1. La hormiga traza un secreto
camino entre la hojarasca,
su andar sopesado por milenios
ha dejado huellas eternas en la tierra.
En el alba buscada, la preciada carga
exhala un último brillo,
sabe, en su declinante verdor,
que en la negra caverna
de húmeda arquitectura,
el trueno es sordo y la luz una hembra ciega.
La hormiga de duro hierro repite
su hábito de llevar a cuestas
el frugal alimento de los días
más allá del reposado tronco
o la inocente luna. Su corta vida
ha sido poema en el musgo, en la rosa,
en una hoja de hierba que hoy también,
con extraño goce, mi tacto acaricia.
Allí van todas las tardes,
al pie de la vidriera,
para buscar calor y compañía.
Provectos, entrecanos y observadores,
beben su anís con paladeo,
fuman sin descanso
y, de tanto en tanto, hablan.
Ignoro lo que dicen,
pero la pétrea expresión de sus rostros
me gra ca cansancio, resignación.
No puedo rehuir mirarlos;
son como un espejo
a través del cual me espanto.
Allí van, todas las tardes,
anunciando con su hábito
un eclipse de sol y luna.
Revista de Literatura No. 129. Abril de 2015 - 2.000 ejemplares
Director y editor: Iván Graciano Morelo Ruiz - eltagual.blogspot.com - Medellín - Colombia
129
El secreto camino de la hormiga
Ilustración de Joaquín Mario Murillo -Colombia-
La luz jamás es sucia, salvo en los ojos del hombre.
Malcolm de Chazal -Isla de Vacoas- (África)
Wilson Pérez Uribe -Colombia-
Luis Alberto Arango Puerta -Colombia-
Eclipse
Es blanca la sonrisa que nos falta
Flamean nostálgicas
las hojas oscuras
de los árboles.
Caminan guras alargadas
Sobre un campo alargado
De árboles alargados
De soledades largas.
Camina el tiempo
El espacio de todos los espacios
Y gotea en los relojes que lo miden.
Es oscura la noche que se acuesta
Es blanca la sonrisa
que nos falta.
Jenaro Kintana -Colombia-
2. 129129
Silencio
La sangre ciega corre por el interior en los
canales.
El sudor aparece como producto del
esfuerzo de andar sin ruta ni rumbo.
Por las calles pasan, frente a ti, rostros
convulsos por la ausencia de la dicha y la
presencia del hambre.
El silencio es el discurso mejor cuando la
risa anda de viaje.
Un dolor se encaja en el bajo vientre.
Antonio Solís Calvillo-México-
Hay un perro
Hay un perro
Llegado a las calles del pueblo
Hay un perro
Que husmea en las tardes su cielo
Dirige su hocico hacia los caminos del
monte
Evoca tatabros, venados, guaguas o
conejos.
Ha llegado un perro
Ha llegado a las calles del pueblo venido del
monte
Sin saberse el qué de su cuento
Quizás el carnicero le ha tirado un trozo de
hueso
Y lo ha roído con sospecha sabuesa
Pues siempre había ganado el sustento
Persiguiendo, en el monte, su presa.
Ese perro a veces se queda mirando,
Por el camino del monte,
Pensando, que su amo era bueno.
Hay un perro, en las calles del pueblo.
Juan Mares -Colombia-
Detrás del monasterio
Detrás del monasterio, junto al camino,
existe un cementerio de cosas gastadas,
en donde yacen el hierro sarroso,
pedazos de loza, tubos quebrados,
alambres retorcidos,
cajetillas de cigarrillos vacías, aserrín,
y zinc, plástico envejecido, llantas rotas,
esperando como nosotros la resurrección.
Ernesto Cardenal -Nicaragua-
La noche, ya cansada, bosteza en el pico del gallo.
Diego Preciado -Colombia-
Markus Hediger -Suiza-
Esta tarde, bajo la luz blanda de marzo,
paseando por la ciudad que me vio
acoger la noche, pensé en aquellos de
quienes no tengo noticias, en aquellos
amigos que viven en el rocío de los
vientos, en esta tierra suelta con la que
forma uno su sombra.
Flobert Zapata -Colombia-
Viajero
Si acaso te detienes en mi tumba
por favor orina.
No me niegues tan cálido charco
de ámbar y de espuma.
Aunque no puedo ya beberla,
me consuela tan vívida y sonora
evocación de la cerveza.
Soy la adivinanza, que nadie adivina.
Stéfany Valencia Rúa, edad 11 años -Colombia-
Soy la memoria de mi abuelo, él lo supo y el día de su partida,
se fue con una sonrisa. Jorge Albeiro Montoya, edad 10 años -Colombia-
El náufrago y la tortuga Caná
Fue enviado a la isla Tortuguilla a cumplir una misión, de regreso, naufragó y las olas lo
devolvieron a la playa, allí pasó varios días sin comer.
