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Jacob amaba pasar las noches en la taberna, entre amigos, vino y
prostitutas; era el punto ideal de encuentro, al menos cuatro veces
por semana, entre él y su oscuro y maltrecho cerebro... Disfrutaba
deleitando a sus colegas con historias sobre exageradas de veloces
conquistas y lujuriosas noches de pasión desenfrenada, por supuesto
no todos en el grupo digerían con extrema facilidad tan descabelladas
narraciones, pero estaban encantados de escuchar a tan excepcional y
descriptivo narrador. ¿Quién necesitaba de aquellos libros secretos
tan sumamente costosos de los que hablaban los vasallos de los
feudales con Jacob enfrente? Aquellos documentos repletos con
imágenes solo eran accesibles para los hombres adinerados y
específicamente agraciados por el clero, entre ellos, los sacerdotes,
obispos y condecorados por la Santísima Iglesia, nadie más siquiera
soñaría con tener entre sus manos aquellas obras que para todos los
siervos no eran más que mitología fantástica...
Pero era viernes y Jacob se encontraba de muy mal humor porque
hacía ya dos lunas nuevas que no había conseguido estar más que
con las mismas mujeres de la taberna, lo demás eran solo invenciones
de su cabeza; en realidad él se encontraba tan harto de ellas como
ellas de él. “Carece de las cualidades de un caballero”, comentaba
alguna de las chicas, “Si, además es muy rudo, a mi me lástima cada
vez que estamos juntos” comentaba otra, “Es tan repugnante como
todos los demás” las risillas resonaron en el ambiente mientras se
aproximaban a la mesa donde el grupo les aguardaban mientras se
preparaban para escuchar a Jacob contar otro más de sus deformes
cuentos.
súcubo
Y... ¿qué haría esta vez? ¿qué diría? Un escalofrío le recorrió la
espalda y la frente se le empapo, ahora estaba consciente de que
había arrasado con todas las mujeres de la villa, cuidándose por
supuesto de evadir comentarios acerca de las menos agraciadas y
claro, de las esposas y hermanas de sus amigos...
“¿Qué te pasa Jacob, es que entre tantas mujeres habéis encontrado a
la que por fin te arranco la lengua?” Le increpo Lucy de inmediato...
Ella, como las otras estaba perfectamente consciente de que sabía
más historias que técnicas para darles placer... Esta vez todos
estallaron en carcajadas. Pero Jacob estaba demasiado hastiado como
para maquinar algo esa noche... Solo deseaba estar con una mujer de
verdad, pura, casta, dulce, y a la vez desenfrenada, tan ansiosa e
insaciable como él mismo, una mujer como nunca había conocido,
alguna, quizá, como aquellas que tantas veces le habían despreciado
con asco. Era tan enajenada su enfermedad y su carencia que ya
había conformado de aquí y allá a su ideal, “Tendría que ser dulce
como una madre, pura como una monja inmaculada, tan ardiente
como Lucy y deberá tener el cuerpo de un ángel, y la encontraré así
sea la última noche de goce”... Furioso y decepcionado de la velada
que a penas comenzaba se puso en pie de un salto, al darse cuenta de
que todos le miraban con desconcierto intento disculparse con cierto
disimulo. “Es tarde amigos y hay una mujer que me esta esperando,
una verdadera dama” dijo mientras observaba con un gesto de
repulsión a las mujeres que les abrazaban, retiro el brazo de Lucy,
que le rodeaba por el cuello y giro para verla de frente y sonreírle
con sarcasmo. Jacob sabía perfectamente que si Lucy no conseguía
retener a algún cliente tenía que pasar la noche con su dueño, Henry,
un viejo gordo y mal oliente, algo calvo y con espesa y sucia barba,
que desde luego era menos gentil que él mismo. Ella se sintió
petrificar con la mirada de Jacob y lo maldijo con un gesto al tiempo
que imaginaba a Henry obligándola a acariciar sus asquerosas partes,
sus escasas caderas y su prominente y abultado vientre sudoroso por
el esfuerzo que le implicaba cargar con su propio peso, mientras la
obligaba a lamer sus pertenencias toda la noche, terminaba exhausta,
con un tremendo dolor en la quijada y con tantas nauseas que tenía
que vomitar a penas pudiera separarse de el enorme animal.
Se acerco a Jacob y le insulto al oído, éste río como complacido y
agregó “Nos veremos mañana para charlar un rato… si es que
puedes.”
Sin decir nada más elevo el brazo en un gesto de despedida y cruzo
el portón de la taberna dejando atrás al desconcertado grupo que,
seguro de que Jacob regresaría al día siguiente con una nueva y
fascinante historia, se resigno al contacto de la piel de Lucy y las
otras chicas.
Solo y a mitad de la noche Jacob emprendió una caminata en
dirección contraria a su casa para despistar y evitar levantar
sospechas, como en otras noches, en caso de que alguien le siguiera
los pasos. Después de alejarse considerablemente retomó el camino a
casa a toda prisa como intentando perderse entre las sombras e
implorando a Dios que nadie le observara. “Perfecto, nadie se ha
percatado, esto se hace cada vez más sencillo” alardeaba para si
mientras corría el cerrojo metálico en la puerta de su cabaña.
Definitivamente era la noche más desastrosa de toda su mundana
vida, estaba solo, ansioso y sobrio, no podría resistirlo por mucho
tiempo, tenía que hacer algo... Se desplazo sumamente irritado hacia
el espacio acondicionado como dormitorio... Hurgó debajo de las
ropas contenidas en el baúl, allí estaba... Una vieja botella de vino
con el que le habían pagado dos años atrás un sucio trabajo en un
poblado circundante,. Cada segundo enardecía más, se había
prometido guardar tan preciado líquido para la noche en que
encontrará a su ideal... pero era demasiado estar sin alcohol y sin
sexo...
Abrió la botella y la empino de forma maldiciente, pero cuidándose
de no derramar una sola gota. “Excelente”, sin duda era el vino más
dulce y exquisito que hubiese probado. Había valido la pena aceptar
tal pago a aquella anciana... “¿Qué fue lo que llevo hasta las orillas
del Sena para dejarlo caer en la madrugada, a petición de la vieja?”
Estaba perfectamente consciente de que aquello tan rígido y tan frío
era el cadáver de una joven. Nunca se atrevió a destapar el bulto.
“Fuese lo que fuese no es asunto tuyo Jacob, nunca lo fue”... Pero no
conseguía olvidarse de ello... Algunas veces despertaba por las
noches empapado, gritando y saltando, justo en el instante en el que
la frecuente pesadilla estaba por llegar a su fin. En ella veía y sentía a
una frágil figura llevándolo a rastras hasta el mismo río donde había
dejado caer a la joven, reaccionaba con un alarido en el instante
mismo en que aquella figura, haciendo uso de toda su fuerza, lo
elevaba por encima de su cabeza y lo lanzaba totalmente inmóvil.
Tampoco conseguía olvidar las manos de la anciana, desgastadas por
el tiempo, sucias, llenas de manchas amoratadas, casi ennegrecidas y
con uñas largas y pútridas.
Algunas veces, incluso, después de calmarse y relajarse lo suficiente
para dejar atrás la imagen de esas manos tan repugnantes le parecía
escuchar un grito apagado, semejante a un lamento que provenía
justo detrás de la colina situada en la parte anterior de su cabaña, por
donde cruzaba el Sena... Era escalofriante. Así que evocaba todas las
imágenes sensuales que le venían a la mente, consiguiendo así, al
menos, calmarse un poco.
El recuerdo de los hermosos y blancos senos de Lucy le invadió y se
sintió extasiado, pero nuevamente se molesto al pensar que estaba
solo, al pensar que Lucy estaría con Henry, al suponer que al día
siguiente ella estaría tan molesta que se convertiría en un cuerpo
inerte entre sus brazos y que sería como estar haciéndolo solo, por
que Lucy permanecería inmóvil y con la mirada perdida en la
penumbra. Se llevo otra vez el envase a la boca y acabo con el
líquido. Se encontraba muy mareado y hasta había conseguido
apaciguar la rabia y el temor sustituyéndolos con nuevos deseos e
imágenes.
El sueño comenzó a invadirle mientras se aferraba a la almohada
como al pecho de su madre... Era un momento hermoso para Jacob,
la visión se le nublo delicadamente, se perdió por completo y
comenzó a soñar.
