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OTTO RAHN
LA CORTE DE LUCIFER
Sabios, paganos yherejes en el mundo medieval
Colección: El árbol sagrado
Titulo: La corte de Lucifer. Sabios, paganos y herejes en él mundo medieval
Titulo original: Luzífers Hofgesind
Director editorial: Héctor González López
Medición: enero de 2005
© 2004, Circulo Latino, S. L. Editorial E I.
Odesa C/Los Pozos, 38 Tel. 93 653 16 60. Fax
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España www.circulo-latino.coni
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duncan2002@terra.com
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ISBN: 84-96129-37-3
Depósito Legal: B338/2005
Impreso por UBERDUPLEX
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Investigación periodística: Duncan Propiedades Intelectuales
Director creativo: Andrés j. P Paez
Asistente de Dirección: Pilar Zubiría Revuelta
Edición: Osvaldo Tangir
Arte de cubierta e interior Juan Fenu
Maquetación: Silvana Fabro, Romina Cardóse, Soledad Fernández
Corrección: Edgardo D'Elio, Andrea Oriol
Traducción: Marcelo Pelayo
ESTUDIO PRELIMINAR
EL BUSCADOR DEL GRIAL
Una mañana de verano, la delgada figura de un joven se recorta a
lo lejos: asciende la ladera de la montaña hacia el castillo de
Montségur. La gente del pueblo de Lavelanet observa al personaje
vestido con ropas de montaña, corre el año 1931.
Todas eran incógnitas para aquel joven Otto Rahn, que reco-
rría detenidamente los estrechos senderos agrestes del Pog en el
inhóspito Ariége. Por entonces, este alemán tenía 27 años y sus
conocimientos y convicciones lo habían llevado a uno de los
lugares claves de la Romania cátara: la fortaleza que alguna
vez fue el último bastión hereje del catarismo.
Seguramente sus daros ojos, al llegar a la cima y encontrar el
castillo, dejaron atónita su capacidad de asombro y sus
pensamientos, hasta hacer desbordar su mente con un sinfín de
nuevas ideas...
Montségur (monte seguro), en el Pirineo francés, es un cono de
piedra de 1.772 metros de alto, con precipicios de 500 a 800 metros
de profundidad que rodean la ciudadela.
Actualmente hay una sola manera de ascender hasta el monte
tabor de los cátaros, pero se supone que en el pasado hubo una red
de galerías y pasajes cavados en la montaña que permitían distintas
maneras de llegar hasta la cumbre y el castillo, por ocultas
entradas secretas. También se cree que una larga escalera de tres
mil peldaños permitía encontrar una puerta escondida sobre la
ladera del Hars.
E1 castillo es un nido de águilas con muros de dos metros de
espesor, las murallas no tienen torres de franqueo para su defensa y
sólo el muro oriental posee una almena, que corta en un precipicio
a pique. Es una construcción singular y extraña, llevada a cabo
entre 1205 y 1211, aproximadamente. Tiene un asentamiento
estratégico de muy difícil acceso y muchas de sus características son
comunes a otros castillos occitanos, por ejemplo Quéribus y Puivert.
Mucho se ha dicho sobre el Tabor. Se supone que, en la Antigüe-
dad, en él fue erigido un templo solar, y se sabe que desde siempre se
lo consideró un lugar sagrado, mucho antes de la aparición del
catarismo y del mismo cristianismo. La orientación del castillo seña-
la posiciones solares; el eje de la simetría del castillo está orientado
de norte a sur. También se debe señalar su forma de pentágono, así
como la ausencia de líneas curvas en toda la construcción.
Su puerta principal, exageradamente grande, es la invitación a
un cofre lleno de secretos celosamente guardados. Notable es que,
tras la caída de la fortificación en 1224, la Inquisición pregunta de
manera incesante a los pocos cátaros que sobreviven, interrogados
bajo tortura, por el tesoro que guardaba el castillo.
Trágica es la historia de Montségur, y peor el final de la resisten-
cia cátara que con tanto ahínco sobrellevaron quinientas personas,
aproximadamente, durante diez meses de asedio. Una oscura noche
de 1244, en la que veinte mil soldados -que integraban la cruzada
contra la herejía- esperaban la irremediable rendición, llega el final
del perseguido movimiento herético. Terrible destino a manos de los
inquisidores les esperaba a doscientos de los resistentes: la hoguera.
Hoy descansan en el prat dels cremats.
La historia y los hechos allí acontecidos no les eran desconocidos
al joven Rahn, por el contrario, le fascinaba la idea de estar visitan-
do e investigando aquel lugar del Languedoc (lengua de oc) en el
sudeste de Francia, de donde se llevaría apuntes y un diario de viaje
que tiempo después le servirían de notas para sus dos libros.
Otto Rahn nace en Michelstad en la región de Hesse, el 13 de
febrero de 1904. Hijo de una familia protestante (luterana) burgue-
sa, su padre fue juez de Maguncia. Asiste de adolescente al gimnasio
humanístico en Giessen, y termina sus estudios de Bachiller en
1922, también completa estudios de música, a la cual era afecto,
especializándose en la ejecución de piano.
Posteriormente estudia Derecho durante ocho meses en Giessen,
Freiburg y Heidelberg. En ese tiempo decide también asistir a
clases de Filosofía e Historia.
Enamorado de la historia romanística, sus estudios se orientan en
esa dirección; luego serán la motivación de toda su vida. Éste es tal
vez el momento en el cual se sellará su destino: ya no podrá abando-
nar sus investigaciones sobre la historia, la cultura y la lengua de
los países románicos, y desde ese momento su obsesión por la
historia de la Occitania provenzal, el Languedoc, no lo
abandonará, predestinando su vida a una increíble búsqueda.
Sus estudios lo llevan a presentar su tesis doctoral sobre la herejía
cátara-albigense y también sobre el Parzival de Wolfram von
Eschenbach. Intentan esclarecer la identidad de Kyot,
supuestamente Gyot de Provins, quien habría comunicado a
Wolfram los hechos y leyendas sobre el Grial.
Por el año 1929 comienza sus investigaciones y durante los
siguientes tres años, apasionadamente, explora de manera ex-
haustiva la región. En el Languedoc habla con los habitantes
de cada pueblo y de todo toma notas, también hace incursiones
espeleológicas en las grutas del Ariége y realiza dibujos con apun-
tes de sus visitas.
Su espíritu inquieto y sediento de conocimientos lo lleva a las
universidades de Toulouse, París y Friburgo, en las que consulta
documentación y fuentes en archivos y bibliotecas.
En aquella época es cautivado por las reflexiones de Deódat
Rodé, Maurice Magre y Antonin Gadal, con los cuales traba rela-
ción personal de amistad.
Luego de su viaje por Francia, Rahn escribe su primer libro, Cru-
zada contra el Grial (Kreuzzug gegen den Greal), que es publicado
por la editorial Urban, de Friburgo, en 1933. En la primera
edición de éste, se anuncia en él prologo el siguiente libro del autor,
que iba a ser titulado Konrad von Marburg, el inquisidor germano
-sobre la persecución de herejes y paganos en Alemania
durante la Edad Media-, pero este proyecto no llega a concretarse
nunca.
Es evidente que Otto Rahn ya había encontrado un rumbo en sus
investigaciones y dio forma de manera atrevida a sus hipótesis y
conocimientos. Seguramente, por aquel entonces, este hombre de
espíritu libre era llevado por la imperiosa necesidad de su vida inte-
rior. Construyendo su destino en profunda soledad, Rahn
emprendía la búsqueda esencial de la tradición y la gnosis.
Gracias a la ayuda de un profesor de la Universidad de Burdeos,
llamado Robert Pirou, en el año 1934 Cruzada contra el Grial es
traducido al francés y editado con el título Croisade contre le
Graal Grandeur et chute des albigeois.
Otto Rahn estaba convencido de que había una estrecha relación
entre la Occitania medieval y el mito del Grial-Graal,
pensamiento que definiría la orientación de sus investigaciones.
Su fascinación por la historia del movimiento cátaro y la herejía
atribuida al mismo deja traslucir en Rahn ese inconformismo
existencial, ávido de búsqueda y saber trascendente, que
manifiesta cierta rebeldía y oposición a verdades consideradas
absolutas.
En la historia de la humanidad hubo muchos buscadores que die-
ron luz a infinidad de misterios. El mito del Grial, sin embargo, fue
manipulado y despojado de su contenido legendario primordial.
Antes de Otto Rahn se le había dado al Grial una historia y signi-
ficados asociados a una ideología determinada por la Iglesia
católica, que no profundizaba en la verdadera esencia del mito del
Grial; el legado es mucho más profundo en su origen.
Otto Rahn devuelve el misterio al Graal, su insondable y verda-
dero significado como leyenda, mito, símbolo y tradición.
Leyendas de pueblos paganos que fueron asimiladas por el
cristianismo, transformándose luego en lo que sería la tradición del
Santo Grial.
Rahn concluyó que la herencia del Graal-Grial fue tomada por
los cátaros albigenses de Occitania, quienes también absorbieron
los conocimientos esotéricos de la doctrina mazdeísta.
El término graaus (graal en función de complemento), se supone,
tiene su origen en la lengua de oil (hablada en la antigüedad en
Francia, al norte del Loira). Se corresponde con el latín gradalis,
que significa gran plato hondo, bandeja utilizada en el medievo
para servir alimentos. Términos latinos equivalentes son grádale
(también plato hondo o fuente) y garale (vaso), donde se servía una
salsa latina llamada garum, según Helinandus.
Otra posibilidad es que la palabra Graal provenga de los térmi-
nos del francés antiguo greal o grasal, del provenzal grazal o del
catalán antiguo gresal (recipiente hueco). Puede provenir
también de garalis o de grais, de origen incierto.
La palabra latina cratus puede haber derivado en cratalis, en
provenzal, grazal y en francés graal. Existe también una relación
de gratum, gratia, gráce con reliquias del cristianismo; de san
greal se obtiene sang real, haciendo clara referencia a la sangre
de Cristo.
En el medievo se habla de una copa sagrada o un plato místico,
descripción que aparece en poemas e historias de caballería.
Esta imagen sirvió para la institución de la eucaristía.
Se dice que el Santo Grial es la copa en la que José de
Arimatea recoge la sangre de Cristo, de la herida infligida por la
lanza del centurión Cayo Longinos, Cuándo Cristo estaba
agonizante en la cruz.
La historia del Santo Grial no tiene un origen cierto, pero la Igle-
sia católica la interpreta de manera eucarística, y con el correr de
los tiempos la transforma en un relato épico religioso. En estas
historias se encuentran héroes como Carlomagno o Roldan, y se
gesta la fe en las cruzadas.
También se encuentra otro componente, el alegórico-romántico,
que define la aventura romántica y mística. Es Cuándo aparecen
héroes como Arturo y Lancelot. En estas historias legendarias se
manifiesta de manera literaria la leyenda del Grial, en el siglo XII,
con Chrétien de Troyes y Robert de Boron. En los siglos XVI y XIV
aparecen versiones alemanas, islandesas, castellanas e italianas, ex-
tendiéndose así la leyenda por toda Europa.
Otto Rahn analiza la obra poética de Wolfram von Eschenbach
(Parzival, 1210), y concibe la idea de que el Parzival, en realidad,
tiene una narración oculta, en la que se relatan los hechos
sucedidos durante la cruzada contra los albigenses.
El arquetipo del Grial evoca, en la construcción de su simbología:
copa, sangre, lanza y espada. Este concepto se aleja de las referen-
cias eucarísticas consolidadas en el medievo por oscuros y anónimos
monjes cistercienses.
Rahn arriba a la conclusión de que la unidad fundamental y tras-
cendente de todas las religiones, leyendas y mitos fue incorporada
por los cristianos a la historia del Santo Grial, como complemento
de la eucaristía. De esta manera se desvirtuó el símbolo y se perdió
susentido primigenio.
Para Rahn, el Graal implica una enseñanza perdida, criterio que
es asimilado por los nacionalsocialistas, que consideraron la piedra
Graal como una ley sólo válida para los arios. Rahn interpreta en el
Grial la Tradición Primordial, el estado primordial y su derivación
en las doctrinas cátaras, e identifica el Muntsalvatsche (monte salva-
je) de Eschenbach con Montségur.
Para Rahn, la reliquia del Grial tenía una existencia real, esto se
corresponde con el análisis que hace de las poesías de Wolfram
Cuándo habla en el Parzival de la piedra Graal.
También considera que los maniqueos originarios de Persia (para
Rahn, arios también) asociaban el término Gorr (piedra preciosa)
a la palabra al (fragmento), que en la contracción corresponde a la
palabra Grial. Éste es uno de los posibles orígenes etimológicos de
la palabra Graal con el significado de piedra preciosa grabada.
Este fundamento etimológico podría explicar la tradición que re-
coge la Iglesia católica de la expresión piedra preciosa, tomando el
sentido literal de gema, y haciendo de esta gema su simbólica es-
meralda desprendida de la frente de Lucifer; en su caída original,
Cuándo Dios lo expulsa de los cielos.
Cuenta la tradición que en esta esmeralda fue tallado el Grial, en
ciento cuarenta y cuatro facetas, para ser convertido en la copa sa-
grada que contiene la sangre de Cristo.
E1 Grial como símbolo mitológico se pierde dentro de profundas
tradiciones comunes a todos los pueblos. También representa un
estado primordial y el viaje hacia un conocimiento puro y
trascendente.
Puede asegurarse, casi con certeza, que Rahn vislumbró el pa-
radigma que representa el símbolo del Grial. Y también es muy
posible que el viaje y la búsqueda que representan el Grial signaran
su vida, llevándolo, a su vez, a efectuar él mismo una búsqueda y un
viaje trascendente.
En la vida de Otto Rahn se mezclan la leyenda y la realidad, y se
combinan de manera paradójica tres elementos: el sujeto de la bús-
queda, el objeto de la búsqueda y el camino. Como en una leyenda,
atada a la inquietud de un hombre que busca la trascendencia al
final del viaje.
Rahn sostenía que, por múltiples situaciones relacionadas con sus
contextos históricos, los pueblos occidentales bárbaros no pudieron
abstraerse de la corriente de un pensamiento nuevo y ajeno,
dogmatizado y estructurado. E1 cristianismo era una lejana e inson-
dable cultura mediterránea, pero no fue posible contrarrestarlo con
los fragmentos de una sabiduría arcana.
Por ello se produjo una asimilación intuitiva y no intelectual del cris-
tianismo por parte de los pueblos paganos y herejes, y el
conocimiento nunca llegó a ser efectivo, tomando un estado de
arquetipo entronizado que no le corresponde. La Iglesia católica
estableció uncredo unitario yconsideró heréticos a todos los cultos de
la tradición ancestral pagana, puesto que se oponían al proceso de
asimilación impuesto.
E1 estudio de la obra de Wolfram acentúa en Rahn la idea de una
tradición y una sabiduría primigenias, simbolizadas por la piedra
Graal, el lapsit exilis o lapis elixir, o la piedra filosofal alquímica.
Según relata Eschenbach en uno de sus versos (el 471), los
ángeles (zwívelaere) permanecieron neutrales Cuándo ocurrió la
lucha entre Dios y Satán, trayendo y escondiendo en el mundo la
piedra Graal.
El Grial proporciona juventud eterna al igual que el lapis
philosopharum de la tradición alquimista. Rahn en su búsqueda
intenta desentrañar las características extraordinarias del Grial,
lo considera un objeto valioso y difícil dé alcanzar o encontrar.
Ésta es una analogía con la piedra Graal de Wolfram, que se
identifica con la piedra alquímica, un símbolo del sí-mismo.
Al igual que el Parzival de Wolfram, Rahn es el buscador del
Grial... Y buscará el Graal en Montségur al descubrir que
Parzival en su traducción al provenzal es Trencavel.
Raimund Roger Trencavel, vizconde de Carcassonne, es un per-
sonaje importante dentro del movimiento catáro. Dice Rahn:
"Trencavel y su madre se consagraron a la herejía. Rechazaron el
símbolo de la cruz. El Grial era, según mis conocimientos, el
símbolo de la creencia herética que fue depositado en la tierra de
los puros, como relata numerosas veces Eschenbach en su poema".
Dilucida que Trencavel es el primo de la condesa Esclarmonde
de Foix, dueña del castillo de Montségur y muerta en la hoguera
tras la caída de la resistencia cátara. En el poema de Parzival,
Esclarmonde es la señora del castillo del Grial (Muntsalvatshe), la
única que puede portar el Grial.
Por estas razones Rahn piensa que el tesoro de los cátaros es
el Graal, y supone que se encuentra escondido en alguna de las
tantas cavernas de la región o en algún lugar secreto del castillo de
Montségur.
Rahn tiene la certeza de que el Grial se halla en el Languedoc,
ya que la saga del Grial de Parzival llega a Alemania proveniente
de la Provenza.
Rahn investiga y rastrea la zona circundante al castillo de
Montségur en 1931, pero nada encuentra. Es entonces Cuándo
escucha de un pastor del lugar una historia cautivante.
La misma es relatada en este libro La Corte de Lucifer, del que
cito: "Cuándo todavía se mantenían en pie las murallas de
Montségur, los Puros guardaron en ella el Santo Grial. El castillo
estaba en peligro. Las huestes de Lucifer se encontraban ante sus
murallas. Ansiaban poseer el Grial para ponerlo en la diadema de
su príncipe".
Antonin Gadal le comenta sus sospechas acerca de que el Grial
se encontraba guardado en las cuevas del Sabarthés, más
específicamente en la gruta de L'Hermitte, o posiblemente en las
cuevas de Ornolac, Fontanet y Lombrives. Estas enormes cavernas,
con pasajes y laberintos desconocidos para Rahn, fueron un templo
para el buscador y sus muros, mudos testigos de subúsqueda.
Las cuevas fueron el lugar donde se refugiaron los pocos cátaros
supervivientes de la persecución de la cruzada, en los finales del
catarismo, después de la aniquilación de la resistencia de
Montségur. Las investigaciones de Rahn en las grutas lo llevaron
a la siguiente conclusión: "Allí se preservaron dos Griales [...] el
Santo Grial cristiano y la piedra Graal pagana".
Wolfram dice en el Parzival: "Y la piedra se llamaba Graal".
Sólo Rahn supo qué encontró en esas cuevas. Lo cito: "Quizás
encontraron asilo en las cavernas pirenaicas. Muchos indicios ten-
derían a demostrar que el manto blanco de los Témplanos, en el
cual resplandecía la cruz roja octogonal, se perdió, junto con
los vestidos negros y las cruces amarillas de los cátaros, en las
grutas tenebrosas del Sabarthés".
Rahn pensaba que el Graal probablemente estaba compuesto por
varias tablillas de piedra o madera, con grabados rúnicos antiguos.
Wolfram cita en el Parzival: "Gyot, el maestro de elevada nombra-
día, encontró, en escritura pagana enrevesada, la leyenda que
se remonta hasta la primera fuente de las leyendas".
Rahn supone que estas piedras paganas llegan a la región del
Languedoc desde Persia, Cuándo cae el legendario reino de Thule,
la tierra de los hiperbóreos, antepasados de los indoeuropeos.
Esta piedra, considera Rahn, pertenecía al tesoro de Salomón:
"En la batalla de Guadalete (en 711), que duró siete días, los
visigodos fueron aniquilados por los árabes. El tesoro de Salomón,
que había pertenecido a1 rey Alarico, cayó en manos de los
infieles",
Rahn sostiene la hipótesis de que el Graal (tabla de Salomón) fue
llevado por Alarico (rey de los visigodos) cerca del 410 d C. desde
Roma hasta Carcassonne; estas tablas eran parte del tesoro de
Salomón, rey de los hebreos, y fueron sacadas de Jerusalén por los
romanos.
Para Otto Rahn los cátaros eran los custodios del Graal-Grial.
Documentos de la Inquisición cuentan que la noche anterior a la
caída de Montségur descendieron de la fortaleza, mediante so-
gas, cuatro personas. Sus nombres eran Amiel Aircart, Alfaro,
Poitevin y Hogues.
Rahn sabe de lo cometido aquella noche del Domingo de Ramos
en que Montségur es traicionado, para acceder al castillo alguien
habla sobre las puertas secretas.
Las leyendas cuentan que Cuándo el Grial se encontró a salvo,
en el monte Bidorta encendieron una llama, anunciando a los
cátaros que estaban resistiendo en Montségur que el sagrado
objeto estaba resguardado. E1 Grial fue entregado al caballero
herético Pons Arnold, señor del castillo Verdun en el Sabarthés.
Cátaro proviene de la palabra griega kataró, que significa puro o
purificado; también se dice que proviene del termino alemánketter,
que significa herético.
Los primeros cátaros aparecen en Limousin entre 1012 y 1020, y
se establecen en Albi, de allí, albigense. E1 catarismo en su filosofía
y credo tiene parentesco con el maniqueísmo de los bogomilos.
Estos últimos aparecen en Bulgaria y toman su nombre de un
heresiarca llamado Bogomilo (amigo de Dios, en lengua eslavo).
Su doctrina postulaba el dualismo absoluto. Se conoce a los
bogomilos por dos autores católicos, Cosmas y Eutimio Zigabemo,
y se sabe que había dos vertientes: la de Dragovista y la de Bulgaria.
En un concilio en Saint Félix de Caraman (en el Languedoc), en
el año 1167, dualistas albigenses fueron presididos por un diácono
bogomilo llamado Niquinta, que llegó desde Constantinopla.
Dualistas balcánicos, italianos y franceses tenían intereses en común.
En el año 1017 había cátaros en Orleans; fueron quemados en la
hoguera. Lo mismo sucedió en Tolosa en el año 1022. En
Monteforte, cerca de Asti, en 1030, una comunidad de herejes fue
procesada condenada e inmolada. Lo mismo sucedió en Chalón, en
1045; en Goslaren 1052, y en Colonia y Bonn, en 1145.
El movimiento cátaro se extiende durante el siglo XII por Soissons
(región de Flandes), también había cátaros en Suiza, Lieja, Reims,
Vezelay y Artois. Milán era otro de los centros de la herejía, pero es
en el sur de Francia donde el catarismo alcanza su mayor plenitud.
Es en estas tierras de Occitania donde la doctrina cátara se desarro-
llará de manera asombrosa.
El movimiento cátaro era mucho más que una herejía: tomó dis-
tancia en muchos aspectos del cristianismo tradicional y rechazó
todos los dogmas del catolicismo. Contrarios a la Iglesia, los cátaros
acentúan la tradición maniquea y rechazan los sacramentos, la cruz
como símbolo de muerte y todas las ceremonias del culto cristiano;
también rechazan el Antiguo Testamento.
Los cátaros pensaban que el cuerpo tenía un origen maligno y
era producto del demonio. Por lo tanto, Cristo no había nacido de la
Virgen María, pues esta Inmaculada seguía siendo una mujer. Para
ellos, el nacimiento virginal era una invención católica.
Sostenían que Cristo era un espíritu puro y no un hombre mortal,
por ello negaban la crucifixión y la resurrección, ya que un espíritu
es etéreo. Negaban la Santísima Trinidad ycreían que Juanel Bautista
había sido un enviado del demonio para burlar la misión de Cristo
en el mundo.
Para los cátaros, María Magdalena fue la mujer de Cristo, y que
éste era un espíritu puro albergado en un cuerpo mortal. Por este
motivo Cristo pudo casarse como cualquier hombre.
Al no aceptar los sacramentos católicos, a cambio recibían el
consolamentum o consuelo. Los que pasaban por este ritual eran
llamados perfecti y accedían a una minoría selecta en conocimiento
de la gnosis. Cuándo llegaban a este estado debían mantenerse pu-
ros, llevando una vida rigurosa, disciplinada y dura, por este motivo
sólo accesible unos pocos; éstos eran los llamadoshombres buenos.
Los creyentes o seguidores eran llamados credentes y podían
casarse y tener hijos. Antes de morir, un credente recibía el
consolamentum, de esta manera accedía al estado de endura,
estado de purificación, en el cual sólo el agua podía tocar sus
labios. Ninguna mujer podía tocar al moribundo, ya que se
consideraba a la mujer como instrumento de atracción del
demonio.
Las mujeres también podían ser perfecta, y, en ese caso, no
podían ser tocadas por ningún varón. Cuándo una persona no
accedía al estado de pureza a través del consolamentum, debía
reencarnar una y otra vez en hombre o animal.
El martirio y abnegación eran una manera de no reencarnar, por
ellos seaccedía de forma estoicaa la pureza. Esto explicaría por qué los
cátaros no ofrecieron resistencia alguna frente a la Inquisición y sus
tormentos.
No temían a la muerte y, en ocasiones, los perfecti se dejaban
morir mediante el endura. Otto Rahn comenta al respecto: "Su doc-
trina permitía, como la de los druidas, el suicidio, no obstante,
exigía que uno pusiera fin a su vida no por cansancio de vivir, por
miedo o por dolor, sino en un estado de perfecto desapego de la
materia".
