Este documento describe la propuesta de Jesús sobre el Reino de Dios. Explica que Jesús anunció el Reino como la soberanía de Dios que trae justicia y vida plena. Jesús hizo presente el Reino a través de sus palabras y obras de curación, perdón y compasión por los marginados. El Reino ya está entre nosotros y nos invita a vivir según los valores de Jesús de verdad, amor y paz, aunque su plenitud será en el futuro.

1. TEMA 3
LA PROPUESTA DE JESÚS: EL REINO.
Un Estilo de Vida en el Amor
“Después del arresto de Juan, Jesús se fue a Galilea,
proclamando la buena noticia de Dios.
Decía: - el plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando "
Mc. 1,14
OBJETIVO:
Comprender en qué consiste el Reino que Jesús de Nazaret propone a quienes
quieren seguirlo, para destacar las actitudes que como discípulo misionero
debo vivir, a título personal y comunitario, con la intención de potenciar las
semillas del mismo que ya están dando fruto en mi historia y ubicar con
claridad los aspectos de mi persona y de mi comunidad eclesial que son
contrarios a esta propuesta y que deben ser transformados, con la gracia de
Dios y mi esfuerzo personal.
ORACIÓN:
Se coloca en el centro de la reunión la Sagrada Escritura y una lámpara
encendida. Se entona el canto: “TU REINO ES VIDA”
Observamos en silencio estos símbolos y hacemos una reflexión personal. Se
invita a la oración espontánea, pidiendo a Dios ser semillas del Reino de Vida.
VER:
Dialogar un momento con otras personas sobre el Reino de Dios.
 Expresa con tus propias palabras lo que es el Reino de Dios: ¿Dónde
está? ¿En qué consiste? ¿Cómo se entra a formar parte de él?
 En tu vida, qué signos hay del Reinado de Dios? ¿qué signos hay de
que Dios no es el Rey de tu corazón y de tu historia?
 ¿Qué signos o anti-signos del Reino hay en la comunidad eclesial en la
que participas? (parroquia, capellanía, movimiento, asociación, equipo
de servicio pastoral, etc.?
JUZGAR:
El tema central de la predicación de Jesús era la soberanía real de Dios. Jesús
inaugura su actividad liberadora y salvífica proclamando como Buena Noticia la
llegada del Reino de su Padre: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
está cerca: conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc.1 ,15). El Reino de Dios
es, por tanto, el centro de la predicación y del mensaje de Jesús. Él mismo
reconoce que para eso ha sido enviado por el Padre (Lc. 4, 43).
Jesús vive para la causa del Reino de Dios.

2. Jesús aparece en los evangelios como un hombre apasionado por una causa:
anunciar y hacer presente el Reino de su Padre Dios. Nosotros llamamos
causa a aquello que atrae hacia sí toda la vida de una persona, aquello por lo
cual vale la pena vivir. El Reino de Dios fue la causa de Jesús de Nazaret, la
pasión que animó toda su vida, su proyecto y su misión principal. A ello dedicó
toda su actividad su tiempo y sus fuerzas.
El significado del Reino en la predicación de Jesús.
La palabra "Reino" no tiene un sentido territorial o estático, como en nuestro
lenguaje corriente. No es, pues, un lugar o un reino político. Esta palabra tiene
un sentido dinámico: es la soberanía de Dios ejerciéndose "en acto", es decir
es "la acción" de Dios para establecer o modificar un orden de cosas. De ahí
que la traducción más adecuadas sería: "Reinado de Dios".
Para los judíos el Reino de Dios era la realización del ideal, jamás cumplido
sobre la tierra, de un rey justo. El Reino de Dios, predicado por Jesús, es la
actuación de Dios para que se haga realidad ese ideal regio de justicia. Pero no
la justicia del derecho romano ( dar a cada uno lo suyo), sino la justicia en el
sentido de los pueblos orientales, que consiste en defender al que por sí mismo
no puede defenderse: el débil, el pobre, el huérfano, la viuda, el oprimido. Por
eso Jesús dice: "Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios"
(Lc. 6, 20).
El Reino de Dios se hace presente en Jesús
Jesús anuncia y hace presente el Reino de su Padre Dios con sus palabras y
con sus obras. Para explicarnos las características, el significado y las
condiciones necesarias para aceptar ese Reino y vivir conforme a él, Jesús
utilizó narraciones o historias breves en forma de parábolas. Jesús se sirve de
estas comparaciones para exponer su idea del Reino. Casi todas ellas están
sacadas de la vida ordinaria de sus oyentes (la siembra, la siega, la pesca, el
hacer el pan, el comercio...) o de imágenes del Antiguo Testamento conocidas
para los judíos (la viña, el banquete, la boda, etc.). Por eso, eran fácilmente
comprensibles.
Pero lo sorprendente es el uso que de ellas hace Jesús. Compara el Reino de
Dios a un sembrador; a un amo del campo que para bien del trigo espera un
tiempo antes de arrancar la cizaña; a unos pescadores que cogen peces
buenos y malos; a un comerciante que busca tesoros.
¿Hay cosas más ordinarias que éstas? ¿Cómo es posible que el Reino de
Dios, pueda compararse a acciones tan rutinarias y sencillas? Son, además,
trabajos del pueblo, de la gente sencilla y pobre, como si Jesús pretendiera
afirmar que el Reino se encuentra en sus vidas, que no hay que buscarlo lejos,
en hechos maravillosos, o en personajes extraordinarios y distantes.
La salvación forma parte de la vida de cada día y de los actos más ordinarios
que constituyen esta vida. En otras parábolas, comparando el Reino con
imágenes del Antiguo Testamento, las emplea de forma muy poco común: los

