2. EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperación – Parte 1
“He visto como han actuado, pero los sanaré. Los guiaré y les ayudaré, y conso-
laré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que están cerca y a los que estén lejos”.
Isaías 57:18 (DHH)
¿De qué necesito recuperarme?
Trabajo Extra Glotonería Alcohol/Drogas
Temor/Ansiedad Heridas Mentir
Amargura Culpa Ira/Furia
Divorcio Abuso Adicciones Sexuales
Inseguridad Perfeccionismo Hipocondría
Relaciones Retrasos Codependencia
Juego Gasto Excesivo Necesidad de control
EL PRIMER PASO PARA LA RECUPERACIÓN:
Reconozco que __________________; admito que soy incapaz de controlar mi
tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
“No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero,
en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí”.
Romanos 7:15-17 (NVI)
I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: __________________________.
Cómo “jugamos” a ser Dios:
Negando nuestros ________________ y tratando de ___________ todo por
razones egoístas.
3. • Nuestra imagen
• Otras personas
• Nuestros problemas
• Nuestro dolor
II. LAS CONSECUENCIAS
____________________.
(Adán) “Tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”.
Génesis 3:10 (NVI)
____________________.
“Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal
... pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley
del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo”. Romanos
7:21,23 (NVI)
________________________.
“Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu
mano pesaba sobre mí. Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije:
«Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi peca-
do”. Salmos 32:4-5 (NVI)
________________________.
“Nunca tendrás éxito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y
renuncia a ellos; entonces Dios mostrará su misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13
(DHH)
4. III. LA CURA: ________________________________.
Admitir que no soy Dios significa que sé que soy:
Incapaz de cambiar
Incapaz de controlar
Incapaz de enfrentar
Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.
Santiago 4:6 (NVI)
GRACIA ES: ________________________________.
5. EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperación - Parte 1
Isaías 57:18
Un padre de familia estaba tratando de dormir su siesta un domingo por la tarde
en la sala de su casa, mientras su pequeño hijo lo molestaba continuamente diciéndole:
“Papi, estoy aburrido”. Tratando de buscar la forma de entretenerlo, su padre tomó
de un periódico una foto del mundo, la cortó en casi cincuenta pedazos y le dijo:
“Hijo, este es un rompecabezas. Quiero que lo armes”. Luego se acostó para termi-
nar su siesta, pensando que por lo menos dormiría de una hora y media a dos. Habían
pasado apenas quince minutos cuando su hijo lo despertó diciendo: “Papi, ya terminé.
Ya está armado”. El padre sabía que su hijo no conocía todas las posiciones de los país-
es y cosas como esas, por lo que era imposible que lo hubiera terminado tan pronto,
así que le preguntó: “¿Cómo lo hiciste?” El niño contestó: “Papá, había una foto de
una persona en el reverso de la página de ese periódico y cuando terminé de armar esa
persona el mundo quedó arreglado”.
Hoy estamos comenzando una nueva serie a la que hemos llamado el Camino a la
Recuperación, y esperamos que la misma obre grandemente en su persona. Es sorpren-
derte cómo el mundo se ve mejor cuando su persona es puesta en orden en la forma
correcta. En esta serie hablaremos de cómo manejar y vencer las heridas de su vida,
los hábitos que están destruyendo su vida y los complejos que han causado dolor en
ella. Heridas, hábitos y complejos.
El versículo que hemos elegido como base para este paso de nuestra
serie “El Camino a la Recuperación” es Isaías 57:18 (DHH), donde Dios
dice: “He visto como han actuado, pero los sanaré. Los guiaré y les
ayudaré, y consolaré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que
están cerca y a los que estén lejos”.
Esta es una gran promesa de Dios. Note que hay cinco partes en la recuperación
que Dios desea hacer en su vida.
Primero, si usted ha sido herido, Dios dice: “Quiero sanarte”.
Si está confundido: “Quiero guiarte”.
6. Si alguna vez se ha sentido sin ayuda para cambiar algo: “Deseo ayudarte a cam-
biar eso”.
Si alguna vez ha sentido que nadie entiende su problema: “Quiero consolarte.”
Si se siente ansioso, preocupado y temeroso: “Quiero ofrecerte paz”.
El hecho es que la vida es dura. Vivimos en un mundo imperfecto. Somos daña-
dos por otros, herimos a otros y nos herimos a nosotros mismos. La Biblia dice que
todos hemos pecado. Eso significa que ninguno de nosotros es perfecto, todos nos
hemos equivocado, todos hemos cometido errores. Nos dañamos y dañamos a otros.
Esta serie es para todos. Todos necesitamos recuperación, a menos que alguien
haya vivido una vida perfecta. Pero si no ha sido así, si no ha vivido una vida perfec-
ta, si ha sido herido, si ha tenido un complejo o hábito del que le gustaría deshacerse,
necesita recuperación.
¿DE QUÉ NECESITA RECUPERARSE?
La buena noticia es que sin importar el problema del cual necesite recuperarse, ya
sea emocional, financiero, relacional, espiritual, sexual o de otro tipo, los pasos para
recuperarse son siempre los mismos. Estos no varían.
Los principios para la recuperación se encuentran en la Biblia. Esta es el manual
original para la recuperación. En 1935 un par de muchachos formularon, basados en
las Escrituras, los que hoy se conocen como los doce pasos clásicos de los Alcohólicos
Anónimos, una guía que también usan cientos de otros grupos de recuperación. En
los Estados Unidos, veinte millones de personas están en un grupo de recuperación
cada semana y hay quinientos mil diferentes grupos de recuperación. La base de
todos ellos es la Palabra de Dios.
He resumido estos principios en torno a la palabra “R.E.C.U.P.E.R.A”.
Estudiaremos una letra cada semana y miraremos los ocho pasos resumidos en el
camino a la recuperación.
7. EL PRIMER PASO: La “R” en RECUPERA significa RECONOCER.
Reconozco que no soy Dios. Admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
¿Se queda despierto hasta tarde cuando sabe que necesita dormir?
¿Come o bebe más calorías de las que su cuerpo necesita?
¿Siente que debe hacer ejercicios pero no los hace?
¿Conoce lo que es correcto pero no lo hace?
¿Sabe que algo está malo pero de todas formas lo hace?
¿Se ha dado cuenta alguna vez de que no debe ser egoísta pero
de todas maneras lo es?
¿Ha intentado alguna vez controlar a alguien o algo y se ha dado
cuenta de que usted mismo era incontrolable?
Si su respuesta es “sí” a cualquiera de estas preguntas, bienvenido a la raza
humana. Todos necesitamos recuperación.
I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: MI NATURALEZA PECAMINOSA
La Biblia tiene una forma de expresar esto. En ella se le llama a esta tendencia
nuestra “naturaleza pecaminosa”. La naturaleza de pecado nos lleva tanto a usted como
a mí a toda clase de problemas. Hago cosas que no son buenas para mí, las hago aun
cuando son auto destructivas. Sin embargo, no hago las cosas que son buenas para mí.
Respondo de la manera incorrecta cuando soy herido y con esto solo consigo aumen-
tar el daño, en lugar de disminuirlo. Reacciono de la manera incorrecta con las per-
sonas. Las trato de la manera equivocada y luego, cuando me doy cuenta de que esa
actitud no va a funcionar, esto me afecta a mí. Intento resolver problemas y a menudo,
cuando creo que los he arreglado, compruebo que se vuelven peor de lo que estaban
antes.
Proverbios 14:12 (NVI) dice: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos,
pero que acaban por ser caminos de muerte”.
Usted siempre va a tener esa naturaleza pecaminosa, ese deseo de hacer lo malo.
Este permanecerá siempre con usted hasta que llegue al cielo. Y aun cuando sea cris-
tiano, todavía tendrá deseos que lo empujen hacia el mal. Pablo entendió esto. En
8. Romanos 7:15 él dijo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino
lo que aborrezco”.
¿Le suenan familiares estas palabras? “Termino haciendo lo que no quiero hacer
y termino no haciendo lo que quiero hacer”.
El primer paso para la recuperación es que usted entienda la causa de este prob-
lema. ¿Por qué sucede esto en mi vida? Primero, necesita entender la causa del prob-
lema, luego las consecuencias y más tarde la cura para el mismo.
¿Cuál es la causa de mi problema? La causa de todos sus problemas es esta:
“Quiero ser Dios”. ¿Le gustaría decidir lo que es bueno y lo que es malo? Usted dice:
“No quiero que nadie me diga lo que es bueno y lo que es malo; quiero decidirlo por
mí mismo. Quiero hacer lo que quiera, quiero hacer mis propias reglas. Quiero ser el
centro del universo. Quiero ser mi propio jefe, vivir a mi manera, si me siento bien
haciendo algo, pues, adelante. No quiero que nadie me diga qué hacer con mi vida”.
Eso se llama jugar a ser Dios. Lo que en realidad está diciendo es: “Quiero contro-
lar”. Y mientras más inseguro sea usted, más empeñado estará en controlar. Mientas
más inseguro sea, más desea controlarse a sí mismo, controlar a otras personas, con-
trolar su ambiente. A eso se le llama querer jugar a ser Dios.
Este es el problema más antiguo del hombre. Aun Adán y Eva lo tuvieron. Dios
los puso en el paraíso y ellos trataron de controlarlo. Dios dijo: “Pueden hacer todo
lo que quieran en todo este paraíso excepto una sola cosa: No coman de este árbol”.
¿Y qué hicieron ellos? Fueron directamente hacia ese árbol, que era lo único en el
Paraíso a lo que Dios le había puesto límites. Satanás dijo: “Coman esta manzana (o
lo que haya sido) y sean dioses”. Ese ha sido el problema desde el principio. Querer
ser Dios. Querer tomar las decisiones uno mismo. Querer vivir nuestra propia vida.
Queremos estar en control. ¿Cómo jugamos a ser Dios? Negando nuestra
humanidad y tratando de controlar todo por razones egoístas. Queremos estar en el
centro de nuestro universo. El control es el asunto real. Queremos estar en control y
tratamos de controlarnos a nosotros mismos, a otras personas, a todo lo que está a
nuestro alrededor.
9. ¿CÓMO JUGAMOS A SER DIOS?
Tratamos de controlar nuestra imagen. Deseamos controlar lo que otros piensan de
nosotros. No queremos que otras personas conozcan realmente cómo somos.
Jugamos, usamos máscaras, pretendemos ser otros, somos falsos, queremos que la
gente vea ciertos aspectos nuestros y escondemos lo que no queremos mostrar, y nega-
mos nuestras debilidades y nuestros sentimientos. (“No estoy molesto, no estoy dis-
gustado, no estoy preocupado, no estoy asustado”.) No queremos que las personas
vean nuestro verdadero yo. ¿Por qué tengo miedo de decirle quien soy? Ese es el título de
un libro. La respuesta es: Si le digo quien soy realmente y no le gusta, eso es malo para
mí, porque soy todo lo que tengo. Es por esto que tratamos de esconder y controlar
nuestra imagen.
Tratamos de controlar a otras personas. Los padres tratan de controlar a sus hijos; los
hijos tratan de controlar a sus padres. Las esposas tratan de controlar a sus esposos;
los esposos tratan de controlar a sus esposas. Las personas tratan de controlar a otras
personas. Hay reglamentos en su lugar de trabajo. Los países tratan de controlar a
otros países. Usamos muchas estrategias para manipularnos unos a otros. Usamos la
culpa para controlar, usamos el temor, usamos la alabanza. Algunos de ustedes usan el
látigo del silencio, del enojo y e la ira para controlar. Tratamos de controlar a las per-
sonas.
Tratamos de controlar los problemas, nuestros problemas. Somos buenos para esto.
Usamos frases como: “Lo puedo manejar, realmente no es un problema”. Eso es tratar
de jugar a ser Dios. “Puedo manejarlo, estoy bien. Realmente estoy bien”. Queremos
estar en control: no necesitamos ayuda y realmente no necesitamos consejo. Tratamos
de controlar nuestros problemas: “Puedo dejarlo en cualquier momento. Lo haré a mi
manera”. Pero mientras más trate de arreglar su problema por sí mismo, peor será.
