Este documento es una publicación promocional del libro Cuaderno de los sesenta: escritos 1958-2010 de Jonas Mekas publicado por Caja Negra en 2017. El libro recopila escritos del cineasta lituano Jonas Mekas sobre el nuevo cine experimental de la década de 1960 en Nueva York, incluyendo extractos de su diario de cine publicado en Village Voice. La publicación proporciona información sobre la edición y traducción del libro así como créditos de ilustraciones y permisos.
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alvo algunos casos excepcionales
perdidos en YouTube, las obras per-
manecen inaccesibles para curiosos e in-
vestigadores, seguramente dormidas en
los archivos de instituciones norteame-
ricanas a las que los usuarios con cuen-
tas de gmail no podemos acceder. Pero
quedan los relatos. Más precisamente,
los relatos que Jonas Mekas hace de todo
eso que vio entre el 6 de febrero de 1964
y el 23 de junio de 1966 y que recogió con
la forma de entradas íntimas en «Diario
de cine», sus artículos para Village Voice.
En esos textos, Mekas se llama a sí
mismo «el único historiador del nuevo cine».
En 1970, junto a un grupo de realizado-
res, creó el Anthology Film Archive, el
primer espacio dedicado al cine como
obra de arte. Ya en aquella época veía la
importancia de estos relatos efímeros.
Por eso, es difícil imaginar una mi-
rada más perceptiva sobre lo que pasa-
ba en esa Nueva York efervescente, con
pulso para la circulación de lo nuevo, que
no temía abrir el ojo para dejar entrar
toda clase de loops, glitches, cámaras en
S
EL CINE DE
NUESTRA MENTE
P O R J A V I E R A P É R E Z S A L E R N O
Y E Z E Q U I E L N A C U S S E
movimiento y para encontrar belleza
en el material en crudo, en los relatos
quebrados y deformes. Tendremos que
creerle a nuestro querido Jonas. Hoy,
sin las películas a mano, sus relatos
funcionan como una guía sobre cómo
detenernos a ver, como abrir eso que
llama la «mirada expandida».
Los nombres, lugares y eventos que
desfilan por estas páginas (que podrán
descargar al final de esta entrada) ar-
man el mapa de la cultura alternati-
va de la época. Aparece, por ejemplo,
Barbara Rubin, la primera en hacer una
película porno a los ¡19! años. Artistas
que conocemos bien como Allen
Ginsberg, Burroughs o Andy Warhol,
pero también realizadores que com-
partían la escena como Stan Brakhage,
Naomi Levine, Ed Emshwiller o George
Landow quien, en palabras de Mekas
«ha creado la primera obra maestra del
cine en loop». También espacios como la
Judson Church (que sería fundamental
durante los años siguientes y hasta hoy
en la historia de la danza y la escena)
o el Johnson Theatre. Críticas sarcásti-
cas a eventos como la Feria Mundial y
una exaltación: «El cine recién está empe-
zando. No vayan a Cannes a ver cine nuevo,
vengan a Nueva York».
De la mayoría de las experimentaciones
cinematográficas de los años 60 no quedan
registros en Internet.
Para Mekas, el
cine experimental
no es solamente
trabajar
con las formas,
también es ir
contra la narra-
ción, proponer
experiencias,
hacer sentir.
Tanto en sus
escritos como
en sus películas,
la noción de “ex-
periencia” está
tan ligada al arte
y es tan vital, que
los límites entre
obra y vida se
borronean.
El blanco de la diapositiva vacía
puede ser una iluminación.
capítulo
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a
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4. En su última película, Mekas pensó su
vida en retrospectiva como una serie de
imágenes ordenadas por el azar. La lla-
mó As I was moving ahead occasionally
I saw brief glimpses of beauty [Mien-
tras caminaba vi ocasionalmen-
te breves destellos de belleza].
Las piezas que acompañan esta entrada
podrían ser algunos de esos «pequeños
destellos de belleza», imágenes de un pa-
raíso hecho de errores, de fallas en el
sistema. El arte es, para Mekas, una
experiencia que trasciende la normali-
dad y, en ese sentido, el nuevo cine pro-
duce un glitch mental que transforma
la visión.
