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ANALISIS MACROECONOMICO



Prefacio a la edición española

Este libro del profesor Shapiro es una obra de análisis económico que trata de sistematizar
realidades que se suponen conocidas y que no precisan, por tanto, una previa descripción
detallada, la cual encuentra su lugar más apropiado en un curso general de economía
política. Se trata de un análisis global o macroeconómico (del griego «makros», que significa
grande, por oposición a «mikros}}, pequeño). Gran parte del progreso registrado durante los
últimos treinta años por la ciencia económica se debe en gran parte a la transposición, al
nivel de la economía nacional, de conceptos e instrumentos analíticos inicialmente
concebidos para estudiar el comportamiento de los sujetos económicos individuales
(consumidores, empresas, etc.). Sin embargo, esta transposición plantea a menudo
problemas delicados, que exigen el conocimiento, por lo menos aproximado, del análisis
microeconómico antes de poder abordar el análisis global o macroeconómico, dado que,
desde el punto de vista teórico, ninguno de los dos métodos puede prescindir del otro.

A pesar del progreso logrado, el análisis macroeconómico no constituye todavía una teoría
sólidamente estructurada, sino una serie de medios de investigación y de esquemas
interpretativos de la realidad económica, en plena evolución.

La macroeconomía no ha logrado aún el elegante rigor ni la homogeneidad característicos de
las construcciones microeconómicas. Su presentación, desde el punto de vista lógico, es
incompleta.

El análisis sistemático de los fenómenos económicos ha llevado a los teóricos a utilizar en
ciertos casos el lenguaje matemático. Este presenta la enorme ventaja de hacer los
razonamientos más rigurosos; su inconveniente estriba, cuando es mal empleado, en tratar
de ajustar la realidad subyacente a los modelos teóricos previamente elaborados. ' El
profesor Shapiro se ha esforzado, sin embargo, en hacer accesible a todo tipo de lectores,
cualquiera que sea su formación, la ,compleja realidad macroeconómica actual. Valiéndose
de procedimientos expositivos puramente literarios, gráficos y algebraicos. No obstante ,el
lenguaje matemático empleado es siempre muy elemental y se utiliza de un modo alternativo
con las demás formas de razonamiento.

U no de los principales objetivos dé la teoría económica es aclarar el funcionamiento de la
economía en su conjunto, explicando y, si es posible, midiendo las fuerzas que determinan el
nivel al cual se ajusta la producción total de la nación y el volumen de empleo de los factores
productivos, especialmente de la mano de obra.

Este objetivo es difícil de lograr, dado que la producción global se compone de un número
muy grande de productos y de servicios cuya fabricación y utilización exige cada día millones
de decisiones individuales. Si hubiera que analizar necesariamente cada una de estas
decisiones antes de extraer conclusiones de conjunto, la tarea del economista sería
imposible de alcanzar.

Para reducir el problema a dimensiones razonables conviene simplificarlo procediendo a la
«agregación», es decir, reagrupando los millones de productos y los millones de sujetos
económicos que fabrican y utilizan estos productos en un pequeño número de categorías
denominados «agregados». O, dicho en otros términos, se prescinde de las diferencias entre
los consumidores o entre los empresarios individuales y se' trata de reagruparlos en
categorías lo suficientemente homogéneas para hacer válida la generalización de las
observaciones efectuadas.

En consecuencia, el análisis macroeconómico considera los fenómenos desde un punto de
vista global. Trata de reducir las numerosas variables económicas a un pequeño número de
magnitudes, entre las cuales se establecen relaciones características. Se interesa
esencialmente por los problemas del producto o de la renta nacional, del empleo, del
consumo y de la inversión, así como del nivel general de precios. " Este método no es, sin
embargo, nuevo. Fue utilizado por primera vez en Francia en el siglo XVIII, por la
denominada Escuela Fisiocrática, en el famoso «Tableau économique» de Francois Quesney
(1758), que trataba «de la distribución de los gastos anuales de una nación agrícola»,
constituyendo el primer gran modelo del circuito económico global.

A finales del siglo XVlII y principios del XIX, los economistas de la Escuela clásica inglesa
(Adam Smith, David Ricardo, T. R. Malthus y John Stuart Mili) estudiaron en términos
globales la evolución de la economía hacia «el estado estacionario» y describieron los
mecanismos de la misma. Asimismo, Carlos Marx procedió a un análisis macroeconómico
cuando estudió las leyes de la evolución del capitalismo y de la influencia de la acumulación
del capital sobre el tipo de beneficio, el paro forzoso y las crisis económicas.

Los estudios macroeconómicos sufrieron un eclipse durante el período 1870-1930 -período
caracterizado por un gran desarrollo del análisis microeconómico-, para tomar de nuevo
impulso gracias a los trabajos de John Maynard Keynes, especialmente de su Teoría General
de Empleo. el Interés y el Dinero, aparecida en 1936. La influencia de esta obra ha sido tal,
que la teoría económica moderna recibe a menudo la calificación de «análisis keynesiano».

La renovación del análisis macroeconómico en el curso de los últimos decenios se puede
explicar por diversas razones: se tienen en primer lugar las preocupaciones por la política
económica; dado que la intervención general del Estado se ejerce sobre el conjunto o sobre
grandes sectores de la economía, los problemas que la misma plantea deben ser
examinados en el marco de una teoría global. Esta presenta, además, la ventaja de poder
ser expresada en términos cuantitativos gracias a la evaluación estadística de las
magnitudes globales, recogidas sistemáticamente por la contabilidad nacional.

En segundo lugar, se tienen las preocupaciones metodológicas y teóricas, dado que el
análisis macroeconómico considera fenómenos que no pertenecen al campo individual; de
donde resulta que los caracteres y el comportamiento de un conjunto no pueden ser
determinados por medio de una simple generalización de los caracteres y del
comportamiento de los elementos que lo componen, de la misma manera que el
comportamiento de un bosque no puede ser descrito por el simple comportamiento de los
árboles que lo forman. Esta observación pone en evidencia la autonomía del análisis
macroeconómico con respecto al análisis microeconómico.

Aunque los «agregados» económicos sean la suma de cantidades individuales, el paso de un
tipo de análisis a otro plantea, sin embargo, importantes dificultades, porque muchas
proposiciones que son válidas al nivel de los individuos dejan de serio al nivel del sistema
económico en su conjunto y viceversa. Estas dificultades tienden a ser enmascaradas por el
hecho de que la microeconomía y la macroeconomía utilizan a menudo conceptos análogos
e instrumentos analíticos semejantes.

Así, por ejemplo, los conceptos de oferta, de demanda y de equilibrio suponen para el
análisis microeconómico la existencia de un mercado-tipo, como el de una mercancía
particular; los compradores demandan una cierta cantidad de esta mercancía a cada precio
posible; los vendedores deciden qué cantidad ofrecerán para obtener un cierto precio;
cuando las cantidades ofrecidas y demandadas coinciden, se tiene una situación de equilibrio
en el mercado. Si el precio pagado por los compradores para obtener una cierta cantidad de
la mercancía considerada es tan alto que incluso los productores cuyos costes son más
elevados logran importantes beneficios, la competencia atraerá nuevas empresas al
mercado, con lo que las cantidades ofrecidas acabarán por aumentar; pero para incitar a los
compradores a demandar los productos suplementarios, el precio unitario debe disminuir; de
este modo, gracias a las variaciones en los precios y en las cantidades ofrecidas y
demandadas, tenderá a lograrse un equilibrio de fuerzas.

De manera análoga, el análisis macroeconómico concibe un equilibrio entre la oferta y la
demanda para el conjunto de la economía; la oferta global consiste en la cantidad total de
bienes y servicios disponibles en el país, mientras que la demanda global es la suma de las
demandas particulares de todos los bienes.

Es obvio que la oferta y la demanda globales no pueden ser expresadas en términos de
cantidades físicas, dado que no es posible sumar docenas de huevos con toneladas de
acero, con metros de tejido y millares de automóviles. La oferta y la demanda globales se
tienen que analizar, por tanto, en términos monetarios; se dice que los compradores están
dispuestos a gastar tal o cual suma de dinero, expresada en pesetas, dólares, francos o en
otra moneda cualquiera, en tanto que los vendedores se disponen a ofrecer productos y
servicios por un valor igualmente expresado en unidades monetarias.

Si la cantidad de dinero que los compradores están dispuestos a gastar no coincide con el
valor monetario de los productos y servicios ofrecidos por los vendedores, no habrá
equilibrio. La falta de equilibrio entre la oferta y la demanda global provocará variaciones en
la producción y en los precios y, eventualmente, en el nivel de empleo, dado que, por
ejemplo, una producción menos importante puede exigir la utilización de menos trabajo y
provocar, por tanto, paro en ciertos tipos de trabajadores. Sin embargo, estas variaciones no
llevarán necesariamente la economía a una situación de equilibrio. En este punto la analogía
entre el mercado de un producto particular y la economía en su conjunto pierde su validez,
debido precisamente a que ciertas relaciones entre la oferta y la demanda que pueden ser
desdeñadas por el análisis microeconómico juegan un papel muy importante al nivel del
análisis macroeconómico.


Cuando se estudia el mercado de un producto .particular cualquiera, es lícito suponer que los
compradores y los vendedores son sujetos económicos diferentes; así, por ejemplo, la
mayoría de las amas de casa que compran pan no tienen por qué ser las esposas de los
panaderos. Se puede, pues, admitir que los compradores y vendedores de pan actúan
independientemente los unos de los otros y que las decisiones de unos no ejercen más
influencia sobre las decisiones de los otros que a través del propio mercado del pan.

Análogamente, si las empresas que, producen televisores contratan más obreros, el hecho
de que distribuyan más salarios sólo significa que los perceptores están ahora en
condiciones de gastar más. Pero la influencia de estos gastos suplementarios sobre las
ventas de televisores apenas será perceptible a no ser que la industria de aparatos de
televisión emplee la I)1ayor parte de los trabajadores del país o que los obreros dediquen
casi todos sus salarios a la compra de televisores. Como estas hipótesis son poco probables,
el análisis microeconómico del mercado de ,televisores puede legítimamente ignorar este
impacto hacia atrás,' esta reacción indirecta de la oferta sobre la demanda de televisores a
través, del poder de compra de los trabajadores.

Cuando uno se coloca, por el contrario, en el plano macroeconómico, la relación entre la
oferta y la demanda globales, a nivel nacional, no puede ser ya ignorada. En efecto, a este
nivel, compradores y vendedores, considerados en su conjunto, son generalmente las
mismas personas o los mismos sujetos económicos; el, dinero percibido a cambio de los
bienes y servicios vendidos por los productores permite a éstos realizar gastos como
compradores.

De un modo general, la producción da origen a corrientes o flujos de productos y servicios y
a corrientes o flujos de rentas. Estas últimas están constituidas por sueldos y salarios,
intereses, beneficios, etc. distribuidos entre todos aquellos que han participado en el proceso
de producción; provocan corrientes de gastos que adquieren los productos y servicios
resultantes de la producción. La circulación de estos flujos constituye «el circuito
económico».

La oferta y la demanda globales están, por tanto, relacionadas a: través de la renta. Si los
compradores deciden gastar más dinero que antes y esto da lugar a que aumente el valor de
los bienes y servicios ofrecidos, los vendedores percibirán rentas más elevadas, lo que les
permitirá a su vez gastar más. Por el contrario, si los sujetos económicos gastan menos, es
decir, si la demanda global disminuye, tendrá lugar una reducción en el valor de los bienes
ofrecidos y, por tanto, en las rentas de los vendedores, lo que provocará, a su vez, una
nueva reducción de la demanda global.

En estas condiciones, el modo de plantear el problema del equilibrio tendrá que experimentar
una profunda modificación. En tanto que sobre un mercado particular cualquiera, la' variable
clave es el precio del producto considerado, en el plano macroeconómico el nivel general de
precios no tiene la misma significación. En efecto, un alza general de precios no provocará
necesariamente una reducción de la demanda global, dado que al aumentar el valor nominal
de los productos vendidos elevará al mismo tiempo las rentas monetarias de los productores
o vendedores. Como resulta que estos últimos son igualmente compradores, éstos,
considerados globalmente, tendrán a su disposición, los medios necesarios para adquirir las
mismas cantidades de productos y servicios que antes, a pesar de haberse elevado el nivel
general de precios.

El problema fundamental consiste entonces en saber si comprarán o no las mismas
cantidades; porque es sólo si no lo hacen cuando las condiciones de equilibrio entre la oferta
y la demanda globales se alteran. O, dicho en otros términos, la cuestión planteada no
consiste en saber cómo ,reaccionará la economía ante una variación del nivel general de
precios, sino en cómo responderá ante una modificación en el nivel de la renta nacional.
Enjugar de la curva de la demanda, que, en el mercado de un producto particular, indica las
cantidades de este producto que los compradores desean adquirir a cada precio posible, el
análisis macroeconómico exige una curva que indique el nivel de la demanda global que
corresponde a cada nivel posible de la renta nacional.