Rahn dice que los cátaros practicaban el endura por parejas, ya
que ellos predicaban de a dos. Él dice al respecto: "Ese hermano,
al lado del que el cátaro había pasado, en la amistad más ideal,
años de esfuerzos continuados y espiritualización intensiva, quería, de
acuerdo con él en la otra vida también, la verdadera vida, gustar
las bellezas parcialmente entrevistas del más allá y la revelación
de las leyes divinas que mueven los mundos" (de Cruzada contra el
Grial).
Ponían fin a sus días eligiendo una de estas cinco maneras:
dejándose morir de hambre, tomando veneno, cortándose las venas,
arrojándose al agua helada después de un baño hirviente o tirándose
desde un precipicio. El fin del endura no siempre era la muerte,
generalmente era un prolongado ayuno purificador, de dos a tres
meses.
Los cátaros estaban organizados en diócesis, dirigidas por obis-
pos, diáconos y perfecti. Llevaban una vida ejemplar, predicando
un evangelio de sencillez y purificación.
En Montségur, en las grutas de Ornolac (lugar de iniciación), una
paloma esculpida en la roca, la paloma es un símbolo del Espíritu
Santo, la luz divina que desciende entre los hombres. Esto hace
pensarque el catarismo es una religión de luz y no mágica.
El movimiento cátaro fue en realidad una religión, difamada en
herejía, completamente alejada de conceptos radicales violentos,
lo que la aleja del catolicismo inquisidor de aquella época. Lo
demuestra la total tolerancia y la forma de vida que llevaron y
predicaron, haciendo llegar un mensaje de misericordia, amor y
libertad.
A fines de 1933, Otto Rahn entabla amistad personal con
Alfred Rosemberg, filósofo y jefe hitleriano, extraño romántico
aislado en las brumas idealistas del nacionalsocialismo, conven-
cido de la doctrina hasta el final de su vida, que terminó en el
patíbulo, en Nuremberg, en 1946. Rosemberg fue la mente de la
gnosis nazi, de orientación metafísica y vasta cultura, autor del
libro El mito del siglo XX.
Rosemberg, como intelectual, siente admiración por aquel
hombre de delgada figura, especialista en historia y herejía, autor de
la Cruzada contra el Grial. Mantiene largas charlas con Rahn, y
cautiva con su discurso la atención del buscador del Grial.
Rosemberg considera que todos los acontecimientos tienen
significado, y remiten a una eterna lucha donde se enfrentan la luz y
las tinieblas.
Los herejes cátaros, para Rosemberg, eran los artífices de una
magna tragedia de alcance cósmico. Afirma Rosemberg: "En la his-
toria de los albigenses, de los valdenses, de los cátaros, de los
hugonotes, de los reformados, de los luteranos, hay que ver el
marco extraordinario de una lucha épica".
Rosemberg es elegido para dirigir la Oficina del Reich para la Pro-
moción de la Literatura Alemana y la Federación Cultural
Nacionalsocialista; este cargo, que desempeña después de 1934,
demuestra la importancia que tenía como intelectual en la Alemania
de esa época.
Rahn recibe de Rosemberg la misión de corroborar la hipótesis
sobre el lugar donde se encuentra el Grial. Rosemberg promete
el apoyo del Sacro Colegio hitleriano.
En 1935 Otto Rahn es enviado a la frontera franco-española, se
establece en Les Marronniers, en Ussat-les-Bains, en el Pog-de
Montségur cercano a las cuevas de Lombrives en el Sabarthés. Los
pocos datos que existen sobre sus investigaciones se conocen por las
cartas que enviaba a sus superiores en Alemania, pidiendo la confianza
de Himmler.
En marzo de 1936, Rahn ingresa a la SS, al poco tiempo es
nombrado coronel (oberstrumfúhrer) y es destinado al Estado Ma-
yor personal de Himmler, en una oficina llamada Ahnenerbe (un
organismo superior de investigación SS), donde es puesto a co-
laborar con Karl María Willigut, un personaje que supuestamente
poseía dotes paranormales que le hacían tener visiones del pasado.
Rahn realiza otro viaje al sur de Francia acompañado por su ami-
go y compañero Paul Ladame (quien prologa La corte de Lucifer);
está sólo unos días y regresa a Alemania.
En 1937, en Leipzig, la editorial Schwarzhäupter edita La corte
de Lucifer (Luzifers Hofgesind), subtitulada "viaje a los buenos espí-
ritus de Europa". Rahn ya era un reconocido intelectual ganado
por el partido nacionalsocialista.
Otto Rahn, el romántico hereje, sabía que el objeto de búsqueda
de Parzival era una piedra de luz, pero encuentra otros significados
a la tradición de la diadema de Lucifer. Cita de un verso de
Wolfram lo siguiente:
Desde la Provenza hasta la tierra alemana
Nos fue enviada la leyenda auténtica.
Lucifer se perdió al bajar
Con su rebaño al infierno,
Entonces el hombre nació.
¡Pensad lo que Luciferobtuvo
junto a los camaradas de lucha!
Ellos eran inocentes y puros...
Rahn no cree que fueron las huestes de Lucifer las que
penetraron Montségur, sino que lo hicieron las de Satán, preparadas
para apropiarse del Grial que cayera de la corona del Portador de
Luz, Lucifer.
Idealista en su mirada sobre los hechos de la caída de Montségur,
Rahn escribe: "Puros eran los cátaros, pero no los frailucos y aventu-
reros que con la Cruz al pecho querían preparar la Provenza a favor
de una nueva estirpe:su propia estirpe".
Otto Rahn en éste, su último libro, establece profundas relaciones
sobre el origen de las tradiciones paganas y su significado, remontán-
dose al origen de la creación y la historia.
Heinrich Himmler ordena a sus oficiales la lectura obligatoria de
La corte de Lucifer, asignándole el valor de "trascendente evange-
lio". Otto Rahn escribiría: "Por siempre recordaré el Sabarthés, el
Montségur, el Castillo del Grial y el Grial, que puede haber sido
aquel tesoro de los herejes sobre el que leí en los registros de la
Inquisición. Reconozco públicamente que me hubiera gustado
encontrarlo".
Rahn, por 1938 se dedica a la actividad periodística y radiofónica,
escribe artículos y da charlas y conferencias sobre los temas que
eran la motivación de su vida.
En marzo de 1939 presenta formalmente su dimisión a la SS, y
desaparece de la escena. A partir de esto se han elaborado todo tipo
de especulaciones: hay quienes suponen que le pidieron sus "certifi-
cados de pureza racial", trámite obligatorio en la Alemania nazi. La
abuela de Rahn se llamaba Clara Hamburguer y su abuelo Leo
Cucer, nombres judíos de la Europa Central. Esto pudo haber sido
una de las razones de su desaparición repentina y, más tarde, quizá,
desusuicidio.
Otra hipótesis es que Rahn era homosexual y que esta condición
lo hizo determinar un retiro al ser descubierto dentro de la SS, aun-
que, nuevamente, sólo es una especulación.
También se ha asegurado que envió una carta a sus superiores
diciendo que no acercaría el Grial a los nazis, ya que no estaba de
acuerdo con la política del partido nacionalsocialista. Sea cual
fuere el motivo de su desaparición, no hay nada probado, todas son
hipótesis.
Su cuerpo es encontrado el 13 de marzo en las montañas del
Wilden Kaiser, cerca de Kufstein. En el obituario del periódico
oficial nazi BoikischerBeobatcher se publicó: "Rahn murió
congelado practicando el estado cátaro de endura; su rostro tenía
una expresión de profunda paz". Un general de la SS llamado
Karl Wolf firma el comunicado de prensa que se editó en el diario
Schwarsze Korps. El sepelio de Rahn tuvo lugar en Darmstadt.
Se especula también que Rahn murió en la cima de la montaña
envenenado por propia voluntad, envuelto en pensamientos profun-
dos de la existencia.
Lo que sí está probado es que pocos días antes de su desaparición
escribe una carta a un amigo diciendo en uno de sus párrafos: "Me
preocupa muy seriamente mi patria [...]. Yo soy un hombre
tolerante, no puedo ya vivir en mi hermosa Patria, ¿en qué se ha
convertido?".
Tambiénse dice que la muerte de Rahn fue un ardid fraguado para
hacerlo desaparecer con fines secretos, que en realidad no murió
sino que continuó su vida con otra identidad, y un cambio en la
fisonomía de su cara, practicado mediante cirugía. Se dice que Rahn,
después de la cirugía, habría asumido la identidad de Rudolf Rahn,
un asesor de la embajada alemana en Bagdad. Esta hipótesis
aparece en 1979 en una publicación alemana, en ella se asegura que
la secretaria de Otto Rahn fue, luego de la muerte de éste, secretaria
de Rudolf Rahn, cosa sugestiva según la investigación referida.
Según esta teoría Otto Rahn no murió y transformo su vida de
buscador del Grial en la de un agente secreto en Medio Oriente,
donde falleció en 1975.
No es extraño que se hable de su muerte y de su posible cambio de
identidad. La vida de Rahn tiene demasiados momentos que se con-
funden con la leyenda o la ficción. Tal vez ya no quería vivir en
un mundo que no comprendía, o quizá no murió y decidió
desaparecer para nunca más ser reconocido, ya que avizoraba
momentos siniestros en la Alemania que tanto amaba...
La búsqueda del Grial fue continuada por los alemanes luego de
la desaparición de Rahn, pero estos hechos también se pierden
en las nieblas de la leyenda, en infinidad de especulaciones y
teorías, aunque se sabe que un grupo de científicos alemanes, en
junio de 1943, exploró por meses en Ussat y Ornolac.
Se dice que Himmler era un obsesionado de la leyenda del Grial,
y que pedía
Diariamente informes sobre la expedición de 1943. Al no haber
resultados satisfactorios sobre la búsqueda del Grial en los
lugares investigados por Rahn, Himmler decide enviar a Otto
Skorzeny.
Skorzeny por aquel entonces tenía el grado de coronel de la SS,
y era el hombre que años antes había liberado de un secuestro a
Benito Mussolini, en una operación por demás complicada. Esta
hipótesis, desarrollada por un norteamericano, dice que Skorzeny
fue a Montségur acompañado por un grupo selecto de militares
de su máxima confianza, acampó a los pies de la fortaleza
cátara y analizó las posibilidades de dónde podía estar escondido
el Grial, llegando a la conclusión de que había que seguir las
posibles rutas de escape de los supuestos cuatro cátaros que se
descolgaron del castillo según los registros de la Inquisición.
Nuevamente se funden en la leyenda, la ficción y la realidad. Se
dice que el coronel Skorzeny encontró el tesoro cátaro y lo puso en
manos de Himmler...
También se dice que el tesoro fue llevado a Alemania, a la torre
de Merkers, y que el Grial estaría enterrado en terrenos lindantes al
castillo Wewelsburg.
Estas historias terminan formando parte de una nueva saga con-
temporánea del Grial, y a su vez siguen alimentando el eterno
mito del Grial, que trasciende ya los hechos reales e imaginarios.
Componentes objetivos, subjetivos y fantásticos continúan
alimentando la saga, con lo que hacen más profundo e insondable el
misterio.
Otto Rahn fue él último buscador del Grial, convencido del sig-
nificado pagano y la gnosis oculta negada a los
conquistadores. Rahn, en Cruzada contra el Grial, hace una
descripción poética de la cruzada contra los albigenses, allí dice:
"A la cabeza, cabalga el sombrío e irreconciliable abad de
Citeaux, el jefe de las fuerzas cristianas contra los herejes
albigenses. Parecido a un caballero del Apocalipsis, galopa,
hábito al viento, a través del país que no adora a su propio Dios.
Detrás de él, el ejército de arzobispos, obispos, abades, padres y
monjes. Al lado de los príncipes de la Iglesia cabalgan los
príncipes laicos con sus armaduras resplandecientes de acero,
plata y oro. Luego, vienen los caballeros saqueadores, con sus
soldadescas que entraban a saco por doquier. Robert Sans-Avoir, el
que no bebe agua, Dios sabe sus nombres.
"A continuación, los ciudadanos y campesinos, y luego, por
millares, la chusma de Europa: los ribaldos, los truhanes y, en
los templos de Venus montados sobre cuatro ruedas, las
pelanduscas de todos los países posibles".
Estos párrafos expresan sus sentimientos con respecto a la cruza-
da contra los albigenses y la persecución de la herejía. Rahn tal
vez fue un moderno heresiarca, seguidor romántico de aquella
utopía ya desaparecida en el mundo.
Y por si fuera poco... la utopía se resiste a desaparecer, el
profundo significado del Grial sigue guardado en los misterios de
la gnosis. Y es en el fugaz extremo de las ideas donde la utopía
continúa alentando la búsqueda del Grial.
Y hombres como Rahn y tantos otros, equivocados o no, siguen
esa búsqueda, por momentos herética, que resulta en denodada ma-
nifestación del espíritu humano. Es tal vez en ese paraje
intangible, subjetivo y recóndito de las ideas, donde se encuentra
el Grial. La mística, que resulta en un legado atávico.
Otto Rahn fue un romántico y moderno buscador del Grial, y
con él se llevó sus misterios, los del Grial y los propios. Sus expe-
riencias no se han perdido... Quedaron algunas certezas y otras
equivocaciones de su intelecto, y, lo más importante, la utopía de
su búsqueda que ahora nos pertenece como un mito.
El Grial seguirá oculto como un misterio. Rahn quizá lo en-
contró al final de su vida, o en su profunda soledad, en momentos
como ése en que -recordando a Franz Kampers- dice: "A veces,
junto a mi lámpara, sus palabras me ayudaron a iluminar los te-
nebrosos laberintos de las cuevas del Grial [...]. La palabra Grial
era oscura desde el principio. Esta falta de claridad del nombre en
sí y de su origen nos indica precisamente que lo santo tuvo una
prehistoria en la que existía una Grandeza, conocida y
aprehensible, que también se llamaba Grial"...
Andrés J. P. Paez
LA PARTIDA
Quien ama a su patria, también
debe entenderla; quien la quiera
entender, debe, sobre todo, tratar
de penetrar en su Historia.
Jakob Grimm
Este libro se basa en hojas del "Diario de mi vida", que empecé en
Alemania, continué en el sur y concluí, por el momento, en
Islandia. Tuve que terminarlo ya que la visión del sol de
medianoche había abierto un núcleo esencial del círculo en que mi
pensamiento y mis aspiraciones regularmente se mueven.
Como el artista que crea un mosaico debe amontonar primero
las pequeñas piedras de los diversos colores para encajarlas en
la obra intuida y en contornos previamente dibujados, así
también procedí. Bajo cielos diferentes y en diversos países he
obtenido presentimientos y conocimientos que, reunidos, pro-
dujeron la visión total.
Lo he configurado de modo tal que, por omisión,
complementación o poniendo de relieve las hojas seleccionadas
del "Diario de mi vida", y, no en última instancia, también su
modificación, la imagen vista en espíritu por mí, al ser
contemplada también Por otros, pudiera ser entendida y
querida. ¡Ojalá mi pluma lo conseguido!
He puesto este libro por escrito en una pequeña ciudad del
alto Hesse. Al alzar los ojos por sobre mi escritorio, se abre un
paisaje qué me es inmensamente entrañable y al que, Cuándo el
destino me empuja por campos y yermos extraños, con
frecuencia he añorado: el alto Hesse, la tierra de mis
antepasados. En un pequeño pueblo de alturas pobladas por
bosques, que parecen recluir la comarca contra el sur, han vivido
cultivando el suelo desde tiempos remotos, o erguidos frente al
yunque, o moliendo granos para hacer harina, o sentados ante el
telar en pequeños cuartos. La tierra es pedregosa y del cielo casi
siempre cuelgan nubes. Pocos de ellos han logrado ser pudientes.
A los ancestros de mi madre que vivían en Odenwald las cosas se
les dieron más fáciles. Allá, el sol y el aire son templados y la tierra
suele ser generosa con quienes la cuidan con amor. La pequeña du-
dad del alto Hesse en la que viví y escribí este libro está dominada
por los restos de muralla de un castillo. A pocos pasos de la
puerta del burgo, que se ha mantenido incólume, se alza un
viejísimo tilo. Aquí debe de haber predicado Bonifacio a los catos
del cristianismo de Roma. Estando bajo el tilo miré hacia el norte,
mis ojos quedaron fulguradamente hechizados por una montaña
sobresaliente, sobre cuya cima el "Apóstol de los alemanes"
celebró una fiesta conventual: Amöneburg. Mis antepasados no
quisieron a san Bonifacio, que pretendió predicar el Evangelio del
Amor. En una carta que envió al papa en el año 742, los trataba de
idiotas.
Desde mi pequeña ciudad del alto Hesse hasta Marburg, a
orillas del río Lahn, hay pocas horas de camino. Un hijo de
esta ciudad, "el flagelo de Alemania", también evangelizó para
Roma. Sobre el lomo de una mula recorrió el maestro e
inquisidor Konrad von Marburg su patria, recolectó milagros
de rosas para la canonización de su excelentísima penitenta,
la esposa del landgrave Isabel von Thüringen, y coleccionó
herejes, a los que quemó en el centro de su ciudad natal, en
un lugar que hasta hoy se llama "Arroyo de los Herejes".
Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más
recientes, herejes.
PRIMERA ETAPA
Para Dios no hay ningún diablo,
pero, para nosotros, éste es un muy
efectivo delirio.
Novalis
BlNGEN DEL RlN
En esta pequeña ciudad a orillas del Rin pasé ocho años de mi
niñez, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Ahora,
después de una larga ausencia, estoy de nuevo aquí; por un día. Ya
no existe la casa de alquiler donde entonces viví: la demolieron por
ruinosa. También desaparecieron los prados sobre los que
retozaba y jugaba. Allí se han levantado nuevas casas. Sólo los
viñedos que empiezan detrás de nuestro huerto han permanecido
sin variaciones. Pronto darán una rica vendimia. Es otoño.
Estoy en los comienzos de un gran viaje. Mañana a esta
misma hora partiré al sur. A Francia, y más allá, a las tierras entre
los Alpes y los Pirineos. Quizá también a Italia y al sur del Tirol.
Bien sé que la patria tiene más que decimos que lo ajeno, que tan a
menudo fue nuestra perdición. Sin embargo, de todas maneras me
marcho a esas tierras lejanas. Porque mis antepasados remotos y
más recientes fueron paganos y herejes. El futuro nos es más decisivo
que elpasado, tambiénde estaalternativa del momento soyconsciente.
Pero los tiempos, aquellos que quiero rastrear, está claro que son
pasado, mas no fueron superados. Mucho se habla hoy de
paganos y herejes.
En esta ciudad a orillas del Rin desde la que emprenderé el viaje,
cierta vez una hembra haragana oriunda de Grüneberg, en el alto
Hesse, delató a los adeptos de su esposo al gran inquisidor alemán
Konrad von Marburg, y fueron arrastrados a la hoguera.
Dentro de poco veré el monasterio materno de todos los
inquisidores: la abadía Notre-Dame de Prouille, cerca de Toulouse,
desde la cual se expandió sobre Occidente la costumbre de rezar
por medio de un rosario. La historia de este monasterio dominico
fundado por santo Domingo se mezcla con la habilidad de los más
conocidos herejes medievales, los albigenses, también llamados
cátaros. La palabra cátaro significa puro (del griego: katharoi), pero
acabaron estropeándola al trasponerla a nuestro cuestionable con-
cepto de hereje. Voy hasta el sur de Francia porque desde allá debe
de haber llegado a Alemania la herejía.
He leído sobre los cátaros todo lo que pude conseguir; una vez
“fueron tantos como las arenas del mar y en mil ciudades tuvieron
adeptos". Es por esto que sé que sólo fueron llamados albigenses en el
surde Francia, en los territorios de la Provenza, del Languedoc y dela
Gascuña. En Alemania se los llamó Runkeler, o amigos de Dios.
Deben de haber sido muy influyentes en la Lombardía, según informa
el poeta gnómico Wernher, que vivió como sacerdote alrededor del
año 1180 en Ausburg: “Cual lámpara arde en herejía".
Los teólogos e historiadores del campo católico o del protestante
concuerdan en que los cátaros, más allá de dónde se asentaran, te-
nían que ser aniquilados, ya que, de no ser así, la vida espiritual de
Occidente se hubiese salido de sus carriles y se hubiera dirigido a vías
"no europeas". Pero han disputado, y aún disputan, acerca de en qué
se podría clasificar de reprobable la herejía de aquéllos ante el Señor.
Los unos quieren ver en ella una variedad de la tristemente célebre
heterodoxia maniqueísta, aquella que elcielo persa había originado.
Pueden citar autoridades y documentos en cantidad. Los otros, que
han quedado en minoría, consideran la herejía de los cátaros como
residuos de aquella creencia de la cual los godos, vándalos,
borgoñeses y lombardos habían sido una vez devotos. Desde el
dominio visigodo podría haber permanecido activo el arrianismo
en el sur de Francia, en el antiguo país Gothien. ¿Quién tiene
razón? Las mismas fuentes contemporáneas a esos hechos se
contradicen y se vuelve difícil superar tantas dificultades. Es
sintomático que un inquisidor haya transcrito las acusaciones de
libros antiguos en los que se inculpa a los herejes de los albores del
cristianismo.
La "lista de culpas" de los cátaros los acusa, entre otras cosas, de
que cabalgaban sobre cangrejos para ir a sus orgías nocturnas, besa-
ban el trasero de una gata, mataban niños y los devoraban en
forma de polvo. Presuntamente reprobaron la procreación para que
Lucifer, en su creencia creador de todas las cosas visibles y del
cuerpo humano, no siguiera obteniendo más almas en su poder. Lo
que claramente desmiente la inculpación de que habían sido
adoradores de Lucifer, que se fundamentaba en el hecho de que los
herejes alemanes del siglo XII, como se ha comprobado, se
reconocían entre ellos por el saludo: "Lucifer, a quien no se hizo
justicia, te saluda".
Mañana a esta hora viajaré hacia el sur con la decisión de acla-
rar Cuánto me sea posible la oscuridad. ¡Ojalá me sea dado el
poder llegar a ser un portador de la luz!
PARÍS
Me enseñaron las reproducciones de dos cuadros del maestro
español Berruguete, que representan escenas de la vida y la obra de
santo Domingo. Los originales cuelgan en el Prado, en Madrid.
En uno de los cuadros se queman herejes. La pira empieza a arder;
los sacrificados están atados a postes para que no puedan
salvarse. Pronto serán antorchas vivientes. El segundo cuadro
muestra a santo Domingo ocupado en quemar libros sospechosos
de herejía. Los pergaminos ya echan llamas. Un libro, sin
embargo vuela libremente por el aire. Ha encontrado el beneplácito
del Dios de Roma y no necesita desaparecer.
En la Rué de la Seine compré la Biblia traducida por Lutero para
volver a leer el Libro del profeta Isaías, donde ha quedado por escri-
to por qué Lucifer fue hecho caer y maldecido por Yahvé.
¡Cómo has caído del cielo, tú, hermosa estrella matutina! Pensaste
en tu corazón: "Quiero subir al cielo y elevar mi silla por sobre las
estrellas de Dios; quiero sentarme sobre la Montaña de la
Asamblea en el más lejano Septentrión; quiero viajar sobre las
nubes altas y ser igual que el Altísimo". ¡Irás al infierno, a la
caverna más profunda!
Has sido arrojado lejos de tu tumba como un gajo despreciable,
cubierto por muertos apaleados, traspasados por la espada, que des-
cienden a las piedras de la caverna como cadáveres seccionados. ¡Tú
no serás sepultado como cualquiera!
¡Se dispone que el que sacrificó a sus hijos no pueda engendrar,
ni heredar la tierra, ni emporcar el suelo de las ciudades! El Se-
ñor de los Ejércitos ha afirmado bajo juramento y dicho: ¿Qué
importa esto?, debe ir como yo pienso y permanecer como es mi
propósito. Porque el Señor de los Ejércitos, Sabaoth, lo ha decidi-
do. ¿Quién pretenderá impedirlo? Y su mano está extendida.
¿Quién pretenderá apartarla?
Yo, el Señor de los Ejércitos, soy el Señor, y nadie más, no hay
otro Dios salvo yo, el que hago la luz y creo las tinieblas; yo, el que
doy la paz y creo el mal.
¡Ay de quien dispute con su Creador, un fragmento como otros
fragmentos! El barro también le habla a su alfarero. "¿Qué haces
tú?" ¡Ay de quien le diga al Padre: "¿Por qué me has engendrado?".
Y a la mujer "¿Por qué pares tú?"
Toda la tarde he deambulado junto a los muelles del Sena, he ido a
un bouquinier un librero de viejo junto al otro, puede que sean
medio millar los que ponen a la venta libros de ocasión. Se me había
dicho que ya habían pasado los tiempos en que aquí podían
descubrirse algunos tesoros, ya fuera una valiosa primera edición
o una obra que había pasado a ser rara. Desde un cajón (a esto se
asemejan estas librerías) afianzado al muro del muelle cogí, del
místico alemán Jakob Böhme, Aurora. Al hojearlo encontré escrito:
"Mira, te cuento un secreto; ha llegado el momento en que el
novio corone a la novia; adivina dónde se halla la corona. Hacia la
Medianoche, entonces en las tinieblas la luz será resplandeciente.
