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Los Arrieros.
                              Por José Armando Guzmán A.



La carretera que atraviesa Totontepec, se terminó de construir a finales de
la década de 1970, hecho que vino a modificar muchas cosas de la vida de
nuestro pueblo. Algunas perduran, pero de manera diferente; otras, en
cambio, desaparecieron, y los niños que nacieron después de la llegada de la
carretera desconocen algunos aspectos de la vida del pueblo antes del trazo
de ésta.Entre esas figuras ya casi olvidadas se encuentran los arrieros, no
obstante la importancia que tuvieron en la economía de nuestras comunidades.

¿Pero quiénes y cómo eran los arrieros? Los arrieros eran personas que se
dedicaban a transportar, en animales de carga, las cosas y mercancías que se
vendían en el pueblo. Traían productos de otros sitios donde ya había llegado
la carretera, y distribuían en otros lugares la cosecha de café
(principalmente), aguacate y otros frutos que se dan en nuestras
comunidades. A estas personas se les llamaba arrieros, precisamente porque
arreaban animales de carga como mulas y, en algunos casos, caballos y yeguas.
La gente asociaba a las recuas de burros con arrieros mitlecos (zapotecos del
Valle de Mitla), y a las de mulares con arrieros zapotecos de Yalálag (de la
Sierra Norte).

Era todo un espectáculo para los niños ver llegar a los arrieros, pues aparte
de que traían animales muy vistosos, llamaba la atención el ruido que
producían pues eran recuas de 20 a 40 animales que, cuando avanzaban,
hacían temblar la tierra. Además, los últimos animales de la fila, que llevaban
utensilios de cocina (latas y posillos para hervir café, calentar comida, etc.)
causaban risa por los ruidos extraños que producían al chocar entre sí.
También resultaba divertido observar que, al escucharse el ruido de su
llegada al centro del pueblo, los niños mayores corrían a abrazar a sus
hermanitos o a los niños pequeños para ponerlos a salvo de la embestida de los
animales, o bien subirlos en piedras o bordos a orilla del camino para que
presenciaran el espectáculo de la entrada de los arrieros.

Como apuntaba líneas arriba, los arrieros traían mercancías que los
comerciantes locales compraban en los pueblos donde ya había llegado la
carretera; eso significaba que de alguna u otra manera habría novedades en
los lugares en los que descargaban sus bultos.

                                          1
¿Dónde dormían los arrieros? Recorrían grandes distancias y tenían que
acampar en las llanuras en donde había agua para los animales y para que ellos
pudieran preparar sus alimentos. Cuando llegaban al pueblo, únicamente
descargaban la mercancía correspondiente y se seguían hacia las orillas, en
donde había lugares específicos para acampar. Estos lugares, además de
tener agua, eran sitios amplios de pastizales o sitios más o menos planos
dentro de la orografía accidentada de nuestros pueblos.

En Totontepec había varios parajes donde podían acampar los arrieros; de
ellos me acuerdo de Nëkaatüjkp (Río Toro),Ja’avam (El Derrumbadero)
Mo’otsjóyup (La Ciénega) y otros lugares más que están a orillas del pueblo a
los cuales podíamos ir los niños para espiarlos. Nos sentíamos orgullosos de
que los arrieros acamparan cerca de Totontepec, ya que nos contaban que en
otros pueblos los lugares de campamento se encontraban a más de una hora
de camino.

¿Por qué causaba impacto la llegada de los arrieros? Además de mercancía,
traían noticias de otros pueblos. Pero, sobre todo, los niños se divertían
contando los animales enpleno camino; casi nunca coincidían las cifras que
daba cada niño. Por otro lado, era todo un espectáculo ver llegar a más de 20
animales, ya que las personas más ricas del pueblo apenas llegaban a tener
cuatro o cinco mulas y caballos; además algunos arrieros eran muy detallistas,
pues había quienes cortaban la crin de sus animales en forma de greca u otra
figura, y trenzaban los bozales con cintas de cuero.
Cuando los niños encontraban a los arrieros a mitad de camino, a veces
pasaban sustos tremendos pues tenían que correr a lugares más anchos para
evitar ser atropellados por los animales.

Mi abuelo Lauro me contó que, en una ocasión, cuando iba rumbo al rancho con
sus dos mulas, oyó los chiflidos y gritos clásicos de los arrieros. Por el
escándalo que hacían, supuso que traían recua numerosa, lo que le preocupó ya
que el camino en esa parte era angosto y abrupto. Los gritos se oían cada vez
más cerca, por lo que al llegar a un llano donde el camino era más ancho, orilló
a sus animales y los amarró a una rama de tal manera que, al bajar la recua, no
se espantaran y huyeran junto con ella. Esperó un buen rato y momentos
después apareció don Pascual Villegas, que, a la manera de los mitlecos, iba
arreando a un burrito todo entumido que ya no podía caminar, pues estaba
lloviendo a cántaros y su animalito iba cubierto por unas grandes hojas que

                                       2
antes se usaban para cubrirse de la lluvia en vez de hule y que casualmente se
les nombra en mixena’ay.

