El autor critica duramente el manifiesto a favor de la tauromaquia escrito por Ignacio de Cossío, señalando que usa argumentos falsos y muestra un desconocimiento de la ciencia y la ética en relación al sufrimiento animal. Ignora los avances del pensamiento filosófico sobre este tema y reduce al toro de lidia a una mera herramienta. Sus afirmaciones sobre la capacidad de los animales para sentir dolor y sobre los grupos de protección animal son erróneas.