Se deduce de lo dicho que el análisis macroeconómico representa un «enfoque» de la
realidad fundamentalmente distinto del que caracteriza el análisis microeconómico, si bien en
ambos casos se utilicen los mismos conceptos.

El tratar de investigar cómo reacciona la demanda global ante una variación en el nivel de la
renta nacional exige un cierto refinamiento del análisis, aunque se razone en términos de
agregados nacionales. Es evidente, en efecto, que todos los sujetos económicos no se
comportan necesariamente del mismo modo ante una variación de sus rentas; así, por
ejemplo, ~n el supuesto de una disminución de la renta, ciertos sujetos puede que reduzcan
fuertemente sus gastos, en tanto que otros tratarán de mantenerlos echando mano de sus
reservas monetarias acumuladas o recurriendo al crédito. Es, por tanto, conveniente
clasificar por categorías los sujetos económicos dotados de cierta homogeneidad en su
comportamiento, siempre que estas categorías no sean demasiado numerosas y no hagan el
análisis excesivamente complicado.

La clasificación generalmente adoptada consiste en establecer cuatro grandes categorías de
sujetos económicos: las familias o consumidores, la~ empresas, la Administración pública y
el sector exterior, es decir, los países extranjeros. Esta clasificación, adaptada a las
categorías de gasto, conduce ,a subdividir la demanda global en cuatro componentes
principales: consumo privado, consumo público, formación de capital o inversión y saldo del
intercambio de bienes y servicios con el exterior (exportaciones menos importaciones de
bienes y servicios). Esta clasificación se utiliza sobre todo en la contabilidad nacional.

Si en una primera aproximación se asimila la oferta global al valor total de los bienes y
servicios producidos por los sujetos económicos del país, es decir, al Producto Interior Bruto
o Renta nacional, el equilibrio macroeconómico vendrá definido por las siguientes
igualdades: Renta nacional = Demanda global y Renta nacional = consumo privado + gasto
público + inversión + saldo neto exterior, siendo válidas estas relaciones para un período de
tiempo determinado.

El análisis macroeconómico utiliza generalmente una clasificación más simple de la demanda
global: Demanda global = consumo + inversión. Se hace aquí, por tanto, abstracción de la
existencia del Estado y de las relaciones económicas con los países extranjeros.

Cuando se adopta esta clasificación simplificada se supone que el Producto Nacional Bruto
se compone de una masa de bienes de consumo y de bienes de equipo que son enviados al
mercado y que constituyen la oferta global o renta nacional. En contrapartida de la
producción de estos bienes, se distribuye un volumen de rentas o ingresos, cuyo importe es
igual también a la renta nacional.

Los perceptores de estas rentas las distribuyen en dos partes: una la forman las compras de
bienes de consumo y la otra el ahorro. Por tanto se tendrá la igualdad: Renta nacional =
consumo + ahorro.

Las sumas ahorradas son retiradas de la circulación; pero cuando ciertos sujetos
económicos, y, más especialmente, los empresarios, piden prestadas estas sumas o utilizan
créditos bancarios, pueden comprar con ellas bienes de equipo, es decir, las invierten. En
consecuencia, la demanda global de bienes y servicios se puede representar, según hemos
visto, por la suma: Demanda global = consumo + inversión.

Cuando se alcanza el equilibrio macroeconómico, la oferta y la demanda globales coinciden,
es decir: Renta nacional = Demanda global; o lo que es lo mismo: Consumo + ahorro =
consumo + inversión; de donde: Ahorro = inversión. Esta igualdad entre el ahorro y,la
inversión se presenta tradicionalmente como la condición del equilibrio macroeconómico,
Significa simplemente que para que haya equilibrio en el mercado de bienes y servicios,
globalmente considerada, todo lo que se haya producido deberá ser comprado y, por
consiguiente, que todo lo que no se haya consumido (es decir, todo lo que es ahorrado)
tendrá que ser invertido. Y como en una economía moderna los sujetos que ahorran no
tienen por qué coincidir necesariamente con los que invierten, el equilibrio implica que los
propósitos de ahorrar sean iguales a los proyectos de inversión; o lo que es lo mismo: que el
ahorro ex ante coincida con la inversión ex ante.

Así, pues, la realización del equilibrio macroeconómico supone que la suma de dinero que
los sujetos económicos desean gastar en un momento sea igual al valor de los bienes y
servicios ofrecidos; o lo que es lo mismo, que el ahorro y la inversión planeados, o ex ante,
sean iguales.

La verificación de semejante equilibrio, sin referencia alguna al tiempo, equivale a la
utilización del método estático. Este tiene por objeto descubrir si existe o no equilibrio, sin
preocuparse de averiguar lo que ha pasado antes, ni lo que pasará después.

Sin embargo, a un nivel macroeconómico, la noción de equilibrio estático corresponde a una
situación completamente excepcional.

Entre los elementos de la demanda global figuran, en efecto, las compras de bienes de
inversión. La existencia, en un momento dado, de una inversión neta positiva significa, pues,
que el «stock» de capital, es decir, que la capacidad de producción instalada en la economía
aumenta, y que, por consiguiente, la producción global debe aumentar, lo que alterará la
situación de equilibrio alcanzada. Una situación de equilibrio estático, en sentido estricto, no
puede concebirse nada más que si la inversión y el ahorro netos son nulos, de tal suerte que
el «stock» de capital permanezca constante; ello supone, además, que la población o las
fuerzas de trabajo no varíen y que no haya progreso . técnico. Se puede, no obstante,
efectuar un análisis estático teniendo presente la existencia de un ahorro y de una inversión
positivos. En este caso, se supone que toda la inversión es autónoma y se ignoran sus
consecuencias sobre el «stock» de capital; o dicho en otros términos, se razona no sobre un
momento dado, sino sobre un corto período de tiempo, admitiendo que ciertas
modificaciones son posibles (variaciones de los elementos de la demanda global o del
volumen de la producción), pero se inmovilizan artificialmente ciertas magnitudes (tales como
el «stock» de capital), cuyos cambios son muy lentos. Este procedimiento permite estudiar
las consecuencias inmediatas de un desequilibrio entre la oferta y la demanda globales,
eliminando las complicaciones derivadas de los cambios a largo plazo experimentados por la
economía y describir la realización del equilibrio macroeconómico a corto plazo.

El análisis se hace dinámico cuando las variables vienen relacionadas con una fecha dada,
es decir, cuando se refieren a diferentes momentos o períodos de tiempo y se establece un
nexo entre el pasado y el futuro. El fin del método dinámico es investigar cómo evoluciona la
economía del tiempo, cómo la situación que tiene lugar en un momento dado ejerce una
influencia sobre la situación en otro momento.

En este campo se puede hacer una distinción entre el equilibrio dinámico, que supone que se
cumplen, de período en período, las condiciones del equilibrio macroeconómico, y el
desequilibrio dinámico, en el cual estas condiciones fallan debido a los retardos temporales o
«lags» introducidos en la evolución de las diferentes variables utilizadas.

El sistema de equilibrio dinámico más elemental es el del estado estacionario, que
representa una transposición en el tiempo del concepto de equilibrio estático. El estado
estacionario es, en efecto, una situación de equilibrio estático que se perpetúa en el tiempo,
donde las variables aparecen referidas a unas fechas dadas, pero que permanecen
continuamente inalteradas de un período a otro. Describe, en una primera aproximación, la
evolución de una economía con una tasa de crecimiento nula. La etapa siguiente consiste en
analizar el comportamiento de una economía que se desarrolla de una manera uniforme a
una tasa de crecimiento positiva, pero constante; mientras que en el estado estacionario la
inversión, el consumo, la producción y la renta nacional permanecen inalteradas en el
tiempo, en una economía con crecimiento uniforme es la tasa de crecimiento de estas
diferentes variables la que no cambia. Una economía con crecimiento uniforme se dice que
está en situación de equilibrio a largo plazo. Si bien una situación como ésta sea analizada a
menudo debido a su simplicidad, es evidente que se pueden imaginar muchos otros sistemas
de equilibrio dinámico.

y lo mismo puede decirse con respecto a. los sistemas de desequilibrio dinámico, que se
proponen poner en evidencia las fluctuaciones más o menos amplias de .la actividad
económica, en lugar de sujetarse a una progresión regular.

En un ,intento de resumir de una manera esencial lo. expuesto anteriormente, pudiera.
decirse que el análisis macroeconómico utiliza, valiéndose de procedimientos autónomos" un
cierto número de instrumentos con objeto de investigar cómo y por qué la economía alcanza
un equilibrio que se corresponde con un nivel más o menos elevado del producto o renta
nacional, y cómo y por qué este nivel varía a lo largo del tiempo, registrando fluctuaciones
más o menos importantes.

Siguiendo la tradición anglosajona, en el libro del profeso~ Edward Shapiro se mezcla lo
positivo con lo normativo, es decir,. la teoría con la política económica, lo que ha llevado a
veces a la confusión metodológica y epistemológica de que esta última disciplina no es sino
una simple aplicación de la primera, olvidándose de los aspectos estructurales,
institucionales y sociológicos que forman el complejo entramado de la política. Así como la
escuela hist9ri~a alemana exageró el contenido empírico de la economía, cayendo en un
historicismo poco fecundo, la tendencia contraria, de inspiración anglosajona, lleva a un
teoricísmo excluyente, que está malogrando muchos esfuerzos en el campo de las
realizaciones políticas. La abstracción, absolutamente indispensable para el progreso de la
teoría, resulta harto peligrosa cuando se desciende al terreno de la praxis, olvidándose de los
condicionamientos que se esconden bajo las premisas y los parámetros introducidos
liberalmente por la teoría.

El Análisis macroeconómico del profesor Shapiro es, sin duda, un magnífico libro de texto,
claro, sistemático y preciso, indispensable para todo aquel que pretenda comprender con
rigor científico los complejos fenómenos económicos de nuestra época.

En esta tercera edición, el Profesor Shapiro ha introducido algunos cambios, que él explica
minuciosamente en el prólogo, los cuales no afectan esencialmente al enfoque y contenido
de la obra, que sigue siendo fundamentalmente de inspiración Keynesiana, si bien en el
capítulo 18 se expone la "Moderna Teoría Cuantitativa del Dinero" y se recogen las ideas
"monetarias" del Premio Nobel, Profesor Milton Friedman.
Existe a veces la impresión de que este enfoque de la macroeconomía, con el notable
perfeccionamiento que supuso en su día el modelo hicksiano IS-LM, ha perdido validez en el
mundo en que vivimos. Nada más lejos de la verdad. La validez de la teoría Keynesiana,
dentro de los supuestos en que está basada, no es ya objeto de controversia alguna y
constituye la nueva ortodoxia científica.

Otra cosa es su aplicabilidad a la política económica de cada país, basada en el
sostenimiento de la demanda global para mantener el nivel de la renta nacional en el
correspondiente al pleno empleo y el apoyo incondicional de la inversión, con independencia
de su rentabilidad, como instrumento eficaz para el sostenimiento de la demanda global, lo
cual resulta muy discutible.

Toda teoría económica puede ser sometida a verificación a dos niveles distintos: el de su
coherencia interna y validez de las relaciones entre sus diversas variables, y el de la
aplicabilidad de sus conclusiones fundamentales a cada caso concreto, de lo cual depende la
praxis o utilización práctica de la misma en la política económica.

En lo que concierne al primer punto, la teoría Keynesiana es, sin duda, una doctrina científica
dotada de consistencia lógica y representativa fiel de la realidad, debiendo constituir, por
tanto, el marco esencial de todo curso universitario de economía. En cuanto a la política
económica, no existe ninguna fórmula de aplicación universal en el espacio y en el tiempo;

análogamente a lo que sucedía con la geometría de Euclides, no es posible hallar ningún
"camino real" que nos lleve directamente y sin pérdida alguna de tiempo al reino de la
felicidad humana...



Capítulo primero



Los antecedentes de la teoría Macroeconomía

Cualquiera que sea la definición o delimitación que elijamos para el área del estudio llamada
teoría económica, hoy esa área se divide ordinariamente en dos grandes ramas, conocidas
comúnmente como macroeconomía y microeconomía. Bajo estos encabezamientos
encontramos numerosas subdivisiones, tales como teoría monetaria, teoría de los ciclos
comerciales, teoría de la producción, teoría de los salarios, etc., pero la separación inicial
básica es la de teoría macroeconómica y teoría microeconómica.