Mas ¿de dónde viene el novio? Del Mediodía, donde el calor hace
parir la luz y viaja hacia la Medianoche, allá la luz será
resplandeciente. ¿Qué hace entonces hacia el Mediodía? Se
duerme en el calor, pero los despertará una tormenta, y bajo ésta
muchos sentirán un susto de muerte". Jakob Böhme fue un
zapatero protestante de Görlitz. Contemporáneo de Kepler y de
Galileo, murió durante la Guerra de los Treinta Años. E1 título
completo de su libro reza: "Aurora, o alba del Levante, raíz o madre
de la filosofía, astrología y teología sobre las bases correctas o
descripción de la naturaleza como todo ha sido y todo es". Adquirí
el libro a un precio ridículamente bajo. Ahora está ante mí sobre la
mesa. Junto a la Biblia.
He llegado del norte. Deseo viajar al sur. Apenas comenzado mi
viaje, vuelvo a mirar hacia el norte. Hacia el Septentrión. Allá de-
ben estar una Montaña de la Asamblea y una corona...
TOULOUSE
Había abandonado París ya avanzada la noche, bajo una fuerte
lluvia de octubre. Cansado por la gran ciudad, pronto me quedé
dormido. Al despertar, saludé a través del vidrio de mi
compartimento al azul nunca visto por mí de un cielo sureño; los
árboles refulgían en colores estivales, las aguas de un río brillaban,
por encima se extendía un puente medieval ancho y alto.
Estoy en la ciudad desde hace casi diez horas, y he visitado lo que
un viajero debe ver para poder decir con todo derecho que ha esta-
do en Toulouse. Lo último que visité fue la catedral Saint
Germain, una maravillosa construcción de ladrillo románica, que
me ha hecho recordar las iglesias góticas de Greifswald,
Stralsund, Wismar o Chorín. Al venir desde el centro de la ciudad,
la catedral se aproximaba; caían sobre ella los rayos dorados del
sol al atardecer escondido por las casas altas. Casi parecía que
ardiera en el interior de la casa de Dios un fuego que hiciera poner
al rojo la piedra, o como si se la hubiese rociado con sangre.
Mucha sangre ha corrido por Toulouse: sangre de godos y
sangre albigense...
Crucé la plaza frente al portal de entrada y recordé al filósofo ita-
liano Vanini, al que los sacerdotes de Roma le cortaron la lengua
para que en adelante nunca más pudiera hablar a los hombres.
Finalmente se lo quemó vivo en Toulouse el 19 de febrero de 1619
porque, al quedar mudo, había comenzado a escribir. En el interior
de la iglesia me fijé en un paraguas toscamente enrollado
arrimado a una columna; al lado, oprimiendo la espalda contra
una segunda columna y los brazos puestos por detrás de la misma,
había una campesina que con ojos embelesados observaba un
crucifijo que se alzaba ante ella. No se dio cuenta de mi presencia
ni de los numerosos hombres que pasaban ante ella. Tampoco
percibía que de Cuándo en Cuándo caían monedas tintineantes en
el cepillo ubicado a los pies del Crucificado. Me alejé de allí y salí a
recorrer la ciudad.
En la muralla de la ciudad hay una losa de mármol empotrada.
Indica el lugar donde el generalísimo de la cruzada contra los
albigenses implantado por el papa y por el rey francés, el noble
caballero Simón de Montfort, oriundo del norte de Francia, fue
muerto durante el asedio a Toulouse de una pedrada. Sucedió el
Día de San Juan del año 1216. La piedra la había lanzado con
honda una heroica tolosana de mano segura, desde la muralla
de la ciudad. Deben de haber tolosanos y provenzales, se me hizo
saber, que aquí escupen. Ellos no han olvidado qué le hizo Simón
de Montfort a su suelo patrio.
Debido a los albigenses vine a esta tierra. Tal como mis ancestros,
deben de haber celebrado tratos con el diablo. Guando fue quemado
en Toulouse, en el año 1275, un grupo de herejes, se hizo
trasladar también de las llamas temporales a las eternas a una
mujer de 56 años llamada Angela de Labaretha. Se le había
arrancado la confesión, en las cámaras de tortura, de que había
mantenido relaciones camales con el maligno y que el fruto de su
vientre sería un monstruo. Tendría cabeza de lobo y cola de víbora.
También confesó que había sido obligada a ir todas las noches a
robar niños pequeños, para alimentar con éstos a su monstruoso
descendiente. Todo esto tuvo que confesar esa mujer herética.
Torturada.
PAMIERS
El clima de esta pequeña ciudad -cuyas aguas cristalinas se reflejan
en sus muros y provienen del río Ariége, que nace en las nevadas
montañas de Andorra- debe de ser muy malsano, me dijo un joven
tolosano que conocí en una librería y que me dijo en secreto que
hacer amistad con ciertas mujeres puede ser más exitoso todas las
mañanas a las once en la catedral Saint Germain. Hasta era mas
fácil encontrar allí a las femmes legéres, o sea, a las rameras. Yo
solamente, continuó aconsejándome, no tendría que irme a
apostar en Pamiers. Allá, seguro que me moriría de aburrimiento. Al
decirle que tenía la intención de continuar viaje de Pamiers a Foix y
alcaserío de Montségur, en los altos Pirineos, para pasar allí algunos
meses, se quedó mirándome sin comprender. De pronto asomó una
sonrisa sobre su lengua, una sonrisa cortés y compasiva a la vez. Y
arriesgó: "¿También usted desea buscar el tesoro de los albigenses?"
A mi pregunta sobre de qué se trataba eso, vine a saber que una
leyenda cuenta de un tesoro que, durante la cruzada emprendida
por Roma y París hace 700 años contra los albigenses, éstos
habrían enterrado su tesoro en el castillo de Montségur. Allí
permanece todavía. En estos momentos andaba en su
búsqueda un ingeniero de Bordeaux, usando dinamita, varita
adivinatoria y otros medios auxiliares semejantes.
Pamiers está empotrada en un cerro cuyas graciosas líneas no
permiten suponer los picos pirenaicos que se elevan por detrás. En
estrechas calles se apiña la gente, entre la que se divisan negros
senegaleses y árabes con sus vestimentas típicas. Evidentemente,
esta ciudad no podría hacer demorar mi estancia.
En el año 1207 aquí se contaba lo siguiente: de las ciudades
y conventos del sur de Francia, y hasta del propio Vaticano, acudían
por invitación de una condesa de Foix, que tenía el bello nombre
de Esclarmonde, sacerdotes, doctores y monjes romanos para discutir
con los herejes albigenses sobre la creencia cristiana. Esclarmonde,
hereje ella misma, sintió temor por su patria al saber que el papa de
Roma y el rey francés de París habían decidido su ruina. Pronto
corrió la sangre.
Por mandato del papa Alejandro III, un abad, Heinrich de
Clairvaux, que en el Concilio Lateranense del año 1179 fue nombra-
do obispo cardenal de Albano, había predicado una cruzada contra
los albigenses y, con peregrinos reclutados, trató de imponer el
escarmiento ordenado por Roma, matando y quemando. En 1207 se
hacía cargo oficialmente del sillón de Pedro el tristemente célebre
Inocencio III. Había jurado aplastarle la cabeza al dragón albigense
y preparar al país herético para una nueva estirpe.
En el castillo de Pamiers, residencia de viudedad de Esclarmonde,
tendría que decidirse quiénes eran mejores cristianos, los romanos o
los albigenses. La propia Esclarmonde intervino en la
encendida disputa. Cuándo censuró a los romanos por la nada
cristiana cruzada del obispo cardenal de Albano, un
encolerizado monje le replicó: "¡Señora, usted debiera estar
con su huso. En una reunión como ésta usted nada tiene que
hacer!".
Esclarmonde de Foix ha sido, aunque hoy casi nada se sepa sobre
ella, una de las mujeres más eminentes del medievo. Anatematizada
por el papa y odiada por el rey francés, hasta su último aliento sólo
respondió a una única intención: la independencia política y religiosa
de su país natal. Murió a edad avanzada, nadie sabe dónde. Tal vez
en un aposento para damas del castillo de Montségur, que ella había
hecho construir como fortaleza defensiva inexpugnable. Lo que sí es
seguro es que no vivió el trágico fin de su patria. Confiada, en algún
lugar, ha mantenido su fe hasta su último reposo. Esclarmonde era
archihereje. Como neopagana la habrían calificado los creyentes
cristianos de hoy en día, ya que reprobó el Antiguo Testamento, ca-
lificó al Dios judío Yahvé de Satán y no creyó en la muerte de Jesús
Cristo en la cruz, ni mucho menos en lo que, sobre esta base, llegó a
ser la posible redención de los hombres.
La admisión de Esclarmonde en la herejía se llevó a cabo el año
1204 en Fanjeaux, cerca de Pamiers. E1 patriarca de la iglesia
herética, el caballero Guilhabrt de Castres, de la noble familia de los
Belissen, realizó la Haereticatio, como fue llamada por los
inquisidores la ordenación heresiarca. Desde entonces, Esclarmonde
pasó a integrar la comunidad de los cátaros.
Sólo podía ser cátaro aquel que primero había sido adepto o credenz
(creyente) y luego -se supone- formulaba el voto siguiente:
"¡Prometo consagrarme a Dios y a su verdadero Evangelio, no
mentir nunca, no jurar nunca, nunca más tocar a una mujer (la
hereje renunciaba al hombre), no matar ningún animal, no comer
nada de carne y vivir solamente de frutos. Y prometo no
traicionar nunca mi creencia; aquel que la amenace será muerto!".
Cumplido esto pasaba a ser un puro o perfectos (perfecto). Al recién
admitido se le ponía una vestimenta de punto llamada veste o
hábito. Los herejes portaban, en lugar de éste, una especie de
diadema. En el idioma provenzal este acto de incorporación se
denomina consolament (consolación). Un creyente herético que no
había formulado este voto podía seguir viviendo como debe vivir
un ser humano que está en la vida. Tenía, mujer e hijos, iba al
trabajo y de caza, comía carne y bebía vino. Como casa de Dios
le servían el bosque o una cueva. Para él los cátaros eran los
cuidadores del alma, a quienes también llamaban reverentemente
bonshommes (buenos hombres). El santo Bernardo de Clairvaux
informa que en el sur de Francia 'Tere omnes milites", casi todos
los cátaros eran caballeros.
Cuándo Esclarmonde de Foixrecibió la ordenación herética era una
anciana viuda y madre de seis hijos mayores. ¿No sería ésta una
razón especial que tenga que ver con el ascetismo herético? No puedo
imaginarme a esos "casi todos caballeros" llevando una vida
monacal.
FOIX
Esta pequeña ciudad pirenaica me agradó mucho. Encerrada por
poderosas montañas, sobresalen en ella un pintoresco castillo y
una bella iglesia. Empotrada en el verde de amplias plantaciones,
deja serpentear estrechas pero limpísimas calles y callejuelas en
todas direcciones. Es sorprendente cruzarse con hombres rubios y
altos. ¿Por qué no podrían ser de sangre germana? Los godos y los
francos durante mucho tiempo tuvieron aquí su hogar, hermanos
adversarios...
La iglesia comunal recuerda esa lucha fratricida. Está consagrada a
Volusian, un santo poco conocido, del que hay que saber lo siguiente:
alrededor del año 500 de nuestra era, durante el dominio de los
visigodos en la Galia del Sur, los obispos romanos habían mandado
a llamar al rey franco Clodoveo porque estaban descontentos con el
dominio de los reyes arios, y este Volusian les abrió a los francos, que
ya estaban cerca, las puertas de la dudad de Tours. Volusian tuvo
que huir. Los godos, enfurecidos, persiguieron al traidor y se
apoderarondeélenlosPirineos.Lo mataron a golpes.
Después de la batalla en las proximidades de Vouillé,que lecostó la
vida al rey godo Alarico II y que les permitió a los francos la conquista
del sur, Clodoveo recogió los restos del muerto y lo hizo proclamar
mártir y santo por el clero franco. Alrededor de la tumba de Volusian
hoy se alza un convento y alrededor del convento, por sobre las
ruinas de poblaciones antiquísimas, un villorrio al que el rey
franco Carlos siguió construyendo hasta convertirlo finalmente
en un poderoso baluarte. Así se hizo la Foix que conocemos.
Esta pequeña ciudad, sin embargo, debe su nombre a los focenses,
aquellos helenos del Asia Menor que en el siglo VI antes de
nuestra era abandonaron su ciudad, Focea, desplazados por el
tirano persa Harpagos, y emigraron a la costa sur de la Galia, a
Massilia, la actual Marsella; Portus Veneris: Port Vendres y muchas
otras ciudades del sur de Francia surgieron de esa manera. También
Foix pertenece a ellas, a una Focea o Fócida del Poniente.
Sucesos terribles deben de haber visto la región, la ciudad y el
castillo de Foix hace setecientos años. Fue la época de la cruzada
contra los albigenses. En el año 1209, por orden del papa y a ins-
tancias del rey francés, se congregaron en Lyon trece mil orto-
doxos, y con ellos la gente de esos confines, para arrollar la bendita
tierra entre los Alpes y los Pirineos, las comarcas de la Provenza y
el Languedoc bajo el mando supremo de un archiabad de Citeaux,
y bajo éste, Simón de Montfort. Había tres razones: se tenía que
conseguir el reconocimiento como credo único del cristianismo de
Roma, imponer la soberanía de Francia y volver a poner en acción
a las masas, acostumbradas, desde las cruzadas de Palestina, al ex-
terminio y despojo de infieles. El rey parisino les había prometido
un rico botín. Gran impresión causó también la garantía del papa:
todos los participantes en la guerra contra los albigenses podían
estar totalmente seguros de obtener luchando, después de cuarenta
días, la salvación eterna y, desde un comienzo, la absolución de
todos los pecados cometidos durante la guerra. Bajo el protectorado
de la virginal Madre de Dios, María, la turba inundaba las fronteras
provenzales acompañada de una legión salmodiante y no menos
armada de arzobispos y abadeses, curas y monjes.
En una declaración del 1° de septiembre de 1883 el papa León
XIII, también él uno de los odiadores de Alemania, en el trono
de Pedro, explicó que los albigenses habían pretendido derribar
a la Iglesia por la fuerza de las armas, pero ésta no había sido
salvada por las armas, sino a través de las preces, por medio del
descubrimiento dominico del rosario, por el que se había obtenido la
mediación de la Santa Virgen; por lo que, o este papa había sido
mal informado o informaba falsamente por su cuenta. Roma y
París fueron los que desencadenaron la guerra.
Elreysincorona delsurde Francia, elconde Raimund de Toulouse,
hizo una rogativa tras otra para evitarle a su patria la desgracia. Es-
fuerzo vano. Aunque hizo penitencia, muy pronto ardieron las prime-
ras ciudades, pueblos yseres humanos.
Finalmente, los cruzados sitiaron la ciudad de Foix. Con anteriori-
dad, el señor de la ciudad, uno de los más fieles vasallos del conde
tolosano, elevó una demanda en el tercer Concilio Lateranense al
representante de Dios en la tierra, el papa, por consentir la matanza
de los provenzales todos, sin importar la fe que profesaran.
Quinientos mil seres humanos fueron los que cayeron sacrificados por
los cruzados asesinos. Con una diplomática sonrisa le fue dispensada
al acusador la bendición de despedida. Lo que tuvo que padecer el
condado de Foix como derivación de esto en atrocidades,
enajenaciones y persecuciones, tanto porparte de los peregrinos como
de sus perseguidores, excede toda descripción, especialmente para
la cristianización de los albigenses (léase exterminio de los
albigenses)establecida por los dominicos (léase inquisidores).
En aquel Concilio Lateranense se le reprochó al conde de Foix
que su hermana Esclarmonde fuera archihereje y protegiera con
toda firmeza a los herejes. A lo que el conde replicó que esto no era
culpa suya, ya que su hermana podía mandar en sus propiedades
como ella dispusiera y podía atender a sus súbditos de acuerdo con su
propio juicio. Que, en lo referente a su credo, él menos derecho tenía,
asícomo posibilidades, de obligaría a cambiar por la fuerza. Porque,
según su punto de vista, era irrefutable que cada persona es libre de
optar porsu fe.
Cuándo en todo el país fueron cantadas misas en latín, Cuándo
los burgos provenzales fueron ocupados por los nuevos amos,
Cuándo la tierra conquistada se puso bajo las órdenes de la corona
de Francia, Cuándo la lengua de los vencedores, la francesa, más
triunfos comenzó a cosechar, la fe, finalmente, sólo siguió siendo
libre en el castillo de Montségur y en las tierras altas de Foix
protegidas por el castillo y por las imponentes montañas pirenaicas.
Y todavía se mantenía libre aquí en el año 1244, o sea, treinta y cinco
años después del comienzo de la guerra. La previsora condesa
Esclarmonde, a cuyos bienes por viudez le pertenecía en condominio
Montségur, después de la fracasada Conferencia de Pamiers, le había
dado la orden al mejor arquitecto de castillos de aquellos tiempos,
Bertrán de Baccalauria, de consolidar el castillo de manera tal que,
según toda humana prevención, fuera inexpugnable. Sólo así fue
posible que aquí arriba, cerca de las nubes, un puñado de caballeros
fíeles a la patria, herejes de fe inquebrantable y buenos lugareños,
pudieran mantenerse firmes contra el obstinado enemigo, tan
superior en fuerza.
Cecilia, hermana de Esclarmonde, también era "hereje". Pero
pertenecía a los valdenses, creyentes en la Biblia y adherentes al
comerciante de Lyon Pedro de Valdo, que, como protesta por la
opulencia de Roma y la depravación de las costumbres, se esforzaba
por llevar una vida apostólica, en el sentido de la imitación, apegada
a la letra, de Cristo. También a los valdenses, a los que muy pocos
caballeros o asentados libres provenzales pertenecían, el Vaticano
había jurado exterminarlos. Durante la cruzada contra los albigenses
arrastraron miles y miles de ellos a la muerte.
Pero los archiherejes eran los cátaros más odiados por Roma, que
eran con los que el padre y el hermano de Esclarmonde simpatiza-
ban. Este último era un trovador famoso y su burgo permaneció
abierto para todos los rapsodas vagabundos. A la hora de su muer-
te, pidió que se le impartiera el "consuelo" herético.
LAVELANET
Durante el viaje hacia los altos Pirineos apenas he podido ver
algo. Desde ayer llueve torrencialmente. También aquí parece
querer retener su entrada el otoño. Finalmente viajé en un
autobús de correos. Campesinos que llevan sus productos al
mercado de Lavelanet eran los viajeros. Muy pronto lograron
sonsacarme que soy alemán y que me instalaría en sus
montañas. Gustosamente me hubieran enseñado el castillo de
Montségur, que debe dominar hasta muy lejos el paisaje, pero las
nubes lo cubrían. ¿Es cierto que usted busca el tesoro de los
albigenses?, me preguntaron una y otra vez. Supe que hacía poco
había aparecido en un diario de Toulouse un artículo a este
respecto.
Una pequeña y limpia hostería me proporcionó albergue por la
noche. A eso de las diez de la mañana siguiente pude proseguir
con el hijo del hostelero, un médico, la travesía al pueblo de
Montferrer, que quiere decir Monte de Fierro o Hierro, y desde
allí continuar al caserío Montségur. Él tenía enfermos que
atender.
Después de cenar, un octogenario me invitó a su casa para mos-
trarme su colección de hallazgos. Llevaba décadas cavando en las
ruinas del castillo y en las grutas de su pueblo. Huesos de osos y de
leones de caverna, herramientas de piedra, flechas de hueso, de
bronce o de hierro, fragmentos y muchas otras piezas me dejó ver,
solícito y con orgullo. También había explorado, aunque superfi-
cialmente, los escombros del castillo Montségur. Armas, ladrillos
y proyectiles de piedra que se habían echado a rodar hacia el
valle, contra los atacantes, eran los objetos más importantes que
había hallado. Por último sacó de un escriño, con mano cautelosa,
palomas de barro: palomas confeccionadas de arcilla, que también
había en las ruinas de Montségur. Mi anfitrión no pudo decirme
a que finalidad habían servido. Además, según supe para mi
estupefacción, un amigo ya fallecido había hallado en el
castillo un libro escrito en caracteres extraños -no sabía si en
chino o en árabe-. Se ignora su paradero. Apenas me transmitió
estas noticias, esperé, aún con más impaciencia de lo que lo
había hecho hasta ese momento, el viaje a Montségur, y
reflexioné toda la noche acerca de una historia que breves
momentos antes de la partida -como se dice, entre la puerta y su
gozne- me fue contada.
A fines del siglo XII, en algún lugar de Cahors, en tierras
tolosanas, vivía el poderoso vizconde Raimundo Jordán. Para un
caballero de renombre, por esos tiempos era conveniente dedicarse
a la Minne y a escribir poesías a una dama noble, o sea, ser trova-
dor. La elegida por Raimundo Jordán fue Adelaida, esposa de un
noble, el caballero Pena, que bien sabía de la Minne de ambos y la
consentía. Al estallar la guerra contra los albigenses, tanto
Raimundo como el noble empuñaron las armas y salieron a opo-
nerse al enemigo. Cayó el caballero Pena y poco después se carecía
de toda noticia de Raimundo. Adelaida esperaba anhelante y pre-
ocupada al trovador. En la creencia de que había perecido en com-
bate, renunció al mundo y se retiró, ya que era hereje, a lo alto del
castillo. Quiso pasar sus días allá como eremita. Pero Raimundo
Jordán había salvado su vida. Gravemente herido, había encon-
trado amparo y cuidados entre amigos. Después de padecer largo
tiempo postrado, pidió volver a ver a Adelaida y partió alcastillo de
Pena por senderos secretos. Éste había sido desde hacía mucho tiem-
po ocupado por el enemigo y la señora había desaparecido sin de-
jar huella. También a él, declarado proscrito por el enemigo, no le
quedó otro recurso que dirigirse al castillo de Montségur. Allí vol-
vió a encontrar a Adelaida.
En el trayecto de regreso a casa recordé unos pocos versos de
Ludwig Uhland. Siendo escolar tuve que aprenderlos de
memoria. ¿Quién por esos años me hubiese dicho que alguna vez
me instalaría en los valles de la Provenza?
En los valles de la Provenza
Ha brotado el Minnesang:
Hijo de la primavera y la Minne,
El más agraciado, más íntimo compañero.
Debido a los albigenses, que fueron herejes como mis ancestros,
he venido a esta tierra. Que entre herejes y Minnesanger se hubie-
ra establecido una estrecha relación, de ningún modo lo hubiera
sospechado.
MONTSÉGUR EN LOS PIRINEOS
Vivo en una casa de campo muy sencilla. E1 agua tengo que sa-
carla de un manantial algo alejado, desde el que un sendero lleva al
llamado Campo de la Pira. Aquí fueron quemados por monjes domi-
nicos de una sola vez doscientos cinco herejes en una gigantesca
hoguera. El manantial brota a corta distancia de un tolmo, del que
sobresale una cruz forjada en hierro, atravesada por dos espadas.
De los maderos longitudinales de la cruz cuelgan un látigo, una
vara de zahorí y una corona de espinas. También de ellas cuelgan
las llaves de san Pedro. Directamente detrás de la roca se alza la
majestuosa montaña del castillo. Sobre ella descansa en
grandioso retiro Montségur, las ruinas del castillo.
El caserío de Montségur cuelga sobre un abismo; puede que tenga
unas treinta casas, no más. Y, por añadidura, una parte se ha desmo-
ronado. El que puede se muda a cualquier parte de las ciudades o al
valle, dejando abandonados sus bienes. Nada crece en estas alturas
fuera de pastos de verano, patatas y algunas frutas. La gente es cruel-
mente pobre, de lo que también se queja el dueño de casa, el párroco
del lugar. Suele sentarse sobre sus libros de registros parroquiales y se
pone dale que dale a sacar cuentas. Las prebendas y la limosna no le
alcanzanpara vivir. A veces se marcha algunos días a visitar parientes
en las cercanías de Veleta, retoma cargado de pan y embutidos.
La iglesia, una mísera construcción, es visitada casi
exclusivamente por niños de escuela. Los adultos, exceptuando un
par de arrugados ancianos, sólo aceptan ir a la iglesia para el día
de las ánimas, el único día del año en que el cura junta a su
comunidad. En el día de las ánimas se conmemora a los difuntos.
Junto a la iglesia del pueblo vive aquel ingeniero de Bordeaux
que busca el tesoro de los albigenses y con el que trabé conocimien-
to el primer día de mi estancia aquí. El castillo es propiedad de la
comunidad, me dijo, y él había dejado estipulado por contrato que
le cedería la mitad del tesoro en el caso de que su empresa fuera
afortunada. Este tesoro consiste, lo sabe exactamente, de oro y
plata.