Tratamos de controlar nuestro dolor. ¿Ha pensado alguna vez cuánto tiempo des-
perdicia huyendo del dolor? Tratamos de evitarlo, negarlo, reducirlo, posponerlo y de
escapar de él. Y tratamos de hacer esto de diferentes maneras. Algunas veces tratamos
de evitarlo comiendo o dejando de comer. Tratamos de posponerlo bebiendo, fuman-
do, consumiendo drogas, o involucrándonos en una y otra relación. “Esta relación es
lo que verdaderamente necesitaba para sentirme completo y realizado”... y entonces
10. iniciamos esa relación. “Oh, me equivoqué, no era lo que pensaba”... y terminamos
la relación. Y así continuamos una relación tras otra. O desarrollamos algún tipo de
hábito compulsivo para tratar de controlar el dolor. O nos volvemos abusivos y nos
enojamos con otras personas o nos volvemos críticos o prejuiciosos para esconder el
dolor. O nos deprimimos. Hay muchas, muchas formas de tratar de controlar nuestro
dolor.
El dolor viene cuando nos damos cuenta, en nuestros tiempos a solas, que nos
somos Dios y que no podemos controlar nada, y eso nos atemoriza. (Recuerdo que
Chevy Chase solía aparecer en el programa televisivo en vivo Sábado por la Noche,
diciendo: “Hola, soy Chevy Chase, y usted no”. Y entonces solamente me imagino a
Dios diciendo: “Hola, soy Dios y tu no”.)
Ese es el primer paso hacia la recuperación. Usted no va a mejorar por usted
mismo, reconózcalo. No lo niegue.
¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE JUGAR A SER DIOS?
He aquí cuatro problemas que siempre aparecen cuando tratamos de jugar a ser
Dios:
1. Temor. Cuando trato de controlar todo, me atemorizo. Adán dijo: “Tuve miedo
porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Nos atemoriza el que alguien descubra
quiénes somos realmente, que somos falsos, farsantes, que realmente no tenemos el
control, que no somos perfectos. Es por eso que no permitimos que nadie se acerque
realmente a nosotros, porque descubrirán que interiormente estamos asustados. Y
debido a que disfrazamos esto y pretendemos que no es real, llenamos nuestras vidas
con temor, asustados de que alguien nos vaya a rechazar, de que no nos amen, o de
que no les seamos simpáticos porque no saben realmente lo que somos. “Solo les
gusta una imagen de mí. Si supieran realmente como soy, no les gustaría”. Así que nos
resentimos y nos llenamos de temor cuando tratamos de jugar a ser Dios.
2. Frustración. Es frustrante tratar de ser el gerente general del universo. Me
gusta llevar a mis hijos a un restaurante y jugar con el juego del mazo, ese que tiene
esas cosas que salen y que se golpean. En el momento en que usted golpea una, sale
11. otra. Es un juego frustrante para mí, porque cada vez que trato de golpear una, otra
se levanta; y golpeo esa y aparece otra. Así es la vida. Terminamos con una compul-
sión y otra sale a flote. Terminamos con un problema y otro aparece. Terminamos con
una relación conflictiva y viene la siguiente. Es tan frustrante porque no podemos
terminar al mismo tiempo con todas. Caminamos pretendiendo ser Dios: “Soy
poderoso, puedo manejarlo”. Si somos tan poderosos, ¿por qué simplemente no ter-
minamos con todo? No podemos, y eso nos frustra.
3. Fatiga. Jugar a ser Dios cansa. Tratar de controlar todo, pretender que todo está
bien, negar algo, consume mucha energía. En el Salmo 32, David dice: “Mi fuerza
se fue debilitando como al calor del verano ... Pero te confesé mi pecado, y no te
oculté mi maldad”. La mayoría de las personas tratan de esconder su dolor y huyen
de él manteniéndose ocupadas. Piensan: “No me gusta cómo me siento cuando me
deprimo. No me gusta lo que viene a mi mente cuando pongo mi cabeza sobre mi
almohada, y no me gustan esos sentimientos y lo que escucho, por lo que me man-
tengo ocupado”. Huimos del dolor al estar constantemente en un ir y venir.
Trabajamos hasta el cansancio. O nos involucramos en algún pasatiempo o algún
deporte hasta que se vuelve algo compulsivo, y permanecemos en el campo de golf,
en la cancha de tenis, o en cualquier otro lugar todo el tiempo. Incluso podemos
involucrarnos en actividades religiosas, podemos tratar de esconder nuestro dolor tra-
bajando de forma febril en las actividades de la iglesia. Esperamos que cuando nos
acostemos y pongamos la cabeza sobre la almohada, estemos tan fatigados que
dormiremos y no tendremos que escuchar nuestro dolor.
Si está en un estado constante de fatiga, siempre agotado, pregúntese: “¿De qué
dolor estoy huyendo? ¿Qué problema no quiero afrontar que me motiva y me con-
duce a trabajar y trabajar para estar en este estado constante de fatiga?”
4. Fracaso. Cuando trata de jugar a ser Dios, la descripción que hace Proverbios
28:13 (DHH) es una garantía de dónde terminará: “Nunca tendrás éxito en la vida si
tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y renuncia a ellos. Entonces Dios
mostrará su misericordia sobre ti”. Necesitamos ser honestos y aceptar nuestras debili-
dades, faltas y fracasos.
En Saddleback nos hemos comprometido desde el principio a ser un lugar seguro
12. donde la gente, gente real, pueda hablar acerca de sus problemas reales, heridas reales,
complejos reales y hábitos reales, sin temor a la crítica. Somos una familia de com-
pañeros en la lucha. No hay ninguna persona que tenga todo bajo control. Todos
somos débiles en diferentes áreas y nos necesitamos unos a otros. Y nos necesitamos
porque nos volvemos espejos para revelar las heridas unos a otros y ayudarnos mutua-
mente. Muchas veces otros ven cosas que yo no veo y viceversa. Hemos desarrollado
una atmósfera confiable. Por cierto, tenemos una reunión los viernes por la noche lla-
mada Celebremos la Recuperación. En ese grupo tenemos personas con toda clase de
situaciones, problemas y heridas con los que han estado luchando, y en los que están
trabajando con los pasos que aquí señalamos.
Para ayudarle a ser más honesto con usted mismo y con Dios, planeo compartir-
le historias personales, testimonios de gente real que experimenta heridas reales en la
familia de nuestra iglesia. Hemos pedido a Mary Pritchard y a Dan Denton que com-
partan sus experiencias. Ambas son diferentes y se refieren a problemas muy distin-
tos, pero han contado con el mismo proceso para la recuperación.
Mary: Soy una codependiente en recuperación. Soy la hija mayor de cinco her-
manos y diría que tuvimos una niñez muy normal. No hubo abuso de drogas ni de
alcohol en mi familia, aunque no era perfecta. Teníamos un problema de comuni-
cación. Mi mamá abusaba verbal y emocionalmente de mí. Me gritaba y decía cosas
que me destruyeron absolutamente y me hacían sentir sin valor. Tenía mucho miedo
de su enojo. Me decía a mí misma: “Mamá, haré cualquier cosa para que estés feliz y
así no te enojes conmigo”.
Así que empecé a decirle a mis padres lo que pensaba que ellos deseaban escuchar.
Comencé a ser lo que pensaba que ellos deseaban que yo fuera. Me volví muy plásti-
ca. Ese fue el inicio de mi codependencia. Llevé ese mismo estilo de comunicación a
mi matrimonio y en los primeros seis meses abusé verbal y emocionalmente de mi
esposo. Como él no reaccionaba pensé: “Puedo arreglar esta situación”. Decidí que
abandonaría todo y no lo confrontaría en nada. Eso me enfermó, así que decidí:
“Olvida esto, sigue en tus cosas”, lo cual hice.
Soy enfermera en la Marina y tuve la oportunidad de asistir en calidad de profe-
sional visitante al programa de Conciencia Alcohólica en el Hospital Naval en Long
13. Beach. Mientras estaba allí, aprendiendo acerca de la enfermedad del alcoholismo, la
cual por supuesto no tenía, reconocí que en mí había algo terrible, algo terriblemente
malo. El sentimiento de falta de valor me abrumó. Sabía que la gente se iba a dar
cuenta de mi verdadero yo, y me odiarían y querrían saber nada sobre mí. Sabía que
si me quedaba allí sin pedir ayuda nunca encontraría la respuesta a mi problema. Así
que pedí quedarme como paciente y me permitieron hacerlo. Mi esposo me acom-
pañó en las sesiones de terapia que tuve allí. Cuando los consejeros comenzaron a pre-
guntar acerca de mi vida, les dije: “Oh, todo está bien. Tengo todo bajo control. Es él
quien tiene el problema”. Como la negación de mi responsabilidad en nuestras difi-
cultades era tan fuerte, tuvieron que dejarme ir. No pudieron ayudarnos. Y volví a mi
vida anterior pensando: “Esto es un mal sueño”. Lo puse a un lado y comencé a tra-
bajar arduamente otra vez.
Estaba muy ocupada. Salí embarazada por segunda vez y con gemelos. Seis meses
después de que los niños nacieron me volví profundamente depresiva y con tenden-
cias suicidas. Estaba trabajando a tiempo completo fuera de casa, criando tres hijos, y
amamantando a los gemelos. Por supuesto, no le conté a mi esposo cómo me sentía,
no nos estábamos comunicando mucho. Pero tuve el buen juicio de contarle a mi pas-
tor que estaba pensando en quitarme la vida. Él dijo: “Me gustaría sugerirle que hable
con un terapeuta.” Pensé que no valía la pena gastar el dinero en un terapeuta, pero
finalmente fui a verlo. Me sentía tan miserable y tenía tanto dolor que estaba dispuesta
a hacer cualquier cosa que pudiera ayudarme. Me parecía que no valía mucho para
este mundo.
Así que fui y ya no pude negar la verdad de mi vida. Le conté a la terapeuta acer-
ca de todo mi dolor y lo miserable que me sentía por lo que estaba haciendo, ella
reconoció esa verdad. Me amó y aceptó, y comenzó a enseñarme cómo tratar efecti-
vamente con mi vida y mis problemas. Estoy realmente agradecida por ella. Dios
comenzó a traer a otras persona a mi vida para mostrarme que ellas tampoco eran per-
fectas. Estaban asistiendo a una reunión llamada Doce Pasos donde recibían ayuda para
enfrentar sus vidas. Pensé: “Lo intentaré, porque obviamente no he podido arreglar
mi vida”. Así que comencé a asistir a las reuniones de Doce Pasos. Conocí a otras per-
sonas que reconocían que tampoco estaban en control de sus vidas y se veían felices y
gozosas. Me quedé. He tenido la oportunidad de participar en Celebremos la
Recuperación y quiero que sepan que es un lugar maravilloso. Hay gente sana aquí. Es
algo seguro y espero que se una a mí. Aquí todos nos estamos convirtiendo en per-
sonas gozosas y libres.
14. Dan: Mi nombre es Dan y soy un adicto. Esta es la cara de la adicción. También
soy esposo, el mejor amigo de mi esposa, padre y padrastro. Soy un hijo y hermano
amoroso. Fui a la universidad y me gradué en la escuela de leyes. Tengo mi propio
negocio. Hoy lo más importante acerca de mí que usted debe conocer es que por la
gracia de Dios soy un adicto recuperado.
La historia que compartiré con ustedes es sencilla y real. En realidad es tan sim-
ple que podrá parecer aburrida. Cuando tenía doce años fumé mi primer cigarro, lo
hice en un búnker tras el tercer hoyo en el campo de golf El Dorado en Long Beach.
Cuando estaba en séptimo grado, asistí a una actividad llamada el “Día de Walter B.
Hill” que se celebraba en la escuela Walter B. Hill. Tres de mis amigos dijeron:
“Tenemos algunas cervezas”. Ese día me tomé mi primera cerveza. Me gustó. Me hizo
libre. Fue divertido. Me relajé y me hizo ser gracioso. Y le caía bien a la gente. Así que
comencé a emborracharme todas las semanas con los muchachos para estar alegre, en
al onda y sentirme bien. Aumenté el consumo de martinis y luego pasé a la marihua-
na y a las drogas más fuertes.
Hace dieciséis meses, mi esposa y yo fuimos a nuestro lugar favorito a cierta hora
del día donde las bebidas son más baratas. Nos peleamos. ¡Qué sorpresa! Cuando llega-
mos a casa, me miró a los ojos y me dijo: “Amas al alcohol y las drogas más que a mí”.