En 2007, frente a las cámaras de
los paparazzi, la estrella del pop Brit-
ney Spears se afeitó la cabeza, salió de
la peluquería en la que estaba y destro-
zó los vidrios del coche de un fotógrafo.
Las tapas de los periódicos del mundo
hablaron del colapso nervioso de la
princesita del pop, que tenía entonces
apenas 25 años. Al día siguiente, en un
vídeo casero de unos minutos, Jonas
Mekas comentó el episodio. Lejos de in-
terpretar ese colapso con un signo ne-
gativo o como la caída de una estrella,
sus palabras pusieron en juego años de
convicción poética: no existe un arte
posible sin un nervous breakdown. El
glitch del sistema nervioso rompe con
las convenciones sociales y abre la po-
sibilidad de una percepción nueva. Lo
supo Mekas cuando dijo «vamos todos a
afeitarnos las cabezas» y lo supo Britney
que, después de diez años de silencio,
dijo: «No quería que nadie tocara mi cabe-
za. Mi vida estaba controlada por demasia-
da gente».
En sus relatos sobre el nuevo cine de
los 60, Mekas ve modos de hackear el
control, de expandir el ojo tanto en la
forma que tiene el artista de crear, de
hacer, como en la manera que tenemos
de ver. Encontrar arte en otros lados,
incluso en la presencia del empalme
de la cinta en el montaje, en los bordes
quemados del fílmico, incluso más allá
del film concreto: el blanco de la diapo-
sitiva vacía puede ser una iluminación.
En estos tiempos de confinamien-
to, en el que nos acostumbramos a la
dictadura de la conexión débil, a la ima-
Y ¿por qué? Porque la
normalidad aquieta,
adormece, aburre.
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gen pixelada del otro en las videollama-
das, quizá sea bueno revisar lo que pro-
pone Mekas, abrirnos a la posibilidad
del breakdown y escapar del control
hacia nuevas formas de belleza.
Las películas que recorre en su
diario pueden pensarse como un break-
down mental al cine mainstream de la
época. Para Mekas, el cine experimen-
tal no es solamente trabajar con las for-
mas, también es ir contra la narración,
proponer experiencias, hacer sentir.
Tanto en sus escritos como en sus pelí-
culas, la noción de «experiencia» está tan
ligada al arte y es tan vital, que los lími-
tes entre obra y vida se borronean. For-
man juntas una misma actitud. Y en la
idea del cine expandido, encuentra una
nueva noción para percibir el mundo.
El nuevo cine necesita un público que
acepte incomodarse, abrir la mirada y
estar disponible para ese hackeo de las
formas conocidas. Un cine que propone
ya no seguir la trama sino la propia per-
cepción, el lenguaje de los sueños, de las
visiones, el cine de nuestra mente.
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5. ¿ E S T Á M U R I E N D O N U E S T R O O J O ?
6. SOBRE ELCINE
EXPANDIDO
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S E L E C C I Ó N T O M A D A D E L D I A R I O D E C I N E
Incluido en
Cuaderno de los
seSenta. Escritos
1958-2010,
Jonas Mekas,
Caja Negra, 2017
as experiencias con el lsd han demostrado que el ojo pue-
de expandirse, ver más allá de lo que generalmente vemos.
Pero, como dice Bill Burroughs (lo cito de memoria), «Todo aquello
que puede hacerse químicamente puede lograrse de otras maneras». Hay
muchas maneras de liberar al ojo. Se trata más bien de eliminar
ciertas barreras psicológicas que de cambiar al ojo en sí mismo.
Nunca miramos a la pantalla directamente, nos separa de ella el
océano difuso de nuestras inhibiciones y de nuestro «saber». Los
experimentos que Brion Gysin está llevando a cabo en París con
su Dream Machine (recomiendo leer la revista Olympia) demues-
tran que sin recurrir a drogas y tan solo con la ayuda de una luz
que titila (incluso con los ojos cerrados) podemos ver colores y
tener visiones que nunca hemos visto antes.
