1. Los negocios en irlanda
Los negocios en Irlanda
Las condiciones de las carreteras, junto con la colecta para obtener el desfibrilador, me
llevan a confirmar lo ya sabido: que el Estado de Irlanda gasta muy poco en su población, so-
bre todo por cuestiones políticas, pero también porque el ni- vel de ingresos públicos
tampoco se corresponde con el PIB pe del país.
No se ven automóviles espectaculares; la población no vis- te con diseños de París; los
restaurantes de calidad no abun- dan; entonces ¿dónde está ese PIB pe tan espectacular
que la población irlandesa, según las estadísticas, ha alcanzado? La explicación es simple:
ese PIB ni es tan elevado en relación con lo que llega a la población, ni llega tanto como el
guaris- mo que el PIB pe indica. El truco de Irlanda osla en el origen de ese PIB; la reducción
de impuestos y el bajo gasto público, y la concentración de la generación de la mayor parte
de ese PIB en unos lugares muy concretos, que en gran parte se ha- llan próximos a Dublín.
No obstante, la renta ha crecido (la de unos pocos mucho más que la de la mayoría), pero
sobre todo ha aumentado la capacidad de endeudamiento de la población, y de ese incre-
mento sí existen manifestaciones: las casas (no apartamentos: los irlandeses los odian) de
las familias irlandesas. Casas gran- des o enormes, la mayor parte no ostentosas, pero sí
grandes y bien cuidadas, jalonan las vías irlandesas (en Clare son multi- tud), unas ya
construidas, otras en construcción; sin embargo, a la vez, un enjambre de carteles pregona
que muchas de ellas se hallan en venta. (En Limerick, en Ennis y en Cork, también
bastantes locales comerciales.)
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Investigué eso, lo de las casas grandes, y, hablando con la gente de a pie, obtuve que al
irlandés medio le gustan las casas grandes porque son símbolo de bienestar (aquí, supongo,
mu- cho influirá la historia de privaciones que el pueblo irlandés ha arrastrado durante siglos).
Como, desde hace unos quince años, la renta y la capacidad de endeudamiento han ido
aumen- tando, la familia irlandesa media se ha lanzado a la compra masiva de viviendas
«más grandes» y mejores; pero, para ad- quirir una casa, la mayoría de compradores han de
vender la que tienen.
El proceso fue a bastante buena velocidad hasta noviem- bre de 2006. A partir de entonces
el mercado inmobiliario ir- landés, pura y simplemente, se detuvo, de modo que en el ve- rano
de 2007 resultaba archicomplicado vender una casa. (¿Les suena?) Me comentaron que
había familias que están pasán- dolo verdaderamente mal, ahogadas por las deudas
hipoteca- rias que arrastraban, y achacaban sus males al alza de los ti- pos de interés.
(¿Sigue sonándoles?)
2. Pregunte a las personas con las que hablé si se habían plan- ir.ido qué podría pasar si se
producía un enlentecimiento eco- nómico (no me atreví a hablar de crisis) y el empleo se
reducía, y qué podría suceder de resultas de ello con la población inmi-grante, que se hallaba
trabajando mayoritariamente en la cons- i rucción. Nadie supo o quiso darme una respuesta.
Aún queda otro elemento que explica el avance económi- i o que ha experimentado Irlanda
en estos años, un elemento del que España se ha beneficiado mucho, muchísimo: los
fondos comunitarios; éstos siempre levantan recelos, pues su conce- sión y gasto van
asociados a una pregunta: esos fondos ¿son bien empleados? No digo —ni quiero decir— ni
que sí ni que no, pero voy a contarles algo al respecto.
Mountshannon es una pequeñísima localidad junto al lago
A cinco kilómetros de Tuamgraney, sita ésta en la carre- tera que une Ennis y Killaloe. Lugar
con un encanto especial, muy tranquilo, con poco más que una calle principal, un pub —The
Village Inn—, un hotel con media docena de habitacio- nes y una tienda de cerámica que
vale la pena visitar. Y, en el centro del pueblo, una estructura sorprendente, grande, que
combina un laberinto de canales de piedra a distintos niveles y unos jardines, con paneles
explicativos de la historia de la zona distribuidos por el conjunto. Tres personas
descansaban en su explanada principal mientras cuatro o cinco niños juga- ban al escondite
en el laberinto.
Pues bien, en la entrada del recinto, un cartel de considera- bles dimensiones anunciaba que
la construcción era un proyecto de la FAS, sigla en gaélico de la Training & Employment
Authority irlandesa, y que había sido financiada por el NDP, el National Development Plan, a
partir de los European Union Structural Funds. Por favor, no diré que tal construcción no fue-
ra necesaria; lo que me pregunté, y aún me pregunto, es si ese gasto era una de las cosas
más importantes que Irlanda precisa- ba en el momento en el que se decidió construirla,
sobre todo
cuando existen comunidades que han de realizar una colecta pública en plena carretera a fin
de conseguir un desfibrilador.
También podría, en relación con el tema de los fondos europeos, hablar de otro de sus
destinos: la rehabilitación de iglesias de —pienso— dudoso valor histórico, aunque mejor no
mentar un tema ultradelicado en Irlanda: la religión.
3. Tras un par de semanas pateándonos el país, la conclusión .1 la que llegué es que Irlanda,
más que «el Tigre Celta», ha sido «la China de Europa» (como en su momento y de otra
manera, claro, lo fue España). A Irlanda le permitieron bajar los impuestos sobre los
beneficios porque a todo el mundo le convino, lo que generó PIB; pero la población, de
verdad, es decir, no virtualmente, no se ha beneficiado en especial ni —lo que es más
importante— estructuralmente de ese incre-mento de PIB. La renta de la población ha
crecido fundamentalmente porque partía de una posición atrasadísima, y la capacidad de
endeudamiento aumentó porque alguien lo alentó.