1. Bien-estar y macroeconomía, más allá de la retórica
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2. UNA POLÍTICA ECONÓMICA CONSERVADORA SIN MATICES:
*
LA HERENCIA DE THATCHER, REAGAN Y BUSH .
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Álvaro Moreno y Gustavo Junca
Pareciera que cuando las sociedades se encuentran atrapadas en una especie
de punto de bifurcación, la única alternativa que encuentran es la adopción de un
nuevo credo conservador, el cual no es ajeno a tecnicismos y slogan que
simplemente empacan el vino viejo en odres nuevos. Por supuesto, también
cabría la sugerente hipótesis de la existencia de ciclos ideológicos de tipo
Kondratieff, caracterizados por fases donde las preferencias de los ciudadanos
oscilan entre el interés público y la búsqueda de la felicidad en la vida privada
(Hirschman, 1982). Cualquiera que sea el modelo explicativo, es sorprendente
como el discurso político y las justificaciones retóricas que se esgrimen por los
hacedores de política económica no dejan de ser ecos o resonancias de modelos
pretéritos que curiosamente fracasaron en forma contundente.
En este orden de ideas, consideramos que es más pertinente comparar el
proyecto social del movimiento uribista con las experiencias de los gobiernos
conservadores de Inglaterra y Estados Unidos. La verdad, existen isomorfismos
sustanciales entre la plataforma económica del actual gobierno colombiano con el
proyecto conservador que trataron de imponer Churchill y Thatcher en Gran
Bretaña, y Reagan y los Bush en Estados Unidos. Esta analogía es la que explica
el título de este trabajo. Se acude a la aguda crítica que hizo Keynes (1925) de la
política monetaria del legendario Wiston Churchill, contenida en un breve artículo
cuyo título es “Las consecuencias económicas de Mr. Churchill”. De otra parte, es
necesario hacer referencia al impecable panfleto conceptual escrito por Nicholas
Kaldor(1983) en el cual denunció con rigor y sarcasmo las falacias de la política
económica de la Dama de Hierro, The Economic consequences of Mrs. Thatcher.
Finalmente, para el caso de Estados Unidos, nos tenemos que apoyar en el
excelente trabajo académico de Robert Pollin (2003) que se titular Los contornos
del declive, pero que muy bien podría haber se publicado con el título “Las
consecuencias económicas de Mr. Bush”.
* Bien-estar y Macroeconomía, más allá de la Retórica. Varios Autores. Marcela Giraldo Samper
(Editora) Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Económicas, Centro de Investigaciones
para el Desarrollo, CID, p. 37-45, 2007
Profesores Universidad Nacional de Colombia.
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2. Bien-estar y macroeconomía, más allá de la retórica
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Lo primero que nos debe llamar la atención son las condiciones en las cuales los
representantes más emblemáticos del proyecto conservador del siglo XX llegan al
poder. Churchill lo hizo luego de la Primera Guerra Mundial, cuando Inglaterra
mostraba signos de clara debilidad para mantener su liderazgo como potencia
mundial. Sesenta años después, en el mismo país, se repetía la historia. Las
condiciones de la industria de Gran Bretaña eran deplorables, prácticamente se
había perdido el liderazgo en varios sectores que otrora le garantizaron a los
ingleses el liderazgo internacional, incluso se consideraba que la industria
automotriz estaba ad portas de desaparecer. El producto real había disminuido de
manera sostenida por varios años y el desempleo surgía sin dar signos de ceder.
En medio de la decepción general, llega al poder un gobierno conservador.
En Estados Unidos, los gobiernos republicanos de Reagan y Bush I alcanzan el
poder en medio de un profundo deterioro económico y crisis financiera. Hecho que
se repite luego con Bush hijo, ya que en medio de las elecciones y antes del 11 de
septiembre de 2001, la tasa de crecimiento del PIB fue negativa durante dos
trimestres seguidos, mientras que el derrumbe del mercado accionario se registró
al final del periodo de gobierno de Clinton. Cabe mencionar que todos los
gobiernos tu vieron su propia guerra (Key nes,1925; Kal dor, 1983; Po llin, 2003).