6 de febrero de 1964
El recuerdo que conservamos de la experiencia (al igual que con
el LSD) permanece después del experimento. Se ha logrado des-
activar así una serie de barreras. Como dice el profesor [Gerald]
Oster, que lleva adelante experimentos similares en Brooklyn,
(otra vez cito de memoria):
Salvador Dalí cree que «los artistas griegos
y árabes eran entrenados para liberarse de las
inhibiciones de la mirada. Solo luego del in-
cendio de la Biblioteca de Alejandría comenzó
a descuidarse la educación del ojo».
Decimos que la técnica de fotogra-
mas únicos que Markopoulos utiliza en el
film Twice a Man resulta molesta al ojo.
Distintas personas me han comentado
que, luego de ver Blazes, de Robert Breer,
o las películas de Stan Brakhage, sienten
dolores de cabeza, lo cual es bastante pro-
bable. Varios de nosotros, los que hemos
estado viendo estas películas con más
asiduidad, sentimos que los movimientos
son muy lentos, que podríamos soportar
más de lo que nos muestran. Nuestro ojo se ha expandido, nues-
tras reacciones oculares se han acelerado. Hemos aprendido a
ver un poco mejor.
¡Y aun así nuestra visión es tan limitada! Hay gente que
puede ver hadas y duendes. Hace poco leí un artículo en un nú-
mero del New York Times acerca de una mujer en Londres que
puede leer los colores con sus dedos. Como escribió Brion Gysin:
Estas eternas preguntas requieren de nuevas respuestas en tanto que a la
luz de la Dream Machine (la máquina que titila) podemos percibir tanto
al arte antiguo como al arte moderno con los ojos cerrados».
Stan Brakhage, en Metáforas sobre la visión, escribió: «Ima-
ginen un ojo no gobernado por las leyes humanas de la perspectiva, un
ojo no predispuesto por la lógica compositiva, un ojo que no responde al
nombre de cada cosa, sino que debe conocer todo aquel objeto encontra-
do en vida a través de una aventura de la percepción. ¿Cuántos colores
hay en un campo de césped para el bebé que gatea inconsciente de ‘ver-
de’? ¿Cuántos arcoíris puede crear la luz para el ojo no instruido?».
«El ojo está inhibido,
en algunas culturas
más que en otras. No
usamos adecuada-
mente los patrones
de moiré de la retina,
porque consideramos
que no es práctico.
Nuestra cultura de la
practicidad ha reduci-
do nuestra capacidad
de visión».
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«¿Qué es el arte,
qué es el color?
¿Qué es la visión?
L
¿ O es q ue h emos ol v idado cómo mirar ?
capítulo
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E n Olympia, Ian Sommerville ex-
plica: «He creado una simple má-
quina que titila. Se trata de un cilindro de
cartón con ranuras que gira sobre un gra-
mófono a 78 revoluciones por minuto y que
contiene una bombilla. Uno la observa con
los ojos cerrados y el titileo impacta sobre
los párpados. Las visiones comienzan con
un caleidoscopio de colores sobre el pla-
no inmediatamente posterior a los ojos, y
gradualmente se vuelven más complejas y
hermosas, se rompen como el oleaje sobre
la orilla hasta que surgen patrones comple-
tos, que presionan por ingresar. Luego de un
tiempo, las visiones se fijaron detrás de mis
ojos, y me encontré dentro de una escena de
patrones ilimitados que se generaban a mi
alrededor. Por un tiempo experimenté una
sensación casi insoportable de movimien-
to espacial, pero valió la pena atravesar-
la, porque descubrí que al detenerse yo me
había elevado por encima de la Tierra, en
un resplandor universal de gloria. Luego
entendí que la percepción del mundo que
me rodeaba se había incrementado notable-
mente. Cualquier sensación de cansancio o
narcótica había desaparecido...».
Todos estos pensamientos sueltos se
aplican al nuevo lenguaje cinemato-
gráfico que está naciendo, un nue-
vo modo de percibir el mundo. Louis
Marcorelles, uno de los editores de
Cahiers du Cinéma, me escribió hace
una semana, en relación al nuevo cine
norteamericano: «De pronto ya no pue-
do ver cine convencional, incluso si el que
lo hace es Godard». Sí, pero hasta los
críticos están prácticamente ciegos.