Circundaba los alrededores de la Notre Dame, era una noche
calurosa y los árboles se mecían en un vaivén delicado con el viento
tibio, en el cielo totalmente despejado se admiraban centenares de
minúsculos destellos y la hermosa luna llena. Sin duda se sentía listo
para una noche de aquellas que tanto disfrutaba, y parecía estar de
suerte. Había cruzado con varias mujeres que le mandaban señales,
muchas con las que había estado anteriormente; y eso le complacía
en exceso, lo único que le sorprendió fue haber cruzado frente a las
hermanas de L’crouse quienes meses atrás le habían abofeteado y
escupido a la cara después de haberles increpado en días diferentes,
esa noche ambas lo deseaban al mismo tiempo... Pero su orgullo le
hizo rechazarlas con el mismo desprecio. Simplemente siguió su
recorrido, ahora ninguna parecía ser digna de su compañía. Continuó
su camino hasta muy tarde, al aproximarse a las puertas de la
Catedral se detuvo un instante; entonces sucedió... Allí estaba ella,
salía del santuario con solo una capa de seda roja traslucida que
dejaba ver la delicada y escultural silueta, su vientre y senos
perfectos, la deseaba más que nada en el mundo, lo sabía.
Corrió hacia ella, deseaba tomarla en ese preciso instante, pero la
misma anciana de manos putrefactas se interpuso en su camino, le
miro con ojos de ternura entremezclada con lujuria y Jacob se erizo
de horror mientras observaba que la mujer le presentaba una botella
del mismo vino al tiempo que abría aquello que más que una mano
semejaba una garra, señalándole a la chica y sonriéndole
maliciosamente. El corazón se le aceleró y despertó de un salto,
maldijo una y otra vez a la anciana... Y volvió a escuchar el grito que
provenía del Sena; pero esta vez era diferente, era un grito de placer,
otro escalofrío lo recorrió, pero hasta esa sensación era mágica y
adversa a todo aquello que había sentido en noches anteriores.
La ventana frontal cercana a la puerta estaba ligeramente entre
abierta y el viento soplaba retumbando como si bufara, Jacob no se
atemorizó... Se reclinó despacio hasta quedar sentado, observando la
hendidura por la que penetraba el aire. Súbitamente el viento se torno
espeso como un vaho de color escarlata que se deslizaba
serpenteando hasta la cama en donde solo le cubría una manta de
algodón algo vieja...
Aquel humo rojizo que penetro dócil bajo la sabana tenía también un
calor particular que hizo estremecer a Jacob hasta la punta de los
cabellos, más excitado y ansioso que nunca se reclino sobre la
almohada por segunda vez mientras arqueaba la espalda con los ojos
cerrados. Las sensaciones se detuvieron por unos segundos y el vapor
que le había obsequiado un primero e indescriptible placer, ahora, le
estaba abandonado para comenzar a acumularse frente a la ventana
en una nube espesa.
Aquella masa de vapor tenía un aroma a campos de flores, como a
jazmín y rosas, Jacob sentía que explotaban todos sus sentidos, era
un éxtasis asexual, algo desconocido totalmente para aquel pobre
artesano de cuarta. Aún con los ojos cerrados y mojando una y otra
vez sus labios en actitud desenfrenada consiguió desconectar sus
oídos de aquel trance hipnótico para escuchar unos suaves y frágiles
pasos cerca de la puerta. Su sorpresa fue mayúscula al abrir los ojos
y observar que la misma joven de su sueño salía de entre la nube
cruzando los pasos, al tiempo que tarareaba una dulce melodía con
una voz digna de cantar un solo en la Catedral de Notre Dame.
Su corazón parecía querer escapar de su cuerpo y dar un salto hasta
la chica. Ella subió a gatas sobre los pies de Jacob que se recostó
como si las fuerzas le hubieran abandonado por completo. Corrió
lentamente la manta, su sexo estaba listo para recibirla, pero ella
parecía no tener prisa. Comenzó a besarle los pies y a rozar con
encanto entre sus piernas, provocando en él un escalofrío de placer
incontrolable. Subiendo lentamente entre sus muslos cruzo sobre su
sexo, a penas rozándolo con los labios cálidos y húmedos, deslizó las
manos sobre su torso acariciándolo y arañándolo sutilmente, llego
hasta su pecho y subió por el cuello con un lengüeteo discreto, para
cuando llego a su boca él ya le acariciaba los senos con
desesperación, la deseaba, adoraba su piel suave y rojiza, casi oscura,
ella lo beso introduciendo su lengua, jugó dentro de él produciéndole
un cosquilleo que llego hasta la nuca sacudiéndole la espalda como
una descarga.
Liberó su boca y lo miro un largo instante con un gesto analítico.
Jacob quedó fascinado con el indescriptible color de sus ojos opacos
y grisáceos, a pesar de parecer una mirada fría, petrificada como la
de las gárgolas, parecía tan radiante como el destello de los
diamantes; aquel brillo tan peculiar le evocaba recuerdos a los que no
consiguió darles forma precisa, pero no importaba, todo esto era lo
mejor que podía haberle sucedido... Y por si fuese poco no había
tenido que esmerarse en representar un interés que no existía, más
allá del sexo con esa chica o con las otras, nada le importaba
realmente. Había tenido la fortuna de no hacer la típica
representación estructurada mucho tiempo atrás. No, esta era una
mujer diferente e interesante, digna de descubrirse, no había
necesitado sus métodos de conquista barata, porque lo había buscado,
ella también lo deseaba... y, tal vez, estaba más ansiosa que él
mismo. Sin quitarle la mirada de encima comenzó a sonreír, a él se le
erizaron los vellos “¿Puede ser que sepas lo que estoy pensando?” se
preguntaba en silencio mientras observaba aquella sonrisa callada y
hasta cierto punto condescendiente e incitante.
Sin decir media palabra aquella joven se increpó mientras tomaba
entre sus dedos el sexo de su compañero para introducirlo
suavemente dentro de ella con un gesto de placer y la expresión de
felicidad al borde de los labios... “Eres a quien he esperado toda mi
vida” pronuncio Jacob con aire de satisfacción. Él odiaba las
expresiones de dolor que precedían a una penetración, pero ella no
parecía incomodarse.
“Hasta la más ramera que he conocido ha gemido inconforme”
pensó, mientras imaginaba mordazmente a Lucy y a Henry, al tiempo
que comenzaba a mover la cadera chocando una, otra y otra vez
contra la de aquella chica que había llegado desde el fondo de sus
más depravadas fantasías... Ahora el gesto de ella se había tornado
repentinamente en soberbia, como si algo que él hubiese dicho le
molestara, pero Jacob no había pronunciado una sola frase al
recordar a Lucy. Sentada sobre él y apresando sus caderas entre las
piernas comenzó a moverse de forma por demás acelerada y casi
salvaje, empapando su sexo con una humedad cálida, reclinándose
para besarlo y deslizando los dedos entre sus cabellos
delicadamente, como haciendo un imperceptible masaje, llegó bajo
los lóbulos de las orejas y colocó los pulgares sobre las sienes del
extasiado y desconcertado sujeto que sentía que estaba por estallar en
una oleada de placer. Pero ella, que parecía tener control
independiente en manos y caderas, hizo un alto repentino apretando
el sexo de Jacob entre sus muslos con fuerza encantadora, arqueando
la espalda nuevamente llegó a él una primera descarga de placer.
Sonriendo, empapado de sudor y con voz trémula, Jacob, le
cuestionó su nombre, pero no contesto a su pregunta, solo se limito a
obsequiarle la mejor de sus sonrisas, susurrándole en voz tenue una
melodía desconocida que le iba colmando de nuevas fuerzas y
deseos, ansiaba poseerla toda la noche y todo el día siguiente; si
conseguía que ella se quedará daría pie a todas aquellas fantasías que
Lucy se había negado a concederle con el argumento de que hasta
ella conocía limites.
Jacob comenzó a llamarle Eva, ese había sido el nombre de su
madre... Ella solo se limitaba a sonreír; sentada aún sobre su sexo
erguido comenzó a balancearse como un árbol empujado por un
viento contradictorio que no sabe a donde dirigirse, seguía entonando
la misma melodía sensual que lo había mantenido ya buen rato en
estado narcótico, Eva entreabrió los labios y los empapo con un gesto
de ensueño, algo que cada vez que Lucy pretendía representar era
exagerado y hasta vulgar. Jacob se impulso para besarla pero ella se
lo impidió con los labios, la humedad de aquella boca le pareció, esta
vez, el manjar más dulce que nunca había probado. Con el sexo de él
acorralado entre sus piernas y cambiando a un ritmo más pausado y
sutil Eva recorrió por segunda vez las sienes de Jacob, mareado
como en estado agonizante, tuvo, él, la visión más fantástica de toda
su vida...