Abriga además la esperanza de hallar el Evangelio no falsificado
de san Juan, que contendría la verdadera doctrina de Jesucristo y
que habría estado en poder de los albigenses. Con éste la Iglesia
romana, falseadora del Evangelio, habría deseado destruir el ver-
dadero y único mensaje de Dios hecho hombre.
Le pregunté de dónde sabía esto con tanta exactitud.
Eso no podía revelármelo. Pertenecía a una sociedad secreta que
exige de sus adeptos completo silencio. Lo que podía contarme era
que los albigenses habían sido exterminados hasta el último de sus
hombres por los inquisidores y sus sayones; con todo, el verdadero
Evangelio de san Juan halló en el interior de la montaña del
castillo, que era hueca, un seguro lugar de asilo. Durante el largo
tiempo que el castillo estuvo en poder de los romanos, a menudo
éstos excavaron y rebuscaron para encontrar la Sagrada Escritura de
san Juan. En vano. Amén de eso, a él le sería conocido -de esta
manera siguió contando- dónde se encuentra la tumba de
Esclarmonde. Un zahorí le había indicado el lugar y también,
gracias a la inclinación y amplitud del movimiento de la varilla
detectara, podía describir el sarcófago. Es de piedra, y encima de la
lápida hay una paloma de oro.
REPRIMÍUNASONRISA
Nunca había tenido desde la cima de la montaña del castillo una
vista más bella que la que tuve hoy por la mañana. Hasta
Carcassonne, donde una vez se mantuvo firme la corte de los reyes
visigodos, y hasta Toulouse, la llanura se me ofrecía abierta. En lo
más remoto al este creí divisar el mar que, entre los montes Negros y
los montes de Alarico, resplandecía argénteo. A mis pies asomaba,
desde el verde exuberante, la abadía Notre Dame de Prouille: con-
vento matriz de la orden de los dominicos, patria del rosario y cuna
de la Inquisición. La abadía es una fundación de santo Domingo, a
quien, en ocasión de una visión que tuvo de la Madre de Dios, le fue
ordenada la introducción del rosario y la exterminación de los here-
jes: desde ese momento tuvo entre ceja y ceja a Montségur. Nunca
puso sus pies en el castillo herético: antes de que éste fuera ocupado
por sus iguales, tuvo que cerrar para siempre sus ojos y, si la iglesia
instruyó correctamente, entró a la comunidad de los santos. Santo
Domingo cargaba muchas muertes humanas sobre su conciencia...
Por el noreste de Toulouse, por donde se cierne un leve vaho, ha
de estar Albi, que les otorgó el nombre de albigenses a los
herejes, debido a que cobijó al mayor número de ellos. De forma
totalmente nítida divisé a mis pies, a más de mil metros de
profundidad, la pequeña ciudad de Mirepoix. Sé que en tiempos
anteriores a Cristo se llamó Beli Cartha. Significa ciudad luminosa,
ya que Belis y Abellio, en esta región, fueron los nombres de la
divinidad luminosa. En dirección norte, puede que a cuatro horas
de camino, vi sobresalir entre dos alturas destacadas al castillo
de Foix. En sus vidrios se reflejaba el sol matutino. Al oeste y al
sur se extendían las cumbres pirenaicas, unas más orgullosas y más
temerarias que otras: Canigou, Carlitte, Soularac y el majestuoso
pico de San Bartolomé, llamado Tabor por los lugareños. ¿Será, al
igual que el Tabor palestino, una montaña de la Transfiguración?
En torno de sus prácticamente tres mil metros de empinadas
cumbres revoloteaban jirones de nubes.
Cerca de treinta años estuvieron arremetiendo contra Montségur
durante la cruzada antialbigense los peregrinos y soldados, y poste-
riormente también los dominicos, en contubernio con los franceses.
Detrás de sus murallas, como sabemos, se habían parapetado los
últimos herejes y caballeros libres. Más de treinta años llevaban
resistiendo hasta que pastores sobornados, en la noche del Domin-
go de Ramos del año 1244, les enseñaron a los sitiadores un
risco sobre el cual quien no sufriera de vértigo podía alcanzar la
cumbre de la montaña. La falda occidental, que es la menos
escarpada, única vía de acceso al castillo, era la mejor protegida
por las obras de fortificación. Empero, también el peligro
amenazaba por aquí a los sitiados. Los atacantes habían construido
una máquina de asedio llamada "gata" que día tras día se
aproximaba unos pies, arrastrándose hacia el remate, y ya
amenazaba los muros. El castillo cayó por la traición de los
pastores. Todos los que no quisieron reconocer al dios Yahvé, el
poderío de las Llaves de Pedro y el dogma de Roma fueron
quemados el Domingo de Ramos en una enorme pira levantada
a los pies del tolmo. Doscientas cinco fueron las víctimas, entre
ellas la hija del castellano Esclarmonde de Belissen, pariente de la
castellana Esclarmonde de Foix. Los demás prisioneros, unos
cuatrocientos aproximadamente, fueron arrojados a las mazmo-
rras de la fortaleza de Carcassonne, donde la mayoría pereció a
causa de las penalidades sufridas.
Me repuse descansando al lado de un pastor que encontré en el
pico de Soularac. Me dio de comer de su queso y, a mi vez, le di
de beber de mi gourde, una botella de piel llena de vino tinto que
me habían dado para el viaje. Aunque el sol de un cielo despejado
calentaba allí abajo, en el sur bramaba la tormenta. El pastor y
yo charlamos de Montségur y del tesoro de los cátaros.
Mi interlocutor quería saber si verdaderamente estuvo alguna vez
guardado en el Montségur el Grial: Cuándo todavía se
mantenían en pie las murallas de Montségur, los Puros guardaron en
ella el Santo Grial. El castillo estaba en peligro. Las huestes de
Lucifer se encontraban ante sus murallas. Ansiaban tener el
Grial para volverlo a engastar en la diadema de su príncipe, que
cayó a la Tierra durante la caída del ángel. En estas circunstancias
llegó del cielo con la más apremiante emergencia una paloma
blanca y con su pico abrió en dos el Tabor.
Esclarmonde, custodia del Grial, lanzó la valiosa reliquia a la
montaña, que volvió a cerrarse al recibirla, y así fue salvado el
Grial. Cuándo los demonios arrasaron el castillo, ya fue
demasiado tarde. Montados en cólera quemaron a todos los Puros
no lejos del tolmo, en el Camp des Cremats, el Campo de la Pira.
Todos los Puros fueron quemados, sólo Esclarmonde no lo fue. Ya
que ella supo guardar el Grial, escaló hasta la cúspide del Tabor, se
transfiguró en una paloma blanca y voló hacia las montañas de
Asia. Esclarmonde no ha muerto. Todavía vive en el paraíso
terrenal. Sólo que, precisamente por esto -concluyó mi pastor,
la tumba de Esclarmonde seria imposible de hallar.
Le pregunté sobre la opinión que le merecía lo del zahorí y los
datos que me había proporcionado sobre el sarcófago de
Esclarmonde. Opinó: "Ce sont tous des fumistes", son tramas de
fantasiosos.
Comí con el sobrino del cura y algunos aldeanos, cerca de la
chimenea de un fogón. En el cuarto contiguo, muchachos jóvenes
alborotaban jugando al belote. El tiempo se había puesto oscuro,
el caserío y el castillo de Montségur colgaban de las nubes. Aún
hoy, pasados tres días, no se ha aclarado el cielo. Es otoño. Hace
un frío espantoso. Todos ustedes saben que el Montségur debe ha-
ber sido el castillo del Grial. En toda la región de Foix se piensa así.
El ingeniero había ironizado cierta vez que ellos charlaron con él
a este respecto. Por eso ellos no me habían querido contar ni una
palabra sobre esta tradición oral.
Nohedeobviarque graciasa mientusiasmo nuestraconversaciónsé
hizo más aventurada. Conseguí averiguar más: el ingeniero no
podrá encontrar el tesoro porque éste se halla en una cueva del
bosque del monte Tabor, protegido contra intrusos por una losa
extremadamente pesada; en el interior de esa gruta montan guardia
víboras. Aquel que quisiera levantarla podría localizarla el Domingo
de Ramos -Fettes de Ramoux-, mientras el sacerdote oficia misa.
Entonces es Cuándo la losa se deja levantar y duermen las serpientes.
Mas ¡ay de aquel que no abandone la gruta antes de que el sacerdote
cante Misa est! Al finalizar la misa se vuelve a cerrar de inmediato la
cueva del tesoro y se tendría que agonizar atrozmente por las
mordeduras ponzoñosas de las serpientes que han despertado
repentinamente.
Uno de los contertulios sostuvo que su abuelo, mientras cuidaba
ovejas en medio del bosque, había localizado una losa como la des-
crita, con una argolla de hierro, pero le fue totalmente imposible
alzarla, por lo que se vio necesitado de ir rápidamente al pueblo a
pedir ayuda. Al regresar al bosque no pudo hallar nunca más el
sitio preciso. ¡Enigmática tierra ésta!
Ha llegado el invierno y ha nevado casi ininterrumpidamente
ocho días. Al ausentarme de mi terruño, allá en el norte, ni siquiera
ensueños me hubiese podido imaginarque alguna vez a punta de pala
tendría que abrirme camino a través de la nieve para ir a tomar mis
comidas en una pequeña fonda. No serán las casas de campo del sur
de Francia las que me hagan relegar al olvido que estoyen el extremo
sur de Francia, que a pocas horas de camino se está en España, país
que erróneamente imaginamos sólo como un huerto repleto de limo-
nes y naranjas. En un lugar de éstos están los macizos imponentes, no
muy diferentes de los de los Alpes bávaros, olmos cubiertos de nieve
y bosques de abetos prácticamente sepultados en la nieve. Así de
norteño es el aspecto del sur, tal como ahora lo experimento.
Solamente el cielo es de un azulino, y el sol de una luminosidad,
antes totalmente desconocidos para mí. La noche es de crudo frío y
las estrellas están tan cerca que uno se figura que se podrían coger
con las manos. Echo un leño tras otro en la chimenea y les impreco,
porque en las cercanías del fuego hay calor abrasador y, a pocos
pasos de distancia, se enfría uno hasta helarse. Al sentarse frente a la
chimenea se le pone a uno la piel de gallina, a la vez que comienza a
sudar. Prefiero permanecer en la cocina de la fonda. Aquí hay un
fogón que irradia calor parejo. Los parroquianos tuvieron la misma
sensación que yo. La cocina ha pasado a convertirse en el salón de la
fonda.
Escalar la montaña es imposible. Lo intenté en estos días, pero el
manto de nieve está muy alto. Cuándo pude abrirme paso, el declive
escarpado debajo delcastillo era un muro de hielo inescalable y orien-
tado en contra del viento tormentoso que ruge alrededor de la mon-
taña; a duras penas pude regresar. Tuve que optar por unos libros
que había mandado pedir a Alemania: el Parzival, del gran
Minnedichter alemán Wolfram von Eschenbach; el poema de la
"Guerra de Wartburg", trabajos franceses y alemanes sobre la saga
del Grial y del Minnesang, la canción trovadoresca alemana.
La poesía de Wolfram me proporcionó una alegría incompara-
ble. ¿Qué buscador de la justicia no es un buscador como Parzival?
¿Qué madre que tenga que interceder por la vida de su hijo no es
una Herzeloyde? ¿Qué hombre recto no tiende a la luz y a la clari-
dad, a un país del Grial?
No tan profundamente me conmovió la canción de la "Guerra
de Wartburg", escrita por una mano desconocida. Le falta
armonía globalizadora, lo transtemporal y lo universalmente válido
que tiene la obra de Wolfram. Francamente estremecedores son los
unívocos pasajes donde se pone en evidencia todo el dolor de un
religioso en lo más grave de un tiempo revuelto, elsiglo XIIIde la era
cristiana. El clamor "¡Fuera de Roma!" ha encontrado aquí un
carácter que, aunque ligado temporalmente, busca en la literatura
alemana su semejante.
El motivo de la añoranza de Parzival es el Grial, una Piedra de
Luz frente a la cual el esplendor terrenal es nada; para Parzival, la
realización del deseo terrenal debe ser el Paraíso. Quien mire direc-
tamente el Grial no necesita morir. Heracles, Alejandro el Grande
y otras figuras heroicas de la Antigüedad griega deben de haber
tenido conocimiento de él. Al fin y al cabo, un "pagano y
astrólogo" lo vio desde la luz astral y desde la órbita y lo predicó a
los hombres. Cómo llegó el Grial desde el firmamento hasta la
tierra, Wolfram lo silencia. La piedra quedó por fin en la tierra,
dejada por un coro "que volvió a las estrellas, porque su Pureza los
impulsaba a retornar al hogar". En un castillo de nombre
Muntsalvatsche, desde entonces será custodiado por templarios en
permanente estado de guardia y por un rey, esperando a su
Doncella del Santo Grial y a su Guía, la única que podrá portarlo.
Un joven héroe parte a la búsqueda del Grial: Parzival. Abandonó
a su madre, Herzeloyde, para consagrarse a la caballería. Al llegar a
ser caballero de la Mesa Redonda del rey Arturo, anheló con todo
su corazón la máxima bienaventuranza terrenal. La encuentra en el
castillo de Muntsalvatsche, en el Grial, y pasa a convertirse en Rey
del Santo Grial. Su hijo Lohengrin, Cuándo adulto, será Heraldo
del Santo Grial. En una barca sirgada por un cisne va él hacia los
hombres, para defenderlos de la injusticia.
El editor de mi versión de Parzival opina que el castillo del Grial
debe estar en los Pirineos. Indicaciones geográficas como Aragón y
Cataluña le habrían inclinado a sustentar su punto de vista. Los lu-
gareños del Pirineo no están equivocados Cuándo a sus ruinas
del Montségur también las conocen como el Castillo de Saint-
Graal. La nieve entre la que el buscador del Grial, Parzival, dejó
trotar su corcel hasta llegar por fin al Castillo de la
Bienaventuranza bien pudo haber sido la nieve del Pirineo. El
nombre de Muntsalvatsche -que únicamente Wolfram le dio al
Castillo del Grial- significa, como muchos suponen, Monte Salvaje.
Si se toma por base la palabra francesa sauvage, ésta proviene del
latín silváticas (de silva, bosque). En lo que a bosque respecta, no
hay ninguna carencia -pero sólo en el distrito de Montségur-. En
el dialecto de aquí, Monte Salvaje corresponde a Moun
Salvatgé, esto merecía no omitirse. Contradiciendo a Wolfram, su
fuente de información, Richard Wagner, el compositor del
"Lohengrin" y del "Parzival", llama al castillo del Grial
Montsalvat, que significa Monte de Salvación. Montsalvat y
Muntsalvatsche pueden ser considerados como iguales, y sin
forzar los términos como un Moun Segur, Monte Seguro o
Montaña del Reposo, ya que el castillo de Montségur, en cuyas
cercanías vivo, también desde este punto de vista perfectamente
podría ser el tan buscado Castillo del Grial.
Sólo en Wolfram von Eschenbach hallamos, como he dicho, la de-
nominación de Muntsalvatsche. Los demás poetas del Grial del
medievo temprano, que fueron muchos, eligieron las denominaciones
más diversas. En una antigua novela en prosa francesa, el objetivo
que mueve al caballero del Grial es el Edén paradisíaco, Chastiax de
Joie, Castillo de la Alegría, o Chastiax des Ames, Castillo de las
Almas. En otro poema, el objetivo final es el propio Olimpo. Quien
halle el Grial, por consiguiente, se ha convertido en olímpico, como
lo han sido los dioses y héroesdeGrecia.Ala montaña yalcastillodel
Grial, entodos los poemasdel medievo temprano se les ha visto como
la Tierra de la Luz y como Lugarde la Transfiguración. Puede serque
el Pic du Saint Barthelemy, en cuyo puesto avanzado se asienta el
Castillo de Montségur, por eso haya recibido su apodo de Tabor, que
tal como es sabido es el nombre de la bíblica Montaña de la
Transfiguración.
En mi habitación hasta ahora colgaba un cuadro de colores chillones
representando a Jesucristo en el Monte de los Olivos. Un ángel alado
sobresale de la mitad de una nube ofreciendo al orante un cáliz semejante
a una custodia. Quité el cuadro y lo reemplacé por una hoja de mi mejor
papel de carta, sobre la que, lo más cuidadosa y más bellamente que pude,
escribí algunos versos de Wolfram von Eschenbach. Dicen así:
Desde la Provenza hasta tierra alemana Nos fue
enviada la leyenda auténtica. Lucifer se perdió al
bajar Con su rebaño al infierno, Entonces el
hombre nació. ¡Pensad lo que Lucifer obtuvo
Junto a los camaradas de lucha! Ellos eran
inocentes y puros...
Quisiera creer que fueron las huestes de Satán y no las de Lucifer
las que se apostaron frente al Montségur para obtener el Grial caído
de la corona del portador de la luz, Lucifer, y guardada por los Puros.
Puros eran los cátaros, pero no los frailucos y aventureros que con la
cruz al pecho querían preparar la Provenza a favor de una nueva
estirpe: su propia estirpe.
UNAVEZ MÁS LAVELANET
Hace pocas horas me fui del caserío de Montségur. El carricoche
tirado por mulas que llevará mi equipaje al valle llegó hace un rato.
Mi escritorio está en el jardín delantero del albergue, junto a una
higuera. En las grandes fabricas de tejido aullan las sirenas, es el
cambio del turno de trabajo. Alrededor de la mitad de todos los ha-
bitantes de esta pequeña ciudad, averigüé, son tejedores; y el arte del
tejido se ha generalizado desde tiempos inmemoriales.
También a los cátaros se les llamó tisserands, tejedores...
Volví a ser huésped del octogenario monsieur Rives, como lo llamo.
Gracias a él logré datos importantes: Minnesang y Herejía habían
sido congéneres antes de la época de la cruzada contra los albigenses.
A favor hablaría el que la cataridad pidió ser una Gleyiza d'amours,
una Iglesia del Amor, y que el ritual de escuchar atentamente a un
trovador por parte de su dama se llamaba consolament, consuelo,
como es bien sabido, también se denominaba así al acto de consa-
gración que permite a un credens herético convertirse en un
perfectus. De aquí provino el cantante y enamorante chevalier errant,
el caballero errante, y pasó a convertirse probablemente en chevalier
parfait, caballero perfecto; de un pregaire, rogador o buscador, lle-
gó a ser un trovador, un hallador o encontrador. La categoría de
chevalier errant habría correspondido al de un credens herético, y
la categoría del chevalier parfait, a la de un perfectus herético. Las
denominaciones latinas primero fueron introducidas por los
inquisidores escribientes en latín. En lo que atañe a la Table Ronde,
la Mesa Redonda, de la que los poemas medievales tantos prodigios
supieron cantar, será el símbolo de la comunidad de los perfecti y el
objetivo de los anhelos de los chevaliers errants, ya que tiene la
forma "perfecta" de un círculo. La redondez de la tabla de Arturo
y la redondez del Grial deben considerarse como el mundo poético
del amor glorificado de los cátaros.
A mi pregunta de si él conocía la leyenda del Castillo del Grial,
Montségur; y de si él la tenía por seria, me dio un franco sí por
respuesta. En las escuelas y universidades se enseña -prosiguió
monsieur Rives- que los trovadores fueron unos zánganos
sentimentaloides y efusivos que dejaban las preocupaciones cotidianas
a mecenas y protectores, y que no conocían otra ocupación más que
empeñarse, por medio de canciones y cortesía, en obtener los favores de
una dama, con frecuencia una mujer casada. Esto hay que atribuírselo
a un falseamiento de los hechos verdaderos llevado a cabo
conscientemente por Roma después de la cruzada contra los
albigenses.
Quien lea sin prejuicios las canciones del Minnesang provenzal
prontoconstataraquelostrovadoresnuncanombrana sus damas por sus
nombres, sino que le cantan alabanzas de "rubia dama", de "dama de
la bella faz" o de "luz del mundo". Estas damas no serían otras
que la simbolización de su Iglesia del Amor [Minnekircher], y
todos los trovadores que, a manera de ejemplo, elogiaban a su rubia
"dama de Toulouse" o a su "señora de Carcassonne" no se referían a
otra cosa que no fuera la Comunidad Cátara Secreta de Toulouse o
Carcassonne. Como último fin, los inquisidores de Roma introdujeron
por fuerza la adoración a María y la práctica del rosario, no pocas
veces bajo amenaza de hoguera; y si los trovadores le dedicaron
versos a María, iban dirigidos secretamente a su Iglesia del Amor.
Esto se desprende inequívocamente de las actas de la Inquisición.
La Domina, señora de los trovadores, según su punto de vista, era
una diosa, no un ser humano, Cuándo ellos alaban en ella a la sabi-
duría divina. Así fue también en sus comienzos con los Fedeli
d'amore, los Fieles al Amor [Minnegetreuen] de la alta Italia,
trova influida directamente desde la Provenza que ensalzaba
con ardor a una Madonna Intelligenzia, señora Sabiduría.
Si una Domina o Madonna fuera "casada", entonces, Cuándo
analizo la biografía de los trovadores compruebo que al esposo caba-
lleresco siempre se le menciona con su nombre completo y nunca
omitiendo datos de su lugar de residencia o zona de dominio. Este
"esposo", como se puede comprobar, en antiguas fuentes debía de
ser considerado como el protector noble de la comunidad cátara
dentro de su zona de soberanía. Es por esta razón que la Dama
Adelaida, cuya triste historia él me narró en su última visita, fue
protegida por el caballero Pena. El caballero Pena, cuyo nombre
completo ahora no viene al caso, habría impulsado y protegido el
catarismo con todas sus fuerzas en la comarca albigense bajo su
dependencia. El "adorador" de Adelaida, el trovador Raimundo,
habría sido "amado" [geminnt] por parte de ella, con conocimien-
to y por voluntad del caballero Pena. Lo que significa que ella le
confirió a él en Pena el Consolament: de rodillas él tuvo que pro-
meterle a ella fidelidad hasta la muerte, y ella le dio a él como
símbolo de Minne un anillo o una veste...
¿Cómo puede ser que la palabra alemana Minne no exista ni
en el catarismo ni en el Minnesang provenzal?, pregunté.
Me contestaron que estaba equivocado. La ceremonia de con-
sagración del Consolament en la lengua de los albigenses
también se llama Manisola, o Fiesta de la Mani Consoladora; la
Mani correspondería a la alemana Minne y la palabra gótica
del mismo origen munni corresponde a lo que nosotros
llamamos Gedenken [conmemorar]. ¡Nunca la palabra Minne
significó amor sin más ni más! Quiere decir una "memoria en
amor". En sánscrito, el lenguaje culto de la India antigua, tiene el
mismo significado, pero también designa a una piedra legendaria
que según dicen esclarece el mundo y destierra la Noche del Error.
Quizá ya me era conocido que muchos investigadores imaginan
esta piedra, en la mayoría de los casos, como el vivo retrato de la
mesa de piedra oferente de comida y bebida, Cuándo no ven en
ella el Ideal del Grial. Por último pregunté a mi anfitrión si
desde su punto de vista el Minnesang provenzal sería un bien
espiritual germánico. Mi pregunta fue asentida: Manisola y
Consolament habrían sido representaciones de la bebida del amor,
el Minnetrinken germánico, y ya que se celebraban en el primaveral
mayo, se originaron en la tradición de las danzas del mes de mayo
germánicas. Desde el tiempo de los visigodos se ha mantenido la
tradición en el "país de Gotia".
Antes de despedirme de monsieur Rives, éste me nombró libros
con los que podría comprobar y ampliar los datos que me había
dado. También agregó, apretando cordialmente mi mano: "No
olvide usted que los trovadores cultivaron y practicaron una
Gaja Scienza, una Ciencia de la Alegría".
Me zumbaba la cabeza. Si todo lo aprendido aquí era la pura
verdad, tendría que desprenderme de todo lo que sabía y creía.
Tendría que aprender todo de nuevo, como se suele decir.
Pues que así sea.
La palabra alemana Minne no significa amor, sino recuerdo y
memoria. Entonces, teniendo en cuenta que yo pienso, poetizo e
interpreto a causa de mis ancestros, resulta que yo mismo soy un
poeta trovador [Minnedichter]. Yo busco. Quisiera ser trovador:
encontrador. Mi "ciencia", aunque parezca en ocasiones dura o ca-
prichosa, es alegre, y debe alegrar a todos los hombres de mi especie.
Empero, no debo ni hacérmelo fácil, ni hacérselo fácil a aquellos
que leerán este libro, en Cuánto éste me parezca bueno...
CASTILLOP.EN LATOLOSANIA
Soy huésped en la ciudadela de la condesa P, una dama de edad
avanzada. Nadie mejor que ella conoce historias, tesoros, tradiciones
y leyendas orales, así como sobre usos y costumbres típicos de su
patria. Su biblioteca personal es de una no corriente
homogeneidad y muy completa. La condesa me visitó con
frecuencia enel Montségur. Ahora le devuelvo la visita.