Se utilizan a veces otros términos más antiguos para identificar estas dos ramas, pero nunca
han llegado a ser parte del lenguaje económico en la forma que lo son, en los últimos años,
los de macroeconomía y microeconomía. La razón principal de esto es que hasta la década
de los años treinta de este siglo había poca necesidad de distinguir estas dos ramas de la
teoría económica, ya que los economistas concentraban su atención casi exclusivamente en
lo que vino luego a ser conocido con el nombre de teoría microeconómica. La teoría
macroeconómica era claramente el compañero más joven. Pero se inició un nuevo interés
por esta rama en 1936, año de la publicación de la Teoría General del Empleo, el Interés y el
Dinero, de John Maynard Keynes1, año que constituye el principio de un cambio tan
importante que algunos lo han llamado el de la «Revolución Keynesiana». Con el fermento
contenido en las ideas del libro de Keynes, termina el relativo olvido en que los economistas
tenían a la teoría macroeconómica.



Macroeconomía y microeconomía

«El término "macroeconomía" se aplica al estudio de las relaciones entre los grandes
agregados econÓmicos». «La teoría macroeconómica es la teoría de la renta, el empleo, los
precios y el dinero). La macroeconomía es «aquella parte de la economía que estudia los
promedios y agregados totales del sistema). Ninguna de estas definiciones, ni ninguna otra
afirmación breve que pudiera darse, explica satisfactoriamente el significado del término, y,
por ello, el autor de cada una de ellas añade a esa breve definición varias otras frases,
párrafos e, incluso, páginas enteras en su intento de dar un claro significado al término.
Aunque todas ellas difieren algo en el énfasis, todas estas explicaciones dan la idea de que
la macroeconomía trata del funcionamiento de la economía en su conjunto, estudiando la
forma en que se determinan el producto total de bienes y servicios de la economía y el
empleo total de ,los diversos recursos y las causas que hacen fluctuar a estos totales.

Intenta explicar porqué algunas veces sólo está sin empleo el 3 por 100 de la fuerza laboral,
mientras que en otras esa cifra sube al 7 por 100 o incluso más, y por qué unas veces existe
plena utilización de la capacidad productiva de la economía, medida por el número de
trabajadores, fábricas, equipo y conocimiento tecnológico, mientras que a veces parte
importante de esta capacidad queda sin utilizar. Intenta, también, explicar por qué el total de
bienes y servicios producidos crece a una tasa media del 4 por 100 al año en una década y a
una tasa media del 2 por 100 en otra, y por qué en algunos períodos aumenta
profundamente el nivel de precios, mientras 'que en otros permanece estable o, incluso,
disminuye. En resumen, la macroeconomía intenta contestar a las preguntas
verdaderamente «grandes) de la vida económica -pleno empleo o paro, capacidad o
subcapacidad de producción, tasa de crecimiento satisfactoria o insatisfactoria, inflación o
estabilidad del nivel de precios.

Al contrario, la microeconomía no se ocupa de la producción total, del empleo total, o del
gasto total en todos los bienes y servicios en conjunto, sino de la producción de
determinados bienes y servicios por parte de empresas o industrias aisladas y del gasto en
determinados bienes y servicios realizado por economías domésticas aisladas o por las
economías domésticas en un mercado único. La unidad de estudio es la parte en lugar del
todo., Por ejemplo, la microeconomía intenta explicar cómo una empresa aislada decide el
precio de venta de un bien concreto, qué cantidad de producción hará máximos sus
beneficios y cómo determina la combinación más barata de trabajo, materias primas y equipo
capital, o de otros factores que entran en la obtención del producto. Se ocupa también de la
forma en que el consumidor individual determina la distribución de su gasto total entre los
numerosos productos y servicios que están a su disposición, de manera que haga máxima su
utilidad. En su enfoque, la microeconomía toma ful1damentalmente como dada la producción
total, el empleo total y el gasto total para todos los bienes y servicios e intenta examinar la
forma en que se distribuye la producción y el empleo entre las diversas industrias y empresas
individuales dentro de cada industria y cómo se establecen los precios de los diversos
productos de estas empresas individuales. La microeconomía pregunta los efectos que
tendrá el desplazamiento de los gastos de consumo de un producto de una industria al de
otra, o del producto de una empresa al de otra competidora dentro de la misma industria,
sobre la distribución de la producción y del empleo entre los diferentes bienes y servicios y
entre las diferentes industrias y empresas.

Lo que la microeconomía toma esencialmente como dato -o sea, la producción total de la
economía en su conjunto-, es lo que la macroeconomía toma como la variable principal, de la
que hay que determinar el tamaño o el valor; y lo que la macroeconomía toma como dato -a
saber, la distribución de la producción, el empleo y el gasto total entre las diversas industrias
y empresas individuales constituyen las variables en la microeconomía.

En cuanto a los precios, lo que la microeconomía toma como datos -a saber, el nivel general
de precios- la macroeconomía lo toma como variable; y lo que la macroeconomía toma como
datos -a saber, los precios relativos y relación de cambio entre los bienes y servicios- la
microeconomía toma como variables.

Aunque esta profunda distinción ayuda a clarificar las diferencias esenciales, representa una
distinción mucho más profunda de lo que puede hacerse realmente. En la práctica, el análisis
de la economía no se realiza separadamente en dos compartimientos estancos. Cuando se
analizan las variables macroeconómicas y su relación, hay que tener en cuenta también los
cambios de las variables microeconómicas que pueden influir en las variables
macroeconómicas y viceversa.

Cuando se analiza el proceso económico que determina el bienestar material de un país,
debe tenerse en cuenta tanto los aspectos macroeconómicos como los microeconómicos.
Desde el punto de vista macroeconómico, el bienestar material será mayor cuanto más se
acerque la economía a la plena utilización de sus recursos totales, considerando como datos
la distribución, buena o mala, del volumen de tales recursos que se están empleando
realmente en la producción del país. Desde el punto de vista microeconómico, el bienestar
material será mayor cuanto más se acerque la economía a la distribución óptima de sus
recursos, considerando como datos el grado de utilización, parcial o total, de esos recursos.
Es claro que el objetivo básico es el mismo desde ambos puntos de vista: el bienestar
material máximo para la población total, cuya consecución, sólo puede lograrse con la plena
utilización y con la distribución óptima de todos los recursos disponibles.
La distinción anterior entre la macroeconomía y la microeconomía ayuda a explicar la
desviación de énfasis que ha habido desde la preocupación. tradicional por la microeconomía
a la actual preocupación por el conjunto de la economía, cambio de énfasis que se considera
generalmente como un fenómeno keynesiano. Antes de los años treinta, los economistas se
ocupaban principalmente de la microeconomía, como si no existiese la macroeconomía, ya
que entonces parecía que poco quedaba ya por decir de esta segunda. La teoría
macroeconómica entonces aceptada estimaba que la producción total no era realmente una
variable, sino más bien una constante a corto plazo, ya que el volumen total de producción
en un período era simplemente lo que podía producir la economía con pleno empleo y con" el
estado tecnológico existente.

Entonces, la única cuestión importante sería la de saber si estos recursos plenamente
empleados se utilizaban de la mejor manera posible, es decir, si estaban distribuidos de
forma óptima entre las diversas líneas rivales de producción. Sin embargo, si no ocurriera
así, perdería gran parte de su importancia el problema de si los recursos se distribuían entre
sus mejores usos. La distribución óptima de los recursos toma la mayor importancia cuando
los recursos están plenamente utilizados, pues es entonces cuando existe verdadera
escasez de recursos. En una economía que opera muy por debajo de su plena utilización, los
recursos no son realmente escasos, al menos en ese momento. En estas condiciones, el
producir más de cualquier cosa no exige desviar los recursos desde otras líneas de
producción. En tanto en cuanto pueda obtenerse la producción con recursos hasta entonces
ociosos, los costes de oportunidad de un aumento de producción son casi cero. Por tanto, en
la medida en que la economía se desvía de la plena utilización, la macroeconomía se hace
más importante y la microeconomía menos importante en términos relativos.

La teoría económica pre-keynesiana no mantenía que la economía permaneciera
ininterrumpidamente en plena utilización o pleno empleo. Su relativo olvido de la
macroeconomía se derivaba de su tesis de que las desviaciones del pleno empleo eran
exclusivamente temporales.

Pensaba que las fuerzas automáticas de los mercados de competencia volverían a llevar el
empleo y la Producción al nivel de pleno empleo en plazo corto. Como consecuencia, las
desviaciones del pleno empleo no preocupaban mucho a los economistas, ya que éstos
creían que el pleno empleo era la situación normal a la que la economía volvería de forma
automática y rápida. El hecho de que hubiera relativamente pocas depresiones prolongadas
y serias a lo largo de, al menos, la primera mitad del siglo diecinueve contribuyó a sostener
esta creencia. Las desviaciones del nivel de pleno empleo, al ser poco frecuentes y de corta
duración, podían explicarse fácilmente como excepciones de la regla general del pleno
empleo.

Pero aun consideradas como excepciones a la norma general, las «depresiones», «crisis» y
«pánicos» del siglo diecinueve fueron objeto, sin embargo, de profunda atención. David
Ricardo hablaba en 1817 de los «trastornos del comercio», y Mili analizó con detalle las
«crisis comerciales» en 1848. Pero, el principio básico que subrayaba el pleno empleo como
la norma general, no fue debatido por Ricardo, Mili y otros autores; al contrario, lo
defendieron firmemente contra los ataques de los pocos disidentes de entonces. Este
principio básico era que la demanda global de bienes y servicios no podía ser inferior, salvo
transitoriamente, a la oferta global de bienes y servicios, y mientras ocurriera esto no podía
existir ninguna barrera a la producción de la oferta global correspondiente al pleno empleo.

El puñado de disidentes que atacaron la regla de que la economía genera automáticamente
una demanda suficiente para absorber la oferta producida en condiciones de pleno empleo
fracasó, pues ninguno logró respaldar su ataque con una teoría alternativa capaz de
suplantar a la vieja teoría ortodoxa, que decía que la demanda global no podía ser nunca
pequeña. Como ha observado James B. Conant, «Es necesario un nuevo esquema
conceptual para abandonar otro anteriof»6. Y antes de Keynes no existía ninguna otra teoría
alternativa que pudiera mantenerse. Thomas Malthus, disidente de principios del siglo
diecinueve, atacó la teoría usualmente aceptada, pero sin éxito, pues como dice Keynes:
«Dado que Malthus no logró explicar claramente (aparte de su referencia a los hechos de
observación común), cómo y por qué la demanda efectiva podía ser deficiente o excesiva, no
pudo proporcionar una elaboración alternativa». Hubo otros ataques contra la ortodoxia
clásica durante estos años, pero ninguno tuvo realmente éxito hasta más de cien años
después de Malthus, en forma de la Teoría General de Keynes. Keynes presentó una teoría
alternativa de la determinación del empleo y de la producción que explicaba por qué las
fuerzas de la economía de mercado no aseguraban que la demanda global fuera
automáticamente la necesaria para el pleno empleo. Mantenía que el nivel de empleo era
una variable y que el pleno empleo era sólo un nivel posible, siendo también posible un
número ilimitado de niveles inferiores al pleno empleo.

La Teoría General de Keynes ofrecía una explicación del desastre económico que habían
sufrido Estados Unidos y otros muchos países durante la Gran Depresión, cosa que fue
totalmente incapaz de hacer el conjunto de la teoría entonces existente. Para demostrar que
la demanda podía ser menor que la necesaria para el pleno empleo, la Teoría General no se
limitaba sólo a «recurrir a los hechos de común observacióm), sino que proporcionaba una
teoría que explicara los hechos, esos hechos que parecían claros para todos en los años
primeros de la década treinta. Había surgido una «nueva» teoría para estudiar la realidad de
aquellos tiempos de depresión.

Durante la década que siguió a la aparición de la Teoría General, los economistas se
ocuparon de refinar la obra pionera de Keynes y seguir su construcción, analizar el complejo
proceso económico determinante del nivel real de empleo, nivel que la nueva teoría
demostraba podía ser de pleno empleo, de grave paro o de cualquier otro nivel entre estos
extremos. También se aplicó la teoría Keynesiana durante la segunda guerra mundial y,
después de ella, al análisis de la inflación, situación que se descubrió estaba íntimamente
conectada con una economía de pleno empleo () cerca del pleno empleo. A par"" tir de estos
análisis, se elaboraron las políticas tendentes a elevar el sistema hasta el nivel de pleno
empleo, lo cual no lo lograrían las fuerzas automáticas, y mantenerla en ese nivel evitando la
inflación. Por estas razones, la macroeconomía pasó en estos años de una relativa oscuridad
a un primer plano.