Una parte de si que no pudo determinar al instante salió de su cuerpo
para contemplar como él mismo disfrutaba ese instante con aquella
mujer que había de llamar Eva. Entonces sintió deseos de satisfacer
una fantasía improvisada. Se acercó a ella y la tomo por segunda vez
por la espalda… perfecta y afilada, al tiempo que veía su imagen
recostada con la misma mujer de la que estaba gozando montada
sobre él. La mezcla de emociones empezó a trastornarle. La nueva
imagen y perspectiva le había aterrado a Lucy con solo imaginarla
dos semanas antes. Pero la chica de la taberna no importaba ahora,
nadie podría creerlo, él mismo dudaba de lo que estaba sintiendo,
ciertamente poseía a la misma mujer, dos a la vez. Pero Eva parecía
saber exactamente lo que Jacob anhelaba y estaba dispuesta a
otorgarle su voluntad... En un parpadeo de aquel hombre que no
cabía de placer en si mismo, un fenómeno idéntico sucumbió a Eva
que se poso postrada en el rostro de Jacob que la seguía sintiendo
sobre él y frente a sí, ya no sabía lo que sus ojos observaban y los
cerró para disfrutar de las cálidas mieles del sexo de su amada... “¿Es
que acaso es una bruja?” definitivamente sería lo menos que le
preocupaba.
Jacob se dividió por tercera vez como si escapara impulsado por el
aire, reaccionando a la tercera visión, a la que despertaba sentado en
la cabecera del lecho, observando con desconcierto como su boca
disfrutaba del tibio ardiente sexo de Eva quien esta ocasión se inclino
para alcanzar el suyo con los labios humedecidos. Casi estalla en un
gemido de placer, pero la aberración a tales expresiones lo contuvo...
Parecía estar mutando a un nivel más alto, era una bendición celestial
más que un embrujo... y se antojo él mismo un ángel. Eva repitió el
gesto soberbio y lo entremezclo con una sonrisa entrecortada.
Indudablemente, Jacob, sabía lo que se aproximaba en partida
triple... Podía sentirlo acercarse como un lobo que esta a escasos
centímetros de capturar a su presa para quedar satisfecho... Eva llevó
sus manos a la frente de él. Invadido de un vértigo su cabeza
comenzó a ser abandonada de las visiones y sintió que estaba
despertando de un sueño, él no quería regresar aún, imploraba a
todos los Santos de Notre Dame que no despertara... Pero las
sensaciones continuaban. Ahora todo comenzaba a aclararse pero
solo para observar contrariado y extasiado que todas sus fantasías se
estaban realizando en un instante; todo cuanto había maquinado,
incluso aquello que nunca hubiera contado, su retorcida mente estaba
sucediendo, ¡podía verlo! Y mejor aún ¡podía sentirlo! Imágenes y
sensaciones formando un elixir de éxtasis.
El placer comenzó a multiplicarse, creciendo a cada segundo, con
cada respiración acelerada y en cada gota de sudor derramada. Tenía
la visión repleta de imágenes como las abejas, pero todo cuanto veía
era tan diverso como lo que sentía. Muy a su pesar sabía que aquello
que degustaba y anhelaba como un océano de eternidad estaba por
concluir ...momentáneamente.
Su corazón galopaba desbocado como las bestias de los caballeros en
combate, con toda la fuerza e ira liberadas y dispuestas a dirigir a su
amo a la victoria. La capacidad visual aumentaba y decrecía
exacerbando sus sentidos rumbo a lo que los franceses suelen llamar
“una pequeña muerte”... Eva, consciente de que Jacob estaba por
concluir se aferró a sus sienes como extirpando desde el fondo de sus
percepciones una fantasía final, dándole la oportunidad de ver a
través de sus ojos, de sentir su propio calor con ayuda de su piel y de
gozar con su sexo...
“¿Era el placer absoluto disfrazado de mujer?”, “¡No! Era como
tener a todas las mujeres de Francia al mismo tiempo, cumpliendo
cada uno de sus oscuros caprichos”, más aún y mejor que todo “Era
un obsequio de Dios para un hombre que había sufrido la
inmundicias de la conformidad durante toda su vida”... No podía
hacer mucho al respecto; como siervo estaba limitado y resignado a
las carencias. Nunca creyó en el afecto y mucho menos en el amor;
cada una de las mujeres con las que estuvo antes permanecían a la
espera de recibir pago por sus caricias, presentes por sus besos e
inclusive todas, sin excepción, condicionaban su libertad, él nunca
sería una presa y viviría así la vida hasta el último aliento.
Recordaba a las mujeres que pudo haber llegado a querer, todas
tenían que echarlo a perder con sus absurdos diálogos de
inconformidad, su resentimiento e inseguridad, ninguna le creía ni las
palabras más sinceras, habían nacido con una marca de desconfianza
tatuada en la profundidad de sus pensamientos y solo anhelaban la
seguridad de un matrimonio... Eva sonreía y aceleraba las imágenes y
las sensaciones de Jacob, aunando a ello toda su fuerza... Apretando
sexo, caderas, senos, labios, manos y pies; obsequiando miradas
cristalinas y colmadas de ternura y pasión desconocida... Él ya no
sabía si lloraba internamente o reía estrepitosamente de tanta
emoción. Entonces todo hizo un alto repentino, a punto de final todo
se hizo un remolino...
Y la marea de placer se hizo presente en cada poro, en cada nervio y
fibra muscular; sintió una corriente de calor seguida por un viento
fresco deslizarse por el centro de sus huesos, la piel erizada se
estremeció como en un terremoto; la visión pareció destrozar el
tejado y llegar a lo más alto del cosmos para contemplar las estrellas
de cerca, al tiempo que su olfato se deleitaba con los perfumes más
exóticos e inimaginables y sus oídos escuchaban aquella hermosa
melodía que provenía del corazón de Eva... Las imágenes se
fundieron haciéndole suponer que solo Dios podría saber lo aquello
significaba en toda su magnificencia, porque solo él, se decía, estaba
en todas partes y lo veía todo... No, no fue una sensación tras otra,
todo ocurrió en un instante... Y abrió los ojos encontrando los de Eva
que se le levantaba suavemente, liberando su sexo húmedo
provocando en él un nuevo éxtasis como una espesa capa de niebla
que le cubría la visión. Sintió entonces la mano de la joven
acariciándole con dulzura mientras se elevaba, sentía que su cuerpo
perdía peso elevándose sobre el lecho; de nuevo sus ojos se fijaron
en ella que parecía flotar también mientras seguía acariciándole con
un gesto de placer entre los labios... Entonces, Eva retiró su mano
con una sonrisa deformada y el se vino abajo, el impacto lo despertó
repentinamente...
Estaba desnudo y con el vientre empapado de si mismo... Quiso reír,
“todo había sido un sueño, un hermoso y fantástico sueño... Pero
había parecido tan real... ¿estaría enloqueciendo?”.
La escasa luz que emanaba la vela, elaborada con grasa de cerdo y
resinas vegetales, ya casi a punto de consumirse por el paso del
tiempo, proyectaba su desaliñada imagen en el muro opuesto a la
entrada. Se observó con gracia... Un escalofrío le recorrió el torso, al
girar observo que la ventana seguía entre abierta. Enmudeció un
instante, pensativo y desconcertado se disponía a cerrarla cuando se
percato de una presencia entre las sombras, al fondo de la
habitación... “¿Eva?” dijo al aire gélido, que se acentuaba con mayor
intensidad al pasar de los segundos... Un jadeo sensual y sutil
acompañado de una exhalación de vapor fueron lo único que obtuvo
por respuesta. Jacob no se atrevía a moverse, los músculos se le
habían tensado, estaba rígido como un trozo de madera por fuera,
paradójicamente las entrañas se le sacudían como la rama de un árbol
a la mitad de una tormenta. El mismo vaho escarlata volvió a entrar
por la hendidura de la ventana y Jacob se sintió aliviado, era Eva
indudablemente. Ella se puso de pie dio unos pasos hacia él.
Pudo verla entonces, envuelta en su capa de seda color rojo;
avanzando despacio. Su cuerpo estaba totalmente cubierto, solo
conseguía ver que la túnica no cubría la cabeza; pero la oscuridad le
impedía admirar el hermoso rostro de Eva, destellaban los ojos grises
entre las sombras como capturando un haz de luz.
