La iglesia en Laodicea se creía próspera y autosuficiente, pero Jesús les dice que en realidad son "desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos". Se habían vuelto tibios en su compromiso con Cristo, involucrándose solo parcialmente en adoración y enseñanza de la Palabra. Jesús les advierte que deben arrepentirse o serán vomitados, pues una iglesia tibia no tiene hambre de Dios ni crecimiento espiritual.