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Celebremos la Recuperación
Aplicación del mensaje
por
Rick Warren
©2003 Editorial Vida
Miami, Florida
Publicado en inglés bajo el título:
Celebrate Recovery
Por The Zondervan Corporation
©1998 por John Baker
Reservados todos los derechos
ISBN 0-8297-3929-7
EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperació n – Parte 1
“He visto como han actuado, pero los sanaré . Los guiaré y les ayudaré , y conso-
laré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que está n cerca y a los que esté n
lejos”. Isaías 57:18 (DHH)
¿De qué necesito recuperarme?
Trabajo Extra Glotonería Alcohol/Drogas
Temor/Ansiedad Heridas Mentir
Amargura Culpa Ira/Furia
Divorcio Abuso Adicciones Sexuales
Inseguridad Perfeccionismo Hipocondría
Relaciones Retrasos Codependencia
Juego Gasto Excesivo Necesidad de control
EL PRIMER PASO PARA LA RECUPERACIÓ N:
Reconozco que __________________; admito que soy incapaz de controlar mi
tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
“No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero,
en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en
mí”. Romanos 7:15-17 (NVI)
I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: __________________________.
Có mo “jugamos” a ser Dios:
Negando nuestros y tratando de todo por
razones egoístas.
• Nuestra imagen
• Otras personas
• Nuestros problemas
• Nuestro dolor
II. LAS CONSECUENCIAS
____________________.
(Adá n) “Tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”.
Gé nesis 3:10 (NVI)
____________________.
“Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompañ a el mal
... pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley
del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo”. Romanos
7:21,23 (NVI)
________________________.
“Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu
mano pesaba sobre mí. Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije:
«Voy a confesar mis transgresiones al Señ or», y tú perdonaste mi maldad y mi peca-
do”. Salmos 32:4-5 (NVI)
________________________.
“Nunca tendrá s é xito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confié salos y
renuncia a ellos; entonces Dios mostrará su misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13
(DHH)
III. LA CURA: ________________________________.
Admitir que no soy Dios significa que sé que soy:
Incapaz de cambiar
Incapaz de controlar
Incapaz de enfrentar
Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.
Santiago 4:6 (NVI)
GRACIA ES: ________________________________.
EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperació n - Parte 1
Isaías 57:18
Un padre de familia estaba tratando de dormir su siesta un domingo por la tarde
en la sala de su casa, mientras su pequeñ o hijo lo molestaba continuamente dicié ndole:
“Papi, estoy aburrido”. Tratando de buscar la forma de entretenerlo, su padre tomó
de un perió dico una foto del mundo, la cortó en casi cincuenta pedazos y le
dijo:
“Hijo, este es un rompecabezas. Quiero que lo armes”. Luego se acostó para termi-
nar su siesta, pensando que por lo menos dormiría de una hora y media a dos. Habían
pasado apenas quince minutos cuando su hijo lo despertó diciendo: “Papi, ya terminé .
Ya está armado”. El padre sabía que su hijo no conocía todas las posiciones de los país-
es y cosas como esas, por lo que era imposible que lo hubiera terminado tan pronto,
así que le preguntó : “¿Có mo lo hiciste?” El niñ o contestó : “Papá , había una foto de
una persona en el reverso de la pá gina de ese perió dico y cuando terminé de armar
esa persona el mundo quedó arreglado”.
Hoy estamos comenzando una nueva serie a la que hemos llamado el Camino a la
Recuperació n, y esperamos que la misma obre grandemente en su persona. Es sorpren-
derte có mo el mundo se ve mejor cuando su persona es puesta en orden en la forma
correcta. En esta serie hablaremos de có mo manejar y vencer las heridas de su vida,
los há bitos que está n destruyendo su vida y los complejos que han causado dolor en
ella. Heridas, há bitos y complejos.
El versículo que hemos elegido como base para este paso de nuestra
serie “El Camino a la Recuperació n” es Isaías 57:18 (DHH), donde Dios
dice: “He visto como han actuado, pero los sanaré . Los guiaré y les
ayudaré , y consolaré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que
está n cerca y a los que esté n lejos”.
Esta es una gran promesa de Dios. Note que hay cinco partes en la recuperació n
que Dios desea hacer en su vida.
Primero, si usted ha sido herido, Dios dice: “Quiero sanarte”.
Si está confundido: “Quiero guiarte”.
Si alguna vez se ha sentido sin ayuda para cambiar algo: “Deseo ayudarte a cam-
biar eso”.
Si alguna vez ha sentido que nadie entiende su problema: “Quiero consolarte.”
Si se siente ansioso, preocupado y temeroso: “Quiero ofrecerte paz”.
El hecho es que la vida es dura. Vivimos en un mundo imperfecto. Somos dañ a-
dos por otros, herimos a otros y nos herimos a nosotros mismos. La Biblia dice que
todos hemos pecado. Eso significa que ninguno de nosotros es perfecto, todos nos
hemos equivocado, todos hemos cometido errores. Nos dañ amos y dañ amos a otros.
Esta serie es para todos. Todos necesitamos recuperació n, a menos que alguien
haya vivido una vida perfecta. Pero si no ha sido así, si no ha vivido una vida perfec-
ta, si ha sido herido, si ha tenido un complejo o há bito del que le gustaría deshacerse,
necesita recuperació n.
¿DE QUÉ NECESITA RECUPERARSE?
La buena noticia es que sin importar el problema del cual necesite recuperarse, ya
sea emocional, financiero, relacional, espiritual, sexual o de otro tipo, los pasos para
recuperarse son siempre los mismos. Estos no varían.
Los principios para la recuperació n se encuentran en la Biblia. Esta es el manual
original para la recuperació n. En 1935 un par de muchachos formularon, basados en
las Escrituras, los que hoy se conocen como los doce pasos clá sicos de los Alcohó licos
Anó nimos, una guía que tambié n usan cientos de otros grupos de recuperació n. En
los Estados Unidos, veinte millones de personas está n en un grupo de recuperació n
cada semana y hay quinientos mil diferentes grupos de recuperació n.La base
de todos ellos es la Palabra de Dios.
He resumido estos principios en torno a la palabra
“R.E.C.U.P.E.R.A”. Estudiaremos una letra cada semana y miraremos los ocho
pasos resumidos en el camino a la recuperació n.
EL PRIMER PASO: La “R” en RECUPERA significa RECONOCER.
Reconozco que no soy Dios. Admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
¿Se queda despierto hasta tarde cuando sabe que necesita dormir?
¿Come o bebe má s calorías de las que su cuerpo necesita?
¿Siente que debe hacer ejercicios pero no los hace?
¿Conoce lo que es correcto pero no lo hace?
¿Sabe que algo está malo pero de todas formas lo hace?
¿Se ha dado cuenta alguna vez de que no debe ser egoísta pero
de todas maneras lo es?
¿Ha intentado alguna vez controlar a alguien o algo y se ha dado
cuenta de que usted mismo era incontrolable?
Si su respuesta es “sí” a cualquiera de estas preguntas, bienvenido a la raza
humana. Todos necesitamos recuperació n.
I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: MI NATURALEZA PECAMINOSA
La Biblia tiene una forma de expresar esto. En ella se le llama a esta tendencia
nuestra “naturaleza pecaminosa”. La naturaleza de pecado nos lleva tanto a usted como
a mí a toda clase de problemas. Hago cosas que no son buenas para mí, las hago aun
cuando son auto destructivas. Sin embargo, no hago las cosas que son buenas para mí.
Respondo de la manera incorrecta cuando soy herido y con esto solo consigo aumen-
tar el dañ o, en lugar de disminuirlo. Reacciono de la manera incorrecta con las per-
sonas. Las trato de la manera equivocada y luego, cuando me doy cuenta de que esa
actitud no va a funcionar, esto me afecta a mí. Intento resolver problemas y a menudo,
cuando creo que los he arreglado, compruebo que se vuelven peor de lo que estaban
antes.
Proverbios 14:12 (NVI) dice: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos,
pero que acaban por ser caminos de muerte”.
Usted siempre va a tener esa naturaleza pecaminosa, ese deseo de hacer lo malo.
Este permanecerá siempre con usted hasta que llegue al cielo. Y aun cuando sea cris-
tiano, todavía tendrá deseos que lo empujen hacia el mal. Pablo entendió esto.
En
Romanos 7:15 é l dijo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino
lo que aborrezco”.
¿Le suenan familiares estas palabras? “Termino haciendo lo que no quiero hacer
y termino no haciendo lo que quiero hacer”.
El primer paso para la recuperació n es que usted entienda la causa de este prob-
lema. ¿Por qué sucede esto en mi vida? Primero, necesita entender la causa del prob-
lema, luego las consecuencias y má s tarde la cura para el mismo.
¿Cuá l es la causa de mi problema? La causa de todos sus problemas es esta:
“Quiero ser Dios”. ¿Le gustaría decidir lo que es bueno y lo que es malo? Usted dice:
“No quiero que nadie me diga lo que es bueno y lo que es malo; quiero decidirlo por
mí mismo. Quiero hacer lo que quiera, quiero hacer mis propias reglas. Quiero ser el
centro del universo. Quiero ser mi propio jefe, vivir a mi manera, si me siento bien
haciendo algo, pues, adelante. No quiero que nadie me diga qué hacer con mi vida”.
Eso se llama jugar a ser Dios. Lo que en realidad está diciendo es: “Quiero contro-
lar”. Y mientras má s inseguro sea usted, má s empeñ ado estará en controlar.
Mientas
má s inseguro sea, má s desea controlarse a sí mismo, controlar a otras personas, con-
trolar su ambiente. A eso se le llama querer jugar a ser Dios.
Este es el problema má s antiguo del hombre. Aun Adá n y Eva lo tuvieron. Dios
los puso en el paraíso y ellos trataron de controlarlo. Dios dijo: “Pueden hacer todo
lo que quieran en todo este paraíso excepto una sola cosa: No coman de este á rbol”.
¿Y qué hicieron ellos? Fueron directamente hacia ese á rbol, que era lo ú nico en el
Paraíso a lo que Dios le había puesto límites. Sataná s dijo: “Coman esta manzana (o
lo que haya sido) y sean dioses”. Ese ha sido el problema desde el principio. Querer
ser Dios. Querer tomar las decisiones uno mismo. Querer vivir nuestra propia vida.
Queremos estar en control. ¿Có mo jugamos a ser Dios? Negando nuestra
humanidad y tratando de controlar todo por razones egoístas. Queremos estar en el
centro de nuestro universo. El control es el asunto real. Queremos estar en control y
tratamos de controlarnos a nosotros mismos, a otras personas, a todo lo que está a
nuestro alrededor.
¿CÓ MO JUGAMOS A SER DIOS?
Tratamos de controlar nuestra imagen. Deseamos controlar lo que otros piensan de
nosotros. No queremos que otras personas conozcan realmente có mo
somos. Jugamos, usamos má scaras, pretendemos ser otros, somos falsos,
queremos que la gente vea ciertos aspectos nuestros y escondemos lo que no
queremos mostrar, y nega- mos nuestras debilidades y nuestros sentimientos. (“No
estoy molesto, no estoy dis- gustado, no estoy preocupado, no estoy asustado”.)
No queremos que las personas vean nuestro verdadero yo. ¿Por qué tengo miedo de
decirle quien soy? Ese es el título de
un libro. La respuesta es: Si le digo quien soy realmente y no le gusta, eso es malo
para mí, porque soy todo lo que tengo. Es por esto que tratamos de esconder y
controlar nuestra imagen.
Tratamos de controlar a otras personas. Los padres tratan de controlar a sus hijos; los
hijos tratan de controlar a sus padres. Las esposas tratan de controlar a sus esposos;
los esposos tratan de controlar a sus esposas. Las personas tratan de controlar a otras
personas. Hay reglamentos en su lugar de trabajo. Los países tratan de controlar a
otros países. Usamos muchas estrategias para manipularnos unos a otros. Usamos la
culpa para controlar, usamos el temor, usamos la alabanza. Algunos de ustedes usan el
lá tigo del silencio, del enojo y e la ira para controlar. Tratamos de controlar a las per-
sonas.
Tratamos de controlar los problemas, nuestros problemas. Somos buenos para esto.
Usamos frases como: “Lo puedo manejar, realmente no es un problema”. Eso es tratar
de jugar a ser Dios. “Puedo manejarlo, estoy bien. Realmente estoy bien”. Queremos
estar en control: no necesitamos ayuda y realmente no necesitamos consejo. Tratamos
de controlar nuestros problemas: “Puedo dejarlo en cualquier momento. Lo haré a mi
manera”. Pero mientras má s trate de arreglar su problema por sí mismo, peor será .
Tratamos de controlar nuestro dolor. ¿Ha pensado alguna vez cuá nto tiempo
des- perdicia huyendo del dolor? Tratamos de evitarlo, negarlo, reducirlo,
posponerlo y de escapar de é l. Y tratamos de hacer esto de diferentes maneras.
Algunas veces tratamos
de evitarlo comiendo o dejando de comer. Tratamos de posponerlo bebiendo, fuman-
do, consumiendo drogas, o involucrá ndonos en una y otra relació n. “Esta relació n es
lo que verdaderamente necesitaba para sentirme completo y realizado”... y entonces
iniciamos esa relació n. “Oh, me equivoqué , no era lo que pensaba”... y terminamos
la relació n. Y así continuamos una relació n tras otra. O desarrollamos algú n tipo de
há bito compulsivo para tratar de controlar el dolor. O nos volvemos abusivos y nos
enojamos con otras personas o nos volvemos críticos o prejuiciosos para esconder el
dolor. O nos deprimimos. Hay muchas, muchas formas de tratar de controlar nuestro
dolor.
El dolor viene cuando nos damos cuenta, en nuestros tiempos a solas, que nos
somos Dios y que no podemos controlar nada, y eso nos atemoriza. (Recuerdo que
Chevy Chase solía aparecer en el programa televisivo en vivo Sá bado por la
Noche, diciendo: “Hola, soy Chevy Chase, y usted no”. Y entonces solamente me
imagino a Dios diciendo: “Hola, soy Dios y tu no”.)
Ese es el primer paso hacia la recuperació n. Usted no va a mejorar por
usted mismo, reconó zcalo. No lo niegue.
¿CUÁ LES SON LAS CONSECUENCIAS DE JUGAR A SER DIOS?
He aquí cuatro problemas que siempre aparecen cuando tratamos de jugar a ser
Dios:
1. Temor. Cuando trato de controlar todo, me atemorizo. Adá n dijo: “Tuve
miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Nos atemoriza el que alguien
descubra quié nes somos realmente, que somos falsos, farsantes, que realmente no
tenemos el control, que no somos perfectos. Es por eso que no permitimos que nadie
se acerque realmente a nosotros, porque descubrirá n que interiormente estamos
asustados. Y debido a que disfrazamos esto y pretendemos que no es real, llenamos
nuestras vidas con temor, asustados de que alguien nos vaya a rechazar, de que no
nos amen, o de que no les seamos simpá ticos porque no saben realmente lo
que somos. “Solo les gusta una imagen de mí. Si supieran realmente como soy, no
les gustaría”. Así que nos resentimos y nos llenamos de temor cuando tratamos de
jugar a ser Dios.
2. Frustració n. Es frustrante tratar de ser el gerente general del universo.
Me gusta llevar a mis hijos a un restaurante y jugar con el juego del mazo, ese que
tiene esas cosas que salen y que se golpean. En el momento en que usted golpea
una, sale
otra. Es un juego frustrante para mí, porque cada vez que trato de golpear una, otra
se levanta; y golpeo esa y aparece otra. Así es la vida. Terminamos con una compul-
sió n y otra sale a flote. Terminamos con un problema y otro aparece. Terminamos
con una relació n conflictiva y viene la siguiente. Es tan frustrante porque no
podemos terminar al mismo tiempo con todas. Caminamos pretendiendo ser
Dios: “Soy poderoso, puedo manejarlo”. Si somos tan poderosos, ¿por qué
simplemente no ter- minamos con todo? No podemos, y eso nos frustra.
3. Fatiga. Jugar a ser Dios cansa. Tratar de controlar todo, pretender que todo está
bien, negar algo, consume mucha energía. En el Salmo 32, David dice: “Mi fuerza
se fue debilitando como al calor del verano ... Pero te confesé mi pecado, y no
te oculté mi maldad”. La mayoría de las personas tratan de esconder su dolor y huyen
de é l mantenié ndose ocupadas. Piensan: “No me gusta có mo me siento cuando me
deprimo. No me gusta lo que viene a mi mente cuando pongo mi cabeza sobre mi
almohada, y no me gustan esos sentimientos y lo que escucho, por lo que me man-
tengo ocupado”. Huimos del dolor al estar constantemente en un ir y venir.
Trabajamos hasta el cansancio. O nos involucramos en algú n pasatiempo o algú
n deporte hasta que se vuelve algo compulsivo, y permanecemos en el campo de
golf,
en la cancha de tenis, o en cualquier otro lugar todo el tiempo. Incluso
podemos involucrarnos en actividades religiosas, podemos tratar de esconder nuestro
dolor tra- bajando de forma febril en las actividades de la iglesia. Esperamos que
cuando nos acostemos y pongamos la cabeza sobre la almohada, estemos tan
fatigados que dormiremos y no tendremos que escuchar nuestro dolor.
Si está en un estado constante de fatiga, siempre agotado, pregú ntese: “¿De qué
dolor estoy huyendo? ¿Qué problema no quiero afrontar que me motiva y me con-
duce a trabajar y trabajar para estar en este estado constante de fatiga?”
4. Fracaso. Cuando trata de jugar a ser Dios, la descripció n que hace Proverbios
28:13 (DHH) es una garantía de dó nde terminará : “Nunca tendrá s é xito en la vida
si tratas de esconder tus pecados. Confié salos y renuncia a ellos. Entonces
Dios mostrará su misericordia sobre ti”. Necesitamos ser honestos y aceptar nuestras
debili- dades, faltas y fracasos.
En Saddleback nos hemos comprometido desde el principio a ser un lugar seguro
donde la gente, gente real, pueda hablar acerca de sus problemas reales, heridas reales,
complejos reales y há bitos reales, sin temor a la crítica. Somos una familia de com-
pañ eros en la lucha. No hay ninguna persona que tenga todo bajo control.
Todos somos dé biles en diferentes á reas y nos necesitamos unos a otros. Y nos
necesitamos porque nos volvemos espejos para revelar las heridas unos a otros y
ayudarnos mutua- mente. Muchas veces otros ven cosas que yo no veo y viceversa.
Hemos desarrollado una atmó sfera confiable. Por cierto, tenemos una reunió n los
viernes por la noche lla- mada Celebremos la Recuperació n. En ese grupo tenemos
personas con toda clase de situaciones, problemas y heridas con los que han estado
luchando, y en los que está n trabajando con los pasos que aquí señ alamos.
Para ayudarle a ser má s honesto con usted mismo y con Dios, planeo compartir-
le historias personales, testimonios de gente real que experimenta heridas reales en la
familia de nuestra iglesia. Hemos pedido a Mary Pritchard y a Dan Denton que com-
partan sus experiencias. Ambas son diferentes y se refieren a problemas muy distin-
tos, pero han contado con el mismo proceso para la recuperació n.
Mary: Soy una codependiente en recuperació n. Soy la hija mayor de cinco her-
manos y diría que tuvimos una niñ ez muy normal. No hubo abuso de drogas ni de
alcohol en mi familia, aunque no era perfecta. Teníamos un problema de
comuni- cació n. Mi mamá abusaba verbal y emocionalmente de mí. Me gritaba y
decía cosas que me destruyeron absolutamente y me hacían sentir sin valor. Tenía
mucho miedo
de su enojo. Me decía a mí misma: “Mamá , haré cualquier cosa para que esté s feliz y
así no te enojes conmigo”.
Así que empecé a decirle a mis padres lo que pensaba que ellos deseaban escuchar.
Comencé a ser lo que pensaba que ellos deseaban que yo fuera. Me volví muy plá sti-
ca. Ese fue el inicio de mi codependencia. Llevé ese mismo estilo de comunicació n a
mi matrimonio y en los primeros seis meses abusé verbal y emocionalmente de mi
esposo. Como é l no reaccionaba pensé : “Puedo arreglar esta situació n”. Decidí que
abandonaría todo y no lo confrontaría en nada. Eso me enfermó , así que
decidí:
“Olvida esto, sigue en tus cosas”, lo cual hice.
Soy enfermera en la Marina y tuve la oportunidad de asistir en calidad de profe-
sional visitante al programa de Conciencia Alcohó lica en el Hospital Naval en Long
Beach. Mientras estaba allí, aprendiendo acerca de la enfermedad del alcoholismo, la
cual por supuesto no tenía, reconocí que en mí había algo terrible, algo terriblemente
malo. El sentimiento de falta de valor me abrumó . Sabía que la gente se iba a
dar cuenta de mi verdadero yo, y me odiarían y querrían saber nada sobre mí. Sabía
que
si me quedaba allí sin pedir ayuda nunca encontraría la respuesta a mi problema. Así
que pedí quedarme como paciente y me permitieron hacerlo. Mi esposo me acom-
pañ ó en las sesiones de terapia que tuve allí. Cuando los consejeros comenzaron a
pre- guntar acerca de mi vida, les dije: “Oh, todo está bien. Tengo todo bajo control.
Es é l quien tiene el problema”. Como la negació n de mi responsabilidad en
nuestras difi- cultades era tan fuerte, tuvieron que dejarme ir. No pudieron
ayudarnos. Y volví a mi vida anterior pensando: “Esto es un mal sueñ o”. Lo puse a
un lado y comencé a tra- bajar arduamente otra vez.
Estaba muy ocupada. Salí embarazada por segunda vez y con gemelos. Seis meses
despué s de que los niñ os nacieron me volví profundamente depresiva y con tenden-
cias suicidas. Estaba trabajando a tiempo completo fuera de casa, criando tres hijos, y
amamantando a los gemelos. Por supuesto, no le conté a mi esposo có mo me sentía,
no nos está bamos comunicando mucho. Pero tuve el buen juicio de contarle a mi pas-
tor que estaba pensando en quitarme la vida. É l dijo: “Me gustaría sugerirle que hable
con un terapeuta.” Pensé que no valía la pena gastar el dinero en un terapeuta, pero
finalmente fui a verlo. Me sentía tan miserable y tenía tanto dolor que estaba
dispuesta
a hacer cualquier cosa que pudiera ayudarme. Me parecía que no valía mucho para
este mundo.
Así que fui y ya no pude negar la verdad de mi vida. Le conté a la terapeuta acer-
ca de todo mi dolor y lo miserable que me sentía por lo que estaba haciendo,
ella reconoció esa verdad. Me amó y aceptó , y comenzó a enseñ arme có mo tratar
efecti- vamente con mi vida y mis problemas. Estoy realmente agradecida por
ella. Dios comenzó a traer a otras persona a mi vida para mostrarme que ellas
tampoco eran per- fectas. Estaban asistiendo a una reunió n llamada Doce Pasos donde
recibían ayuda para enfrentar sus vidas. Pensé : “Lo intentaré , porque obviamente
no he podido arreglar
mi vida”. Así que comencé a asistir a las reuniones de Doce Pasos. Conocí a otras per-
sonas que reconocían que tampoco estaban en control de sus vidas y se veían felices y
gozosas. Me quedé . He tenido la oportunidad de participar en Celebremos
la Recuperació n y quiero que sepan que es un lugar maravilloso. Hay gente sana aquí.
Es algo seguro y espero que se una a mí. Aquí todos nos estamos convirtiendo en
per- sonas gozosas y libres.
Dan: Mi nombre es Dan y soy un adicto. Esta es la cara de la adicció n. Tambié
n soy esposo, el mejor amigo de mi esposa, padre y padrastro. Soy un hijo y
hermano amoroso. Fui a la universidad y me gradué en la escuela de leyes. Tengo
mi propio negocio. Hoy lo má s importante acerca de mí que usted debe conocer es
que por la gracia de Dios soy un adicto recuperado.
La historia que compartiré con ustedes es sencilla y real. En realidad es tan sim-
ple que podrá parecer aburrida. Cuando tenía doce añ os fumé mi primer cigarro, lo
hice en un bú nker tras el tercer hoyo en el campo de golf El Dorado en Long Beach.
Cuando estaba en sé ptimo grado, asistí a una actividad llamada el “Día de Walter B.
Hill” que se celebraba en la escuela Walter B. Hill. Tres de mis amigos
dijeron:
“Tenemos algunas cervezas”. Ese día me tomé mi primera cerveza. Me gustó . Me
hizo libre. Fue divertido. Me relajé y me hizo ser gracioso. Y le caía bien a la gente.
Así que comencé a emborracharme todas las semanas con los muchachos para estar
alegre, en
al onda y sentirme bien. Aumenté el consumo de martinis y luego pasé a la marihua-
na y a las drogas má s fuertes.