Hoy hemos pasado la hora de la merienda en la costa mediterrá-
nea, al anochecer hemos emprendido el regreso con toda
comodidad. Vinimos por los montes D'Alaric, melancólicos y
desolados, que llevan su nombre por el rey godo Alarico. A la orilla
del camino, a la sombrade un árbol se hallaba un carro, y frente a él
un hombre delgado de cabellos blancos. A su lado una joven rubia
estaba sentada sobre una piedra. El viejo nos miró con sus
penetrantes ojos daros. "Es un cagot -me explicó mi acompañante-,
un cagot de vida nómada. Los hay también sedentarios allá arriba
en los Pirineos. Cuándo se pregunta sobre ellos a vecinos y
aldeanos, por respuesta dicen que es gente maldita. Presumiblemente
la palabra cagot está compuesta de Cathares y Gots, o sea, cátaro y
godo. Ahora mismo ve usted un descendiente de los últimos
albigenses."
Al anochecer nos sentamos frente a la chimenea. La condesa tejía.
Yo leía en voz alta un libro que fue encontrado en la cercana
Montagne Noir, Montaña Negra, en las tumbas de la época de los
albigenses. Una de ellas, fosa común. Doce esqueletos formaban una
especie de rueda: las calaveras juntas conformaban el cubo y los
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  • 2.
  • 3. OTTO RAHN LA CORTE DE LUCIFER Sabios, paganos yherejes en el mundo medieval
  • 4. Colección: El árbol sagrado Titulo: La corte de Lucifer. Sabios, paganos y herejes en él mundo medieval Titulo original: Luzífers Hofgesind Director editorial: Héctor González López Medición: enero de 2005 © 2004, Circulo Latino, S. L. Editorial E I. Odesa C/Los Pozos, 38 Tel. 93 653 16 60. Fax 93 682 43 57 E-mail: info@circulo-latino.com 08740 - San Andrés de La Barca Barcelona - España www.circulo-latino.coni © 2004, Duncan Propiedades Intelectuales duncan2002@terra.com Todas las fotografías utilizadas en el presente libro provienen de colecciones privadas y bibliotecas de imágenes, y han sido usadas con el único fin de ilustrar. Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la rcprografía y el tratamiento informático. Printed in Spain ISBN: 84-96129-37-3 Depósito Legal: B338/2005 Impreso por UBERDUPLEX C/Constitución 19 bloque 4 local 1-5 08014 Barcelona. Investigación periodística: Duncan Propiedades Intelectuales Director creativo: Andrés j. P Paez Asistente de Dirección: Pilar Zubiría Revuelta Edición: Osvaldo Tangir Arte de cubierta e interior Juan Fenu Maquetación: Silvana Fabro, Romina Cardóse, Soledad Fernández Corrección: Edgardo D'Elio, Andrea Oriol Traducción: Marcelo Pelayo
  • 5. ESTUDIO PRELIMINAR EL BUSCADOR DEL GRIAL Una mañana de verano, la delgada figura de un joven se recorta a lo lejos: asciende la ladera de la montaña hacia el castillo de Montségur. La gente del pueblo de Lavelanet observa al personaje vestido con ropas de montaña, corre el año 1931. Todas eran incógnitas para aquel joven Otto Rahn, que reco- rría detenidamente los estrechos senderos agrestes del Pog en el inhóspito Ariége. Por entonces, este alemán tenía 27 años y sus conocimientos y convicciones lo habían llevado a uno de los lugares claves de la Romania cátara: la fortaleza que alguna vez fue el último bastión hereje del catarismo. Seguramente sus daros ojos, al llegar a la cima y encontrar el castillo, dejaron atónita su capacidad de asombro y sus pensamientos, hasta hacer desbordar su mente con un sinfín de nuevas ideas... Montségur (monte seguro), en el Pirineo francés, es un cono de piedra de 1.772 metros de alto, con precipicios de 500 a 800 metros
  • 6. de profundidad que rodean la ciudadela. Actualmente hay una sola manera de ascender hasta el monte tabor de los cátaros, pero se supone que en el pasado hubo una red de galerías y pasajes cavados en la montaña que permitían distintas maneras de llegar hasta la cumbre y el castillo, por ocultas entradas secretas. También se cree que una larga escalera de tres mil peldaños permitía encontrar una puerta escondida sobre la ladera del Hars. E1 castillo es un nido de águilas con muros de dos metros de espesor, las murallas no tienen torres de franqueo para su defensa y sólo el muro oriental posee una almena, que corta en un precipicio a pique. Es una construcción singular y extraña, llevada a cabo entre 1205 y 1211, aproximadamente. Tiene un asentamiento estratégico de muy difícil acceso y muchas de sus características son comunes a otros castillos occitanos, por ejemplo Quéribus y Puivert. Mucho se ha dicho sobre el Tabor. Se supone que, en la Antigüe- dad, en él fue erigido un templo solar, y se sabe que desde siempre se lo consideró un lugar sagrado, mucho antes de la aparición del catarismo y del mismo cristianismo. La orientación del castillo seña- la posiciones solares; el eje de la simetría del castillo está orientado de norte a sur. También se debe señalar su forma de pentágono, así como la ausencia de líneas curvas en toda la construcción. Su puerta principal, exageradamente grande, es la invitación a un cofre lleno de secretos celosamente guardados. Notable es que, tras la caída de la fortificación en 1224, la Inquisición pregunta de manera incesante a los pocos cátaros que sobreviven, interrogados bajo tortura, por el tesoro que guardaba el castillo. Trágica es la historia de Montségur, y peor el final de la resisten- cia cátara que con tanto ahínco sobrellevaron quinientas personas, aproximadamente, durante diez meses de asedio. Una oscura noche de 1244, en la que veinte mil soldados -que integraban la cruzada contra la herejía- esperaban la irremediable rendición, llega el final
  • 7. del perseguido movimiento herético. Terrible destino a manos de los inquisidores les esperaba a doscientos de los resistentes: la hoguera. Hoy descansan en el prat dels cremats. La historia y los hechos allí acontecidos no les eran desconocidos al joven Rahn, por el contrario, le fascinaba la idea de estar visitan- do e investigando aquel lugar del Languedoc (lengua de oc) en el sudeste de Francia, de donde se llevaría apuntes y un diario de viaje que tiempo después le servirían de notas para sus dos libros. Otto Rahn nace en Michelstad en la región de Hesse, el 13 de febrero de 1904. Hijo de una familia protestante (luterana) burgue- sa, su padre fue juez de Maguncia. Asiste de adolescente al gimnasio humanístico en Giessen, y termina sus estudios de Bachiller en 1922, también completa estudios de música, a la cual era afecto, especializándose en la ejecución de piano. Posteriormente estudia Derecho durante ocho meses en Giessen, Freiburg y Heidelberg. En ese tiempo decide también asistir a clases de Filosofía e Historia. Enamorado de la historia romanística, sus estudios se orientan en esa dirección; luego serán la motivación de toda su vida. Éste es tal vez el momento en el cual se sellará su destino: ya no podrá abando- nar sus investigaciones sobre la historia, la cultura y la lengua de los países románicos, y desde ese momento su obsesión por la historia de la Occitania provenzal, el Languedoc, no lo abandonará, predestinando su vida a una increíble búsqueda. Sus estudios lo llevan a presentar su tesis doctoral sobre la herejía cátara-albigense y también sobre el Parzival de Wolfram von Eschenbach. Intentan esclarecer la identidad de Kyot, supuestamente Gyot de Provins, quien habría comunicado a Wolfram los hechos y leyendas sobre el Grial. Por el año 1929 comienza sus investigaciones y durante los siguientes tres años, apasionadamente, explora de manera ex- haustiva la región. En el Languedoc habla con los habitantes
  • 8. de cada pueblo y de todo toma notas, también hace incursiones espeleológicas en las grutas del Ariége y realiza dibujos con apun- tes de sus visitas. Su espíritu inquieto y sediento de conocimientos lo lleva a las universidades de Toulouse, París y Friburgo, en las que consulta documentación y fuentes en archivos y bibliotecas. En aquella época es cautivado por las reflexiones de Deódat Rodé, Maurice Magre y Antonin Gadal, con los cuales traba rela- ción personal de amistad. Luego de su viaje por Francia, Rahn escribe su primer libro, Cru- zada contra el Grial (Kreuzzug gegen den Greal), que es publicado por la editorial Urban, de Friburgo, en 1933. En la primera edición de éste, se anuncia en él prologo el siguiente libro del autor, que iba a ser titulado Konrad von Marburg, el inquisidor germano -sobre la persecución de herejes y paganos en Alemania durante la Edad Media-, pero este proyecto no llega a concretarse nunca. Es evidente que Otto Rahn ya había encontrado un rumbo en sus investigaciones y dio forma de manera atrevida a sus hipótesis y conocimientos. Seguramente, por aquel entonces, este hombre de espíritu libre era llevado por la imperiosa necesidad de su vida inte- rior. Construyendo su destino en profunda soledad, Rahn emprendía la búsqueda esencial de la tradición y la gnosis. Gracias a la ayuda de un profesor de la Universidad de Burdeos, llamado Robert Pirou, en el año 1934 Cruzada contra el Grial es traducido al francés y editado con el título Croisade contre le Graal Grandeur et chute des albigeois. Otto Rahn estaba convencido de que había una estrecha relación entre la Occitania medieval y el mito del Grial-Graal,
  • 9. pensamiento que definiría la orientación de sus investigaciones. Su fascinación por la historia del movimiento cátaro y la herejía atribuida al mismo deja traslucir en Rahn ese inconformismo existencial, ávido de búsqueda y saber trascendente, que manifiesta cierta rebeldía y oposición a verdades consideradas absolutas. En la historia de la humanidad hubo muchos buscadores que die- ron luz a infinidad de misterios. El mito del Grial, sin embargo, fue manipulado y despojado de su contenido legendario primordial. Antes de Otto Rahn se le había dado al Grial una historia y signi- ficados asociados a una ideología determinada por la Iglesia católica, que no profundizaba en la verdadera esencia del mito del Grial; el legado es mucho más profundo en su origen. Otto Rahn devuelve el misterio al Graal, su insondable y verda- dero significado como leyenda, mito, símbolo y tradición. Leyendas de pueblos paganos que fueron asimiladas por el cristianismo, transformándose luego en lo que sería la tradición del Santo Grial. Rahn concluyó que la herencia del Graal-Grial fue tomada por los cátaros albigenses de Occitania, quienes también absorbieron los conocimientos esotéricos de la doctrina mazdeísta. El término graaus (graal en función de complemento), se supone, tiene su origen en la lengua de oil (hablada en la antigüedad en Francia, al norte del Loira). Se corresponde con el latín gradalis, que significa gran plato hondo, bandeja utilizada en el medievo para servir alimentos. Términos latinos equivalentes son grádale (también plato hondo o fuente) y garale (vaso), donde se servía una salsa latina llamada garum, según Helinandus. Otra posibilidad es que la palabra Graal provenga de los térmi-
  • 10. nos del francés antiguo greal o grasal, del provenzal grazal o del catalán antiguo gresal (recipiente hueco). Puede provenir también de garalis o de grais, de origen incierto. La palabra latina cratus puede haber derivado en cratalis, en provenzal, grazal y en francés graal. Existe también una relación de gratum, gratia, gráce con reliquias del cristianismo; de san greal se obtiene sang real, haciendo clara referencia a la sangre de Cristo. En el medievo se habla de una copa sagrada o un plato místico, descripción que aparece en poemas e historias de caballería. Esta imagen sirvió para la institución de la eucaristía. Se dice que el Santo Grial es la copa en la que José de Arimatea recoge la sangre de Cristo, de la herida infligida por la lanza del centurión Cayo Longinos, Cuándo Cristo estaba agonizante en la cruz. La historia del Santo Grial no tiene un origen cierto, pero la Igle- sia católica la interpreta de manera eucarística, y con el correr de los tiempos la transforma en un relato épico religioso. En estas historias se encuentran héroes como Carlomagno o Roldan, y se gesta la fe en las cruzadas. También se encuentra otro componente, el alegórico-romántico, que define la aventura romántica y mística. Es Cuándo aparecen héroes como Arturo y Lancelot. En estas historias legendarias se manifiesta de manera literaria la leyenda del Grial, en el siglo XII, con Chrétien de Troyes y Robert de Boron. En los siglos XVI y XIV aparecen versiones alemanas, islandesas, castellanas e italianas, ex- tendiéndose así la leyenda por toda Europa. Otto Rahn analiza la obra poética de Wolfram von Eschenbach (Parzival, 1210), y concibe la idea de que el Parzival, en realidad, tiene una narración oculta, en la que se relatan los hechos sucedidos durante la cruzada contra los albigenses.
  • 11. El arquetipo del Grial evoca, en la construcción de su simbología: copa, sangre, lanza y espada. Este concepto se aleja de las referen- cias eucarísticas consolidadas en el medievo por oscuros y anónimos monjes cistercienses. Rahn arriba a la conclusión de que la unidad fundamental y tras- cendente de todas las religiones, leyendas y mitos fue incorporada por los cristianos a la historia del Santo Grial, como complemento de la eucaristía. De esta manera se desvirtuó el símbolo y se perdió susentido primigenio. Para Rahn, el Graal implica una enseñanza perdida, criterio que es asimilado por los nacionalsocialistas, que consideraron la piedra Graal como una ley sólo válida para los arios. Rahn interpreta en el Grial la Tradición Primordial, el estado primordial y su derivación en las doctrinas cátaras, e identifica el Muntsalvatsche (monte salva- je) de Eschenbach con Montségur. Para Rahn, la reliquia del Grial tenía una existencia real, esto se corresponde con el análisis que hace de las poesías de Wolfram Cuándo habla en el Parzival de la piedra Graal. También considera que los maniqueos originarios de Persia (para Rahn, arios también) asociaban el término Gorr (piedra preciosa) a la palabra al (fragmento), que en la contracción corresponde a la palabra Grial. Éste es uno de los posibles orígenes etimológicos de la palabra Graal con el significado de piedra preciosa grabada. Este fundamento etimológico podría explicar la tradición que re- coge la Iglesia católica de la expresión piedra preciosa, tomando el sentido literal de gema, y haciendo de esta gema su simbólica es- meralda desprendida de la frente de Lucifer; en su caída original, Cuándo Dios lo expulsa de los cielos. Cuenta la tradición que en esta esmeralda fue tallado el Grial, en ciento cuarenta y cuatro facetas, para ser convertido en la copa sa-
  • 12. grada que contiene la sangre de Cristo. E1 Grial como símbolo mitológico se pierde dentro de profundas tradiciones comunes a todos los pueblos. También representa un estado primordial y el viaje hacia un conocimiento puro y trascendente. Puede asegurarse, casi con certeza, que Rahn vislumbró el pa- radigma que representa el símbolo del Grial. Y también es muy posible que el viaje y la búsqueda que representan el Grial signaran su vida, llevándolo, a su vez, a efectuar él mismo una búsqueda y un viaje trascendente. En la vida de Otto Rahn se mezclan la leyenda y la realidad, y se combinan de manera paradójica tres elementos: el sujeto de la bús- queda, el objeto de la búsqueda y el camino. Como en una leyenda, atada a la inquietud de un hombre que busca la trascendencia al final del viaje. Rahn sostenía que, por múltiples situaciones relacionadas con sus contextos históricos, los pueblos occidentales bárbaros no pudieron abstraerse de la corriente de un pensamiento nuevo y ajeno, dogmatizado y estructurado. E1 cristianismo era una lejana e inson- dable cultura mediterránea, pero no fue posible contrarrestarlo con los fragmentos de una sabiduría arcana. Por ello se produjo una asimilación intuitiva y no intelectual del cris- tianismo por parte de los pueblos paganos y herejes, y el conocimiento nunca llegó a ser efectivo, tomando un estado de arquetipo entronizado que no le corresponde. La Iglesia católica estableció uncredo unitario yconsideró heréticos a todos los cultos de la tradición ancestral pagana, puesto que se oponían al proceso de asimilación impuesto. E1 estudio de la obra de Wolfram acentúa en Rahn la idea de una tradición y una sabiduría primigenias, simbolizadas por la piedra Graal, el lapsit exilis o lapis elixir, o la piedra filosofal alquímica.
  • 13. Según relata Eschenbach en uno de sus versos (el 471), los ángeles (zwívelaere) permanecieron neutrales Cuándo ocurrió la lucha entre Dios y Satán, trayendo y escondiendo en el mundo la piedra Graal. El Grial proporciona juventud eterna al igual que el lapis philosopharum de la tradición alquimista. Rahn en su búsqueda intenta desentrañar las características extraordinarias del Grial, lo considera un objeto valioso y difícil dé alcanzar o encontrar. Ésta es una analogía con la piedra Graal de Wolfram, que se identifica con la piedra alquímica, un símbolo del sí-mismo. Al igual que el Parzival de Wolfram, Rahn es el buscador del Grial... Y buscará el Graal en Montségur al descubrir que Parzival en su traducción al provenzal es Trencavel. Raimund Roger Trencavel, vizconde de Carcassonne, es un per- sonaje importante dentro del movimiento catáro. Dice Rahn: "Trencavel y su madre se consagraron a la herejía. Rechazaron el símbolo de la cruz. El Grial era, según mis conocimientos, el símbolo de la creencia herética que fue depositado en la tierra de los puros, como relata numerosas veces Eschenbach en su poema". Dilucida que Trencavel es el primo de la condesa Esclarmonde de Foix, dueña del castillo de Montségur y muerta en la hoguera tras la caída de la resistencia cátara. En el poema de Parzival, Esclarmonde es la señora del castillo del Grial (Muntsalvatshe), la única que puede portar el Grial. Por estas razones Rahn piensa que el tesoro de los cátaros es el Graal, y supone que se encuentra escondido en alguna de las tantas cavernas de la región o en algún lugar secreto del castillo de Montségur.