Contamos con un número de hombres
y mujeres talentosos que están creando
un cine nuevo, que abren nuevas visio-
nes, pero necesitamos que haya crí-
ticos y un público capaces de percibir
esas visiones. Precisamos que haya un
público dispuesto a educar y a expandir
su mirada. Un nuevo cine necesita que
tengamos nuevos ojos para entender-
lo. De eso se trata la cosa.
Resplandor de gloria
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M O V I M I E N T O P R O Y E C C I O N E S
e cualquier modo, no pretendo elaborar un informe históri-
co completo sobre el tema; para eso debería empezar desde
losm años veinte. Lo que vi en la iglesia Judson el pasado miérco-
les es, por lejos, el intento más ambicioso y exitoso de producir
una experiencia estética a partir de las múltiples combinaciones
posibles entre película y acción en vivo. Específicamente, sentía
que estaba presenciando un gran ballet-happening, que a menu-
do incorporaba a la totalidad del público a la vez que hacía uso
de todo el espacio de la iglesia, sus muros, columnas, balcones y
techo. Se distribuyeron espejos que el público utilizó para atra-
par los rayos de luz que atravesaban la iglesia. Si uno miraba al
público, parecía que también ellos estaban bailando, que se en-
tregaban al encanto de cada momento; sus manos se agitaban en
el aire, como si persiguieran y fueran detrás de los rayos de luz,
como si todo fuera un extraño ritual de luz.
Había pantallas en ambos extremos del auditorio y tres o
cuatro proyectores, en los que las imágenes se reproducían en
varios momentos, a veces individualmente y otras en forma co-
ral; se proyectaban en diferentes partes de la iglesia, en el cielo
raso, sobre las columnas, sobre y alrededor de los bailarines y
del público. Se creaban sobreimpresiones allí mismo, superpo-
niendo dos o tres imágenes, una sobre la otra. Sobre las panta-
llas ubicadas en los muros había un hombre que sostenía un pro-
yector como si se tratara de una pistola de imágenes o un pincel
de luz, agitándolo a su antojo, lanzando imágenes en color y en
blanco y negro, modificando su tamaño y la dirección en la que
apuntaba.
Presencia total
D
S I M P L E M Á Q U I N A Q U E T I T I L A e x periencia
capítulo
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8.
9.
10. 25 de junio de 1964
l comienzo hubo una imagen estática de un tren ingresan-
do a la estación (si tomamos ese comienzo). Luego hubo
obras de teatro filmadas. Luego vinieron los relatos y las fanta-
sías slapstick. Luego los poetas prescindieron de la trama y de
la continuidad narrativa. Los poetas en los sesenta incluso de-
jaron de lado la representación misma.
Se empezó a crear una nueva realidad de
movimiento y luz sobre la pantalla, más
espiritual, como se puede ver en los tra-
bajos de Brakhage o Jerry Jofen. En Dog
Star Man, Brakhage prescinde incluso del
cuadro. Introduce fragmentos de película
color en medio de un fotograma en blanco y negro, sus encuadres
se convierten en mosaicos. Gregory Markopoulos dio origen al
montaje a partir de un único fotograma. La televisión comer-
cial empezó a usar imágenes subliminales, repeticiones de fo-
togramas. La realidad fragmentaria que entrevemos a través de
las ventanillas de coches y aviones se ha convertido en nuestra
experiencia visual cotidiana. Nuestra mirada está atravesando
cambios físicos.
Hemos escuchado hablar de la destrucción de la pantalla,
sobre los experimentos que se producen en la Feria Mundial de
Nueva York: pantallas e imágenes múltiples. Hemos asistido al
uso de numerosos proyectores, de múltiples pantallas y de la fu-
sión entre acción filmada y acción en vivo en la iglesia Judson
durante la velada donde se presentó Fantastic Gardens. Aquellos
afortunados han incluso visto la obra de Harry Smith, mayor
A
capítulo
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mago en el mundo de la animación desde Méliès, el modo mági-
co en que utiliza la multiplicidad de imágenes, las diapositivas y
proyecciones, su cine cabalístico-espacial.
El material fílmico en sí mismo ha alcanzado sus pro-
pios límites (y no me refiero a las imágenes grabadas en cin-
ta). Brakhage hizo Mothlight sin siquiera usar una cámara.