Era la verdad. Tengo que decirles que aquello era mi religión. Dije: “Soy un alco-
hólico, tengo que cambiar”. Mi esposa me dejó y no cambié. Lo que sí hice fue llamar
a un amigo y salir a embriagarnos. Eso fue lo que hice. Me embriagué durante las
siguientes tres semanas. Un sábado a las tres de la mañana, el día en que mi hijo de
doce años se iba a bautizar, estaba sentado solo, desnudo, con todas las botellas de
cerveza y las cajetillas de cigarros vacías a mi alrededor, abriendo un paquete de cocaí-
na para matarme. Miré a mi alrededor y me dije: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué
paso con mis sueños? ¿Quién se los robó?”
En ese momento admití mi incapacidad. Había conducido mi vida completa-
mente mal. Intenté orar. Sentí que alguien me decía: “Nadie escucha tu clamor”.
Estaba completamente aislado, pero algo me seguía diciendo: “Necesitas buscar
ayuda”. Corrí al teléfono y llamé a mi hermana, un miembro de esta iglesia, y a su
querido y dulce esposo. Pasaron el resto del día asegurándose de que tuviera la ayuda
que necesitaba, y esa ayuda la encontré y la sigo encontrando en los Doce Pasos. El viaje
15. de los Doce Pasos comenzó en derrota pero terminó en victoria, porque en quince
meses di los Doce Pasos y ellos me guiaron a los pies de la cruz. Cuando llegué estaba
vacío. Pero él estaba esperando por mí y me dijo: “Bienvenido a Casa. Bienvenido a
Casa. Tenemos que trabajar”.
Hoy mi vida es muy bendecida. Tengo mucho trabajo pero el gozo mayor que
tengo es que soy miembro de la Iglesia Comunidad del Valle de Saddleback. Fui bau-
tizado aquí por el pastor Tom y él me cuenta que funcionó. También tengo el privile-
gio de ser líder de un grupo pequeño en Celebremos la Recuperación, con el que nos
reunimos cada viernes por la noche. Si usted es esa persona que necesita escuchar más
de lo que estoy diciendo, venga y acompáñenos. Celebraremos nuestra recuperación.
¿Cómo reacciona a historias como esa? He aquí dos formas en las que no
debemos reaccionar:
“Mi problemas no es tan malo”. Eso se llama negación. ¿Qué tan mal tiene que lle-
gar a estar antes de admitir que necesita ayuda? ¿Qué tan doloroso tiene que llegar a
ser ese daño, esa relación, ese dolor, ese problema, esa memoria antes que admita que
necesita ayuda? Desdichadamente debido al comportamiento humano, a nuestra natu-
raleza, postergamos el proceso de cambio hasta que nuestro dolor se vuelve más
grande que el temor de cambiar. No cambiamos cuando vemos la luz. Cambiamos
cuando sentimos el calor y el matrimonio comienza a destruirse o los niños comien-
zas a irse por malos caminos, o cuando recibe esa llama telefónica en medio de la
noche. Ahórrese ese dolor, comience pronto su recuperación. Un hombre dijo: “A mí
me sucedió cuando el ácido de mi dolor finalmente atravesó la pared de mi negación”.
Dios nos susurra en nuestros placeres, pero nos grita en nuestro dolor. El dolor es el
megáfono de Dios. Permite que eso lo mueva a buscar ayuda, a enfrentar el hecho que
ha estado ignorando por diez, veinte, quizás treinta años. ¿Cuál es el nivel de su dolor?
Es una luz de advertencia para usted. Escúchelo.
2. “Está bien, pero yo puedo resolver mis problemas; esta serie de recuperación es para otro,
no para mí”. Eso también se llama negación. A menos que haya tenido una vida per-
fecta, hay algunas cosas con las que necesita tratar. Usted dice: “Puedo manejar mi
16. problema, puedo cuidar de eso”. El hecho es que si usted pudiera manejarlo, lo
hubiera hecho, pero usted no puede, por lo tanto no lo hará. Si hubiera podido con-
trolar ese problema, no sería un problema, no lo tuviera con usted hoy. Pero no
puede, y no podrá. Esta negación es tan antigua como Adán y Eva. Ellos tenían un
problema. Huyeron y se escondieron tras el arbusto. Dios los había hecho y Dios
había hecho los arbustos y ahora se estaban escondiendo de Dios. Así de ilógico.
Algunas veces le pregunto a las personas: “¿Le ha contado a Dios acerca de su herida,
su hábito o su complejo?” Ellas contestan: “Ah, no, no quisiera que supiera de eso”.
No puede mejorar hasta que confiese, afronte sus faltas y admita: “Soy incapaz”.
III. LA CURA
El primer paso en el camino a la recuperación es admitir mi incapacidad. La Biblia
dice que al hacerlo encontramos fortaleza. Esta no es una idea popular en la cultura
americana de autosuficiencia, la cual dice: “Levántese por sí mismo, no dependa de
nadie más, usted solo puede”. Y lo convierte en una especie de Llanero Solitario. Pero
admitir la incapacidad es el primer paso esencial para iniciar la recuperación.
Reconozca que es incapaz de hacerlo por usted mismo. Necesita a otras personas y
necesita a Dios.
Admitir que no soy Dios significa que reconozco tres hechos importantes de la
vida. La madurez viene cuando:
1. Reconozco que soy incapaz de cambiar mi pasado. Duele, todavía lo recuerdo,
pero todo el resentimiento del mundo no va a cambiar esa realidad. Soy incapaz de
cambiar mi pasado.
2. Reconozco que soy incapaz de controlar a otras personas. Trato, me gusta
manipularlos, utilizo toda clase de pequeños trucos, pero no funciona. Soy respon-
sable de mis acciones, no de las de otros. No puedo controlar a otras personas.
3. Reconozco que soy incapaz de hacer frente a mis hábitos, comportamientos y
acciones dañinas. Las buenas intenciones no son suficiente. Cuantas veces lo ha inten-
tado, ha fracasado. La fuerza de voluntad no es suficiente. Necesitamos algo más que
fuerza de voluntad. Necesitamos a Dios, porque él nos hizo para necesitarle.
17. Santiago 4:6 (NVI) dice: “Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los
humildes”. Gracia es el poder para cambiar. Gracia es el poder que Dios nos da para
hacer en nuestra vida los cambios que queremos hacer y que él desea que hagamos. Y
para recuperarnos de las heridas, complejos y problemas en nuestra vida, necesitamos
la gracia de Dios. ¿Cómo la obtenemos? Solamente de una forma. Él se la da al
humilde.
Permítame preguntarle, ¿qué aspectos de su vida necesitan cambiar? ¿Qué heri-
da, complejo o hábito ha estado tratando de ignorar? Para muchos este paso será el
más difícil, reconocer que sus vidas necesitan cambios. Me alegra que sea el número
uno, porque cuando haya dado este paso, habrá vencido la mayor dificultad y admi-
tirá: “Tengo un problema, tengo una necesidad, tengo una herida”. Para muchos
puede parecer difícil y humillante reconocer esto, decir:“No soy Dios y no tengo
tanto control como me gustaría que todos pensaran. No tengo el control de nada”.
Pero si le dice eso a los demás, no se van a sorprender, porque lo saben. Dios lo sabe,
usted lo sabe, solamente necesita admitirlo. Esto significa ser honesto y afrontar un
problema que ha querido ignorar por mucho tiempo. Acompáñeme estas ocho sema-
nas en este camino a la libertad, en el Camino a la Recuperación.
18. DÓNDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO
El Camino a la Recuperación – Parte 2
R.E.C.U.P.E.R.A
Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
EL SEGUNDO PASO
En forma sincera creo que Dios _____________, que le _____________, y que él
tiene el ______________ para ayudarme en mi recuperación.
“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca
a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan”. Hebreos
11:6 (NVI)
Tres partes
I. Reconocer la _____________ de Dios.
“Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir,
su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él
creó”.
Romanos 1:20 (NVI)
“Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’”. Salmo 14.1 (NVI)
II. Entender el _______________ de Dios.
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”. Colosenses
1:15 (NVI)
19. Dios ____________ todo acerca de mi situación.
“Tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma”. Salmo 31:7 (NVI)
“Tú sabes lo insensato que he sido”. Salmo 69:5 (NVI)
Dios _______________ por mi situación.
“Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus
hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro”. Salmo 103:13-14
(NVI)
“Se me apareció el Señor y me dijo: ‘Con amor eterno te he amado’”. Jeremías
31:3 (NVI)
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éra-
mos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)
Dios puede ____________ mi vida y mi situación.
“Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan ... cuán
incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la
fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los
muertos”. Efesios 1:18-20 (NVI)
“Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”. Lucas 18:27 (DHH)
III. Aceptar _______________ de Dios para ayudarme.
“Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cum-
pla su buena voluntad”. Filipenses 2:13 (NVI)
“El espíritu que Dios nos da ... nos llena con poder, amor y dominio propio”.
2 Timoteo 1:7 (DHH)
20. Cómo conectarse al poder de Dios: ____________ y ___________.
“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubri-
rán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas”.
Isaías 43:2 (NVI)
21. DÓNDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO
El Camino a la Recuperación – Parte 2
Hebreos 11:6
Puede que algunos de ustedes no se haya percatado de que cuando el lunes de esta
semana llovió torrencialmente, hubo una parte del lago Forest que se desbordó. Glenn
vive en una de esas áreas. El condado de Orange envió a un reportero a ese lugar, el
cual encontró a Joann, la esposa de Glenn, sentada en el techo de su casa mientras las
cosas flotaban a su alrededor. El reportero se subió al techo y pudo ver un caballo y un
automóvil que flotaban. Luego de unos minutos, él vio un sombrero que flotaba tam-
bién. Observándolo mejor, se fijó que el sombrero se movía en una extensión de vein-
te pies alrededor de la casa en una forma que parecía un movimiento premeditado.
Después de observar al sombrero en ese extraño ir y venir por unas siete u ocho veces,
le preguntó a Joann: “¿Tiene usted alguna idea de lo que ocurre con ese sombrero?” A
lo que ella contestó: “Ese es Glenn, el loco de mi esposo. Dijo que hoy iba a cortar el
césped pasara lo que pasara”.
El problema que tenemos hoy es que muchos de nosotros todavía estamos preo-
cupados por cortar el césped mientras la casa está flotando.
Ya hemos dicho que todos necesitamos pasar por el proceso de recuperación por-
que ninguno de nosotros es perfecto. El mundo es imperfecto. Todos hemos sido
dañados, todos tenemos complejos, todos tenemos hábitos que nos gustaría que desa-
parecieran. Todos necesitamos pasar por el proceso de recuperación. Sin importar el
problema, la herida, el complejo o el hábito, los pasos que hay que dar son los mis-
mos.
También dijimos que la raíz que causa todo esto es nuestro deseo de controlar las
cosas. Mientras más inseguros somos, más queremos controlar las cosas. Queremos
controlar nuestras vidas, las vidas de los demás, el ambiente en que otras personas
viven; en una palabra, queremos ser Dios. Queremos ser el centro de nuestro univer-
so. Pero cuando tratamos de ejercer este control, lo único que conseguimos es termi-
nar fatigados, frustrados y fracasados.
¿Cómo se rompe con eso? ¿Cómo puede romper con esas cosas?
Necesitamos superar la negación. La negación es lo que nos impide movernos
hacia delante, hacia la recuperación. Decimos a modo de excusa: “Realmente no es un
problema... Estoy bien... No hay de qué preocuparse. Puedo manejar la situación”. Y,
además de excusarnos, acusamos a otros: “Si tan solo mi esposa (o mi esposo) fuera de
22. otra manera, nuestro matrimonio andaría bien”. Jugamos al juego de la culpa.
Acusamos y nos excusamos. Cuando alguien nos pregunta: “¿Cómo te va?”, contesta-
mos: “En lo que cabe y dadas las circunstancias, me va bien; sí, estoy bien... a lo menos
por el momento todo está bien”. Es como si el diálogo anterior se tuviera con alguien
que ha saltado de lo alto de un edificio y se encontrara a medio camino. “Sí, dadas las
circunstancias, por lo menos hasta aquí, todo va bien”. Tenemos que aprender cómo
tratar con la negación.
¿Qué le parece el siguiente anuncio en un periódico?: “Se ha perdido un perro de
tres piernas, ciego del ojo derecho, le falta la oreja izquierda, no tiene cola, fue recien-
temente castrado y responde al nombre de ‘Afortunado´”. Una excelente manera de
ilustrar la negación. ¿No le parece?
Nuestro ministerio de camisetas me hizo una camiseta que dice: “La negación no
es un río de Egipto”.
¿Cuál es el antídoto para la negación? ¿Qué hace que finalmente afrontemos nuestros
problemas?
