En 1586, 900 hombres intentaron erigir un obelisco egipcio de 350 toneladas en la Plaza de San Pedro en Roma. Las sogas comenzaron a ceder debido al calor, pero un marinero llamado Bresca gritó para rociar las sogas con agua y enfriarlas, salvando así la operación a pesar de la prohibición de hablar. Como recompensa, al marinero se le otorgó el derecho de izar la bandera del Vaticano y vender palmas los domingos de Ramos en la plaza.