Hace diecisé is meses, mi esposa y yo fuimos a nuestro lugar favorito a cierta hora
del día donde las bebidas son má s baratas. Nos peleamos. ¡Qué sorpresa! Cuando
llega- mos a casa, me miró a los ojos y me dijo: “Amas al alcohol y las drogas má s que
a mí”. Era la verdad. Tengo que decirles que aquello era mi religió n. Dije: “Soy
un alco-
hó lico, tengo que cambiar”. Mi esposa me dejó y no cambié . Lo que sí hice fue llamar
a un amigo y salir a embriagarnos. Eso fue lo que hice. Me embriagué durante las
siguientes tres semanas. Un sá bado a las tres de la mañ ana, el día en que mi hijo de
doce añ os se iba a bautizar, estaba sentado solo, desnudo, con todas las botellas de
cerveza y las cajetillas de cigarros vacías a mi alrededor, abriendo un paquete de
cocaí-
na para matarme. Miré a mi alrededor y me dije: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué
paso con mis sueñ os? ¿Quié n se los robó ?”
En ese momento admití mi incapacidad. Había conducido mi vida
completa- mente mal. Intenté orar. Sentí que alguien me decía: “Nadie escucha
tu clamor”. Estaba completamente aislado, pero algo me seguía diciendo:
“Necesitas buscar ayuda”. Corrí al telé fono y llamé a mi hermana, un miembro de
esta iglesia, y a su querido y dulce esposo. Pasaron el resto del día asegurá ndose de
que tuviera la ayuda que necesitaba, y esa ayuda la encontré y la sigo encontrando en
los Doce Pasos. El viaje
de los Doce Pasos comenzó en derrota pero terminó en victoria, porque en quince
meses di los Doce Pasos y ellos me guiaron a los pies de la cruz. Cuando llegué estaba
vacío. Pero é l estaba esperando por mí y me dijo: “Bienvenido a Casa. Bienvenido a
Casa. Tenemos que trabajar”.
Hoy mi vida es muy bendecida. Tengo mucho trabajo pero el gozo mayor que
tengo es que soy miembro de la Iglesia Comunidad del Valle de Saddleback. Fui bau-
tizado aquí por el pastor Tom y é l me cuenta que funcionó . Tambié n tengo el
privile- gio de ser líder de un grupo pequeñ o en Celebremos la Recuperació n, con el
que nos reunimos cada viernes por la noche. Si usted es esa persona que necesita
escuchar má s
de lo que estoy diciendo, venga y acompá ñ enos. Celebraremos nuestra recuperació n.
¿Có mo reacciona a historias como esa? He aquí dos formas en las que no
debemos reaccionar:
“Mi problemas no es tan malo”. Eso se llama negació n. ¿Qué tan mal tiene que lle-
gar a estar antes de admitir que necesita ayuda? ¿Qué tan doloroso tiene que llegar a
ser ese dañ o, esa relació n, ese dolor, ese problema, esa memoria antes que admita que
necesita ayuda? Desdichadamente debido al comportamiento humano, a nuestra natu-
raleza, postergamos el proceso de cambio hasta que nuestro dolor se vuelve má
s grande que el temor de cambiar. No cambiamos cuando vemos la luz.
Cambiamos cuando sentimos el calor y el matrimonio comienza a destruirse o los
niñ os comien-
zas a irse por malos caminos, o cuando recibe esa llama telefó nica en medio de
la noche. Ahó rrese ese dolor, comience pronto su recuperació n. Un hombre dijo: “A mí
me sucedió cuando el á cido de mi dolor finalmente atravesó la pared de mi negació
n”. Dios nos susurra en nuestros placeres, pero nos grita en nuestro dolor. El dolor
es el megá fono de Dios. Permite que eso lo mueva a buscar ayuda, a enfrentar el
hecho que
ha estado ignorando por diez, veinte, quizá s treinta añ os. ¿Cuá l es el nivel de su dolor?
Es una luz de advertencia para usted. Escú chelo.
2. “Está bien, pero yo puedo resolver mis problemas; esta serie de recuperació n es para otro,
no para mí”. Eso tambié n se llama negació n. A menos que haya tenido una vida per-
fecta, hay algunas cosas con las que necesita tratar. Usted dice: “Puedo manejar mi
problema, puedo cuidar de eso”. El hecho es que si usted pudiera manejarlo,
lo hubiera hecho, pero usted no puede, por lo tanto no lo hará . Si hubiera podido
con- trolar ese problema, no sería un problema, no lo tuviera con usted hoy.
Pero no puede, y no podrá . Esta negació n es tan antigua como Adá n y Eva. Ellos
tenían un problema. Huyeron y se escondieron tras el arbusto. Dios los había
hecho y Dios había hecho los arbustos y ahora se estaban escondiendo de
Dios. Así de iló gico. Algunas veces le pregunto a las personas: “¿Le ha contado a
Dios acerca de su herida,
su há bito o su complejo?” Ellas contestan: “Ah, no, no quisiera que supiera de eso”.
No puede mejorar hasta que confiese, afronte sus faltas y admita: “Soy incapaz”.
III. LA CURA
El primer paso en el camino a la recuperació n es admitir mi incapacidad. La
Biblia dice que al hacerlo encontramos fortaleza. Esta no es una idea popular en la
cultura americana de autosuficiencia, la cual dice: “Levá ntese por sí mismo, no
dependa de nadie má s, usted solo puede”. Y lo convierte en una especie de Llanero
Solitario. Pero admitir la incapacidad es el primer paso esencial para iniciar la
recuperació n. Reconozca que es incapaz de hacerlo por usted mismo. Necesita a
otras personas y necesita a Dios.
Admitir que no soy Dios significa que reconozco tres hechos importantes de la
vida. La madurez viene cuando:
1. Reconozco que soy incapaz de cambiar mi pasado. Duele, todavía lo recuerdo,
pero todo el resentimiento del mundo no va a cambiar esa realidad. Soy incapaz de
cambiar mi pasado.
2. Reconozco que soy incapaz de controlar a otras personas. Trato, me
gusta manipularlos, utilizo toda clase de pequeñ os trucos, pero no funciona. Soy
respon- sable de mis acciones, no de las de otros. No puedo controlar a otras
personas.
3. Reconozco que soy incapaz de hacer frente a mis há bitos, comportamientos y
acciones dañ inas. Las buenas intenciones no son suficiente. Cuantas veces lo ha inten-
tado, ha fracasado. La fuerza de voluntad no es suficiente. Necesitamos algo má s que
fuerza de voluntad. Necesitamos a Dios, porque é l nos hizo para necesitarle.
Santiago 4:6 (NVI) dice: “Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a
los humildes”. Gracia es el poder para cambiar. Gracia es el poder que Dios nos da
para hacer en nuestra vida los cambios que queremos hacer y que é l desea que
hagamos. Y para recuperarnos de las heridas, complejos y problemas en nuestra vida,
necesitamos
la gracia de Dios. ¿Có mo la obtenemos? Solamente de una forma. É l se la da al
humilde.
Permítame preguntarle, ¿qué aspectos de su vida necesitan cambiar? ¿Qué heri-
da, complejo o há bito ha estado tratando de ignorar? Para muchos este paso será el
má s difícil, reconocer que sus vidas necesitan cambios. Me alegra que sea el nú mero
uno, porque cuando haya dado este paso, habrá vencido la mayor dificultad y admi-
tirá : “Tengo un problema, tengo una necesidad, tengo una herida”. Para
muchos puede parecer difícil y humillante reconocer esto, decir:“No soy Dios y
no tengo tanto control como me gustaría que todos pensaran. No tengo el control
de nada”. Pero si le dice eso a los demá s, no se van a sorprender, porque lo saben.
Dios lo sabe, usted lo sabe, solamente necesita admitirlo. Esto significa ser honesto
y afrontar un problema que ha querido ignorar por mucho tiempo. Acompá ñ eme
estas ocho sema- nas en este camino a la libertad, en el Camino a la Recuperació n.
DÓ NDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO
El Camino a la Recuperació n – Parte 2
R.E.C.U.P.E.R.A
Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
EL SEGUNDO PASO
En forma sincera creo que Dios _____________, que le _____________, y que é l
tiene el para ayudarme en mi recuperació n.
“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca
a Dios tiene que creer que é l existe y que recompensa a quienes lo buscan”. Hebreos
11:6 (NVI)
Tres partes
I. Reconocer la de Dios.
“Porque desde la creació n del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir,
su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a travé s de lo que é l
creó ”.
Romanos 1:20 (NVI)
“Dice el necio en su corazó n: ‘No hay Dios’”. Salmo 14.1 (NVI)
II. Entender el de Dios.
“É l es la imagen del Dios invisible, el primogé nito de toda creació n”. Colosenses
1:15 (NVI)
Dios todo acerca de mi situació n.
“Tú has visto mi aflicció n y conoces las angustias de mi alma”. Salmo 31:7 (NVI)
“Tú sabes lo insensato que he sido”. Salmo 69:5 (NVI)
Dios por mi situació n.
“Tan compasivo es el Señ or con los que le temen como lo es un padre con sus
hijos. É l conoce nuestra condició n; sabe que somos de barro”. Salmo 103:13-14
(NVI)
“Se me apareció el Señ or y me dijo: ‘Con amor eterno te he amado’”. Jeremías
31:3 (NVI)
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía é ra-
mos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)
Dios puede mi vida y mi situació n.
“Pido tambié n que les sean iluminados los ojos del corazó n para que sepan ... cuá
n incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es
la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre
los muertos”. Efesios 1:18-20 (NVI)
“Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”. Lucas 18:27 (DHH)
III. Aceptar de Dios para ayudarme.
“Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cum-
pla su buena voluntad”. Filipenses 2:13 (NVI)
“El espíritu que Dios nos da ... nos llena con poder, amor y dominio
propio”.
2 Timoteo 1:7 (DHH)
Có mo conectarse al poder de Dios: y ___________.
“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubri-
rá n sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemará s ni te abrasará n las llamas”.
Isaías 43:2 (NVI)
DÓ NDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO
El Camino a la Recuperació n – Parte 2
Hebreos 11:6
Puede que algunos de ustedes no se haya percatado de que cuando el lunes de esta
semana llovió torrencialmente, hubo una parte del lago Forest que se desbordó .
Glenn vive en una de esas á reas. El condado de Orange envió a un reportero a ese
lugar, el cual encontró a Joann, la esposa de Glenn, sentada en el techo de su casa
mientras las cosas flotaban a su alrededor. El reportero se subió al techo y pudo ver
un caballo y un automó vil que flotaban. Luego de unos minutos, é l vio un sombrero
que flotaba tam-
bié n. Observá ndolo mejor, se fijó que el sombrero se movía en una extensió n de vein-
te pies alrededor de la casa en una forma que parecía un movimiento premeditado.
Despué s de observar al sombrero en ese extrañ o ir y venir por unas siete u ocho veces,
le preguntó a Joann: “¿Tiene usted alguna idea de lo que ocurre con ese sombrero?” A
lo que ella contestó : “Ese es Glenn, el loco de mi esposo. Dijo que hoy iba a cortar el
cé sped pasara lo que pasara”.
El problema que tenemos hoy es que muchos de nosotros todavía estamos preo-
cupados por cortar el cé sped mientras la casa está flotando.
Ya hemos dicho que todos necesitamos pasar por el proceso de recuperació n por-
que ninguno de nosotros es perfecto. El mundo es imperfecto. Todos hemos sido
dañ ados, todos tenemos complejos, todos tenemos há bitos que nos gustaría que desa-
parecieran. Todos necesitamos pasar por el proceso de recuperació n. Sin importar el
problema, la herida, el complejo o el há bito, los pasos que hay que dar son los mis-
mos.
Tambié n dijimos que la raíz que causa todo esto es nuestro deseo de controlar
las cosas. Mientras má s inseguros somos, má s queremos controlar las cosas.
Queremos controlar nuestras vidas, las vidas de los demá s, el ambiente en que
otras personas viven; en una palabra, queremos ser Dios. Queremos ser el centro de
nuestro univer-
so. Pero cuando tratamos de ejercer este control, lo ú nico que conseguimos es termi-
nar fatigados, frustrados y fracasados.
¿Có mo se rompe con eso? ¿Có mo puede romper con esas cosas?
Necesitamos superar la negació n. La negació n es lo que nos impide
movernos hacia delante, hacia la recuperació n. Decimos a modo de excusa:
“Realmente no es un problema... Estoy bien... No hay de qué preocuparse. Puedo
manejar la situació n”. Y, ademá s de excusarnos, acusamos a otros: “Si tan solo mi
esposa (o mi esposo) fuera de
otra manera, nuestro matrimonio andaría bien”. Jugamos al juego de la culpa.
Acusamos y nos excusamos. Cuando alguien nos pregunta: “¿Có mo te va?”, contesta-
mos: “En lo que cabe y dadas las circunstancias, me va bien; sí, estoy bien... a lo
menos por el momento todo está bien”. Es como si el diá logo anterior se tuviera con
alguien que ha saltado de lo alto de un edificio y se encontrara a medio camino. “Sí,
dadas las circunstancias, por lo menos hasta aquí, todo va bien”. Tenemos que
aprender có mo tratar con la negació n.
¿Qué le parece el siguiente anuncio en un perió dico?: “Se ha perdido un perro de
tres piernas, ciego del ojo derecho, le falta la oreja izquierda, no tiene cola, fue recien-
temente castrado y responde al nombre de ‘Afortunado´”. Una excelente manera de
ilustrar la negació n. ¿No le parece?
Nuestro ministerio de camisetas me hizo una camiseta que dice: “La negació n no
es un río de Egipto”.
¿Cuá l es el antídoto para la negació n? ¿Qué hace que finalmente afrontemos nuestros
problemas?
El antídoto de Dios para la negació n es el dolor. Pocas veces cambiamos cuando
vemos la luz; cambiamos cuando sentimos el calor. No cambiamos hasta que nuestro
dolor no excede nuestro temor a cambiar. La mayoría de las personas casi nunca se
mueven hacia la recuperació n hasta que son forzadas a hacerlo porque ya no hay otra
opció n.
Dios usa tres circunstancias para acabar con la negació n, son cosas para llamar
nuestra atenció n y forzarnos a intentar la recuperació n en nuestras vidas:
1. Crisis. Enfermedad, estré s, pé rdida de trabajo.
2. Confrontació n. Alguien que se interesa lo suficiente para decirnos: “Está s arrui-
ná ndolo todo”. Alguien que nos ama lo suficiente como para confrontarnos en verdad
y amor y decirnos: “Está s fallando, está s a punto de perder tu familia, está s a punto
de perder tu salud, está s a punto de perder tu trabajo”. Alguien que nos confronta.
Un antiguo refrá n de Texas dice: “Si alguien te dice espaldas de caballo, ignó ralo. Si
dos personas te dicen espaldas de caballo, mírate al espejo. Si tres personas te dicen
espal- das de caballo, có mprate una montura”. Si tres personas le dicen que usted es
un adic-
to al trabajo, có mprese una montura. Si tres personas le dicen que es un alcohó lico,
có mprese una montura. Si tres personas le dicen que necesita ayuda, có mprese una
montura. El dolor es como una alarma. Se activa para advertirle que algo está mal en
su vida. Si se activara la alarma de incendio en su casa, ¿qué haría? ¿Diría: “¡Ay, qué
alarma má s molesta! Que alguien la haga callar”? No, usted haría algo al respecto.
Pero con frecuencia en nuestras vidas, cuando sentimos que el dolor emerge, la alar-
ma de dolor, en lugar de tratar con lo que es la fuente, tratamos de aplacar el ruido.
Lo cubrimos con comida, con alcohol, con sexo, con cosas diferentes. Pero eso no
sirve de nada. Dios usará esas cosas para llamar nuestra atenció n.
3. Catá strofe. Espero que Dios no tenga que usar esto en su vida. Cuando llega-
mos al punto má s bajo física, emocional, espiritual y financieramente, así como
en nuestras relaciones, cuando tocamos fondo, lo que sucede a menudo es que Dios
tiene que dar un paso atrá s y dejarnos sentir el impacto total de nuestras malas
decisiones.
“¿Quieres ser Dios? Está bien”. Y é l simplemente retrocede y te permite ser Dios. Es
entonces que cosechas lo que sembraste y sientes todo el impacto que causa una catá
s- trofe en tu vida.
Dijimos que EL PRIMER PASO EN LA RECUPERACIÓ N ES
RECONOCER QUE NO SOY DIOS; ADMITIR QUE SOY INCAPAZ DE
CONTROLAR MI TENDENCIA A HACER LO MALO Y QUE MI VIDA ES
INMANEJABLE. Ese
es el Paso 1, el paso de la realidad.
El segundo paso es lo que yo llamo el paso de la esperanza. El Paso 1 dice: “Lo
reconozco. Estoy sin ayuda. No soy capaz”. El Paso 2 dice: “Hay una buena noticia
de que existe un poder al que me puedo conectar para controlar las cosas que
no puedo dominar por mí mismo”.
EN FORMA SINCERA CREO QUE DIOS EXISTE, QUE LE INTERESO,
Y QUE É l TIENE EL PODER PARA AYUDARME EN MI RECUPERACIÓ
N. Este segundo paso está basado en Hebreos 11:6 (NVI): “En realidad, sin fe es
impo- sible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que
é l exis-
te y que recompensa a quienes lo buscan”.
El segundo paso en el camino a la recuperació n consta de tres partes.
I. RECONOCER LA EXISTENCIA DE DIOS
La mayoría de nosotros no tenemos problema con esto. Ya no quedan muchos
ateos. El añ o pasado, George Gallup hizo una encuesta que reveló que “el noventa y
siete por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos dicen creer en Dios; y menos
del dos por ciento dicen ser ateos”. Hay menos ateos hoy que los que había hace cin-
cuenta añ os. ¿Por qué ? Porque sabemos má s del universo hoy que hace cincuenta
añ os. Mientras se realizan má s descubrimientos científicos, má s sabemos del univer-
so y menos personas está n dispuestas a seguir creyendo que todo sucedió por acci-
dente. Mientras má s sabemos del universo, y ahora tenemos computadoras que son
capaces de comprobar las probabilidades de todas estas cosas que suceden, muy poca
gente dice creer que todo es producto de la casualidad. Por cierto, hoy día se requie-
re de má s fe para no creer en un Creador que para creer en uno. Podría desarmar un
reloj completamente, ponerlo en una bolsa de papel y agitarla, pero las probabilida-
des de que el producto resultante fuera exactamente como un reloj serían bastante
increíbles. Sin embargo, el mundo está lleno de relojes. Y si multiplica eso por un
nú mero astronó mico... obtendrá las probabilidades de que esto realmente
suceda. Donde hay una creació n, debe haber un Creador. Donde hay un efecto,
debe haber una causa. Donde hay un diseñ o, debe haber un diseñ ador.
¿Vio la portada de la revista Time hace un par de meses? Había una frase
que decía: “La ciencia descubre a Dios”. En esta era donde sabemos má s y má s
acerca del universo, donde tenemos mayor habilidad numé rica por medio de las
computadoras para comprobar las oportunidades al azar, muy poca gente está
dispuesta a creer que todo ha sido simplemente un accidente. Mientras má s
conocemos del universo, má s convencidos estamos de que hay un Creador.
Reconoce su existencia. Romanos 1:20 (NVI) dice: “Porque desde la creació n del
mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divi-
na, se perciben claramente a travé s de lo que é l creó ”. Y el Salmo 19 (NVI) expresa:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios”.
Por cierto, la Biblia dice que es una necedad no creer en Dios. Es irracional. Es
iló gico no creer en Dios. Si tiene problemas con eso tenemos un ministerio en nues-
tra iglesia llamado “Bases fuertes para creer”, el cual, desde un punto de vista intelec-
tual, estudia los argumentos de la existencia de Dios.
El punto es que Dios cambia vidas hoy en día. Dios existe.
El asunto real para la mayoría no es: “¿Hay un Dios?” Eso es algo que la mayoría
cree. El asunto verdadero es: “¿Qué clase de Dios es? ¿Có mo es en realidad? ¿Es esto
importante?” El problema es que tenemos algunas ideas bastante extrañ as de có mo es
Dios.
Hace poco leí sobre dos muchachos delincuentes de una escuela cató lica
que se habían estado portando mal, por lo que los llevaron a la oficina del director. El
director sabía que lo que ellos realmente necesitaban era a Dios en sus vidas así que
trajo al pri- mer muchacho a la oficina, lo hizo sentarse y le dijo: “Quiero hacerte una
pregunta, hijo.
¿Dó nde está Dios?” El muchacho se asustó . No supo có mo responder. Simplemente se
quedó allí, sentado. El director volvió a preguntarle, por tres o cuatro veces. “¿Dó nde
está Dios? Quiero que pienses en esa pregunta”. Y lo mandó de regreso. El segundo
muchacho, que estaba por entrar, le pregunto al que salía: “¿Qué pasó ?” Este le res-
pondió : “No lo sé , pero parece que se les ha perdido Dios y está n tratando de
echarnos
la culpa a nosotros”.
Tenemos algunas ideas extrañ as con respeto a Dios.
Lamentablemente, muchos comparan a Dios con un padre de familia. Como su
papá o mamá . Esto es trá gico. Porque si su padre era una persona fría e indiferente
que no expresaba cariñ o, la tendencia será pensar que Dios, su Padre, es tambié n frío,
indiferente y falto de cariñ o. Si su padre le infundía miedo, usted estará inclinado a
pensar:“A Dios hay que tenerle miedo”. Si su padre fue abusivo, pensará que Dios es
igual. Si su padre no era amoroso, trasladará esta cualidad a Dios. En lugar de Dios
hacerlo a su imagen, usted hace a Dios a la imagen suya.
De vez en cuando se oye decir: “Mi idea de Dios es...” ¿Con qué autoridad se dice
eso? ¿Piensa que porque tiene cierta idea de Dios é l tiene que ser así? Por supuesto
que no. “Siempre he pensado en Dios como...” ¡Qué tal! Probablemente esté equivo-
cado. Francamente, no me interesa có mo cree usted que es Dios. No me
interesa
có mo lo concibo yo mismo. Lo que deseo saber es: ¿Có mo es é l en realidad?
II. ENTENDER EL CARÁ CTER DE DIOS
El segundo paso en este proceso de recuperació n no solamente es reconocer la
existencia de Dios, sino tambié n entender su cará cter. ¿Có mo es é l realmente?
Hasta que en verdad no sepa có mo es Dios, no puedo confiar en é l. ¿Verdad que
tiene sen- tido? No voy a confiar en algo o en alguien que no conozco.
Afortunadamente Dios desea que sepamos có mo es é l. Vino a la tierra hace unos dos
mil añ os y vino en forma
de ser humano. Vino como Jesucristo. Y dijo: “Como soy yo, así es Dios”. É l sí sabe
có mo es Dios. Es por eso que celebramos la Navidad y la Semana Santa.
Fíjese en este versículo. Colosenses 1:15 dice: “É l [Cristo] es la imagen del Dios
invisible”. Si usted desea saber có mo es Dios, solamente mire a Jesú s, porque é l es la
expresió n visible del Dios invisible.
Si está leyendo acerca de Jesú s y estudiando su vida, aprenderá mucho de Dios.
Específicamente hay tres cosas que aprendemos sobre Dios por medio de Jesú s, que
nos ayudan a vencer nuestros há bitos, heridas y complejos:
1. Dios conoce todo acerca de mi situació n. Yo sé que Dios sabe todo con respecto a
mi situació n, porque é l conoce mis há bitos, mis heridas y complejos. É l
conoce lo bueno y lo malo. Algunos posiblemente han tenido muchos momentos
difíciles o una vida muy dura. Mire lo que dice la Biblia en el Salmo 56:8 (DHH): “Tú
llevas la cuen-
ta de mis huidas; tú recoges cada una de mis lá grimas”. ¿No es eso increíble? La
Biblia dice que Dios lo conoce personalmente y de cerca. É l ha visto sus lá grimas.
“Nadie sabe el infierno por el que estoy pasando en mi matrimonio”. Está
equivocado, Dios
lo sabe. “Nadie sabe có mo estoy luchando por romper con este há bito, pero no lo
puedo sacar de mi mente”. Dios sí lo sabe. “Nadie sabe la depresió n y el temor por el
que estoy atravesando”. Dios sí lo sabe. Y É l ha visto sus lá grimas. Las conoce todas.
Nada escapa de su conocimiento. El Salmo 31 (NVI) dice: “Tú has visto mi aflicció n
y conoces las angustias de mi alma”. Dios está al tanto de sus necesidades y la Biblia
dice que É l sabe lo que usted necesita incluso antes de que se lo pida. É l ve la crisis
en su alma en este mismo momento. En el Salmo 69 leemos: “Tú sabes lo insensato
que he sido”. A veces deseamos olvidar esta parte. No queremos que Dios sepa todas
las locuras que hacemos. El hecho es que no hay nada que esté fuera de la vista de
Dios. Usted siempre tiene una audiencia veinticuatro horas al día. É l conoce sus días
buenos, sus días malos, las bromas pesadas que ha hecho, las malas decisiones que ha
tomado y, sorprendentemente, todavía le ama. El hecho es que Dios no se
sorprende por su pecado. Si usted hace algo mal, Dios no dice: “Ay, no, ¿có mo se me
escapó eso?”
É l sabía que pasaría, mucho antes de que lo hiciera. É l incluso sabe por qué lo hizo, qué
fue lo que lo motivó a hacerlo, incluso si usted mismo ignora la motivació n. É l no se
sorprende, no se altera, no se decepciona. É l sabe quié n es usted.