El antídoto de Dios para la negación es el dolor. Pocas veces cambiamos cuando
vemos la luz; cambiamos cuando sentimos el calor. No cambiamos hasta que nuestro
dolor no excede nuestro temor a cambiar. La mayoría de las personas casi nunca se
mueven hacia la recuperación hasta que son forzadas a hacerlo porque ya no hay otra
opción.
Dios usa tres circunstancias para acabar con la negación, son cosas para llamar
nuestra atención y forzarnos a intentar la recuperación en nuestras vidas:
1. Crisis. Enfermedad, estrés, pérdida de trabajo.
2. Confrontación. Alguien que se interesa lo suficiente para decirnos: “Estás arrui-
nándolo todo”. Alguien que nos ama lo suficiente como para confrontarnos en verdad
y amor y decirnos: “Estás fallando, estás a punto de perder tu familia, estás a punto de
perder tu salud, estás a punto de perder tu trabajo”. Alguien que nos confronta. Un
antiguo refrán de Texas dice: “Si alguien te dice espaldas de caballo, ignóralo. Si dos
personas te dicen espaldas de caballo, mírate al espejo. Si tres personas te dicen espal-
das de caballo, cómprate una montura”. Si tres personas le dicen que usted es un adic-
to al trabajo, cómprese una montura. Si tres personas le dicen que es un alcohólico,
cómprese una montura. Si tres personas le dicen que necesita ayuda, cómprese una
montura. El dolor es como una alarma. Se activa para advertirle que algo está mal en
23. su vida. Si se activara la alarma de incendio en su casa, ¿qué haría? ¿Diría: “¡Ay, qué
alarma más molesta! Que alguien la haga callar”? No, usted haría algo al respecto.
Pero con frecuencia en nuestras vidas, cuando sentimos que el dolor emerge, la alar-
ma de dolor, en lugar de tratar con lo que es la fuente, tratamos de aplacar el ruido.
Lo cubrimos con comida, con alcohol, con sexo, con cosas diferentes. Pero eso no
sirve de nada. Dios usará esas cosas para llamar nuestra atención.
3. Catástrofe. Espero que Dios no tenga que usar esto en su vida. Cuando llega-
mos al punto más bajo física, emocional, espiritual y financieramente, así como en
nuestras relaciones, cuando tocamos fondo, lo que sucede a menudo es que Dios tiene
que dar un paso atrás y dejarnos sentir el impacto total de nuestras malas decisiones.
“¿Quieres ser Dios? Está bien”. Y él simplemente retrocede y te permite ser Dios. Es
entonces que cosechas lo que sembraste y sientes todo el impacto que causa una catás-
trofe en tu vida.
Dijimos que EL PRIMER PASO EN LA RECUPERACIÓN ES RECONOCER
QUE NO SOY DIOS; ADMITIR QUE SOY INCAPAZ DE CONTROLAR MI
TENDENCIA A HACER LO MALO Y QUE MI VIDA ES INMANEJABLE. Ese
es el Paso 1, el paso de la realidad.
El segundo paso es lo que yo llamo el paso de la esperanza. El Paso 1 dice: “Lo
reconozco. Estoy sin ayuda. No soy capaz”. El Paso 2 dice: “Hay una buena noticia
de que existe un poder al que me puedo conectar para controlar las cosas que no
puedo dominar por mí mismo”.
EN FORMA SINCERA CREO QUE DIOS EXISTE, QUE LE INTERESO,
Y QUE Él TIENE EL PODER PARA AYUDARME EN MI RECUPERACIÓN.
Este segundo paso está basado en Hebreos 11:6 (NVI): “En realidad, sin fe es impo-
sible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él exis-
te y que recompensa a quienes lo buscan”.
El segundo paso en el camino a la recuperación consta de tres partes.
I. RECONOCER LA EXISTENCIA DE DIOS
La mayoría de nosotros no tenemos problema con esto. Ya no quedan muchos
ateos. El año pasado, George Gallup hizo una encuesta que reveló que “el noventa y
siete por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos dicen creer en Dios; y menos
del dos por ciento dicen ser ateos”. Hay menos ateos hoy que los que había hace cin-
cuenta años. ¿Por qué? Porque sabemos más del universo hoy que hace cincuenta
años. Mientras se realizan más descubrimientos científicos, más sabemos del univer-
24. so y menos personas están dispuestas a seguir creyendo que todo sucedió por acci-
dente. Mientras más sabemos del universo, y ahora tenemos computadoras que son
capaces de comprobar las probabilidades de todas estas cosas que suceden, muy poca
gente dice creer que todo es producto de la casualidad. Por cierto, hoy día se requie-
re de más fe para no creer en un Creador que para creer en uno. Podría desarmar un
reloj completamente, ponerlo en una bolsa de papel y agitarla, pero las probabilida-
des de que el producto resultante fuera exactamente como un reloj serían bastante
increíbles. Sin embargo, el mundo está lleno de relojes. Y si multiplica eso por un
número astronómico... obtendrá las probabilidades de que esto realmente suceda.
Donde hay una creación, debe haber un Creador. Donde hay un efecto, debe haber
una causa. Donde hay un diseño, debe haber un diseñador.
¿Vio la portada de la revista Time hace un par de meses? Había una frase que
decía: “La ciencia descubre a Dios”. En esta era donde sabemos más y más acerca del
universo, donde tenemos mayor habilidad numérica por medio de las computadoras
para comprobar las oportunidades al azar, muy poca gente está dispuesta a creer que
todo ha sido simplemente un accidente. Mientras más conocemos del universo, más
convencidos estamos de que hay un Creador.
Reconoce su existencia. Romanos 1:20 (NVI) dice: “Porque desde la creación del
mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divi-
na, se perciben claramente a través de lo que él creó”. Y el Salmo 19 (NVI) expresa:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios”.
Por cierto, la Biblia dice que es una necedad no creer en Dios. Es irracional. Es
ilógico no creer en Dios. Si tiene problemas con eso tenemos un ministerio en nues-
tra iglesia llamado “Bases fuertes para creer”, el cual, desde un punto de vista intelec-
tual, estudia los argumentos de la existencia de Dios.
El punto es que Dios cambia vidas hoy en día. Dios existe.
El asunto real para la mayoría no es: “¿Hay un Dios?” Eso es algo que la mayoría
cree. El asunto verdadero es: “¿Qué clase de Dios es? ¿Cómo es en realidad? ¿Es esto
importante?” El problema es que tenemos algunas ideas bastante extrañas de cómo es
Dios.
Hace poco leí sobre dos muchachos delincuentes de una escuela católica que se
habían estado portando mal, por lo que los llevaron a la oficina del director. El director
sabía que lo que ellos realmente necesitaban era a Dios en sus vidas así que trajo al pri-
mer muchacho a la oficina, lo hizo sentarse y le dijo: “Quiero hacerte una pregunta, hijo.
¿Dónde está Dios?” El muchacho se asustó. No supo cómo responder. Simplemente se
25. quedó allí, sentado. El director volvió a preguntarle, por tres o cuatro veces. “¿Dónde
está Dios? Quiero que pienses en esa pregunta”. Y lo mandó de regreso. El segundo
muchacho, que estaba por entrar, le pregunto al que salía: “¿Qué pasó?” Este le res-
pondió: “No lo sé, pero parece que se les ha perdido Dios y están tratando de echarnos
la culpa a nosotros”.
Tenemos algunas ideas extrañas con respeto a Dios.
Lamentablemente, muchos comparan a Dios con un padre de familia. Como su
papá o mamá. Esto es trágico. Porque si su padre era una persona fría e indiferente
que no expresaba cariño, la tendencia será pensar que Dios, su Padre, es también frío,
indiferente y falto de cariño. Si su padre le infundía miedo, usted estará inclinado a
pensar:“A Dios hay que tenerle miedo”. Si su padre fue abusivo, pensará que Dios es
igual. Si su padre no era amoroso, trasladará esta cualidad a Dios. En lugar de Dios
hacerlo a su imagen, usted hace a Dios a la imagen suya.
De vez en cuando se oye decir: “Mi idea de Dios es...” ¿Con qué autoridad se dice
eso? ¿Piensa que porque tiene cierta idea de Dios él tiene que ser así? Por supuesto
que no. “Siempre he pensado en Dios como...” ¡Qué tal! Probablemente esté equivo-
cado. Francamente, no me interesa cómo cree usted que es Dios. No me interesa
cómo lo concibo yo mismo. Lo que deseo saber es: ¿Cómo es él en realidad?
II. ENTENDER EL CARÁCTER DE DIOS
El segundo paso en este proceso de recuperación no solamente es reconocer la
existencia de Dios, sino también entender su carácter. ¿Cómo es él realmente? Hasta
que en verdad no sepa cómo es Dios, no puedo confiar en él. ¿Verdad que tiene sen-
tido? No voy a confiar en algo o en alguien que no conozco. Afortunadamente Dios
desea que sepamos cómo es él. Vino a la tierra hace unos dos mil años y vino en forma
de ser humano. Vino como Jesucristo. Y dijo: “Como soy yo, así es Dios”. Él sí sabe
cómo es Dios. Es por eso que celebramos la Navidad y la Semana Santa.
Fíjese en este versículo. Colosenses 1:15 dice: “Él [Cristo] es la imagen del Dios
invisible”. Si usted desea saber cómo es Dios, solamente mire a Jesús, porque él es la
expresión visible del Dios invisible.
Si está leyendo acerca de Jesús y estudiando su vida, aprenderá mucho de Dios.
Específicamente hay tres cosas que aprendemos sobre Dios por medio de Jesús, que
nos ayudan a vencer nuestros hábitos, heridas y complejos:
1. Dios conoce todo acerca de mi situación. Yo sé que Dios sabe todo con respecto a
26. mi situación, porque él conoce mis hábitos, mis heridas y complejos. Él conoce lo
bueno y lo malo. Algunos posiblemente han tenido muchos momentos difíciles o una
vida muy dura. Mire lo que dice la Biblia en el Salmo 56:8 (DHH): “Tú llevas la cuen-
ta de mis huidas; tú recoges cada una de mis lágrimas”. ¿No es eso increíble? La Biblia
dice que Dios lo conoce personalmente y de cerca. Él ha visto sus lágrimas. “Nadie
sabe el infierno por el que estoy pasando en mi matrimonio”. Está equivocado, Dios
lo sabe. “Nadie sabe cómo estoy luchando por romper con este hábito, pero no lo
puedo sacar de mi mente”. Dios sí lo sabe. “Nadie sabe la depresión y el temor por el
que estoy atravesando”. Dios sí lo sabe. Y Él ha visto sus lágrimas. Las conoce todas.
Nada escapa de su conocimiento. El Salmo 31 (NVI) dice: “Tú has visto mi aflicción
y conoces las angustias de mi alma”. Dios está al tanto de sus necesidades y la Biblia
dice que Él sabe lo que usted necesita incluso antes de que se lo pida. Él ve la crisis
en su alma en este mismo momento. En el Salmo 69 leemos: “Tú sabes lo insensato
que he sido”. A veces deseamos olvidar esta parte. No queremos que Dios sepa todas
las locuras que hacemos. El hecho es que no hay nada que esté fuera de la vista de
Dios. Usted siempre tiene una audiencia veinticuatro horas al día. Él conoce sus días
buenos, sus días malos, las bromas pesadas que ha hecho, las malas decisiones que ha
tomado y, sorprendentemente, todavía le ama. El hecho es que Dios no se sorprende
por su pecado. Si usted hace algo mal, Dios no dice: “Ay, no, ¿cómo se me escapó eso?”
Él sabía que pasaría, mucho antes de que lo hiciera. Él incluso sabe por qué lo hizo, qué
fue lo que lo motivó a hacerlo, incluso si usted mismo ignora la motivación. Él no se
sorprende, no se altera, no se decepciona. Él sabe quién es usted.
2. Dios se interesa por mi situación. El Salmo 103 dice: “Tan compasivo es el Señor
con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición;
sabe que somos de barro”. Dios sabe que somos hechos de moléculas, que somos frá-
giles, que no somos superhombres. Él es tierno y compasivo. Esa es la clase de Dios
a la que usted sirve. Un Dios que lo conoce, que desea ser el Padre que muchos nunca
tuvieron. Tierno y compasivo. Dios dice: “Con amor eterno te he amado”. ¿Cómo
puede ser eso? ¿Cómo puede Dios amarme y su amor nunca acabar? Él me ama en los
días buenos, en los malos, cuando le sirvo y cuando no lo hago, cuando hago lo
correcto y cuando me equivoco. ¿Cómo es que me sigue amando? Porque su amor es
incondicional. No está basado en su comportamiento. Está basado en el carácter de
Dios. La Biblia dice que Dios es amor. Y él dice: “Con amor eterno te he amado”. Él
no solamente conoce su situación sino que se preocupa por ella. “Pero Dios demues-
27. tra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo
murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)
Muchas de aquellas personas que han estado trabajando los Doce Pasos saben que
el Paso 2 es el del Poder Supremo. Me gustaría presentarles hoy a su Poder Supremo.
