Entre 1876 y 1898, España experimentó un sistema de turno pacífico en el poder entre los partidos Conservador y Liberal, con seis victorias electorales para los Conservadores y cuatro para los Liberales. Sin embargo, la primera crisis de este sistema se produjo tras el desastre colonial de 1898, que erosionó a los políticos y partidos dinásticos. Aunque se mantuvo la alternancia en el poder, los personalismos debilitaron a los partidos con el tiempo al depender exclusivamente de sus líderes.