Una mujer huérfana en el pueblo de Panzacola empezó a vender dulces después de enviudar a los 25 años. Los niños del pueblo empezaron a llamarla "Madrina" después de que fuera madrina de bautizo de uno de ellos. La Madrina siguió vendiendo dulces durante generaciones, aparentemente sin envejecer. Un día desapareció misteriosamente de su casa, aunque luego se supo que había muerto a la edad de 115 años. Desde entonces, se dice que su espíritu regresa