Su nombre es Jesucristo. Él es ese poder al que se puede conectar, porque conoce su
situación y se preocupa por usted. Y lo mejor de todo es que él tiene el poder para
cambiar dicha situación.
3. Dios puede cambiar mi vida y mi situación. Estas son buenas noticias. Dios puede
cambiar mi vida y mi situación. A veces cambia mi vida, a veces cambia mi situación.
Otras veces cambia las dos. Pero está esperando por usted para hacer esto. Y Él tiene
el poder.
Note que Pablo dice: “Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón
para que sepan ... cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que cree-
mos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo
resucitó de entre los muertos”. ¿Se ha encontrado alguna vez paralizado por falta de
resolución? “¡Sé que necesito hacer esto pero simplemente no puedo comenzar!”
¿Siente algunas veces que simplemente no puede lograrlo? Él le dice: “Tengo el
poder”. Si Dios puede levantar a Jesucristo de los muertos, puede restaurar una rela-
ción rota. Puede levantar a una persona que está mal de salud. Puede hacerle libre de
una adicción. Puede ayudarle a cerrar la puerta al pasado para que esos recuerdos
dejen de perseguirle, pero solo confía en Él.
Lucas 18:27 (DHH) dice: “Lo que es imposible para el hombre es posible para
Dios”. La Biblia dice que no hay nada difícil para Dios. Quizás usted diga: “No
entiende mi situación. He intentado cambiar, pero no puedo”. Nada es imposible con
Dios. Y esa situación que parece sin esperanza, no lo es. Por cierto, en la iglesia
Saddleback podemos darle cientos de ejemplos de personas que estuvieron en situa-
ciones imposibles hace seis mes, un año, un año y medio, y Dios las cambió por com-
pleto. Hay personas que si las hubiera conocido, pudiera haber pensado que ni en un
millón de años cambiarían, pero sí cambiaron. Por el poder de Dios.
He aquí el testimonio de un par de miembros de nuestra iglesia, Dana y Bret, en
el que cuentan cómo el poder de Dios les ayudó en su segundo paso.
Dana: Soy una creyente que lucha con la adicción. Soy líder en el grupo de muje-
res fármaco dependientes del programa Celebremos la Recuperación. Nos reunimos los
28. viernes por la noche. Nunca soñé que estaría haciendo el trabajo de Dios de esta
forma o que estaría parada aquí frente a todos ustedes. Pero eso es lo que sucede cuan-
do abandonamos el asiento del conductor y permitimos que Dios maneje nuestras
vidas.
Creo que he sido adicta toda mi vida. Cuando era joven, mi adicción solamente
salía a la superficie en tiempos muy duros. Me parecía tener un ángel bueno en uno
de mis hombros y un ángel malo en el otro, y adivinen quién ganaba.
En mi vida había también muchos momentos normales. Era una buena estudian-
te, nadadora, corredora, pero podía ser influenciada fácilmente por mis compañeros.
Comencé a fumar en la secundaria y cuando estaba en el bachillerato fumaba mari-
huana, bebía alcohol y todavía mantenía un promedio de notas de 3.75. Mi alcoholis-
mo aumentó al llegar al final de la escuela y luego de graduarme.
Tuve un período de siete años en los cuales no ingerí alcohol. Cuando digo que
soy una adicta, quiero decir que puedo ser adicta a cualquier cosa que pueda hacerme
sentir mejor y llenar el vacío en mi vida. Por ejemplo, en esos siete años de abstinen-
cia acostumbraba coser. Salía a comprar un modelo y regresaba a casa con diez. Otro
ejemplo, el ejercicio. Hacía ejercicios durante cinco o seis días a la semana, tres horas
al día. Pensaba que era normal medir 1.73 y ser talla tres. Un día nada de eso pareció
ayudarme más. Volví al alcohol. Y del alcohol, pasé a la cocaína. La cocaína me ayu-
daba a adormecer el dolor.
Mi matrimonio se desmoronó y perdí a mis hijos en una batalla legal bastante
sucia. Usted pensará que luego de todo eso me daría por vencida. Lo intenté, pero
sencillamente no pude hacerlo. Pensé que estaba en control pero estaba en un círcu-
lo vicioso. Usaba drogas porque me sentía culpable por la pérdida de mis hijos y por-
que el dolor era realmente insoportable. Luego intentaba dejarla porque me sentía
culpable de usarlas. Tenía un problema de culpa. Esto continuó por nueve años.
Finalmente me di cuenta de que no podría hacer nada por mí misma.
Anteriormente han conocido el testimonio de mi esposo Dan. Fue a través de una
reunión de Doce Pasos a la que asistí con él que instantáneamente me identifiqué con
la persona de quien estaba hablando. Recuerdo que pensé: “Esa soy yo. Está hablan-
do de mí”. Finalmente, admití que era una adicta y recuerdo haber sentido cómo
aquel gran peso fue quitado de mis hombros. Ya no tenía que jugar a ser Dios. Ahora
espero que Dios me ayude a manejar mi vida cuando humildemente se lo pido y sé
que él quitará todo lo malo y todo el dolor en mi vida si tan solo se lo permito. Mi
recuperación me ha llevado a ser un miembro aquí en Saddleback. Me bauticé.
29. También asisto a las clases 201 sobre Madurez Espiritual, a la 301 sobre Ministerio, y
soy líder de un grupo pequeño en el programa Celebremos la Recuperación donde cada
viernes por la noche nos reunimos y celebramos el hecho de que no tenemos que vivir
bajo el poder de nuestra adicción. Nos encantaría que nos acompañara.
Bret: Mi nombre es Bret y soy un hijo adulto de un alcohólico. Fui concebido
luego de veintiún años de matrimonio. Después de nueve meses nací y mis padres me
dieron el título de “Hijo milagroso”, algo con lo que me fue difícil vivir cuando era
niño. Tenía que encontrar la forma de hacer que ese título se correspondiera con mi
vida. Tuve que aceptarlo. Sabía que en deportes no tendría la oportunidad de lograr-
lo, así que lo intenté académica y profesionalmente. Sin embargo, tuve que revestir mi
corazón de una coraza porque dolía mucho interiormente. Sabía que estas metas se-
rían imposibles de lograr pero tenía que intentarlo. Como el trencito que dice: “Creo
que puedo, creo que puedo...”, mi tren decía: “Tienes, debes, no hay opción”. En la
universidad acostumbrábamos comprar pollo y llevarlo a nuestro cuarto, y era tan
duro de corazón que cuando mis compañeros venían a pedirme un pedazo, les decía
que la carne blanca costaba cincuenta centavos extra. Era realmente insensible.
Obtuve buenas notas en la secundaria. Fui muy buen estudiante en la universidad.
A los 27 años era el director de mercadeo internacional de una fábrica de alimento. A
los 31 era el vicepresidente de una división millonaria de una corporación multimi-
llonaria. Pero lo que estaba mal era que en mi interior me encontraba solo. Luego de
las reuniones y las fiestas corría a mi cuarto, ordenaba servicio a la habitación y me
escondía. No quería tener intimidad con nadie. Me quería mantener a distancia de las
personas. No quería acercarme a nadie.
Decidí arriesgarme y me casé con Cindy, mi maravillosa esposa. Ella tenía una
hija llamada Elizabeth, así que me convertí en su padrastro. Pronto hubo cosas que
empezaron a salir a la superficie de mi vida y solo entonces me di cuenta de que exis-
tían. Un día, Liz trajo a casa de la escuela una tarjeta de reporte con notas más bajas
de lo que yo esperaba. En lugar de ser comprensivo con ella, lo que habría hecho una
persona centrada en Cristo, estallé en ira y fui bastante grosero con ella. Cindy me
dijo que mi idea de lo normal no era necesariamente lo que era normal. Me dijo que
yo era un perfeccionista, lo cual negué al tiempo que decía: “Iremos a un terapeuta
porque estoy seguro que estará de acuerdo con mi perspectiva de esto”.
No es necesario decir que fue un aprendizaje para mí. Experimenté los senti-
mientos que temía experimentar. Fue bastante doloroso. Asistí a los grupos de Doce
30. Pasos, leí libros, pero hacía falta algo más. Las piezas estaban ahí pero estaban revuel-
tas. Era la referencia genérica al Poder Supremo. Comencé a venir a esta iglesia, desa-
rrollé una relación con nuestro Señor Jesucristo y él abrió mi duro corazón y lo sua-
vizó. Había estado solo y no supe cómo divertirme, cómo jugar. Las personas decían:
“¿Cómo te sientes acerca de esto?” Yo no sabía lo que era “sentir”. Sabía cómo mane-
jar la situación. Sabía cómo terminar el proyecto, pero no sabía cómo sentir.
Así que si alguno de ustedes tiene ese sentimiento de vacío en su corazón, les tene-
mos buenas noticias. Contamos con Celebremos la Recuperación, el cual funciona ver-
daderamente bien. Soy líder del grupo conocido como “Hijos adultos de adicciones”,
que trabaja con gente cuyos padres fueron alcohólicos, drogadictos, adictos al traba-
jo, perfeccionistas, o personas con expectativas irreales de la vida.
He aquí el punto. Entre más posponga su dolor, más lejos está su recuperación.
Entre más lo niegue y diga: “No hay problema, no es gran cosa, puedo manejarlo”,
menos días tiene en esta tierra para ser lo que Dios quiere que sea. Algunas personas,
cuando experimentan dolor intenso por algún problema, se estancan en el pasado en
lugar de tratar con el problema de ese momento. Enfocan toda su vida en el pasado.
Se adentran a lo que yo llamo “Parálisis del análisis”, siempre diciendo lo que antes
iba mal en sus vidas. Eso es como manejar un carro mirando todo el tiempo el espe-
jo retrovisor. Un espejo retrovisor es de ayuda, porque le da perspectiva, y mirar su
pasado le da una perspectiva, pero si solamente mira a su pasado no llega al presente.
¿Puede imaginarse manejando un carro donde el espejo retrovisor fuera más grande
que el parabrisas? Muchas personas son así. Se mantienen en el pasado y no pueden
vivir en el presente. Cualquier cosa en la que se enfocan tiende a repetirse. Si sola-
mente vive en el pasado, tiende a repetir cosas del pasado.
Esta serie de recuperación trata del crecimiento espiritual. Crecimiento espiritual
es el proceso de expandir ese parabrisas y encoger el espejo retrovisor. Así se puede
seguir con el presente. ¿Cómo se hace eso? Usted reconoce que Dios existe. Se da
cuenta de cómo es él; de que se interesa, le entiende, le ama y desea ayudarle.
III. ACEPTAR LA OFERTA DE DIOS PARA AYUDARME
Creer solamente en Dios no es suficiente. La mayoría de nosotros creemos en
Dios. Pero eso no quita la herida. Tenemos que conectarnos al poder y eso es más que
creer. Aquí está lo que Dios tiene para ofrecer.
Filipenses 2:13 dice: “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el
hacer para que se cumpla su buena voluntad”.
31. Dios le dice: “Tu propia fuerza de voluntad no es suficiente. Las buenas intencio-
nes no son suficientes. Lo que necesitas es mi voluntad y mi poder para ayudarte a
cambiar. Yo te daré la fuerza de voluntad que necesitas”. Pero usted dice: “Yo ni
siquiera sé si quiero cambiar. Estoy muerto de miedo ante la posibilidad del cambio”.
Probablemente lo esté hasta que el dolor exceda su temor al cambio. Pero usted le
dice: “Dios, dame la voluntad de querer cambiar”. Y si usted se lo pide con sinceri-
dad, entonces él le dará la voluntad y el poder que necesita.
¿Qué sucede cuando pongo mi vida ante el poder de Dios y le pido que ponga el
Espíritu de Jesucristo en mi vida? ¿Qué hace él? ¿Me lleva eso a cierta clase de fanatismo?