3. viñadores se revelan contra su amo y se les quita la viña. Es decir, la viña de
Israel le será quitada al pueblo judío para dársela a otros. En el banquete no
participan los que habían sido invitados, sino los cojos, mancos, lisiados. Es
decir, los marginados. Jesús hace en las parábolas una nueva interpretación
del Antiguo Testamento, de sus imágenes y de sus promesas.
Además, el Reino aparece, según Jesús, sin brillantez, como algo
insignificante, como una semilla o como un poco de levadura. Pero, oculta en
ella, hay una enorme fuerza transformadora. ¡Qué concepción más contraria a
la de aquellos hombres, que esperaban una aparición milagrosa, imponente y
terrible de Dios para destruir a todos los enemigos de Israel! (Mt. 13, 31-33). El
Reino se encarna en la historia y sigue su ritmo. Su fuerza no está en colocarse
por encima de ella, sino en la capacidad de transformarla desde dentro.
Pero Jesús no sólo anunció el Reino de Dios, sino que también lo hizo presente
con su vida: curando a los enfermos, perdonando los pecados, expulsando al
demonio, participando en la mesa con los más pequeños, prefiriendo a los
pobres y a los despreciados por la sociedad judía.
El Reino de Dios es plenitud de vida.
Podemos decir, con otras palabras, que el Reino de Dios equivale a la plenitud
de vida que Jesús ofrece a cada hombre y a la humanidad entera. Él mismo lo
dice: "Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en
plenitud" (Jn.10, 10). Es una plenitud de vida que abarca todas las dimensiones
de la existencia: los aspectos humanos (curación del cuerpo) y espirituales (el
perdón de los pecados), la dimensión individual (realización de la persona) y
social (construcción de una sociedad más justa y fraterna); lo presente (ya
que se realiza hoy y aquí) y lo futuro (llegará a su plenitud al final de los
tiempos).
El Reino de Dios, como plenitud de vida, tiene como destinatarios
preferenciales a los más "débiles" de la sociedad: los pobres, los oprimidos,
los olvidados de la sociedad.
Junto a lo ya señalado, podemos afirmar que el Reino de Dios tiene algunas
características que nos permiten descubrirlo en la vida ordinaria. (RM 513-515).
 Es una gran noticia. El Reino de Dios es una "Buena Nueva", ya que
proclama la intervención transformadora y liberadora de Dios en la
historia. Dios interviene en el mundo de una manera nueva; esta es la
buena noticia que llena de esperanza y ánimo a toda persona de fe.
 Ya está entre nosotros. El Reino de Dios ha comenzado con la
presencia de Jesús y con su práctica liberadora. Sus "signos" nos
manifiestan que el Reino de Dios es liberación de males concretos
(hambre, enfermedad, desesperanza del pecador despreciado...) y de
opresiones históricas, como la marginación injusta. El Reinado de Dios
no es sólo un anuncio o una promesa; es ya una realidad naciente,
germina. Está en marcha.