Ella hizo un alto, el vapor escarlata que la rodeaba avanzo hacia
Jacob como empujado por la mano de ella, que toco la luz... Él
esperaba con ansiedad la esencia de jazmín, rosas y campos de
flores, pero no, lo que estaba percibiendo ahora carecía de belleza.
Era un hedor casi insoportable que le lleno de náuseas y escalofríos.
Una peste a cuerpos en descomposición, a recipientes mohosos, a
dientes putrefactos y sangre coagulada, a enfermedad y muerte...
Eva salió a la luz sin expresión alguna en el rostro. Jacob no pudo
contener la repugnante sensación y se inclinó para devolver. Ella
sonrío y elevo una ceja en un gesto de soberbia, mientras le miraba
con desprecio. Aún mareado y con la mirada en el piso se percato de
que algo entre el líquido que había arrojado se movía como
convulsionando... Se sintió aterrado al observar pequeñas criaturas en
forma de gusanos sacudiéndose. Escucho la misma sinfonía de
carcajadas que le habían obsequiado horas atrás los amigos de la
taberna retumbar en sus oídos, el sonido acompañaba los
movimientos espasmódicos de los insectos en el suelo, ¡como si
fuesen ellos!
Giro el aterrado rostro para ver a Eva, deseaba gritarle que lo
ayudará, que estaba viendo cosas espantosas, que estaba
enloqueciendo, pero la mirada de Eva le congelo la garganta,
ahogando sus gritos en el fondo de su estómago con el mismo dolor
que una daga oxidada. El dolor se esparció en todas direcciones,
rebotando en cada articulación mientras se acumulaba en las uñas y
el recto. Jacob estaba a punto de desmayarse, o al menos eso era lo
que le hacía pensar la inminente debilidad producida por el
sufrimiento que había comenzado a experimentar.
Cayó al suelo y quedo postrado observándola avanzar despacio hacia
él mientras entonaba nuevamente entre labios la melodía con la que
instantes antes le había extasiado los sentidos.
Eva sostenía por debajo de la seda, con ambas manos cruzadas, la
capa. Jacob comenzó a recuperarse al instante que la observaba
deslizar la mano izquierda para despojarse de la túnica. Entonces
miró con pánico que los dedos que deslizaban de lado la cubierta
escarlata eran los mismos de aquella maldita anciana a quien recordó
empuñando la botella, ofreciéndosela mientras pronunciaba una
palabra que no había recordado antes. Ahora la escuchaba tan
claramente. <<Súcubo>> dijo la vieja mientras le reía sarcástica y
maliciosamente, entregándole la botella y señalando el bulto que
había de ser arrojado al Sena.
Eva se inclinó y lo tomó con fuerza por la cabellera de color castaño,
le clavo la mirada en los ojos. A Jacob todo le daba vueltas, sentía
que la habitación giraba sin control. Entonces tuvo una visión al
fijarse con detenimiento en los ojos de ella, que lo miraban con
desprecio y repugnancia. La miraba cayendo a las tinieblas de la
parte más sucia del río, el sitio que eligió para lanzar el cuerpo que
aquella anciana le había entregado. Tenía una expresión de terror en
el rostro como la que a él le apresaba. “¡Imposible, no puede ser
cierto!”
El gesto de Eva paso de la tristeza a la furia. Llena de ira y con un
rostro que se deformaba a cada instante aspiro una gran cantidad de
aire mientras los labios blancuzcos y curtidos por el frío de la
habitación temblaban; exhalo sobre el rostro de Jacob el contenido de
sus pulmones en forma de un sonido estrepitoso como un bufar
entremezclado con el rugido de una bestia. Elevando el cuerpo de su
compañero por el cuello, para lanzarlo con la misma facilidad que a
un pequeño e indefenso animal. Jacob azotó a dos metros de
distancia petrificado de miedo, el dolor se había transformado en
terror, angustia y desesperación, en impotencia.
Eva se despojó por completo de la capa mostrando un cuerpo lleno
de manchas violáceas muy oscuras que supuraban un líquido espeso
amarillento. Su cuerpo estaba pútrido y descompuesto, el rostro había
adquirido un gesto deforme y demoníaco. El hedor se acentuaba al
grado que el atemorizado artesano lo percibía también de su propia
piel. Pero lo que más lo conecto con el espanto fue ver la sombra de
la mujer con la que tanto había gozado, una silueta deforme de edad
avanzada que extendía unas enormes alas, como las de los
mitológicos dragones.
Hizo uso de todas sus fuerzas para escapar corriendo, le importaba
un bledo encontrarse desnudo, tenía que huir. Echo a correr en
dirección de la entrada principal pero aquella bestia apareció frente a
él lanzándolo de nueva cuenta al fondo. Como pudo se arrastró hasta
el baúl donde guardaba las pocas mudas de ropa que poseía, busco
con desesperación y lo encontró...
Era un crucifijo de plata que su madre, Eva, le había dejado como
herencia. Se volvió hacia la criatura mostrándole la cruz y
tartamudeando algo semejante a una plegaria. Pero aquella cosa se
puso a jadear y a “reír” muy divertida por el artilugio. Empezó a
avanzar en dirección de Jacob con elegancia y sensualidad;
desconcertado, él, se sintió invadido por el típico calor y
estremecimiento precedentes de lo inevitable. Su sexo volvió a
erguirse mientras ella avanzaba. La miro directamente al sexo viendo
con espanto y repulsión como éste derramaba una sustancia fétida y
purulenta. Sintió de nuevo los espasmos en el vientre, pero ya no
había qué expulsar. Ya de cerca, ella, le acaricio el rostro con
suavidad mientras, él, se concentraba en aquellas replicas de cuarzos
que tenía por ojos, era lo único hermoso que conservaba. Eva se
increpó besándole con lujuria mientras elevaba una pierna atrapando
el sexo de él con el suyo. Jacob soltó la cruz y ésta golpeo en el
suelo.
No obstante los insaciables instintos de Jacob, su repulsión y temor le
habían inmovilizado. Entonces, tal vez, victima de la debilidad y el
agotamiento fue traicionado de nueva cuenta por sus ojos... Vio con
claridad que Eva le sonreía con dulzura, ¡Era normal! Y quiso
abrazarla, pero sus brazos pesaban mucho, no conseguía moverlos,
sus ojos que hacía rato se habían llenado de lágrimas observaban
ahora como esa mujer que tenía envuelto su falo con el sexo se
aferraba a él abrazándolo con las piernas mientras arqueaba el torso
hacía atrás hasta llegar sus manos al suelo, para comenzar después a
mover la cadera como el oleaje del mar... Jacob, extasiado, echo la
cabeza hacia atrás cerrando los ojos. Casi a punto de alcanzar el
éxtasis, de nuevo, abrió los ojos para ver otra vez a la mujer que no
parecía cansarse ni en las posturas más complejas... Bajo con lentitud
la mirada para encontrarse con el cuerpo descompuesto y bajo ella
las alas de dragón que se comenzaban a mover, sintió un calor
diferente en el bajo vientre y antes de que consiguiera reaccionar a lo
que sus ojos apreciaban con horror, el último movimiento de ella le
helo la sangre que comenzó a caer entre sus pies a chorros.
Ella libero su cuerpo por completo en un salto acrobático, el dolor
que él presentaba lo hacía sacudirse de manera incontrolable y
desenfrenada, palideció y contemplo aterrado como la criatura había
mutado “aquella entrada”, que tanto placer le dio, en ella y en
muchas otras mujeres, a un hocico deforme que estaba masticando su
miembro ensangrentado. Comenzó a despegar tembloroso los labios
para dejar escapar un grito que Eva ahogo cubriéndole la boca con la
suya, acto seguido le arranco de tajo la lengua con los dientes y lamió
la sangre que salía expulsada a borbotones de la boca.
Lo miro de nuevo dibujándole en la mente las expresiones de Lucy y
las otras chicas a las que siempre abandonaba insatisfechas y
lastimadas, sin sentir un ápice de remordimiento por ello. Y ahora
ella posaba su frente sobre el rostro ensangrentado de Jacob, quien
comenzaba a presentar signos de convulsiones. Las alas de aquel
dragón escarlata lo envolvieron para sostenerlo y atizar un golpe
final. Eva deslizó lentamente las manos sobre el torso del
desahuciado que prácticamente había perdido la conciencia a causa
del sufrimiento... Se acercó a él para besarlo, por última vez. Aquel
hombre anhelaba la muerte, quería que el tormento terminara,
deseaba cerrar los ojos y dejar de mirarla. Durante los últimos
segundos una cornamenta rectilínea había empezado a crecer en la
frente de la bestia, tres astas sobre su cabeza. Disneico, a causa de las
hemorragias, sintió la masa de vapor elevándolo de pie sobre la
mujer dragón. Las convulsiones se acrecentaron inmovilizándolo, y
con los ojos llenos de llanto gimió algo que pretendía expresar Eva.