La Biblia nos dice exactamente lo que sucede cuando invitamos al Espíritu de Dios
a nuestras vidas. “El Espíritu que Dios da nos llena con su poder, amor y dominio pro-
pio”. Eso es lo que quiero en mi vida. Primero, quiero poder. Poder para romper hábi-
tos que no puedo romper. Poder para hacer las cosas que sé que son correctas pero que
no puedo hacerlas por mí mismo. Poder para ser libre del pasado y dejar que esos
recuerdos se vayan. Poder para empezar a vivir la clase de vida que Dios desea que viva.
Después, quiero amor. Verdadero amor. Quiero ser capaz de amar a las personas
y que estas me amen, de sanar las heridas para no construir esas paredes y tener un
acercamiento falso con las personas, sino un acercamiento genuino ya que no tengo
miedo de amar verdaderamente y no tengo temor de ser verdaderamente amado.
Esa es la clase de poder y amor que Dios da. Y también nos da dominio propio.
Obviamente, quiero eso. Usted quiere eso. Usted no está en verdadero control hasta
que Cristo esté en control y domine las circunstancias de su vida. Entonces entende-
rá lo que significa tener todo bajo control por primera vez en su vida porque no esta-
rá tratando de detenerse por usted mismo. Poder, amor y dominio propio.
Hay un principio en el universo. Esto debe sonar muy simple, pero es algo muy
profundo. He aprendido que las cosas funcionan mejor cuando están conectadas. Las
tostadoras, licuadoras, televisores, radios, todas las cosas, funcionan mejor cuando
están conectadas. Y Dios quiere que usted y yo estemos conectados a él.
¿Cómo me conecto al poder de Dios?
Muy simple. Crea y reciba. Primero, crea que Dios existe, crea que él le conoce y
se interesa por usted, que tiene el poder de ayudarle y luego recíbalo en su vida.
“Jesucristo, pon tu Espíritu en mí”.
32. El segundo paso de la recuperación involucra una palabra de cinco letras. Quiero
desafiarle a usar esta palabra hoy. Se requiere de mucho valor para usar la palabra
AYUDA. Necesito ayuda. “Dios, necesito tu ayuda en mi vida”. El Camino a la
Recuperación no es fácil. Significa afrontar algunos problemas que hasta ahora hemos
preferido ignorar. Significa correr riesgos. Significa ser honesto, confiar en Dios.
Pero cuando damos este segundo paso, de repente nos damos cuenta de que nuestra
recuperación ya no es simplemente un asunto de fuerza de voluntad. Dios dice: “Yo
estoy contigo”.
Isaías 43:2 (NVI) nos da esta tremenda promesa de Dios: “Cuando cruces las
aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando
camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas”. Dios nos dice: “Yo
estaré contigo la próxima semana, el próximo mes, el próximo año mientras enfrentas
esas cosas que has temido afrontar en tu vida”.
¿En qué área de su vida se siente herido? ¿Está atravesando aguas profundas?
¿Siente como si esta es la última vez? ¿Está pasando por fuego en este momento y la
situación se ha tornado difícil en su vida? ¿Cree que va a consumirse o a extinguirse?
¿Siente que está como estancado en una rutina y que no tiene el poder de cambiar?
¿Se siente incapaz? Hay un poder al que se puede conectar. Su nombre es Jesucristo.
El nombre sobre todo nombre. Le invito a que hoy mismo abra su corazón y le entre-
gue su vida a él. Dé este segundo paso.
33. ENTRÉGATE
El Camino a la Recuperación – Parte 3
R.E.C.U.P.E.R.A
Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.
EL TERCER PASO
Conscientemente _____________ entregar toda mi vida y voluntad al
_____________ y ____________ de Cristo.
Jesús dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les
daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y
mi carga es liviana”.
Mateo 11:28-30 (NVI)
I. ¿QUÉ ME PUEDE IMPEDIR DAR ESTE PASO?
1. _____________________; no quiero admitir que necesito ayuda.
“La gente arrogante va por el camino de la ruina”. Proverbios 18:12 (DHH)
2. _____________________; me da vergüenza pedirle ayuda a Dios.
“Muchos males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han
alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son más que los cabellos de mi cabeza,
y mi corazón desfallece”. Salmo 40:12 (NVI)
3. ______________________; tengo miedo de lo que tenga que dejar.
34. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” Marcos 8:36 (NVI)
4. _______________________; confundo la fase de decisión con la fase de resolver
el problema.
“Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”. 1 Pedro 5:7 (NVI)
“Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá
llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”. Filipenses 1:6 (DHH)
5. ________________________; mi fe parece muy pequeña.
“Si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza ... nada será imposible”. Mateo
17:20 (NVI)
II. ¿CÓMO DOY ESTE PASO?
1. Acepto ___________________ como mi Salvador.
“Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos”. Hechos 16:31 (NVI)
2. Acepto __________________ como mi regla de vida.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir y para instruir en la justicia”. 2 Timoteo 3:16 (NVI)
3. Acepto ____________________ como mi estrategia.
“Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí”. Salmo
40:8 (NVI)
4. Acepto ______________________ como mi fuerza.
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13 (NVI)
35. Jesús dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20 (NVI)
36. ENTRÉGATE
El Camino a la Recuperación – Parte 3
Mateo 11:28-30
Esta semana escuché una historia sobre un conductor del camión de entregas de una
tienda de mascotas. En cada semáforo al que llegaba se bajaba, salía corriendo hacia la
parte posterior del camión, agarraba un palo y comenzaba a golpear el camión. Alguien le
preguntó que qué hacía. Él dijo: “Lo que pasa es que este es un camión solo para dos tone-
ladas de carga y estoy transportando cuatro toneladas de canarios; por eso tengo que man-
tener dos toneladas de ellos en el aire todo el tiempo”.
Cuando escuché la historia, pensé: “Esta es una buena imagen de la vida”.
Muchas personas van por el mundo golpeándose ellas mismas, tratando de tener
todo en el aire para no irse hacia abajo. Tenemos una tendencia a estancarnos en la
vida. Nos estancamos en las relaciones. Nos estancamos con hábitos. Nos estancamos
en la congoja cuando perdemos a un ser querido. Nos estancamos en la ira. Nos estan-
camos en nuestro trabajo, en una relación sexual. Y luego no podemos salir de allí y
caemos en un círculo. Una vez que uno se estanca comienza a sentirse culpable por
haberse detenido. Y decimos: “Desearía poder salir de esto pero no puedo cambiar”.
Entonces aparece la ira e insistimos en que deberíamos poder cambiar y nos molesta-
mos con nosotros mismos. Decimos: “Debería ser capaz de salir de esto”. Pero no sali-
mos. Y luego nuestra ira se transforma en temor a que nunca vamos a poder salir de
ese problema. El miedo nos controla. Pensamos que vamos a terminar en un hospital.
Más tarde nuestro temor se convierte en depresión, comenzamos a sentirnos mal, a
tenernos lástima y a resignarnos. Decimos: “Me doy por vencido. No puedo cambiar”.
Y comienza el ciclo de nuevo y nos estancamos mucho más.
¿Cómo romper con ese estancamiento?
De eso es de lo que hemos estado hablando anteriormente.
Paso 1. El paso de la realidad. Reconocemos que tenemos un problema.
Paso 2. El paso de la esperanza. No solamente somos incapaces sino que Dios
tiene el poder y él está dispuesto a ayudarnos. Él conoce nuestros problemas y se inte-
resa por ellos y por mí. Sabe todo lo que sucede en mi vida. Ofrece ayudarme a cam-
biar. Ese es el paso de la esperanza.
37. Pero no es suficiente saber que Dios nos ayudará. Tenemos que hacer algo.
Tenemos que tomar decisiones. Tenemos que cruzar la línea.
Paso 3. CONSCIENTEMENTE ELIJO ENTREGAR TODA MI VIDA Y
VOLUNTAD AL CUIDADO Y CONTROL DE CRISTO.
Este paso está basado en lo que Jesús dijo en Mateo 11:28-30. “Vengan a mí todos
ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo
y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Jesús dice:
“Vengan a mí”. Es la invitación de Dios. Haré tu vida más fácil. Haré tu carga más
liviana. Tendrás alivio. Tendrás liberación. Tendrás descanso. Serás rejuvenecido.
Dame el control y cuidado de tu vida y observa lo que hago. La vida será mucho más
fácil. Menos estresante.
¡Qué convenio! ¿Por qué no aceptar esa oferta? Muchos han escuchado esto
antes, pero nunca han actuado. Es como tener un regalo sin abrir. Dios dice: “Quiero
darte este regalo de descanso, alivio y recuperación y no has hecho nada para recibir-
lo”. ¿Qué nos aleja de dar este tercer paso tan importante? ¿Qué causa que yo pos-
ponga el entregar mis problemas a Dios y retardar la entrega de mi vida al cuidado y
control de Cristo?
I. ¿QUÉ ME DETIENE A HACER ESTO?
1. El orgullo me impide reconocer que necesito ayuda. Proverbios 18:12 (DHH) dice:
“Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad”. ¿Cuántos padres
no se detendrán para pedir direcciones? Proverbios 10:8 dice: “El de sabio corazón
acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre”. Quizás usted crea
que no está listo para dar este paso. Quizás diga: “No estoy listo para darle el control
y cuidado de mi vida a Cristo”. Todo lo que necesita para hacerlo es una gran dosis de
dolor. Dios permitirá que lo obtenga para llamar su atención.
2. El sentido de culpa me impide dar este paso. Quizás se avergüence de pedirle a Dios
que lo ayude. El Salmo 40:12 dice: “Muchos males me han rodeado; tantos son que
no puedo contarlos. Me han alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son más
que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón desfallece”. ¿Se ha sentido así alguna vez?
“Me da vergüenza levantar mi mirada. No quiero pedirle ayuda a Dios. ¿Sabe usted
cuántas veces le he pedido a Dios que me ayude y he hecho promesas y las he roto?
Dios, si tan solo me sacaras de esta... Me avergüenza pedirle ayuda a Dios. No sabe todas
las cosas malas que he hecho. No podría ir ante Dios y pedirle ayuda”. Si piensa así
38. está equivocado. Totalmente equivocado. No hay pecado que Dios no pueda perdo-
nar. Y él desea ayudarle. No permita que el orgullo o la culpa lo detengan de dar este
paso. Él desea perdonar su culpa.
3. El temor por lo que tenga que dejar. Todos los que han estado en Saddleback lo
suficiente conocen mi historia favorita: Un muchacho se cayó de un precipicio. A
medio camino se agarró de una rama. Se sostuvo por amor a la vida. Habían ciento
cincuenta metros hacia abajo y ciento cincuenta metros hacia arriba. El muchacho
gritó: “¿Hay ahí alguien que me ayude?” Y escuchó la voz de Dios, “Soy el Señor, con-
fía en mí, suéltate y te agarraré”. El muchacho volvió a mirar hacia abajo, a mirar hacia
arriba. Y dijo: “¿Habrá alguien más allá arriba que me pueda ayudar?” Dios es el últi-
mo recurso. Le da miedo soltarse. Algunos se están sosteniendo de esa rama y están
diciendo: “No es tan malo. No hay problema, realmente estoy bien”.
¿Sabe lo que es libertad? Libertad es decidir quién controla nuestra vida. Cuando
entregamos nuestra vida al cuidado y control de Cristo, él nos libera. Jesús dijo: “Los
que pecan son esclavos del pecado, pero si conoces la verdad, la verdad te hará libre”.
Cristo dice: “Yo te hago libre”. Bob Dylan acostumbraba decir: “Vas a tener que ser-
virle a alguien”. Puede ser a tu propio ego. La verdadera libertad es elegir quién será
su amo. Así que, ¿a qué le teme? ¿De qué se está sosteniendo que piensa: “No puedo
soltar esto para entregar mi vida a Dios”? De una relación, una ambición, un hábito,
un estilo de vida, una posesión. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la
vida?” ¿Hay algo que tenga más valor que su vida? No.
Cuando dé este tercer paso, estará entregando todo y nunca se habrá sentido tan
bien. Porque él toma lo que usted le ha entregado y lo cambia, le da un nuevo signi-
ficado, un nuevo sentido, una nueva validez, y se lo devuelve en una forma completa-
mente nueva.
Si ha tenido temor de abrir su vida al cuidado y control de Cristo y de convertir-
se en un fanático, en un loco, o algo así, o de tener que entregar lo que sea, no se pre-
ocupe por las cosas específicas que tenga que entregar. Si se concentra en las cosas
específicas nunca tomará la gran decisión, que es el paso a la recuperación.