2. Dios se interesa por mi situació n. El Salmo 103 dice: “Tan compasivo es el Señ
or con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. É l conoce nuestra condició
n; sabe que somos de barro”. Dios sabe que somos hechos de molé culas, que somos
frá - giles, que no somos superhombres. É l es tierno y compasivo. Esa es la clase de
Dios
a la que usted sirve. Un Dios que lo conoce, que desea ser el Padre que muchos nunca
tuvieron. Tierno y compasivo. Dios dice: “Con amor eterno te he amado”. ¿Có mo
puede ser eso? ¿Có mo puede Dios amarme y su amor nunca acabar? É l me ama en
los días buenos, en los malos, cuando le sirvo y cuando no lo hago, cuando
hago lo correcto y cuando me equivoco. ¿Có mo es que me sigue amando? Porque su
amor es incondicional. No está basado en su comportamiento. Está basado en el
cará cter de Dios. La Biblia dice que Dios es amor. Y é l dice: “Con amor eterno te he
amado”. É l
no solamente conoce su situació n sino que se preocupa por ella. “Pero Dios demues-
tra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía é ramos pecadores, Cristo
murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)
Muchas de aquellas personas que han estado trabajando los Doce Pasos saben que
el Paso 2 es el del Poder Supremo. Me gustaría presentarles hoy a su Poder Supremo.
Su nombre es Jesucristo. É l es ese poder al que se puede conectar, porque conoce su
situació n y se preocupa por usted. Y lo mejor de todo es que é l tiene el poder para
cambiar dicha situació n.
3. Dios puede cambiar mi vida y mi situació n. Estas son buenas noticias. Dios puede
cambiar mi vida y mi situació n. A veces cambia mi vida, a veces cambia mi situació n.
Otras veces cambia las dos. Pero está esperando por usted para hacer esto. Y É l tiene
el poder.
Note que Pablo dice: “Pido tambié n que les sean iluminados los ojos del corazó n
para que sepan ... cuá n incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que
cree- mos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo
cuando lo resucitó de entre los muertos”. ¿Se ha encontrado alguna vez paralizado
por falta de resolució n? “¡Sé que necesito hacer esto pero simplemente no
puedo comenzar!”
¿Siente algunas veces que simplemente no puede lograrlo? É l le dice: “Tengo el
poder”. Si Dios puede levantar a Jesucristo de los muertos, puede restaurar una rela-
ció n rota. Puede levantar a una persona que está mal de salud. Puede hacerle libre de
una adicció n. Puede ayudarle a cerrar la puerta al pasado para que esos
recuerdos dejen de perseguirle, pero solo confía en É l.
Lucas 18:27 (DHH) dice: “Lo que es imposible para el hombre es posible para
Dios”. La Biblia dice que no hay nada difícil para Dios. Quizá s usted diga:
“No entiende mi situació n. He intentado cambiar, pero no puedo”. Nada es
imposible con Dios. Y esa situació n que parece sin esperanza, no lo es. Por
cierto, en la iglesia Saddleback podemos darle cientos de ejemplos de personas que
estuvieron en situa- ciones imposibles hace seis mes, un añ o, un añ o y medio, y Dios
las cambió por com- pleto. Hay personas que si las hubiera conocido, pudiera haber
pensado que ni en un milló n de añ os cambiarían, pero sí cambiaron. Por el poder de
Dios.
He aquí el testimonio de un par de miembros de nuestra iglesia, Dana y Bret, en
el que cuentan có mo el poder de Dios les ayudó en su segundo paso.
Dana: Soy una creyente que lucha con la adicció n. Soy líder en el grupo de muje-
res fá rmaco dependientes del programa Celebremos la Recuperació n. Nos reunimos los
viernes por la noche. Nunca soñ é que estaría haciendo el trabajo de Dios de esta
forma o que estaría parada aquí frente a todos ustedes. Pero eso es lo que sucede cuan-
do abandonamos el asiento del conductor y permitimos que Dios maneje nuestras
vidas.
Creo que he sido adicta toda mi vida. Cuando era joven, mi adicció n solamente
salía a la superficie en tiempos muy duros. Me parecía tener un á ngel bueno en uno
de mis hombros y un á ngel malo en el otro, y adivinen quié n ganaba.
En mi vida había tambié n muchos momentos normales. Era una buena estudian-
te, nadadora, corredora, pero podía ser influenciada fá cilmente por mis compañ eros.
Comencé a fumar en la secundaria y cuando estaba en el bachillerato fumaba mari-
huana, bebía alcohol y todavía mantenía un promedio de notas de 3.75. Mi alcoholis-
mo aumentó al llegar al final de la escuela y luego de graduarme.
Tuve un período de siete añ os en los cuales no ingerí alcohol. Cuando digo que
soy una adicta, quiero decir que puedo ser adicta a cualquier cosa que pueda hacerme
sentir mejor y llenar el vacío en mi vida. Por ejemplo, en esos siete añ os de abstinen-
cia acostumbraba coser. Salía a comprar un modelo y regresaba a casa con diez. Otro
ejemplo, el ejercicio. Hacía ejercicios durante cinco o seis días a la semana, tres horas
al día. Pensaba que era normal medir 1.73 y ser talla tres. Un día nada de eso pareció
ayudarme má s. Volví al alcohol. Y del alcohol, pasé a la cocaína. La cocaína me
ayu- daba a adormecer el dolor.
Mi matrimonio se desmoronó y perdí a mis hijos en una batalla legal
bastante sucia. Usted pensará que luego de todo eso me daría por vencida. Lo
intenté , pero sencillamente no pude hacerlo. Pensé que estaba en control pero
estaba en un círcu-
lo vicioso. Usaba drogas porque me sentía culpable por la pé rdida de mis hijos y por-
que el dolor era realmente insoportable. Luego intentaba dejarla porque me sentía
culpable de usarlas. Tenía un problema de culpa. Esto continuó por nueve añ os.
Finalmente me di cuenta de que no podría hacer nada por mí misma.
Anteriormente han conocido el testimonio de mi esposo Dan. Fue a travé s de una
reunió n de Doce Pasos a la que asistí con é l que instantá neamente me identifiqué con
la persona de quien estaba hablando. Recuerdo que pensé : “Esa soy yo. Está hablan-
do de mí”. Finalmente, admití que era una adicta y recuerdo haber sentido có
mo aquel gran peso fue quitado de mis hombros. Ya no tenía que jugar a ser Dios.
Ahora espero que Dios me ayude a manejar mi vida cuando humildemente se lo
pido y sé que é l quitará todo lo malo y todo el dolor en mi vida si tan solo se lo
permito. Mi recuperació n me ha llevado a ser un miembro aquí en Saddleback.
Me bauticé .
Tambié n asisto a las clases 201 sobre Madurez Espiritual, a la 301 sobre Ministerio, y
soy líder de un grupo pequeñ o en el programa Celebremos la Recuperació n donde cada
viernes por la noche nos reunimos y celebramos el hecho de que no tenemos que vivir
bajo el poder de nuestra adicció n. Nos encantaría que nos acompañ ara.
Bret: Mi nombre es Bret y soy un hijo adulto de un alcohó lico. Fui
concebido luego de veintiú n añ os de matrimonio. Despué s de nueve meses nací y mis
padres me dieron el título de “Hijo milagroso”, algo con lo que me fue difícil vivir
cuando era
niñ o. Tenía que encontrar la forma de hacer que ese título se correspondiera con mi
vida. Tuve que aceptarlo. Sabía que en deportes no tendría la oportunidad de lograr-
lo, así que lo intenté acadé mica y profesionalmente. Sin embargo, tuve que revestir
mi corazó n de una coraza porque dolía mucho interiormente. Sabía que estas metas
se- rían imposibles de lograr pero tenía que intentarlo. Como el trencito que dice:
“Creo que puedo, creo que puedo...”, mi tren decía: “Tienes, debes, no hay opció
n”. En la universidad acostumbrá bamos comprar pollo y llevarlo a nuestro
cuarto, y era tan duro de corazó n que cuando mis compañ eros venían a pedirme un
pedazo, les decía que la carne blanca costaba cincuenta centavos extra. Era realmente
insensible.
Obtuve buenas notas en la secundaria. Fui muy buen estudiante en la universidad.
A los 27 añ os era el director de mercadeo internacional de una fá brica de alimento. A
los 31 era el vicepresidente de una divisió n millonaria de una corporació n multimi-
llonaria. Pero lo que estaba mal era que en mi interior me encontraba solo. Luego de
las reuniones y las fiestas corría a mi cuarto, ordenaba servicio a la habitació n y me
escondía. No quería tener intimidad con nadie. Me quería mantener a distancia de las
personas. No quería acercarme a nadie.
Decidí arriesgarme y me casé con Cindy, mi maravillosa esposa. Ella tenía una
hija llamada Elizabeth, así que me convertí en su padrastro. Pronto hubo cosas que
empezaron a salir a la superficie de mi vida y solo entonces me di cuenta de que exis-
tían. Un día, Liz trajo a casa de la escuela una tarjeta de reporte con notas má s bajas
de lo que yo esperaba. En lugar de ser comprensivo con ella, lo que habría hecho una
persona centrada en Cristo, estallé en ira y fui bastante grosero con ella. Cindy me
dijo que mi idea de lo normal no era necesariamente lo que era normal. Me dijo que
yo era un perfeccionista, lo cual negué al tiempo que decía: “Iremos a un terapeuta
porque estoy seguro que estará de acuerdo con mi perspectiva de esto”.
No es necesario decir que fue un aprendizaje para mí. Experimenté los senti-
mientos que temía experimentar. Fue bastante doloroso. Asistí a los grupos de Doce
Pasos, leí libros, pero hacía falta algo má s. Las piezas estaban ahí pero estaban revuel-
tas. Era la referencia gené rica al Poder Supremo. Comencé a venir a esta iglesia,
desa- rrollé una relació n con nuestro Señ or Jesucristo y é l abrió mi duro corazó n y
lo sua- vizó . Había estado solo y no supe có mo divertirme, có mo jugar. Las personas
decían:
“¿Có mo te sientes acerca de esto?” Yo no sabía lo que era “sentir”. Sabía có mo mane-
jar la situació n. Sabía có mo terminar el proyecto, pero no sabía có mo sentir.
Así que si alguno de ustedes tiene ese sentimiento de vacío en su corazó n, les
tene- mos buenas noticias. Contamos con Celebremos la Recuperació n, el cual
funciona ver- daderamente bien. Soy líder del grupo conocido como “Hijos adultos
de adicciones”, que trabaja con gente cuyos padres fueron alcohó licos, drogadictos,
adictos al traba-
jo, perfeccionistas, o personas con expectativas irreales de la vida.
He aquí el punto. Entre má s posponga su dolor, má s lejos está su recuperació
n. Entre má s lo niegue y diga: “No hay problema, no es gran cosa, puedo
manejarlo”, menos días tiene en esta tierra para ser lo que Dios quiere que sea.
Algunas personas, cuando experimentan dolor intenso por algú n problema, se
estancan en el pasado en lugar de tratar con el problema de ese momento. Enfocan
toda su vida en el pasado.
Se adentran a lo que yo llamo “Pará lisis del aná lisis”, siempre diciendo lo que antes
iba mal en sus vidas. Eso es como manejar un carro mirando todo el tiempo el espe-
jo retrovisor. Un espejo retrovisor es de ayuda, porque le da perspectiva, y mirar su
pasado le da una perspectiva, pero si solamente mira a su pasado no llega al presente.
¿Puede imaginarse manejando un carro donde el espejo retrovisor fuera má s grande
que el parabrisas? Muchas personas son así. Se mantienen en el pasado y no pueden
vivir en el presente. Cualquier cosa en la que se enfocan tiende a repetirse. Si sola-
mente vive en el pasado, tiende a repetir cosas del pasado.
Esta serie de recuperació n trata del crecimiento espiritual. Crecimiento espiritual
es el proceso de expandir ese parabrisas y encoger el espejo retrovisor. Así se puede
seguir con el presente. ¿Có mo se hace eso? Usted reconoce que Dios existe. Se da
cuenta de có mo es é l; de que se interesa, le entiende, le ama y desea ayudarle.
III. ACEPTAR LA OFERTA DE DIOS PARA AYUDARME
Creer solamente en Dios no es suficiente. La mayoría de nosotros creemos en
Dios. Pero eso no quita la herida. Tenemos que conectarnos al poder y eso es má s
que creer. Aquí está lo que Dios tiene para ofrecer.
Filipenses 2:13 dice: “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el
hacer para que se cumpla su buena voluntad”.
Dios le dice: “Tu propia fuerza de voluntad no es suficiente. Las buenas intencio-
nes no son suficientes. Lo que necesitas es mi voluntad y mi poder para ayudarte a
cambiar. Yo te daré la fuerza de voluntad que necesitas”. Pero usted dice: “Yo
ni siquiera sé si quiero cambiar. Estoy muerto de miedo ante la posibilidad del
cambio”. Probablemente lo esté hasta que el dolor exceda su temor al cambio.
Pero usted le dice: “Dios, dame la voluntad de querer cambiar”. Y si usted se lo
pide con sinceri- dad, entonces é l le dará la voluntad y el poder que necesita.
¿Qué sucede cuando pongo mi vida ante el poder de Dios y le pido que ponga el
Espíritu de Jesucristo en mi vida? ¿Qué hace é l? ¿Me lleva eso a cierta clase de fanatismo?
La Biblia nos dice exactamente lo que sucede cuando invitamos al Espíritu de Dios
a nuestras vidas. “El Espíritu que Dios da nos llena con su poder, amor y dominio pro-
pio”. Eso es lo que quiero en mi vida. Primero, quiero poder. Poder para romper há bi-
tos que no puedo romper. Poder para hacer las cosas que sé que son correctas pero que
no puedo hacerlas por mí mismo. Poder para ser libre del pasado y dejar que
esos recuerdos se vayan. Poder para empezar a vivir la clase de vida que Dios desea que
viva.
Despué s, quiero amor. Verdadero amor. Quiero ser capaz de amar a las personas
y que estas me amen, de sanar las heridas para no construir esas paredes y tener un
acercamiento falso con las personas, sino un acercamiento genuino ya que no tengo
miedo de amar verdaderamente y no tengo temor de ser verdaderamente amado.
Esa es la clase de poder y amor que Dios da. Y tambié n nos da dominio propio.
Obviamente, quiero eso. Usted quiere eso. Usted no está en verdadero control hasta
que Cristo esté en control y domine las circunstancias de su vida. Entonces entende-
rá lo que significa tener todo bajo control por primera vez en su vida porque no esta-
rá tratando de detenerse por usted mismo. Poder, amor y dominio propio.
Hay un principio en el universo. Esto debe sonar muy simple, pero es algo muy
profundo. He aprendido que las cosas funcionan mejor cuando está n conectadas. Las
tostadoras, licuadoras, televisores, radios, todas las cosas, funcionan mejor
cuando está n conectadas. Y Dios quiere que usted y yo estemos conectados a é l.
¿Có mo me conecto al poder de Dios?
Muy simple. Crea y reciba. Primero, crea que Dios existe, crea que é l le conoce y
se interesa por usted, que tiene el poder de ayudarle y luego recíbalo en su vida.
“Jesucristo, pon tu Espíritu en mí”.
El segundo paso de la recuperació n involucra una palabra de cinco letras. Quiero
desafiarle a usar esta palabra hoy. Se requiere de mucho valor para usar la
palabra AYUDA. Necesito ayuda. “Dios, necesito tu ayuda en mi vida”. El
Camino a la Recuperació n no es fá cil. Significa afrontar algunos problemas que
hasta ahora hemos preferido ignorar. Significa correr riesgos. Significa ser
honesto, confiar en Dios. Pero cuando damos este segundo paso, de repente nos
damos cuenta de que nuestra recuperació n ya no es simplemente un asunto de
fuerza de voluntad. Dios dice: “Yo estoy contigo”.
Isaías 43:2 (NVI) nos da esta tremenda promesa de Dios: “Cuando cruces
las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirá n sus aguas;
cuando camines por el fuego, no te quemará s ni te abrasará n las llamas”. Dios nos
dice: “Yo estaré contigo la pró xima semana, el pró ximo mes, el pró ximo añ o mientras
enfrentas esas cosas que has temido afrontar en tu vida”.
¿En qué á rea de su vida se siente herido? ¿Está atravesando aguas profundas?
¿Siente como si esta es la ú ltima vez? ¿Está pasando por fuego en este momento y la
situació n se ha tornado difícil en su vida? ¿Cree que va a consumirse o a extinguirse?
¿Siente que está como estancado en una rutina y que no tiene el poder de cambiar?
¿Se siente incapaz? Hay un poder al que se puede conectar. Su nombre es Jesucristo.
El nombre sobre todo nombre. Le invito a que hoy mismo abra su corazó n y le entre-
gue su vida a é l. Dé este segundo paso.
ENTRÉ GATE
El Camino a la Recuperació n – Parte 3
R.E.C.U.P.E.R.A
Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que é l tiene el poder para
ayudarme en mi recuperació n.
EL TERCER PASO
Conscientemente entregar toda mi vida y voluntad al
y de Cristo.
Jesú s dijo: “Vengan a mí todos ustedes que está n cansados y agobiados, y yo les
daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y
mi carga es liviana”.
Mateo 11:28-30 (NVI)
I. ¿QUÉ ME PUEDE IMPEDIR DAR ESTE PASO?
1. _____________________; no quiero admitir que necesito ayuda.
“La gente arrogante va por el camino de la ruina”. Proverbios 18:12 (DHH)
2. _____________________; me da vergü enza pedirle ayuda a Dios.
“Muchos males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han
alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son má s que los cabellos de mi cabeza,
y mi corazó n desfallece”. Salmo 40:12 (NVI)
3. ______________________; tengo miedo de lo que tenga que dejar.
“¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” Marcos 8:36 (NVI)
4. _______________________; confundo la fase de decisió n con la fase de resolver
el problema.
“Depositen en é l toda ansiedad, porque é l cuida de ustedes”. 1 Pedro 5:7 (NVI)
“Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá
llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”. Filipenses 1:6 (DHH)
5. ________________________; mi fe parece muy pequeñ a.
“Si tienen fe tan pequeñ a como un grano de mostaza ... nada será imposible”. Mateo
17:20 (NVI)
II. ¿CÓ MO DOY ESTE PASO?
1. Acepto como mi Salvador.
“Cree en el Señ or Jesú s; así tú y tu familia será n salvos”. Hechos 16:31 (NVI)
2. Acepto como mi regla de vida.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y ú til para enseñ ar, para reprender, para
corregir y para instruir en la justicia”. 2 Timoteo 3:16 (NVI)
3. Acepto como mi estrategia.
“Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí”. Salmo
40:8 (NVI)
4. Acepto como mi fuerza.
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13 (NVI)
Jesú s dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré , y cenaré con é l, y é l conmigo”. Apocalipsis 3:20 (NVI)
ENTRÉ GATE
El Camino a la Recuperació n – Parte 3
Mateo 11:28-30
Esta semana escuché una historia sobre un conductor del camió n de entregas de
una tienda de mascotas. En cada semá foro al que llegaba se bajaba, salía corriendo
hacia la parte posterior del camió n, agarraba un palo y comenzaba a golpear el camió n.
Alguien le preguntó que qué hacía. É l dijo: “Lo que pasa es que este es un camió n solo
para dos tone- ladas de carga y estoy transportando cuatro toneladas de canarios; por
eso tengo que man- tener dos toneladas de ellos en el aire todo el tiempo”.
Cuando escuché la historia, pensé : “Esta es una buena imagen de la vida”.
Muchas personas van por el mundo golpeá ndose ellas mismas, tratando de
tener todo en el aire para no irse hacia abajo. Tenemos una tendencia a
estancarnos en la vida. Nos estancamos en las relaciones. Nos estancamos con há
bitos. Nos estancamos
en la congoja cuando perdemos a un ser querido. Nos estancamos en la ira. Nos
estan- camos en nuestro trabajo, en una relació n sexual. Y luego no podemos salir
de allí y caemos en un círculo. Una vez que uno se estanca comienza a sentirse
culpable por haberse detenido. Y decimos: “Desearía poder salir de esto pero no
puedo cambiar”. Entonces aparece la ira e insistimos en que deberíamos poder
cambiar y nos molesta- mos con nosotros mismos. Decimos: “Debería ser capaz de
salir de esto”. Pero no sali- mos. Y luego nuestra ira se transforma en temor a que
nunca vamos a poder salir de
ese problema. El miedo nos controla. Pensamos que vamos a terminar en un hospital.
Má s tarde nuestro temor se convierte en depresió n, comenzamos a sentirnos mal, a
tenernos lá stima y a resignarnos. Decimos: “Me doy por vencido. No puedo cambiar”.
Y comienza el ciclo de nuevo y nos estancamos mucho má s.
¿Có mo romper con ese estancamiento?
De eso es de lo que hemos estado hablando anteriormente.
Paso 1. El paso de la realidad. Reconocemos que tenemos un problema.
Paso 2. El paso de la esperanza. No solamente somos incapaces sino que
Dios tiene el poder y é l está dispuesto a ayudarnos. É l conoce nuestros problemas y
se inte- resa por ellos y por mí. Sabe todo lo que sucede en mi vida. Ofrece
ayudarme a cam- biar. Ese es el paso de la esperanza.
Pero no es suficiente saber que Dios nos ayudará . Tenemos que hacer algo.
Tenemos que tomar decisiones. Tenemos que cruzar la línea.
Paso 3. CONSCIENTEMENTE ELIJO ENTREGAR TODA MI VIDA Y
VOLUNTAD AL CUIDADO Y CONTROL DE CRISTO.
Este paso está basado en lo que Jesú s dijo en Mateo 11:28-30. “Vengan a mí todos
ustedes que está n cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo
y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Jesú s dice:
“Vengan a mí”. Es la invitació n de Dios. Haré tu vida má s fá cil. Haré tu carga má
s liviana. Tendrá s alivio. Tendrá s liberació n. Tendrá s descanso. Será s
rejuvenecido. Dame el control y cuidado de tu vida y observa lo que hago. La vida
será mucho má s
fá cil. Menos estresante.
¡Qué convenio! ¿Por qué no aceptar esa oferta? Muchos han escuchado
esto antes, pero nunca han actuado. Es como tener un regalo sin abrir. Dios dice:
“Quiero darte este regalo de descanso, alivio y recuperació n y no has hecho nada
para recibir- lo”. ¿Qué nos aleja de dar este tercer paso tan importante? ¿Qué causa
que yo pos- ponga el entregar mis problemas a Dios y retardar la entrega de mi vida
al cuidado y control de Cristo?
I. ¿QUÉ ME DETIENE A HACER ESTO?
1. El orgullo me impide reconocer que necesito ayuda. Proverbios 18:12 (DHH) dice:
“Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad”. ¿Cuá ntos padres
no se detendrá n para pedir direcciones? Proverbios 10:8 dice: “El de sabio corazó n
acata las ó rdenes, pero el necio y rezongó n va camino al desastre”. Quizá s usted crea
que no está listo para dar este paso. Quizá s diga: “No estoy listo para darle el control
y cuidado de mi vida a Cristo”. Todo lo que necesita para hacerlo es una gran dosis de
dolor. Dios permitirá que lo obtenga para llamar su atenció n.
2. El sentido de culpa me impide dar este paso. Quizá s se avergü ence de pedirle a Dios
que lo ayude. El Salmo 40:12 dice: “Muchos males me han rodeado; tantos son que
no puedo contarlos. Me han alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son má s
que los cabellos de mi cabeza, y mi corazó n desfallece”. ¿Se ha sentido así alguna vez?
“Me da vergü enza levantar mi mirada. No quiero pedirle ayuda a Dios. ¿Sabe usted
cuá ntas veces le he pedido a Dios que me ayude y he hecho promesas y las he roto?
Dios, si tan solo me sacaras de esta... Me avergü enza pedirle ayuda a Dios. No sabe todas
las cosas malas que he hecho. No podría ir ante Dios y pedirle ayuda”. Si piensa así
está equivocado. Totalmente equivocado. No hay pecado que Dios no pueda perdo-
nar. Y é l desea ayudarle. No permita que el orgullo o la culpa lo detengan de dar este
paso. É l desea perdonar su culpa.
3. El temor por lo que tenga que dejar. Todos los que han estado en Saddleback
lo suficiente conocen mi historia favorita: Un muchacho se cayó de un
precipicio. A medio camino se agarró de una rama. Se sostuvo por amor a la vida.
Habían ciento cincuenta metros hacia abajo y ciento cincuenta metros hacia
arriba. El muchacho gritó : “¿Hay ahí alguien que me ayude?” Y escuchó la voz de
Dios, “Soy el Señ or, con-
fía en mí, sué ltate y te agarraré ”. El muchacho volvió a mirar hacia abajo, a mirar
hacia arriba. Y dijo: “¿Habrá alguien má s allá arriba que me pueda ayudar?” Dios es
el ú lti- mo recurso. Le da miedo soltarse. Algunos se está n sosteniendo de esa rama
y está n diciendo: “No es tan malo. No hay problema, realmente estoy bien”.
¿Sabe lo que es libertad? Libertad es decidir quié n controla nuestra vida. Cuando
entregamos nuestra vida al cuidado y control de Cristo, é l nos libera. Jesú s dijo: “Los
que pecan son esclavos del pecado, pero si conoces la verdad, la verdad te hará libre”.