No es difícil entonces encontrar símiles con el triunfo del presi dente Uribe. La
economía colombiana su frió en 1999 una aguda recesión difícil de superar y los
diálogos de paz con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)
terminaron en forma abrupta, mientras tanto los mercados financieros se
desplomaron y las familias de las clases medias perdieron una parte importante de
su patrimonio. Las condiciones estaban dadas para que un candidato de mano de
hierro lograra atraer el interés de los decepcionados ciudadanos, quienes se
sumaron al proyecto conservador del Estado comunitario. Aunque es verdad que
existen diferencias y matices de los diversos proyectos económicos, es posible
identificar aquello que rechazaban y rechazan hoy los gobiernos mencionados. Se
pretendió desmontar el “gran gobierno” y el consenso de posguerra, el cual fue
expuesto con claridad por Keynes en 1944:
La experiencia de los años antes de la guerra ha llevado a muchos de nosotros,
aunque a algunos un poco tarde, a mantener ciertas conclusiones firmes. Tres, en
particular, son altamente relevantes a esta discusión. Estamos convencidos que,
en el futuro, el valor externo de la libra estará conforme a su valor interno, definido
por nuestras políticas domésticas, y no alrededor de otros rumbos. Segundo,
intentaremos tener bajo control la tasa de interés doméstica, para mantenerla tan
bajo para promover nuestros objetivos, sin interferencia de los flujos de capitales
internacionales, o movimiento de monedas calientes. Tercero, mientras buscamos
controlar la inflación, no acataremos la imposición de políticas deflacionistas desde
fuera. En otras palabras, abjuramos de utilizar la tasa de interés del banco y la
contracción de crédito para incrementar el desempleo como medio de ajustar
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nuestra economía doméstica acorde con los factores externos (citado por Kaldor,
1983).
Los argumentos económicos a favor del libre mercado al parecer han
experimentado cierto grado de sofisticación, sin perder su obsesión retórica por
mostrar las consecuencias benéficas para toda la sociedad. Duran te el periodo de
Churchill fue el dogma del patrón oro y la su puesta necesidad de llevar la libra
esterlina a su nivel anterior a la guerra, lo que justificó una política dirigida a
reducir los salarios por medio de un mayor desempleo. “La deflación no reduce los
salarios automáticamente. Los reduce produciendo desocupación” (Keynes, 1925).
Los gobiernos de Reagan y Thatcher se escudaron en la ilusión de los incentivos
y en la economía de oferta. Era necesario reducir los impuestos a los ricos y a los
empresarios para que ellos impulsaran la economía con mayor inversión y empleo.
El déficit fiscal debería reducirse y las empresas públicas privatizarse. Se
consideraba que el Estado se comportaba como una familia, por tanto, si ésta
gastaba más de lo que ganaba, tarde o temprano debía ajustar sus cuentas de lo
contrario perdía su patrimonio. Nichollas Kaldor (1983) mostró lo absurdo que es
comparar el ajuste de los gastos de una familia y del gobierno. Con toda claridad
dicha analogía no deja de ser una falacia de composición. Si bien es cierto que
cuando una familia reduce su gasto no ve afectado su ingre so, cuando el
gobierno reduce el gasto público con relación a los impuestos, la demanda
autónoma de la economía se reduce y con ella el ingreso nacional.
2.1 Afinidades Bush-Uribe
Durante los gobiernos de Bush II y Uribe, no se ha dicho nada nuevo. Bush ha
buscado reducir los impuestos de los más ricos en varias etapas, incluyendo
propuestas como el desmonte de la imposición sobre las herencias y los dividen
dos. También ha promovido devoluciones de impuestos a los consumidores más
ricos y a las grandes empresas (Pollin, 2003). Uribe ha implementado políticas
similares. En la última reforma tributaria se re du je ron los impuestos a la renta y
se otorgaron importantes beneficios a los empresarios. De igual manera, la ley 863
de 2003, determinó la devolución de dos pun tos del IVA para compras con
tarjetas de crédito (Junguito y Rincón, 2004).
De otro lado, la inflación se ha constituido en el objetivo más importante de la
política monetaria, al punto que hoy día, los banqueros centra les (también los ex
banqueros) insisten en que no existen costos de reducir la inflación, ya que los
malestares de corto plazo se compensan sin problema en el largo plazo. Es un
clásico free lunch. De hecho, el Grupo de Macroeconomía del Banco de la
República (2006) insiste en la necesidad de
dar una mayor flexibilidad a ciertos mercados, en particular el laboral, ante los
nuevos retos de una economía más globalizada y se hace indispensable preservar
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la independencia del Banco de la República como fundamento de la credibilidad
que ha ganado la política monetaria.
