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Un cuento de chicos para chicos
1. EL VENDEDOR DEL TIEMPO
En la ciudad de Burgos, vivía un hombre que se
llamaba Álvaro. Álvaro era alto, de pelo castaño
y con los ojos marrones. Era alegre, divertido,
simpático y siempre intentaba ayudar a los
demás. Solía vestir muy de traje con camisas
de cuadros, corbatas rojas y con chaquetas y
pantalones elegantes. Le gustaba cantar, jugar
a las cartas e ir al cine.
2. • Se podía decir que Álvaro era un hombre
perfecto, pero no era así, tenía un
problema, siempre llegaba tarde a la
oficina. Todos los días era lo mismo, el
despertador sonaba tarde, desayunaba
rápido, se vestía rápido, corría hasta
llegar a la oficina, y cuando llegaba, su
jefe le echaba la bronca.
3. —Esto no puede seguir así. Repetía Álvaro una y
otra vez.
Un día, al llegar de la oficina Álvaro se quedó
mirando el reloj un buen rato, y después de
media hora mirando el reloj exclamó:
— ¡Claro! Cogeré minutos y horas del reloj, me los
meteré en el bolsillo y así tendré tiempo
suficiente para ir a la oficina.
Álvaro estaba muy contento pues había
encontrado una solución. Pero sintió pena por
las demás personas que seguirían llegando
tarde,y como era muy buena persona dijo;
— ¡Ya sé! Montaré un pequeño puesto y venderé
el tiempo, así, nadie llegará tarde a ningún lado
4. A la mañana siguiente como
Álvaro dijo, montó un puesto
donde vendía tiempo, con un
cartel con letras de color
naranja que ponía: SE VENDE
TIEMPO.
La gente cuando pasaba
miraban a Álvaro con cara
muy extraña, pero a él, le daba
igual. Por allí, pasó un hombre
que tenía mucha prisa por
llegar a una reunión de
trabajo.
—¡Que tarde es!-decía.
El hombre vio el puesto y pensó
que era una broma pero por
probar no pasaba nada.
—¿Es aquí donde se vendet
iempo?-preguntóelhombre.
— Si, aquí es, ¿cuánto tiempo
quiere comprar? - contestó
Álvaro.
5. - Un cuarto de hora-contestó el hombre.
- Bien, son un cuarto de euro-dijo.
-Un cuarto de euro? Tome, un euro, y quédese
con las vueltas.
Así, que el hombre metió su tiempo en el bolsillo y
fue a la oficina. Cuando llegó, no había nadie en la
sala de reuniones. El hombre miró enfadado su
bolsillo y dijo:
— Que tonto he sido. ¡Me han timado! Lo del
tiempo era mentira, y ahora, ya habrá acabado la
reunión y el jefe me despedirá.
6. En ese momento el jefe llegó a la sala de
reuniones y dijo asombrado:
- ¡Hombre Gómez! Ha sido el primero que ha
llegado a la oficina.
- ¿De verdad? -preguntó el hombre.
- Si, y así me gusta -contestó.
El hombre no se lo podía creer.¡Había llegado
pronto! Así, que empezó a contárselo a los
demás. Al principio no le creía nadie, pero
luego, cuando fueron a comprobar si era verdad
lo que decía, no daban crédito a lo que a lo que
pasaba. ¡Era cierto!
7. Entonces unas personas se lo decían a otras, y así el
puesto de Álvaro se convirtió en una tienda, y la tienda se
convirtió en unos grandes almacenes donde vendían bollos
de segundos, lámparas de horas, sofás de minutos...
Es decir, que entre
minutos y horas Álvaro se
había convertido en el
hombre más rico y
afortunado del mundo.
Un día Álvaro fue a
buscar más tiempo, pero
había un problema, ¡ya
no quedaba más! Fue
preguntando por todas
las casas pero la
respuesta era la misma,
no.