Simplemente venga a Dios y dígale: “Dios, ni tan siquiera sé lo que quiero entregar,
pero sí sé que quiero que mi vida esté bajo tu control, así que Dios, aquí está mi che-
que en blanco”. Y dé a Dios un cheque en blanco. Aquí está mi vida. Permita que él
cuide de lo demás. No se preocupe por eso.
39. 4. La preocupación. Quizás sea la preocupación la que lo detiene de entregar su vida
al cuidado y control de Cristo. Confundimos la fase de tomar la decisión con la fase
de la resolución de problemas. Cuando en 1963 John F. Kennedy anunció pública-
mente: “Vamos a poner a un hombre en la luna al final de la década”, aquella fue la
decisión. ¿Tenía todos los problemas resueltos cuando tomó esa decisión? No. Si
usted es un buen gerente sabrá que nunca debe confundir tomar decisiones con resol-
ver problemas. Si confunde estas cosas, nunca tomará la decisión. Primero se toma la
decisión y luego se resuelven los problemas. Kennedy dijo: “Vamos a ir a la luna”,
luego fue cosa de la NASA resolver los problemas.
Cuando comencé la iglesia Saddleback hace trece años, solamente éramos Kay y
yo. No teníamos ni dinero, ni miembros, ni edificio. No conocía a nadie en este valle.
Dios me había dicho: “Ve al sur de California y comienza esta iglesia”. Yo no dije:
“Está bien, Dios, pero primero quiero un gran edificio, por lo menos una carpa, unas
siete mil personas con quienes llenarla, y luego lo consideraré”. No. Cuando comen-
cé solo tenía un miembro, mi esposa. Y no le gustó el primer mensaje. Usted toma la
decisión y luego resuelve los problemas. Si espera a que todos los semáforos se pon-
gan en verde, nunca irá a ningún lugar. No puede resolver todos los problemas pri-
mero. En primer lugar tomo la decisión. Entrego mi vida al cuidado y control de
Cristo. Tengo dudas, preguntas, temores, preocupaciones. No sé cómo va a salir todo,
pero sé que es el paso correcto. Así que, simplemente, lo hago.
En diciembre, Kay y yo decidimos mudarnos y comprar una casa. Esa fue una
decisión fácil. Pero, ¿era todo eso lo que involucraba esa transición? No. Luego de
decidirnos a comprar una casa, tuvimos que financiar la renta de un camión de
mudanzas, cambiar de dirección y muchas otras cosas más. Los problemas vienen des-
pués que se toma la decisión.
Hace unos treinta años que di este tercer paso y le dije sí a Jesucristo. “No entien-
do todo pero si eres verdaderamente real, ven a mi vida. Si puedes darme una mejor
vida de la que estoy viviendo en este momento, hazlo”. Abrí mi vida al cuidado y con-
trol de Cristo. Aún hoy, treinta años después, todavía estoy enviando mi cambio de
dirección, diciendo: “No, ya no hago eso. Ese no soy yo, ese es mi viejo yo”. Todavía
estoy haciendo cambios de direcciones. No permita que la preocupación le moleste y
le impida tomar la decisión.
Esta es la cosa más importante que puedo decir. La vida cristiana es una decisión
seguida de un proceso. Lo mismo ocurre con la recuperación. Es una decisión segui-
da de un proceso. Hoy estoy hablando únicamente de la decisión. Está bien, hagá-
40. moslo, apropiémonos de esto. En Saddleback, tenemos un proceso, el Proceso del
Desarrollo de la Vida. Este proceso le ayuda a llegar a ser todo lo que Dios desea que
sea. De lo que estamos hablando hoy es simplemente de llegar a la primera base.
Durante la Segunda Guerra Mundial nuestros soldados tenían una estrategia defi-
nida que usaban cuando iban a atacar en el Pacífico, cerca de los japoneses. Utilizaban
la misma estrategia en cada isla y siempre les funcionó. Primero, iban a la isla que
habían tomado cautiva y comenzaban a atacarla con bombas, granadas y toda clase de
explosivos. A eso se le llamaba el período de ablandamiento. Algunos de ustedes están
en el período de ablandamiento en este momento. Y mientras en su vida están ocu-
rriendo toda clase de explosiones que están enviando fragmentos a todas partes, usted
dice: “Esto no está funcionando”. Luego llega a un punto donde dice: “Sí, necesito
algo más allá de mí mismo”. Está ablandando su orgullo. “Necesito ayuda. Necesito
a Dios en mi vida. Hay mucho estrés”.
En la segunda fase, los soldados llegaban a la isla y establecían una cabeza de
playa, quizás solamente doscientas yardas a lo largo y doscientas yardas a lo ancho. No
querían más. Solo tener una presencia en la isla. Cuando habían establecido la cabe-
za de playa, ¿habían liberado la isla completamente? No. Solamente habían entrado
a ella. Desde allí comenzaban a pelear. Algunas veces se movían cien yardas hacia
delante y algunas veces eran forzados a retroceder. Otras veces ganaban la batalla y
otras veces la perdían. Pero todos sabían que una vez que habían establecido una cabe-
za de playa en la isla, la liberación era inevitable. Era solo cuestión de tiempo. Y en
toda la historia de la Segunda Guerra Mundial una vez que los soldados hubieron ate-
rrizado y establecido una cabeza de playa nunca perdieron una isla. Solamente fue
cuestión de tiempo que la isla completa fuera liberada.
Cuando usted da este paso, lo que está sucediendo es que Dios ha establecido en
su vida una cabeza de playa. La Biblia lo llama conversión o nacer de nuevo. Eso quie-
re decir que Dios instala su presencia en su vida. ¿Significa eso que todo ya es perfec-
to? Absolutamente no. Significa que Dios está en su vida, que ha establecido una cabe-
za de playa y que el resto de su vida él lo va a estar liberando poco a poco. Es un pro-
ceso. Así que no se preocupe. Solamente confíe en Dios.
Quizás a usted le preocupe que en esta batalla no pueda avanzar o resistir. Dios le
dice: “No te preocupes. No es tu trabajo el mantenerte en la batalla. Ese es mi traba-
jo”. Deposita toda tu ansiedad en Dios porque él tiene cuidado de ti. Él dice: “Tengo
cuidado de ti. Te sostengo en mi mano”.
Cuando mis hijos estaban pequeños y cruzábamos una calle muy transitada, los
agarraba fuertemente de sus manos. Y mientras cruzábamos la calle ellos deseaban,
41. como todo niño, salir corriendo. Pero no importaba cuánto desearan salir corriendo,
yo no los dejaba soltarse de mis manos. ¿Por qué? Porque soy un padre que ama a sus
hijos. Hay momentos en su vida cuando toma decisiones: “Dios, yo no creo que quie-
ra ser un creyente en este momento. Es un poco difícil mantener mi ética y puede que
me resista y quiera soltarme de tu mano”. Pero una vez que se haya tomado de la
mano de Dios, él también habrá tomado la suya y no la va a soltar. Timoteo dice: “Él
es fiel para cuidar lo que le ha confiado hasta aquel día”. Dios dice: “Yo soy el que te
toma. No hay por qué temer”. Lo que sea que Dios me pida que haga lo puedo hacer
porque él me capacita para hacerlo.
Filipenses 1:6 (DHH) dice: “Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su
buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”.
5. La duda. “Quiero creer pero mi fe parece ser muy pequeña”. Usted necesita
conocer la historia de un hombre en la Biblia llamado Jairo. Jairo vino en una ocasión
a Jesús y le dijo: “Señor, sé que puedes sanar a las personas. Mi hija necesita ser sana-
da”. Jesús le respondió: “Si tienes fe, entonces ella sanará”. Jairo fue muy sincero al
responderle. Le dijo: “Señor, tengo muchas dudas. Quiero creer. Ayúdame con mi
incredulidad”. Jesús le dijo: “Eso es suficiente”. Y sanó a la niña. Quizás usted nece-
site decir como Jairo: “Dios, quiero creer que me ayudarás con mi vida. Ayúdame con
mi incredulidad”. Eso es suficiente. No tiene que tener una gran fe. La Biblia dice que
si tiene una fe tan pequeña como una semilla de mostaza, nada será imposible para
usted. No es el tamaño de su fe lo que importa, es el tamaño de en lo que la deposi-
ta, el tamaño de su Dios. Puede tener una fe gigante, pero aplicarla en algo incorrec-
to y no obtener resultados. La fe no es el punto. El punto es en lo que la pone. Un
poco de fe en un gran Dios logra grandes resultados. No permita que alguna de estas
cosas le impidan dar este paso.
He aquí los testimonios de Michelle y Zane Johnson:
Zane: Soy un creyente que lucha con la codependencia. Entregar mi vida al cui-
dado y voluntad de Dios es un concepto relativamente nuevo para mí. Fue por medio
de El Camino a la Recuperación que Dios me ha mostrado cuan verdaderamente mara-
villosa podría ser una relación con él. Y debo sustentar esta declaración con algún
trasfondo de lo que mi vida fue.
42. Crecí en un hogar cristiano. Iba a la iglesia los domingos y los miércoles. Aprendí
todas las reglas de ser un cristiano pero nunca accedí a la idea de una entrega total de
mi vida a Dios. Quería las dos cosas al mismo tiempo. Mis padres tenían que trabajar
para salir adelante. Yo, siendo el menor, pasaba gran parte de mi tiempo en la guar-
dería. Mi mamá era muy autoritaria y estricta. La única forma en que podía llamar su
atención era no haciendo bien algún quehacer o tarea en la casa; eso me metía en
serios problemas con ella. Hasta el día de hoy, lucho de vez en cuando con la acepta-
ción y la aprobación.
A medida que crecía, me iba dando cuenta de que podía hacer amigos haciéndo-
los reír. Para ellos, yo era muy gracioso. Con mis cumplidos, siempre estaba tratando
de demostrar a los demás que valía algo. Pero mis esfuerzos no eran suficientes. En
mis relaciones trataba de moldear a la persona con la que estaba saliendo hasta que
fuera la persona ideal que supliera todas mis necesidades e hiciera mi vida perfecta, y
luego viviríamos felices por siempre. Este intento de sanar mi dolor siempre resultó
improductivo. Mientras crecía, descubrí que podía cantar. Entonces, de nuevo para
llamar la atención, empecé a cantar. Pero no fue suficiente. Así que me involucré en
el rodeo. Montaba tan violentamente como fuera posible. Durante dos años monté
toros y esto casi pareció apaciguar mi necesidad de atención. Pero ya por entonces
quería el paquete completo.
Así que me involucré con mis amigos en bares, clubes nocturnos y todos los luga-
res prestigiosos que visitan tales personas. Pensaba que seguramente esto sería el arre-
glo perfecto.
No fue sino hasta la primavera de 1991 que todo cambió en mi vida. Había esta-
do asistiendo a Saddleback por algún tiempo y mi conciencia me estaba diciendo que
comenzara de nuevo a involucrarme en la iglesia todos los días. Ese fue el año en que
mi vida se desmoronó por completo.
Una relación de casi tres años de altas y bajas estaba llegando a su final. Me mudé
a otro estado para tratar de resucitar esa relación. Fue casi fatal para mí. Llegué a mi
casa muy mal y al final de mis fuerzas. Entonces, y no sino hasta entonces, el Señor
me tuvo exactamente en el punto preciso que necesitaba para sanarme. Un buen
amigo que se compadeció de mí me contó sobre el programa Celebremos la
Recuperación en Saddleback. Decidí probar para ver si esto podía ayudarme a salir de
toda la miseria donde mis pensamientos me habían llevado.
Por medio de este programa he aprendido a revisar mi pasado con sinceridad, y
por primera vez evalúo con honestidad mi parte de responsabilidad en el giro que
43. tomaron las cosas. El programa es una herramienta que Dios utilizó para establecerme
en una relación con él. Por primera vez en mi vida tengo una verdadera relación con
Jesucristo. Lo que he aprendido acerca de mí mismo es que siempre estuve tratando de
llenar un profundo vacío en mi corazón. Estoy consciente de los modelos destructivos
que podrían sabotear mi vida y doy gracias al Señor Jesús por eso. Sin él no tengo idea
de cuánto tiempo más podría haber estado perdido. Cada día, mientras el Señor me lo
permita, entrego mi vida a Él, espiritual, mental y físicamente, pidiéndole que su
voluntad sea hecha y no la mía. No todo es un valle de rosas, pero confiadamente
puedo decir que mi vida nunca había sido tan completa y abundante como hoy.