Una mañana ocurrió algo nunca visto, una tortuga gigante, extraviada, caminaba sin prisa
hacia él y, recordó de su padre Las tortugas son sabias, viven una eternidad .
Luego, pensó que sería atacado por la Caná y con
una navaja oxidada que encontró en la arena, la
hirió en el cuello, varias gotas de sangre
salpicaron su boca Será mi alimento , pensó,
mirando una nube roja.
Mientras la tortuga agonizaba, día a día, se pegaba
al cuello, bebía su sangre; comió de su carne,
hasta quedar el caparazón abandonado en la arena
y empezó a preocuparse por comida.
Una tarde, las olas, hicieron que el mar acogiera en
sus aguas la concha de la Caná y ante los ojos de
aquel hombre, otaba una canoa.
Yajaira Morelo Londoño, edad 10 años -Colombia- Ilustración de Joaquín Mario Murillo -Colombia-
Anna Ajmátova -Ucrania-
La tierra natal
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre
ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los
dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Rara comparación -dijo Sancho-, aunque
no tan nueva, que yo no la haya oído
muchas y diversas veces, como aquella del
juego del ajedrez, que mientras dura el
juego, cada pieza tiene su particular o cio,
y en acabándose el juego, todas se
mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas
en una bolsa, que es como dar con la vida
en la sepultura.
Miguel De Cervantes Saavedra -España-
Juan Manuel Roca-Colombia-
Al paso del des le militar
-Si aprendo a marchar así, ¿podré ser
soldado?
Sí, hijo mío. Y si voy a la guerra,
¿me despedirán con banderas y
tambores?
Con pañuelos al aire y besos
lanzados desde los balcones.
¿Y elevarán globos blancos y rojos y
azules cuando regrese?
Si apuntas con buen ojo y obedeces
te cubrirán de abrazos y laureles.
¿Y me harán una estatua como la que
hay en el parque?
Más grande, hijo mío, Mucho más
grande.
¿Me orinará el mismo perro, padre?
Infancia
vuelta a encontrar, al morder una fruta
en su sabor olvidado
XXIV Paraíso
José Manuel Arango -Colombia-
3. Buudkue ¿Quién soy?
Autora: Anastasia Candre
Mezcla de acrílico con pinturas naturales
sobre yanchama.
Diagramación: Diego León Marín - PAPER - Impreso en papel 100% fibra de caña de azúcar - El Tagual Editores Tel: 320 689 5118 latagua@gmail.com
Maguaré
Maravilloso
ver entre las rendijas
la vía láctea.
Kobayashi Issa -Japón-
Issa: quisiera tus ojos
para ver un instante
la eternidad.
Germán Isaza Echavarría - Colombia-
Caracola Vacía
En sus paredes de nácar
el viento a na su voz,
también ella en el mar entra
y graba el silencio de su profundidad.
Aquél que la pone en su oído
escucha los pasos cansados del tiempo,
la caída de una lágrima rompiéndose contra el alma,
una breve carcajada y un largo suspiro.
También aquél que la pone en su oído
escucha la voz a nada del viento
y el silencio de la profundidad del mar.
Carmen Elena Paniagua López-Colombia-
Iván Graciano Morelo Ruiz -Colombia-
A: Anastasia Candre Yamacuri, cuya memoria recrean los pájaros con su canto.
Anastasia, ahora te mueves como una canoa
por el río Amazonas, tras la memoria del pez pirarucú,
tu espíritu está en tu tierra bañada por el agua,
sembrada de yuca brava, yuca dulce, yuca para la bebida;
está en el canto de los pájaros que regresan
en medio de los atardeceres rojizos.
Abandonaste tu cuerpo para vivir en otros cuerpos,
como lo hace la gran Anaconda
con su piel desde lo profundo del corazón de la Madre
tierra;
desde allí, proteges a tu comunidad ocaina-uitoto,
cuidas tu maloca templo vegetal levantada en la
espesura.
Tus cantos heredados de antepasados, habitan en el viento,
en las palmas de moriche, en El yagé y La chagra ,
tus poemas de vida.
Volveré de nuevo a tu tierra,
a danzar e invocar a los espíritus de sanidad,
donde hacías tus rituales sagrados
y a través del sonido del maguaré,
navegarás en mi memoria.
Me pondré una máscara, garras de jaguar y tocando
un instrumento musical de tu pueblo,
celebraré a tu memoria, tus cantos, tus saberes;
conjuraré los males de los a igidos,
los ungiré, con los poderes de aquellas plantas secretas,
que un día me enseñaste a conocer, Candre Yamacuri.