Dios estableció ciudades de refugio en la antigüedad para proteger a aquellos que cometían homicidio sin intención. Estas ciudades representan a Jesús, quien ofrece seguridad y justicia a los transgresores. Al igual que las ciudades de refugio brindaban protección a los acusados hasta la muerte del sumo sacerdote, Jesús provee salvación eterna a todos los que permanecen en él.