  • 14. Rahn tiene la certeza de que el Grial se halla en el Languedoc, ya que la saga del Grial de Parzival llega a Alemania proveniente de la Provenza. Rahn investiga y rastrea la zona circundante al castillo de Montségur en 1931, pero nada encuentra. Es entonces Cuándo escucha de un pastor del lugar una historia cautivante. La misma es relatada en este libro La Corte de Lucifer, del que cito: "Cuándo todavía se mantenían en pie las murallas de Montségur, los Puros guardaron en ella el Santo Grial. El castillo estaba en peligro. Las huestes de Lucifer se encontraban ante sus murallas. Ansiaban poseer el Grial para ponerlo en la diadema de su príncipe". Antonin Gadal le comenta sus sospechas acerca de que el Grial se encontraba guardado en las cuevas del Sabarthés, más específicamente en la gruta de L'Hermitte, o posiblemente en las cuevas de Ornolac, Fontanet y Lombrives. Estas enormes cavernas, con pasajes y laberintos desconocidos para Rahn, fueron un templo para el buscador y sus muros, mudos testigos de subúsqueda. Las cuevas fueron el lugar donde se refugiaron los pocos cátaros supervivientes de la persecución de la cruzada, en los finales del catarismo, después de la aniquilación de la resistencia de Montségur. Las investigaciones de Rahn en las grutas lo llevaron a la siguiente conclusión: "Allí se preservaron dos Griales [...] el Santo Grial cristiano y la piedra Graal pagana". Wolfram dice en el Parzival: "Y la piedra se llamaba Graal". Sólo Rahn supo qué encontró en esas cuevas. Lo cito: "Quizás encontraron asilo en las cavernas pirenaicas. Muchos indicios ten- derían a demostrar que el manto blanco de los Témplanos, en el cual resplandecía la cruz roja octogonal, se perdió, junto con los vestidos negros y las cruces amarillas de los cátaros, en las
  • 15. grutas tenebrosas del Sabarthés". Rahn pensaba que el Graal probablemente estaba compuesto por varias tablillas de piedra o madera, con grabados rúnicos antiguos. Wolfram cita en el Parzival: "Gyot, el maestro de elevada nombra- día, encontró, en escritura pagana enrevesada, la leyenda que se remonta hasta la primera fuente de las leyendas". Rahn supone que estas piedras paganas llegan a la región del Languedoc desde Persia, Cuándo cae el legendario reino de Thule, la tierra de los hiperbóreos, antepasados de los indoeuropeos. Esta piedra, considera Rahn, pertenecía al tesoro de Salomón: "En la batalla de Guadalete (en 711), que duró siete días, los visigodos fueron aniquilados por los árabes. El tesoro de Salomón, que había pertenecido a1 rey Alarico, cayó en manos de los infieles", Rahn sostiene la hipótesis de que el Graal (tabla de Salomón) fue llevado por Alarico (rey de los visigodos) cerca del 410 d C. desde Roma hasta Carcassonne; estas tablas eran parte del tesoro de Salomón, rey de los hebreos, y fueron sacadas de Jerusalén por los romanos. Para Otto Rahn los cátaros eran los custodios del Graal-Grial. Documentos de la Inquisición cuentan que la noche anterior a la caída de Montségur descendieron de la fortaleza, mediante so- gas, cuatro personas. Sus nombres eran Amiel Aircart, Alfaro, Poitevin y Hogues. Rahn sabe de lo cometido aquella noche del Domingo de Ramos en que Montségur es traicionado, para acceder al castillo alguien habla sobre las puertas secretas. Las leyendas cuentan que Cuándo el Grial se encontró a salvo, en el monte Bidorta encendieron una llama, anunciando a los cátaros que estaban resistiendo en Montségur que el sagrado
  • 16. objeto estaba resguardado. E1 Grial fue entregado al caballero herético Pons Arnold, señor del castillo Verdun en el Sabarthés. Cátaro proviene de la palabra griega kataró, que significa puro o purificado; también se dice que proviene del termino alemánketter, que significa herético. Los primeros cátaros aparecen en Limousin entre 1012 y 1020, y se establecen en Albi, de allí, albigense. E1 catarismo en su filosofía y credo tiene parentesco con el maniqueísmo de los bogomilos. Estos últimos aparecen en Bulgaria y toman su nombre de un heresiarca llamado Bogomilo (amigo de Dios, en lengua eslavo). Su doctrina postulaba el dualismo absoluto. Se conoce a los bogomilos por dos autores católicos, Cosmas y Eutimio Zigabemo, y se sabe que había dos vertientes: la de Dragovista y la de Bulgaria. En un concilio en Saint Félix de Caraman (en el Languedoc), en el año 1167, dualistas albigenses fueron presididos por un diácono bogomilo llamado Niquinta, que llegó desde Constantinopla. Dualistas balcánicos, italianos y franceses tenían intereses en común. En el año 1017 había cátaros en Orleans; fueron quemados en la hoguera. Lo mismo sucedió en Tolosa en el año 1022. En Monteforte, cerca de Asti, en 1030, una comunidad de herejes fue procesada condenada e inmolada. Lo mismo sucedió en Chalón, en 1045; en Goslaren 1052, y en Colonia y Bonn, en 1145. El movimiento cátaro se extiende durante el siglo XII por Soissons (región de Flandes), también había cátaros en Suiza, Lieja, Reims, Vezelay y Artois. Milán era otro de los centros de la herejía, pero es en el sur de Francia donde el catarismo alcanza su mayor plenitud. Es en estas tierras de Occitania donde la doctrina cátara se desarro- llará de manera asombrosa. El movimiento cátaro era mucho más que una herejía: tomó dis- tancia en muchos aspectos del cristianismo tradicional y rechazó todos los dogmas del catolicismo. Contrarios a la Iglesia, los cátaros
  • 17. acentúan la tradición maniquea y rechazan los sacramentos, la cruz como símbolo de muerte y todas las ceremonias del culto cristiano; también rechazan el Antiguo Testamento. Los cátaros pensaban que el cuerpo tenía un origen maligno y era producto del demonio. Por lo tanto, Cristo no había nacido de la Virgen María, pues esta Inmaculada seguía siendo una mujer. Para ellos, el nacimiento virginal era una invención católica. Sostenían que Cristo era un espíritu puro y no un hombre mortal, por ello negaban la crucifixión y la resurrección, ya que un espíritu es etéreo. Negaban la Santísima Trinidad ycreían que Juanel Bautista había sido un enviado del demonio para burlar la misión de Cristo en el mundo. Para los cátaros, María Magdalena fue la mujer de Cristo, y que éste era un espíritu puro albergado en un cuerpo mortal. Por este motivo Cristo pudo casarse como cualquier hombre. Al no aceptar los sacramentos católicos, a cambio recibían el consolamentum o consuelo. Los que pasaban por este ritual eran llamados perfecti y accedían a una minoría selecta en conocimiento de la gnosis. Cuándo llegaban a este estado debían mantenerse pu- ros, llevando una vida rigurosa, disciplinada y dura, por este motivo sólo accesible unos pocos; éstos eran los llamadoshombres buenos. Los creyentes o seguidores eran llamados credentes y podían casarse y tener hijos. Antes de morir, un credente recibía el consolamentum, de esta manera accedía al estado de endura, estado de purificación, en el cual sólo el agua podía tocar sus labios. Ninguna mujer podía tocar al moribundo, ya que se consideraba a la mujer como instrumento de atracción del demonio. Las mujeres también podían ser perfecta, y, en ese caso, no podían ser tocadas por ningún varón. Cuándo una persona no accedía al estado de pureza a través del consolamentum, debía
  • 18. reencarnar una y otra vez en hombre o animal. El martirio y abnegación eran una manera de no reencarnar, por ellos seaccedía de forma estoicaa la pureza. Esto explicaría por qué los cátaros no ofrecieron resistencia alguna frente a la Inquisición y sus tormentos. No temían a la muerte y, en ocasiones, los perfecti se dejaban morir mediante el endura. Otto Rahn comenta al respecto: "Su doc- trina permitía, como la de los druidas, el suicidio, no obstante, exigía que uno pusiera fin a su vida no por cansancio de vivir, por miedo o por dolor, sino en un estado de perfecto desapego de la materia". Rahn dice que los cátaros practicaban el endura por parejas, ya que ellos predicaban de a dos. Él dice al respecto: "Ese hermano, al lado del que el cátaro había pasado, en la amistad más ideal, años de esfuerzos continuados y espiritualización intensiva, quería, de acuerdo con él en la otra vida también, la verdadera vida, gustar las bellezas parcialmente entrevistas del más allá y la revelación de las leyes divinas que mueven los mundos" (de Cruzada contra el Grial). Ponían fin a sus días eligiendo una de estas cinco maneras: dejándose morir de hambre, tomando veneno, cortándose las venas, arrojándose al agua helada después de un baño hirviente o tirándose desde un precipicio. El fin del endura no siempre era la muerte, generalmente era un prolongado ayuno purificador, de dos a tres meses. Los cátaros estaban organizados en diócesis, dirigidas por obis- pos, diáconos y perfecti. Llevaban una vida ejemplar, predicando un evangelio de sencillez y purificación. En Montségur, en las grutas de Ornolac (lugar de iniciación), una
  • 19. paloma esculpida en la roca, la paloma es un símbolo del Espíritu Santo, la luz divina que desciende entre los hombres. Esto hace pensarque el catarismo es una religión de luz y no mágica. El movimiento cátaro fue en realidad una religión, difamada en herejía, completamente alejada de conceptos radicales violentos, lo que la aleja del catolicismo inquisidor de aquella época. Lo demuestra la total tolerancia y la forma de vida que llevaron y predicaron, haciendo llegar un mensaje de misericordia, amor y libertad. A fines de 1933, Otto Rahn entabla amistad personal con Alfred Rosemberg, filósofo y jefe hitleriano, extraño romántico aislado en las brumas idealistas del nacionalsocialismo, conven- cido de la doctrina hasta el final de su vida, que terminó en el patíbulo, en Nuremberg, en 1946. Rosemberg fue la mente de la gnosis nazi, de orientación metafísica y vasta cultura, autor del libro El mito del siglo XX. Rosemberg, como intelectual, siente admiración por aquel hombre de delgada figura, especialista en historia y herejía, autor de la Cruzada contra el Grial. Mantiene largas charlas con Rahn, y cautiva con su discurso la atención del buscador del Grial. Rosemberg considera que todos los acontecimientos tienen significado, y remiten a una eterna lucha donde se enfrentan la luz y las tinieblas. Los herejes cátaros, para Rosemberg, eran los artífices de una magna tragedia de alcance cósmico. Afirma Rosemberg: "En la his- toria de los albigenses, de los valdenses, de los cátaros, de los hugonotes, de los reformados, de los luteranos, hay que ver el marco extraordinario de una lucha épica". Rosemberg es elegido para dirigir la Oficina del Reich para la Pro- moción de la Literatura Alemana y la Federación Cultural
  • 20. Nacionalsocialista; este cargo, que desempeña después de 1934, demuestra la importancia que tenía como intelectual en la Alemania de esa época. Rahn recibe de Rosemberg la misión de corroborar la hipótesis sobre el lugar donde se encuentra el Grial. Rosemberg promete el apoyo del Sacro Colegio hitleriano. En 1935 Otto Rahn es enviado a la frontera franco-española, se establece en Les Marronniers, en Ussat-les-Bains, en el Pog-de Montségur cercano a las cuevas de Lombrives en el Sabarthés. Los pocos datos que existen sobre sus investigaciones se conocen por las cartas que enviaba a sus superiores en Alemania, pidiendo la confianza de Himmler. En marzo de 1936, Rahn ingresa a la SS, al poco tiempo es nombrado coronel (oberstrumfúhrer) y es destinado al Estado Ma- yor personal de Himmler, en una oficina llamada Ahnenerbe (un organismo superior de investigación SS), donde es puesto a co- laborar con Karl María Willigut, un personaje que supuestamente poseía dotes paranormales que le hacían tener visiones del pasado. Rahn realiza otro viaje al sur de Francia acompañado por su ami- go y compañero Paul Ladame (quien prologa La corte de Lucifer); está sólo unos días y regresa a Alemania. En 1937, en Leipzig, la editorial Schwarzhäupter edita La corte de Lucifer (Luzifers Hofgesind), subtitulada "viaje a los buenos espí- ritus de Europa". Rahn ya era un reconocido intelectual ganado por el partido nacionalsocialista. Otto Rahn, el romántico hereje, sabía que el objeto de búsqueda de Parzival era una piedra de luz, pero encuentra otros significados a la tradición de la diadema de Lucifer. Cita de un verso de Wolfram lo siguiente:
  • 21. Desde la Provenza hasta la tierra alemana Nos fue enviada la leyenda auténtica. Lucifer se perdió al bajar Con su rebaño al infierno, Entonces el hombre nació. ¡Pensad lo que Luciferobtuvo junto a los camaradas de lucha! Ellos eran inocentes y puros... Rahn no cree que fueron las huestes de Lucifer las que penetraron Montségur, sino que lo hicieron las de Satán, preparadas para apropiarse del Grial que cayera de la corona del Portador de Luz, Lucifer. Idealista en su mirada sobre los hechos de la caída de Montségur, Rahn escribe: "Puros eran los cátaros, pero no los frailucos y aventu- reros que con la Cruz al pecho querían preparar la Provenza a favor de una nueva estirpe:su propia estirpe". Otto Rahn en éste, su último libro, establece profundas relaciones sobre el origen de las tradiciones paganas y su significado, remontán- dose al origen de la creación y la historia. Heinrich Himmler ordena a sus oficiales la lectura obligatoria de La corte de Lucifer, asignándole el valor de "trascendente evange- lio". Otto Rahn escribiría: "Por siempre recordaré el Sabarthés, el Montségur, el Castillo del Grial y el Grial, que puede haber sido aquel tesoro de los herejes sobre el que leí en los registros de la Inquisición. Reconozco públicamente que me hubiera gustado encontrarlo". Rahn, por 1938 se dedica a la actividad periodística y radiofónica, escribe artículos y da charlas y conferencias sobre los temas que eran la motivación de su vida. En marzo de 1939 presenta formalmente su dimisión a la SS, y desaparece de la escena. A partir de esto se han elaborado todo tipo de especulaciones: hay quienes suponen que le pidieron sus "certifi-
  • 22. cados de pureza racial", trámite obligatorio en la Alemania nazi. La abuela de Rahn se llamaba Clara Hamburguer y su abuelo Leo Cucer, nombres judíos de la Europa Central. Esto pudo haber sido una de las razones de su desaparición repentina y, más tarde, quizá, desusuicidio. Otra hipótesis es que Rahn era homosexual y que esta condición lo hizo determinar un retiro al ser descubierto dentro de la SS, aun- que, nuevamente, sólo es una especulación. También se ha asegurado que envió una carta a sus superiores diciendo que no acercaría el Grial a los nazis, ya que no estaba de acuerdo con la política del partido nacionalsocialista. Sea cual fuere el motivo de su desaparición, no hay nada probado, todas son hipótesis. Su cuerpo es encontrado el 13 de marzo en las montañas del Wilden Kaiser, cerca de Kufstein. En el obituario del periódico oficial nazi BoikischerBeobatcher se publicó: "Rahn murió congelado practicando el estado cátaro de endura; su rostro tenía una expresión de profunda paz". Un general de la SS llamado Karl Wolf firma el comunicado de prensa que se editó en el diario Schwarsze Korps. El sepelio de Rahn tuvo lugar en Darmstadt. Se especula también que Rahn murió en la cima de la montaña envenenado por propia voluntad, envuelto en pensamientos profun- dos de la existencia. Lo que sí está probado es que pocos días antes de su desaparición escribe una carta a un amigo diciendo en uno de sus párrafos: "Me preocupa muy seriamente mi patria [...]. Yo soy un hombre tolerante, no puedo ya vivir en mi hermosa Patria, ¿en qué se ha convertido?". Tambiénse dice que la muerte de Rahn fue un ardid fraguado para hacerlo desaparecer con fines secretos, que en realidad no murió
  • 23. sino que continuó su vida con otra identidad, y un cambio en la fisonomía de su cara, practicado mediante cirugía. Se dice que Rahn, después de la cirugía, habría asumido la identidad de Rudolf Rahn, un asesor de la embajada alemana en Bagdad. Esta hipótesis aparece en 1979 en una publicación alemana, en ella se asegura que la secretaria de Otto Rahn fue, luego de la muerte de éste, secretaria de Rudolf Rahn, cosa sugestiva según la investigación referida. Según esta teoría Otto Rahn no murió y transformo su vida de buscador del Grial en la de un agente secreto en Medio Oriente, donde falleció en 1975. No es extraño que se hable de su muerte y de su posible cambio de identidad. La vida de Rahn tiene demasiados momentos que se con- funden con la leyenda o la ficción. Tal vez ya no quería vivir en un mundo que no comprendía, o quizá no murió y decidió desaparecer para nunca más ser reconocido, ya que avizoraba momentos siniestros en la Alemania que tanto amaba... La búsqueda del Grial fue continuada por los alemanes luego de la desaparición de Rahn, pero estos hechos también se pierden en las nieblas de la leyenda, en infinidad de especulaciones y teorías, aunque se sabe que un grupo de científicos alemanes, en junio de 1943, exploró por meses en Ussat y Ornolac. Se dice que Himmler era un obsesionado de la leyenda del Grial, y que pedía Diariamente informes sobre la expedición de 1943. Al no haber resultados satisfactorios sobre la búsqueda del Grial en los lugares investigados por Rahn, Himmler decide enviar a Otto Skorzeny. Skorzeny por aquel entonces tenía el grado de coronel de la SS, y era el hombre que años antes había liberado de un secuestro a Benito Mussolini, en una operación por demás complicada. Esta hipótesis, desarrollada por un norteamericano, dice que Skorzeny fue a Montségur acompañado por un grupo selecto de militares
  • 24. de su máxima confianza, acampó a los pies de la fortaleza cátara y analizó las posibilidades de dónde podía estar escondido el Grial, llegando a la conclusión de que había que seguir las posibles rutas de escape de los supuestos cuatro cátaros que se descolgaron del castillo según los registros de la Inquisición. Nuevamente se funden en la leyenda, la ficción y la realidad. Se dice que el coronel Skorzeny encontró el tesoro cátaro y lo puso en manos de Himmler... También se dice que el tesoro fue llevado a Alemania, a la torre de Merkers, y que el Grial estaría enterrado en terrenos lindantes al castillo Wewelsburg. Estas historias terminan formando parte de una nueva saga con- temporánea del Grial, y a su vez siguen alimentando el eterno mito del Grial, que trasciende ya los hechos reales e imaginarios. Componentes objetivos, subjetivos y fantásticos continúan alimentando la saga, con lo que hacen más profundo e insondable el misterio. Otto Rahn fue él último buscador del Grial, convencido del sig- nificado pagano y la gnosis oculta negada a los conquistadores. Rahn, en Cruzada contra el Grial, hace una descripción poética de la cruzada contra los albigenses, allí dice: "A la cabeza, cabalga el sombrío e irreconciliable abad de Citeaux, el jefe de las fuerzas cristianas contra los herejes albigenses. Parecido a un caballero del Apocalipsis, galopa, hábito al viento, a través del país que no adora a su propio Dios. Detrás de él, el ejército de arzobispos, obispos, abades, padres y monjes. Al lado de los príncipes de la Iglesia cabalgan los príncipes laicos con sus armaduras resplandecientes de acero, plata y oro. Luego, vienen los caballeros saqueadores, con sus soldadescas que entraban a saco por doquier. Robert Sans-Avoir, el que no bebe agua, Dios sabe sus nombres. "A continuación, los ciudadanos y campesinos, y luego, por
  • 25. millares, la chusma de Europa: los ribaldos, los truhanes y, en los templos de Venus montados sobre cuatro ruedas, las pelanduscas de todos los países posibles". Estos párrafos expresan sus sentimientos con respecto a la cruza- da contra los albigenses y la persecución de la herejía. Rahn tal vez fue un moderno heresiarca, seguidor romántico de aquella utopía ya desaparecida en el mundo. Y por si fuera poco... la utopía se resiste a desaparecer, el profundo significado del Grial sigue guardado en los misterios de la gnosis. Y es en el fugaz extremo de las ideas donde la utopía continúa alentando la búsqueda del Grial. Y hombres como Rahn y tantos otros, equivocados o no, siguen esa búsqueda, por momentos herética, que resulta en denodada ma- nifestación del espíritu humano. Es tal vez en ese paraje intangible, subjetivo y recóndito de las ideas, donde se encuentra el Grial. La mística, que resulta en un legado atávico. Otto Rahn fue un romántico y moderno buscador del Grial, y con él se llevó sus misterios, los del Grial y los propios. Sus expe- riencias no se han perdido... Quedaron algunas certezas y otras equivocaciones de su intelecto, y, lo más importante, la utopía de su búsqueda que ahora nos pertenece como un mito. El Grial seguirá oculto como un misterio. Rahn quizá lo en- contró al final de su vida, o en su profunda soledad, en momentos como ése en que -recordando a Franz Kampers- dice: "A veces, junto a mi lámpara, sus palabras me ayudaron a iluminar los te- nebrosos laberintos de las cuevas del Grial [...]. La palabra Grial era oscura desde el principio. Esta falta de claridad del nombre en sí y de su origen nos indica precisamente que lo santo tuvo una prehistoria en la que existía una Grandeza, conocida y aprehensible, que también se llamaba Grial"... Andrés J. P. Paez
  • 26. LA PARTIDA Quien ama a su patria, también debe entenderla; quien la quiera entender, debe, sobre todo, tratar de penetrar en su Historia. Jakob Grimm Este libro se basa en hojas del "Diario de mi vida", que empecé en Alemania, continué en el sur y concluí, por el momento, en Islandia. Tuve que terminarlo ya que la visión del sol de medianoche había abierto un núcleo esencial del círculo en que mi pensamiento y mis aspiraciones regularmente se mueven. Como el artista que crea un mosaico debe amontonar primero las pequeñas piedras de los diversos colores para encajarlas en la obra intuida y en contornos previamente dibujados, así también procedí. Bajo cielos diferentes y en diversos países he obtenido presentimientos y conocimientos que, reunidos, pro- dujeron la visión total. Lo he configurado de modo tal que, por omisión, complementación o poniendo de relieve las hojas seleccionadas del "Diario de mi vida", y, no en última instancia, también su modificación, la imagen vista en espíritu por mí, al ser contemplada también Por otros, pudiera ser entendida y querida. ¡Ojalá mi pluma lo conseguido! He puesto este libro por escrito en una pequeña ciudad del alto Hesse. Al alzar los ojos por sobre mi escritorio, se abre un
  • 27. paisaje qué me es inmensamente entrañable y al que, Cuándo el destino me empuja por campos y yermos extraños, con frecuencia he añorado: el alto Hesse, la tierra de mis antepasados. En un pequeño pueblo de alturas pobladas por bosques, que parecen recluir la comarca contra el sur, han vivido cultivando el suelo desde tiempos remotos, o erguidos frente al yunque, o moliendo granos para hacer harina, o sentados ante el telar en pequeños cuartos. La tierra es pedregosa y del cielo casi siempre cuelgan nubes. Pocos de ellos han logrado ser pudientes. A los ancestros de mi madre que vivían en Odenwald las cosas se les dieron más fáciles. Allá, el sol y el aire son templados y la tierra suele ser generosa con quienes la cuidan con amor. La pequeña du- dad del alto Hesse en la que viví y escribí este libro está dominada por los restos de muralla de un castillo. A pocos pasos de la puerta del burgo, que se ha mantenido incólume, se alza un viejísimo tilo. Aquí debe de haber predicado Bonifacio a los catos del cristianismo de Roma. Estando bajo el tilo miré hacia el norte, mis ojos quedaron fulguradamente hechizados por una montaña sobresaliente, sobre cuya cima el "Apóstol de los alemanes" celebró una fiesta conventual: Amöneburg. Mis antepasados no quisieron a san Bonifacio, que pretendió predicar el Evangelio del Amor. En una carta que envió al papa en el año 742, los trataba de idiotas. Desde mi pequeña ciudad del alto Hesse hasta Marburg, a orillas del río Lahn, hay pocas horas de camino. Un hijo de esta ciudad, "el flagelo de Alemania", también evangelizó para Roma. Sobre el lomo de una mula recorrió el maestro e inquisidor Konrad von Marburg su patria, recolectó milagros de rosas para la canonización de su excelentísima penitenta, la esposa del landgrave Isabel von Thüringen, y coleccionó herejes, a los que quemó en el centro de su ciudad natal, en un lugar que hasta hoy se llama "Arroyo de los Herejes". Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.
  • 28. PRIMERA ETAPA Para Dios no hay ningún diablo, pero, para nosotros, éste es un muy efectivo delirio. Novalis BlNGEN DEL RlN En esta pequeña ciudad a orillas del Rin pasé ocho años de mi niñez, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Ahora, después de una larga ausencia, estoy de nuevo aquí; por un día. Ya no existe la casa de alquiler donde entonces viví: la demolieron por ruinosa. También desaparecieron los prados sobre los que retozaba y jugaba. Allí se han levantado nuevas casas. Sólo los viñedos que empiezan detrás de nuestro huerto han permanecido sin variaciones. Pronto darán una rica vendimia. Es otoño. Estoy en los comienzos de un gran viaje. Mañana a esta misma hora partiré al sur. A Francia, y más allá, a las tierras entre los Alpes y los Pirineos. Quizá también a Italia y al sur del Tirol. Bien sé que la patria tiene más que decimos que lo ajeno, que tan a menudo fue nuestra perdición. Sin embargo, de todas maneras me marcho a esas tierras lejanas. Porque mis antepasados remotos y más recientes fueron paganos y herejes. El futuro nos es más decisivo que elpasado, tambiénde estaalternativa del momento soyconsciente. Pero los tiempos, aquellos que quiero rastrear, está claro que son
  • 29. pasado, mas no fueron superados. Mucho se habla hoy de paganos y herejes. En esta ciudad a orillas del Rin desde la que emprenderé el viaje, cierta vez una hembra haragana oriunda de Grüneberg, en el alto Hesse, delató a los adeptos de su esposo al gran inquisidor alemán Konrad von Marburg, y fueron arrastrados a la hoguera. Dentro de poco veré el monasterio materno de todos los inquisidores: la abadía Notre-Dame de Prouille, cerca de Toulouse, desde la cual se expandió sobre Occidente la costumbre de rezar por medio de un rosario. La historia de este monasterio dominico fundado por santo Domingo se mezcla con la habilidad de los más conocidos herejes medievales, los albigenses, también llamados cátaros. La palabra cátaro significa puro (del griego: katharoi), pero acabaron estropeándola al trasponerla a nuestro cuestionable con- cepto de hereje. Voy hasta el sur de Francia porque desde allá debe de haber llegado a Alemania la herejía. He leído sobre los cátaros todo lo que pude conseguir; una vez “fueron tantos como las arenas del mar y en mil ciudades tuvieron adeptos". Es por esto que sé que sólo fueron llamados albigenses en el surde Francia, en los territorios de la Provenza, del Languedoc y dela Gascuña. En Alemania se los llamó Runkeler, o amigos de Dios. Deben de haber sido muy influyentes en la Lombardía, según informa el poeta gnómico Wernher, que vivió como sacerdote alrededor del año 1180 en Ausburg: “Cual lámpara arde en herejía". Los teólogos e historiadores del campo católico o del protestante concuerdan en que los cátaros, más allá de dónde se asentaran, te- nían que ser aniquilados, ya que, de no ser así, la vida espiritual de Occidente se hubiese salido de sus carriles y se hubiera dirigido a vías "no europeas". Pero han disputado, y aún disputan, acerca de en qué se podría clasificar de reprobable la herejía de aquéllos ante el Señor. Los unos quieren ver en ella una variedad de la tristemente célebre
  • 30. heterodoxia maniqueísta, aquella que elcielo persa había originado. Pueden citar autoridades y documentos en cantidad. Los otros, que han quedado en minoría, consideran la herejía de los cátaros como residuos de aquella creencia de la cual los godos, vándalos, borgoñeses y lombardos habían sido una vez devotos. Desde el dominio visigodo podría haber permanecido activo el arrianismo en el sur de Francia, en el antiguo país Gothien. ¿Quién tiene razón? Las mismas fuentes contemporáneas a esos hechos se contradicen y se vuelve difícil superar tantas dificultades. Es sintomático que un inquisidor haya transcrito las acusaciones de libros antiguos en los que se inculpa a los herejes de los albores del cristianismo. La "lista de culpas" de los cátaros los acusa, entre otras cosas, de que cabalgaban sobre cangrejos para ir a sus orgías nocturnas, besa- ban el trasero de una gata, mataban niños y los devoraban en forma de polvo. Presuntamente reprobaron la procreación para que Lucifer, en su creencia creador de todas las cosas visibles y del cuerpo humano, no siguiera obteniendo más almas en su poder. Lo que claramente desmiente la inculpación de que habían sido adoradores de Lucifer, que se fundamentaba en el hecho de que los herejes alemanes del siglo XII, como se ha comprobado, se reconocían entre ellos por el saludo: "Lucifer, a quien no se hizo justicia, te saluda". Mañana a esta hora viajaré hacia el sur con la decisión de acla- rar Cuánto me sea posible la oscuridad. ¡Ojalá me sea dado el poder llegar a ser un portador de la luz!
