglos venideros la acción delRedentor. Siunicamentehubieraquedecirquela capilla había sido destruida y el castillo quemado,seríalomenosimportante.Lo que todos se preguntan afuera, con un nudo en la garganta, es qué habrá pasa- do con la Sábana Santa. 900 grados. El cofre de plata donde se encuentradepositadalaSagradaSábana, dobladacuadrangularmente,estáincan- descente.Untremendofuegocegadorva conquistandounaaunalasmoléculasque componenelcofre.Enloslugaresenque las llamas atacan con mayor furia y por más tiempo, al alcanzar los 960 grados, la plata toma una consistencia extrema- damenteblanda.Luegocomienzaacaer en gotas sobre la Sábana, carbonizando envariospuntoseltejido. Despuésdealgunosmomentos,llegan algunos hombres, dirigidos por el con- sejero del duque, Filippe Lambert, por
  • 35. 35P. Raimondo Sorgia, O.P. detrásdelhumoquesehaexpandido.El aguaechadaalasllamas,alliberargran- des nubes de vapor, consigue poner fre- noalafuriadelfuego,quequedareduci- doaalgunosfocos.¿Habránllegadode- masiadotarde?Encuantoesposible,en- tre chorros de agua y el corazón palpi- tantedetodos,uncerrajeroysuayudan- teconsiguenabrirelcofre,y, conelsus- piro de alivio que podemos imaginar, constatan,enpresenciadelarzobispo,que laSábana «estaba casi intacta, salvo en los pliegues y, más exactamente, en los cuatro ángulos – la tela estaba doblada en varios pliegues–, donde la plata fundida había caído, provo- cando las quemaduras que en la tela exten- dida parecían encuadrar, por así decirlo, la imagen anterior y la posterior del Hombre que en ella se había envuelto». Y un testigo ocular añade: «Este hecho lo vimos clara- mente todos, estando yo presente en aquel momento, y quedamos sorprendidos» (Judi- ca Cordiglia, op. cit. 32). La investigación ordenada por las au- toridades eclesiásticas concluye con el atestado de que la Reliquia no ha sido destruída por el incendio. Es necesario, no obstante, proceder a su restauración enlaszonasdondehasidoalcanzadapor el metal fundido. Por fortuna, mejor di- cho, providencialmente, la figura no ha sidodañadaenningunapartequepueda considerarse principal, salvo en los dos brazos, un poco más arriba de los co- dos. Las más expertas de entre las monjas de Santa Clara, bajo la guía de la priora sor Louise, proceden a remendar la Sá- banaSanta,conpacienciaycuidado.En el coro del monasterio, acompañando cada puntada con una oración, se pare- cenaaquellasotraspiadosasmujeresque en la noche del Viernes Santo, en el Se- pulcro, acariciaron con manos temblo- rosas la Sábana que envolvía el cuerpo martirizadodelMaestro.Paragarantizar que la reliquia quedara incólume y para rendirle honores, están presentes cuatro guardias del duque. Y una vez reparada debidamente,laSábanaSantaesrestitui- da al señor de Chambéry. Como hemos dicho, resultaría dema- siadoprolijorelataraquítodaslasvicisi- tudes por las que la Sábana Santa ha pa- sado a lo largo de los años, al ser trasla- dadadeunoaotrolugarseguroencuan- to se tenía noticia de guerras, deporta- ciones o saqueos, tan frecuentes en las épocaspasadas.Únicamentedarécuen- ta de otro episodio relevante, que expli- ca por qué la Sábana es trasladada a Italia. San Carlos Borromeo, cardenal de Milán,habíahechovotodeiraChambéry para venerar la Sábana Santa. Pero una peregrinacióndeestetipo,enotoñoavan- zado y a través de los pasos alpinos, ha- bríaresultadociertamentemuyextenuante para el prelado, que todavía no era an- ciano, pero sí de salud delicada. Por esa razón,elduqueEnmanuelFiliberto,dis- ponequelaReliquiasetrasladesecreta- mente a Turín, por pocos días, según se dijo entonces. De ese modo, la peregri- nacióndelcardenal,desdeMilánalaca- pitalpiamontesa,seredujoaunamarcha de cuatro días, no puede decirse que fá- cil, pero sí bastante menos fatigosa. Después de la pública exposición en un palco construido en la famosa plaza del Castillo, la Sábana Santa se quedó definitivamente en Turín, en la Capilla Palatina,aladodelaCatedral.Allí,bajo
  • 36. 36 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto lagenialcúpuladiseñadaporG.Guarini, ha pasado la Sábana Santa los últimos años, desde 1578 –aunque con un breve paréntesisdurantelasegundaguerramun- dial, en que estuvo escondida en el mo- nasteriobenedictinodeMontevergine–. 9 Gracias, monsieur Delage Unacopiadelaprimerafoto misterio- sa,reveladaen1898,llegacasualmentea manosdeuncientíficofrancés,IvesDe- lage. Era un científico en estado puro o, paraentendernos,unhombredeciencia, y, como él mismo precisaba, no de igle- sia. Ciencia y fe pueden muy bien estar de acuerdo, y no son pocos los estudio- sosdefamamundialquecreenfirmemen- te en Dios. Estos investigan desde su fe tanto el mundo extremadamente peque- ñodelaspartículassubatómicasydelas célulascomoeldelainmensidaddelcos- mos, que guarda los secretos de las es- trellas gigantes, de los años-luz y de los espaciosilimitados. Delageencambioeslibrepensador,de hecho ateo, o al menos agnóstico. Del todo autónomo e independiente, siente una atracción irresistible por la ciencia, sin sospechar que a menudo Dios se es- conde en cualquier esquina, esperando encontraraquientengaseddelaverdad. Esunpersonajederelieve,bienprepara- do y digno de todo respeto en el campo delabiologíageneral,delazoología,de labiomecánicaydelafisiologíaexperi- mental.Ytiene una mente lúcida, con la capacidaddellegaralfondodelascues- tionesyademáselcorajedellamaralpan, panyalvino,vino. Eldíaenquellegaasusmanoslafoto- grafía delhombredeTurín, del que tan- tohablantodos,eldoctorDelagelaana- lizaconsumiradainvestigadora,conuna curiosidadcadavezmayor. Primeroob- serva la imagen de la Sábana Santa tal y comosepresentaenrealidad:fondocla- ro, impronta oscura. Después analiza el cuerpo humano que se destaca sobre el fondodelafotografíadelaSábana.Vuel- ve varias veces a mirar aquel rostro ma- jestuosamentesereno,ypiensaparasí: «Me parece que esta fotografía es verda- dera, sin el menor retoque… La imagen que la Sábana Santa ofrece al visitante se diría que es un negativo. De hecho, las zonas en relieve, por ejemplo la nariz, los párpados cerrados, los pómulos, están obscuras, y en cambio las partes hundidas están claras… La fotografía, cambiando entre sí las luces y las sombras, me presenta una imagen hu- mana increiblemente nítida, con una per- fección anatómica y una belleza de formas que no me hubiera imaginado nunca antes de verla... El cuerpo de este hombre, que hasta hace un momento parecía misterioso e incomprensiblemente impreso al revés, tiene una figura perfectísima. Y este ros- tro, no puedo negarlo, es verdaderamente sorprendente» Y –continuando con su me- ditación de laico– «Dicen que éste es el ros- tro de Cristo. Yo no lo sé; pero no sé tam- poco a qué otra persona puede pertenecer. Y si lo comparo con los retratos de Jesús que desde el Renacimiento han realizado los mejores pintores... éste los supera a to-