Pero sus oídos escucharon la voz de la anciana gritando: ¡Súcubo!
Justo antes de caer sentado de golpe en el asta central del dragón
rojo...
...y el silencio se transformó en un grito a la orilla de Sena...

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Súcubo

  • 1.
  • 2. Jacob amaba pasar las noches en la taberna, entre amigos, vino y prostitutas; era el punto ideal de encuentro, al menos cuatro veces por semana, entre él y su oscuro y maltrecho cerebro... Disfrutaba deleitando a sus colegas con historias sobre exageradas de veloces conquistas y lujuriosas noches de pasión desenfrenada, por supuesto no todos en el grupo digerían con extrema facilidad tan descabelladas narraciones, pero estaban encantados de escuchar a tan excepcional y descriptivo narrador. ¿Quién necesitaba de aquellos libros secretos tan sumamente costosos de los que hablaban los vasallos de los feudales con Jacob enfrente? Aquellos documentos repletos con imágenes solo eran accesibles para los hombres adinerados y específicamente agraciados por el clero, entre ellos, los sacerdotes, obispos y condecorados por la Santísima Iglesia, nadie más siquiera soñaría con tener entre sus manos aquellas obras que para todos los siervos no eran más que mitología fantástica... Pero era viernes y Jacob se encontraba de muy mal humor porque hacía ya dos lunas nuevas que no había conseguido estar más que con las mismas mujeres de la taberna, lo demás eran solo invenciones de su cabeza; en realidad él se encontraba tan harto de ellas como ellas de él. “Carece de las cualidades de un caballero”, comentaba alguna de las chicas, “Si, además es muy rudo, a mi me lástima cada vez que estamos juntos” comentaba otra, “Es tan repugnante como todos los demás” las risillas resonaron en el ambiente mientras se aproximaban a la mesa donde el grupo les aguardaban mientras se preparaban para escuchar a Jacob contar otro más de sus deformes cuentos. súcubo
  • 3. Y... ¿qué haría esta vez? ¿qué diría? Un escalofrío le recorrió la espalda y la frente se le empapo, ahora estaba consciente de que había arrasado con todas las mujeres de la villa, cuidándose por supuesto de evadir comentarios acerca de las menos agraciadas y claro, de las esposas y hermanas de sus amigos... “¿Qué te pasa Jacob, es que entre tantas mujeres habéis encontrado a la que por fin te arranco la lengua?” Le increpo Lucy de inmediato... Ella, como las otras estaba perfectamente consciente de que sabía más historias que técnicas para darles placer... Esta vez todos estallaron en carcajadas. Pero Jacob estaba demasiado hastiado como para maquinar algo esa noche... Solo deseaba estar con una mujer de verdad, pura, casta, dulce, y a la vez desenfrenada, tan ansiosa e insaciable como él mismo, una mujer como nunca había conocido, alguna, quizá, como aquellas que tantas veces le habían despreciado con asco. Era tan enajenada su enfermedad y su carencia que ya había conformado de aquí y allá a su ideal, “Tendría que ser dulce como una madre, pura como una monja inmaculada, tan ardiente como Lucy y deberá tener el cuerpo de un ángel, y la encontraré así sea la última noche de goce”... Furioso y decepcionado de la velada que a penas comenzaba se puso en pie de un salto, al darse cuenta de que todos le miraban con desconcierto intento disculparse con cierto disimulo. “Es tarde amigos y hay una mujer que me esta esperando, una verdadera dama” dijo mientras observaba con un gesto de repulsión a las mujeres que les abrazaban, retiro el brazo de Lucy, que le rodeaba por el cuello y giro para verla de frente y sonreírle con sarcasmo. Jacob sabía perfectamente que si Lucy no conseguía retener a algún cliente tenía que pasar la noche con su dueño, Henry, un viejo gordo y mal oliente, algo calvo y con espesa y sucia barba, que desde luego era menos gentil que él mismo. Ella se sintió petrificar con la mirada de Jacob y lo maldijo con un gesto al tiempo que imaginaba a Henry obligándola a acariciar sus asquerosas partes, sus escasas caderas y su prominente y abultado vientre sudoroso por el esfuerzo que le implicaba cargar con su propio peso, mientras la obligaba a lamer sus pertenencias toda la noche, terminaba exhausta, con un tremendo dolor en la quijada y con tantas nauseas que tenía que vomitar a penas pudiera separarse de el enorme animal. Se acerco a Jacob y le insulto al oído, éste río como complacido y agregó “Nos veremos mañana para charlar un rato… si es que puedes.”
  • 4. Sin decir nada más elevo el brazo en un gesto de despedida y cruzo el portón de la taberna dejando atrás al desconcertado grupo que, seguro de que Jacob regresaría al día siguiente con una nueva y fascinante historia, se resigno al contacto de la piel de Lucy y las otras chicas. Solo y a mitad de la noche Jacob emprendió una caminata en dirección contraria a su casa para despistar y evitar levantar sospechas, como en otras noches, en caso de que alguien le siguiera los pasos. Después de alejarse considerablemente retomó el camino a casa a toda prisa como intentando perderse entre las sombras e implorando a Dios que nadie le observara. “Perfecto, nadie se ha percatado, esto se hace cada vez más sencillo” alardeaba para si mientras corría el cerrojo metálico en la puerta de su cabaña. Definitivamente era la noche más desastrosa de toda su mundana vida, estaba solo, ansioso y sobrio, no podría resistirlo por mucho tiempo, tenía que hacer algo... Se desplazo sumamente irritado hacia el espacio acondicionado como dormitorio... Hurgó debajo de las ropas contenidas en el baúl, allí estaba... Una vieja botella de vino con el que le habían pagado dos años atrás un sucio trabajo en un poblado circundante,. Cada segundo enardecía más, se había prometido guardar tan preciado líquido para la noche en que encontrará a su ideal... pero era demasiado estar sin alcohol y sin sexo... Abrió la botella y la empino de forma maldiciente, pero cuidándose de no derramar una sola gota. “Excelente”, sin duda era el vino más dulce y exquisito que hubiese probado. Había valido la pena aceptar tal pago a aquella anciana... “¿Qué fue lo que llevo hasta las orillas del Sena para dejarlo caer en la madrugada, a petición de la vieja?” Estaba perfectamente consciente de que aquello tan rígido y tan frío era el cadáver de una joven. Nunca se atrevió a destapar el bulto. “Fuese lo que fuese no es asunto tuyo Jacob, nunca lo fue”... Pero no conseguía olvidarse de ello... Algunas veces despertaba por las noches empapado, gritando y saltando, justo en el instante en el que la frecuente pesadilla estaba por llegar a su fin. En ella veía y sentía a una frágil figura llevándolo a rastras hasta el mismo río donde había dejado caer a la joven, reaccionaba con un alarido en el instante mismo en que aquella figura, haciendo uso de toda su fuerza, lo elevaba por encima de su cabeza y lo lanzaba totalmente inmóvil. Tampoco conseguía olvidar las manos de la anciana, desgastadas por el tiempo, sucias, llenas de manchas amoratadas, casi ennegrecidas y con uñas largas y pútridas.
