Este documento narra la historia de un niño que robó una parte del brazalete de oro de su hermano. El niño se sintió culpable y decidió confesar su falta a su padre enfermo por escrito. Cuando el padre leyó la carta, lloró al ver el sufrimiento de su hijo. Aunque el padre sufría, perdonó a su hijo lavando su culpa y enseñándole el verdadero valor del amor paternal.
Ponencia impartida por Albert Valero Pérez con el título “La generación de los becarios, saliendo de la burbuja”, en la mesa de “Formación, perfil profesional y empleabilidad” que tuvo lugar el día 17 de octubre de 2013 en las “2es Jornades Valencianes de Documentació: innovació i ocupabilitat”.
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Curso de formación. Formato intensivo.
Mirada sistémica a los procesos cotidianos de las organizaciones a través de las constelaciones organizacionales
Vitoria-Gasteiz 10, 11 y 12 julio
Reflexion Dia Del Padre
Mi papá murió hace 4 años, partió amargado y solitario.Se fue de la casa cuando yo tenía 14 años, alegando que quería vivir su propia vida. Lo hizo a pesar de que no teníamos qué comer.
2. • Mucho más grave
que ese hurto de
dinero a los doce
años, fue el robo
del que me hice
culpable algún
tiempo después.
3. • Mi hermano solía
llevar como
pulsera un
brazalete de oro
macizo; fue un
juego para mí
sacarle un
pequeño trozo.
4. • Pero ese acto no
tardó en
causarme un
atroz pesar. Tome
la firme
resolución de no
robar nunca más.
5. • Decidí confesarle
todo a mi padre. No
me atrevía a hacerlo
a viva voz. Me
retenía el temor al
castigo, pues no
recuerdo que mi
padre nos haya
golpeado jamás,
6. • Pero temía la gran
pena que le iba a
ocasionar. Sentía que
de todos modos
debía correr el riesgo
y que solo una
confesión completa
podría lavar mi culpa
7. • Pero por fin resolví
escribir mi confesión
para entregársela a
mi padre y pedirle
perdón.
• La escribí en un
pedazo de papel y se
la entregue yo
mismo.
8. • No me limitaba a
confesarle mi falta, pues
también pedía un
castigo apropiado y
terminaba suplicándole
que no se castigara a sí
mismo para expiar mi
pecado.
9. • También puse por
escrito el
juramento de
nunca más robar.
Yo temblaba
cuando le tendí a
mi padre el papel
de mi confesión.
10. • El sufría de una
enfermedad y estaba en
cama. Le tendí el papel
y me senté a sus pies. Él
lo leyó sin perder una
sola línea y unas
lagrimas brotaron de
sus ojos, resbalando por
sus mejillas y mojando
el papel.
11. • Por un instante
cerro los ojos
para reflexionar;
luego desgarró
el papel. Se
había sentado
para leer, se
tendió de nuevo.
12. • Yo también
lloraba, podía ver
que mi padre estaba
sufriendo
atrozmente. Si yo
fuera pintor, aun hoy
sería fácil fijar esa
escena en un lienzo.
13. • Tan hondamente se
grabó en mi espíritu.
Esas perlas de dolor y
amor purificaron mi
corazón, lavándolo de
su pecado. Hay que
haber experimentado
un amor semejante
para conocer todo su
valor.
14. • En aquel momento sólo
percibí el amor de un
padre; pero hoy se que
era el mismo amor de
Dios y que su poder no
tiene límites. Esa suerte
de amor sublime no era
natural en mi padre.
15. • La confesión sincera y la
promesa de no volver a
cometer el pecado
nunca más , cuando se
hacen a quien tiene
derecho de
recibirlas, son la forma
más pura de
arrepentimiento.