Michelle: Soy una creyente que está luchando con la codependencia. Mientras
crecía, mi vida fue bastante diferente a la de Zane. Crecí en un hogar no funcional que
se volvió un hogar alcohólico. Fui abandonada tanto emocional como físicamente por
uno o por ambos de mis padres. Viví con mi mamá y mi padrastro a quien era impo-
sible agradar. Intenté todo para ganar su aprobación, ya fuera con buenas notas o sien-
do una buena niña, pero nunca fui capaz de hacer lo suficiente para ganar sus halagos.
Como mis padres eran alcohólicos, no estaban disponibles emocionalmente para
mí. Así que me volqué a mis amigos y novios para obtener la aprobación que tanto
necesitaba. Aprendí a ser
una “agrada-personas”. Me encontré a mí misma siendo usada y abusada por la
mayoría de mis novios. Y de una forma extraña me sentí cómoda con eso; merecía ese
tipo de trato. Con el tiempo, me involucré en las drogas para adormecer mi tristeza.
Todo lo que descubrí fue vacío. Estaba allí tratando de llenar mi vacío con lo que
pudiera encontrar, pero Dios tenía un plan diferente para mi vida.
Acepté a Jesucristo en mi corazón en 1990 y el primer año recibí una gran sani-
dad; sin embargo, todavía estaban operando en mí modelos destructivos antiguos. Me
sentía llena de culpa y vergüenza. Seguía buscando relaciones con el mismo tipo de
hombres. Mientras menos disponibles estaban emocionalmente más me atraían.
Luego de otra ruptura comencé a pensar que debía haber algo mal en mí que causa-
ba esta clase de trato.
Dios usó a mis amigos de esta iglesia para traerme a la primera reunión de
Celebremos la Recuperación. Luché con la idea por mucho tiempo. Pensé: “Estoy en
control de mi vida. Tengo una carrera exitosa. Soy una mujer de los noventa y no
necesito a nadie”. Relacioné la necesidad con la debilidad. Pero eran las necesidades
que no habían sido suplidas en el pasado las que daban inicio a mi propio comporta-
44. miento destructivo. Ahora me doy cuenta de que las necesidades son el combustible
para el crecimiento, el camino hacia Dios. Conceptualmente, acepté la idea de que
Dios necesitaba estar en control de todos los aspectos de mi vida, pero tenía que
aprender a estar dispuesta a soltar mi voluntad y humildemente pedirle que tomara el
control. Él ha tomado mi mano y está caminando conmigo a través de este programa.
De vez en cuando soy tentada a tomar de nuevo el control. Es en ese momento cuan-
do me detengo y recuerdo que debo dejar que él controle mi vida. Honestamente
puedo decir que Zane y yo no estaríamos casados hoy si no hubiéramos puesto nues-
tros pasados en perspectiva y si no hubiéramos aprendido a entregar nuestra voluntad
y vidas a Dios por medio de Celebremos la Recuperación.
Algunos de ustedes quizás digan: “He intentado esto antes y no funcionó. He
intentado dar mi vida a Dios y simplemente no funcionó”. Mi opinión de esto es que
usted probablemente no entendió completamente lo que todo eso implicaba. Usted
estaba involucrado pero no estaba comprometido. Al igual que el kamikaze que fue a
treinta y tres misiones. Estaba involucrado pero no estaba comprometido.
II. ¿CÓMO DOY ESTE PASO?
¿Qué significa dar este paso?
1. Acepto al Hijo de Dios como mi Salvador. Necesito ser salvo. Necesito ayuda. Me
doy cuenta de que lo necesito en mi vida. “Cree en el Señor Jesús y serás salvo”. ¿Qué
significa eso? Significa comprometer tanto de mi mismo como entienda en este
momento a lo que entienda que es Cristo en este momento. ¿Es eso suficiente? Eso
es suficiente.
2. Acepto la Palabra de Dios como mi regla de vida. Desde ahora en adelante tengo
un manual por medio del cual voy a vivir mi vida. Graffiti: “Esta vida es una prueba,
es solamente una prueba. Si hubiera sido una verdadera vida hubiera recibido un
manual de instrucción para decirle qué hacer y adonde ir”. Afortunadamente, tene-
mos un manual de instrucción. Es la Biblia. Dios dice: “Este es tu modelo por medio
del cual evalúas la vida a tu alrededor”. Noticia: “Toda la Escritura es inspirada por
Dios y útil para enseñar la fe, y corregir errores y para volver a iniciar la dirección en
la vida de un hombre, entrenándolo en una buena vida”.
45. 3. Acepto la voluntad de Dios como mi estrategia, como mi meta en la vida. “Dios, ¿qué
quieres que haga?” La primera pregunta que siempre hago es: “Señor, tú me desper-
taste esta mañana. Obviamente significa que tienes otro día para mí, un propósito para
mi vida. ¿Qué quieres que haga con eso?” Como David dice, “Me deleito en hacer tu
voluntad”. Busco siempre la voluntad de Dios. “Dios, estoy dispuesto a hacer todo,
donde sea, cuando sea. Ni tan siquiera tengo que entenderlo pero estoy viviendo mi
vida en tus términos porque tú me hiciste por una razón. Tienes un propósito y quie-
ro cumplir ese propósito para el cual me hiciste”. Y la voluntad de Dios se vuelve la
estrategia para mi vida, ya sea que la entienda o no.
4. Acepto el poder de Dios como mi fuerza. Filipenses 4:13 dice: “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece”. Ya no tengo que confiar más en mi propia energía. Las cosas
funcionan mejor cuando están conectadas. Conéctese a Dios, no estará tan cansado
todo el tiempo. Dios dice: “Te daré mi poder para que seas todo lo que quiero que
seas”.
Jesús dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré, y cenaré con él, y él conmigo”. Lo que Jesús está diciendo es: “Estoy a la puerta
de tu vida, y estoy tocando y estoy diciendo que quiero entrar en tu vida”. Sin embar-
go, él es un caballero. Él no echa la puerta abajo. El Paso 3 significa abrir la puerta.
La llave que abre esa puerta es la disposición. “La fuerza de voluntad es la disposición
para aceptar el poder de Dios”. Usted no necesita fuerza de voluntad; usted necesita
disposición para aceptar el poder de Dios en su vida, para vivir bajo su control, bajo
su sistema.
Los pilotos, cuando vuelan sus aviones, siempre vuelan por las Reglas de Vuelo
Instrumental (RVI) o por las Reglas de Vuelo Visual (RVV). Cada piloto está volando
basándose en unas o en otras. Volar con Reglas de Vuelo Instrumental significa que
cuando usted está en una ruta de vuelo, debe ir a la torre de control, se somete al con-
trol del sistema, pone sus instrumentos bajo el control de la torre y ese es un trato
hecho. Usted es controlado por los instrumentos, y es una manera muy segura de
volar. Si vuela con las Reglas de Vuelo Visual es como un taxi en el camino. Mira, ve
que todo está bien, despega y vuela usando su vista. Esto está bien en tanto usted
pueda verlo todo, si hay cielo despejado y no mucho tráfico. Pero un día cualquiera
encontrará mal clima. Se perderá en las nubes y en cierto momento tendrá que levan-
tar el micrófono y decir: “Necesito cambiarme a las RVI”. Y se somete a los contro-
les de ese canal. Todas las aerolíneas vuelan RVI. Todos los profesionales vuelan RVI.
Pero muchos novatos vuelan RVV. La Federación de Aviación dice que muchos de
46. estos pequeños aviones que chocan no se habrían accidentado si cuando se perdieron
en las nubes, simplemente hubieran tomado el micrófono y dicho: “Necesito ayuda”.
¿Van ellos a hacer eso? No. ¿Piensa que un piloto va a admitir que está perdido? ¿Va
a admitir que necesita ayuda? Él quiere controlarlo a su manera, ser su propio jefe,
dictar su propio destino aun si eso significa volar directo hacia una montaña o contra
un árbol.
Hasta este punto en su vida, quizás usted lo ha hecho bastante bien. Ha venido
volando RVV y ha controlado todo, pero es inevitable que en algún momento de su
vida va a tener un tiempo malo. Van a llegar momentos difíciles. Van a llegar esas
nubes donde se siente perdido y no sabe qué dirección seguir. En ese momento, debe
levantar el micrófono y conectarse al sistema de Dios. O me entrego al cuidado y con-
trol de Cristo o acepto una invitación al desastre.
Es muy importante para usted que permita que alguien más sepa de su decisión y
de este compromiso.
47. MANTÉNGASE LIMPIO
El Camino a la Recuperación - Parte 4
R.E.C.U.P.E.R.A
Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.
Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de
Cristo.
El CUARTO PASO
Un ________________ y _______________ de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a
_____________ en quien confío.
“Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus
pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espí-
ritu no hay engaño”. Salmo 32:1-2 (DHH)
I. LA RAZÓN PARA DAR ESTE PASO
1. La culpa destruye mi ______________________.
2. La culpa daña mis _________________________.
3. La culpa me mantiene ______________________.
“Nunca tendrás éxito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y
entrégalos y Dios mostrará misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13 (DHH)
48. II. CÓMO DAR ESTE PASO
1. Hacer un __________________________.
“Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor”.
Lamentaciones 3:40 (NVI)
“Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pen-
samientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno”. Salmo
139:23-24 (NVI)
2. Aceptar ______________________________.
“El espíritu humano es la lámpara de Señor, pues escudriña lo más recóndito del
ser”. Proverbios 20:27 (NVI)
“Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no
tenemos la verdad”. 1 Juan 1:8 (NVI)
3. Pedir _________________________________.
“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos
limpiará de toda maldad”. 1 Juan 1:9 (NVI)
“Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la
nieve”. Isaías 1:18 (DHH)
4. Admitir mis faltas ___________________________.
“Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sana-
dos”. Santiago 5:16 (NVI)
¿A quién?
49. ¿Qué decir?
¿Cuándo?
5. Aceptar el perdón de Dios y____________________.
“Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son
justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó”. Romanos
3:23-24 (NVI)
“Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”.
Romanos 8:1 (NVI)
50. MANTÉNGASE LIMPIO
El Camino a la Recuperación – Parte 4
Salmo 32:1-2
Hemos estado estudiando una serie llamada El Camino a la Recuperación, así como
la forma en que usted maneja sus heridas, hábitos y los complejos que están desorde-
nando su vida. Cada semana estudiamos una letra diferente de la palabra
R.E.C.U.P.E.R.A. Con ello estamos representando ocho pasos que nos ayudan a no
estancarnos en hábitos que nos afectan, en problemas que nos causan dificultades y en
recuerdos de los cuales no podemos librarnos.
El primer paso de que hablamos es el de la “realidad”: Reconozco que no soy
Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida
es inmanejable. Me doy cuenta que tengo problemas que no puedo controlar.
El segundo paso es el de la “esperanza”: Aunque soy incapaz de controlar todos
los problemas y todas las cosas en mi vida, Dios tiene el poder para controlarlos y eso
quiere decir que en forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene
el poder para ayudarme en mi recuperación.
Finalmente hablamos del paso del “compromiso”: No es suficiente saber que
tengo problemas ni saber que Dios puede resolverlos, sino que, conscientemente,
debo entregárselos a Él. Debo hacer un compromiso de entregarle mi vida y volun-
tad y decir: “Dios, aquí está mi vida, lo bueno, lo malo y lo feo de ella”. Y Dios
comienza a tomar esos problemas y comienza a trabajar en ellos. A eso le llamamos el
paso del compromiso.
PASO 4. LA LIMPIEZA PERSONAL
Este paso tiene que ver con limpiar el pasado, deshacerse de la culpa y obtener
una clara conciencia, aprendiendo a vivir libre de culpa y de la forma que Dios quie-
re que vivamos. Si da este paso conmigo, se sentirá completamente mejor de hoy en
adelante.
La “U” en R.E.C.U.P.E.R.A. significa: UN AUTOEXAMEN Y CONFESIÓN
DE MIS FALTAS A MÍ MISMO, A DIOS, Y A ALGUIEN EN QUIEN CONFÍO.
¿Por qué es esto una parte del proceso de recuperación? Porque la culpa nos mantie-
ne estancados en el pasado. Nos aleja del crecimiento, de llegar a ser todo lo que Dios
quiere que seamos. Si usted va a aprender cómo disfrutar de la vida realmente, tiene
que aprender a soltar la culpa. La verdad es que ninguno de nosotros es perfecto.