Simplemente pegó alas de polilla y pétalos de flores sobre pelícu-
la transparente, y la pasó por la impresora. Storm de Hirsch se li-
bró incluso de la película: realizó su film Divinations –o al menos
dos tercios del mismo– en cinta de empalmar de 16mm, golpean-
do, tallando y pintando el material bruto con utensilios médicos
tomados de un quirófano y los usó para intervenir la cinta.
Naomi Levine¹ pintó y rayó y colocó tantas cosas sobre la
tira de celuloide que fue imposible imprimirla, a pesar de que esta
corriese sin problemas por el proyector. Es y será la única copia
de su película, es imposible hacer copias. Lo mismo puede decirse
de Christmas on Earth, de Barbara Rubin: solo existe el original.
Ocurre lo mismo que en la pintura, no hay reproducciones que
puedan recrear al original. Los cineastas ya no sienten interés
en hacer decenas de copias, consideran que la película origi-
nal es el único film verdadero y que no hay reproducciones que
puedan igualarlo. Markopoulos, Ken Jacobs y Jack Smith ni si-
quiera llevan a cabo el montaje con copias de trabajo; editan a
partir de sus originales, y no debido a una cuestión económica.
Si vamos aún más lejos, Nam June Paik, Peter Kubelka y George
Maciunas hicieron películas en las que prescindieron de la ima-
gen misma, en las que la luz se convierte en imagen. El film que
Kubelka realizó sobre la luz blanca ha sido la experiencia visual
más intensa de mi vida.
Y aún más lejos: me han llegado informes de que Brion Gysin,
Antony Balch y Barbara Piccolo en Londres, o Ámsterdam (no
importa realmente dónde) no usan película, ni proyectores ni
cámaras. Trabajan con humo y vapor. Dalí está experimentando
con lentes de contacto que lanzarán imágenes de colores directa-
mente en nuestra retina, mientras dormimos.
«Ahora la cámara atrapa
fragmentos de objetos y
personas, crea impresio-
nes pasajeras».
¹ Naomi Levine es una artista y cineasta estadounidense. Fue ella quien
presentó a Andy Warhol y Jonas Mekas en la Film-Makers’ Cooperative a
mediados de los sesenta. [N. del E.]
material celuloides limites
11. capítulo
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b
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Pantallas divididas
e logró un efecto maravilloso utilizando una pantalla dividi-
da, o más bien una pantalla hecha de varias tiras colgantes
que podían moverse y separarse; las figuras humanas surgían de
entre las particiones, entraban y salían de la pantalla, se sumer-
gían, desaparecían en su interior, se volvían parte de ella. Había
momentos en los que uno no sabía distinguir –o apenas sospe-
chaba la diferencia– entre la fotografía y la presencia real. Las
acciones retratadas en pantalla se superponían con las acciones
de los bailarines y de la gente, o las repetían, o las expandían. Las
mismas figuras que aparecían indistintamente en la pantalla, en
la pista de baile o en los balcones.
Todo esto funcionaba como una unidad artística, o al menos
había una intención consciente de que así fuera, con bastante
éxito. Uno no sentía estar presenciando un mero truco técnico.
No es sencillo describir la experiencia. Lo que sí puedo decir
es que no tenía nada que ver con la experiencia del Cinerama o
del Circorama de Disney; en esos casos uno o bien es demasiado
consciente de la técnica y de esa sensación de estar en un circo (y
esa también es una forma de experiencia), o bien se siente abru-
mado, demasiado implicado físicamente a través de las sensacio-
nes visuales. Aquí, en cambio, se proponía un uso más espiritual,
o quizás sería más correcto decir que se intentaba alcanzar nive-
les más sutiles de la experiencia audiovisual, más allá de las meras
sensaciones e implicancias físicas. La propuesta era generar una
experiencia estética, llegar al alma a través de los sentimientos,
los movimientos y las emociones. Era como presenciar una sinfo-
nía audiovisual espacial, que nos conmovía y nos hacía partícipes
de un modo extraño, hermoso, nuevo, de una manera que jamás
habíamos experimentado, de un modo que despertaba el asombro
y nos permitía entrever una belleza desconocida.
