La institutriz comenzó a trabajar en una mansión cuidando y educando a dos niños, Miles y Flora. Ella asumió toda la responsabilidad por los niños, lo que le generó mucha presión. Esto provocó que empezara a sufrir alucinaciones de personas inexistentes, lo que agravó su estado mental. Cada alucinación empeoraba su brote cerebral. Finalmente, tuvo una última alucinación de la muerte de Miles que la llevó a abandonar la mansión para escapar de la presión y los traumas.