A mediados de los años sesenta el péndulo había empezado a moverse hacia el campo de la
microeconomía. No es que quedara poco por decir sobre la macroeconomía, como pensaban
los economistas clásicos cien años antes, sino que existía el sentimiento de que los grandes
problemas macroeconómicos, aunque no totalmente resueltos, estaban al menos bajo
control. Una serie de éxitos políticos anteriores, menos notables, habían sido coronados por
el impresionante éxito de la rebaja impositiva de 1964, que había sido pedida por algunos
economistas a fin de hacer volver la economía al pleno empleo y elevar la rezagada tasa de
crecimiento, y que produjo los resultados previstos. Con los resultados conseguidos, los
profesionales de la economía estaban convencidos de que la nueva economía de Keynes les
había proporcionado la técnica para hacer volver la economía a la senda 'de pleno empleo
cuando se apartara de ésta. Se pensaba que los grandes problemas macroeconómicos
estaban resueltos y que podía dedicarse más esfuerzo a los problemas microeconómicos, lo
que se vio reforzado por el hecho de que problemas como el control de la polución, la
protección al consumidor, la congestión del tráfico, el control del crimen y el cuidado sanitario
habían tomado de repente una importancia mucho mayor de la que tenían anteriormente, y
tales problemas son esencialmente microeconómicos en sus aspectos económicos.

Sin embargo, la autosatisfacción que la profesión de economistas sintió respecto a la
macroeconomía duró poco. Aunque el «boom» y la inflación iniciados en 1965 podrían
haberse evitado si se hubieran puesto en efecto los aumentos fiscales recomendados
entonces por los economistas, el proceso de contener el «boom» y reprimir la inflación a la
que se había dejado tomar inercia resultó ser más difícil y más incierto de lo que pensaban
los economistas unos años antes. El aumento de los tipos impositivo s a la Renta establecido
en 1968, a través de una sobretasa del 10 por 100, no tuvieron los efectos amortiguadores
que se esperaba. Y, además, las otras diversas medidas tomadas en los siguientes años
tampoco lograron contener la inflación, aunque sí lograron llevar la economía a una recesión
inflacionaria en 1970. Dada la experiencia de estos recientes años, los economistas que
creían que nuestro conocimiento macroeconómico era suficiente para indicar los pasos
exactos que deberían tomarse para solucionar de forma rápida y precisa los problemas del
«boom» y de la inflación, comprendieron su error. En apariencia no se habían encontrado
soluciones definitivas para los grandes problemas macroeconómicos, y la macroeconomía,
que había salido de la oscuridad durante los años cuarenta y cincuenta, no volvió a ella
durante los años setenta.



Macroeconomía clásica y keynesiana

Como hemos visto, la teoría económica puede dividirse en teoría macroeconómica y
microeconómica y, a su vez, la teoría macroeconómica puede dividirse en teoría clásica y
teoría Keynesiana. Pero existe una diferencia importante entre estas dos divisiones, pues
mientras la teoría macro y microeconómica son estrictamente aditivas, la teoría clásica y la
Keynesiana son, en gran parte, alternativas. La teoría macro y microeconómica son parte de
un total; la teoría Keynesiana sólo puede aceptarse rechazando ciertas partes de la teoría
macroeconómica clásica. N o se discute so bre los méritos- relativos de la teoría
macroeconómica o de la microeconómica, pues ellas son ramas no competidoras, en gran
parte independientes, de la teoría y ambas son necesarias para una teoría completa de la
economía. Pero, sin embargo, sí que se discute sobre los méritos relativos de la teoría
clásica y de la Keynesiana, pues sus postulados y conclusiones básicos son opuestos8.

¿Qué se entiende hoy por teoría macroeconómica clásica? Con este término, Marx, que
acuñó el término de «clásico», solía abarcar las teorías de David Ricardo, James MilI y sus
predecesores. Keynes extendió el término incluyendo en él a «los seguidores de Ricardo, es
decir, a aquellos que adoptaron y perfeccionaron la teoría de la economía Ricardiana,
incluyendo (por ejemplo) a J. S. MilI, Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou». Y este es
ahora el significado generalmente aceptado de «clásico» en cuanto a su aplicación a la teoría
macroeconómica. Esta es una teoría no atribuible a un solo hombre, sino resultado de los
escritos de muchos hombres. Es más, la formulación actual de lo que se describe como
teoría

Además, la teoría microeconómica ha experimentado cambios drásticos desde los años
treinta, pero cambios de una naturaleza totalmente diferente de los que ha experimentado la
teoría macroeconómica. Antes de aquella década, la teoría de la empresa individual; núcleo
de la teoría microeconómica, suponía que la empresa era un competidor 'perfecto, o que, en
el otro extremo, era un monopolista. O la empresa era solamente una entre otras muchas
empresas competidoras productoras todas de un producto idéntico, sin que tuviera control
importante sobre el precio de ese producto, o bien la empresa era el único productor de ese
producto y tenia prácticamente un control completo sobre el precio. Durante los años treinta
se introduce la teoría de la competencia monopolística o de la competencia imperfecta, con
el fin de cubrir el amplio campo de posibles situaciones del mercado situadas entre la
competencia perfecta, en un extremo, y el monopolio en el otro, situaciones en las que la
empresa individual tiene un poder limitado, pero apreciable, sobre el precio del producto. La
introducción de la competencia monopolística o imperfecta añadió algo muy necesario al
cuerpo de la teoría microeconómica, sin que sustituyera o reemplazara a la teoría ya
existente. Por el contrario, la introducción de la teoría macroeconómica keynesiana no nació
para llenar un vacío en la teoría clásica, sino más bien para sustituir o reemplazar ciertas
partes de aquella teoría macroeconómica clásica, no se encuentra como tal en los escritos
de los economistas clásicos, sino que hay que extractarla de los escritos clásicos, pues estos
escritos no consideraron, de forma específica o sistemática, las cuestiones básicas
planteadas por Keynes. La teoría clásica no se ocupaba primariamente del problema
macroeconómico del nivel de empleo, ya que tal teoría suponía una situación automática de
pleno empleo.

¿Qué se entiende por teoría macroeconómica Keynesiana? El propio Keynes puede
considerarse como el padre fundador único de tal teoría, si bien su papel es sólo éste, ya que
hay que distinguir entre «la economía de John Maynard Keynes» y la «economía
Keynesiana».

La economía de Keynes, principalmente su Teoría General, es el fundamento sobre la cual
se ha. construido la economía Keynesiana.

A partir de la publicación de este libro, los economistas lo han analizado línea por línea,
aceptándolo, corrigiéndolo o rechazándolo y lo que han edificado sobre los fundamentos que
han quedado es una estructura masiva conocida con el nombre de economía Keynesiana1o.

Pero esto sólo nos sirve para distinguir la teoría clásica y la teoría Keynesiana sobre la base
de algunos de los nombres principales, cuando la distinción importante se basa,
naturalmente, en el contenido real de las teorías.

¿Qué es lo realmente nuevo y diferente en la teoría Keynesiana y qué es simplemente una
ampliación de ideas clásicas que no fueron comprendidas por los economistas clásicos?

¿Qué hay en la teoría clásica realmente equivocado, al menos cuando se aplica a la
economía urbanizada e industrializada del mundo del siglo veinte? Estas son cuestiones
extremadamente difíciles sobre las cuales los economistas siguen discutiendo. Pero lo que
se consideró como «nuevo» en la economía de Keynes y en la economía Keynesiana salida
de ella tuvo un impacto sin precedentes en la teoría económica. El éxito de la economía
Keynesiana o <(llueva» economía, no tiene igual en la historia de la doctrina económica, a
juzgar por su amplia aceptación.

Esta amplia aceptación de grandes partes de la economía Keynesiana a lo largo de los
últimos veinticinco años se ha visto emparejada con la amplia repudiación de grandes partes
de la macroeconomía clásica. Esta aceptación de una teoría que demostraba que una
economía puede estar en equilibrio a un nivel menor del de pleno empleo equivalía a una
repudiación de aquellas partes de la teoría clásica que mantenían que la única posición de
equilibrio era la correspondiente al caso límite de pleno empleo. Esta es la más fundamental
de las diferencias de las conclusiones alcanzadas por ambas teorías.

El significado práctico de esta diferencia y de lo que hay detrás de ella no debe exagerarse,
pues una vez aceptado el argumento keynesiano -que dejada a sí misma, la economía no
puede moverse hacia la posición de pleno empleo, ni alcanzarlo-, queda abierto el camino
para la utilización de políticas destinadas a alcanzar este objetivo, excluidas por el
argumento, totalmente diferente, de la teoría clásica. El fin último de toda teoría económica
es contribuir a una base sana de la acción política y no hay duda de que la amplia aceptación
de la teoría Keynesiana en las dos últimas décadas ha conducido cada vez más a la
adopción de políticas sugeridas por aquella teoría.

Como suelen señalar muchos economistas, la rebaja impositiva masiva realizada en Estados
Unidos en 1964 equivalía a una aceptación de la teoría Keynesiana por el Congreso de este
país. Sin embargo, para comprender la racionalidad de esta y de otras medidas políticas, es
necesario comprender primero los fundamentos de la teoría Keynesiana.

La principal tarea de este libro es desarrollar los fundamentos de la teoría Keynesiana de la
producción y del empleo que ha dominado totalmente los últimos veinticinco años de
teorización macroeconómica. Esta teoría nació como una revolución frente a la ortodoxia
clásica y terminó teniendo tal éxito que en los años cincuenta se había convertido en la
nueva ortodoxia.

En el curso normal de los acontecimientos, la revolución engendra la contrarrevolución y así
la ortodoxia Keynesiana derivada de la revolución Keynesiana se ha visto enfrentada a sí
mismo en años recientes, con lo que se ha llamado la contrarrevolución monetarista. Parece
justo decir que mientras algunas partes importantes de la ortodoxia pre-Keynesiana han sido
sustituidas definitivamente por la revolución Keynesiana y la ortodoxia derivada del éxito de
ésta, hay otras partes de la ortodoxia pre-Keynesiana que han intentado revivir los
monetaristas, si bien en forma diferente.

Una piedra angular de la ortodoxia pre Keynesiana es la teoría cuantitativa del dinero y el
éxito Keynesiano es, en gran parte, una medida de la derrota de aquella teoría. Una piedra
angular del actual reto monetarista es la llamada teoría cuantitativa "moderna" o "nueva".
Aunque difiere de la vieja teoría en tal grado que algunos afirman que está más cerca de la
teoría Keynesiana que de la vieja teoría cuantitativa, mantiene el viejo énfasis crítico en la
cantidad de dinero como el determinante supremo del gasto global de la economía, y, a
través de él, de los niveles de renta, producción y empleo. Este tipo de énfasis es totalmente
anti keynesiano, ya que Keynes afirmaba y finalmente han coincidido con él la mayoría de
.los economistas- que no existe el fuerte lazo causal entre los cambios de la cantidad de
dinero y los cambios -del gasto total indicado por la vieja teoría cuantitativa.

Para Keynes, y para la mayoría de los economistas a partir de él; la· explicación de los
cambios en el gasto total implica una serie de factores de los cuales.la cantidad de dinero es
sólo uno, y no el más importante. La mayor parte de este libro se dedicará a explicar estos
factores y la teoría construida sobre. ellos por Keynes y refinada y elaborada por sus
seguidores.

En varios puntos de este libro tocaremos la teoría cuantitativa moderna y otros aspectos del
monetarismo, pero el foco principal seguirá siendo la teoría Keynesiana, que, al menos hasta
ahora, disfruta del apoyo de una gran mayoría de los economistas profesionales. Lo que
traiga el futuro es otro tema. En palabras del profesor .Harry Johnson, "El punto interesante
es el de si la contrarrevolución monetarista ganará a todos y sé convertirá en la ortodoxia del
futuro, madura, a su vez, para ser atacada por una nueva revolución, o si irá desapareciendo
gradualmente». La respuesta de este autor es la segunda alternativa y con ello expresa,
quizá, la expectativa de la mayoría.

Parece claro que, quienquiera que estudie los antecedentes de la macroeconomía hoy o los
próximos años llegará a la conclusión de que la macroeconomía puede dividirse
históricamente en dos grandes períodos: el período pre Keynesiano de la ortodoxia clásica y
el período de la ortodoxia Keynesiana establecido firmemente en los años cincuenta.
Observará que la ortodoxia Keynesiana se enfrentó con un reto iniciado en los años sesenta
y que en la discusión posterior tuvo que reconocer y corregir sus fallos, pero no llegará a la
conclusión de que la teoría Keynesiana fue desplazada por el reto del monetarismo en forma
parecida a como la teoría clásica había sido desplazada por la revolución iniciada por
Keynes. En otras palabras, se admitirá que el ataque monetarista condujo a ciertas
correcciones y enmiendas de la teoría Keynesiana pero nada más. Ha sido cierto durante
varias décadas, y lo sigue siendo, que una introducción a la rama macroeconómica de la
teoría económica es esencialmente una introducción a la teoría Keynesiana.




