9. Tanto ha crecido el Nilo, tanta esperanza se pone en el año siguiente. Y este cálculo
no engaña al labrador, de tal modo responde al caudal del río la tierra que el Nilo
fertiliza. Él aporta agua y tierra al suelo arenoso y sediento. En efecto, al fluir
enturbiado, deja todas las heces en los campos resecos y agrietados y toda la materia
grasa que ha arrastrado consigo la deposita en los lugares calcinados; beneficia a los
campos por dos causas: porque los inunda y porque los fertiliza (...). En efecto,
satura las arenas con el limo que arrastra y les da cohesión: Egipto no sólo le debe la
fertilidad de sus tierras, sino las tierras mismas. La imagen más hermosa la ofrece el
Nilo cuando se lanza sobre los campos. Quedan ocultas las tierras de cultivo y se
cubren los valles; sobresalen las ciudades a modo de islas, no existe contacto alguno
allí entre los del interior más que por barca, y tanto mayor es la alegría de las
gentes, cuanto menos tierras ven".
Séneca, Cuestiones naturales IV, 2, 7-11.