Cristo dice: “Yo te hago libre”. Bob Dylan acostumbraba decir: “Vas a tener que ser-
virle a alguien”. Puede ser a tu propio ego. La verdadera libertad es elegir quié n será
su amo. Así que, ¿a qué le teme? ¿De qué se está sosteniendo que piensa: “No puedo
soltar esto para entregar mi vida a Dios”? De una relació n, una ambició n, un há bito,
un estilo de vida, una posesió n. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la
vida?” ¿Hay algo que tenga má s valor que su vida? No.
Cuando dé este tercer paso, estará entregando todo y nunca se habrá sentido tan
bien. Porque é l toma lo que usted le ha entregado y lo cambia, le da un nuevo signi-
ficado, un nuevo sentido, una nueva validez, y se lo devuelve en una forma completa-
mente nueva.
Si ha tenido temor de abrir su vida al cuidado y control de Cristo y de convertir-
se en un faná tico, en un loco, o algo así, o de tener que entregar lo que sea, no se pre-
ocupe por las cosas específicas que tenga que entregar. Si se concentra en las cosas
específicas nunca tomará la gran decisió n, que es el paso a la recuperació
n. Simplemente venga a Dios y dígale: “Dios, ni tan siquiera sé lo que quiero
entregar, pero sí sé que quiero que mi vida esté bajo tu control, así que Dios, aquí
está mi che- que en blanco”. Y dé a Dios un cheque en blanco. Aquí está mi vida.
Permita que é l cuide de lo demá s. No se preocupe por eso.
4. La preocupació n. Quizá s sea la preocupació n la que lo detiene de entregar su vida
al cuidado y control de Cristo. Confundimos la fase de tomar la decisió n con la fase
de la resolució n de problemas. Cuando en 1963 John F. Kennedy anunció pú blica-
mente: “Vamos a poner a un hombre en la luna al final de la dé cada”, aquella fue la
decisió n. ¿Tenía todos los problemas resueltos cuando tomó esa decisió n? No.
Si usted es un buen gerente sabrá que nunca debe confundir tomar decisiones con
resol-
ver problemas. Si confunde estas cosas, nunca tomará la decisió n. Primero se toma la
decisió n y luego se resuelven los problemas. Kennedy dijo: “Vamos a ir a la luna”,
luego fue cosa de la NASA resolver los problemas.
Cuando comencé la iglesia Saddleback hace trece añ os, solamente é ramos Kay y
yo. No teníamos ni dinero, ni miembros, ni edificio. No conocía a nadie en este valle.
Dios me había dicho: “Ve al sur de California y comienza esta iglesia”. Yo no dije:
“Está bien, Dios, pero primero quiero un gran edificio, por lo menos una carpa, unas
siete mil personas con quienes llenarla, y luego lo consideraré ”. No. Cuando comen-
cé solo tenía un miembro, mi esposa. Y no le gustó el primer mensaje. Usted toma la
decisió n y luego resuelve los problemas. Si espera a que todos los semá foros se pon-
gan en verde, nunca irá a ningú n lugar. No puede resolver todos los problemas pri-
mero. En primer lugar tomo la decisió n. Entrego mi vida al cuidado y control
de Cristo. Tengo dudas, preguntas, temores, preocupaciones. No sé có mo va a salir
todo, pero sé que es el paso correcto. Así que, simplemente, lo hago.
En diciembre, Kay y yo decidimos mudarnos y comprar una casa. Esa fue una
decisió n fá cil. Pero, ¿era todo eso lo que involucraba esa transició n? No. Luego de
decidirnos a comprar una casa, tuvimos que financiar la renta de un camió n
de mudanzas, cambiar de direcció n y muchas otras cosas má s. Los problemas vienen
des- pué s que se toma la decisió n.
Hace unos treinta añ os que di este tercer paso y le dije sí a Jesucristo. “No entien-
do todo pero si eres verdaderamente real, ven a mi vida. Si puedes darme una mejor
vida de la que estoy viviendo en este momento, hazlo”. Abrí mi vida al cuidado y con-
trol de Cristo. Aú n hoy, treinta añ os despué s, todavía estoy enviando mi cambio de
direcció n, diciendo: “No, ya no hago eso. Ese no soy yo, ese es mi viejo yo”. Todavía
estoy haciendo cambios de direcciones. No permita que la preocupació n le moleste y
le impida tomar la decisió n.
Esta es la cosa má s importante que puedo decir. La vida cristiana es una decisió n
seguida de un proceso. Lo mismo ocurre con la recuperació n. Es una decisió n segui-
da de un proceso. Hoy estoy hablando ú nicamente de la decisió n. Está bien, hagá -
moslo, apropié monos de esto. En Saddleback, tenemos un proceso, el Proceso
del Desarrollo de la Vida. Este proceso le ayuda a llegar a ser todo lo que Dios desea
que sea. De lo que estamos hablando hoy es simplemente de llegar a la primera base.
Durante la Segunda Guerra Mundial nuestros soldados tenían una estrategia defi-
nida que usaban cuando iban a atacar en el Pacífico, cerca de los japoneses. Utilizaban
la misma estrategia en cada isla y siempre les funcionó . Primero, iban a la isla que
habían tomado cautiva y comenzaban a atacarla con bombas, granadas y toda clase de
explosivos. A eso se le llamaba el período de ablandamiento. Algunos de ustedes está n
en el período de ablandamiento en este momento. Y mientras en su vida está n ocu-
rriendo toda clase de explosiones que está n enviando fragmentos a todas partes, usted
dice: “Esto no está funcionando”. Luego llega a un punto donde dice: “Sí, necesito
algo má s allá de mí mismo”. Está ablandando su orgullo. “Necesito ayuda. Necesito
a Dios en mi vida. Hay mucho estré s”.
En la segunda fase, los soldados llegaban a la isla y establecían una cabeza
de playa, quizá s solamente doscientas yardas a lo largo y doscientas yardas a lo ancho.
No querían má s. Solo tener una presencia en la isla. Cuando habían establecido la
cabe-
za de playa, ¿habían liberado la isla completamente? No. Solamente habían entrado
a ella. Desde allí comenzaban a pelear. Algunas veces se movían cien yardas
hacia delante y algunas veces eran forzados a retroceder. Otras veces ganaban la
batalla y otras veces la perdían. Pero todos sabían que una vez que habían establecido
una cabe-
za de playa en la isla, la liberació n era inevitable. Era solo cuestió n de tiempo. Y en
toda la historia de la Segunda Guerra Mundial una vez que los soldados hubieron ate-
rrizado y establecido una cabeza de playa nunca perdieron una isla. Solamente
fue cuestió n de tiempo que la isla completa fuera liberada.
Cuando usted da este paso, lo que está sucediendo es que Dios ha establecido en
su vida una cabeza de playa. La Biblia lo llama conversió n o nacer de nuevo. Eso quie-
re decir que Dios instala su presencia en su vida. ¿Significa eso que todo ya es perfec-
to? Absolutamente no. Significa que Dios está en su vida, que ha establecido una cabe-
za de playa y que el resto de su vida é l lo va a estar liberando poco a poco. Es un pro-
ceso. Así que no se preocupe. Solamente confíe en Dios.
Quizá s a usted le preocupe que en esta batalla no pueda avanzar o resistir. Dios
le dice: “No te preocupes. No es tu trabajo el mantenerte en la batalla. Ese es mi
traba- jo”. Deposita toda tu ansiedad en Dios porque é l tiene cuidado de ti. É l dice:
“Tengo cuidado de ti. Te sostengo en mi mano”.
Cuando mis hijos estaban pequeñ os y cruzá bamos una calle muy transitada, los
agarraba fuertemente de sus manos. Y mientras cruzá bamos la calle ellos deseaban,
como todo niñ o, salir corriendo. Pero no importaba cuá nto desearan salir corriendo,
yo no los dejaba soltarse de mis manos. ¿Por qué ? Porque soy un padre que ama a sus
hijos. Hay momentos en su vida cuando toma decisiones: “Dios, yo no creo que quie-
ra ser un creyente en este momento. Es un poco difícil mantener mi é tica y puede que
me resista y quiera soltarme de tu mano”. Pero una vez que se haya tomado de
la mano de Dios, é l tambié n habrá tomado la suya y no la va a soltar. Timoteo dice: “É l
es fiel para cuidar lo que le ha confiado hasta aquel día”. Dios dice: “Yo soy el que te
toma. No hay por qué temer”. Lo que sea que Dios me pida que haga lo puedo hacer
porque é l me capacita para hacerlo.
Filipenses 1:6 (DHH) dice: “Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su
buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”.
5. La duda. “Quiero creer pero mi fe parece ser muy pequeñ a”. Usted necesita
conocer la historia de un hombre en la Biblia llamado Jairo. Jairo vino en una ocasió n
a Jesú s y le dijo: “Señ or, sé que puedes sanar a las personas. Mi hija necesita ser sana-
da”. Jesú s le respondió : “Si tienes fe, entonces ella sanará ”. Jairo fue muy sincero al
responderle. Le dijo: “Señ or, tengo muchas dudas. Quiero creer. Ayú dame con
mi incredulidad”. Jesú s le dijo: “Eso es suficiente”. Y sanó a la niñ a. Quizá s usted
nece- site decir como Jairo: “Dios, quiero creer que me ayudará s con mi vida. Ayú
dame con
mi incredulidad”. Eso es suficiente. No tiene que tener una gran fe. La Biblia dice que
si tiene una fe tan pequeñ a como una semilla de mostaza, nada será imposible para
usted. No es el tamañ o de su fe lo que importa, es el tamañ o de en lo que la deposi-
ta, el tamañ o de su Dios. Puede tener una fe gigante, pero aplicarla en algo incorrec-
to y no obtener resultados. La fe no es el punto. El punto es en lo que la pone. Un
poco de fe en un gran Dios logra grandes resultados. No permita que alguna de estas
cosas le impidan dar este paso.
He aquí los testimonios de Michelle y Zane Johnson:
Zane: Soy un creyente que lucha con la codependencia. Entregar mi vida al cui-
dado y voluntad de Dios es un concepto relativamente nuevo para mí. Fue por medio
de El Camino a la Recuperació n que Dios me ha mostrado cuan verdaderamente mara-
villosa podría ser una relació n con é l. Y debo sustentar esta declaració n con
algú n trasfondo de lo que mi vida fue.
Crecí en un hogar cristiano. Iba a la iglesia los domingos y los mié rcoles. Aprendí
todas las reglas de ser un cristiano pero nunca accedí a la idea de una entrega total de
mi vida a Dios. Quería las dos cosas al mismo tiempo. Mis padres tenían que trabajar
para salir adelante. Yo, siendo el menor, pasaba gran parte de mi tiempo en la guar-
dería. Mi mamá era muy autoritaria y estricta. La ú nica forma en que podía llamar su
atenció n era no haciendo bien algú n quehacer o tarea en la casa; eso me
metía en serios problemas con ella. Hasta el día de hoy, lucho de vez en cuando con
la acepta-
ció n y la aprobació n.
A medida que crecía, me iba dando cuenta de que podía hacer amigos hacié ndo-
los reír. Para ellos, yo era muy gracioso. Con mis cumplidos, siempre estaba tratando
de demostrar a los demá s que valía algo. Pero mis esfuerzos no eran suficientes. En
mis relaciones trataba de moldear a la persona con la que estaba saliendo hasta que
fuera la persona ideal que supliera todas mis necesidades e hiciera mi vida perfecta, y
luego viviríamos felices por siempre. Este intento de sanar mi dolor siempre resultó
improductivo. Mientras crecía, descubrí que podía cantar. Entonces, de nuevo para
llamar la atenció n, empecé a cantar. Pero no fue suficiente. Así que me involucré en
el rodeo. Montaba tan violentamente como fuera posible. Durante dos añ os monté
toros y esto casi pareció apaciguar mi necesidad de atenció n. Pero ya por entonces
quería el paquete completo.
Así que me involucré con mis amigos en bares, clubes nocturnos y todos los luga-
res prestigiosos que visitan tales personas. Pensaba que seguramente esto sería el arre-
glo perfecto.
No fue sino hasta la primavera de 1991 que todo cambió en mi vida. Había esta-
do asistiendo a Saddleback por algú n tiempo y mi conciencia me estaba diciendo que
comenzara de nuevo a involucrarme en la iglesia todos los días. Ese fue el añ o en que
mi vida se desmoronó por completo.
Una relació n de casi tres añ os de altas y bajas estaba llegando a su final. Me mudé
a otro estado para tratar de resucitar esa relació n. Fue casi fatal para mí. Llegué a mi
casa muy mal y al final de mis fuerzas. Entonces, y no sino hasta entonces, el Señ or
me tuvo exactamente en el punto preciso que necesitaba para sanarme. Un
buen amigo que se compadeció de mí me contó sobre el
programa Celebremos la Recuperació n en Saddleback. Decidí probar para ver si esto
podía ayudarme a salir de toda la miseria donde mis pensamientos me habían
llevado.
Por medio de este programa he aprendido a revisar mi pasado con sinceridad, y
por primera vez evalú o con honestidad mi parte de responsabilidad en el giro que
tomaron las cosas. El programa es una herramienta que Dios utilizó para establecerme
en una relació n con é l. Por primera vez en mi vida tengo una verdadera relació n con
Jesucristo. Lo que he aprendido acerca de mí mismo es que siempre estuve tratando
de llenar un profundo vacío en mi corazó n. Estoy consciente de los modelos
destructivos que podrían sabotear mi vida y doy gracias al Señ or Jesú s por eso. Sin é l
no tengo idea
de cuá nto tiempo má s podría haber estado perdido. Cada día, mientras el Señ or me
lo permita, entrego mi vida a É l, espiritual, mental y físicamente, pidié ndole
que su voluntad sea hecha y no la mía. No todo es un valle de rosas, pero
confiadamente puedo decir que mi vida nunca había sido tan completa y abundante
como hoy.
Michelle: Soy una creyente que está luchando con la codependencia. Mientras
crecía, mi vida fue bastante diferente a la de Zane. Crecí en un hogar no funcional que
se volvió un hogar alcohó lico. Fui abandonada tanto emocional como físicamente por
uno o por ambos de mis padres. Viví con mi mamá y mi padrastro a quien era impo-
sible agradar. Intenté todo para ganar su aprobació n, ya fuera con buenas notas o
sien-
do una buena niñ a, pero nunca fui capaz de hacer lo suficiente para ganar sus halagos.
Como mis padres eran alcohó licos, no estaban disponibles emocionalmente para
mí. Así que me volqué a mis amigos y novios para obtener la aprobació n que tanto
necesitaba. Aprendí a ser
una “agrada-personas”. Me encontré a mí misma siendo usada y abusada por la
mayoría de mis novios. Y de una forma extrañ a me sentí có moda con eso; merecía ese
tipo de trato. Con el tiempo, me involucré en las drogas para adormecer mi tristeza.
Todo lo que descubrí fue vacío. Estaba allí tratando de llenar mi vacío con lo
que pudiera encontrar, pero Dios tenía un plan diferente para mi vida.
Acepté a Jesucristo en mi corazó n en 1990 y el primer añ o recibí una gran sani-
dad; sin embargo, todavía estaban operando en mí modelos destructivos antiguos. Me
sentía llena de culpa y vergü enza. Seguía buscando relaciones con el mismo tipo de
hombres. Mientras menos disponibles estaban emocionalmente má s me atraían.
Luego de otra ruptura comencé a pensar que debía haber algo mal en mí que causa-
ba esta clase de trato.
Dios usó a mis amigos de esta iglesia para traerme a la primera reunió n
de Celebremos la Recuperació n. Luché con la idea por mucho tiempo. Pensé :
“Estoy en control de mi vida. Tengo una carrera exitosa. Soy una mujer de los
noventa y no necesito a nadie”. Relacioné la necesidad con la debilidad. Pero eran
las necesidades que no habían sido suplidas en el pasado las que daban inicio a mi
propio comporta-
miento destructivo. Ahora me doy cuenta de que las necesidades son el combustible
para el crecimiento, el camino hacia Dios. Conceptualmente, acepté la idea de que
Dios necesitaba estar en control de todos los aspectos de mi vida, pero tenía
que aprender a estar dispuesta a soltar mi voluntad y humildemente pedirle que
tomara el control. É l ha tomado mi mano y está caminando conmigo a travé s de este
programa.
De vez en cuando soy tentada a tomar de nuevo el control. Es en ese momento cuan-
do me detengo y recuerdo que debo dejar que é l controle mi vida.
Honestamente puedo decir que Zane y yo no estaríamos casados hoy si no hubié
ramos puesto nues- tros pasados en perspectiva y si no hubié ramos aprendido a
entregar nuestra voluntad
y vidas a Dios por medio de Celebremos la Recuperació n.
Algunos de ustedes quizá s digan: “He intentado esto antes y no funcionó .
He intentado dar mi vida a Dios y simplemente no funcionó ”. Mi opinió n de esto es
que usted probablemente no entendió completamente lo que todo eso implicaba.
Usted estaba involucrado pero no estaba comprometido. Al igual que el kamikaze
que fue a treinta y tres misiones. Estaba involucrado pero no estaba comprometido.
II. ¿CÓ MO DOY ESTE PASO?
¿Qué significa dar este paso?
1. Acepto al Hijo de Dios como mi Salvador. Necesito ser salvo. Necesito ayuda. Me
doy cuenta de que lo necesito en mi vida. “Cree en el Señ or Jesú s y será s salvo”. ¿Qué
significa eso? Significa comprometer tanto de mi mismo como entienda en este
momento a lo que entienda que es Cristo en este momento. ¿Es eso suficiente? Eso
es suficiente.
2. Acepto la Palabra de Dios como mi regla de vida. Desde ahora en adelante tengo
un manual por medio del cual voy a vivir mi vida. Graffiti: “Esta vida es una prueba,
es solamente una prueba. Si hubiera sido una verdadera vida hubiera recibido
un manual de instrucció n para decirle qué hacer y adonde ir”. Afortunadamente,
tene- mos un manual de instrucció n. Es la Biblia. Dios dice: “Este es tu modelo por
medio
del cual evalú as la vida a tu alrededor”. Noticia: “Toda la Escritura es inspirada por
Dios y ú til para enseñ ar la fe, y corregir errores y para volver a iniciar la direcció n en
la vida de un hombre, entrená ndolo en una buena vida”.
3. Acepto la voluntad de Dios como mi estrategia, como mi meta en la vida. “Dios, ¿qué
quieres que haga?” La primera pregunta que siempre hago es: “Señ or, tú me desper-
taste esta mañ ana. Obviamente significa que tienes otro día para mí, un propó sito
para
mi vida. ¿Qué quieres que haga con eso?” Como David dice, “Me deleito en hacer tu
voluntad”. Busco siempre la voluntad de Dios. “Dios, estoy dispuesto a hacer todo,
donde sea, cuando sea. Ni tan siquiera tengo que entenderlo pero estoy viviendo mi
vida en tus té rminos porque tú me hiciste por una razó n. Tienes un propó sito y quie-
ro cumplir ese propó sito para el cual me hiciste”. Y la voluntad de Dios se vuelve la
estrategia para mi vida, ya sea que la entienda o no.
4. Acepto el poder de Dios como mi fuerza. Filipenses 4:13 dice: “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece”. Ya no tengo que confiar má s en mi propia energía. Las
cosas funcionan mejor cuando está n conectadas. Coné ctese a Dios, no estará tan
cansado todo el tiempo. Dios dice: “Te daré mi poder para que seas todo lo que
quiero que seas”.
Jesú s dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré , y cenaré con é l, y é l conmigo”. Lo que Jesú s está diciendo es: “Estoy a la puerta
de tu vida, y estoy tocando y estoy diciendo que quiero entrar en tu vida”. Sin embar-
go, é l es un caballero. É l no echa la puerta abajo. El Paso 3 significa abrir la puerta.
La llave que abre esa puerta es la disposició n. “La fuerza de voluntad es la disposició n
para aceptar el poder de Dios”. Usted no necesita fuerza de voluntad; usted necesita
disposició n para aceptar el poder de Dios en su vida, para vivir bajo su control, bajo
su sistema.
Los pilotos, cuando vuelan sus aviones, siempre vuelan por las Reglas de Vuelo
Instrumental (RVI) o por las Reglas de Vuelo Visual (RVV). Cada piloto está
volando basá ndose en unas o en otras. Volar con Reglas de Vuelo Instrumental
significa que cuando usted está en una ruta de vuelo, debe ir a la torre de control, se
somete al con- trol del sistema, pone sus instrumentos bajo el control de la torre y
ese es un trato hecho. Usted es controlado por los instrumentos, y es una
manera muy segura de volar. Si vuela con las Reglas de Vuelo Visual es como un
taxi en el camino. Mira, ve que todo está bien, despega y vuela usando su vista.
Esto está bien en tanto usted pueda verlo todo, si hay cielo despejado y no mucho
trá fico. Pero un día cualquiera encontrará mal clima. Se perderá en las nubes y en
cierto momento tendrá que levan-
tar el micró fono y decir: “Necesito cambiarme a las RVI”. Y se somete a los contro-
les de ese canal. Todas las aerolíneas vuelan RVI. Todos los profesionales vuelan RVI.
Pero muchos novatos vuelan RVV. La Federació n de Aviació n dice que muchos de
estos pequeñ os aviones que chocan no se habrían accidentado si cuando se perdieron
en las nubes, simplemente hubieran tomado el micró fono y dicho: “Necesito ayuda”.
¿Van ellos a hacer eso? No. ¿Piensa que un piloto va a admitir que está perdido? ¿Va
a admitir que necesita ayuda? É l quiere controlarlo a su manera, ser su propio jefe,
dictar su propio destino aun si eso significa volar directo hacia una montañ a o contra
un á rbol.
Hasta este punto en su vida, quizá s usted lo ha hecho bastante bien. Ha venido
volando RVV y ha controlado todo, pero es inevitable que en algú n momento de su
vida va a tener un tiempo malo. Van a llegar momentos difíciles. Van a llegar
esas nubes donde se siente perdido y no sabe qué direcció n seguir. En ese momento,
debe levantar el micró fono y conectarse al sistema de Dios. O me entrego al cuidado
y con- trol de Cristo o acepto una invitació n al desastre.
Es muy importante para usted que permita que alguien má s sepa de su decisió n y
de este compromiso.
MANTÉ NGASE LIMPIO
El Camino a la Recuperació n - Parte 4
R.E.C.U.P.E.R.A
Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que é l tiene el poder para
ayudarme en mi recuperació n.
Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de
Cristo.
El CUARTO PASO
Un y de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a
en quien confío.
“Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus
pecados. Dichoso aquel a quien el Señ or no toma en cuenta su maldad y en cuyo espí-
ritu no hay engañ o”. Salmo 32:1-2 (DHH)
I. LA RAZÓ N PARA DAR ESTE PASO
1. La culpa destruye mi ______________________.
2. La culpa dañ a mis _________________________.
3. La culpa me mantiene ______________________.
“Nunca tendrá s é xito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confié salos y
entré galos y Dios mostrará misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13 (DHH)
II. CÓ MO DAR ESTE PASO
1. Hacer un __________________________.
“Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señ or”.
Lamentaciones 3:40 (NVI)
“Examíname, oh Dios, y sondea mi corazó n; ponme a prueba y sondea mis pen-
samientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno”. Salmo
139:23-24 (NVI)
2. Aceptar ______________________________.
“El espíritu humano es la lá mpara de Señ or, pues escudriñ a lo má s recó ndito del
ser”. Proverbios 20:27 (NVI)
“Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañ amos a nosotros mismos y no
tenemos la verdad”. 1 Juan 1:8 (NVI)
3. Pedir _________________________________.
“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos
limpiará de toda maldad”. 1 Juan 1:9 (NVI)
“Aunque sus pecados sean como el rojo má s vivo, yo los dejaré blancos como la
nieve”. Isaías 1:18 (DHH)
4. Admitir mis faltas ___________________________.
“Confié sense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sana-
dos”. Santiago 5:16 (NVI)
¿A quié n?
¿Qué decir?
¿Cuá ndo?
5. Aceptar el perdó n de Dios y____________________.
“Todos han pecado y está n privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son
justificados gratuitamente mediante la redenció n que Cristo Jesú s efectuó ”. Romanos
3:23-24 (NVI)
“Ya no hay ninguna condenació n para los que está n unidos a Cristo Jesú s”.
Romanos 8:1 (NVI)
MANTÉ NGASE LIMPIO
El Camino a la Recuperació n – Parte 4
Salmo 32:1-2
Hemos estado estudiando una serie llamada El Camino a la Recuperació n, así como
la forma en que usted maneja sus heridas, há bitos y los complejos que está n desorde-
nando su vida. Cada semana estudiamos una letra diferente de la
palabra R.E.C.U.P.E.R.A. Con ello estamos representando ocho pasos que nos
ayudan a no estancarnos en há bitos que nos afectan, en problemas que nos causan
dificultades y en recuerdos de los cuales no podemos librarnos.
El primer paso de que hablamos es el de la “realidad”: Reconozco que no
soy
Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida
es inmanejable. Me doy cuenta que tengo problemas que no puedo controlar.
El segundo paso es el de la “esperanza”: Aunque soy incapaz de controlar todos
los problemas y todas las cosas en mi vida, Dios tiene el poder para controlarlos y eso
quiere decir que en forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que é l tiene
el poder para ayudarme en mi recuperació n.
