La niña María Angula fue enviada por su madre a comprar tripas para la venta, pero se entretuvo jugando y apostando dinero hasta que perdió todo. Incapaz de pagar por las tripas, le pidió a un hombre que se las fiara, pero él se negó. Finalmente, tuvo que robar las tripas de un cadáver para reemplazar las que había perdido apostando.