EDWARD SHAPIRO Profesor de la Universidad de Toledo (U.S.A.)

LUIS GARCIA DE DIEGO, Economista del Estado.

Prólogo

EMILIO DE FIGUEROA MARTINEZ, Catedrático de Política Económica en la Universidad
Complutense de Madrid.

. EDICIONES ICE - Marqués del Duero, 1979

- Madrid-

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Que es la macroeconomía por shapiro

  • 1. ANALISIS MACROECONOMICO Prefacio a la edición española Este libro del profesor Shapiro es una obra de análisis económico que trata de sistematizar realidades que se suponen conocidas y que no precisan, por tanto, una previa descripción detallada, la cual encuentra su lugar más apropiado en un curso general de economía política. Se trata de un análisis global o macroeconómico (del griego «makros», que significa grande, por oposición a «mikros}}, pequeño). Gran parte del progreso registrado durante los últimos treinta años por la ciencia económica se debe en gran parte a la transposición, al nivel de la economía nacional, de conceptos e instrumentos analíticos inicialmente concebidos para estudiar el comportamiento de los sujetos económicos individuales (consumidores, empresas, etc.). Sin embargo, esta transposición plantea a menudo problemas delicados, que exigen el conocimiento, por lo menos aproximado, del análisis microeconómico antes de poder abordar el análisis global o macroeconómico, dado que, desde el punto de vista teórico, ninguno de los dos métodos puede prescindir del otro. A pesar del progreso logrado, el análisis macroeconómico no constituye todavía una teoría sólidamente estructurada, sino una serie de medios de investigación y de esquemas interpretativos de la realidad económica, en plena evolución. La macroeconomía no ha logrado aún el elegante rigor ni la homogeneidad característicos de las construcciones microeconómicas. Su presentación, desde el punto de vista lógico, es incompleta. El análisis sistemático de los fenómenos económicos ha llevado a los teóricos a utilizar en ciertos casos el lenguaje matemático. Este presenta la enorme ventaja de hacer los razonamientos más rigurosos; su inconveniente estriba, cuando es mal empleado, en tratar de ajustar la realidad subyacente a los modelos teóricos previamente elaborados. ' El profesor Shapiro se ha esforzado, sin embargo, en hacer accesible a todo tipo de lectores, cualquiera que sea su formación, la ,compleja realidad macroeconómica actual. Valiéndose de procedimientos expositivos puramente literarios, gráficos y algebraicos. No obstante ,el lenguaje matemático empleado es siempre muy elemental y se utiliza de un modo alternativo con las demás formas de razonamiento. U no de los principales objetivos dé la teoría económica es aclarar el funcionamiento de la economía en su conjunto, explicando y, si es posible, midiendo las fuerzas que determinan el nivel al cual se ajusta la producción total de la nación y el volumen de empleo de los factores productivos, especialmente de la mano de obra. Este objetivo es difícil de lograr, dado que la producción global se compone de un número muy grande de productos y de servicios cuya fabricación y utilización exige cada día millones de decisiones individuales. Si hubiera que analizar necesariamente cada una de estas
  • 2. decisiones antes de extraer conclusiones de conjunto, la tarea del economista sería imposible de alcanzar. Para reducir el problema a dimensiones razonables conviene simplificarlo procediendo a la «agregación», es decir, reagrupando los millones de productos y los millones de sujetos económicos que fabrican y utilizan estos productos en un pequeño número de categorías denominados «agregados». O, dicho en otros términos, se prescinde de las diferencias entre los consumidores o entre los empresarios individuales y se' trata de reagruparlos en categorías lo suficientemente homogéneas para hacer válida la generalización de las observaciones efectuadas. En consecuencia, el análisis macroeconómico considera los fenómenos desde un punto de vista global. Trata de reducir las numerosas variables económicas a un pequeño número de magnitudes, entre las cuales se establecen relaciones características. Se interesa esencialmente por los problemas del producto o de la renta nacional, del empleo, del consumo y de la inversión, así como del nivel general de precios. " Este método no es, sin embargo, nuevo. Fue utilizado por primera vez en Francia en el siglo XVIII, por la denominada Escuela Fisiocrática, en el famoso «Tableau économique» de Francois Quesney (1758), que trataba «de la distribución de los gastos anuales de una nación agrícola», constituyendo el primer gran modelo del circuito económico global. A finales del siglo XVlII y principios del XIX, los economistas de la Escuela clásica inglesa (Adam Smith, David Ricardo, T. R. Malthus y John Stuart Mili) estudiaron en términos globales la evolución de la economía hacia «el estado estacionario» y describieron los mecanismos de la misma. Asimismo, Carlos Marx procedió a un análisis macroeconómico cuando estudió las leyes de la evolución del capitalismo y de la influencia de la acumulación del capital sobre el tipo de beneficio, el paro forzoso y las crisis económicas. Los estudios macroeconómicos sufrieron un eclipse durante el período 1870-1930 -período caracterizado por un gran desarrollo del análisis microeconómico-, para tomar de nuevo impulso gracias a los trabajos de John Maynard Keynes, especialmente de su Teoría General de Empleo. el Interés y el Dinero, aparecida en 1936. La influencia de esta obra ha sido tal, que la teoría económica moderna recibe a menudo la calificación de «análisis keynesiano». La renovación del análisis macroeconómico en el curso de los últimos decenios se puede explicar por diversas razones: se tienen en primer lugar las preocupaciones por la política económica; dado que la intervención general del Estado se ejerce sobre el conjunto o sobre grandes sectores de la economía, los problemas que la misma plantea deben ser examinados en el marco de una teoría global. Esta presenta, además, la ventaja de poder ser expresada en términos cuantitativos gracias a la evaluación estadística de las magnitudes globales, recogidas sistemáticamente por la contabilidad nacional. En segundo lugar, se tienen las preocupaciones metodológicas y teóricas, dado que el análisis macroeconómico considera fenómenos que no pertenecen al campo individual; de donde resulta que los caracteres y el comportamiento de un conjunto no pueden ser
  • 3. determinados por medio de una simple generalización de los caracteres y del comportamiento de los elementos que lo componen, de la misma manera que el comportamiento de un bosque no puede ser descrito por el simple comportamiento de los árboles que lo forman. Esta observación pone en evidencia la autonomía del análisis macroeconómico con respecto al análisis microeconómico. Aunque los «agregados» económicos sean la suma de cantidades individuales, el paso de un tipo de análisis a otro plantea, sin embargo, importantes dificultades, porque muchas proposiciones que son válidas al nivel de los individuos dejan de serio al nivel del sistema económico en su conjunto y viceversa. Estas dificultades tienden a ser enmascaradas por el hecho de que la microeconomía y la macroeconomía utilizan a menudo conceptos análogos e instrumentos analíticos semejantes. Así, por ejemplo, los conceptos de oferta, de demanda y de equilibrio suponen para el análisis microeconómico la existencia de un mercado-tipo, como el de una mercancía particular; los compradores demandan una cierta cantidad de esta mercancía a cada precio posible; los vendedores deciden qué cantidad ofrecerán para obtener un cierto precio; cuando las cantidades ofrecidas y demandadas coinciden, se tiene una situación de equilibrio en el mercado. Si el precio pagado por los compradores para obtener una cierta cantidad de la mercancía considerada es tan alto que incluso los productores cuyos costes son más elevados logran importantes beneficios, la competencia atraerá nuevas empresas al mercado, con lo que las cantidades ofrecidas acabarán por aumentar; pero para incitar a los compradores a demandar los productos suplementarios, el precio unitario debe disminuir; de este modo, gracias a las variaciones en los precios y en las cantidades ofrecidas y demandadas, tenderá a lograrse un equilibrio de fuerzas. De manera análoga, el análisis macroeconómico concibe un equilibrio entre la oferta y la demanda para el conjunto de la economía; la oferta global consiste en la cantidad total de bienes y servicios disponibles en el país, mientras que la demanda global es la suma de las demandas particulares de todos los bienes. Es obvio que la oferta y la demanda globales no pueden ser expresadas en términos de cantidades físicas, dado que no es posible sumar docenas de huevos con toneladas de acero, con metros de tejido y millares de automóviles. La oferta y la demanda globales se tienen que analizar, por tanto, en términos monetarios; se dice que los compradores están dispuestos a gastar tal o cual suma de dinero, expresada en pesetas, dólares, francos o en otra moneda cualquiera, en tanto que los vendedores se disponen a ofrecer productos y servicios por un valor igualmente expresado en unidades monetarias. Si la cantidad de dinero que los compradores están dispuestos a gastar no coincide con el valor monetario de los productos y servicios ofrecidos por los vendedores, no habrá equilibrio. La falta de equilibrio entre la oferta y la demanda global provocará variaciones en la producción y en los precios y, eventualmente, en el nivel de empleo, dado que, por ejemplo, una producción menos importante puede exigir la utilización de menos trabajo y
  • 4. provocar, por tanto, paro en ciertos tipos de trabajadores. Sin embargo, estas variaciones no llevarán necesariamente la economía a una situación de equilibrio. En este punto la analogía entre el mercado de un producto particular y la economía en su conjunto pierde su validez, debido precisamente a que ciertas relaciones entre la oferta y la demanda que pueden ser desdeñadas por el análisis microeconómico juegan un papel muy importante al nivel del análisis macroeconómico. Cuando se estudia el mercado de un producto .particular cualquiera, es lícito suponer que los compradores y los vendedores son sujetos económicos diferentes; así, por ejemplo, la mayoría de las amas de casa que compran pan no tienen por qué ser las esposas de los panaderos. Se puede, pues, admitir que los compradores y vendedores de pan actúan independientemente los unos de los otros y que las decisiones de unos no ejercen más influencia sobre las decisiones de los otros que a través del propio mercado del pan. Análogamente, si las empresas que, producen televisores contratan más obreros, el hecho de que distribuyan más salarios sólo significa que los perceptores están ahora en condiciones de gastar más. Pero la influencia de estos gastos suplementarios sobre las ventas de televisores apenas será perceptible a no ser que la industria de aparatos de televisión emplee la I)1ayor parte de los trabajadores del país o que los obreros dediquen casi todos sus salarios a la compra de televisores. Como estas hipótesis son poco probables, el análisis microeconómico del mercado de ,televisores puede legítimamente ignorar este impacto hacia atrás,' esta reacción indirecta de la oferta sobre la demanda de televisores a través, del poder de compra de los trabajadores. Cuando uno se coloca, por el contrario, en el plano macroeconómico, la relación entre la oferta y la demanda globales, a nivel nacional, no puede ser ya ignorada. En efecto, a este nivel, compradores y vendedores, considerados en su conjunto, son generalmente las mismas personas o los mismos sujetos económicos; el, dinero percibido a cambio de los bienes y servicios vendidos por los productores permite a éstos realizar gastos como compradores. De un modo general, la producción da origen a corrientes o flujos de productos y servicios y a corrientes o flujos de rentas. Estas últimas están constituidas por sueldos y salarios, intereses, beneficios, etc. distribuidos entre todos aquellos que han participado en el proceso de producción; provocan corrientes de gastos que adquieren los productos y servicios resultantes de la producción. La circulación de estos flujos constituye «el circuito económico». La oferta y la demanda globales están, por tanto, relacionadas a: través de la renta. Si los compradores deciden gastar más dinero que antes y esto da lugar a que aumente el valor de los bienes y servicios ofrecidos, los vendedores percibirán rentas más elevadas, lo que les permitirá a su vez gastar más. Por el contrario, si los sujetos económicos gastan menos, es decir, si la demanda global disminuye, tendrá lugar una reducción en el valor de los bienes
