1. Un águila en el celaje. verdad, de cambio, de evolución y trascendencia.
Siempre soñé con ser músico. Convertir un dorado Sueño con arte libre e ideales concretados, con
atardecer en una sublime sinfonía, los rayos del sol en un nobleza. Sueño con una identidad nacional encontrada
vals que bien pudiera bailar la luna, la lluvia en rapsodia, en los cantos del más pobre y del más rico. Sueño; todos
la vida en un eterno vaivén sonoro. Fama, tenemos un sueño.
reconocimiento, poder y dinero fueron siempre La cultura es un mundo de posibilidades. Así como
secundarios, sombras de la pasión. Un día, la realidad –o une, divide. Así como da identidad, subraya diferencias.
mejor dicho la surrealidad- de un país que en colores, Así como da cabida a las expresiones más
estridencia y euforia se oculta, me dejó claro que, aquí, desarropadas del ser, da pie a las intenciones más
no hay centavo que sobre para el artista, ni artista que oscuras y roñosas de los audaces y, en su mayoría
viva del aire. No hay utopía a la que, por lo menos, se avaros, hacendados de la comunicación. Esos que no
pueda aspirar a concebir; sueños rotos, viajes sin tienen un gramo de interés por la búsqueda de la
destino. identidad de un país que llora fuego. Esos que lucran
La música salvó mi vida, yo quiero salvarla a ella. con productos carentes de significado, de mensaje, de
Sueño con violas y arpas en barrios ávidos de violencia. motivo. Ellos, que pudieran ser agentes de cambio,
Trompetas y tambores que iluminen más que cualquier guardias del patrimonio y el arte nacional, inversionistas
faro de luz. Guitarras estridentes y voces poéticas de la de un futuro para todos, entorpecen los pasos de una
gente y para la gente. Sueño con un país cuyo humanización por la que luchamos, arrebatan sueños y
sentimiento de nostalgia irradie oportunidades de
2. son -desde que decidí defender a capa y espada la
cultura- mis enemigos.
Siempre soñé con ser músico; siempre lo haré. Eso
sí, nunca dejaré de componer, ni de interpretar, ni de
imaginar. Nunca dejaré de escuchar música en las
gotas de agua que caen del grifo, ni en las ramas
agitadas por los vientos otoñales. Quizá nunca gane un
centavo por mis versos o mis sonsonetes; puedo vivir con
eso. Lo que nunca me podría perdonar sería no haberle
dedicado mis días a salvar la música, a salvar la cultura,
a salvar a quienes en unos años soñarán con sobrevivir y
trascender del arte.
Nadie lo hizo por mí. Quizá yo no lo haga por
alguien; quizá mi musa, mi verdadera razón, es
devolverle a la vida el más sublime favor: la salvación.
Héctor Raúl Patrón Ramírez.