  • 5. Algunas veces, incluso, después de calmarse y relajarse lo suficiente para dejar atrás la imagen de esas manos tan repugnantes le parecía escuchar un grito apagado, semejante a un lamento que provenía justo detrás de la colina situada en la parte anterior de su cabaña, por donde cruzaba el Sena... Era escalofriante. Así que evocaba todas las imágenes sensuales que le venían a la mente, consiguiendo así, al menos, calmarse un poco. El recuerdo de los hermosos y blancos senos de Lucy le invadió y se sintió extasiado, pero nuevamente se molesto al pensar que estaba solo, al pensar que Lucy estaría con Henry, al suponer que al día siguiente ella estaría tan molesta que se convertiría en un cuerpo inerte entre sus brazos y que sería como estar haciéndolo solo, por que Lucy permanecería inmóvil y con la mirada perdida en la penumbra. Se llevo otra vez el envase a la boca y acabo con el líquido. Se encontraba muy mareado y hasta había conseguido apaciguar la rabia y el temor sustituyéndolos con nuevos deseos e imágenes. El sueño comenzó a invadirle mientras se aferraba a la almohada como al pecho de su madre... Era un momento hermoso para Jacob, la visión se le nublo delicadamente, se perdió por completo y comenzó a soñar. Circundaba los alrededores de la Notre Dame, era una noche calurosa y los árboles se mecían en un vaivén delicado con el viento tibio, en el cielo totalmente despejado se admiraban centenares de minúsculos destellos y la hermosa luna llena. Sin duda se sentía listo para una noche de aquellas que tanto disfrutaba, y parecía estar de suerte. Había cruzado con varias mujeres que le mandaban señales, muchas con las que había estado anteriormente; y eso le complacía en exceso, lo único que le sorprendió fue haber cruzado frente a las hermanas de L’crouse quienes meses atrás le habían abofeteado y escupido a la cara después de haberles increpado en días diferentes, esa noche ambas lo deseaban al mismo tiempo... Pero su orgullo le hizo rechazarlas con el mismo desprecio. Simplemente siguió su recorrido, ahora ninguna parecía ser digna de su compañía. Continuó su camino hasta muy tarde, al aproximarse a las puertas de la Catedral se detuvo un instante; entonces sucedió... Allí estaba ella, salía del santuario con solo una capa de seda roja traslucida que dejaba ver la delicada y escultural silueta, su vientre y senos perfectos, la deseaba más que nada en el mundo, lo sabía.
  • 6. Corrió hacia ella, deseaba tomarla en ese preciso instante, pero la misma anciana de manos putrefactas se interpuso en su camino, le miro con ojos de ternura entremezclada con lujuria y Jacob se erizo de horror mientras observaba que la mujer le presentaba una botella del mismo vino al tiempo que abría aquello que más que una mano semejaba una garra, señalándole a la chica y sonriéndole maliciosamente. El corazón se le aceleró y despertó de un salto, maldijo una y otra vez a la anciana... Y volvió a escuchar el grito que provenía del Sena; pero esta vez era diferente, era un grito de placer, otro escalofrío lo recorrió, pero hasta esa sensación era mágica y adversa a todo aquello que había sentido en noches anteriores. La ventana frontal cercana a la puerta estaba ligeramente entre abierta y el viento soplaba retumbando como si bufara, Jacob no se atemorizó... Se reclinó despacio hasta quedar sentado, observando la hendidura por la que penetraba el aire. Súbitamente el viento se torno espeso como un vaho de color escarlata que se deslizaba serpenteando hasta la cama en donde solo le cubría una manta de algodón algo vieja... Aquel humo rojizo que penetro dócil bajo la sabana tenía también un calor particular que hizo estremecer a Jacob hasta la punta de los cabellos, más excitado y ansioso que nunca se reclino sobre la almohada por segunda vez mientras arqueaba la espalda con los ojos cerrados. Las sensaciones se detuvieron por unos segundos y el vapor que le había obsequiado un primero e indescriptible placer, ahora, le estaba abandonado para comenzar a acumularse frente a la ventana en una nube espesa. Aquella masa de vapor tenía un aroma a campos de flores, como a jazmín y rosas, Jacob sentía que explotaban todos sus sentidos, era un éxtasis asexual, algo desconocido totalmente para aquel pobre artesano de cuarta. Aún con los ojos cerrados y mojando una y otra vez sus labios en actitud desenfrenada consiguió desconectar sus oídos de aquel trance hipnótico para escuchar unos suaves y frágiles pasos cerca de la puerta. Su sorpresa fue mayúscula al abrir los ojos y observar que la misma joven de su sueño salía de entre la nube cruzando los pasos, al tiempo que tarareaba una dulce melodía con una voz digna de cantar un solo en la Catedral de Notre Dame.
  • 7. Su corazón parecía querer escapar de su cuerpo y dar un salto hasta la chica. Ella subió a gatas sobre los pies de Jacob que se recostó como si las fuerzas le hubieran abandonado por completo. Corrió lentamente la manta, su sexo estaba listo para recibirla, pero ella parecía no tener prisa. Comenzó a besarle los pies y a rozar con encanto entre sus piernas, provocando en él un escalofrío de placer incontrolable. Subiendo lentamente entre sus muslos cruzo sobre su sexo, a penas rozándolo con los labios cálidos y húmedos, deslizó las manos sobre su torso acariciándolo y arañándolo sutilmente, llego hasta su pecho y subió por el cuello con un lengüeteo discreto, para cuando llego a su boca él ya le acariciaba los senos con desesperación, la deseaba, adoraba su piel suave y rojiza, casi oscura, ella lo beso introduciendo su lengua, jugó dentro de él produciéndole un cosquilleo que llego hasta la nuca sacudiéndole la espalda como una descarga. Liberó su boca y lo miro un largo instante con un gesto analítico. Jacob quedó fascinado con el indescriptible color de sus ojos opacos y grisáceos, a pesar de parecer una mirada fría, petrificada como la de las gárgolas, parecía tan radiante como el destello de los diamantes; aquel brillo tan peculiar le evocaba recuerdos a los que no consiguió darles forma precisa, pero no importaba, todo esto era lo mejor que podía haberle sucedido... Y por si fuese poco no había tenido que esmerarse en representar un interés que no existía, más allá del sexo con esa chica o con las otras, nada le importaba realmente. Había tenido la fortuna de no hacer la típica representación estructurada mucho tiempo atrás. No, esta era una mujer diferente e interesante, digna de descubrirse, no había necesitado sus métodos de conquista barata, porque lo había buscado, ella también lo deseaba... y, tal vez, estaba más ansiosa que él mismo. Sin quitarle la mirada de encima comenzó a sonreír, a él se le erizaron los vellos “¿Puede ser que sepas lo que estoy pensando?” se preguntaba en silencio mientras observaba aquella sonrisa callada y hasta cierto punto condescendiente e incitante. Sin decir media palabra aquella joven se increpó mientras tomaba entre sus dedos el sexo de su compañero para introducirlo suavemente dentro de ella con un gesto de placer y la expresión de felicidad al borde de los labios... “Eres a quien he esperado toda mi vida” pronuncio Jacob con aire de satisfacción. Él odiaba las expresiones de dolor que precedían a una penetración, pero ella no parecía incomodarse.
  • 8. “Hasta la más ramera que he conocido ha gemido inconforme” pensó, mientras imaginaba mordazmente a Lucy y a Henry, al tiempo que comenzaba a mover la cadera chocando una, otra y otra vez contra la de aquella chica que había llegado desde el fondo de sus más depravadas fantasías... Ahora el gesto de ella se había tornado repentinamente en soberbia, como si algo que él hubiese dicho le molestara, pero Jacob no había pronunciado una sola frase al recordar a Lucy. Sentada sobre él y apresando sus caderas entre las piernas comenzó a moverse de forma por demás acelerada y casi salvaje, empapando su sexo con una humedad cálida, reclinándose para besarlo y deslizando los dedos entre sus cabellos delicadamente, como haciendo un imperceptible masaje, llegó bajo los lóbulos de las orejas y colocó los pulgares sobre las sienes del extasiado y desconcertado sujeto que sentía que estaba por estallar en una oleada de placer. Pero ella, que parecía tener control independiente en manos y caderas, hizo un alto repentino apretando el sexo de Jacob entre sus muslos con fuerza encantadora, arqueando la espalda nuevamente llegó a él una primera descarga de placer. Sonriendo, empapado de sudor y con voz trémula, Jacob, le cuestionó su nombre, pero no contesto a su pregunta, solo se limito a obsequiarle la mejor de sus sonrisas, susurrándole en voz tenue una melodía desconocida que le iba colmando de nuevas fuerzas y deseos, ansiaba poseerla toda la noche y todo el día siguiente; si conseguía que ella se quedará daría pie a todas aquellas fantasías que Lucy se había negado a concederle con el argumento de que hasta ella conocía limites. Jacob comenzó a llamarle Eva, ese había sido el nombre de su madre... Ella solo se limitaba a sonreír; sentada aún sobre su sexo erguido comenzó a balancearse como un árbol empujado por un viento contradictorio que no sabe a donde dirigirse, seguía entonando la misma melodía sensual que lo había mantenido ya buen rato en estado narcótico, Eva entreabrió los labios y los empapo con un gesto de ensueño, algo que cada vez que Lucy pretendía representar era exagerado y hasta vulgar. Jacob se impulso para besarla pero ella se lo impidió con los labios, la humedad de aquella boca le pareció, esta vez, el manjar más dulce que nunca había probado. Con el sexo de él acorralado entre sus piernas y cambiando a un ritmo más pausado y sutil Eva recorrió por segunda vez las sienes de Jacob, mareado como en estado agonizante, tuvo, él, la visión más fantástica de toda su vida...