Finalmente hablamos del paso del “compromiso”: No es suficiente saber
que tengo problemas ni saber que Dios puede resolverlos, sino que,
conscientemente, debo entregá rselos a É l. Debo hacer un compromiso de
entregarle mi vida y volun-
tad y decir: “Dios, aquí está mi vida, lo bueno, lo malo y lo feo de ella”. Y
Dios comienza a tomar esos problemas y comienza a trabajar en ellos. A eso le
llamamos el paso del compromiso.
PASO 4. LA LIMPIEZA PERSONAL
Este paso tiene que ver con limpiar el pasado, deshacerse de la culpa y obtener
una clara conciencia, aprendiendo a vivir libre de culpa y de la forma que Dios quie-
re que vivamos. Si da este paso conmigo, se sentirá completamente mejor de hoy en
adelante.
La “U” en R.E.C.U.P.E.R.A. significa: UN AUTOEXAMEN Y CONFESIÓ N
DE MIS FALTAS A MÍ MISMO, A DIOS, Y A ALGUIEN EN QUIEN CONFÍ O.
¿Por qué es esto una parte del proceso de recuperació n? Porque la culpa nos mantie-
ne estancados en el pasado. Nos aleja del crecimiento, de llegar a ser todo lo que Dios
quiere que seamos. Si usted va a aprender có mo disfrutar de la vida realmente, tiene
que aprender a soltar la culpa. La verdad es que ninguno de nosotros es
perfecto.
Todos tenemos pecados, todos hemos cometido errores, por lo que todos
tenemos algo de que arrepentirnos. Todos tenemos remordimientos. Todos tenemos
cosas que desearíamos haber hecho de una manera diferente, pero no lo hicimos. Y
ya el reloj
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  • 1. Celebremos la Recuperación Aplicación del mensaje por Rick Warren ©2003 Editorial Vida Miami, Florida Publicado en inglés bajo el título: Celebrate Recovery Por The Zondervan Corporation ©1998 por John Baker Reservados todos los derechos ISBN 0-8297-3929-7 EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD El Camino a la Recuperació n – Parte 1 “He visto como han actuado, pero los sanaré . Los guiaré y les ayudaré , y conso-
  • 2. laré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que está n cerca y a los que esté n lejos”. Isaías 57:18 (DHH) ¿De qué necesito recuperarme? Trabajo Extra Glotonería Alcohol/Drogas Temor/Ansiedad Heridas Mentir Amargura Culpa Ira/Furia Divorcio Abuso Adicciones Sexuales Inseguridad Perfeccionismo Hipocondría Relaciones Retrasos Codependencia Juego Gasto Excesivo Necesidad de control EL PRIMER PASO PARA LA RECUPERACIÓ N: Reconozco que __________________; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable. “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí”. Romanos 7:15-17 (NVI) I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: __________________________. Có mo “jugamos” a ser Dios: Negando nuestros y tratando de todo por razones egoístas. • Nuestra imagen • Otras personas • Nuestros problemas • Nuestro dolor
  • 3. II. LAS CONSECUENCIAS ____________________. (Adá n) “Tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Gé nesis 3:10 (NVI) ____________________. “Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompañ a el mal ... pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo”. Romanos 7:21,23 (NVI) ________________________. “Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señ or», y tú perdonaste mi maldad y mi peca- do”. Salmos 32:4-5 (NVI) ________________________. “Nunca tendrá s é xito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confié salos y renuncia a ellos; entonces Dios mostrará su misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13 (DHH) III. LA CURA: ________________________________. Admitir que no soy Dios significa que sé que soy: Incapaz de cambiar Incapaz de controlar Incapaz de enfrentar
  • 4. Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los humildes. Santiago 4:6 (NVI) GRACIA ES: ________________________________. EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD El Camino a la Recuperació n - Parte 1 Isaías 57:18 Un padre de familia estaba tratando de dormir su siesta un domingo por la tarde en la sala de su casa, mientras su pequeñ o hijo lo molestaba continuamente dicié ndole: “Papi, estoy aburrido”. Tratando de buscar la forma de entretenerlo, su padre tomó de un perió dico una foto del mundo, la cortó en casi cincuenta pedazos y le dijo: “Hijo, este es un rompecabezas. Quiero que lo armes”. Luego se acostó para termi- nar su siesta, pensando que por lo menos dormiría de una hora y media a dos. Habían pasado apenas quince minutos cuando su hijo lo despertó diciendo: “Papi, ya terminé . Ya está armado”. El padre sabía que su hijo no conocía todas las posiciones de los país- es y cosas como esas, por lo que era imposible que lo hubiera terminado tan pronto, así que le preguntó : “¿Có mo lo hiciste?” El niñ o contestó : “Papá , había una foto de una persona en el reverso de la pá gina de ese perió dico y cuando terminé de armar esa persona el mundo quedó arreglado”. Hoy estamos comenzando una nueva serie a la que hemos llamado el Camino a la Recuperació n, y esperamos que la misma obre grandemente en su persona. Es sorpren- derte có mo el mundo se ve mejor cuando su persona es puesta en orden en la forma correcta. En esta serie hablaremos de có mo manejar y vencer las heridas de su vida, los há bitos que está n destruyendo su vida y los complejos que han causado dolor en ella. Heridas, há bitos y complejos. El versículo que hemos elegido como base para este paso de nuestra serie “El Camino a la Recuperació n” es Isaías 57:18 (DHH), donde Dios dice: “He visto como han actuado, pero los sanaré . Los guiaré y les ayudaré , y consolaré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que está n cerca y a los que esté n lejos”. Esta es una gran promesa de Dios. Note que hay cinco partes en la recuperació n
  • 5. que Dios desea hacer en su vida. Primero, si usted ha sido herido, Dios dice: “Quiero sanarte”. Si está confundido: “Quiero guiarte”. Si alguna vez se ha sentido sin ayuda para cambiar algo: “Deseo ayudarte a cam- biar eso”. Si alguna vez ha sentido que nadie entiende su problema: “Quiero consolarte.” Si se siente ansioso, preocupado y temeroso: “Quiero ofrecerte paz”. El hecho es que la vida es dura. Vivimos en un mundo imperfecto. Somos dañ a- dos por otros, herimos a otros y nos herimos a nosotros mismos. La Biblia dice que todos hemos pecado. Eso significa que ninguno de nosotros es perfecto, todos nos hemos equivocado, todos hemos cometido errores. Nos dañ amos y dañ amos a otros. Esta serie es para todos. Todos necesitamos recuperació n, a menos que alguien haya vivido una vida perfecta. Pero si no ha sido así, si no ha vivido una vida perfec- ta, si ha sido herido, si ha tenido un complejo o há bito del que le gustaría deshacerse, necesita recuperació n. ¿DE QUÉ NECESITA RECUPERARSE? La buena noticia es que sin importar el problema del cual necesite recuperarse, ya sea emocional, financiero, relacional, espiritual, sexual o de otro tipo, los pasos para recuperarse son siempre los mismos. Estos no varían. Los principios para la recuperació n se encuentran en la Biblia. Esta es el manual original para la recuperació n. En 1935 un par de muchachos formularon, basados en las Escrituras, los que hoy se conocen como los doce pasos clá sicos de los Alcohó licos Anó nimos, una guía que tambié n usan cientos de otros grupos de recuperació n. En los Estados Unidos, veinte millones de personas está n en un grupo de recuperació n cada semana y hay quinientos mil diferentes grupos de recuperació n.La base de todos ellos es la Palabra de Dios.
  • 6. He resumido estos principios en torno a la palabra “R.E.C.U.P.E.R.A”. Estudiaremos una letra cada semana y miraremos los ocho pasos resumidos en el camino a la recuperació n. EL PRIMER PASO: La “R” en RECUPERA significa RECONOCER. Reconozco que no soy Dios. Admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable. ¿Se queda despierto hasta tarde cuando sabe que necesita dormir? ¿Come o bebe má s calorías de las que su cuerpo necesita? ¿Siente que debe hacer ejercicios pero no los hace? ¿Conoce lo que es correcto pero no lo hace? ¿Sabe que algo está malo pero de todas formas lo hace? ¿Se ha dado cuenta alguna vez de que no debe ser egoísta pero de todas maneras lo es? ¿Ha intentado alguna vez controlar a alguien o algo y se ha dado cuenta de que usted mismo era incontrolable? Si su respuesta es “sí” a cualquiera de estas preguntas, bienvenido a la raza humana. Todos necesitamos recuperació n. I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: MI NATURALEZA PECAMINOSA La Biblia tiene una forma de expresar esto. En ella se le llama a esta tendencia nuestra “naturaleza pecaminosa”. La naturaleza de pecado nos lleva tanto a usted como a mí a toda clase de problemas. Hago cosas que no son buenas para mí, las hago aun cuando son auto destructivas. Sin embargo, no hago las cosas que son buenas para mí. Respondo de la manera incorrecta cuando soy herido y con esto solo consigo aumen- tar el dañ o, en lugar de disminuirlo. Reacciono de la manera incorrecta con las per- sonas. Las trato de la manera equivocada y luego, cuando me doy cuenta de que esa actitud no va a funcionar, esto me afecta a mí. Intento resolver problemas y a menudo, cuando creo que los he arreglado, compruebo que se vuelven peor de lo que estaban antes. Proverbios 14:12 (NVI) dice: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte”. Usted siempre va a tener esa naturaleza pecaminosa, ese deseo de hacer lo malo. Este permanecerá siempre con usted hasta que llegue al cielo. Y aun cuando sea cris-
  • 7. tiano, todavía tendrá deseos que lo empujen hacia el mal. Pablo entendió esto. En Romanos 7:15 é l dijo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”. ¿Le suenan familiares estas palabras? “Termino haciendo lo que no quiero hacer y termino no haciendo lo que quiero hacer”. El primer paso para la recuperació n es que usted entienda la causa de este prob- lema. ¿Por qué sucede esto en mi vida? Primero, necesita entender la causa del prob- lema, luego las consecuencias y má s tarde la cura para el mismo. ¿Cuá l es la causa de mi problema? La causa de todos sus problemas es esta: “Quiero ser Dios”. ¿Le gustaría decidir lo que es bueno y lo que es malo? Usted dice: “No quiero que nadie me diga lo que es bueno y lo que es malo; quiero decidirlo por mí mismo. Quiero hacer lo que quiera, quiero hacer mis propias reglas. Quiero ser el centro del universo. Quiero ser mi propio jefe, vivir a mi manera, si me siento bien haciendo algo, pues, adelante. No quiero que nadie me diga qué hacer con mi vida”. Eso se llama jugar a ser Dios. Lo que en realidad está diciendo es: “Quiero contro- lar”. Y mientras má s inseguro sea usted, má s empeñ ado estará en controlar. Mientas má s inseguro sea, má s desea controlarse a sí mismo, controlar a otras personas, con- trolar su ambiente. A eso se le llama querer jugar a ser Dios. Este es el problema má s antiguo del hombre. Aun Adá n y Eva lo tuvieron. Dios los puso en el paraíso y ellos trataron de controlarlo. Dios dijo: “Pueden hacer todo lo que quieran en todo este paraíso excepto una sola cosa: No coman de este á rbol”. ¿Y qué hicieron ellos? Fueron directamente hacia ese á rbol, que era lo ú nico en el Paraíso a lo que Dios le había puesto límites. Sataná s dijo: “Coman esta manzana (o lo que haya sido) y sean dioses”. Ese ha sido el problema desde el principio. Querer ser Dios. Querer tomar las decisiones uno mismo. Querer vivir nuestra propia vida. Queremos estar en control. ¿Có mo jugamos a ser Dios? Negando nuestra humanidad y tratando de controlar todo por razones egoístas. Queremos estar en el centro de nuestro universo. El control es el asunto real. Queremos estar en control y tratamos de controlarnos a nosotros mismos, a otras personas, a todo lo que está a nuestro alrededor.
  • 8. ¿CÓ MO JUGAMOS A SER DIOS? Tratamos de controlar nuestra imagen. Deseamos controlar lo que otros piensan de nosotros. No queremos que otras personas conozcan realmente có mo somos. Jugamos, usamos má scaras, pretendemos ser otros, somos falsos, queremos que la gente vea ciertos aspectos nuestros y escondemos lo que no queremos mostrar, y nega- mos nuestras debilidades y nuestros sentimientos. (“No estoy molesto, no estoy dis- gustado, no estoy preocupado, no estoy asustado”.) No queremos que las personas vean nuestro verdadero yo. ¿Por qué tengo miedo de decirle quien soy? Ese es el título de un libro. La respuesta es: Si le digo quien soy realmente y no le gusta, eso es malo para mí, porque soy todo lo que tengo. Es por esto que tratamos de esconder y controlar nuestra imagen. Tratamos de controlar a otras personas. Los padres tratan de controlar a sus hijos; los hijos tratan de controlar a sus padres. Las esposas tratan de controlar a sus esposos; los esposos tratan de controlar a sus esposas. Las personas tratan de controlar a otras personas. Hay reglamentos en su lugar de trabajo. Los países tratan de controlar a otros países. Usamos muchas estrategias para manipularnos unos a otros. Usamos la culpa para controlar, usamos el temor, usamos la alabanza. Algunos de ustedes usan el lá tigo del silencio, del enojo y e la ira para controlar. Tratamos de controlar a las per- sonas. Tratamos de controlar los problemas, nuestros problemas. Somos buenos para esto. Usamos frases como: “Lo puedo manejar, realmente no es un problema”. Eso es tratar de jugar a ser Dios. “Puedo manejarlo, estoy bien. Realmente estoy bien”. Queremos estar en control: no necesitamos ayuda y realmente no necesitamos consejo. Tratamos de controlar nuestros problemas: “Puedo dejarlo en cualquier momento. Lo haré a mi manera”. Pero mientras má s trate de arreglar su problema por sí mismo, peor será . Tratamos de controlar nuestro dolor. ¿Ha pensado alguna vez cuá nto tiempo des- perdicia huyendo del dolor? Tratamos de evitarlo, negarlo, reducirlo, posponerlo y de escapar de é l. Y tratamos de hacer esto de diferentes maneras. Algunas veces tratamos de evitarlo comiendo o dejando de comer. Tratamos de posponerlo bebiendo, fuman- do, consumiendo drogas, o involucrá ndonos en una y otra relació n. “Esta relació n es lo que verdaderamente necesitaba para sentirme completo y realizado”... y entonces
  • 9. iniciamos esa relació n. “Oh, me equivoqué , no era lo que pensaba”... y terminamos la relació n. Y así continuamos una relació n tras otra. O desarrollamos algú n tipo de há bito compulsivo para tratar de controlar el dolor. O nos volvemos abusivos y nos enojamos con otras personas o nos volvemos críticos o prejuiciosos para esconder el dolor. O nos deprimimos. Hay muchas, muchas formas de tratar de controlar nuestro dolor. El dolor viene cuando nos damos cuenta, en nuestros tiempos a solas, que nos somos Dios y que no podemos controlar nada, y eso nos atemoriza. (Recuerdo que Chevy Chase solía aparecer en el programa televisivo en vivo Sá bado por la Noche, diciendo: “Hola, soy Chevy Chase, y usted no”. Y entonces solamente me imagino a Dios diciendo: “Hola, soy Dios y tu no”.) Ese es el primer paso hacia la recuperació n. Usted no va a mejorar por usted mismo, reconó zcalo. No lo niegue. ¿CUÁ LES SON LAS CONSECUENCIAS DE JUGAR A SER DIOS? He aquí cuatro problemas que siempre aparecen cuando tratamos de jugar a ser Dios: 1. Temor. Cuando trato de controlar todo, me atemorizo. Adá n dijo: “Tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Nos atemoriza el que alguien descubra quié nes somos realmente, que somos falsos, farsantes, que realmente no tenemos el control, que no somos perfectos. Es por eso que no permitimos que nadie se acerque realmente a nosotros, porque descubrirá n que interiormente estamos asustados. Y debido a que disfrazamos esto y pretendemos que no es real, llenamos nuestras vidas con temor, asustados de que alguien nos vaya a rechazar, de que no nos amen, o de que no les seamos simpá ticos porque no saben realmente lo que somos. “Solo les gusta una imagen de mí. Si supieran realmente como soy, no les gustaría”. Así que nos resentimos y nos llenamos de temor cuando tratamos de jugar a ser Dios. 2. Frustració n. Es frustrante tratar de ser el gerente general del universo. Me gusta llevar a mis hijos a un restaurante y jugar con el juego del mazo, ese que tiene esas cosas que salen y que se golpean. En el momento en que usted golpea una, sale
  • 10. otra. Es un juego frustrante para mí, porque cada vez que trato de golpear una, otra se levanta; y golpeo esa y aparece otra. Así es la vida. Terminamos con una compul- sió n y otra sale a flote. Terminamos con un problema y otro aparece. Terminamos con una relació n conflictiva y viene la siguiente. Es tan frustrante porque no podemos terminar al mismo tiempo con todas. Caminamos pretendiendo ser Dios: “Soy poderoso, puedo manejarlo”. Si somos tan poderosos, ¿por qué simplemente no ter- minamos con todo? No podemos, y eso nos frustra. 3. Fatiga. Jugar a ser Dios cansa. Tratar de controlar todo, pretender que todo está bien, negar algo, consume mucha energía. En el Salmo 32, David dice: “Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano ... Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad”. La mayoría de las personas tratan de esconder su dolor y huyen de é l mantenié ndose ocupadas. Piensan: “No me gusta có mo me siento cuando me deprimo. No me gusta lo que viene a mi mente cuando pongo mi cabeza sobre mi almohada, y no me gustan esos sentimientos y lo que escucho, por lo que me man- tengo ocupado”. Huimos del dolor al estar constantemente en un ir y venir. Trabajamos hasta el cansancio. O nos involucramos en algú n pasatiempo o algú n deporte hasta que se vuelve algo compulsivo, y permanecemos en el campo de golf, en la cancha de tenis, o en cualquier otro lugar todo el tiempo. Incluso podemos involucrarnos en actividades religiosas, podemos tratar de esconder nuestro dolor tra- bajando de forma febril en las actividades de la iglesia. Esperamos que cuando nos acostemos y pongamos la cabeza sobre la almohada, estemos tan fatigados que dormiremos y no tendremos que escuchar nuestro dolor. Si está en un estado constante de fatiga, siempre agotado, pregú ntese: “¿De qué dolor estoy huyendo? ¿Qué problema no quiero afrontar que me motiva y me con- duce a trabajar y trabajar para estar en este estado constante de fatiga?” 4. Fracaso. Cuando trata de jugar a ser Dios, la descripció n que hace Proverbios 28:13 (DHH) es una garantía de dó nde terminará : “Nunca tendrá s é xito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confié salos y renuncia a ellos. Entonces Dios mostrará su misericordia sobre ti”. Necesitamos ser honestos y aceptar nuestras debili- dades, faltas y fracasos. En Saddleback nos hemos comprometido desde el principio a ser un lugar seguro donde la gente, gente real, pueda hablar acerca de sus problemas reales, heridas reales,
  • 11. complejos reales y há bitos reales, sin temor a la crítica. Somos una familia de com- pañ eros en la lucha. No hay ninguna persona que tenga todo bajo control. Todos somos dé biles en diferentes á reas y nos necesitamos unos a otros. Y nos necesitamos porque nos volvemos espejos para revelar las heridas unos a otros y ayudarnos mutua- mente. Muchas veces otros ven cosas que yo no veo y viceversa. Hemos desarrollado una atmó sfera confiable. Por cierto, tenemos una reunió n los viernes por la noche lla- mada Celebremos la Recuperació n. En ese grupo tenemos personas con toda clase de situaciones, problemas y heridas con los que han estado luchando, y en los que está n trabajando con los pasos que aquí señ alamos. Para ayudarle a ser má s honesto con usted mismo y con Dios, planeo compartir- le historias personales, testimonios de gente real que experimenta heridas reales en la familia de nuestra iglesia. Hemos pedido a Mary Pritchard y a Dan Denton que com- partan sus experiencias. Ambas son diferentes y se refieren a problemas muy distin- tos, pero han contado con el mismo proceso para la recuperació n. Mary: Soy una codependiente en recuperació n. Soy la hija mayor de cinco her- manos y diría que tuvimos una niñ ez muy normal. No hubo abuso de drogas ni de alcohol en mi familia, aunque no era perfecta. Teníamos un problema de comuni- cació n. Mi mamá abusaba verbal y emocionalmente de mí. Me gritaba y decía cosas que me destruyeron absolutamente y me hacían sentir sin valor. Tenía mucho miedo de su enojo. Me decía a mí misma: “Mamá , haré cualquier cosa para que esté s feliz y así no te enojes conmigo”. Así que empecé a decirle a mis padres lo que pensaba que ellos deseaban escuchar. Comencé a ser lo que pensaba que ellos deseaban que yo fuera. Me volví muy plá sti- ca. Ese fue el inicio de mi codependencia. Llevé ese mismo estilo de comunicació n a mi matrimonio y en los primeros seis meses abusé verbal y emocionalmente de mi esposo. Como é l no reaccionaba pensé : “Puedo arreglar esta situació n”. Decidí que abandonaría todo y no lo confrontaría en nada. Eso me enfermó , así que decidí: “Olvida esto, sigue en tus cosas”, lo cual hice. Soy enfermera en la Marina y tuve la oportunidad de asistir en calidad de profe- sional visitante al programa de Conciencia Alcohó lica en el Hospital Naval en Long Beach. Mientras estaba allí, aprendiendo acerca de la enfermedad del alcoholismo, la
  • 12. cual por supuesto no tenía, reconocí que en mí había algo terrible, algo terriblemente malo. El sentimiento de falta de valor me abrumó . Sabía que la gente se iba a dar cuenta de mi verdadero yo, y me odiarían y querrían saber nada sobre mí. Sabía que si me quedaba allí sin pedir ayuda nunca encontraría la respuesta a mi problema. Así que pedí quedarme como paciente y me permitieron hacerlo. Mi esposo me acom- pañ ó en las sesiones de terapia que tuve allí. Cuando los consejeros comenzaron a pre- guntar acerca de mi vida, les dije: “Oh, todo está bien. Tengo todo bajo control. Es é l quien tiene el problema”. Como la negació n de mi responsabilidad en nuestras difi- cultades era tan fuerte, tuvieron que dejarme ir. No pudieron ayudarnos. Y volví a mi vida anterior pensando: “Esto es un mal sueñ o”. Lo puse a un lado y comencé a tra- bajar arduamente otra vez. Estaba muy ocupada. Salí embarazada por segunda vez y con gemelos. Seis meses despué s de que los niñ os nacieron me volví profundamente depresiva y con tenden- cias suicidas. Estaba trabajando a tiempo completo fuera de casa, criando tres hijos, y amamantando a los gemelos. Por supuesto, no le conté a mi esposo có mo me sentía, no nos está bamos comunicando mucho. Pero tuve el buen juicio de contarle a mi pas- tor que estaba pensando en quitarme la vida. É l dijo: “Me gustaría sugerirle que hable con un terapeuta.” Pensé que no valía la pena gastar el dinero en un terapeuta, pero finalmente fui a verlo. Me sentía tan miserable y tenía tanto dolor que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que pudiera ayudarme. Me parecía que no valía mucho para este mundo. Así que fui y ya no pude negar la verdad de mi vida. Le conté a la terapeuta acer- ca de todo mi dolor y lo miserable que me sentía por lo que estaba haciendo, ella reconoció esa verdad. Me amó y aceptó , y comenzó a enseñ arme có mo tratar efecti- vamente con mi vida y mis problemas. Estoy realmente agradecida por ella. Dios comenzó a traer a otras persona a mi vida para mostrarme que ellas tampoco eran per- fectas. Estaban asistiendo a una reunió n llamada Doce Pasos donde recibían ayuda para enfrentar sus vidas. Pensé : “Lo intentaré , porque obviamente no he podido arreglar mi vida”. Así que comencé a asistir a las reuniones de Doce Pasos. Conocí a otras per- sonas que reconocían que tampoco estaban en control de sus vidas y se veían felices y gozosas. Me quedé . He tenido la oportunidad de participar en Celebremos la Recuperació n y quiero que sepan que es un lugar maravilloso. Hay gente sana aquí. Es algo seguro y espero que se una a mí. Aquí todos nos estamos convirtiendo en per- sonas gozosas y libres.
