La crisis afectó a toda la localidad de Copiapó y a las familias de los mineros atrapados, quienes probablemente estaban muriendo de hambre y sed debido a la falta de alimentos y agua. Se cree que la mayoría de los mineros habrían muerto por deshidratación, aunque algunos podrían seguir con vida a pesar de su desesperación. Las familias deben estar destrozadas orando cada día con fe a la espera de un milagroso rescate.