  • 9. Una parte de si que no pudo determinar al instante salió de su cuerpo para contemplar como él mismo disfrutaba ese instante con aquella mujer que había de llamar Eva. Entonces sintió deseos de satisfacer una fantasía improvisada. Se acercó a ella y la tomo por segunda vez por la espalda… perfecta y afilada, al tiempo que veía su imagen recostada con la misma mujer de la que estaba gozando montada sobre él. La mezcla de emociones empezó a trastornarle. La nueva imagen y perspectiva le había aterrado a Lucy con solo imaginarla dos semanas antes. Pero la chica de la taberna no importaba ahora, nadie podría creerlo, él mismo dudaba de lo que estaba sintiendo, ciertamente poseía a la misma mujer, dos a la vez. Pero Eva parecía saber exactamente lo que Jacob anhelaba y estaba dispuesta a otorgarle su voluntad... En un parpadeo de aquel hombre que no cabía de placer en si mismo, un fenómeno idéntico sucumbió a Eva que se poso postrada en el rostro de Jacob que la seguía sintiendo sobre él y frente a sí, ya no sabía lo que sus ojos observaban y los cerró para disfrutar de las cálidas mieles del sexo de su amada... “¿Es que acaso es una bruja?” definitivamente sería lo menos que le preocupaba. Jacob se dividió por tercera vez como si escapara impulsado por el aire, reaccionando a la tercera visión, a la que despertaba sentado en la cabecera del lecho, observando con desconcierto como su boca disfrutaba del tibio ardiente sexo de Eva quien esta ocasión se inclino para alcanzar el suyo con los labios humedecidos. Casi estalla en un gemido de placer, pero la aberración a tales expresiones lo contuvo... Parecía estar mutando a un nivel más alto, era una bendición celestial más que un embrujo... y se antojo él mismo un ángel. Eva repitió el gesto soberbio y lo entremezclo con una sonrisa entrecortada. Indudablemente, Jacob, sabía lo que se aproximaba en partida triple... Podía sentirlo acercarse como un lobo que esta a escasos centímetros de capturar a su presa para quedar satisfecho... Eva llevó sus manos a la frente de él. Invadido de un vértigo su cabeza comenzó a ser abandonada de las visiones y sintió que estaba despertando de un sueño, él no quería regresar aún, imploraba a todos los Santos de Notre Dame que no despertara... Pero las sensaciones continuaban. Ahora todo comenzaba a aclararse pero solo para observar contrariado y extasiado que todas sus fantasías se estaban realizando en un instante; todo cuanto había maquinado, incluso aquello que nunca hubiera contado, su retorcida mente estaba sucediendo, ¡podía verlo! Y mejor aún ¡podía sentirlo! Imágenes y sensaciones formando un elixir de éxtasis.
  • 10. El placer comenzó a multiplicarse, creciendo a cada segundo, con cada respiración acelerada y en cada gota de sudor derramada. Tenía la visión repleta de imágenes como las abejas, pero todo cuanto veía era tan diverso como lo que sentía. Muy a su pesar sabía que aquello que degustaba y anhelaba como un océano de eternidad estaba por concluir ...momentáneamente. Su corazón galopaba desbocado como las bestias de los caballeros en combate, con toda la fuerza e ira liberadas y dispuestas a dirigir a su amo a la victoria. La capacidad visual aumentaba y decrecía exacerbando sus sentidos rumbo a lo que los franceses suelen llamar “una pequeña muerte”... Eva, consciente de que Jacob estaba por concluir se aferró a sus sienes como extirpando desde el fondo de sus percepciones una fantasía final, dándole la oportunidad de ver a través de sus ojos, de sentir su propio calor con ayuda de su piel y de gozar con su sexo... “¿Era el placer absoluto disfrazado de mujer?”, “¡No! Era como tener a todas las mujeres de Francia al mismo tiempo, cumpliendo cada uno de sus oscuros caprichos”, más aún y mejor que todo “Era un obsequio de Dios para un hombre que había sufrido la inmundicias de la conformidad durante toda su vida”... No podía hacer mucho al respecto; como siervo estaba limitado y resignado a las carencias. Nunca creyó en el afecto y mucho menos en el amor; cada una de las mujeres con las que estuvo antes permanecían a la espera de recibir pago por sus caricias, presentes por sus besos e inclusive todas, sin excepción, condicionaban su libertad, él nunca sería una presa y viviría así la vida hasta el último aliento. Recordaba a las mujeres que pudo haber llegado a querer, todas tenían que echarlo a perder con sus absurdos diálogos de inconformidad, su resentimiento e inseguridad, ninguna le creía ni las palabras más sinceras, habían nacido con una marca de desconfianza tatuada en la profundidad de sus pensamientos y solo anhelaban la seguridad de un matrimonio... Eva sonreía y aceleraba las imágenes y las sensaciones de Jacob, aunando a ello toda su fuerza... Apretando sexo, caderas, senos, labios, manos y pies; obsequiando miradas cristalinas y colmadas de ternura y pasión desconocida... Él ya no sabía si lloraba internamente o reía estrepitosamente de tanta emoción. Entonces todo hizo un alto repentino, a punto de final todo se hizo un remolino...
  • 11. Y la marea de placer se hizo presente en cada poro, en cada nervio y fibra muscular; sintió una corriente de calor seguida por un viento fresco deslizarse por el centro de sus huesos, la piel erizada se estremeció como en un terremoto; la visión pareció destrozar el tejado y llegar a lo más alto del cosmos para contemplar las estrellas de cerca, al tiempo que su olfato se deleitaba con los perfumes más exóticos e inimaginables y sus oídos escuchaban aquella hermosa melodía que provenía del corazón de Eva... Las imágenes se fundieron haciéndole suponer que solo Dios podría saber lo aquello significaba en toda su magnificencia, porque solo él, se decía, estaba en todas partes y lo veía todo... No, no fue una sensación tras otra, todo ocurrió en un instante... Y abrió los ojos encontrando los de Eva que se le levantaba suavemente, liberando su sexo húmedo provocando en él un nuevo éxtasis como una espesa capa de niebla que le cubría la visión. Sintió entonces la mano de la joven acariciándole con dulzura mientras se elevaba, sentía que su cuerpo perdía peso elevándose sobre el lecho; de nuevo sus ojos se fijaron en ella que parecía flotar también mientras seguía acariciándole con un gesto de placer entre los labios... Entonces, Eva retiró su mano con una sonrisa deformada y el se vino abajo, el impacto lo despertó repentinamente... Estaba desnudo y con el vientre empapado de si mismo... Quiso reír, “todo había sido un sueño, un hermoso y fantástico sueño... Pero había parecido tan real... ¿estaría enloqueciendo?”. La escasa luz que emanaba la vela, elaborada con grasa de cerdo y resinas vegetales, ya casi a punto de consumirse por el paso del tiempo, proyectaba su desaliñada imagen en el muro opuesto a la entrada. Se observó con gracia... Un escalofrío le recorrió el torso, al girar observo que la ventana seguía entre abierta. Enmudeció un instante, pensativo y desconcertado se disponía a cerrarla cuando se percato de una presencia entre las sombras, al fondo de la habitación... “¿Eva?” dijo al aire gélido, que se acentuaba con mayor intensidad al pasar de los segundos... Un jadeo sensual y sutil acompañado de una exhalación de vapor fueron lo único que obtuvo por respuesta. Jacob no se atrevía a moverse, los músculos se le habían tensado, estaba rígido como un trozo de madera por fuera, paradójicamente las entrañas se le sacudían como la rama de un árbol a la mitad de una tormenta. El mismo vaho escarlata volvió a entrar por la hendidura de la ventana y Jacob se sintió aliviado, era Eva indudablemente. Ella se puso de pie dio unos pasos hacia él.
