Gabriel tenía miedo al dentista desde niño porque le habían dicho que lo iban a pinchar con una gran aguja si se portaba mal. Cuando llegó una camioneta dental a la escuela rural, Gabriel se puso a llorar del miedo. Sin embargo, después de su turno se dio cuenta que no le dolía y salió con una gran sonrisa a pesar de haber perdido dos dientes, superando así su temor.