La profesora les cuenta a los estudiantes la leyenda de La Llorona, un fantasma que aparecía llorando en las calles de la ciudad de Jaén buscando a su hijo. Una anciana del pueblo se hartó de sus lamentos y decidió deshacerse de ella de una forma asquerosa: durante una semana guardó su propio excremento en una vasija y se lo arrojó a La Llorona cuando pasaba, logrando así ahuyentarla para siempre de la ciudad.