La arquitectura uruguaya se desarrolló inicialmente con influencias portuguesas y españolas en los primeros asentamientos coloniales. En el siglo XIX, el neoclasicismo italiano se volvió prominente y luego el eclecticismo historicista imitó estilos arquitectónicos pasados. Uno de los edificios más icónicos de Montevideo fue el Palacio Salvo proyectado en 1922, que fue el edificio más alto de la ciudad en ese momento con su rica ornamentación exterior e interior.