Los dioses se reunieron para decidir quién iluminaría el mundo. Tecuciztécatl, un dios arrogante, se ofreció pero cuando llegó el momento de sacrificarse saltando a la hoguera, tuvo miedo y no pudo hacerlo. Nanahuatzin, un dios humilde, aceptó ser el otro que iluminara y, cerrando los ojos, se arrojó al fuego. Avergonzado, Tecuciztécatl también saltó. Después aparecieron en el cielo como el Sol y la Luna, con