Mi abuelo preguntó si la recua ya estaba cerca y don Pascual le dijo que no
había tal. En ese momento se dio cuenta de que, sin querer, le había jugado
una bromaa uno de los bromistas más reconocidos de Totontepec. Al saberse
el episodio fue muy comentado en el pueblo pues era muy difícil jugarle una
broma a don Lauro Alcántara.
Otra cosa que divertía a los niños era que, el encontrar a los arrieros en el
camino un saludo inicial se convertía en un murmullo al irse cruzando con los
últimos, pues se empezaba con un “adiós señor” y se terminaba con un “ñor”,
pues repetir el primer saludo completo ante seis u ocho arrieros era difícil
por la dirección contraria que llevaban unos y otros.

Las principales rutas de arrieros conocidas eran las de Yalalag-Totontepec-
Choapan y sus consecuentes paradas intermedias por los pueblos que
cruzaban. Había ramificaciones, como por ejemplo Totontepec-Zacatepec-
(vía La Candelaria) o Totontepec-Zoogocho.
Ahora los arrieros han sido sustituidos por los camiones y camionetas, por lo
que en los últimos 20 años ningún niño ha visto a más de 20 animales juntos
trotando por los caminos y calles de mi pueblo. Ya no se ven las huellas de las
fogatas y hasta se han olvidado de los parajes tal y como lo describe una
canción de Joel Flores, que nos recuerda la niñez y la época de los arrieros.
La letra dice:

Mixes y zapotecos
se han olvidado del Río Toro.
Sus aguas cristalinas
y su puente de madera.
Río Toro, el gran paraje de los arrieros,
lugar enclavado en un inmenso pastizal.
Si no me crees pregúntale a los Mitlecos y
Yalaltecos que conocen a Totontepec…


Nota:
Amable lector. Si tuviste la oportunidad de conocer esta parte de la vida comunitaria, esperamos
tus comentarios sobre este relato, con lo que enriquecerás las memorias sobre un pasado
reciente que probablemente no volverá pero que es necesario que lo conozcan las nuevas
generaciones, para que aprecien mejor con lo que ahora cuentan.

