La vendedora de flores siempre se veía feliz a pesar de su pobreza y fragilidad. Ella le explicó al narrador que había aprendido a esperar tres días cuando algo la afligía, ya que las cosas no suelen ser tan graves como parecen y a menudo se resuelven solas durante ese tiempo, gracias a la resurrección de Jesús tres días después de su crucifixión. Sus palabras le han dado consuelo al narrador cada vez que enfrenta dificultades.