S
f iguras acciones audio v isual
12. Si pocas veces en la historia ha habido una usina cultural como la Nueva York de los años
sesenta, menos frecuentes aún son las figuras que han sabido hacerle frente a semejante
torrente de creación para interpretarlo en toda su magnitud. Una de esas raras excepciones es
Jonas Mekas (Lituania, 1922), quien compuso lentamente, texto a texto y casi sin darse cuenta,
una de las genealogías más profundas y exhaustivas de la irrupción renovadora del arte y su
repercusión en todas las esferas de la vida social de la segunda mitad del siglo XX. Cuaderno
de los sesenta. Escritos 1958-2010 es una selección de ese vasto corpus crítico que puede ser
leído al mismo tiempo como un manual de contraperiodismo y como un manifiesto poético
confeccionado sobre la marcha a partir de una constelación ecléctica de artistas revoluciona-
rios que incluye, entre otros, a Andy Warhol, John Cage, Pier Paolo Pasolini, Susan Sontag, John
Lennon y Yoko Ono, William S. Burroughs, Jack Smith, Hermann Nitsch y Maya Deren.
Ningún lugar adonde ir es el diario del largo exilio que Jonas Mekas emprende en 1944 tras
huir de su pequeño pueblo en Lituania por razones políticas. Ese extenso viaje involuntario
incluye campos de trabajo forzado, campos de refugiados, desplazamientos obligados con
destino incierto y su desembarco en Nueva York, donde se instala definitivamente e inicia su
actividad cinematográfica.
La nostalgia permanente, el estilo fragmentario, el insistente y solitario registro del mundo y
de la naturaleza que lo rodean son la primera formulación de lo que Mekas desplegará pos-
teriormente en sus films-diario; por eso la importancia de Ningún lugar adonde ir radica, no
solo en su carácter testimonial o biográfico, sino también en que aquí se funda una profunda
poética de la intimidad que caracterizará toda su obra.
Los diarios que componen este libro, tipeados por las noches con una máquina de escribir
prestada que el autor debía devolver cada mañana, transcriben sus vivencias proféticas du-
rante una estadía en el bohemio Greenwich Village de 1964: una sucesión de largas jornadas
de errancia estimuladas por lecturas en vivo y manifestaciones públicas, acaloradas discusio-
nes sobre cine y literatura, el descubrimiento de los Beatles y del canto rebelde de Bob Dylan,
una noche de fiesta y borrachera en casa de LeRoi Jones, y una polémica con Allen Ginsberg
sobre el rol de los intelectuales en tiempos de ebullición política.
CUADERNO DE LOS SESENTA:
ESCRITOS 1958-2010
JONAS MEKAS
Colección: synesthesia
Traducción de: guido segal
prólogo de: pablo marín
isbn: 978-987-1622-55-9
páginas: 448
ningún lugar a donde ir
jONAS MEKAS
Colección: synesthesia
Traducción de: leonel livchits
prólogo de: emilio bernini
isbn: 978-987-22492-8-1
páginas: 440
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memoria de los ritros paralelos
diario de nueva york, 1964
miguel grinberg
Colección: numancia
prólogo: miguel grinberg
isbn: 978-987-1622-27-6
páginas: 160
TÍTULOS
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13. FundadaenArgentina en2005porDiegoEsterasy Ezequiel
Fanego, Caja Negra es una editorial independiente con se-
des en Buenos Aires y Madrid que disemina sus libros por
Latinoamérica y España.
El catálogo propone un recorrido transversal por los
campos del ensayo, la literatura, el cine, las artes visuales
y la música, y promueve la coexistencia de materiales he-
terogéneos y la multiplicación de subrepticias conexiones
entre ellos.
Caja Negra es una entidad pensante, un organismo
tentacular cuya misión es mapear la historia de episodios
radicales de experimentación estética, política y vital. De
esas experiencias hace libros, y de esos libros una prolife-
ración de alianzas, activaciones culturales, discusiones y
recursos críticos orientados a desprogramar la maquinaria
del presente y multiplicar futuros inciertos.
C A J A N E G R A
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EDITORIAL
INDEPENDIENTE
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EDITORIAL
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14. «Cuaderno de los setenta»
se diseño e imprimió en
Buenos Aires, en el mes de
Junio del 2022.
Tipografía II Cátedra Cosgaya | Por Echavarría Leila