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Los arrieros

  • 1. Los Arrieros. Por José Armando Guzmán A. La carretera que atraviesa Totontepec, se terminó de construir a finales de la década de 1970, hecho que vino a modificar muchas cosas de la vida de nuestro pueblo. Algunas perduran, pero de manera diferente; otras, en cambio, desaparecieron, y los niños que nacieron después de la llegada de la carretera desconocen algunos aspectos de la vida del pueblo antes del trazo de ésta.Entre esas figuras ya casi olvidadas se encuentran los arrieros, no obstante la importancia que tuvieron en la economía de nuestras comunidades. ¿Pero quiénes y cómo eran los arrieros? Los arrieros eran personas que se dedicaban a transportar, en animales de carga, las cosas y mercancías que se vendían en el pueblo. Traían productos de otros sitios donde ya había llegado la carretera, y distribuían en otros lugares la cosecha de café (principalmente), aguacate y otros frutos que se dan en nuestras comunidades. A estas personas se les llamaba arrieros, precisamente porque arreaban animales de carga como mulas y, en algunos casos, caballos y yeguas. La gente asociaba a las recuas de burros con arrieros mitlecos (zapotecos del Valle de Mitla), y a las de mulares con arrieros zapotecos de Yalálag (de la Sierra Norte). Era todo un espectáculo para los niños ver llegar a los arrieros, pues aparte de que traían animales muy vistosos, llamaba la atención el ruido que producían pues eran recuas de 20 a 40 animales que, cuando avanzaban, hacían temblar la tierra. Además, los últimos animales de la fila, que llevaban utensilios de cocina (latas y posillos para hervir café, calentar comida, etc.) causaban risa por los ruidos extraños que producían al chocar entre sí. También resultaba divertido observar que, al escucharse el ruido de su llegada al centro del pueblo, los niños mayores corrían a abrazar a sus hermanitos o a los niños pequeños para ponerlos a salvo de la embestida de los animales, o bien subirlos en piedras o bordos a orilla del camino para que presenciaran el espectáculo de la entrada de los arrieros. Como apuntaba líneas arriba, los arrieros traían mercancías que los comerciantes locales compraban en los pueblos donde ya había llegado la carretera; eso significaba que de alguna u otra manera habría novedades en los lugares en los que descargaban sus bultos. 1
  • 2. ¿Dónde dormían los arrieros? Recorrían grandes distancias y tenían que acampar en las llanuras en donde había agua para los animales y para que ellos pudieran preparar sus alimentos. Cuando llegaban al pueblo, únicamente descargaban la mercancía correspondiente y se seguían hacia las orillas, en donde había lugares específicos para acampar. Estos lugares, además de tener agua, eran sitios amplios de pastizales o sitios más o menos planos dentro de la orografía accidentada de nuestros pueblos. En Totontepec había varios parajes donde podían acampar los arrieros; de ellos me acuerdo de Nëkaatüjkp (Río Toro),Ja’avam (El Derrumbadero) Mo’otsjóyup (La Ciénega) y otros lugares más que están a orillas del pueblo a los cuales podíamos ir los niños para espiarlos. Nos sentíamos orgullosos de que los arrieros acamparan cerca de Totontepec, ya que nos contaban que en otros pueblos los lugares de campamento se encontraban a más de una hora de camino. ¿Por qué causaba impacto la llegada de los arrieros? Además de mercancía, traían noticias de otros pueblos. Pero, sobre todo, los niños se divertían contando los animales enpleno camino; casi nunca coincidían las cifras que daba cada niño. Por otro lado, era todo un espectáculo ver llegar a más de 20 animales, ya que las personas más ricas del pueblo apenas llegaban a tener cuatro o cinco mulas y caballos; además algunos arrieros eran muy detallistas, pues había quienes cortaban la crin de sus animales en forma de greca u otra figura, y trenzaban los bozales con cintas de cuero. Cuando los niños encontraban a los arrieros a mitad de camino, a veces pasaban sustos tremendos pues tenían que correr a lugares más anchos para evitar ser atropellados por los animales. Mi abuelo Lauro me contó que, en una ocasión, cuando iba rumbo al rancho con sus dos mulas, oyó los chiflidos y gritos clásicos de los arrieros. Por el escándalo que hacían, supuso que traían recua numerosa, lo que le preocupó ya que el camino en esa parte era angosto y abrupto. Los gritos se oían cada vez más cerca, por lo que al llegar a un llano donde el camino era más ancho, orilló a sus animales y los amarró a una rama de tal manera que, al bajar la recua, no se espantaran y huyeran junto con ella. Esperó un buen rato y momentos después apareció don Pascual Villegas, que, a la manera de los mitlecos, iba arreando a un burrito todo entumido que ya no podía caminar, pues estaba lloviendo a cántaros y su animalito iba cubierto por unas grandes hojas que 2
  • 3. antes se usaban para cubrirse de la lluvia en vez de hule y que casualmente se les nombra en mixena’ay. Mi abuelo preguntó si la recua ya estaba cerca y don Pascual le dijo que no había tal. En ese momento se dio cuenta de que, sin querer, le había jugado una bromaa uno de los bromistas más reconocidos de Totontepec. Al saberse el episodio fue muy comentado en el pueblo pues era muy difícil jugarle una broma a don Lauro Alcántara. Otra cosa que divertía a los niños era que, el encontrar a los arrieros en el camino un saludo inicial se convertía en un murmullo al irse cruzando con los últimos, pues se empezaba con un “adiós señor” y se terminaba con un “ñor”, pues repetir el primer saludo completo ante seis u ocho arrieros era difícil por la dirección contraria que llevaban unos y otros. Las principales rutas de arrieros conocidas eran las de Yalalag-Totontepec- Choapan y sus consecuentes paradas intermedias por los pueblos que cruzaban. Había ramificaciones, como por ejemplo Totontepec-Zacatepec- (vía La Candelaria) o Totontepec-Zoogocho. Ahora los arrieros han sido sustituidos por los camiones y camionetas, por lo que en los últimos 20 años ningún niño ha visto a más de 20 animales juntos trotando por los caminos y calles de mi pueblo. Ya no se ven las huellas de las fogatas y hasta se han olvidado de los parajes tal y como lo describe una canción de Joel Flores, que nos recuerda la niñez y la época de los arrieros. La letra dice: Mixes y zapotecos se han olvidado del Río Toro. Sus aguas cristalinas y su puente de madera. Río Toro, el gran paraje de los arrieros, lugar enclavado en un inmenso pastizal. Si no me crees pregúntale a los Mitlecos y Yalaltecos que conocen a Totontepec… Nota: Amable lector. Si tuviste la oportunidad de conocer esta parte de la vida comunitaria, esperamos tus comentarios sobre este relato, con lo que enriquecerás las memorias sobre un pasado reciente que probablemente no volverá pero que es necesario que lo conozcan las nuevas generaciones, para que aprecien mejor con lo que ahora cuentan. 3