  • 13. Dan: Mi nombre es Dan y soy un adicto. Esta es la cara de la adicció n. Tambié n soy esposo, el mejor amigo de mi esposa, padre y padrastro. Soy un hijo y hermano amoroso. Fui a la universidad y me gradué en la escuela de leyes. Tengo mi propio negocio. Hoy lo má s importante acerca de mí que usted debe conocer es que por la gracia de Dios soy un adicto recuperado. La historia que compartiré con ustedes es sencilla y real. En realidad es tan sim- ple que podrá parecer aburrida. Cuando tenía doce añ os fumé mi primer cigarro, lo hice en un bú nker tras el tercer hoyo en el campo de golf El Dorado en Long Beach. Cuando estaba en sé ptimo grado, asistí a una actividad llamada el “Día de Walter B. Hill” que se celebraba en la escuela Walter B. Hill. Tres de mis amigos dijeron: “Tenemos algunas cervezas”. Ese día me tomé mi primera cerveza. Me gustó . Me hizo libre. Fue divertido. Me relajé y me hizo ser gracioso. Y le caía bien a la gente. Así que comencé a emborracharme todas las semanas con los muchachos para estar alegre, en al onda y sentirme bien. Aumenté el consumo de martinis y luego pasé a la marihua- na y a las drogas má s fuertes. Hace diecisé is meses, mi esposa y yo fuimos a nuestro lugar favorito a cierta hora del día donde las bebidas son má s baratas. Nos peleamos. ¡Qué sorpresa! Cuando llega- mos a casa, me miró a los ojos y me dijo: “Amas al alcohol y las drogas má s que a mí”. Era la verdad. Tengo que decirles que aquello era mi religió n. Dije: “Soy un alco- hó lico, tengo que cambiar”. Mi esposa me dejó y no cambié . Lo que sí hice fue llamar a un amigo y salir a embriagarnos. Eso fue lo que hice. Me embriagué durante las siguientes tres semanas. Un sá bado a las tres de la mañ ana, el día en que mi hijo de doce añ os se iba a bautizar, estaba sentado solo, desnudo, con todas las botellas de cerveza y las cajetillas de cigarros vacías a mi alrededor, abriendo un paquete de cocaí- na para matarme. Miré a mi alrededor y me dije: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué paso con mis sueñ os? ¿Quié n se los robó ?” En ese momento admití mi incapacidad. Había conducido mi vida completa- mente mal. Intenté orar. Sentí que alguien me decía: “Nadie escucha tu clamor”. Estaba completamente aislado, pero algo me seguía diciendo: “Necesitas buscar ayuda”. Corrí al telé fono y llamé a mi hermana, un miembro de
  • 14. esta iglesia, y a su querido y dulce esposo. Pasaron el resto del día asegurá ndose de que tuviera la ayuda que necesitaba, y esa ayuda la encontré y la sigo encontrando en los Doce Pasos. El viaje de los Doce Pasos comenzó en derrota pero terminó en victoria, porque en quince meses di los Doce Pasos y ellos me guiaron a los pies de la cruz. Cuando llegué estaba vacío. Pero é l estaba esperando por mí y me dijo: “Bienvenido a Casa. Bienvenido a Casa. Tenemos que trabajar”. Hoy mi vida es muy bendecida. Tengo mucho trabajo pero el gozo mayor que tengo es que soy miembro de la Iglesia Comunidad del Valle de Saddleback. Fui bau- tizado aquí por el pastor Tom y é l me cuenta que funcionó . Tambié n tengo el privile- gio de ser líder de un grupo pequeñ o en Celebremos la Recuperació n, con el que nos reunimos cada viernes por la noche. Si usted es esa persona que necesita escuchar má s de lo que estoy diciendo, venga y acompá ñ enos. Celebraremos nuestra recuperació n. ¿Có mo reacciona a historias como esa? He aquí dos formas en las que no debemos reaccionar: “Mi problemas no es tan malo”. Eso se llama negació n. ¿Qué tan mal tiene que lle- gar a estar antes de admitir que necesita ayuda? ¿Qué tan doloroso tiene que llegar a ser ese dañ o, esa relació n, ese dolor, ese problema, esa memoria antes que admita que necesita ayuda? Desdichadamente debido al comportamiento humano, a nuestra natu- raleza, postergamos el proceso de cambio hasta que nuestro dolor se vuelve má s grande que el temor de cambiar. No cambiamos cuando vemos la luz. Cambiamos cuando sentimos el calor y el matrimonio comienza a destruirse o los niñ os comien- zas a irse por malos caminos, o cuando recibe esa llama telefó nica en medio de la noche. Ahó rrese ese dolor, comience pronto su recuperació n. Un hombre dijo: “A mí me sucedió cuando el á cido de mi dolor finalmente atravesó la pared de mi negació n”. Dios nos susurra en nuestros placeres, pero nos grita en nuestro dolor. El dolor es el megá fono de Dios. Permite que eso lo mueva a buscar ayuda, a enfrentar el hecho que ha estado ignorando por diez, veinte, quizá s treinta añ os. ¿Cuá l es el nivel de su dolor? Es una luz de advertencia para usted. Escú chelo. 2. “Está bien, pero yo puedo resolver mis problemas; esta serie de recuperació n es para otro,
  • 15. no para mí”. Eso tambié n se llama negació n. A menos que haya tenido una vida per- fecta, hay algunas cosas con las que necesita tratar. Usted dice: “Puedo manejar mi problema, puedo cuidar de eso”. El hecho es que si usted pudiera manejarlo, lo hubiera hecho, pero usted no puede, por lo tanto no lo hará . Si hubiera podido con- trolar ese problema, no sería un problema, no lo tuviera con usted hoy. Pero no puede, y no podrá . Esta negació n es tan antigua como Adá n y Eva. Ellos tenían un problema. Huyeron y se escondieron tras el arbusto. Dios los había hecho y Dios había hecho los arbustos y ahora se estaban escondiendo de Dios. Así de iló gico. Algunas veces le pregunto a las personas: “¿Le ha contado a Dios acerca de su herida, su há bito o su complejo?” Ellas contestan: “Ah, no, no quisiera que supiera de eso”. No puede mejorar hasta que confiese, afronte sus faltas y admita: “Soy incapaz”. III. LA CURA El primer paso en el camino a la recuperació n es admitir mi incapacidad. La Biblia dice que al hacerlo encontramos fortaleza. Esta no es una idea popular en la cultura americana de autosuficiencia, la cual dice: “Levá ntese por sí mismo, no dependa de nadie má s, usted solo puede”. Y lo convierte en una especie de Llanero Solitario. Pero admitir la incapacidad es el primer paso esencial para iniciar la recuperació n. Reconozca que es incapaz de hacerlo por usted mismo. Necesita a otras personas y necesita a Dios. Admitir que no soy Dios significa que reconozco tres hechos importantes de la vida. La madurez viene cuando: 1. Reconozco que soy incapaz de cambiar mi pasado. Duele, todavía lo recuerdo, pero todo el resentimiento del mundo no va a cambiar esa realidad. Soy incapaz de cambiar mi pasado. 2. Reconozco que soy incapaz de controlar a otras personas. Trato, me gusta manipularlos, utilizo toda clase de pequeñ os trucos, pero no funciona. Soy respon- sable de mis acciones, no de las de otros. No puedo controlar a otras personas. 3. Reconozco que soy incapaz de hacer frente a mis há bitos, comportamientos y acciones dañ inas. Las buenas intenciones no son suficiente. Cuantas veces lo ha inten-
  • 16. tado, ha fracasado. La fuerza de voluntad no es suficiente. Necesitamos algo má s que fuerza de voluntad. Necesitamos a Dios, porque é l nos hizo para necesitarle. Santiago 4:6 (NVI) dice: “Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los humildes”. Gracia es el poder para cambiar. Gracia es el poder que Dios nos da para hacer en nuestra vida los cambios que queremos hacer y que é l desea que hagamos. Y para recuperarnos de las heridas, complejos y problemas en nuestra vida, necesitamos la gracia de Dios. ¿Có mo la obtenemos? Solamente de una forma. É l se la da al humilde. Permítame preguntarle, ¿qué aspectos de su vida necesitan cambiar? ¿Qué heri- da, complejo o há bito ha estado tratando de ignorar? Para muchos este paso será el má s difícil, reconocer que sus vidas necesitan cambios. Me alegra que sea el nú mero uno, porque cuando haya dado este paso, habrá vencido la mayor dificultad y admi- tirá : “Tengo un problema, tengo una necesidad, tengo una herida”. Para muchos puede parecer difícil y humillante reconocer esto, decir:“No soy Dios y no tengo tanto control como me gustaría que todos pensaran. No tengo el control de nada”. Pero si le dice eso a los demá s, no se van a sorprender, porque lo saben. Dios lo sabe, usted lo sabe, solamente necesita admitirlo. Esto significa ser honesto y afrontar un problema que ha querido ignorar por mucho tiempo. Acompá ñ eme estas ocho sema- nas en este camino a la libertad, en el Camino a la Recuperació n. DÓ NDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO El Camino a la Recuperació n – Parte 2 R.E.C.U.P.E.R.A Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable. EL SEGUNDO PASO En forma sincera creo que Dios _____________, que le _____________, y que é l tiene el para ayudarme en mi recuperació n. “En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca
  • 17. a Dios tiene que creer que é l existe y que recompensa a quienes lo buscan”. Hebreos 11:6 (NVI) Tres partes I. Reconocer la de Dios. “Porque desde la creació n del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a travé s de lo que é l creó ”. Romanos 1:20 (NVI) “Dice el necio en su corazó n: ‘No hay Dios’”. Salmo 14.1 (NVI) II. Entender el de Dios. “É l es la imagen del Dios invisible, el primogé nito de toda creació n”. Colosenses 1:15 (NVI) Dios todo acerca de mi situació n. “Tú has visto mi aflicció n y conoces las angustias de mi alma”. Salmo 31:7 (NVI) “Tú sabes lo insensato que he sido”. Salmo 69:5 (NVI) Dios por mi situació n. “Tan compasivo es el Señ or con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. É l conoce nuestra condició n; sabe que somos de barro”. Salmo 103:13-14 (NVI) “Se me apareció el Señ or y me dijo: ‘Con amor eterno te he amado’”. Jeremías 31:3 (NVI) “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía é ra- mos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)
  • 18. Dios puede mi vida y mi situació n. “Pido tambié n que les sean iluminados los ojos del corazó n para que sepan ... cuá n incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos”. Efesios 1:18-20 (NVI) “Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”. Lucas 18:27 (DHH) III. Aceptar de Dios para ayudarme. “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cum- pla su buena voluntad”. Filipenses 2:13 (NVI) “El espíritu que Dios nos da ... nos llena con poder, amor y dominio propio”. 2 Timoteo 1:7 (DHH) Có mo conectarse al poder de Dios: y ___________. “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubri- rá n sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemará s ni te abrasará n las llamas”. Isaías 43:2 (NVI) DÓ NDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO El Camino a la Recuperació n – Parte 2 Hebreos 11:6 Puede que algunos de ustedes no se haya percatado de que cuando el lunes de esta semana llovió torrencialmente, hubo una parte del lago Forest que se desbordó . Glenn vive en una de esas á reas. El condado de Orange envió a un reportero a ese lugar, el cual encontró a Joann, la esposa de Glenn, sentada en el techo de su casa mientras las cosas flotaban a su alrededor. El reportero se subió al techo y pudo ver un caballo y un automó vil que flotaban. Luego de unos minutos, é l vio un sombrero que flotaba tam- bié n. Observá ndolo mejor, se fijó que el sombrero se movía en una extensió n de vein- te pies alrededor de la casa en una forma que parecía un movimiento premeditado.
  • 19. Despué s de observar al sombrero en ese extrañ o ir y venir por unas siete u ocho veces, le preguntó a Joann: “¿Tiene usted alguna idea de lo que ocurre con ese sombrero?” A lo que ella contestó : “Ese es Glenn, el loco de mi esposo. Dijo que hoy iba a cortar el cé sped pasara lo que pasara”. El problema que tenemos hoy es que muchos de nosotros todavía estamos preo- cupados por cortar el cé sped mientras la casa está flotando. Ya hemos dicho que todos necesitamos pasar por el proceso de recuperació n por- que ninguno de nosotros es perfecto. El mundo es imperfecto. Todos hemos sido dañ ados, todos tenemos complejos, todos tenemos há bitos que nos gustaría que desa- parecieran. Todos necesitamos pasar por el proceso de recuperació n. Sin importar el problema, la herida, el complejo o el há bito, los pasos que hay que dar son los mis- mos. Tambié n dijimos que la raíz que causa todo esto es nuestro deseo de controlar las cosas. Mientras má s inseguros somos, má s queremos controlar las cosas. Queremos controlar nuestras vidas, las vidas de los demá s, el ambiente en que otras personas viven; en una palabra, queremos ser Dios. Queremos ser el centro de nuestro univer- so. Pero cuando tratamos de ejercer este control, lo ú nico que conseguimos es termi- nar fatigados, frustrados y fracasados. ¿Có mo se rompe con eso? ¿Có mo puede romper con esas cosas? Necesitamos superar la negació n. La negació n es lo que nos impide movernos hacia delante, hacia la recuperació n. Decimos a modo de excusa: “Realmente no es un problema... Estoy bien... No hay de qué preocuparse. Puedo manejar la situació n”. Y, ademá s de excusarnos, acusamos a otros: “Si tan solo mi esposa (o mi esposo) fuera de otra manera, nuestro matrimonio andaría bien”. Jugamos al juego de la culpa. Acusamos y nos excusamos. Cuando alguien nos pregunta: “¿Có mo te va?”, contesta- mos: “En lo que cabe y dadas las circunstancias, me va bien; sí, estoy bien... a lo menos por el momento todo está bien”. Es como si el diá logo anterior se tuviera con alguien que ha saltado de lo alto de un edificio y se encontrara a medio camino. “Sí, dadas las circunstancias, por lo menos hasta aquí, todo va bien”. Tenemos que aprender có mo tratar con la negació n. ¿Qué le parece el siguiente anuncio en un perió dico?: “Se ha perdido un perro de tres piernas, ciego del ojo derecho, le falta la oreja izquierda, no tiene cola, fue recien- temente castrado y responde al nombre de ‘Afortunado´”. Una excelente manera de ilustrar la negació n. ¿No le parece? Nuestro ministerio de camisetas me hizo una camiseta que dice: “La negació n no
  • 20. es un río de Egipto”. ¿Cuá l es el antídoto para la negació n? ¿Qué hace que finalmente afrontemos nuestros problemas? El antídoto de Dios para la negació n es el dolor. Pocas veces cambiamos cuando vemos la luz; cambiamos cuando sentimos el calor. No cambiamos hasta que nuestro dolor no excede nuestro temor a cambiar. La mayoría de las personas casi nunca se mueven hacia la recuperació n hasta que son forzadas a hacerlo porque ya no hay otra opció n. Dios usa tres circunstancias para acabar con la negació n, son cosas para llamar nuestra atenció n y forzarnos a intentar la recuperació n en nuestras vidas: 1. Crisis. Enfermedad, estré s, pé rdida de trabajo. 2. Confrontació n. Alguien que se interesa lo suficiente para decirnos: “Está s arrui- ná ndolo todo”. Alguien que nos ama lo suficiente como para confrontarnos en verdad y amor y decirnos: “Está s fallando, está s a punto de perder tu familia, está s a punto de perder tu salud, está s a punto de perder tu trabajo”. Alguien que nos confronta. Un antiguo refrá n de Texas dice: “Si alguien te dice espaldas de caballo, ignó ralo. Si dos personas te dicen espaldas de caballo, mírate al espejo. Si tres personas te dicen espal- das de caballo, có mprate una montura”. Si tres personas le dicen que usted es un adic- to al trabajo, có mprese una montura. Si tres personas le dicen que es un alcohó lico, có mprese una montura. Si tres personas le dicen que necesita ayuda, có mprese una montura. El dolor es como una alarma. Se activa para advertirle que algo está mal en su vida. Si se activara la alarma de incendio en su casa, ¿qué haría? ¿Diría: “¡Ay, qué alarma má s molesta! Que alguien la haga callar”? No, usted haría algo al respecto. Pero con frecuencia en nuestras vidas, cuando sentimos que el dolor emerge, la alar- ma de dolor, en lugar de tratar con lo que es la fuente, tratamos de aplacar el ruido. Lo cubrimos con comida, con alcohol, con sexo, con cosas diferentes. Pero eso no sirve de nada. Dios usará esas cosas para llamar nuestra atenció n. 3. Catá strofe. Espero que Dios no tenga que usar esto en su vida. Cuando llega- mos al punto má s bajo física, emocional, espiritual y financieramente, así como en nuestras relaciones, cuando tocamos fondo, lo que sucede a menudo es que Dios tiene que dar un paso atrá s y dejarnos sentir el impacto total de nuestras malas decisiones. “¿Quieres ser Dios? Está bien”. Y é l simplemente retrocede y te permite ser Dios. Es
  • 21. entonces que cosechas lo que sembraste y sientes todo el impacto que causa una catá s- trofe en tu vida. Dijimos que EL PRIMER PASO EN LA RECUPERACIÓ N ES RECONOCER QUE NO SOY DIOS; ADMITIR QUE SOY INCAPAZ DE CONTROLAR MI TENDENCIA A HACER LO MALO Y QUE MI VIDA ES INMANEJABLE. Ese es el Paso 1, el paso de la realidad. El segundo paso es lo que yo llamo el paso de la esperanza. El Paso 1 dice: “Lo reconozco. Estoy sin ayuda. No soy capaz”. El Paso 2 dice: “Hay una buena noticia de que existe un poder al que me puedo conectar para controlar las cosas que no puedo dominar por mí mismo”. EN FORMA SINCERA CREO QUE DIOS EXISTE, QUE LE INTERESO, Y QUE É l TIENE EL PODER PARA AYUDARME EN MI RECUPERACIÓ N. Este segundo paso está basado en Hebreos 11:6 (NVI): “En realidad, sin fe es impo- sible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que é l exis- te y que recompensa a quienes lo buscan”. El segundo paso en el camino a la recuperació n consta de tres partes. I. RECONOCER LA EXISTENCIA DE DIOS La mayoría de nosotros no tenemos problema con esto. Ya no quedan muchos ateos. El añ o pasado, George Gallup hizo una encuesta que reveló que “el noventa y siete por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos dicen creer en Dios; y menos del dos por ciento dicen ser ateos”. Hay menos ateos hoy que los que había hace cin- cuenta añ os. ¿Por qué ? Porque sabemos má s del universo hoy que hace cincuenta añ os. Mientras se realizan má s descubrimientos científicos, má s sabemos del univer- so y menos personas está n dispuestas a seguir creyendo que todo sucedió por acci- dente. Mientras má s sabemos del universo, y ahora tenemos computadoras que son capaces de comprobar las probabilidades de todas estas cosas que suceden, muy poca gente dice creer que todo es producto de la casualidad. Por cierto, hoy día se requie- re de má s fe para no creer en un Creador que para creer en uno. Podría desarmar un reloj completamente, ponerlo en una bolsa de papel y agitarla, pero las probabilida- des de que el producto resultante fuera exactamente como un reloj serían bastante increíbles. Sin embargo, el mundo está lleno de relojes. Y si multiplica eso por un nú mero astronó mico... obtendrá las probabilidades de que esto realmente suceda. Donde hay una creació n, debe haber un Creador. Donde hay un efecto, debe haber una causa. Donde hay un diseñ o, debe haber un diseñ ador.
  • 22. ¿Vio la portada de la revista Time hace un par de meses? Había una frase que decía: “La ciencia descubre a Dios”. En esta era donde sabemos má s y má s acerca del universo, donde tenemos mayor habilidad numé rica por medio de las computadoras para comprobar las oportunidades al azar, muy poca gente está dispuesta a creer que todo ha sido simplemente un accidente. Mientras má s conocemos del universo, má s convencidos estamos de que hay un Creador. Reconoce su existencia. Romanos 1:20 (NVI) dice: “Porque desde la creació n del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divi- na, se perciben claramente a travé s de lo que é l creó ”. Y el Salmo 19 (NVI) expresa: “Los cielos cuentan la gloria de Dios”. Por cierto, la Biblia dice que es una necedad no creer en Dios. Es irracional. Es iló gico no creer en Dios. Si tiene problemas con eso tenemos un ministerio en nues- tra iglesia llamado “Bases fuertes para creer”, el cual, desde un punto de vista intelec- tual, estudia los argumentos de la existencia de Dios. El punto es que Dios cambia vidas hoy en día. Dios existe. El asunto real para la mayoría no es: “¿Hay un Dios?” Eso es algo que la mayoría cree. El asunto verdadero es: “¿Qué clase de Dios es? ¿Có mo es en realidad? ¿Es esto importante?” El problema es que tenemos algunas ideas bastante extrañ as de có mo es Dios. Hace poco leí sobre dos muchachos delincuentes de una escuela cató lica que se habían estado portando mal, por lo que los llevaron a la oficina del director. El director sabía que lo que ellos realmente necesitaban era a Dios en sus vidas así que trajo al pri- mer muchacho a la oficina, lo hizo sentarse y le dijo: “Quiero hacerte una pregunta, hijo. ¿Dó nde está Dios?” El muchacho se asustó . No supo có mo responder. Simplemente se quedó allí, sentado. El director volvió a preguntarle, por tres o cuatro veces. “¿Dó nde está Dios? Quiero que pienses en esa pregunta”. Y lo mandó de regreso. El segundo muchacho, que estaba por entrar, le pregunto al que salía: “¿Qué pasó ?” Este le res- pondió : “No lo sé , pero parece que se les ha perdido Dios y está n tratando de echarnos la culpa a nosotros”. Tenemos algunas ideas extrañ as con respeto a Dios. Lamentablemente, muchos comparan a Dios con un padre de familia. Como su papá o mamá . Esto es trá gico. Porque si su padre era una persona fría e indiferente que no expresaba cariñ o, la tendencia será pensar que Dios, su Padre, es tambié n frío, indiferente y falto de cariñ o. Si su padre le infundía miedo, usted estará inclinado a pensar:“A Dios hay que tenerle miedo”. Si su padre fue abusivo, pensará que Dios es
  • 23. igual. Si su padre no era amoroso, trasladará esta cualidad a Dios. En lugar de Dios hacerlo a su imagen, usted hace a Dios a la imagen suya. De vez en cuando se oye decir: “Mi idea de Dios es...” ¿Con qué autoridad se dice eso? ¿Piensa que porque tiene cierta idea de Dios é l tiene que ser así? Por supuesto que no. “Siempre he pensado en Dios como...” ¡Qué tal! Probablemente esté equivo- cado. Francamente, no me interesa có mo cree usted que es Dios. No me interesa có mo lo concibo yo mismo. Lo que deseo saber es: ¿Có mo es é l en realidad? II. ENTENDER EL CARÁ CTER DE DIOS El segundo paso en este proceso de recuperació n no solamente es reconocer la existencia de Dios, sino tambié n entender su cará cter. ¿Có mo es é l realmente? Hasta que en verdad no sepa có mo es Dios, no puedo confiar en é l. ¿Verdad que tiene sen- tido? No voy a confiar en algo o en alguien que no conozco. Afortunadamente Dios desea que sepamos có mo es é l. Vino a la tierra hace unos dos mil añ os y vino en forma de ser humano. Vino como Jesucristo. Y dijo: “Como soy yo, así es Dios”. É l sí sabe có mo es Dios. Es por eso que celebramos la Navidad y la Semana Santa. Fíjese en este versículo. Colosenses 1:15 dice: “É l [Cristo] es la imagen del Dios invisible”. Si usted desea saber có mo es Dios, solamente mire a Jesú s, porque é l es la expresió n visible del Dios invisible. Si está leyendo acerca de Jesú s y estudiando su vida, aprenderá mucho de Dios. Específicamente hay tres cosas que aprendemos sobre Dios por medio de Jesú s, que nos ayudan a vencer nuestros há bitos, heridas y complejos: 1. Dios conoce todo acerca de mi situació n. Yo sé que Dios sabe todo con respecto a mi situació n, porque é l conoce mis há bitos, mis heridas y complejos. É l conoce lo bueno y lo malo. Algunos posiblemente han tenido muchos momentos difíciles o una vida muy dura. Mire lo que dice la Biblia en el Salmo 56:8 (DHH): “Tú llevas la cuen- ta de mis huidas; tú recoges cada una de mis lá grimas”. ¿No es eso increíble? La Biblia dice que Dios lo conoce personalmente y de cerca. É l ha visto sus lá grimas. “Nadie sabe el infierno por el que estoy pasando en mi matrimonio”. Está equivocado, Dios lo sabe. “Nadie sabe có mo estoy luchando por romper con este há bito, pero no lo puedo sacar de mi mente”. Dios sí lo sabe. “Nadie sabe la depresió n y el temor por el que estoy atravesando”. Dios sí lo sabe. Y É l ha visto sus lá grimas. Las conoce todas.
