La Madre Caridad encontraba refugio y salvación en la Eucaristía durante las tribulaciones. Ella creía que era necesario conocer y adorar a Dios mediante la oración nocturna y la meditación. Consideraba que la voluntad de Dios y la Eucaristía eran su cielo en la tierra. Desde los inicios de su congregación, estableció la adoración perpetua privada a pesar de contar con pocas religiosas.