  • 12. Pudo verla entonces, envuelta en su capa de seda color rojo; avanzando despacio. Su cuerpo estaba totalmente cubierto, solo conseguía ver que la túnica no cubría la cabeza; pero la oscuridad le impedía admirar el hermoso rostro de Eva, destellaban los ojos grises entre las sombras como capturando un haz de luz. Ella hizo un alto, el vapor escarlata que la rodeaba avanzo hacia Jacob como empujado por la mano de ella, que toco la luz... Él esperaba con ansiedad la esencia de jazmín, rosas y campos de flores, pero no, lo que estaba percibiendo ahora carecía de belleza. Era un hedor casi insoportable que le lleno de náuseas y escalofríos. Una peste a cuerpos en descomposición, a recipientes mohosos, a dientes putrefactos y sangre coagulada, a enfermedad y muerte... Eva salió a la luz sin expresión alguna en el rostro. Jacob no pudo contener la repugnante sensación y se inclinó para devolver. Ella sonrío y elevo una ceja en un gesto de soberbia, mientras le miraba con desprecio. Aún mareado y con la mirada en el piso se percato de que algo entre el líquido que había arrojado se movía como convulsionando... Se sintió aterrado al observar pequeñas criaturas en forma de gusanos sacudiéndose. Escucho la misma sinfonía de carcajadas que le habían obsequiado horas atrás los amigos de la taberna retumbar en sus oídos, el sonido acompañaba los movimientos espasmódicos de los insectos en el suelo, ¡como si fuesen ellos! Giro el aterrado rostro para ver a Eva, deseaba gritarle que lo ayudará, que estaba viendo cosas espantosas, que estaba enloqueciendo, pero la mirada de Eva le congelo la garganta, ahogando sus gritos en el fondo de su estómago con el mismo dolor que una daga oxidada. El dolor se esparció en todas direcciones, rebotando en cada articulación mientras se acumulaba en las uñas y el recto. Jacob estaba a punto de desmayarse, o al menos eso era lo que le hacía pensar la inminente debilidad producida por el sufrimiento que había comenzado a experimentar. Cayó al suelo y quedo postrado observándola avanzar despacio hacia él mientras entonaba nuevamente entre labios la melodía con la que instantes antes le había extasiado los sentidos.
  • 13. Eva sostenía por debajo de la seda, con ambas manos cruzadas, la capa. Jacob comenzó a recuperarse al instante que la observaba deslizar la mano izquierda para despojarse de la túnica. Entonces miró con pánico que los dedos que deslizaban de lado la cubierta escarlata eran los mismos de aquella maldita anciana a quien recordó empuñando la botella, ofreciéndosela mientras pronunciaba una palabra que no había recordado antes. Ahora la escuchaba tan claramente. <<Súcubo>> dijo la vieja mientras le reía sarcástica y maliciosamente, entregándole la botella y señalando el bulto que había de ser arrojado al Sena. Eva se inclinó y lo tomó con fuerza por la cabellera de color castaño, le clavo la mirada en los ojos. A Jacob todo le daba vueltas, sentía que la habitación giraba sin control. Entonces tuvo una visión al fijarse con detenimiento en los ojos de ella, que lo miraban con desprecio y repugnancia. La miraba cayendo a las tinieblas de la parte más sucia del río, el sitio que eligió para lanzar el cuerpo que aquella anciana le había entregado. Tenía una expresión de terror en el rostro como la que a él le apresaba. “¡Imposible, no puede ser cierto!” El gesto de Eva paso de la tristeza a la furia. Llena de ira y con un rostro que se deformaba a cada instante aspiro una gran cantidad de aire mientras los labios blancuzcos y curtidos por el frío de la habitación temblaban; exhalo sobre el rostro de Jacob el contenido de sus pulmones en forma de un sonido estrepitoso como un bufar entremezclado con el rugido de una bestia. Elevando el cuerpo de su compañero por el cuello, para lanzarlo con la misma facilidad que a un pequeño e indefenso animal. Jacob azotó a dos metros de distancia petrificado de miedo, el dolor se había transformado en terror, angustia y desesperación, en impotencia. Eva se despojó por completo de la capa mostrando un cuerpo lleno de manchas violáceas muy oscuras que supuraban un líquido espeso amarillento. Su cuerpo estaba pútrido y descompuesto, el rostro había adquirido un gesto deforme y demoníaco. El hedor se acentuaba al grado que el atemorizado artesano lo percibía también de su propia piel. Pero lo que más lo conecto con el espanto fue ver la sombra de la mujer con la que tanto había gozado, una silueta deforme de edad avanzada que extendía unas enormes alas, como las de los mitológicos dragones.
  • 14. Hizo uso de todas sus fuerzas para escapar corriendo, le importaba un bledo encontrarse desnudo, tenía que huir. Echo a correr en dirección de la entrada principal pero aquella bestia apareció frente a él lanzándolo de nueva cuenta al fondo. Como pudo se arrastró hasta el baúl donde guardaba las pocas mudas de ropa que poseía, busco con desesperación y lo encontró... Era un crucifijo de plata que su madre, Eva, le había dejado como herencia. Se volvió hacia la criatura mostrándole la cruz y tartamudeando algo semejante a una plegaria. Pero aquella cosa se puso a jadear y a “reír” muy divertida por el artilugio. Empezó a avanzar en dirección de Jacob con elegancia y sensualidad; desconcertado, él, se sintió invadido por el típico calor y estremecimiento precedentes de lo inevitable. Su sexo volvió a erguirse mientras ella avanzaba. La miro directamente al sexo viendo con espanto y repulsión como éste derramaba una sustancia fétida y purulenta. Sintió de nuevo los espasmos en el vientre, pero ya no había qué expulsar. Ya de cerca, ella, le acaricio el rostro con suavidad mientras, él, se concentraba en aquellas replicas de cuarzos que tenía por ojos, era lo único hermoso que conservaba. Eva se increpó besándole con lujuria mientras elevaba una pierna atrapando el sexo de él con el suyo. Jacob soltó la cruz y ésta golpeo en el suelo. No obstante los insaciables instintos de Jacob, su repulsión y temor le habían inmovilizado. Entonces, tal vez, victima de la debilidad y el agotamiento fue traicionado de nueva cuenta por sus ojos... Vio con claridad que Eva le sonreía con dulzura, ¡Era normal! Y quiso abrazarla, pero sus brazos pesaban mucho, no conseguía moverlos, sus ojos que hacía rato se habían llenado de lágrimas observaban ahora como esa mujer que tenía envuelto su falo con el sexo se aferraba a él abrazándolo con las piernas mientras arqueaba el torso hacía atrás hasta llegar sus manos al suelo, para comenzar después a mover la cadera como el oleaje del mar... Jacob, extasiado, echo la cabeza hacia atrás cerrando los ojos. Casi a punto de alcanzar el éxtasis, de nuevo, abrió los ojos para ver otra vez a la mujer que no parecía cansarse ni en las posturas más complejas... Bajo con lentitud la mirada para encontrarse con el cuerpo descompuesto y bajo ella las alas de dragón que se comenzaban a mover, sintió un calor diferente en el bajo vientre y antes de que consiguiera reaccionar a lo que sus ojos apreciaban con horror, el último movimiento de ella le helo la sangre que comenzó a caer entre sus pies a chorros.
  • 15. Ella libero su cuerpo por completo en un salto acrobático, el dolor que él presentaba lo hacía sacudirse de manera incontrolable y desenfrenada, palideció y contemplo aterrado como la criatura había mutado “aquella entrada”, que tanto placer le dio, en ella y en muchas otras mujeres, a un hocico deforme que estaba masticando su miembro ensangrentado. Comenzó a despegar tembloroso los labios para dejar escapar un grito que Eva ahogo cubriéndole la boca con la suya, acto seguido le arranco de tajo la lengua con los dientes y lamió la sangre que salía expulsada a borbotones de la boca. Lo miro de nuevo dibujándole en la mente las expresiones de Lucy y las otras chicas a las que siempre abandonaba insatisfechas y lastimadas, sin sentir un ápice de remordimiento por ello. Y ahora ella posaba su frente sobre el rostro ensangrentado de Jacob, quien comenzaba a presentar signos de convulsiones. Las alas de aquel dragón escarlata lo envolvieron para sostenerlo y atizar un golpe final. Eva deslizó lentamente las manos sobre el torso del desahuciado que prácticamente había perdido la conciencia a causa del sufrimiento... Se acercó a él para besarlo, por última vez. Aquel hombre anhelaba la muerte, quería que el tormento terminara, deseaba cerrar los ojos y dejar de mirarla. Durante los últimos segundos una cornamenta rectilínea había empezado a crecer en la frente de la bestia, tres astas sobre su cabeza. Disneico, a causa de las hemorragias, sintió la masa de vapor elevándolo de pie sobre la mujer dragón. Las convulsiones se acrecentaron inmovilizándolo, y con los ojos llenos de llanto gimió algo que pretendía expresar Eva. Pero sus oídos escucharon la voz de la anciana gritando: ¡Súcubo! Justo antes de caer sentado de golpe en el asta central del dragón rojo... ...y el silencio se transformó en un grito a la orilla de Sena...