  • 5. ofrecidos y, por tanto, en las rentas de los vendedores, lo que provocará, a su vez, una nueva reducción de la demanda global. En estas condiciones, el modo de plantear el problema del equilibrio tendrá que experimentar una profunda modificación. En tanto que sobre un mercado particular cualquiera, la' variable clave es el precio del producto considerado, en el plano macroeconómico el nivel general de precios no tiene la misma significación. En efecto, un alza general de precios no provocará necesariamente una reducción de la demanda global, dado que al aumentar el valor nominal de los productos vendidos elevará al mismo tiempo las rentas monetarias de los productores o vendedores. Como resulta que estos últimos son igualmente compradores, éstos, considerados globalmente, tendrán a su disposición, los medios necesarios para adquirir las mismas cantidades de productos y servicios que antes, a pesar de haberse elevado el nivel general de precios. El problema fundamental consiste entonces en saber si comprarán o no las mismas cantidades; porque es sólo si no lo hacen cuando las condiciones de equilibrio entre la oferta y la demanda globales se alteran. O, dicho en otros términos, la cuestión planteada no consiste en saber cómo ,reaccionará la economía ante una variación del nivel general de precios, sino en cómo responderá ante una modificación en el nivel de la renta nacional. Enjugar de la curva de la demanda, que, en el mercado de un producto particular, indica las cantidades de este producto que los compradores desean adquirir a cada precio posible, el análisis macroeconómico exige una curva que indique el nivel de la demanda global que corresponde a cada nivel posible de la renta nacional. Se deduce de lo dicho que el análisis macroeconómico representa un «enfoque» de la realidad fundamentalmente distinto del que caracteriza el análisis microeconómico, si bien en ambos casos se utilicen los mismos conceptos. El tratar de investigar cómo reacciona la demanda global ante una variación en el nivel de la renta nacional exige un cierto refinamiento del análisis, aunque se razone en términos de agregados nacionales. Es evidente, en efecto, que todos los sujetos económicos no se comportan necesariamente del mismo modo ante una variación de sus rentas; así, por ejemplo, ~n el supuesto de una disminución de la renta, ciertos sujetos puede que reduzcan fuertemente sus gastos, en tanto que otros tratarán de mantenerlos echando mano de sus reservas monetarias acumuladas o recurriendo al crédito. Es, por tanto, conveniente clasificar por categorías los sujetos económicos dotados de cierta homogeneidad en su comportamiento, siempre que estas categorías no sean demasiado numerosas y no hagan el análisis excesivamente complicado. La clasificación generalmente adoptada consiste en establecer cuatro grandes categorías de sujetos económicos: las familias o consumidores, la~ empresas, la Administración pública y el sector exterior, es decir, los países extranjeros. Esta clasificación, adaptada a las categorías de gasto, conduce ,a subdividir la demanda global en cuatro componentes principales: consumo privado, consumo público, formación de capital o inversión y saldo del
  • 6. intercambio de bienes y servicios con el exterior (exportaciones menos importaciones de bienes y servicios). Esta clasificación se utiliza sobre todo en la contabilidad nacional. Si en una primera aproximación se asimila la oferta global al valor total de los bienes y servicios producidos por los sujetos económicos del país, es decir, al Producto Interior Bruto o Renta nacional, el equilibrio macroeconómico vendrá definido por las siguientes igualdades: Renta nacional = Demanda global y Renta nacional = consumo privado + gasto público + inversión + saldo neto exterior, siendo válidas estas relaciones para un período de tiempo determinado. El análisis macroeconómico utiliza generalmente una clasificación más simple de la demanda global: Demanda global = consumo + inversión. Se hace aquí, por tanto, abstracción de la existencia del Estado y de las relaciones económicas con los países extranjeros. Cuando se adopta esta clasificación simplificada se supone que el Producto Nacional Bruto se compone de una masa de bienes de consumo y de bienes de equipo que son enviados al mercado y que constituyen la oferta global o renta nacional. En contrapartida de la producción de estos bienes, se distribuye un volumen de rentas o ingresos, cuyo importe es igual también a la renta nacional. Los perceptores de estas rentas las distribuyen en dos partes: una la forman las compras de bienes de consumo y la otra el ahorro. Por tanto se tendrá la igualdad: Renta nacional = consumo + ahorro. Las sumas ahorradas son retiradas de la circulación; pero cuando ciertos sujetos económicos, y, más especialmente, los empresarios, piden prestadas estas sumas o utilizan créditos bancarios, pueden comprar con ellas bienes de equipo, es decir, las invierten. En consecuencia, la demanda global de bienes y servicios se puede representar, según hemos visto, por la suma: Demanda global = consumo + inversión. Cuando se alcanza el equilibrio macroeconómico, la oferta y la demanda globales coinciden, es decir: Renta nacional = Demanda global; o lo que es lo mismo: Consumo + ahorro = consumo + inversión; de donde: Ahorro = inversión. Esta igualdad entre el ahorro y,la inversión se presenta tradicionalmente como la condición del equilibrio macroeconómico, Significa simplemente que para que haya equilibrio en el mercado de bienes y servicios, globalmente considerada, todo lo que se haya producido deberá ser comprado y, por consiguiente, que todo lo que no se haya consumido (es decir, todo lo que es ahorrado) tendrá que ser invertido. Y como en una economía moderna los sujetos que ahorran no tienen por qué coincidir necesariamente con los que invierten, el equilibrio implica que los propósitos de ahorrar sean iguales a los proyectos de inversión; o lo que es lo mismo: que el ahorro ex ante coincida con la inversión ex ante. Así, pues, la realización del equilibrio macroeconómico supone que la suma de dinero que los sujetos económicos desean gastar en un momento sea igual al valor de los bienes y
  • 7. servicios ofrecidos; o lo que es lo mismo, que el ahorro y la inversión planeados, o ex ante, sean iguales. La verificación de semejante equilibrio, sin referencia alguna al tiempo, equivale a la utilización del método estático. Este tiene por objeto descubrir si existe o no equilibrio, sin preocuparse de averiguar lo que ha pasado antes, ni lo que pasará después. Sin embargo, a un nivel macroeconómico, la noción de equilibrio estático corresponde a una situación completamente excepcional. Entre los elementos de la demanda global figuran, en efecto, las compras de bienes de inversión. La existencia, en un momento dado, de una inversión neta positiva significa, pues, que el «stock» de capital, es decir, que la capacidad de producción instalada en la economía aumenta, y que, por consiguiente, la producción global debe aumentar, lo que alterará la situación de equilibrio alcanzada. Una situación de equilibrio estático, en sentido estricto, no puede concebirse nada más que si la inversión y el ahorro netos son nulos, de tal suerte que el «stock» de capital permanezca constante; ello supone, además, que la población o las fuerzas de trabajo no varíen y que no haya progreso . técnico. Se puede, no obstante, efectuar un análisis estático teniendo presente la existencia de un ahorro y de una inversión positivos. En este caso, se supone que toda la inversión es autónoma y se ignoran sus consecuencias sobre el «stock» de capital; o dicho en otros términos, se razona no sobre un momento dado, sino sobre un corto período de tiempo, admitiendo que ciertas modificaciones son posibles (variaciones de los elementos de la demanda global o del volumen de la producción), pero se inmovilizan artificialmente ciertas magnitudes (tales como el «stock» de capital), cuyos cambios son muy lentos. Este procedimiento permite estudiar las consecuencias inmediatas de un desequilibrio entre la oferta y la demanda globales, eliminando las complicaciones derivadas de los cambios a largo plazo experimentados por la economía y describir la realización del equilibrio macroeconómico a corto plazo. El análisis se hace dinámico cuando las variables vienen relacionadas con una fecha dada, es decir, cuando se refieren a diferentes momentos o períodos de tiempo y se establece un nexo entre el pasado y el futuro. El fin del método dinámico es investigar cómo evoluciona la economía del tiempo, cómo la situación que tiene lugar en un momento dado ejerce una influencia sobre la situación en otro momento. En este campo se puede hacer una distinción entre el equilibrio dinámico, que supone que se cumplen, de período en período, las condiciones del equilibrio macroeconómico, y el desequilibrio dinámico, en el cual estas condiciones fallan debido a los retardos temporales o «lags» introducidos en la evolución de las diferentes variables utilizadas. El sistema de equilibrio dinámico más elemental es el del estado estacionario, que representa una transposición en el tiempo del concepto de equilibrio estático. El estado estacionario es, en efecto, una situación de equilibrio estático que se perpetúa en el tiempo, donde las variables aparecen referidas a unas fechas dadas, pero que permanecen continuamente inalteradas de un período a otro. Describe, en una primera aproximación, la
  • 8. evolución de una economía con una tasa de crecimiento nula. La etapa siguiente consiste en analizar el comportamiento de una economía que se desarrolla de una manera uniforme a una tasa de crecimiento positiva, pero constante; mientras que en el estado estacionario la inversión, el consumo, la producción y la renta nacional permanecen inalteradas en el tiempo, en una economía con crecimiento uniforme es la tasa de crecimiento de estas diferentes variables la que no cambia. Una economía con crecimiento uniforme se dice que está en situación de equilibrio a largo plazo. Si bien una situación como ésta sea analizada a menudo debido a su simplicidad, es evidente que se pueden imaginar muchos otros sistemas de equilibrio dinámico. y lo mismo puede decirse con respecto a. los sistemas de desequilibrio dinámico, que se proponen poner en evidencia las fluctuaciones más o menos amplias de .la actividad económica, en lugar de sujetarse a una progresión regular. En un ,intento de resumir de una manera esencial lo. expuesto anteriormente, pudiera. decirse que el análisis macroeconómico utiliza, valiéndose de procedimientos autónomos" un cierto número de instrumentos con objeto de investigar cómo y por qué la economía alcanza un equilibrio que se corresponde con un nivel más o menos elevado del producto o renta nacional, y cómo y por qué este nivel varía a lo largo del tiempo, registrando fluctuaciones más o menos importantes. Siguiendo la tradición anglosajona, en el libro del profeso~ Edward Shapiro se mezcla lo positivo con lo normativo, es decir,. la teoría con la política económica, lo que ha llevado a veces a la confusión metodológica y epistemológica de que esta última disciplina no es sino una simple aplicación de la primera, olvidándose de los aspectos estructurales, institucionales y sociológicos que forman el complejo entramado de la política. Así como la escuela hist9ri~a alemana exageró el contenido empírico de la economía, cayendo en un historicismo poco fecundo, la tendencia contraria, de inspiración anglosajona, lleva a un teoricísmo excluyente, que está malogrando muchos esfuerzos en el campo de las realizaciones políticas. La abstracción, absolutamente indispensable para el progreso de la teoría, resulta harto peligrosa cuando se desciende al terreno de la praxis, olvidándose de los condicionamientos que se esconden bajo las premisas y los parámetros introducidos liberalmente por la teoría. El Análisis macroeconómico del profesor Shapiro es, sin duda, un magnífico libro de texto, claro, sistemático y preciso, indispensable para todo aquel que pretenda comprender con rigor científico los complejos fenómenos económicos de nuestra época. En esta tercera edición, el Profesor Shapiro ha introducido algunos cambios, que él explica minuciosamente en el prólogo, los cuales no afectan esencialmente al enfoque y contenido de la obra, que sigue siendo fundamentalmente de inspiración Keynesiana, si bien en el capítulo 18 se expone la "Moderna Teoría Cuantitativa del Dinero" y se recogen las ideas "monetarias" del Premio Nobel, Profesor Milton Friedman.
  • 9. Existe a veces la impresión de que este enfoque de la macroeconomía, con el notable perfeccionamiento que supuso en su día el modelo hicksiano IS-LM, ha perdido validez en el mundo en que vivimos. Nada más lejos de la verdad. La validez de la teoría Keynesiana, dentro de los supuestos en que está basada, no es ya objeto de controversia alguna y constituye la nueva ortodoxia científica. Otra cosa es su aplicabilidad a la política económica de cada país, basada en el sostenimiento de la demanda global para mantener el nivel de la renta nacional en el correspondiente al pleno empleo y el apoyo incondicional de la inversión, con independencia de su rentabilidad, como instrumento eficaz para el sostenimiento de la demanda global, lo cual resulta muy discutible. Toda teoría económica puede ser sometida a verificación a dos niveles distintos: el de su coherencia interna y validez de las relaciones entre sus diversas variables, y el de la aplicabilidad de sus conclusiones fundamentales a cada caso concreto, de lo cual depende la praxis o utilización práctica de la misma en la política económica. En lo que concierne al primer punto, la teoría Keynesiana es, sin duda, una doctrina científica dotada de consistencia lógica y representativa fiel de la realidad, debiendo constituir, por tanto, el marco esencial de todo curso universitario de economía. En cuanto a la política económica, no existe ninguna fórmula de aplicación universal en el espacio y en el tiempo; análogamente a lo que sucedía con la geometría de Euclides, no es posible hallar ningún "camino real" que nos lleve directamente y sin pérdida alguna de tiempo al reino de la felicidad humana... Capítulo primero Los antecedentes de la teoría Macroeconomía Cualquiera que sea la definición o delimitación que elijamos para el área del estudio llamada teoría económica, hoy esa área se divide ordinariamente en dos grandes ramas, conocidas comúnmente como macroeconomía y microeconomía. Bajo estos encabezamientos encontramos numerosas subdivisiones, tales como teoría monetaria, teoría de los ciclos comerciales, teoría de la producción, teoría de los salarios, etc., pero la separación inicial básica es la de teoría macroeconómica y teoría microeconómica. Se utilizan a veces otros términos más antiguos para identificar estas dos ramas, pero nunca han llegado a ser parte del lenguaje económico en la forma que lo son, en los últimos años, los de macroeconomía y microeconomía. La razón principal de esto es que hasta la década de los años treinta de este siglo había poca necesidad de distinguir estas dos ramas de la teoría económica, ya que los economistas concentraban su atención casi exclusivamente en
