Este documento narra el seguimiento fotográfico de un día en la vida de Sonia Hernández realizado sin su consentimiento inicial. Al darse cuenta de que la estaban fotografiando, Sonia se sintió incómoda e inquieta. Más tarde, cuando le explicaron el propósito del estudio, se enojó por no haber sido informada ni haber dado su autorización. Al final del día, después de disculparse, lograron tomarle una última foto con su consentimiento.