4.  No termina en este mundo. En su etapa histórica el crecimiento del
Reino de Dios es lento. Su plenitud pertenece al futuro, cuando
desaparezca definitivamente el llanto, el dolor y la muerte (Ap. 21,4-5).
El Reinado de Dios ofrece a la historia humana un futuro de esperanza.
 Es un don de Dios y una tarea del hombre. El Reino sólo Dios puede
darlo; no es fruto directo de nuestros méritos, de nuestras virtudes o
esfuerzos. Es un regalo de Dios, es algo que recibimos gratuitamente,
es una gracia divina (Lc.12,32; 22,29; Mt. 21,34). Nuestra tarea consiste
en:
o Reconocer su llegada,
o Recibirlo en nuestro corazón y en nuestra vida,
o Quitar los obstáculos que se oponen a él y
o Hacerlo presente en nuestra sociedad.
El hecho de que el Reino sea un don gratuito no significa pasividad. El
Reino de Dios exige la colaboración y la responsabilidad activa de cada
persona. Es un don, pero también es un compromiso serio que exige
poner la parte que le toca a cada uno en su construcción.
 Exige conversión. El Reino de Dios pide una respuesta por parte de las
personas: la conversión. No se trata sólo de una conversión de
corazones (cambiar mi mentalidad, el propio yo), sino también de un
cambio profundo en las relaciones con los demás y en las estructuras
sociales que provocan los signos del anti-reino (explotación, hambre,
guerra, marginación, etc.). La conversión se manifiesta en la acogida y
vivencia de los valores del Reino; confianza filial en el Padre, amor a los
pobres, sencillez de niño, espíritu de servicio, humildad y mansedumbre,
rectitud de corazón, pobreza, etc. Este cambio está expresado en las
bienaventuranzas como el gran camino a la santidad que todos los
seguidores de Jesús deben hacer realidad en sus vidas.
 Pertenece principalmente a los pobres. El Reino de Dios, como lo
anuncia e inaugura Jesucristo, pertenece principalmente a los pobres, a
los más pequeños y a los pecadores. Jesús anuncia la Buena Nueva a
los pobres (Lc. 4,18), los declara bienaventurados porque "de ellos es el
Reino de los cielos" (Mt. 5,3). Él mismo identifica toda su vida con los
pobres y pequeños y pone como condición para entrar en su Reino el
amor a ellos (Mt. 25,31-46), no porque los pobres se porten mejor que
otros, sino porque así le pareció bien a Dios (Mt.11,25). De igual manera
invita a los pecadores al banquete del Reino, pues no vino a llamar a los
justos sino a los pecadores (Mc.2,17). Si se convierten de corazón, en el
cielo habrá mucha alegría. Al final de su vida Él mismo aceptó la muerte
para la remisión de los pecados y ante los ojos de la sociedad murió
como un pecador. Intentando quedarnos con algunos elementos
importantes, podemos afirmar que:
o El Reino de los cielos ha sido inaugurado en la tierra por Cristo.

5. o El Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las
obras y en la presencia de Cristo.
o Jesús nos invita a construir su Reino en este mundo y desde
nuestra vida cotidiana.
Ahora respondamos las siguientes preguntas:
 Si el Reino de Dios es vivir al estilo de Jesús que inició una forma nueva
de relacionarse con Dios y con los demás ¿Se hace realidad esto en
nuestra sociedad y en nuestra comunidad eclesial?
 Si el Reino de Dios ya está entre nosotros, donde hay vida, verdad,
justicia y paz ¿Cómo puedo contribuir, como creyente insertado en el
mundo y como integrante de una comunidad eclesial, para que se vivan
y hagan presentes los valores del Reino?
 ¿Qué obstáculos hay en mi persona y en las estructuras eclesiales en
las que participo, que impiden que los valores del Reino sean una
realidad?¿Qué tengo que hacer? ¿Qué me comprometo a hacer?
EXPRESAMOS NUESTRA FE:
En esta ocasión, dada la importancia del mensaje de Jesús sobre el Reino,
podemos pensar en:
 Descubrir los valores del Reino de Dios en nuestro alrededor: la verdad,
la justicia, la vida, el amor y la paz.
 Platicar con sencillez a otras personas del grupo y a otras gentes con las
que nos encontremos sobre el compromiso de construir el Reino de Dios
aquí en la tierra, en nuestras familias, comunidades, trabajos.
 Descubrir las actitudes que van en contra del Reino en nuestro
ambiente.
 Comentar lo anterior y buscar caminos y acciones concretas para ir
realizando el estilo de vida de Jesús en medio de nosotros.
 Orar para que lo que no podemos lograr por nuestra pobreza, Dios lo
lleve a término. Lo podemos hacer con el Padre Nuestro y cuando
lleguemos a la frase: "Venga a nosotros tu Reino" la repetimos tres
veces, para expresar la importancia de pedir a Dios su Reino entre
nosotros.