Esta referencia a los mercados laborales flexibles y a la política monetaria es de
alguna manera un acto fallido de los investiga dores del Banco. Muestra sin querer
lo que la desinflación no reduce automáticamente los salarios. Los reduce
produciendo desempleo involuntario1.
Ahora bien, al igual que sus homólogos de los ochenta y de la ideología del
Tesoro en la Inglaterra de entre guerras, los hacedores de política de Bush II y
Uribe insisten en la ineficiencia de la acción pública, lo que justifica la nueva
oleada de privatizaciones en el país. Es por lo demás irónico que los líderes
conservadores de los siglos XX y XXI hayan terminado promoviendo un
keynesianismo militar, es decir, un modelo de crecimiento jalonado por el gasto en
defensa.
En los círculos conservadores y económicos colombianos se sigue insistiendo en
que el origen de todos los males de la economía colombiana es el gasto público.
Se dice que una reducción permanente de las transferencias y de los gastos es
necesaria para que el sector privado pueda adelantar proyectos rentables y
productivos, sin embargo, los analistas guardan un rotundo silencio en relación
con las erogaciones que de manda el modelo de la seguridad democrática.
No se aclara por qué un gasto público es mejor que otro; ni tampoco si lo que se
debe reducir es el nivel o su tasa de crecimiento. Sobre estos aspectos solo se
esgrimen opiniones ideológicas o simples “habladurías”. Como observó Joan
Robinson (1979):
El efecto inflacionario del gasto militar es mayor que el de otros desembolsos con
fines productivos, ya que no se deriva ningún producto. Las inversiones reducidas
y con un rendimiento rápido, dan un aumento del producto que contrarresta la
inflación.Una inversión grande y con rendimientos lentos, como construir una
presa que tarda cinco años en terminarse, es inflacionaria mientras está en
proceso, pero cuando empieza a servir provoca de inmediato un incremento
permanente de la corriente productiva. El gasto militar no eleva la producción
susceptible de venderse, ni en el periodo corto ni en el largo.
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1 “Con su de pendencia de la pura suerte, su fe en los ‘a justes automáticos’ y su descuido general de los
aspectos sociales, es su símbolo y un ídolo esencial de los que se encuentran en la sala de mandos de la
máquina. Creí que ellos son in mensamente irreflexivos en su descuido, en su vago optimismo y en su
confortable creencia de que nunca pasa nada realmente se rio. Nueve de cada diez veces no pasa nada
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realmente se rio: simplemente una pequeña calamidad a los in dividuos o a los grupos. Pero corremos un
riesgo la décima vez (y además es estúpido) si continuamos aplicando los principios de una economía que se
desarrolló sobre la hipótesis del laissez faire y la libre competencia a una sociedad que está abandonan do
rápidamente estas hipótesis” (Keynes, 1925).
Minsky (1994) concluía después de un agudo análisis sobre la evolución de la
política económica desde los años treinta que
Las experiencias de Reagan- Thatcher-Bush representan el segundo fracaso del
modelo del laissez faire. Mostraron que el modelo de laissez faire del capitalismo
no ha podido alcanzar los estándares de desempeño establecidos en los 1950s y
1960s.
Al parecer, los gobiernos de Bush II y Uribe son el tercer intento para establecer
el modelo del laissez faire. Sin embargo, durante el segundo mandato de sus
gobiernos se nota un cierto agotamiento de las políticas por la desigualdad y la
liberalización de los mercados. El agudo déficit de cuenta corriente de Estados
Unidos amenaza la estabilidad del ritmo de crecimiento, mientras que el déficit
creciente en la cuenta corriente en Colombia indica que las altas tasas
decrecimiento difícilmente se podrán mantener. En Estados Unidos, las iniciativas
del gobierno de Bush se ven limitadas por la composición del nuevo Congreso. En
Colombia los partidos de la coalición del gobierno siguen siendo mayorías, pero
han perdido fuerza y legitimidad con el escándalo de la parapolítica. Tal vez las
alternativas democráticas surjan de la crisis. Por ahora, solo trataremos de
fundamentar de manera más rigurosa el caso colombiano con algunos ejercicios
adicionales.
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