  • 24. Nada escapa de su conocimiento. El Salmo 31 (NVI) dice: “Tú has visto mi aflicció n y conoces las angustias de mi alma”. Dios está al tanto de sus necesidades y la Biblia dice que É l sabe lo que usted necesita incluso antes de que se lo pida. É l ve la crisis en su alma en este mismo momento. En el Salmo 69 leemos: “Tú sabes lo insensato que he sido”. A veces deseamos olvidar esta parte. No queremos que Dios sepa todas las locuras que hacemos. El hecho es que no hay nada que esté fuera de la vista de Dios. Usted siempre tiene una audiencia veinticuatro horas al día. É l conoce sus días buenos, sus días malos, las bromas pesadas que ha hecho, las malas decisiones que ha tomado y, sorprendentemente, todavía le ama. El hecho es que Dios no se sorprende por su pecado. Si usted hace algo mal, Dios no dice: “Ay, no, ¿có mo se me escapó eso?” É l sabía que pasaría, mucho antes de que lo hiciera. É l incluso sabe por qué lo hizo, qué fue lo que lo motivó a hacerlo, incluso si usted mismo ignora la motivació n. É l no se sorprende, no se altera, no se decepciona. É l sabe quié n es usted. 2. Dios se interesa por mi situació n. El Salmo 103 dice: “Tan compasivo es el Señ or con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. É l conoce nuestra condició n; sabe que somos de barro”. Dios sabe que somos hechos de molé culas, que somos frá - giles, que no somos superhombres. É l es tierno y compasivo. Esa es la clase de Dios a la que usted sirve. Un Dios que lo conoce, que desea ser el Padre que muchos nunca tuvieron. Tierno y compasivo. Dios dice: “Con amor eterno te he amado”. ¿Có mo puede ser eso? ¿Có mo puede Dios amarme y su amor nunca acabar? É l me ama en los días buenos, en los malos, cuando le sirvo y cuando no lo hago, cuando hago lo correcto y cuando me equivoco. ¿Có mo es que me sigue amando? Porque su amor es incondicional. No está basado en su comportamiento. Está basado en el cará cter de Dios. La Biblia dice que Dios es amor. Y é l dice: “Con amor eterno te he amado”. É l no solamente conoce su situació n sino que se preocupa por ella. “Pero Dios demues- tra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía é ramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI) Muchas de aquellas personas que han estado trabajando los Doce Pasos saben que el Paso 2 es el del Poder Supremo. Me gustaría presentarles hoy a su Poder Supremo. Su nombre es Jesucristo. É l es ese poder al que se puede conectar, porque conoce su situació n y se preocupa por usted. Y lo mejor de todo es que é l tiene el poder para cambiar dicha situació n.
  • 25. 3. Dios puede cambiar mi vida y mi situació n. Estas son buenas noticias. Dios puede cambiar mi vida y mi situació n. A veces cambia mi vida, a veces cambia mi situació n. Otras veces cambia las dos. Pero está esperando por usted para hacer esto. Y É l tiene el poder. Note que Pablo dice: “Pido tambié n que les sean iluminados los ojos del corazó n para que sepan ... cuá n incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que cree- mos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos”. ¿Se ha encontrado alguna vez paralizado por falta de resolució n? “¡Sé que necesito hacer esto pero simplemente no puedo comenzar!” ¿Siente algunas veces que simplemente no puede lograrlo? É l le dice: “Tengo el poder”. Si Dios puede levantar a Jesucristo de los muertos, puede restaurar una rela- ció n rota. Puede levantar a una persona que está mal de salud. Puede hacerle libre de una adicció n. Puede ayudarle a cerrar la puerta al pasado para que esos recuerdos dejen de perseguirle, pero solo confía en É l. Lucas 18:27 (DHH) dice: “Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”. La Biblia dice que no hay nada difícil para Dios. Quizá s usted diga: “No entiende mi situació n. He intentado cambiar, pero no puedo”. Nada es imposible con Dios. Y esa situació n que parece sin esperanza, no lo es. Por cierto, en la iglesia Saddleback podemos darle cientos de ejemplos de personas que estuvieron en situa- ciones imposibles hace seis mes, un añ o, un añ o y medio, y Dios las cambió por com- pleto. Hay personas que si las hubiera conocido, pudiera haber pensado que ni en un milló n de añ os cambiarían, pero sí cambiaron. Por el poder de Dios. He aquí el testimonio de un par de miembros de nuestra iglesia, Dana y Bret, en el que cuentan có mo el poder de Dios les ayudó en su segundo paso. Dana: Soy una creyente que lucha con la adicció n. Soy líder en el grupo de muje- res fá rmaco dependientes del programa Celebremos la Recuperació n. Nos reunimos los viernes por la noche. Nunca soñ é que estaría haciendo el trabajo de Dios de esta forma o que estaría parada aquí frente a todos ustedes. Pero eso es lo que sucede cuan- do abandonamos el asiento del conductor y permitimos que Dios maneje nuestras vidas. Creo que he sido adicta toda mi vida. Cuando era joven, mi adicció n solamente salía a la superficie en tiempos muy duros. Me parecía tener un á ngel bueno en uno de mis hombros y un á ngel malo en el otro, y adivinen quié n ganaba. En mi vida había tambié n muchos momentos normales. Era una buena estudian-
  • 26. te, nadadora, corredora, pero podía ser influenciada fá cilmente por mis compañ eros. Comencé a fumar en la secundaria y cuando estaba en el bachillerato fumaba mari- huana, bebía alcohol y todavía mantenía un promedio de notas de 3.75. Mi alcoholis- mo aumentó al llegar al final de la escuela y luego de graduarme. Tuve un período de siete añ os en los cuales no ingerí alcohol. Cuando digo que soy una adicta, quiero decir que puedo ser adicta a cualquier cosa que pueda hacerme sentir mejor y llenar el vacío en mi vida. Por ejemplo, en esos siete añ os de abstinen- cia acostumbraba coser. Salía a comprar un modelo y regresaba a casa con diez. Otro ejemplo, el ejercicio. Hacía ejercicios durante cinco o seis días a la semana, tres horas al día. Pensaba que era normal medir 1.73 y ser talla tres. Un día nada de eso pareció ayudarme má s. Volví al alcohol. Y del alcohol, pasé a la cocaína. La cocaína me ayu- daba a adormecer el dolor. Mi matrimonio se desmoronó y perdí a mis hijos en una batalla legal bastante sucia. Usted pensará que luego de todo eso me daría por vencida. Lo intenté , pero sencillamente no pude hacerlo. Pensé que estaba en control pero estaba en un círcu- lo vicioso. Usaba drogas porque me sentía culpable por la pé rdida de mis hijos y por- que el dolor era realmente insoportable. Luego intentaba dejarla porque me sentía culpable de usarlas. Tenía un problema de culpa. Esto continuó por nueve añ os. Finalmente me di cuenta de que no podría hacer nada por mí misma. Anteriormente han conocido el testimonio de mi esposo Dan. Fue a travé s de una reunió n de Doce Pasos a la que asistí con é l que instantá neamente me identifiqué con la persona de quien estaba hablando. Recuerdo que pensé : “Esa soy yo. Está hablan- do de mí”. Finalmente, admití que era una adicta y recuerdo haber sentido có mo aquel gran peso fue quitado de mis hombros. Ya no tenía que jugar a ser Dios. Ahora espero que Dios me ayude a manejar mi vida cuando humildemente se lo pido y sé que é l quitará todo lo malo y todo el dolor en mi vida si tan solo se lo permito. Mi recuperació n me ha llevado a ser un miembro aquí en Saddleback. Me bauticé . Tambié n asisto a las clases 201 sobre Madurez Espiritual, a la 301 sobre Ministerio, y soy líder de un grupo pequeñ o en el programa Celebremos la Recuperació n donde cada viernes por la noche nos reunimos y celebramos el hecho de que no tenemos que vivir bajo el poder de nuestra adicció n. Nos encantaría que nos acompañ ara. Bret: Mi nombre es Bret y soy un hijo adulto de un alcohó lico. Fui concebido luego de veintiú n añ os de matrimonio. Despué s de nueve meses nací y mis padres me dieron el título de “Hijo milagroso”, algo con lo que me fue difícil vivir
  • 27. cuando era niñ o. Tenía que encontrar la forma de hacer que ese título se correspondiera con mi vida. Tuve que aceptarlo. Sabía que en deportes no tendría la oportunidad de lograr- lo, así que lo intenté acadé mica y profesionalmente. Sin embargo, tuve que revestir mi corazó n de una coraza porque dolía mucho interiormente. Sabía que estas metas se- rían imposibles de lograr pero tenía que intentarlo. Como el trencito que dice: “Creo que puedo, creo que puedo...”, mi tren decía: “Tienes, debes, no hay opció n”. En la universidad acostumbrá bamos comprar pollo y llevarlo a nuestro cuarto, y era tan duro de corazó n que cuando mis compañ eros venían a pedirme un pedazo, les decía que la carne blanca costaba cincuenta centavos extra. Era realmente insensible. Obtuve buenas notas en la secundaria. Fui muy buen estudiante en la universidad. A los 27 añ os era el director de mercadeo internacional de una fá brica de alimento. A los 31 era el vicepresidente de una divisió n millonaria de una corporació n multimi- llonaria. Pero lo que estaba mal era que en mi interior me encontraba solo. Luego de las reuniones y las fiestas corría a mi cuarto, ordenaba servicio a la habitació n y me escondía. No quería tener intimidad con nadie. Me quería mantener a distancia de las personas. No quería acercarme a nadie. Decidí arriesgarme y me casé con Cindy, mi maravillosa esposa. Ella tenía una hija llamada Elizabeth, así que me convertí en su padrastro. Pronto hubo cosas que empezaron a salir a la superficie de mi vida y solo entonces me di cuenta de que exis- tían. Un día, Liz trajo a casa de la escuela una tarjeta de reporte con notas má s bajas de lo que yo esperaba. En lugar de ser comprensivo con ella, lo que habría hecho una persona centrada en Cristo, estallé en ira y fui bastante grosero con ella. Cindy me dijo que mi idea de lo normal no era necesariamente lo que era normal. Me dijo que yo era un perfeccionista, lo cual negué al tiempo que decía: “Iremos a un terapeuta porque estoy seguro que estará de acuerdo con mi perspectiva de esto”. No es necesario decir que fue un aprendizaje para mí. Experimenté los senti- mientos que temía experimentar. Fue bastante doloroso. Asistí a los grupos de Doce Pasos, leí libros, pero hacía falta algo má s. Las piezas estaban ahí pero estaban revuel- tas. Era la referencia gené rica al Poder Supremo. Comencé a venir a esta iglesia, desa- rrollé una relació n con nuestro Señ or Jesucristo y é l abrió mi duro corazó n y lo sua- vizó . Había estado solo y no supe có mo divertirme, có mo jugar. Las personas decían: “¿Có mo te sientes acerca de esto?” Yo no sabía lo que era “sentir”. Sabía có mo mane- jar la situació n. Sabía có mo terminar el proyecto, pero no sabía có mo sentir. Así que si alguno de ustedes tiene ese sentimiento de vacío en su corazó n, les
  • 28. tene- mos buenas noticias. Contamos con Celebremos la Recuperació n, el cual funciona ver- daderamente bien. Soy líder del grupo conocido como “Hijos adultos de adicciones”, que trabaja con gente cuyos padres fueron alcohó licos, drogadictos, adictos al traba- jo, perfeccionistas, o personas con expectativas irreales de la vida. He aquí el punto. Entre má s posponga su dolor, má s lejos está su recuperació n. Entre má s lo niegue y diga: “No hay problema, no es gran cosa, puedo manejarlo”, menos días tiene en esta tierra para ser lo que Dios quiere que sea. Algunas personas, cuando experimentan dolor intenso por algú n problema, se estancan en el pasado en lugar de tratar con el problema de ese momento. Enfocan toda su vida en el pasado. Se adentran a lo que yo llamo “Pará lisis del aná lisis”, siempre diciendo lo que antes iba mal en sus vidas. Eso es como manejar un carro mirando todo el tiempo el espe- jo retrovisor. Un espejo retrovisor es de ayuda, porque le da perspectiva, y mirar su pasado le da una perspectiva, pero si solamente mira a su pasado no llega al presente. ¿Puede imaginarse manejando un carro donde el espejo retrovisor fuera má s grande que el parabrisas? Muchas personas son así. Se mantienen en el pasado y no pueden vivir en el presente. Cualquier cosa en la que se enfocan tiende a repetirse. Si sola- mente vive en el pasado, tiende a repetir cosas del pasado. Esta serie de recuperació n trata del crecimiento espiritual. Crecimiento espiritual es el proceso de expandir ese parabrisas y encoger el espejo retrovisor. Así se puede seguir con el presente. ¿Có mo se hace eso? Usted reconoce que Dios existe. Se da cuenta de có mo es é l; de que se interesa, le entiende, le ama y desea ayudarle. III. ACEPTAR LA OFERTA DE DIOS PARA AYUDARME Creer solamente en Dios no es suficiente. La mayoría de nosotros creemos en Dios. Pero eso no quita la herida. Tenemos que conectarnos al poder y eso es má s que creer. Aquí está lo que Dios tiene para ofrecer. Filipenses 2:13 dice: “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”. Dios le dice: “Tu propia fuerza de voluntad no es suficiente. Las buenas intencio- nes no son suficientes. Lo que necesitas es mi voluntad y mi poder para ayudarte a cambiar. Yo te daré la fuerza de voluntad que necesitas”. Pero usted dice: “Yo ni siquiera sé si quiero cambiar. Estoy muerto de miedo ante la posibilidad del cambio”. Probablemente lo esté hasta que el dolor exceda su temor al cambio. Pero usted le dice: “Dios, dame la voluntad de querer cambiar”. Y si usted se lo
  • 29. pide con sinceri- dad, entonces é l le dará la voluntad y el poder que necesita. ¿Qué sucede cuando pongo mi vida ante el poder de Dios y le pido que ponga el Espíritu de Jesucristo en mi vida? ¿Qué hace é l? ¿Me lleva eso a cierta clase de fanatismo? La Biblia nos dice exactamente lo que sucede cuando invitamos al Espíritu de Dios a nuestras vidas. “El Espíritu que Dios da nos llena con su poder, amor y dominio pro- pio”. Eso es lo que quiero en mi vida. Primero, quiero poder. Poder para romper há bi- tos que no puedo romper. Poder para hacer las cosas que sé que son correctas pero que no puedo hacerlas por mí mismo. Poder para ser libre del pasado y dejar que esos recuerdos se vayan. Poder para empezar a vivir la clase de vida que Dios desea que viva. Despué s, quiero amor. Verdadero amor. Quiero ser capaz de amar a las personas y que estas me amen, de sanar las heridas para no construir esas paredes y tener un acercamiento falso con las personas, sino un acercamiento genuino ya que no tengo miedo de amar verdaderamente y no tengo temor de ser verdaderamente amado. Esa es la clase de poder y amor que Dios da. Y tambié n nos da dominio propio. Obviamente, quiero eso. Usted quiere eso. Usted no está en verdadero control hasta que Cristo esté en control y domine las circunstancias de su vida. Entonces entende- rá lo que significa tener todo bajo control por primera vez en su vida porque no esta- rá tratando de detenerse por usted mismo. Poder, amor y dominio propio. Hay un principio en el universo. Esto debe sonar muy simple, pero es algo muy profundo. He aprendido que las cosas funcionan mejor cuando está n conectadas. Las tostadoras, licuadoras, televisores, radios, todas las cosas, funcionan mejor cuando está n conectadas. Y Dios quiere que usted y yo estemos conectados a é l. ¿Có mo me conecto al poder de Dios? Muy simple. Crea y reciba. Primero, crea que Dios existe, crea que é l le conoce y se interesa por usted, que tiene el poder de ayudarle y luego recíbalo en su vida. “Jesucristo, pon tu Espíritu en mí”. El segundo paso de la recuperació n involucra una palabra de cinco letras. Quiero desafiarle a usar esta palabra hoy. Se requiere de mucho valor para usar la palabra AYUDA. Necesito ayuda. “Dios, necesito tu ayuda en mi vida”. El Camino a la Recuperació n no es fá cil. Significa afrontar algunos problemas que hasta ahora hemos preferido ignorar. Significa correr riesgos. Significa ser honesto, confiar en Dios. Pero cuando damos este segundo paso, de repente nos
  • 30. damos cuenta de que nuestra recuperació n ya no es simplemente un asunto de fuerza de voluntad. Dios dice: “Yo estoy contigo”. Isaías 43:2 (NVI) nos da esta tremenda promesa de Dios: “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirá n sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemará s ni te abrasará n las llamas”. Dios nos dice: “Yo estaré contigo la pró xima semana, el pró ximo mes, el pró ximo añ o mientras enfrentas esas cosas que has temido afrontar en tu vida”. ¿En qué á rea de su vida se siente herido? ¿Está atravesando aguas profundas? ¿Siente como si esta es la ú ltima vez? ¿Está pasando por fuego en este momento y la situació n se ha tornado difícil en su vida? ¿Cree que va a consumirse o a extinguirse? ¿Siente que está como estancado en una rutina y que no tiene el poder de cambiar? ¿Se siente incapaz? Hay un poder al que se puede conectar. Su nombre es Jesucristo. El nombre sobre todo nombre. Le invito a que hoy mismo abra su corazó n y le entre- gue su vida a é l. Dé este segundo paso. ENTRÉ GATE El Camino a la Recuperació n – Parte 3 R.E.C.U.P.E.R.A Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable. En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que é l tiene el poder para ayudarme en mi recuperació n. EL TERCER PASO Conscientemente entregar toda mi vida y voluntad al y de Cristo. Jesú s dijo: “Vengan a mí todos ustedes que está n cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Mateo 11:28-30 (NVI) I. ¿QUÉ ME PUEDE IMPEDIR DAR ESTE PASO?
  • 31. 1. _____________________; no quiero admitir que necesito ayuda. “La gente arrogante va por el camino de la ruina”. Proverbios 18:12 (DHH) 2. _____________________; me da vergü enza pedirle ayuda a Dios. “Muchos males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son má s que los cabellos de mi cabeza, y mi corazó n desfallece”. Salmo 40:12 (NVI) 3. ______________________; tengo miedo de lo que tenga que dejar. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” Marcos 8:36 (NVI) 4. _______________________; confundo la fase de decisió n con la fase de resolver el problema. “Depositen en é l toda ansiedad, porque é l cuida de ustedes”. 1 Pedro 5:7 (NVI) “Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”. Filipenses 1:6 (DHH) 5. ________________________; mi fe parece muy pequeñ a. “Si tienen fe tan pequeñ a como un grano de mostaza ... nada será imposible”. Mateo 17:20 (NVI) II. ¿CÓ MO DOY ESTE PASO? 1. Acepto como mi Salvador. “Cree en el Señ or Jesú s; así tú y tu familia será n salvos”. Hechos 16:31 (NVI) 2. Acepto como mi regla de vida. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y ú til para enseñ ar, para reprender, para
  • 32. corregir y para instruir en la justicia”. 2 Timoteo 3:16 (NVI) 3. Acepto como mi estrategia. “Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí”. Salmo 40:8 (NVI) 4. Acepto como mi fuerza. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13 (NVI) Jesú s dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra- ré , y cenaré con é l, y é l conmigo”. Apocalipsis 3:20 (NVI) ENTRÉ GATE El Camino a la Recuperació n – Parte 3 Mateo 11:28-30 Esta semana escuché una historia sobre un conductor del camió n de entregas de una tienda de mascotas. En cada semá foro al que llegaba se bajaba, salía corriendo hacia la parte posterior del camió n, agarraba un palo y comenzaba a golpear el camió n. Alguien le preguntó que qué hacía. É l dijo: “Lo que pasa es que este es un camió n solo para dos tone- ladas de carga y estoy transportando cuatro toneladas de canarios; por eso tengo que man- tener dos toneladas de ellos en el aire todo el tiempo”. Cuando escuché la historia, pensé : “Esta es una buena imagen de la vida”. Muchas personas van por el mundo golpeá ndose ellas mismas, tratando de tener todo en el aire para no irse hacia abajo. Tenemos una tendencia a estancarnos en la vida. Nos estancamos en las relaciones. Nos estancamos con há bitos. Nos estancamos en la congoja cuando perdemos a un ser querido. Nos estancamos en la ira. Nos estan- camos en nuestro trabajo, en una relació n sexual. Y luego no podemos salir de allí y caemos en un círculo. Una vez que uno se estanca comienza a sentirse culpable por haberse detenido. Y decimos: “Desearía poder salir de esto pero no puedo cambiar”. Entonces aparece la ira e insistimos en que deberíamos poder cambiar y nos molesta- mos con nosotros mismos. Decimos: “Debería ser capaz de salir de esto”. Pero no sali- mos. Y luego nuestra ira se transforma en temor a que nunca vamos a poder salir de
  • 33. ese problema. El miedo nos controla. Pensamos que vamos a terminar en un hospital. Má s tarde nuestro temor se convierte en depresió n, comenzamos a sentirnos mal, a tenernos lá stima y a resignarnos. Decimos: “Me doy por vencido. No puedo cambiar”. Y comienza el ciclo de nuevo y nos estancamos mucho má s. ¿Có mo romper con ese estancamiento? De eso es de lo que hemos estado hablando anteriormente. Paso 1. El paso de la realidad. Reconocemos que tenemos un problema. Paso 2. El paso de la esperanza. No solamente somos incapaces sino que Dios tiene el poder y é l está dispuesto a ayudarnos. É l conoce nuestros problemas y se inte- resa por ellos y por mí. Sabe todo lo que sucede en mi vida. Ofrece ayudarme a cam- biar. Ese es el paso de la esperanza. Pero no es suficiente saber que Dios nos ayudará . Tenemos que hacer algo. Tenemos que tomar decisiones. Tenemos que cruzar la línea. Paso 3. CONSCIENTEMENTE ELIJO ENTREGAR TODA MI VIDA Y VOLUNTAD AL CUIDADO Y CONTROL DE CRISTO. Este paso está basado en lo que Jesú s dijo en Mateo 11:28-30. “Vengan a mí todos ustedes que está n cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Jesú s dice: “Vengan a mí”. Es la invitació n de Dios. Haré tu vida má s fá cil. Haré tu carga má s liviana. Tendrá s alivio. Tendrá s liberació n. Tendrá s descanso. Será s rejuvenecido. Dame el control y cuidado de tu vida y observa lo que hago. La vida será mucho má s fá cil. Menos estresante. ¡Qué convenio! ¿Por qué no aceptar esa oferta? Muchos han escuchado esto antes, pero nunca han actuado. Es como tener un regalo sin abrir. Dios dice: “Quiero darte este regalo de descanso, alivio y recuperació n y no has hecho nada para recibir- lo”. ¿Qué nos aleja de dar este tercer paso tan importante? ¿Qué causa que yo pos- ponga el entregar mis problemas a Dios y retardar la entrega de mi vida al cuidado y control de Cristo? I. ¿QUÉ ME DETIENE A HACER ESTO? 1. El orgullo me impide reconocer que necesito ayuda. Proverbios 18:12 (DHH) dice: “Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad”. ¿Cuá ntos padres no se detendrá n para pedir direcciones? Proverbios 10:8 dice: “El de sabio corazó n
  • 34. acata las ó rdenes, pero el necio y rezongó n va camino al desastre”. Quizá s usted crea que no está listo para dar este paso. Quizá s diga: “No estoy listo para darle el control y cuidado de mi vida a Cristo”. Todo lo que necesita para hacerlo es una gran dosis de dolor. Dios permitirá que lo obtenga para llamar su atenció n. 2. El sentido de culpa me impide dar este paso. Quizá s se avergü ence de pedirle a Dios que lo ayude. El Salmo 40:12 dice: “Muchos males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son má s que los cabellos de mi cabeza, y mi corazó n desfallece”. ¿Se ha sentido así alguna vez? “Me da vergü enza levantar mi mirada. No quiero pedirle ayuda a Dios. ¿Sabe usted cuá ntas veces le he pedido a Dios que me ayude y he hecho promesas y las he roto? Dios, si tan solo me sacaras de esta... Me avergü enza pedirle ayuda a Dios. No sabe todas las cosas malas que he hecho. No podría ir ante Dios y pedirle ayuda”. Si piensa así está equivocado. Totalmente equivocado. No hay pecado que Dios no pueda perdo- nar. Y é l desea ayudarle. No permita que el orgullo o la culpa lo detengan de dar este paso. É l desea perdonar su culpa. 3. El temor por lo que tenga que dejar. Todos los que han estado en Saddleback lo suficiente conocen mi historia favorita: Un muchacho se cayó de un precipicio. A medio camino se agarró de una rama. Se sostuvo por amor a la vida. Habían ciento cincuenta metros hacia abajo y ciento cincuenta metros hacia arriba. El muchacho gritó : “¿Hay ahí alguien que me ayude?” Y escuchó la voz de Dios, “Soy el Señ or, con- fía en mí, sué ltate y te agarraré ”. El muchacho volvió a mirar hacia abajo, a mirar hacia arriba. Y dijo: “¿Habrá alguien má s allá arriba que me pueda ayudar?” Dios es el ú lti- mo recurso. Le da miedo soltarse. Algunos se está n sosteniendo de esa rama y está n diciendo: “No es tan malo. No hay problema, realmente estoy bien”. ¿Sabe lo que es libertad? Libertad es decidir quié n controla nuestra vida. Cuando entregamos nuestra vida al cuidado y control de Cristo, é l nos libera. Jesú s dijo: “Los que pecan son esclavos del pecado, pero si conoces la verdad, la verdad te hará libre”. Cristo dice: “Yo te hago libre”. Bob Dylan acostumbraba decir: “Vas a tener que ser- virle a alguien”. Puede ser a tu propio ego. La verdadera libertad es elegir quié n será su amo. Así que, ¿a qué le teme? ¿De qué se está sosteniendo que piensa: “No puedo soltar esto para entregar mi vida a Dios”? De una relació n, una ambició n, un há bito, un estilo de vida, una posesió n. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” ¿Hay algo que tenga má s valor que su vida? No. Cuando dé este tercer paso, estará entregando todo y nunca se habrá sentido tan bien. Porque é l toma lo que usted le ha entregado y lo cambia, le da un nuevo signi-