  • 31. PARÍS Me enseñaron las reproducciones de dos cuadros del maestro español Berruguete, que representan escenas de la vida y la obra de santo Domingo. Los originales cuelgan en el Prado, en Madrid. En uno de los cuadros se queman herejes. La pira empieza a arder; los sacrificados están atados a postes para que no puedan salvarse. Pronto serán antorchas vivientes. El segundo cuadro muestra a santo Domingo ocupado en quemar libros sospechosos de herejía. Los pergaminos ya echan llamas. Un libro, sin embargo vuela libremente por el aire. Ha encontrado el beneplácito del Dios de Roma y no necesita desaparecer. En la Rué de la Seine compré la Biblia traducida por Lutero para volver a leer el Libro del profeta Isaías, donde ha quedado por escri- to por qué Lucifer fue hecho caer y maldecido por Yahvé. ¡Cómo has caído del cielo, tú, hermosa estrella matutina! Pensaste en tu corazón: "Quiero subir al cielo y elevar mi silla por sobre las estrellas de Dios; quiero sentarme sobre la Montaña de la Asamblea en el más lejano Septentrión; quiero viajar sobre las nubes altas y ser igual que el Altísimo". ¡Irás al infierno, a la caverna más profunda! Has sido arrojado lejos de tu tumba como un gajo despreciable, cubierto por muertos apaleados, traspasados por la espada, que des- cienden a las piedras de la caverna como cadáveres seccionados. ¡Tú no serás sepultado como cualquiera! ¡Se dispone que el que sacrificó a sus hijos no pueda engendrar, ni heredar la tierra, ni emporcar el suelo de las ciudades! El Se- ñor de los Ejércitos ha afirmado bajo juramento y dicho: ¿Qué importa esto?, debe ir como yo pienso y permanecer como es mi propósito. Porque el Señor de los Ejércitos, Sabaoth, lo ha decidi-
  • 32. do. ¿Quién pretenderá impedirlo? Y su mano está extendida. ¿Quién pretenderá apartarla? Yo, el Señor de los Ejércitos, soy el Señor, y nadie más, no hay otro Dios salvo yo, el que hago la luz y creo las tinieblas; yo, el que doy la paz y creo el mal. ¡Ay de quien dispute con su Creador, un fragmento como otros fragmentos! El barro también le habla a su alfarero. "¿Qué haces tú?" ¡Ay de quien le diga al Padre: "¿Por qué me has engendrado?". Y a la mujer "¿Por qué pares tú?" Toda la tarde he deambulado junto a los muelles del Sena, he ido a un bouquinier un librero de viejo junto al otro, puede que sean medio millar los que ponen a la venta libros de ocasión. Se me había dicho que ya habían pasado los tiempos en que aquí podían descubrirse algunos tesoros, ya fuera una valiosa primera edición o una obra que había pasado a ser rara. Desde un cajón (a esto se asemejan estas librerías) afianzado al muro del muelle cogí, del místico alemán Jakob Böhme, Aurora. Al hojearlo encontré escrito: "Mira, te cuento un secreto; ha llegado el momento en que el novio corone a la novia; adivina dónde se halla la corona. Hacia la Medianoche, entonces en las tinieblas la luz será resplandeciente. Mas ¿de dónde viene el novio? Del Mediodía, donde el calor hace parir la luz y viaja hacia la Medianoche, allá la luz será resplandeciente. ¿Qué hace entonces hacia el Mediodía? Se duerme en el calor, pero los despertará una tormenta, y bajo ésta muchos sentirán un susto de muerte". Jakob Böhme fue un zapatero protestante de Görlitz. Contemporáneo de Kepler y de Galileo, murió durante la Guerra de los Treinta Años. E1 título completo de su libro reza: "Aurora, o alba del Levante, raíz o madre de la filosofía, astrología y teología sobre las bases correctas o descripción de la naturaleza como todo ha sido y todo es". Adquirí el libro a un precio ridículamente bajo. Ahora está ante mí sobre la mesa. Junto a la Biblia. He llegado del norte. Deseo viajar al sur. Apenas comenzado mi
  • 33. viaje, vuelvo a mirar hacia el norte. Hacia el Septentrión. Allá de- ben estar una Montaña de la Asamblea y una corona... TOULOUSE Había abandonado París ya avanzada la noche, bajo una fuerte lluvia de octubre. Cansado por la gran ciudad, pronto me quedé dormido. Al despertar, saludé a través del vidrio de mi compartimento al azul nunca visto por mí de un cielo sureño; los árboles refulgían en colores estivales, las aguas de un río brillaban, por encima se extendía un puente medieval ancho y alto. Estoy en la ciudad desde hace casi diez horas, y he visitado lo que un viajero debe ver para poder decir con todo derecho que ha esta- do en Toulouse. Lo último que visité fue la catedral Saint Germain, una maravillosa construcción de ladrillo románica, que me ha hecho recordar las iglesias góticas de Greifswald, Stralsund, Wismar o Chorín. Al venir desde el centro de la ciudad, la catedral se aproximaba; caían sobre ella los rayos dorados del sol al atardecer escondido por las casas altas. Casi parecía que ardiera en el interior de la casa de Dios un fuego que hiciera poner al rojo la piedra, o como si se la hubiese rociado con sangre. Mucha sangre ha corrido por Toulouse: sangre de godos y sangre albigense... Crucé la plaza frente al portal de entrada y recordé al filósofo ita- liano Vanini, al que los sacerdotes de Roma le cortaron la lengua para que en adelante nunca más pudiera hablar a los hombres. Finalmente se lo quemó vivo en Toulouse el 19 de febrero de 1619 porque, al quedar mudo, había comenzado a escribir. En el interior de la iglesia me fijé en un paraguas toscamente enrollado arrimado a una columna; al lado, oprimiendo la espalda contra una segunda columna y los brazos puestos por detrás de la misma,
  • 34. había una campesina que con ojos embelesados observaba un crucifijo que se alzaba ante ella. No se dio cuenta de mi presencia ni de los numerosos hombres que pasaban ante ella. Tampoco percibía que de Cuándo en Cuándo caían monedas tintineantes en el cepillo ubicado a los pies del Crucificado. Me alejé de allí y salí a recorrer la ciudad. En la muralla de la ciudad hay una losa de mármol empotrada. Indica el lugar donde el generalísimo de la cruzada contra los albigenses implantado por el papa y por el rey francés, el noble caballero Simón de Montfort, oriundo del norte de Francia, fue muerto durante el asedio a Toulouse de una pedrada. Sucedió el Día de San Juan del año 1216. La piedra la había lanzado con honda una heroica tolosana de mano segura, desde la muralla de la ciudad. Deben de haber tolosanos y provenzales, se me hizo saber, que aquí escupen. Ellos no han olvidado qué le hizo Simón de Montfort a su suelo patrio. Debido a los albigenses vine a esta tierra. Tal como mis ancestros, deben de haber celebrado tratos con el diablo. Guando fue quemado en Toulouse, en el año 1275, un grupo de herejes, se hizo trasladar también de las llamas temporales a las eternas a una mujer de 56 años llamada Angela de Labaretha. Se le había arrancado la confesión, en las cámaras de tortura, de que había mantenido relaciones camales con el maligno y que el fruto de su vientre sería un monstruo. Tendría cabeza de lobo y cola de víbora. También confesó que había sido obligada a ir todas las noches a robar niños pequeños, para alimentar con éstos a su monstruoso descendiente. Todo esto tuvo que confesar esa mujer herética. Torturada.
  • 35. PAMIERS El clima de esta pequeña ciudad -cuyas aguas cristalinas se reflejan en sus muros y provienen del río Ariége, que nace en las nevadas montañas de Andorra- debe de ser muy malsano, me dijo un joven tolosano que conocí en una librería y que me dijo en secreto que hacer amistad con ciertas mujeres puede ser más exitoso todas las mañanas a las once en la catedral Saint Germain. Hasta era mas fácil encontrar allí a las femmes legéres, o sea, a las rameras. Yo solamente, continuó aconsejándome, no tendría que irme a apostar en Pamiers. Allá, seguro que me moriría de aburrimiento. Al decirle que tenía la intención de continuar viaje de Pamiers a Foix y alcaserío de Montségur, en los altos Pirineos, para pasar allí algunos meses, se quedó mirándome sin comprender. De pronto asomó una sonrisa sobre su lengua, una sonrisa cortés y compasiva a la vez. Y arriesgó: "¿También usted desea buscar el tesoro de los albigenses?" A mi pregunta sobre de qué se trataba eso, vine a saber que una leyenda cuenta de un tesoro que, durante la cruzada emprendida por Roma y París hace 700 años contra los albigenses, éstos habrían enterrado su tesoro en el castillo de Montségur. Allí permanece todavía. En estos momentos andaba en su búsqueda un ingeniero de Bordeaux, usando dinamita, varita adivinatoria y otros medios auxiliares semejantes. Pamiers está empotrada en un cerro cuyas graciosas líneas no permiten suponer los picos pirenaicos que se elevan por detrás. En estrechas calles se apiña la gente, entre la que se divisan negros senegaleses y árabes con sus vestimentas típicas. Evidentemente, esta ciudad no podría hacer demorar mi estancia. En el año 1207 aquí se contaba lo siguiente: de las ciudades y conventos del sur de Francia, y hasta del propio Vaticano, acudían
  • 36. por invitación de una condesa de Foix, que tenía el bello nombre de Esclarmonde, sacerdotes, doctores y monjes romanos para discutir con los herejes albigenses sobre la creencia cristiana. Esclarmonde, hereje ella misma, sintió temor por su patria al saber que el papa de Roma y el rey francés de París habían decidido su ruina. Pronto corrió la sangre. Por mandato del papa Alejandro III, un abad, Heinrich de Clairvaux, que en el Concilio Lateranense del año 1179 fue nombra- do obispo cardenal de Albano, había predicado una cruzada contra los albigenses y, con peregrinos reclutados, trató de imponer el escarmiento ordenado por Roma, matando y quemando. En 1207 se hacía cargo oficialmente del sillón de Pedro el tristemente célebre Inocencio III. Había jurado aplastarle la cabeza al dragón albigense y preparar al país herético para una nueva estirpe. En el castillo de Pamiers, residencia de viudedad de Esclarmonde, tendría que decidirse quiénes eran mejores cristianos, los romanos o los albigenses. La propia Esclarmonde intervino en la encendida disputa. Cuándo censuró a los romanos por la nada cristiana cruzada del obispo cardenal de Albano, un encolerizado monje le replicó: "¡Señora, usted debiera estar con su huso. En una reunión como ésta usted nada tiene que hacer!". Esclarmonde de Foix ha sido, aunque hoy casi nada se sepa sobre ella, una de las mujeres más eminentes del medievo. Anatematizada por el papa y odiada por el rey francés, hasta su último aliento sólo respondió a una única intención: la independencia política y religiosa de su país natal. Murió a edad avanzada, nadie sabe dónde. Tal vez en un aposento para damas del castillo de Montségur, que ella había hecho construir como fortaleza defensiva inexpugnable. Lo que sí es seguro es que no vivió el trágico fin de su patria. Confiada, en algún lugar, ha mantenido su fe hasta su último reposo. Esclarmonde era archihereje. Como neopagana la habrían calificado los creyentes cristianos de hoy en día, ya que reprobó el Antiguo Testamento, ca-
  • 37. lificó al Dios judío Yahvé de Satán y no creyó en la muerte de Jesús Cristo en la cruz, ni mucho menos en lo que, sobre esta base, llegó a ser la posible redención de los hombres. La admisión de Esclarmonde en la herejía se llevó a cabo el año 1204 en Fanjeaux, cerca de Pamiers. E1 patriarca de la iglesia herética, el caballero Guilhabrt de Castres, de la noble familia de los Belissen, realizó la Haereticatio, como fue llamada por los inquisidores la ordenación heresiarca. Desde entonces, Esclarmonde pasó a integrar la comunidad de los cátaros. Sólo podía ser cátaro aquel que primero había sido adepto o credenz (creyente) y luego -se supone- formulaba el voto siguiente: "¡Prometo consagrarme a Dios y a su verdadero Evangelio, no mentir nunca, no jurar nunca, nunca más tocar a una mujer (la hereje renunciaba al hombre), no matar ningún animal, no comer nada de carne y vivir solamente de frutos. Y prometo no traicionar nunca mi creencia; aquel que la amenace será muerto!". Cumplido esto pasaba a ser un puro o perfectos (perfecto). Al recién admitido se le ponía una vestimenta de punto llamada veste o hábito. Los herejes portaban, en lugar de éste, una especie de diadema. En el idioma provenzal este acto de incorporación se denomina consolament (consolación). Un creyente herético que no había formulado este voto podía seguir viviendo como debe vivir un ser humano que está en la vida. Tenía, mujer e hijos, iba al trabajo y de caza, comía carne y bebía vino. Como casa de Dios le servían el bosque o una cueva. Para él los cátaros eran los cuidadores del alma, a quienes también llamaban reverentemente bonshommes (buenos hombres). El santo Bernardo de Clairvaux informa que en el sur de Francia 'Tere omnes milites", casi todos los cátaros eran caballeros. Cuándo Esclarmonde de Foixrecibió la ordenación herética era una anciana viuda y madre de seis hijos mayores. ¿No sería ésta una razón especial que tenga que ver con el ascetismo herético? No puedo
  • 38. imaginarme a esos "casi todos caballeros" llevando una vida monacal. FOIX Esta pequeña ciudad pirenaica me agradó mucho. Encerrada por poderosas montañas, sobresalen en ella un pintoresco castillo y una bella iglesia. Empotrada en el verde de amplias plantaciones, deja serpentear estrechas pero limpísimas calles y callejuelas en todas direcciones. Es sorprendente cruzarse con hombres rubios y altos. ¿Por qué no podrían ser de sangre germana? Los godos y los francos durante mucho tiempo tuvieron aquí su hogar, hermanos adversarios... La iglesia comunal recuerda esa lucha fratricida. Está consagrada a Volusian, un santo poco conocido, del que hay que saber lo siguiente: alrededor del año 500 de nuestra era, durante el dominio de los visigodos en la Galia del Sur, los obispos romanos habían mandado a llamar al rey franco Clodoveo porque estaban descontentos con el dominio de los reyes arios, y este Volusian les abrió a los francos, que ya estaban cerca, las puertas de la dudad de Tours. Volusian tuvo que huir. Los godos, enfurecidos, persiguieron al traidor y se apoderarondeélenlosPirineos.Lo mataron a golpes. Después de la batalla en las proximidades de Vouillé,que lecostó la vida al rey godo Alarico II y que les permitió a los francos la conquista del sur, Clodoveo recogió los restos del muerto y lo hizo proclamar mártir y santo por el clero franco. Alrededor de la tumba de Volusian hoy se alza un convento y alrededor del convento, por sobre las ruinas de poblaciones antiquísimas, un villorrio al que el rey franco Carlos siguió construyendo hasta convertirlo finalmente en un poderoso baluarte. Así se hizo la Foix que conocemos.
  • 39. Esta pequeña ciudad, sin embargo, debe su nombre a los focenses, aquellos helenos del Asia Menor que en el siglo VI antes de nuestra era abandonaron su ciudad, Focea, desplazados por el tirano persa Harpagos, y emigraron a la costa sur de la Galia, a Massilia, la actual Marsella; Portus Veneris: Port Vendres y muchas otras ciudades del sur de Francia surgieron de esa manera. También Foix pertenece a ellas, a una Focea o Fócida del Poniente. Sucesos terribles deben de haber visto la región, la ciudad y el castillo de Foix hace setecientos años. Fue la época de la cruzada contra los albigenses. En el año 1209, por orden del papa y a ins- tancias del rey francés, se congregaron en Lyon trece mil orto- doxos, y con ellos la gente de esos confines, para arrollar la bendita tierra entre los Alpes y los Pirineos, las comarcas de la Provenza y el Languedoc bajo el mando supremo de un archiabad de Citeaux, y bajo éste, Simón de Montfort. Había tres razones: se tenía que conseguir el reconocimiento como credo único del cristianismo de Roma, imponer la soberanía de Francia y volver a poner en acción a las masas, acostumbradas, desde las cruzadas de Palestina, al ex- terminio y despojo de infieles. El rey parisino les había prometido un rico botín. Gran impresión causó también la garantía del papa: todos los participantes en la guerra contra los albigenses podían estar totalmente seguros de obtener luchando, después de cuarenta días, la salvación eterna y, desde un comienzo, la absolución de todos los pecados cometidos durante la guerra. Bajo el protectorado de la virginal Madre de Dios, María, la turba inundaba las fronteras provenzales acompañada de una legión salmodiante y no menos armada de arzobispos y abadeses, curas y monjes. En una declaración del 1° de septiembre de 1883 el papa León XIII, también él uno de los odiadores de Alemania, en el trono de Pedro, explicó que los albigenses habían pretendido derribar a la Iglesia por la fuerza de las armas, pero ésta no había sido
  • 40. salvada por las armas, sino a través de las preces, por medio del descubrimiento dominico del rosario, por el que se había obtenido la mediación de la Santa Virgen; por lo que, o este papa había sido mal informado o informaba falsamente por su cuenta. Roma y París fueron los que desencadenaron la guerra. Elreysincorona delsurde Francia, elconde Raimund de Toulouse, hizo una rogativa tras otra para evitarle a su patria la desgracia. Es- fuerzo vano. Aunque hizo penitencia, muy pronto ardieron las prime- ras ciudades, pueblos yseres humanos. Finalmente, los cruzados sitiaron la ciudad de Foix. Con anteriori- dad, el señor de la ciudad, uno de los más fieles vasallos del conde tolosano, elevó una demanda en el tercer Concilio Lateranense al representante de Dios en la tierra, el papa, por consentir la matanza de los provenzales todos, sin importar la fe que profesaran. Quinientos mil seres humanos fueron los que cayeron sacrificados por los cruzados asesinos. Con una diplomática sonrisa le fue dispensada al acusador la bendición de despedida. Lo que tuvo que padecer el condado de Foix como derivación de esto en atrocidades, enajenaciones y persecuciones, tanto porparte de los peregrinos como de sus perseguidores, excede toda descripción, especialmente para la cristianización de los albigenses (léase exterminio de los albigenses)establecida por los dominicos (léase inquisidores). En aquel Concilio Lateranense se le reprochó al conde de Foix que su hermana Esclarmonde fuera archihereje y protegiera con toda firmeza a los herejes. A lo que el conde replicó que esto no era culpa suya, ya que su hermana podía mandar en sus propiedades como ella dispusiera y podía atender a sus súbditos de acuerdo con su propio juicio. Que, en lo referente a su credo, él menos derecho tenía, asícomo posibilidades, de obligaría a cambiar por la fuerza. Porque, según su punto de vista, era irrefutable que cada persona es libre de optar porsu fe. Cuándo en todo el país fueron cantadas misas en latín, Cuándo los burgos provenzales fueron ocupados por los nuevos amos, Cuándo la tierra conquistada se puso bajo las órdenes de la corona
  • 41. de Francia, Cuándo la lengua de los vencedores, la francesa, más triunfos comenzó a cosechar, la fe, finalmente, sólo siguió siendo libre en el castillo de Montségur y en las tierras altas de Foix protegidas por el castillo y por las imponentes montañas pirenaicas. Y todavía se mantenía libre aquí en el año 1244, o sea, treinta y cinco años después del comienzo de la guerra. La previsora condesa Esclarmonde, a cuyos bienes por viudez le pertenecía en condominio Montségur, después de la fracasada Conferencia de Pamiers, le había dado la orden al mejor arquitecto de castillos de aquellos tiempos, Bertrán de Baccalauria, de consolidar el castillo de manera tal que, según toda humana prevención, fuera inexpugnable. Sólo así fue posible que aquí arriba, cerca de las nubes, un puñado de caballeros fíeles a la patria, herejes de fe inquebrantable y buenos lugareños, pudieran mantenerse firmes contra el obstinado enemigo, tan superior en fuerza. Cecilia, hermana de Esclarmonde, también era "hereje". Pero pertenecía a los valdenses, creyentes en la Biblia y adherentes al comerciante de Lyon Pedro de Valdo, que, como protesta por la opulencia de Roma y la depravación de las costumbres, se esforzaba por llevar una vida apostólica, en el sentido de la imitación, apegada a la letra, de Cristo. También a los valdenses, a los que muy pocos caballeros o asentados libres provenzales pertenecían, el Vaticano había jurado exterminarlos. Durante la cruzada contra los albigenses arrastraron miles y miles de ellos a la muerte. Pero los archiherejes eran los cátaros más odiados por Roma, que eran con los que el padre y el hermano de Esclarmonde simpatiza- ban. Este último era un trovador famoso y su burgo permaneció abierto para todos los rapsodas vagabundos. A la hora de su muer- te, pidió que se le impartiera el "consuelo" herético.