  • 10. lo que vino luego a ser conocido con el nombre de teoría microeconómica. La teoría macroeconómica era claramente el compañero más joven. Pero se inició un nuevo interés por esta rama en 1936, año de la publicación de la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, de John Maynard Keynes1, año que constituye el principio de un cambio tan importante que algunos lo han llamado el de la «Revolución Keynesiana». Con el fermento contenido en las ideas del libro de Keynes, termina el relativo olvido en que los economistas tenían a la teoría macroeconómica. Macroeconomía y microeconomía «El término "macroeconomía" se aplica al estudio de las relaciones entre los grandes agregados econÓmicos». «La teoría macroeconómica es la teoría de la renta, el empleo, los precios y el dinero). La macroeconomía es «aquella parte de la economía que estudia los promedios y agregados totales del sistema). Ninguna de estas definiciones, ni ninguna otra afirmación breve que pudiera darse, explica satisfactoriamente el significado del término, y, por ello, el autor de cada una de ellas añade a esa breve definición varias otras frases, párrafos e, incluso, páginas enteras en su intento de dar un claro significado al término. Aunque todas ellas difieren algo en el énfasis, todas estas explicaciones dan la idea de que la macroeconomía trata del funcionamiento de la economía en su conjunto, estudiando la forma en que se determinan el producto total de bienes y servicios de la economía y el empleo total de ,los diversos recursos y las causas que hacen fluctuar a estos totales. Intenta explicar porqué algunas veces sólo está sin empleo el 3 por 100 de la fuerza laboral, mientras que en otras esa cifra sube al 7 por 100 o incluso más, y por qué unas veces existe plena utilización de la capacidad productiva de la economía, medida por el número de trabajadores, fábricas, equipo y conocimiento tecnológico, mientras que a veces parte importante de esta capacidad queda sin utilizar. Intenta, también, explicar por qué el total de bienes y servicios producidos crece a una tasa media del 4 por 100 al año en una década y a una tasa media del 2 por 100 en otra, y por qué en algunos períodos aumenta profundamente el nivel de precios, mientras 'que en otros permanece estable o, incluso, disminuye. En resumen, la macroeconomía intenta contestar a las preguntas verdaderamente «grandes) de la vida económica -pleno empleo o paro, capacidad o subcapacidad de producción, tasa de crecimiento satisfactoria o insatisfactoria, inflación o estabilidad del nivel de precios. Al contrario, la microeconomía no se ocupa de la producción total, del empleo total, o del gasto total en todos los bienes y servicios en conjunto, sino de la producción de determinados bienes y servicios por parte de empresas o industrias aisladas y del gasto en determinados bienes y servicios realizado por economías domésticas aisladas o por las economías domésticas en un mercado único. La unidad de estudio es la parte en lugar del todo., Por ejemplo, la microeconomía intenta explicar cómo una empresa aislada decide el precio de venta de un bien concreto, qué cantidad de producción hará máximos sus
  • 11. beneficios y cómo determina la combinación más barata de trabajo, materias primas y equipo capital, o de otros factores que entran en la obtención del producto. Se ocupa también de la forma en que el consumidor individual determina la distribución de su gasto total entre los numerosos productos y servicios que están a su disposición, de manera que haga máxima su utilidad. En su enfoque, la microeconomía toma ful1damentalmente como dada la producción total, el empleo total y el gasto total para todos los bienes y servicios e intenta examinar la forma en que se distribuye la producción y el empleo entre las diversas industrias y empresas individuales dentro de cada industria y cómo se establecen los precios de los diversos productos de estas empresas individuales. La microeconomía pregunta los efectos que tendrá el desplazamiento de los gastos de consumo de un producto de una industria al de otra, o del producto de una empresa al de otra competidora dentro de la misma industria, sobre la distribución de la producción y del empleo entre los diferentes bienes y servicios y entre las diferentes industrias y empresas. Lo que la microeconomía toma esencialmente como dato -o sea, la producción total de la economía en su conjunto-, es lo que la macroeconomía toma como la variable principal, de la que hay que determinar el tamaño o el valor; y lo que la macroeconomía toma como dato -a saber, la distribución de la producción, el empleo y el gasto total entre las diversas industrias y empresas individuales constituyen las variables en la microeconomía. En cuanto a los precios, lo que la microeconomía toma como datos -a saber, el nivel general de precios- la macroeconomía lo toma como variable; y lo que la macroeconomía toma como datos -a saber, los precios relativos y relación de cambio entre los bienes y servicios- la microeconomía toma como variables. Aunque esta profunda distinción ayuda a clarificar las diferencias esenciales, representa una distinción mucho más profunda de lo que puede hacerse realmente. En la práctica, el análisis de la economía no se realiza separadamente en dos compartimientos estancos. Cuando se analizan las variables macroeconómicas y su relación, hay que tener en cuenta también los cambios de las variables microeconómicas que pueden influir en las variables macroeconómicas y viceversa. Cuando se analiza el proceso económico que determina el bienestar material de un país, debe tenerse en cuenta tanto los aspectos macroeconómicos como los microeconómicos. Desde el punto de vista macroeconómico, el bienestar material será mayor cuanto más se acerque la economía a la plena utilización de sus recursos totales, considerando como datos la distribución, buena o mala, del volumen de tales recursos que se están empleando realmente en la producción del país. Desde el punto de vista microeconómico, el bienestar material será mayor cuanto más se acerque la economía a la distribución óptima de sus recursos, considerando como datos el grado de utilización, parcial o total, de esos recursos. Es claro que el objetivo básico es el mismo desde ambos puntos de vista: el bienestar material máximo para la población total, cuya consecución, sólo puede lograrse con la plena utilización y con la distribución óptima de todos los recursos disponibles.
  • 12. La distinción anterior entre la macroeconomía y la microeconomía ayuda a explicar la desviación de énfasis que ha habido desde la preocupación. tradicional por la microeconomía a la actual preocupación por el conjunto de la economía, cambio de énfasis que se considera generalmente como un fenómeno keynesiano. Antes de los años treinta, los economistas se ocupaban principalmente de la microeconomía, como si no existiese la macroeconomía, ya que entonces parecía que poco quedaba ya por decir de esta segunda. La teoría macroeconómica entonces aceptada estimaba que la producción total no era realmente una variable, sino más bien una constante a corto plazo, ya que el volumen total de producción en un período era simplemente lo que podía producir la economía con pleno empleo y con" el estado tecnológico existente. Entonces, la única cuestión importante sería la de saber si estos recursos plenamente empleados se utilizaban de la mejor manera posible, es decir, si estaban distribuidos de forma óptima entre las diversas líneas rivales de producción. Sin embargo, si no ocurriera así, perdería gran parte de su importancia el problema de si los recursos se distribuían entre sus mejores usos. La distribución óptima de los recursos toma la mayor importancia cuando los recursos están plenamente utilizados, pues es entonces cuando existe verdadera escasez de recursos. En una economía que opera muy por debajo de su plena utilización, los recursos no son realmente escasos, al menos en ese momento. En estas condiciones, el producir más de cualquier cosa no exige desviar los recursos desde otras líneas de producción. En tanto en cuanto pueda obtenerse la producción con recursos hasta entonces ociosos, los costes de oportunidad de un aumento de producción son casi cero. Por tanto, en la medida en que la economía se desvía de la plena utilización, la macroeconomía se hace más importante y la microeconomía menos importante en términos relativos. La teoría económica pre-keynesiana no mantenía que la economía permaneciera ininterrumpidamente en plena utilización o pleno empleo. Su relativo olvido de la macroeconomía se derivaba de su tesis de que las desviaciones del pleno empleo eran exclusivamente temporales. Pensaba que las fuerzas automáticas de los mercados de competencia volverían a llevar el empleo y la Producción al nivel de pleno empleo en plazo corto. Como consecuencia, las desviaciones del pleno empleo no preocupaban mucho a los economistas, ya que éstos creían que el pleno empleo era la situación normal a la que la economía volvería de forma automática y rápida. El hecho de que hubiera relativamente pocas depresiones prolongadas y serias a lo largo de, al menos, la primera mitad del siglo diecinueve contribuyó a sostener esta creencia. Las desviaciones del nivel de pleno empleo, al ser poco frecuentes y de corta duración, podían explicarse fácilmente como excepciones de la regla general del pleno empleo. Pero aun consideradas como excepciones a la norma general, las «depresiones», «crisis» y «pánicos» del siglo diecinueve fueron objeto, sin embargo, de profunda atención. David Ricardo hablaba en 1817 de los «trastornos del comercio», y Mili analizó con detalle las «crisis comerciales» en 1848. Pero, el principio básico que subrayaba el pleno empleo como
  • 13. la norma general, no fue debatido por Ricardo, Mili y otros autores; al contrario, lo defendieron firmemente contra los ataques de los pocos disidentes de entonces. Este principio básico era que la demanda global de bienes y servicios no podía ser inferior, salvo transitoriamente, a la oferta global de bienes y servicios, y mientras ocurriera esto no podía existir ninguna barrera a la producción de la oferta global correspondiente al pleno empleo. El puñado de disidentes que atacaron la regla de que la economía genera automáticamente una demanda suficiente para absorber la oferta producida en condiciones de pleno empleo fracasó, pues ninguno logró respaldar su ataque con una teoría alternativa capaz de suplantar a la vieja teoría ortodoxa, que decía que la demanda global no podía ser nunca pequeña. Como ha observado James B. Conant, «Es necesario un nuevo esquema conceptual para abandonar otro anteriof»6. Y antes de Keynes no existía ninguna otra teoría alternativa que pudiera mantenerse. Thomas Malthus, disidente de principios del siglo diecinueve, atacó la teoría usualmente aceptada, pero sin éxito, pues como dice Keynes: «Dado que Malthus no logró explicar claramente (aparte de su referencia a los hechos de observación común), cómo y por qué la demanda efectiva podía ser deficiente o excesiva, no pudo proporcionar una elaboración alternativa». Hubo otros ataques contra la ortodoxia clásica durante estos años, pero ninguno tuvo realmente éxito hasta más de cien años después de Malthus, en forma de la Teoría General de Keynes. Keynes presentó una teoría alternativa de la determinación del empleo y de la producción que explicaba por qué las fuerzas de la economía de mercado no aseguraban que la demanda global fuera automáticamente la necesaria para el pleno empleo. Mantenía que el nivel de empleo era una variable y que el pleno empleo era sólo un nivel posible, siendo también posible un número ilimitado de niveles inferiores al pleno empleo. La Teoría General de Keynes ofrecía una explicación del desastre económico que habían sufrido Estados Unidos y otros muchos países durante la Gran Depresión, cosa que fue totalmente incapaz de hacer el conjunto de la teoría entonces existente. Para demostrar que la demanda podía ser menor que la necesaria para el pleno empleo, la Teoría General no se limitaba sólo a «recurrir a los hechos de común observacióm), sino que proporcionaba una teoría que explicara los hechos, esos hechos que parecían claros para todos en los años primeros de la década treinta. Había surgido una «nueva» teoría para estudiar la realidad de aquellos tiempos de depresión. Durante la década que siguió a la aparición de la Teoría General, los economistas se ocuparon de refinar la obra pionera de Keynes y seguir su construcción, analizar el complejo proceso económico determinante del nivel real de empleo, nivel que la nueva teoría demostraba podía ser de pleno empleo, de grave paro o de cualquier otro nivel entre estos extremos. También se aplicó la teoría Keynesiana durante la segunda guerra mundial y, después de ella, al análisis de la inflación, situación que se descubrió estaba íntimamente conectada con una economía de pleno empleo () cerca del pleno empleo. A par"" tir de estos análisis, se elaboraron las políticas tendentes a elevar el sistema hasta el nivel de pleno empleo, lo cual no lo lograrían las fuerzas automáticas, y mantenerla en ese nivel evitando la