  • 35. ficado, un nuevo sentido, una nueva validez, y se lo devuelve en una forma completa- mente nueva. Si ha tenido temor de abrir su vida al cuidado y control de Cristo y de convertir- se en un faná tico, en un loco, o algo así, o de tener que entregar lo que sea, no se pre- ocupe por las cosas específicas que tenga que entregar. Si se concentra en las cosas específicas nunca tomará la gran decisió n, que es el paso a la recuperació n. Simplemente venga a Dios y dígale: “Dios, ni tan siquiera sé lo que quiero entregar, pero sí sé que quiero que mi vida esté bajo tu control, así que Dios, aquí está mi che- que en blanco”. Y dé a Dios un cheque en blanco. Aquí está mi vida. Permita que é l cuide de lo demá s. No se preocupe por eso. 4. La preocupació n. Quizá s sea la preocupació n la que lo detiene de entregar su vida al cuidado y control de Cristo. Confundimos la fase de tomar la decisió n con la fase de la resolució n de problemas. Cuando en 1963 John F. Kennedy anunció pú blica- mente: “Vamos a poner a un hombre en la luna al final de la dé cada”, aquella fue la decisió n. ¿Tenía todos los problemas resueltos cuando tomó esa decisió n? No. Si usted es un buen gerente sabrá que nunca debe confundir tomar decisiones con resol- ver problemas. Si confunde estas cosas, nunca tomará la decisió n. Primero se toma la decisió n y luego se resuelven los problemas. Kennedy dijo: “Vamos a ir a la luna”, luego fue cosa de la NASA resolver los problemas. Cuando comencé la iglesia Saddleback hace trece añ os, solamente é ramos Kay y yo. No teníamos ni dinero, ni miembros, ni edificio. No conocía a nadie en este valle. Dios me había dicho: “Ve al sur de California y comienza esta iglesia”. Yo no dije: “Está bien, Dios, pero primero quiero un gran edificio, por lo menos una carpa, unas siete mil personas con quienes llenarla, y luego lo consideraré ”. No. Cuando comen- cé solo tenía un miembro, mi esposa. Y no le gustó el primer mensaje. Usted toma la decisió n y luego resuelve los problemas. Si espera a que todos los semá foros se pon- gan en verde, nunca irá a ningú n lugar. No puede resolver todos los problemas pri- mero. En primer lugar tomo la decisió n. Entrego mi vida al cuidado y control de Cristo. Tengo dudas, preguntas, temores, preocupaciones. No sé có mo va a salir todo, pero sé que es el paso correcto. Así que, simplemente, lo hago. En diciembre, Kay y yo decidimos mudarnos y comprar una casa. Esa fue una decisió n fá cil. Pero, ¿era todo eso lo que involucraba esa transició n? No. Luego de decidirnos a comprar una casa, tuvimos que financiar la renta de un camió n de mudanzas, cambiar de direcció n y muchas otras cosas má s. Los problemas vienen des- pué s que se toma la decisió n. Hace unos treinta añ os que di este tercer paso y le dije sí a Jesucristo. “No entien-
  • 36. do todo pero si eres verdaderamente real, ven a mi vida. Si puedes darme una mejor vida de la que estoy viviendo en este momento, hazlo”. Abrí mi vida al cuidado y con- trol de Cristo. Aú n hoy, treinta añ os despué s, todavía estoy enviando mi cambio de direcció n, diciendo: “No, ya no hago eso. Ese no soy yo, ese es mi viejo yo”. Todavía estoy haciendo cambios de direcciones. No permita que la preocupació n le moleste y le impida tomar la decisió n. Esta es la cosa má s importante que puedo decir. La vida cristiana es una decisió n seguida de un proceso. Lo mismo ocurre con la recuperació n. Es una decisió n segui- da de un proceso. Hoy estoy hablando ú nicamente de la decisió n. Está bien, hagá - moslo, apropié monos de esto. En Saddleback, tenemos un proceso, el Proceso del Desarrollo de la Vida. Este proceso le ayuda a llegar a ser todo lo que Dios desea que sea. De lo que estamos hablando hoy es simplemente de llegar a la primera base. Durante la Segunda Guerra Mundial nuestros soldados tenían una estrategia defi- nida que usaban cuando iban a atacar en el Pacífico, cerca de los japoneses. Utilizaban la misma estrategia en cada isla y siempre les funcionó . Primero, iban a la isla que habían tomado cautiva y comenzaban a atacarla con bombas, granadas y toda clase de explosivos. A eso se le llamaba el período de ablandamiento. Algunos de ustedes está n en el período de ablandamiento en este momento. Y mientras en su vida está n ocu- rriendo toda clase de explosiones que está n enviando fragmentos a todas partes, usted dice: “Esto no está funcionando”. Luego llega a un punto donde dice: “Sí, necesito algo má s allá de mí mismo”. Está ablandando su orgullo. “Necesito ayuda. Necesito a Dios en mi vida. Hay mucho estré s”. En la segunda fase, los soldados llegaban a la isla y establecían una cabeza de playa, quizá s solamente doscientas yardas a lo largo y doscientas yardas a lo ancho. No querían má s. Solo tener una presencia en la isla. Cuando habían establecido la cabe- za de playa, ¿habían liberado la isla completamente? No. Solamente habían entrado a ella. Desde allí comenzaban a pelear. Algunas veces se movían cien yardas hacia delante y algunas veces eran forzados a retroceder. Otras veces ganaban la batalla y otras veces la perdían. Pero todos sabían que una vez que habían establecido una cabe- za de playa en la isla, la liberació n era inevitable. Era solo cuestió n de tiempo. Y en toda la historia de la Segunda Guerra Mundial una vez que los soldados hubieron ate- rrizado y establecido una cabeza de playa nunca perdieron una isla. Solamente fue cuestió n de tiempo que la isla completa fuera liberada. Cuando usted da este paso, lo que está sucediendo es que Dios ha establecido en su vida una cabeza de playa. La Biblia lo llama conversió n o nacer de nuevo. Eso quie-
  • 37. re decir que Dios instala su presencia en su vida. ¿Significa eso que todo ya es perfec- to? Absolutamente no. Significa que Dios está en su vida, que ha establecido una cabe- za de playa y que el resto de su vida é l lo va a estar liberando poco a poco. Es un pro- ceso. Así que no se preocupe. Solamente confíe en Dios. Quizá s a usted le preocupe que en esta batalla no pueda avanzar o resistir. Dios le dice: “No te preocupes. No es tu trabajo el mantenerte en la batalla. Ese es mi traba- jo”. Deposita toda tu ansiedad en Dios porque é l tiene cuidado de ti. É l dice: “Tengo cuidado de ti. Te sostengo en mi mano”. Cuando mis hijos estaban pequeñ os y cruzá bamos una calle muy transitada, los agarraba fuertemente de sus manos. Y mientras cruzá bamos la calle ellos deseaban, como todo niñ o, salir corriendo. Pero no importaba cuá nto desearan salir corriendo, yo no los dejaba soltarse de mis manos. ¿Por qué ? Porque soy un padre que ama a sus hijos. Hay momentos en su vida cuando toma decisiones: “Dios, yo no creo que quie- ra ser un creyente en este momento. Es un poco difícil mantener mi é tica y puede que me resista y quiera soltarme de tu mano”. Pero una vez que se haya tomado de la mano de Dios, é l tambié n habrá tomado la suya y no la va a soltar. Timoteo dice: “É l es fiel para cuidar lo que le ha confiado hasta aquel día”. Dios dice: “Yo soy el que te toma. No hay por qué temer”. Lo que sea que Dios me pida que haga lo puedo hacer porque é l me capacita para hacerlo. Filipenses 1:6 (DHH) dice: “Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”. 5. La duda. “Quiero creer pero mi fe parece ser muy pequeñ a”. Usted necesita conocer la historia de un hombre en la Biblia llamado Jairo. Jairo vino en una ocasió n a Jesú s y le dijo: “Señ or, sé que puedes sanar a las personas. Mi hija necesita ser sana- da”. Jesú s le respondió : “Si tienes fe, entonces ella sanará ”. Jairo fue muy sincero al responderle. Le dijo: “Señ or, tengo muchas dudas. Quiero creer. Ayú dame con mi incredulidad”. Jesú s le dijo: “Eso es suficiente”. Y sanó a la niñ a. Quizá s usted nece- site decir como Jairo: “Dios, quiero creer que me ayudará s con mi vida. Ayú dame con mi incredulidad”. Eso es suficiente. No tiene que tener una gran fe. La Biblia dice que si tiene una fe tan pequeñ a como una semilla de mostaza, nada será imposible para usted. No es el tamañ o de su fe lo que importa, es el tamañ o de en lo que la deposi- ta, el tamañ o de su Dios. Puede tener una fe gigante, pero aplicarla en algo incorrec- to y no obtener resultados. La fe no es el punto. El punto es en lo que la pone. Un poco de fe en un gran Dios logra grandes resultados. No permita que alguna de estas cosas le impidan dar este paso.
  • 38. He aquí los testimonios de Michelle y Zane Johnson: Zane: Soy un creyente que lucha con la codependencia. Entregar mi vida al cui- dado y voluntad de Dios es un concepto relativamente nuevo para mí. Fue por medio de El Camino a la Recuperació n que Dios me ha mostrado cuan verdaderamente mara- villosa podría ser una relació n con é l. Y debo sustentar esta declaració n con algú n trasfondo de lo que mi vida fue. Crecí en un hogar cristiano. Iba a la iglesia los domingos y los mié rcoles. Aprendí todas las reglas de ser un cristiano pero nunca accedí a la idea de una entrega total de mi vida a Dios. Quería las dos cosas al mismo tiempo. Mis padres tenían que trabajar para salir adelante. Yo, siendo el menor, pasaba gran parte de mi tiempo en la guar- dería. Mi mamá era muy autoritaria y estricta. La ú nica forma en que podía llamar su atenció n era no haciendo bien algú n quehacer o tarea en la casa; eso me metía en serios problemas con ella. Hasta el día de hoy, lucho de vez en cuando con la acepta- ció n y la aprobació n. A medida que crecía, me iba dando cuenta de que podía hacer amigos hacié ndo- los reír. Para ellos, yo era muy gracioso. Con mis cumplidos, siempre estaba tratando de demostrar a los demá s que valía algo. Pero mis esfuerzos no eran suficientes. En mis relaciones trataba de moldear a la persona con la que estaba saliendo hasta que fuera la persona ideal que supliera todas mis necesidades e hiciera mi vida perfecta, y luego viviríamos felices por siempre. Este intento de sanar mi dolor siempre resultó improductivo. Mientras crecía, descubrí que podía cantar. Entonces, de nuevo para llamar la atenció n, empecé a cantar. Pero no fue suficiente. Así que me involucré en el rodeo. Montaba tan violentamente como fuera posible. Durante dos añ os monté toros y esto casi pareció apaciguar mi necesidad de atenció n. Pero ya por entonces quería el paquete completo. Así que me involucré con mis amigos en bares, clubes nocturnos y todos los luga- res prestigiosos que visitan tales personas. Pensaba que seguramente esto sería el arre- glo perfecto. No fue sino hasta la primavera de 1991 que todo cambió en mi vida. Había esta- do asistiendo a Saddleback por algú n tiempo y mi conciencia me estaba diciendo que comenzara de nuevo a involucrarme en la iglesia todos los días. Ese fue el añ o en que mi vida se desmoronó por completo. Una relació n de casi tres añ os de altas y bajas estaba llegando a su final. Me mudé a otro estado para tratar de resucitar esa relació n. Fue casi fatal para mí. Llegué a mi
  • 39. casa muy mal y al final de mis fuerzas. Entonces, y no sino hasta entonces, el Señ or me tuvo exactamente en el punto preciso que necesitaba para sanarme. Un buen amigo que se compadeció de mí me contó sobre el programa Celebremos la Recuperació n en Saddleback. Decidí probar para ver si esto podía ayudarme a salir de toda la miseria donde mis pensamientos me habían llevado. Por medio de este programa he aprendido a revisar mi pasado con sinceridad, y por primera vez evalú o con honestidad mi parte de responsabilidad en el giro que tomaron las cosas. El programa es una herramienta que Dios utilizó para establecerme en una relació n con é l. Por primera vez en mi vida tengo una verdadera relació n con Jesucristo. Lo que he aprendido acerca de mí mismo es que siempre estuve tratando de llenar un profundo vacío en mi corazó n. Estoy consciente de los modelos destructivos que podrían sabotear mi vida y doy gracias al Señ or Jesú s por eso. Sin é l no tengo idea de cuá nto tiempo má s podría haber estado perdido. Cada día, mientras el Señ or me lo permita, entrego mi vida a É l, espiritual, mental y físicamente, pidié ndole que su voluntad sea hecha y no la mía. No todo es un valle de rosas, pero confiadamente puedo decir que mi vida nunca había sido tan completa y abundante como hoy. Michelle: Soy una creyente que está luchando con la codependencia. Mientras crecía, mi vida fue bastante diferente a la de Zane. Crecí en un hogar no funcional que se volvió un hogar alcohó lico. Fui abandonada tanto emocional como físicamente por uno o por ambos de mis padres. Viví con mi mamá y mi padrastro a quien era impo- sible agradar. Intenté todo para ganar su aprobació n, ya fuera con buenas notas o sien- do una buena niñ a, pero nunca fui capaz de hacer lo suficiente para ganar sus halagos. Como mis padres eran alcohó licos, no estaban disponibles emocionalmente para mí. Así que me volqué a mis amigos y novios para obtener la aprobació n que tanto necesitaba. Aprendí a ser una “agrada-personas”. Me encontré a mí misma siendo usada y abusada por la mayoría de mis novios. Y de una forma extrañ a me sentí có moda con eso; merecía ese tipo de trato. Con el tiempo, me involucré en las drogas para adormecer mi tristeza. Todo lo que descubrí fue vacío. Estaba allí tratando de llenar mi vacío con lo que pudiera encontrar, pero Dios tenía un plan diferente para mi vida. Acepté a Jesucristo en mi corazó n en 1990 y el primer añ o recibí una gran sani- dad; sin embargo, todavía estaban operando en mí modelos destructivos antiguos. Me
  • 40. sentía llena de culpa y vergü enza. Seguía buscando relaciones con el mismo tipo de hombres. Mientras menos disponibles estaban emocionalmente má s me atraían. Luego de otra ruptura comencé a pensar que debía haber algo mal en mí que causa- ba esta clase de trato. Dios usó a mis amigos de esta iglesia para traerme a la primera reunió n de Celebremos la Recuperació n. Luché con la idea por mucho tiempo. Pensé : “Estoy en control de mi vida. Tengo una carrera exitosa. Soy una mujer de los noventa y no necesito a nadie”. Relacioné la necesidad con la debilidad. Pero eran las necesidades que no habían sido suplidas en el pasado las que daban inicio a mi propio comporta- miento destructivo. Ahora me doy cuenta de que las necesidades son el combustible para el crecimiento, el camino hacia Dios. Conceptualmente, acepté la idea de que Dios necesitaba estar en control de todos los aspectos de mi vida, pero tenía que aprender a estar dispuesta a soltar mi voluntad y humildemente pedirle que tomara el control. É l ha tomado mi mano y está caminando conmigo a travé s de este programa. De vez en cuando soy tentada a tomar de nuevo el control. Es en ese momento cuan- do me detengo y recuerdo que debo dejar que é l controle mi vida. Honestamente puedo decir que Zane y yo no estaríamos casados hoy si no hubié ramos puesto nues- tros pasados en perspectiva y si no hubié ramos aprendido a entregar nuestra voluntad y vidas a Dios por medio de Celebremos la Recuperació n. Algunos de ustedes quizá s digan: “He intentado esto antes y no funcionó . He intentado dar mi vida a Dios y simplemente no funcionó ”. Mi opinió n de esto es que usted probablemente no entendió completamente lo que todo eso implicaba. Usted estaba involucrado pero no estaba comprometido. Al igual que el kamikaze que fue a treinta y tres misiones. Estaba involucrado pero no estaba comprometido. II. ¿CÓ MO DOY ESTE PASO? ¿Qué significa dar este paso? 1. Acepto al Hijo de Dios como mi Salvador. Necesito ser salvo. Necesito ayuda. Me doy cuenta de que lo necesito en mi vida. “Cree en el Señ or Jesú s y será s salvo”. ¿Qué significa eso? Significa comprometer tanto de mi mismo como entienda en este momento a lo que entienda que es Cristo en este momento. ¿Es eso suficiente? Eso es suficiente.
  • 41. 2. Acepto la Palabra de Dios como mi regla de vida. Desde ahora en adelante tengo un manual por medio del cual voy a vivir mi vida. Graffiti: “Esta vida es una prueba, es solamente una prueba. Si hubiera sido una verdadera vida hubiera recibido un manual de instrucció n para decirle qué hacer y adonde ir”. Afortunadamente, tene- mos un manual de instrucció n. Es la Biblia. Dios dice: “Este es tu modelo por medio del cual evalú as la vida a tu alrededor”. Noticia: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y ú til para enseñ ar la fe, y corregir errores y para volver a iniciar la direcció n en la vida de un hombre, entrená ndolo en una buena vida”. 3. Acepto la voluntad de Dios como mi estrategia, como mi meta en la vida. “Dios, ¿qué quieres que haga?” La primera pregunta que siempre hago es: “Señ or, tú me desper- taste esta mañ ana. Obviamente significa que tienes otro día para mí, un propó sito para mi vida. ¿Qué quieres que haga con eso?” Como David dice, “Me deleito en hacer tu voluntad”. Busco siempre la voluntad de Dios. “Dios, estoy dispuesto a hacer todo, donde sea, cuando sea. Ni tan siquiera tengo que entenderlo pero estoy viviendo mi vida en tus té rminos porque tú me hiciste por una razó n. Tienes un propó sito y quie- ro cumplir ese propó sito para el cual me hiciste”. Y la voluntad de Dios se vuelve la estrategia para mi vida, ya sea que la entienda o no. 4. Acepto el poder de Dios como mi fuerza. Filipenses 4:13 dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Ya no tengo que confiar má s en mi propia energía. Las cosas funcionan mejor cuando está n conectadas. Coné ctese a Dios, no estará tan cansado todo el tiempo. Dios dice: “Te daré mi poder para que seas todo lo que quiero que seas”. Jesú s dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra- ré , y cenaré con é l, y é l conmigo”. Lo que Jesú s está diciendo es: “Estoy a la puerta de tu vida, y estoy tocando y estoy diciendo que quiero entrar en tu vida”. Sin embar- go, é l es un caballero. É l no echa la puerta abajo. El Paso 3 significa abrir la puerta. La llave que abre esa puerta es la disposició n. “La fuerza de voluntad es la disposició n para aceptar el poder de Dios”. Usted no necesita fuerza de voluntad; usted necesita disposició n para aceptar el poder de Dios en su vida, para vivir bajo su control, bajo su sistema. Los pilotos, cuando vuelan sus aviones, siempre vuelan por las Reglas de Vuelo Instrumental (RVI) o por las Reglas de Vuelo Visual (RVV). Cada piloto está volando basá ndose en unas o en otras. Volar con Reglas de Vuelo Instrumental
  • 42. significa que cuando usted está en una ruta de vuelo, debe ir a la torre de control, se somete al con- trol del sistema, pone sus instrumentos bajo el control de la torre y ese es un trato hecho. Usted es controlado por los instrumentos, y es una manera muy segura de volar. Si vuela con las Reglas de Vuelo Visual es como un taxi en el camino. Mira, ve que todo está bien, despega y vuela usando su vista. Esto está bien en tanto usted pueda verlo todo, si hay cielo despejado y no mucho trá fico. Pero un día cualquiera encontrará mal clima. Se perderá en las nubes y en cierto momento tendrá que levan- tar el micró fono y decir: “Necesito cambiarme a las RVI”. Y se somete a los contro- les de ese canal. Todas las aerolíneas vuelan RVI. Todos los profesionales vuelan RVI. Pero muchos novatos vuelan RVV. La Federació n de Aviació n dice que muchos de estos pequeñ os aviones que chocan no se habrían accidentado si cuando se perdieron en las nubes, simplemente hubieran tomado el micró fono y dicho: “Necesito ayuda”. ¿Van ellos a hacer eso? No. ¿Piensa que un piloto va a admitir que está perdido? ¿Va a admitir que necesita ayuda? É l quiere controlarlo a su manera, ser su propio jefe, dictar su propio destino aun si eso significa volar directo hacia una montañ a o contra un á rbol. Hasta este punto en su vida, quizá s usted lo ha hecho bastante bien. Ha venido volando RVV y ha controlado todo, pero es inevitable que en algú n momento de su vida va a tener un tiempo malo. Van a llegar momentos difíciles. Van a llegar esas nubes donde se siente perdido y no sabe qué direcció n seguir. En ese momento, debe levantar el micró fono y conectarse al sistema de Dios. O me entrego al cuidado y con- trol de Cristo o acepto una invitació n al desastre. Es muy importante para usted que permita que alguien má s sepa de su decisió n y de este compromiso. MANTÉ NGASE LIMPIO El Camino a la Recuperació n - Parte 4 R.E.C.U.P.E.R.A Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable. En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que é l tiene el poder para ayudarme en mi recuperació n.
  • 43. Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de Cristo. El CUARTO PASO Un y de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a en quien confío. “Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señ or no toma en cuenta su maldad y en cuyo espí- ritu no hay engañ o”. Salmo 32:1-2 (DHH) I. LA RAZÓ N PARA DAR ESTE PASO 1. La culpa destruye mi ______________________. 2. La culpa dañ a mis _________________________. 3. La culpa me mantiene ______________________. “Nunca tendrá s é xito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confié salos y entré galos y Dios mostrará misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13 (DHH) II. CÓ MO DAR ESTE PASO 1. Hacer un __________________________. “Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señ or”. Lamentaciones 3:40 (NVI) “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazó n; ponme a prueba y sondea mis pen- samientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno”. Salmo 139:23-24 (NVI) 2. Aceptar ______________________________. “El espíritu humano es la lá mpara de Señ or, pues escudriñ a lo má s recó ndito del
  • 44. ser”. Proverbios 20:27 (NVI) “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañ amos a nosotros mismos y no tenemos la verdad”. 1 Juan 1:8 (NVI) 3. Pedir _________________________________. “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. 1 Juan 1:9 (NVI) “Aunque sus pecados sean como el rojo má s vivo, yo los dejaré blancos como la nieve”. Isaías 1:18 (DHH) 4. Admitir mis faltas ___________________________. “Confié sense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sana- dos”. Santiago 5:16 (NVI) ¿A quié n? ¿Qué decir? ¿Cuá ndo? 5. Aceptar el perdó n de Dios y____________________. “Todos han pecado y está n privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redenció n que Cristo Jesú s efectuó ”. Romanos 3:23-24 (NVI) “Ya no hay ninguna condenació n para los que está n unidos a Cristo Jesú s”. Romanos 8:1 (NVI) MANTÉ NGASE LIMPIO El Camino a la Recuperació n – Parte 4 Salmo 32:1-2 Hemos estado estudiando una serie llamada El Camino a la Recuperació n, así como
  • 45. la forma en que usted maneja sus heridas, há bitos y los complejos que está n desorde- nando su vida. Cada semana estudiamos una letra diferente de la palabra R.E.C.U.P.E.R.A. Con ello estamos representando ocho pasos que nos ayudan a no estancarnos en há bitos que nos afectan, en problemas que nos causan dificultades y en recuerdos de los cuales no podemos librarnos. El primer paso de que hablamos es el de la “realidad”: Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable. Me doy cuenta que tengo problemas que no puedo controlar. El segundo paso es el de la “esperanza”: Aunque soy incapaz de controlar todos los problemas y todas las cosas en mi vida, Dios tiene el poder para controlarlos y eso quiere decir que en forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que é l tiene el poder para ayudarme en mi recuperació n. Finalmente hablamos del paso del “compromiso”: No es suficiente saber que tengo problemas ni saber que Dios puede resolverlos, sino que, conscientemente, debo entregá rselos a É l. Debo hacer un compromiso de entregarle mi vida y volun- tad y decir: “Dios, aquí está mi vida, lo bueno, lo malo y lo feo de ella”. Y Dios comienza a tomar esos problemas y comienza a trabajar en ellos. A eso le llamamos el paso del compromiso. PASO 4. LA LIMPIEZA PERSONAL Este paso tiene que ver con limpiar el pasado, deshacerse de la culpa y obtener una clara conciencia, aprendiendo a vivir libre de culpa y de la forma que Dios quie- re que vivamos. Si da este paso conmigo, se sentirá completamente mejor de hoy en adelante. La “U” en R.E.C.U.P.E.R.A. significa: UN AUTOEXAMEN Y CONFESIÓ N DE MIS FALTAS A MÍ MISMO, A DIOS, Y A ALGUIEN EN QUIEN CONFÍ O. ¿Por qué es esto una parte del proceso de recuperació n? Porque la culpa nos mantie- ne estancados en el pasado. Nos aleja del crecimiento, de llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos. Si usted va a aprender có mo disfrutar de la vida realmente, tiene que aprender a soltar la culpa. La verdad es que ninguno de nosotros es perfecto. Todos tenemos pecados, todos hemos cometido errores, por lo que todos tenemos algo de que arrepentirnos. Todos tenemos remordimientos. Todos tenemos cosas que desearíamos haber hecho de una manera diferente, pero no lo hicimos. Y ya el reloj