  • 42. LAVELANET Durante el viaje hacia los altos Pirineos apenas he podido ver algo. Desde ayer llueve torrencialmente. También aquí parece querer retener su entrada el otoño. Finalmente viajé en un autobús de correos. Campesinos que llevan sus productos al mercado de Lavelanet eran los viajeros. Muy pronto lograron sonsacarme que soy alemán y que me instalaría en sus montañas. Gustosamente me hubieran enseñado el castillo de Montségur, que debe dominar hasta muy lejos el paisaje, pero las nubes lo cubrían. ¿Es cierto que usted busca el tesoro de los albigenses?, me preguntaron una y otra vez. Supe que hacía poco había aparecido en un diario de Toulouse un artículo a este respecto. Una pequeña y limpia hostería me proporcionó albergue por la noche. A eso de las diez de la mañana siguiente pude proseguir con el hijo del hostelero, un médico, la travesía al pueblo de Montferrer, que quiere decir Monte de Fierro o Hierro, y desde allí continuar al caserío Montségur. Él tenía enfermos que atender. Después de cenar, un octogenario me invitó a su casa para mos- trarme su colección de hallazgos. Llevaba décadas cavando en las ruinas del castillo y en las grutas de su pueblo. Huesos de osos y de leones de caverna, herramientas de piedra, flechas de hueso, de bronce o de hierro, fragmentos y muchas otras piezas me dejó ver, solícito y con orgullo. También había explorado, aunque superfi- cialmente, los escombros del castillo Montségur. Armas, ladrillos y proyectiles de piedra que se habían echado a rodar hacia el valle, contra los atacantes, eran los objetos más importantes que había hallado. Por último sacó de un escriño, con mano cautelosa, palomas de barro: palomas confeccionadas de arcilla, que también
  • 43. había en las ruinas de Montségur. Mi anfitrión no pudo decirme a que finalidad habían servido. Además, según supe para mi estupefacción, un amigo ya fallecido había hallado en el castillo un libro escrito en caracteres extraños -no sabía si en chino o en árabe-. Se ignora su paradero. Apenas me transmitió estas noticias, esperé, aún con más impaciencia de lo que lo había hecho hasta ese momento, el viaje a Montségur, y reflexioné toda la noche acerca de una historia que breves momentos antes de la partida -como se dice, entre la puerta y su gozne- me fue contada. A fines del siglo XII, en algún lugar de Cahors, en tierras tolosanas, vivía el poderoso vizconde Raimundo Jordán. Para un caballero de renombre, por esos tiempos era conveniente dedicarse a la Minne y a escribir poesías a una dama noble, o sea, ser trova- dor. La elegida por Raimundo Jordán fue Adelaida, esposa de un noble, el caballero Pena, que bien sabía de la Minne de ambos y la consentía. Al estallar la guerra contra los albigenses, tanto Raimundo como el noble empuñaron las armas y salieron a opo- nerse al enemigo. Cayó el caballero Pena y poco después se carecía de toda noticia de Raimundo. Adelaida esperaba anhelante y pre- ocupada al trovador. En la creencia de que había perecido en com- bate, renunció al mundo y se retiró, ya que era hereje, a lo alto del castillo. Quiso pasar sus días allá como eremita. Pero Raimundo Jordán había salvado su vida. Gravemente herido, había encon- trado amparo y cuidados entre amigos. Después de padecer largo tiempo postrado, pidió volver a ver a Adelaida y partió alcastillo de Pena por senderos secretos. Éste había sido desde hacía mucho tiem- po ocupado por el enemigo y la señora había desaparecido sin de- jar huella. También a él, declarado proscrito por el enemigo, no le quedó otro recurso que dirigirse al castillo de Montségur. Allí vol- vió a encontrar a Adelaida. En el trayecto de regreso a casa recordé unos pocos versos de Ludwig Uhland. Siendo escolar tuve que aprenderlos de
  • 44. memoria. ¿Quién por esos años me hubiese dicho que alguna vez me instalaría en los valles de la Provenza? En los valles de la Provenza Ha brotado el Minnesang: Hijo de la primavera y la Minne, El más agraciado, más íntimo compañero. Debido a los albigenses, que fueron herejes como mis ancestros, he venido a esta tierra. Que entre herejes y Minnesanger se hubie- ra establecido una estrecha relación, de ningún modo lo hubiera sospechado. MONTSÉGUR EN LOS PIRINEOS Vivo en una casa de campo muy sencilla. E1 agua tengo que sa- carla de un manantial algo alejado, desde el que un sendero lleva al llamado Campo de la Pira. Aquí fueron quemados por monjes domi- nicos de una sola vez doscientos cinco herejes en una gigantesca hoguera. El manantial brota a corta distancia de un tolmo, del que sobresale una cruz forjada en hierro, atravesada por dos espadas. De los maderos longitudinales de la cruz cuelgan un látigo, una vara de zahorí y una corona de espinas. También de ellas cuelgan las llaves de san Pedro. Directamente detrás de la roca se alza la majestuosa montaña del castillo. Sobre ella descansa en grandioso retiro Montségur, las ruinas del castillo. El caserío de Montségur cuelga sobre un abismo; puede que tenga unas treinta casas, no más. Y, por añadidura, una parte se ha desmo- ronado. El que puede se muda a cualquier parte de las ciudades o al valle, dejando abandonados sus bienes. Nada crece en estas alturas fuera de pastos de verano, patatas y algunas frutas. La gente es cruel- mente pobre, de lo que también se queja el dueño de casa, el párroco del lugar. Suele sentarse sobre sus libros de registros parroquiales y se
  • 45. pone dale que dale a sacar cuentas. Las prebendas y la limosna no le alcanzanpara vivir. A veces se marcha algunos días a visitar parientes en las cercanías de Veleta, retoma cargado de pan y embutidos. La iglesia, una mísera construcción, es visitada casi exclusivamente por niños de escuela. Los adultos, exceptuando un par de arrugados ancianos, sólo aceptan ir a la iglesia para el día de las ánimas, el único día del año en que el cura junta a su comunidad. En el día de las ánimas se conmemora a los difuntos. Junto a la iglesia del pueblo vive aquel ingeniero de Bordeaux que busca el tesoro de los albigenses y con el que trabé conocimien- to el primer día de mi estancia aquí. El castillo es propiedad de la comunidad, me dijo, y él había dejado estipulado por contrato que le cedería la mitad del tesoro en el caso de que su empresa fuera afortunada. Este tesoro consiste, lo sabe exactamente, de oro y plata. Abriga además la esperanza de hallar el Evangelio no falsificado de san Juan, que contendría la verdadera doctrina de Jesucristo y que habría estado en poder de los albigenses. Con éste la Iglesia romana, falseadora del Evangelio, habría deseado destruir el ver- dadero y único mensaje de Dios hecho hombre. Le pregunté de dónde sabía esto con tanta exactitud. Eso no podía revelármelo. Pertenecía a una sociedad secreta que exige de sus adeptos completo silencio. Lo que podía contarme era que los albigenses habían sido exterminados hasta el último de sus hombres por los inquisidores y sus sayones; con todo, el verdadero Evangelio de san Juan halló en el interior de la montaña del castillo, que era hueca, un seguro lugar de asilo. Durante el largo tiempo que el castillo estuvo en poder de los romanos, a menudo éstos excavaron y rebuscaron para encontrar la Sagrada Escritura de san Juan. En vano. Amén de eso, a él le sería conocido -de esta manera siguió contando- dónde se encuentra la tumba de Esclarmonde. Un zahorí le había indicado el lugar y también,
  • 46. gracias a la inclinación y amplitud del movimiento de la varilla detectara, podía describir el sarcófago. Es de piedra, y encima de la lápida hay una paloma de oro. REPRIMÍUNASONRISA Nunca había tenido desde la cima de la montaña del castillo una vista más bella que la que tuve hoy por la mañana. Hasta Carcassonne, donde una vez se mantuvo firme la corte de los reyes visigodos, y hasta Toulouse, la llanura se me ofrecía abierta. En lo más remoto al este creí divisar el mar que, entre los montes Negros y los montes de Alarico, resplandecía argénteo. A mis pies asomaba, desde el verde exuberante, la abadía Notre Dame de Prouille: con- vento matriz de la orden de los dominicos, patria del rosario y cuna de la Inquisición. La abadía es una fundación de santo Domingo, a quien, en ocasión de una visión que tuvo de la Madre de Dios, le fue ordenada la introducción del rosario y la exterminación de los here- jes: desde ese momento tuvo entre ceja y ceja a Montségur. Nunca puso sus pies en el castillo herético: antes de que éste fuera ocupado por sus iguales, tuvo que cerrar para siempre sus ojos y, si la iglesia instruyó correctamente, entró a la comunidad de los santos. Santo Domingo cargaba muchas muertes humanas sobre su conciencia... Por el noreste de Toulouse, por donde se cierne un leve vaho, ha de estar Albi, que les otorgó el nombre de albigenses a los herejes, debido a que cobijó al mayor número de ellos. De forma totalmente nítida divisé a mis pies, a más de mil metros de profundidad, la pequeña ciudad de Mirepoix. Sé que en tiempos anteriores a Cristo se llamó Beli Cartha. Significa ciudad luminosa, ya que Belis y Abellio, en esta región, fueron los nombres de la divinidad luminosa. En dirección norte, puede que a cuatro horas de camino, vi sobresalir entre dos alturas destacadas al castillo de Foix. En sus vidrios se reflejaba el sol matutino. Al oeste y al
  • 47. sur se extendían las cumbres pirenaicas, unas más orgullosas y más temerarias que otras: Canigou, Carlitte, Soularac y el majestuoso pico de San Bartolomé, llamado Tabor por los lugareños. ¿Será, al igual que el Tabor palestino, una montaña de la Transfiguración? En torno de sus prácticamente tres mil metros de empinadas cumbres revoloteaban jirones de nubes. Cerca de treinta años estuvieron arremetiendo contra Montségur durante la cruzada antialbigense los peregrinos y soldados, y poste- riormente también los dominicos, en contubernio con los franceses. Detrás de sus murallas, como sabemos, se habían parapetado los últimos herejes y caballeros libres. Más de treinta años llevaban resistiendo hasta que pastores sobornados, en la noche del Domin- go de Ramos del año 1244, les enseñaron a los sitiadores un risco sobre el cual quien no sufriera de vértigo podía alcanzar la cumbre de la montaña. La falda occidental, que es la menos escarpada, única vía de acceso al castillo, era la mejor protegida por las obras de fortificación. Empero, también el peligro amenazaba por aquí a los sitiados. Los atacantes habían construido una máquina de asedio llamada "gata" que día tras día se aproximaba unos pies, arrastrándose hacia el remate, y ya amenazaba los muros. El castillo cayó por la traición de los pastores. Todos los que no quisieron reconocer al dios Yahvé, el poderío de las Llaves de Pedro y el dogma de Roma fueron quemados el Domingo de Ramos en una enorme pira levantada a los pies del tolmo. Doscientas cinco fueron las víctimas, entre ellas la hija del castellano Esclarmonde de Belissen, pariente de la castellana Esclarmonde de Foix. Los demás prisioneros, unos cuatrocientos aproximadamente, fueron arrojados a las mazmo- rras de la fortaleza de Carcassonne, donde la mayoría pereció a causa de las penalidades sufridas. Me repuse descansando al lado de un pastor que encontré en el pico de Soularac. Me dio de comer de su queso y, a mi vez, le di de beber de mi gourde, una botella de piel llena de vino tinto que
  • 48. me habían dado para el viaje. Aunque el sol de un cielo despejado calentaba allí abajo, en el sur bramaba la tormenta. El pastor y yo charlamos de Montségur y del tesoro de los cátaros. Mi interlocutor quería saber si verdaderamente estuvo alguna vez guardado en el Montségur el Grial: Cuándo todavía se mantenían en pie las murallas de Montségur, los Puros guardaron en ella el Santo Grial. El castillo estaba en peligro. Las huestes de Lucifer se encontraban ante sus murallas. Ansiaban tener el Grial para volverlo a engastar en la diadema de su príncipe, que cayó a la Tierra durante la caída del ángel. En estas circunstancias llegó del cielo con la más apremiante emergencia una paloma blanca y con su pico abrió en dos el Tabor. Esclarmonde, custodia del Grial, lanzó la valiosa reliquia a la montaña, que volvió a cerrarse al recibirla, y así fue salvado el Grial. Cuándo los demonios arrasaron el castillo, ya fue demasiado tarde. Montados en cólera quemaron a todos los Puros no lejos del tolmo, en el Camp des Cremats, el Campo de la Pira. Todos los Puros fueron quemados, sólo Esclarmonde no lo fue. Ya que ella supo guardar el Grial, escaló hasta la cúspide del Tabor, se transfiguró en una paloma blanca y voló hacia las montañas de Asia. Esclarmonde no ha muerto. Todavía vive en el paraíso terrenal. Sólo que, precisamente por esto -concluyó mi pastor, la tumba de Esclarmonde seria imposible de hallar. Le pregunté sobre la opinión que le merecía lo del zahorí y los datos que me había proporcionado sobre el sarcófago de Esclarmonde. Opinó: "Ce sont tous des fumistes", son tramas de fantasiosos. Comí con el sobrino del cura y algunos aldeanos, cerca de la chimenea de un fogón. En el cuarto contiguo, muchachos jóvenes alborotaban jugando al belote. El tiempo se había puesto oscuro, el caserío y el castillo de Montségur colgaban de las nubes. Aún hoy, pasados tres días, no se ha aclarado el cielo. Es otoño. Hace un frío espantoso. Todos ustedes saben que el Montségur debe ha-
  • 49. ber sido el castillo del Grial. En toda la región de Foix se piensa así. El ingeniero había ironizado cierta vez que ellos charlaron con él a este respecto. Por eso ellos no me habían querido contar ni una palabra sobre esta tradición oral. Nohedeobviarque graciasa mientusiasmo nuestraconversaciónsé hizo más aventurada. Conseguí averiguar más: el ingeniero no podrá encontrar el tesoro porque éste se halla en una cueva del bosque del monte Tabor, protegido contra intrusos por una losa extremadamente pesada; en el interior de esa gruta montan guardia víboras. Aquel que quisiera levantarla podría localizarla el Domingo de Ramos -Fettes de Ramoux-, mientras el sacerdote oficia misa. Entonces es Cuándo la losa se deja levantar y duermen las serpientes. Mas ¡ay de aquel que no abandone la gruta antes de que el sacerdote cante Misa est! Al finalizar la misa se vuelve a cerrar de inmediato la cueva del tesoro y se tendría que agonizar atrozmente por las mordeduras ponzoñosas de las serpientes que han despertado repentinamente. Uno de los contertulios sostuvo que su abuelo, mientras cuidaba ovejas en medio del bosque, había localizado una losa como la des- crita, con una argolla de hierro, pero le fue totalmente imposible alzarla, por lo que se vio necesitado de ir rápidamente al pueblo a pedir ayuda. Al regresar al bosque no pudo hallar nunca más el sitio preciso. ¡Enigmática tierra ésta! Ha llegado el invierno y ha nevado casi ininterrumpidamente ocho días. Al ausentarme de mi terruño, allá en el norte, ni siquiera ensueños me hubiese podido imaginarque alguna vez a punta de pala tendría que abrirme camino a través de la nieve para ir a tomar mis comidas en una pequeña fonda. No serán las casas de campo del sur de Francia las que me hagan relegar al olvido que estoyen el extremo sur de Francia, que a pocas horas de camino se está en España, país que erróneamente imaginamos sólo como un huerto repleto de limo- nes y naranjas. En un lugar de éstos están los macizos imponentes, no muy diferentes de los de los Alpes bávaros, olmos cubiertos de nieve y bosques de abetos prácticamente sepultados en la nieve. Así de norteño es el aspecto del sur, tal como ahora lo experimento.
  • 50. Solamente el cielo es de un azulino, y el sol de una luminosidad, antes totalmente desconocidos para mí. La noche es de crudo frío y las estrellas están tan cerca que uno se figura que se podrían coger con las manos. Echo un leño tras otro en la chimenea y les impreco, porque en las cercanías del fuego hay calor abrasador y, a pocos pasos de distancia, se enfría uno hasta helarse. Al sentarse frente a la chimenea se le pone a uno la piel de gallina, a la vez que comienza a sudar. Prefiero permanecer en la cocina de la fonda. Aquí hay un fogón que irradia calor parejo. Los parroquianos tuvieron la misma sensación que yo. La cocina ha pasado a convertirse en el salón de la fonda. Escalar la montaña es imposible. Lo intenté en estos días, pero el manto de nieve está muy alto. Cuándo pude abrirme paso, el declive escarpado debajo delcastillo era un muro de hielo inescalable y orien- tado en contra del viento tormentoso que ruge alrededor de la mon- taña; a duras penas pude regresar. Tuve que optar por unos libros que había mandado pedir a Alemania: el Parzival, del gran Minnedichter alemán Wolfram von Eschenbach; el poema de la "Guerra de Wartburg", trabajos franceses y alemanes sobre la saga del Grial y del Minnesang, la canción trovadoresca alemana. La poesía de Wolfram me proporcionó una alegría incompara- ble. ¿Qué buscador de la justicia no es un buscador como Parzival? ¿Qué madre que tenga que interceder por la vida de su hijo no es una Herzeloyde? ¿Qué hombre recto no tiende a la luz y a la clari- dad, a un país del Grial? No tan profundamente me conmovió la canción de la "Guerra de Wartburg", escrita por una mano desconocida. Le falta armonía globalizadora, lo transtemporal y lo universalmente válido que tiene la obra de Wolfram. Francamente estremecedores son los unívocos pasajes donde se pone en evidencia todo el dolor de un religioso en lo más grave de un tiempo revuelto, elsiglo XIIIde la era cristiana. El clamor "¡Fuera de Roma!" ha encontrado aquí un
  • 51. carácter que, aunque ligado temporalmente, busca en la literatura alemana su semejante. El motivo de la añoranza de Parzival es el Grial, una Piedra de Luz frente a la cual el esplendor terrenal es nada; para Parzival, la realización del deseo terrenal debe ser el Paraíso. Quien mire direc- tamente el Grial no necesita morir. Heracles, Alejandro el Grande y otras figuras heroicas de la Antigüedad griega deben de haber tenido conocimiento de él. Al fin y al cabo, un "pagano y astrólogo" lo vio desde la luz astral y desde la órbita y lo predicó a los hombres. Cómo llegó el Grial desde el firmamento hasta la tierra, Wolfram lo silencia. La piedra quedó por fin en la tierra, dejada por un coro "que volvió a las estrellas, porque su Pureza los impulsaba a retornar al hogar". En un castillo de nombre Muntsalvatsche, desde entonces será custodiado por templarios en permanente estado de guardia y por un rey, esperando a su Doncella del Santo Grial y a su Guía, la única que podrá portarlo. Un joven héroe parte a la búsqueda del Grial: Parzival. Abandonó a su madre, Herzeloyde, para consagrarse a la caballería. Al llegar a ser caballero de la Mesa Redonda del rey Arturo, anheló con todo su corazón la máxima bienaventuranza terrenal. La encuentra en el castillo de Muntsalvatsche, en el Grial, y pasa a convertirse en Rey del Santo Grial. Su hijo Lohengrin, Cuándo adulto, será Heraldo del Santo Grial. En una barca sirgada por un cisne va él hacia los hombres, para defenderlos de la injusticia. El editor de mi versión de Parzival opina que el castillo del Grial debe estar en los Pirineos. Indicaciones geográficas como Aragón y Cataluña le habrían inclinado a sustentar su punto de vista. Los lu- gareños del Pirineo no están equivocados Cuándo a sus ruinas del Montségur también las conocen como el Castillo de Saint- Graal. La nieve entre la que el buscador del Grial, Parzival, dejó trotar su corcel hasta llegar por fin al Castillo de la Bienaventuranza bien pudo haber sido la nieve del Pirineo. El nombre de Muntsalvatsche -que únicamente Wolfram le dio al
  • 52. Castillo del Grial- significa, como muchos suponen, Monte Salvaje. Si se toma por base la palabra francesa sauvage, ésta proviene del latín silváticas (de silva, bosque). En lo que a bosque respecta, no hay ninguna carencia -pero sólo en el distrito de Montségur-. En el dialecto de aquí, Monte Salvaje corresponde a Moun Salvatgé, esto merecía no omitirse. Contradiciendo a Wolfram, su fuente de información, Richard Wagner, el compositor del "Lohengrin" y del "Parzival", llama al castillo del Grial Montsalvat, que significa Monte de Salvación. Montsalvat y Muntsalvatsche pueden ser considerados como iguales, y sin forzar los términos como un Moun Segur, Monte Seguro o Montaña del Reposo, ya que el castillo de Montségur, en cuyas cercanías vivo, también desde este punto de vista perfectamente podría ser el tan buscado Castillo del Grial. Sólo en Wolfram von Eschenbach hallamos, como he dicho, la de- nominación de Muntsalvatsche. Los demás poetas del Grial del medievo temprano, que fueron muchos, eligieron las denominaciones más diversas. En una antigua novela en prosa francesa, el objetivo que mueve al caballero del Grial es el Edén paradisíaco, Chastiax de Joie, Castillo de la Alegría, o Chastiax des Ames, Castillo de las Almas. En otro poema, el objetivo final es el propio Olimpo. Quien halle el Grial, por consiguiente, se ha convertido en olímpico, como lo han sido los dioses y héroesdeGrecia.Ala montaña yalcastillodel Grial, entodos los poemasdel medievo temprano se les ha visto como la Tierra de la Luz y como Lugarde la Transfiguración. Puede serque el Pic du Saint Barthelemy, en cuyo puesto avanzado se asienta el Castillo de Montségur, por eso haya recibido su apodo de Tabor, que tal como es sabido es el nombre de la bíblica Montaña de la Transfiguración. En mi habitación hasta ahora colgaba un cuadro de colores chillones representando a Jesucristo en el Monte de los Olivos. Un ángel alado sobresale de la mitad de una nube ofreciendo al orante un cáliz semejante a una custodia. Quité el cuadro y lo reemplacé por una hoja de mi mejor
  • 53. papel de carta, sobre la que, lo más cuidadosa y más bellamente que pude, escribí algunos versos de Wolfram von Eschenbach. Dicen así: Desde la Provenza hasta tierra alemana Nos fue enviada la leyenda auténtica. Lucifer se perdió al bajar Con su rebaño al infierno, Entonces el hombre nació. ¡Pensad lo que Lucifer obtuvo Junto a los camaradas de lucha! Ellos eran inocentes y puros... Quisiera creer que fueron las huestes de Satán y no las de Lucifer las que se apostaron frente al Montségur para obtener el Grial caído de la corona del portador de la luz, Lucifer, y guardada por los Puros. Puros eran los cátaros, pero no los frailucos y aventureros que con la cruz al pecho querían preparar la Provenza a favor de una nueva estirpe: su propia estirpe. UNAVEZ MÁS LAVELANET Hace pocas horas me fui del caserío de Montségur. El carricoche tirado por mulas que llevará mi equipaje al valle llegó hace un rato. Mi escritorio está en el jardín delantero del albergue, junto a una higuera. En las grandes fabricas de tejido aullan las sirenas, es el cambio del turno de trabajo. Alrededor de la mitad de todos los ha- bitantes de esta pequeña ciudad, averigüé, son tejedores; y el arte del tejido se ha generalizado desde tiempos inmemoriales. También a los cátaros se les llamó tisserands, tejedores... Volví a ser huésped del octogenario monsieur Rives, como lo llamo. Gracias a él logré datos importantes: Minnesang y Herejía habían sido congéneres antes de la época de la cruzada contra los albigenses. A favor hablaría el que la cataridad pidió ser una Gleyiza d'amours, una Iglesia del Amor, y que el ritual de escuchar atentamente a un trovador por parte de su dama se llamaba consolament, consuelo, como es bien sabido, también se denominaba así al acto de consa- gración que permite a un credens herético convertirse en un
  • 54. perfectus. De aquí provino el cantante y enamorante chevalier errant, el caballero errante, y pasó a convertirse probablemente en chevalier parfait, caballero perfecto; de un pregaire, rogador o buscador, lle- gó a ser un trovador, un hallador o encontrador. La categoría de chevalier errant habría correspondido al de un credens herético, y la categoría del chevalier parfait, a la de un perfectus herético. Las denominaciones latinas primero fueron introducidas por los inquisidores escribientes en latín. En lo que atañe a la Table Ronde, la Mesa Redonda, de la que los poemas medievales tantos prodigios supieron cantar, será el símbolo de la comunidad de los perfecti y el objetivo de los anhelos de los chevaliers errants, ya que tiene la forma "perfecta" de un círculo. La redondez de la tabla de Arturo y la redondez del Grial deben considerarse como el mundo poético del amor glorificado de los cátaros. A mi pregunta de si él conocía la leyenda del Castillo del Grial, Montségur; y de si él la tenía por seria, me dio un franco sí por respuesta. En las escuelas y universidades se enseña -prosiguió monsieur Rives- que los trovadores fueron unos zánganos sentimentaloides y efusivos que dejaban las preocupaciones cotidianas a mecenas y protectores, y que no conocían otra ocupación más que empeñarse, por medio de canciones y cortesía, en obtener los favores de una dama, con frecuencia una mujer casada. Esto hay que atribuírselo a un falseamiento de los hechos verdaderos llevado a cabo conscientemente por Roma después de la cruzada contra los albigenses. Quien lea sin prejuicios las canciones del Minnesang provenzal prontoconstataraquelostrovadoresnuncanombrana sus damas por sus nombres, sino que le cantan alabanzas de "rubia dama", de "dama de la bella faz" o de "luz del mundo". Estas damas no serían otras que la simbolización de su Iglesia del Amor [Minnekircher], y todos los trovadores que, a manera de ejemplo, elogiaban a su rubia "dama de Toulouse" o a su "señora de Carcassonne" no se referían a otra cosa que no fuera la Comunidad Cátara Secreta de Toulouse o Carcassonne. Como último fin, los inquisidores de Roma introdujeron
  • 55. por fuerza la adoración a María y la práctica del rosario, no pocas veces bajo amenaza de hoguera; y si los trovadores le dedicaron versos a María, iban dirigidos secretamente a su Iglesia del Amor. Esto se desprende inequívocamente de las actas de la Inquisición. La Domina, señora de los trovadores, según su punto de vista, era una diosa, no un ser humano, Cuándo ellos alaban en ella a la sabi- duría divina. Así fue también en sus comienzos con los Fedeli d'amore, los Fieles al Amor [Minnegetreuen] de la alta Italia, trova influida directamente desde la Provenza que ensalzaba con ardor a una Madonna Intelligenzia, señora Sabiduría. Si una Domina o Madonna fuera "casada", entonces, Cuándo analizo la biografía de los trovadores compruebo que al esposo caba- lleresco siempre se le menciona con su nombre completo y nunca omitiendo datos de su lugar de residencia o zona de dominio. Este "esposo", como se puede comprobar, en antiguas fuentes debía de ser considerado como el protector noble de la comunidad cátara dentro de su zona de soberanía. Es por esta razón que la Dama Adelaida, cuya triste historia él me narró en su última visita, fue protegida por el caballero Pena. El caballero Pena, cuyo nombre completo ahora no viene al caso, habría impulsado y protegido el catarismo con todas sus fuerzas en la comarca albigense bajo su dependencia. El "adorador" de Adelaida, el trovador Raimundo, habría sido "amado" [geminnt] por parte de ella, con conocimien- to y por voluntad del caballero Pena. Lo que significa que ella le confirió a él en Pena el Consolament: de rodillas él tuvo que pro- meterle a ella fidelidad hasta la muerte, y ella le dio a él como símbolo de Minne un anillo o una veste... ¿Cómo puede ser que la palabra alemana Minne no exista ni en el catarismo ni en el Minnesang provenzal?, pregunté. Me contestaron que estaba equivocado. La ceremonia de con- sagración del Consolament en la lengua de los albigenses también se llama Manisola, o Fiesta de la Mani Consoladora; la
  • 56. Mani correspondería a la alemana Minne y la palabra gótica del mismo origen munni corresponde a lo que nosotros llamamos Gedenken [conmemorar]. ¡Nunca la palabra Minne significó amor sin más ni más! Quiere decir una "memoria en amor". En sánscrito, el lenguaje culto de la India antigua, tiene el mismo significado, pero también designa a una piedra legendaria que según dicen esclarece el mundo y destierra la Noche del Error. Quizá ya me era conocido que muchos investigadores imaginan esta piedra, en la mayoría de los casos, como el vivo retrato de la mesa de piedra oferente de comida y bebida, Cuándo no ven en ella el Ideal del Grial. Por último pregunté a mi anfitrión si desde su punto de vista el Minnesang provenzal sería un bien espiritual germánico. Mi pregunta fue asentida: Manisola y Consolament habrían sido representaciones de la bebida del amor, el Minnetrinken germánico, y ya que se celebraban en el primaveral mayo, se originaron en la tradición de las danzas del mes de mayo germánicas. Desde el tiempo de los visigodos se ha mantenido la tradición en el "país de Gotia". Antes de despedirme de monsieur Rives, éste me nombró libros con los que podría comprobar y ampliar los datos que me había dado. También agregó, apretando cordialmente mi mano: "No olvide usted que los trovadores cultivaron y practicaron una Gaja Scienza, una Ciencia de la Alegría". Me zumbaba la cabeza. Si todo lo aprendido aquí era la pura verdad, tendría que desprenderme de todo lo que sabía y creía. Tendría que aprender todo de nuevo, como se suele decir. Pues que así sea. La palabra alemana Minne no significa amor, sino recuerdo y memoria. Entonces, teniendo en cuenta que yo pienso, poetizo e interpreto a causa de mis ancestros, resulta que yo mismo soy un poeta trovador [Minnedichter]. Yo busco. Quisiera ser trovador: encontrador. Mi "ciencia", aunque parezca en ocasiones dura o ca-
  • 57. prichosa, es alegre, y debe alegrar a todos los hombres de mi especie. Empero, no debo ni hacérmelo fácil, ni hacérselo fácil a aquellos que leerán este libro, en Cuánto éste me parezca bueno... CASTILLOP.EN LATOLOSANIA Soy huésped en la ciudadela de la condesa P, una dama de edad avanzada. Nadie mejor que ella conoce historias, tesoros, tradiciones y leyendas orales, así como sobre usos y costumbres típicos de su patria. Su biblioteca personal es de una no corriente homogeneidad y muy completa. La condesa me visitó con frecuencia enel Montségur. Ahora le devuelvo la visita. Hoy hemos pasado la hora de la merienda en la costa mediterrá- nea, al anochecer hemos emprendido el regreso con toda comodidad. Vinimos por los montes D'Alaric, melancólicos y desolados, que llevan su nombre por el rey godo Alarico. A la orilla del camino, a la sombrade un árbol se hallaba un carro, y frente a él un hombre delgado de cabellos blancos. A su lado una joven rubia estaba sentada sobre una piedra. El viejo nos miró con sus penetrantes ojos daros. "Es un cagot -me explicó mi acompañante-, un cagot de vida nómada. Los hay también sedentarios allá arriba en los Pirineos. Cuándo se pregunta sobre ellos a vecinos y aldeanos, por respuesta dicen que es gente maldita. Presumiblemente la palabra cagot está compuesta de Cathares y Gots, o sea, cátaro y godo. Ahora mismo ve usted un descendiente de los últimos albigenses." Al anochecer nos sentamos frente a la chimenea. La condesa tejía. Yo leía en voz alta un libro que fue encontrado en la cercana Montagne Noir, Montaña Negra, en las tumbas de la época de los albigenses. Una de ellas, fosa común. Doce esqueletos formaban una especie de rueda: las calaveras juntas conformaban el cubo y los