La madre de la narradora sufría de terribles pesadillas y visiones que la atormentaban con gritos espeluznantes. Una noche, los gritos cesaron repentinamente. Al bajar a ver qué había pasado, la hija encontró un escenario cubierto de sangre que conducía a su madre, quien se había arrancado los ojos y dijo que ya no veía las pesadillas ni las visiones.