  • 14. inflación. Por estas razones, la macroeconomía pasó en estos años de una relativa oscuridad a un primer plano. A mediados de los años sesenta el péndulo había empezado a moverse hacia el campo de la microeconomía. No es que quedara poco por decir sobre la macroeconomía, como pensaban los economistas clásicos cien años antes, sino que existía el sentimiento de que los grandes problemas macroeconómicos, aunque no totalmente resueltos, estaban al menos bajo control. Una serie de éxitos políticos anteriores, menos notables, habían sido coronados por el impresionante éxito de la rebaja impositiva de 1964, que había sido pedida por algunos economistas a fin de hacer volver la economía al pleno empleo y elevar la rezagada tasa de crecimiento, y que produjo los resultados previstos. Con los resultados conseguidos, los profesionales de la economía estaban convencidos de que la nueva economía de Keynes les había proporcionado la técnica para hacer volver la economía a la senda 'de pleno empleo cuando se apartara de ésta. Se pensaba que los grandes problemas macroeconómicos estaban resueltos y que podía dedicarse más esfuerzo a los problemas microeconómicos, lo que se vio reforzado por el hecho de que problemas como el control de la polución, la protección al consumidor, la congestión del tráfico, el control del crimen y el cuidado sanitario habían tomado de repente una importancia mucho mayor de la que tenían anteriormente, y tales problemas son esencialmente microeconómicos en sus aspectos económicos. Sin embargo, la autosatisfacción que la profesión de economistas sintió respecto a la macroeconomía duró poco. Aunque el «boom» y la inflación iniciados en 1965 podrían haberse evitado si se hubieran puesto en efecto los aumentos fiscales recomendados entonces por los economistas, el proceso de contener el «boom» y reprimir la inflación a la que se había dejado tomar inercia resultó ser más difícil y más incierto de lo que pensaban los economistas unos años antes. El aumento de los tipos impositivo s a la Renta establecido en 1968, a través de una sobretasa del 10 por 100, no tuvieron los efectos amortiguadores que se esperaba. Y, además, las otras diversas medidas tomadas en los siguientes años tampoco lograron contener la inflación, aunque sí lograron llevar la economía a una recesión inflacionaria en 1970. Dada la experiencia de estos recientes años, los economistas que creían que nuestro conocimiento macroeconómico era suficiente para indicar los pasos exactos que deberían tomarse para solucionar de forma rápida y precisa los problemas del «boom» y de la inflación, comprendieron su error. En apariencia no se habían encontrado soluciones definitivas para los grandes problemas macroeconómicos, y la macroeconomía, que había salido de la oscuridad durante los años cuarenta y cincuenta, no volvió a ella durante los años setenta. Macroeconomía clásica y keynesiana Como hemos visto, la teoría económica puede dividirse en teoría macroeconómica y microeconómica y, a su vez, la teoría macroeconómica puede dividirse en teoría clásica y teoría Keynesiana. Pero existe una diferencia importante entre estas dos divisiones, pues
  • 15. mientras la teoría macro y microeconómica son estrictamente aditivas, la teoría clásica y la Keynesiana son, en gran parte, alternativas. La teoría macro y microeconómica son parte de un total; la teoría Keynesiana sólo puede aceptarse rechazando ciertas partes de la teoría macroeconómica clásica. N o se discute so bre los méritos- relativos de la teoría macroeconómica o de la microeconómica, pues ellas son ramas no competidoras, en gran parte independientes, de la teoría y ambas son necesarias para una teoría completa de la economía. Pero, sin embargo, sí que se discute sobre los méritos relativos de la teoría clásica y de la Keynesiana, pues sus postulados y conclusiones básicos son opuestos8. ¿Qué se entiende hoy por teoría macroeconómica clásica? Con este término, Marx, que acuñó el término de «clásico», solía abarcar las teorías de David Ricardo, James MilI y sus predecesores. Keynes extendió el término incluyendo en él a «los seguidores de Ricardo, es decir, a aquellos que adoptaron y perfeccionaron la teoría de la economía Ricardiana, incluyendo (por ejemplo) a J. S. MilI, Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou». Y este es ahora el significado generalmente aceptado de «clásico» en cuanto a su aplicación a la teoría macroeconómica. Esta es una teoría no atribuible a un solo hombre, sino resultado de los escritos de muchos hombres. Es más, la formulación actual de lo que se describe como teoría Además, la teoría microeconómica ha experimentado cambios drásticos desde los años treinta, pero cambios de una naturaleza totalmente diferente de los que ha experimentado la teoría macroeconómica. Antes de aquella década, la teoría de la empresa individual; núcleo de la teoría microeconómica, suponía que la empresa era un competidor 'perfecto, o que, en el otro extremo, era un monopolista. O la empresa era solamente una entre otras muchas empresas competidoras productoras todas de un producto idéntico, sin que tuviera control importante sobre el precio de ese producto, o bien la empresa era el único productor de ese producto y tenia prácticamente un control completo sobre el precio. Durante los años treinta se introduce la teoría de la competencia monopolística o de la competencia imperfecta, con el fin de cubrir el amplio campo de posibles situaciones del mercado situadas entre la competencia perfecta, en un extremo, y el monopolio en el otro, situaciones en las que la empresa individual tiene un poder limitado, pero apreciable, sobre el precio del producto. La introducción de la competencia monopolística o imperfecta añadió algo muy necesario al cuerpo de la teoría microeconómica, sin que sustituyera o reemplazara a la teoría ya existente. Por el contrario, la introducción de la teoría macroeconómica keynesiana no nació para llenar un vacío en la teoría clásica, sino más bien para sustituir o reemplazar ciertas partes de aquella teoría macroeconómica clásica, no se encuentra como tal en los escritos de los economistas clásicos, sino que hay que extractarla de los escritos clásicos, pues estos escritos no consideraron, de forma específica o sistemática, las cuestiones básicas planteadas por Keynes. La teoría clásica no se ocupaba primariamente del problema macroeconómico del nivel de empleo, ya que tal teoría suponía una situación automática de pleno empleo. ¿Qué se entiende por teoría macroeconómica Keynesiana? El propio Keynes puede considerarse como el padre fundador único de tal teoría, si bien su papel es sólo éste, ya que
  • 16. hay que distinguir entre «la economía de John Maynard Keynes» y la «economía Keynesiana». La economía de Keynes, principalmente su Teoría General, es el fundamento sobre la cual se ha. construido la economía Keynesiana. A partir de la publicación de este libro, los economistas lo han analizado línea por línea, aceptándolo, corrigiéndolo o rechazándolo y lo que han edificado sobre los fundamentos que han quedado es una estructura masiva conocida con el nombre de economía Keynesiana1o. Pero esto sólo nos sirve para distinguir la teoría clásica y la teoría Keynesiana sobre la base de algunos de los nombres principales, cuando la distinción importante se basa, naturalmente, en el contenido real de las teorías. ¿Qué es lo realmente nuevo y diferente en la teoría Keynesiana y qué es simplemente una ampliación de ideas clásicas que no fueron comprendidas por los economistas clásicos? ¿Qué hay en la teoría clásica realmente equivocado, al menos cuando se aplica a la economía urbanizada e industrializada del mundo del siglo veinte? Estas son cuestiones extremadamente difíciles sobre las cuales los economistas siguen discutiendo. Pero lo que se consideró como «nuevo» en la economía de Keynes y en la economía Keynesiana salida de ella tuvo un impacto sin precedentes en la teoría económica. El éxito de la economía Keynesiana o <(llueva» economía, no tiene igual en la historia de la doctrina económica, a juzgar por su amplia aceptación. Esta amplia aceptación de grandes partes de la economía Keynesiana a lo largo de los últimos veinticinco años se ha visto emparejada con la amplia repudiación de grandes partes de la macroeconomía clásica. Esta aceptación de una teoría que demostraba que una economía puede estar en equilibrio a un nivel menor del de pleno empleo equivalía a una repudiación de aquellas partes de la teoría clásica que mantenían que la única posición de equilibrio era la correspondiente al caso límite de pleno empleo. Esta es la más fundamental de las diferencias de las conclusiones alcanzadas por ambas teorías. El significado práctico de esta diferencia y de lo que hay detrás de ella no debe exagerarse, pues una vez aceptado el argumento keynesiano -que dejada a sí misma, la economía no puede moverse hacia la posición de pleno empleo, ni alcanzarlo-, queda abierto el camino para la utilización de políticas destinadas a alcanzar este objetivo, excluidas por el argumento, totalmente diferente, de la teoría clásica. El fin último de toda teoría económica es contribuir a una base sana de la acción política y no hay duda de que la amplia aceptación de la teoría Keynesiana en las dos últimas décadas ha conducido cada vez más a la adopción de políticas sugeridas por aquella teoría. Como suelen señalar muchos economistas, la rebaja impositiva masiva realizada en Estados Unidos en 1964 equivalía a una aceptación de la teoría Keynesiana por el Congreso de este
  • 17. país. Sin embargo, para comprender la racionalidad de esta y de otras medidas políticas, es necesario comprender primero los fundamentos de la teoría Keynesiana. La principal tarea de este libro es desarrollar los fundamentos de la teoría Keynesiana de la producción y del empleo que ha dominado totalmente los últimos veinticinco años de teorización macroeconómica. Esta teoría nació como una revolución frente a la ortodoxia clásica y terminó teniendo tal éxito que en los años cincuenta se había convertido en la nueva ortodoxia. En el curso normal de los acontecimientos, la revolución engendra la contrarrevolución y así la ortodoxia Keynesiana derivada de la revolución Keynesiana se ha visto enfrentada a sí mismo en años recientes, con lo que se ha llamado la contrarrevolución monetarista. Parece justo decir que mientras algunas partes importantes de la ortodoxia pre-Keynesiana han sido sustituidas definitivamente por la revolución Keynesiana y la ortodoxia derivada del éxito de ésta, hay otras partes de la ortodoxia pre-Keynesiana que han intentado revivir los monetaristas, si bien en forma diferente. Una piedra angular de la ortodoxia pre Keynesiana es la teoría cuantitativa del dinero y el éxito Keynesiano es, en gran parte, una medida de la derrota de aquella teoría. Una piedra angular del actual reto monetarista es la llamada teoría cuantitativa "moderna" o "nueva". Aunque difiere de la vieja teoría en tal grado que algunos afirman que está más cerca de la teoría Keynesiana que de la vieja teoría cuantitativa, mantiene el viejo énfasis crítico en la cantidad de dinero como el determinante supremo del gasto global de la economía, y, a través de él, de los niveles de renta, producción y empleo. Este tipo de énfasis es totalmente anti keynesiano, ya que Keynes afirmaba y finalmente han coincidido con él la mayoría de .los economistas- que no existe el fuerte lazo causal entre los cambios de la cantidad de dinero y los cambios -del gasto total indicado por la vieja teoría cuantitativa. Para Keynes, y para la mayoría de los economistas a partir de él; la· explicación de los cambios en el gasto total implica una serie de factores de los cuales.la cantidad de dinero es sólo uno, y no el más importante. La mayor parte de este libro se dedicará a explicar estos factores y la teoría construida sobre. ellos por Keynes y refinada y elaborada por sus seguidores. En varios puntos de este libro tocaremos la teoría cuantitativa moderna y otros aspectos del monetarismo, pero el foco principal seguirá siendo la teoría Keynesiana, que, al menos hasta ahora, disfruta del apoyo de una gran mayoría de los economistas profesionales. Lo que traiga el futuro es otro tema. En palabras del profesor .Harry Johnson, "El punto interesante es el de si la contrarrevolución monetarista ganará a todos y sé convertirá en la ortodoxia del futuro, madura, a su vez, para ser atacada por una nueva revolución, o si irá desapareciendo gradualmente». La respuesta de este autor es la segunda alternativa y con ello expresa, quizá, la expectativa de la mayoría. Parece claro que, quienquiera que estudie los antecedentes de la macroeconomía hoy o los próximos años llegará a la conclusión de que la macroeconomía puede dividirse
  • 18. históricamente en dos grandes períodos: el período pre Keynesiano de la ortodoxia clásica y el período de la ortodoxia Keynesiana establecido firmemente en los años cincuenta. Observará que la ortodoxia Keynesiana se enfrentó con un reto iniciado en los años sesenta y que en la discusión posterior tuvo que reconocer y corregir sus fallos, pero no llegará a la conclusión de que la teoría Keynesiana fue desplazada por el reto del monetarismo en forma parecida a como la teoría clásica había sido desplazada por la revolución iniciada por Keynes. En otras palabras, se admitirá que el ataque monetarista condujo a ciertas correcciones y enmiendas de la teoría Keynesiana pero nada más. Ha sido cierto durante varias décadas, y lo sigue siendo, que una introducción a la rama macroeconómica de la teoría económica es esencialmente una introducción a la teoría Keynesiana. EDWARD SHAPIRO Profesor de la Universidad de Toledo (U.S.A.) LUIS GARCIA DE DIEGO, Economista del Estado. Prólogo EMILIO DE FIGUEROA MARTINEZ, Catedrático de Política Económica en la Universidad Complutense de Madrid. . EDICIONES ICE - Marqués del Duero, 1979 - Madrid-